Educación y Pedagogía


Técnicas de lectura rápida


Técnicas de lectura rápida

I N D I C E

PREFACIO

I. LA LECTURA

I.1. ORÍGENES

I.b. VIRTUDES

I.b.1. Permite espacios de reflexión

I.b.2. Reafirma conocimientos

I.b.3. Ayuda al mantenimiento de la salud mental

I.b.4. Estimula la imaginación

I.b.5. Enriquece nuestro lenguaje

I.b.6. Diversión

II. PROBLEMÁTICA

II.a. LA ESCUELA

II.a.1. La primaria

II.a.1.a. “Calificacionitis”

II.a.1.b. Exceso de Tareas

II.a.1.c. Los programas de estudios

II.a.1.d. Facilidades escolares

II.b. EL HOGAR

II.b.1. El ejemplo de los adultos

II.b.2. Desinterés de los padres

II.b.3. Falta de libros

II.c. LOS MEDIOS AUDIOVISUALES DE COMUNICACIÓN

II.c.1. La televisión

II.c.2. La radio

II.c.3. Los juegos de video

II.d. LA SOCIEDAD

II.d.1. Leer es aburrido

II.d.2. El precio de los libros

II.d.3. ¿Y dónde están los libreros?

II.d.4. ¿Y dónde están las bibliotecas?

III. SOLUCIONES

III.a. SOLCIONES PREVENTIVAS

III.a.1. Los sistemas educativos

III.a.2. El hogar

III.a.3. Los medios electrónicos de comunicación

III.b. MEDIDAS CORRECTIVAS

III.b.1 Objetivos y acercamientos

III.b.1.a. La lectura de placer

III.b.1.b. Lectura informativa

III.b.1.c. Lectura para el análisis y asimilación

III.b.2. El vocabulario

III.b.3. Lectura silenciosa

III.b.4. Lectura veloz, rápida y comprensiva

III.b.4.a. Ampliar el rango visual

III.b.4.b. Comprensión instantánea de frases

III.b.4.c. Comprensión global

III.b.4.d. Preguntas más frecuentes sobre la lectura dinámica

IV. DESPEDIDA

APÉNDICE I: LECCIONES

EVALUACIÓN INICIAL

LECCIÓN 1: La técnica de la lectura por bloques

LECCIÓN 2: Lectura por bloques en columnas

LECCIÓN 3: Lectura en página completa

RECOMENDACIONES

EVALUACIÓN FINAL

PREFACIO

Leer es una actividad a la que le dedicamos una gran parte de nuestras horas más productivas. El trabajo, el estudio y toda forma de satisfacción intelectual giran en torno a la lectura que, sin duda, estará marcando en cada caso los límites de las expectativas.

-Pero si yo leo muy bien. ¿A qué viene todo esto? -tal vez te estés preguntando.

Pues quiero informarte que, de acuerdo a estudios realizados, del tiempo que una persona, de nivel cultural medio, le dedica a la lectura, sólo aprovecha, en el mejor de los casos, un 30%. Tan sólo en el movimiento de sus ojos de una palabra a la otra pierde casi la mitad, pero si además las repite con los labios empeorará un 25%. El resto lo desperdicia en releer palabras, frases, párrafos y hasta textos completos una y otra vez porque no los entiende, y en leer información que finalmente deshecha. ¡Imagínate! De cada hora que le dedica a la lectura sólo aprovecha dieciocho minutos. De sesenta, cuarenta y dos minutos de tiempo vital para su desarrollo se tiran a la basura. Ahora, bajo esta perspectiva, vuelve a preguntarte:

-¿Es verdad que leo tan bien?

Probablemente ahora lo dudes. Pero no te culpes. Nos enseñan a leer cuando tenemos cinco o seis años con técnicas apropiadas para esa edad, pero nadie nos dice más tarde que podríamos estar aprovechando mucho mejor las capacidades que nuestro cerebro va adquiriendo con los años. Se desarrolla nuestra capacidad mental, aumenta la cantidad de información y crecen las exigencias, pero nuestra forma de leer se queda estancada en la infancia. Es como si quisiéramos emprender la conquista del mundo con el ejército más poderoso montados en triciclos.

Si quieres conocer tu verdadero nivel de lectura, te sugiero una prueba: suma las horas que en un día le dedicas a la lectura y escribe al final un resumen de lo que eso te dejó. Saca la proporción y aplícala a todos los días de tu vida productiva. Cuando veas el resultado, probablemente te pongas a llorar. Quizás allí encontrarás la causa de muchos de tus objetivos no logrados.

