Economía y Empresa


Tercera Vía Latina



LA TERCERA VÍA LATINA

Por Dr. Petronio Recalde

Como si fuera una nave sin brújula, cuyo timonel ignora en qué dirección se encuentra su puerto de destino, América Latina ha permanecido navegando a la deriva en las aguas de un sinuoso proceso que ha tenido dos fases: la primera se inició con la crisis financiera de 1982 bajo el nombre de Neoliberalismo; y, la segunda fase surgió en Venezuela a fines del siglo veinte bajo el nombre de Socialismo del Siglo XXI.  

Las dos fases forman parte de un mismo proceso, por cuanto la segunda nace como consecuencia directa de los errores cometidos en la primera. Hasta antes de que ese proceso se inicie, los países latinoamericanos habían intentado encontrar una puerta para escapar del subdesarrollo. Pero esa búsqueda fue abandonada por la urgencia de pagar la deuda externa primero y cubrir los déficits fiscales después.  

Hoy, cuando ya ha transcurrido más de una década en el siglo XXI, América Latina permanece aprisionada en ese proceso; porque ni el Neoliberalismo -que consiguió mantener un monopólico poder a nivel gubernamental por cerca de veinte años- ni el Socialismo del Siglo XXI -que ya lo ha reemplazado en varios países- han logrado abrir alguna puerta que nos permita escapar del subdesarrollo.

La Tercera Vía Latina –cuyas bases teóricas se exponen en el libro “Una brújula para América Latina” del ecuatoriano Alfredo Vergara- enfrenta el reto de construir ese camino que nos conduzca hacia el desarrollo económico. En ese escenario, el ‘desarrollo’ no es un concepto, como asumen las doctrinas tradicionales, sino que es un proceso que empieza a gestarse cuando en un país coinciden, como en un trípode, las siguientes tres condiciones: crecimiento económico; sustentabilidad económica y equidad económica. 

Desde luego, como en cualquier trípode, ninguna de sus columnas puede ser más pequeña o menos solida que las otras dos, porque entonces todo el trípode tambalea. Lo anterior significa que la política económica jamás debe sacrificar la fortaleza de una de esas columnas en beneficio de cualquiera de las otras dos. Por lo tanto, la Tercera Vía Latina deberá ser construida de manera continua, simultánea y gradual. 

Crecimiento Económico

En los textos de economía -la mayoría de los cuales han sido escritos en y para el primer mundo- el crecimiento de un país se establece en base al mayor o menor valor que tengan los bienes y servicios que en un año hayan sido producidos en ese país. Ese valor usualmente se designa con el nombre de Producto Interno Bruto: PIB. No obstante –como se demuestra en el libro citado- en el Tercer Mundo existen seis realidades que invalidan equiparar el crecimiento de un país con el valor de su PIB; incluyendo aquella cruel paradoja gestada por los emigrantes que huyen del desempleo, pero cuyos envíos de remesas a sus familias, ciertamente hacen crecer el PIB del país del que huyen.

La Tercera Vía enfrenta esa realidad y resuelve esa paradoja al utilizar el nivel de empleo como el verdadero parámetro que determina el crecimiento de una economía. Desde luego, para cuantificar el nivel de empleo, no es suficiente calcular el número de gente que trabaja, sino que el análisis también debe incorporar los aspectos relevantes a la eficiencia y productividad laboral; así como las políticas tendientes a la generación de fuentes de trabajo y de puestos de empleo, que se adapten en la práctica a las condiciones concretas de cada país.

Esas condiciones, en América Latina, suelen presentarse en el lado opuesto de aquellas que caracterizan al primer mundo. Así, mientras en el mundo industrializado se tiende a crear grandes empresas o fábricas, invirtiendo en ellas una gran proporción de bienes de capital a ser operados por el mínimo número de empleados que sea posible; en nuestros países predomina la situación inversa. Como lógico resultado, las empresas del primer mundo alcanzan una muy alta productividad en relación al número de sus trabajadores; no en relación a su abundante capital. Es esa productividad relativa la que se refleja en su estructura de precios; en la cual un alto nivel de sueldos y salarios, se complementa con un reducido costo del capital y con bajas tasas de interés.

En contraste, en Latino América, la carencia de capital y la abundancia de mano de obra, generan una baja productividad de sus trabajadores y un paupérrimo nivel salarios. Para tratar de revertir esa visible realidad, tanto el neoliberalismo latino como el socialismo del siglo XXI, patrocinan el establecimiento de un gobierno filantrópico, proteccionista e intervencionista: los neoliberales, para que ese gobierno subsidie la inversión de capital y así aumente la productividad de los trabajadores y el nivel de sus salarios; y, los socialistas del siglo XXI, para que ese incremento de salarios se produzca de manera directa, por intermedio de un decreto presidencial, estableciendo salarios mínimos o repartiendo bonos.

Pero la Tercera Vía considera que ninguna de esas políticas podrían generar fuentes de empleo de manera sustentable. Y es que, ni el neoliberalismo ni el socialismo del siglo XXI, acogen la realidad económica de nuestros países; realidad que se fundamenta en una estructura productiva que funciona de manera independiente al gran capital y a la acción de sus gobiernos. Esa realidad, además, se refleja en los millones de obreros y artesanos que, con una inversión mínima, fabrican sus productos trabajando de manera individual o agrupados en pequeñas unidades; que logran crear redes comerciales y sistemas de organización productiva, en niveles más eficientes y flexibles que el de los sistemas industrializados; que casi sin tener contacto con la burocracia local o nacional, logran comerciar con eficiencia sus productos; y, que su decisión de cuanto, cuando, donde y que producir, no se basa en algún conocimiento teórico del mercado, sino en la percepción directa de las necesidades de su entorno.

Ante esa realidad, la propuesta de la Tercera Vía a favor de la creación de empleo, se sintetiza en la apertura de un mercado en el cual el Estado no limite ni penalice el funcionamiento formal o informal de todas esas medianas, pequeñas y micro empresas que, sin dádivas pero con autonomía y eficiencia, logran generar en promedio, más de las cuatro quintas partes del empleo total.

Sustentabilidad Económica

La sustentabilidad es un concepto que aún no ha sido definido en los textos de la economía convencional; pero en el contexto de la Tercera Vía, para que un país tenga una economía sustentable debe cumplir por lo menos dos requisitos: el primero es que las variables que obedecen a las políticas monetaria, fiscal, financiera y cambiaria –es decir, el nivel de precios, déficits, tasas de interés y tipos de cambio- no sobrepasen un determinado nivel; el segundo requisito es que, esos índices y esas tasas, logren mantenerse por debajo de su nivel máximo en el largo plazo. Para lo cual, a su vez, se requiere mantener una adecuada expansión del mercado nacional y regional, a través de los mecanismos de integración comercial y de unidad económica. 

Estos dos requisitos –la estabilidad de los índices macroeconómicos y la expansión del mercado- se cumplirían casi automáticamente si se logra crear una moneda común: el Peso Latino. Este aserto se basa en el hecho de que –como se demuestra en el libro citado- si varios países adoptan una moneda común y un único banco central, ya no se podría imprimir dinero sin respaldo y, por lo tanto, quedarían sepultadas las viejas políticas inflacionarias y devaluatorias que han sido tan burdamente utilizadas por la mayoría de nuestros gobernantes.

Por otro lado, la creación del Peso Latino aseguraría la formación de un sólido y expansivo mercado latinoamericano, sin que sea necesario negociar ningún acuerdo de integración comercial, como aquellos publicitados en las pomposas y estériles cumbres presidenciales tantas veces reunidas a lo largo y ancho de nuestro continente.  Así, crear el Peso Latino garantizaría la sustentabilidad económica de América Latina. Pero para  crearlo, la Tercera Vía propone construir un atajo más corto que el que, por más de medio siglo, tuvo que transitar Europa antes de crear el euro. Este atajo, cuya maqueta ya está ensamblada en el Capítulo 16 del mencionado libro, consiste en lograr que algunos países -además de Panamá, Ecuador y El Salvador, que ya lo han hecho- adopten temporalmente al dólar como su moneda oficial; para luego de unos años, cuando sus economías ya se hayan acoplado, substituir en conjunto ese dólar –puesto en calidad de reservas- en respaldo monetario del nuevo Peso Latino.

Gran parte de ese atajo, desde luego, ya ha sido recorrido por la mayoría de los países latinoamericanos que utilizan dólares para pagar su deuda externa; para preservar sus divisas; para recibir la inversión externa; para pagar importaciones y cobrar exportaciones; para contabilizar los contratos de largo plazo, externos e internos;  y, para viajar por el mundo por negocios o por placer. La creación del Peso Latino, entonces, no se limita a posibilitar la sustentabilidad económica como una de las columnas que sostienen al desarrollo económico propuesto por la Tercera Vía; sino que también lograría fecundar la unión y unidad de América Latina. 

Equidad Económica

La equidad económica es la tercera columna que sostiene el proceso del desarrollo y es la que más claramente refleja el abismo conceptual que separa a la Tercera Vía Latina del pensamiento económico tradicional.

En efecto, la principal controversia que persiste entre las diversas escuelas del pensamiento económico convencional, es la que trata de dilucidar cuales son las actividades y grupos humanos que ameritan absorber los beneficios de la política económica.  Para el capitalismo -ya sea en su versión clásica, liberal o neoliberal- esas actividades son las que están orientadas a lograr un mayor nivel de producción y productividad. Así, el objetivo de la política económica, es el de incentivar al hombre en su condición de empresario y de productor.

 Por otro lado, para el socialismo –ya sea en la versión comunista del siglo XX o socialista del siglo XXI- las actividades que ameritan tener una mayor atención o preferencia por parte del Estado, son aquellas destinadas a satisfacer la demanda de bienes y servicios de la mayoría de la gente. Así, el objetivo de la política económica socialista, se reduce a tratar de satisfacer al ser humano en su condición de consumidor.

La Tercera Vía Latina no interviene en esa controversia porque –tal como el libro citado lo demuestra- para esta nueva filosofía económica, el ser humano es un ente único e indivisible; dentro del cual no pueden separarse sus funciones ni sus instintos de producir y consumir. En ese contexto, entonces, tanto el Neoliberalismo como el Socialismo del Siglo XXI, son igualmente inequitativos, por cuanto ambos tratan de mutilar una de esas dos funciones del ser humano. Asimismo, como ambas doctrinas intentan beneficiar solo una de esas funciones a expensas de la otra; en ambos casos sus políticas atentan contra la equidad y el desarrollo económico; desarrollo que, para la Tercera Vía, también constituye un proceso único, aunque en cada país deba ser observado y analizado desde diferentes ángulos e, incluso, a la luz de diferentes circunstancias.

Tiempo y espacio

El principal objetivo de la Tercera Vía Latina es el de ayudar a construir el proceso del desarrollo económico y las tres columnas que lo sostienen. Pero construir ese objetivo, desde luego, requiere tiempo y espacio.

El factor tiempo no tiene ninguna importancia para el neoliberalismo latino ni para el socialismo del siglo XXI, porque esas dos doctrinas en la práctica manejan un solo instrumento de política económica: el Decreto Ejecutivo; el cual puede ser implementado y legalizado de un solo plumazo. En el caso del neoliberalismo latino los Decretos Ejecutivos han sido profusamente utilizados para canalizar los recursos del Estado a favor de ciertos grupos empresariales que –de acuerdo a esa doctrina- son los que tienen una mayor ‘rentabilidad económica’. En el caso del socialismo del siglo XXI, los Decretos Ejecutivos que confieren y centralizan todo el poder en un Jefe de Estado, han tenido diferentes nombres: ‘Ley Habilitante’ en Venezuela, ‘Mandato de plenos poderes’ en Ecuador y ‘Ley Corta’ en Bolivia.

La primera ‘Ley Habilitante’ de la que se tiene conocimiento fue emitida el 23 de marzo de 1933 en la Alemania Nazi, con el nombre de ‘Ermachtigungsgesetz’; siendo su objetivo el de conferir a Adolfo Hitler –que había sido inicialmente elegido en comicios democráticos- la facultad de emitir leyes, suprimir los órganos de control autónomos y concentrar en sus manos los tres poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La única diferencia entre esas dos Leyes, es que la de la Alemania Nazi fue emitida para que tenga una vigencia inicial de 48 meses, aunque duró hasta el suicidio de Hitler, 12 Años después; mientras que en Venezuela, Bolivia y Ecuador, inicialmente esa Ley fue emitida para que tenga una vigencia de solo 18 meses.

Pero como en el contexto de la Tercera Vía la política económica no se ejerce a través de ‘Decretos Ejecutivos’ o ‘Leyes Habilitantes’, sino a través de la construcción y posterior mantenimiento de las columnas que sostienen al proceso del desarrollo económico; el factor tiempo si tiene una importancia fundamental. Y es en base a la importancia que tiene ese factor, que la Tercera Vía concibe el desarrollo económico como una política permanente del Estado; no como una Ley que tenga que ser concebida y ejecutada cada vez que cambia el gobierno de turno.

Un espacio democrático

A pesar de que la Tercera Vía Latina es una doctrina netamente económica, para construir sus objetivos requiere disponer de un espacio que sea social y políticamente democrático. Pero trazar los límites que deben configurar ese espacio, no es una tarea fácil en América Latina donde el concepto de Democracia, tiende a estar altamente contaminado por la ideología de quien lo emita. Sin embargo, Oscar Arias -Premio Nobel de la Paz y ex Presidente de Costa Rica- logra esterilizar el concepto de Democracia de su contenido ideológico, al definirla como “un juego en el que deben cambiar los jugadores, pero no las reglas.”

De acuerdo a esa definición, entonces, ningún gobierno puede llamarse democrático, si es que en su Constitución no se encuentran inscritos al menos dos mandamientos imperativos e inextinguibles: la alternancia presidencial y la independencia de poderes. El primer mandamiento -la alternancia- impide que el gobernante sea atrapado por esas feas ansias de vanidad y perpetuidad que parece atacar a la mayoría de los que llegan al poder. En este aspecto, la Constitución de Honduras nos brindó un magnífico ejemplo democrático en enero del 2010, al destituir a Zelaya. El segundo mandamiento -la independencia entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial- tiene por objetivo impedir que alguna otra ‘Ley Habilitante’ -ya sea nazista o ya sea socialista- vuelva a concentrar el poder en manos de algún otro sátrapa; a destruir la autonomía institucional y de fiscalización pública; y, a mancillar nuevamente la democracia latinoamericana.

Son esas dos sencillas reglas o mandamientos, las que democratizan el poder político; preservan la estabilidad jurídica y económica; incentivan el surgimiento de nuevos emprendedores e inversionistas, medianos, pequeños y grandes; garantizan el ejercicio de la libertad de prensa y de opinión; activan la transparencia y rendición de cuentas en el uso y gasto de los recursos públicos; abonan a la paz en el convivir ciudadano; y, sobre todo, abren el espacio democrático que requiere la Tercera Vía para ser puesta en práctica. Y ese es el espacio que requiere la Tercera Vía, porque el proceso del desarrollo económico que propone, no puede construirse en base a los decretos o a la exhortación de ningún gobierno -por muy autoritario o muy popular que sea- sin el consentimiento y participación voluntaria de la mayoría de la población.

Mirando al futuro

Hasta hoy la Tercera Vía Latina solo constituye una maqueta en la cual se han delineado las tres columnas que sostienen el proceso del desarrollo económico; proceso que ha sido diseñado en base a las características generales y a las condiciones propias de cada país latinoamericano. En consecuencia, en esa maqueta deberán ser integradas las circunstancias específicas de cada país. Así, la tarea que nos queda por hacer se circunscribe –pero no se limita- a determinar en nuestro entorno, cual es el potencial de las cuatro principales políticas económicas que, en la mayoría de nuestros países, aún tienen vigencia práctica: la política financiera, la política monetaria, la política comercial y la política fiscal; aunque no necesariamente en ese orden.

El potencial de esas cuatro políticas, a su vez, deberá ser valorado en nuestro propio país y en base a la influencia que cada una de ellas pueda ejercer sobre las tres columnas que forman el trípode en cuya plataforma se asienta el proceso del desarrollo económico. Esas columnas -crecimiento, sustentabilidad y equidad- son definidas en cada uno de los correspondientes capítulos del mencionado libro. Sin embargo, por cuanto su definición utiliza conceptos aplicables solo a la realidad de la América Latina y que, además, se apartan de la concepción convencional del primer mundo; conviene reiterar y sintetizar aquí su significado.

La primera columna -el crecimiento- se define en base a la generación de puestos de trabajo; no en base al valor estadístico que alcance el PIB. Esto es así porque -como el citado libro lo demuestra- en América Latina el valor del PIB tiende a depender más en las fuerzas de la naturaleza y en los avatares externos, que en la validez de las políticas internas.

La segunda columna -la sustentabilidad- está definida como la capacidad de la economía para expandir sus actividades, sin que las tasas de inflación, interés y devaluación, superen ciertos niveles máximos. En el caso de América Latina, esta condición está subordinada a la posibilidad de integrar nuestras economías usando como herramienta una moneda común. Así, la Tercera Vía propone crear el Peso Latino, caminando por un atajo: la dolarización temporal de nuestras economías.

La tercera columna –la equidad- se define en base al objetivo de alcanzar el mayor nivel de bienestar social, pero preservando la doble función de productor y consumidor que tiene el ser humano. Y es en esta columna donde se refleja lo que, quizás, constituye la más visible diferencia política con las doctrinas convencionales. .Así, mientras la Tercera Vía considera que ningún país puede desarrollarse si es que en él subsiste un número significativo de seres que cumplen solo una de esas dos funciones; tanto el neoliberalismo como el socialismo del siglo XXI, persisten en discriminar o mutilar al ser humano, sea en su función de consumidor o sea en su función de productor.

Desde luego, en el transcurso del tiempo y en la apertura del espacio que se requieren para levantar esas columnas y construir ese proceso, es probable que se presenten nuevos desafíos, dentro de nuestras fronteras y fuera de ellas. Para enfrentar esos desafíos sin detener el proceso ni torcer su camino, es que la Tercera Vía Latina propone incorporar el tamaño de la clase media como la brújula que guie el navegar de esta nave social llamada Estado. Pero esa brújula, ya lo vimos, en cada país debe ser ensamblada sobre una bitácora suficientemente sólida y balanceada; una bitácora que logre mantener su equilibrio ante el más fuerte oleaje; una bitácora institucionalmente estable y políticamente democrática.

Economía o Política

Hasta 1776, era difícil establecer una línea divisoria entre Economía y Política. Pero en ese año se publica ‘La riqueza de las naciones’, la gran obra de Adam Smith, a partir de la cual –en el mundo académico- la economía empieza a ser tratada como una ciencia social; mientras que la política continua siendo tratada como un arte. Sin embargo -en el mundo no académico- hasta el día de hoy persiste la tendencia a mezclar los espacios que cubren esas dos ramas del pensamiento humano. En Latinoamérica, además, se otorga una clara preeminencia a la Política por sobre la Economía. Dicha preeminencia, desde luego, se explica por el hecho de que la economía como ciencia solo otorga acceso al conocimiento; mientras que la política otorga acceso al poder.

Pero en el escenario democrático que aspira construir la Tercera Vía Latina, el ‘Poder’ se define como “La circunstancia en la que uno o más individuos pueden imponer su voluntad por encima de la de otro”’. Si es que esta definición es correcta –y no creo que exista una definición más clara y concisa que esa-, ese arte que se denomina Política y que está destinado a alcanzar el Poder y a tratar de conservarlo, solo puede tener vigencia cuando la voluntad se impone a través de la coyuntura que ofrece la autoridad del Gobierno. Por otro lado, el proceso que propone la Tercera Vía –como se demuestra en el citado libro- solo puede construirse sobre la base del consentimiento y participación voluntaria de la gran mayoría de la población”’. Es decir, su construcción y su vigencia, aún en democracia, no dependen del poder político, sino de la propia y espontanea voluntad de la mayoría de la gente.

Por lo tanto, en ese contexto, los objetivos de la ciencia económica tienen una vigencia estructural y permanente; mientras que los objetivos de la política como arte, solo tienen una vigencia circunstancial y coyuntural. Así, en el escenario de la Tercera Vía Latina, es la Economía la que prevalece sobre la Política.

Una última tarea

Para quienes deseamos participar en la construcción de la Tercera Vía Latina, nos queda pendiente una última tarea: tratar de esparcir y sembrar esas ideas en nuestro entorno y en nuestros países. No será una tarea fácil. Desde el inicio deberemos afrontar la oposición -nutrida por intereses personales y gremiales- de aquellos que conforman las huestes del neoliberalismo latino y del socialismo del siglo XXI; y que, al ser esas dos doctrinas las caras de una misma moneda, entre las dos pretenden seguir compartiendo el Poder que ha sido arrebatado a la gente.

Por otro lado, los economistas usualmente somos poco eficientes al comunicar nuestras ideas y muchas veces nos aferramos al uso de un vocabulario especializado, incluso para dialogar con quienes no son especialistas; y, parecería que preferimos perder claridad en nuestro lenguaje, antes que ceder en nuestra minuciosidad teórica. No obstante, conviene recordar que, si bien es cierto que hay buenos economistas que son malos expositores, también es cierto que es imposible exponer con claridad un tema que uno no conozca a fondo. También conviene recalcar que, en economía, toda idea importante debe ser expuesta usando palabras comunes y sencillas; porque se supone que el objetivo final de nuestra profesión es lograr el bienestar del ser humano. Evitemos torturarlo cuando nos escucha o nos lee.

_________________________

Bibliografía:

Una brújula para América Latina”, Alfredo Vergara, Novel Editores, 2012.




Descargar
Enviado por:Petronio Recalde
Idioma: castellano
País: Colombia

Te va a interesar