Pero no te preocupes. Si quieres leer mejor, hay muchas formas de lograrlo. Precisamente de eso se trata este libro. Analizaremos la problemática de la lectura, expondremos ideas para que nuestros niños y adolescentes desarrollen el hábito de la buena lectura, y ofreceremos fórmulas y técnicas muy concretas para que tú, como joven o adulto, te conviertas en un lector eficiente. Ahora ya sabes que se puede mejorar. Está en ti aprovechar la oportunidad.

I. LA LECTURA

I.1. ORÍGENES

El hombre empezó a leer mucho antes de que aprendiera a escribir. Porque leer es, principalmente, interpretar señales del medio ambiente y transformarlas en información de utilidad. El calor, la humedad, algún ruido o movimiento inusual, o tal vez alguna sensación interior, pueden ser los elementos que, sometidos a la lógica de nuestro razonamiento, o de nuestros instintos, pueden darnos la clave para sobrevivir a una determinada circunstancia. Leemos con todo el cuerpo y quien no lo haga con eficiencia, simplemente, desaparecerá.

Durante miles de años, el hombre no necesitó más que la lectura corporal para evolucionar. De ser unos pocos individuos esparcidos por todo el planeta, se convirtió en poco tiempo en una especie exitosa, y pobló, y conquistó, amplios territorios en cada continente. Gracias a la agricultura, dejó de ser nómada y se asentó en pueblos y ciudades, y ya no necesitó salir día tras día a buscar su sustento, pues aprendió a acumular para las épocas de escasez. Esto, que por desgracia se desvirtuó en avaricia y forjó terribles diferencias sociales, también le permitió al hombre descubrir un tesoro de valor incalculable: tiempo para pensar.

Entonces, empezó a desarrollarse no sólo en los ámbitos relacionados con su supervivencia, sino, además, en otros que tuvieron que ver con su espíritu y su intelecto. Surgieron así las religiones, las filosofías y las artes, lo que junto con su tecnología, le fueron dando a cada grupo características muy particulares. Habían surgido las culturas.

Durante siglos, los conocimientos se fueron pasando de una generación a otra de boca en boca, pero llegó el momento en que ya no fue suficiente. El hombre sentía haber alcanzado una grandeza inigualable y sus hazañas, o mejor dicho, sus propias versiones de las hazañas, debían llegar inalteradas hasta los confines de los siglos. Depender de la memoria del pueblo era peligroso. Los hechos debían registrarse de alguna forma que fuera más fácil de controlar. Entonces, inventó la escritura.

Otras teorías dicen que la escritura surgió por la necesidad de llevar registros administrativos. El control de la producción agrícola, de los habitantes, de los soldados, de las armas y de los impuestos llegó a ser de tal complejidad que empezaron a necesitar soportes más confiables. Y fue así, según quienes la sostienen, que surgió la escritura. Pero yo me resisto a aceptarla. Atribuirle el origen de las letras (no a las de cambio) a los contadores, sería como descubrir un día que Karl Marx fue el creador de la poesía. Y que conste que no tengo nada en contra de los contadores, pero prefiero pensar que la escritura surge por la necesidad que tiene el hombre de trascender. Todo aquel que escribe pretende, aunque lo niegue, traspasar las barreras del espacio y del tiempo. El carácter de omnipresencia y de eternidad para su obra es el premio que mueve a todo escritor.

Ahora bien, esta teoría de la trascendencia le da a la lectura una nueva dimensión. Cuando ahora tomes un libro entre tus manos, piensa que estas viendo la obra de alguien que puso trabajo e ingenio para darle a conocer al mundo sus ideas, y que por lo tanto tratará de mostrar a través de ellas lo mejor de sí. Podrás no estar de acuerdo con lo que escriba, pero antes que nada puedes estar seguro de que lo habrá hecho a conciencia, cuidando su lenguaje, y que, probablemente, en la sola forma de organizar sus ideas nos esté dejando algo positivo.

Es por eso que necesitamos leer. Porque sólo así podremos acceder a aquellas mentes que tienen algo que enseñarnos y que, además, están dispuestas a hacerlo. Como miembros de una especie, es nuestra responsabilidad tomar las experiencias de nuestros antecesores y enriquecerlas, pero hoy en día, ello sólo se logra leyendo. No te olvides de aquella sentencia que nos dictó la naturaleza en nuestros orígenes, y que aún sigue vigente: “quien no lea con eficiencia, desaparecerá”.

I.b. VIRTUDES

La lectura es considerada, tradicionalmente, como una forma de adquirir conocimientos. Otros, la apreciamos también como una fuente de placer. Pero además, ofrece otras muchas ventajas que la colocan como una de las principales herramientas que tiene el hombre moderno para desarrollar su intelecto:

I.b.1. Permite espacios de reflexión

La escritura es el proceso físico e intelectual por medio del cual convertimos a nuestras ideas en símbolos. La lectura funciona en sentido inverso, es decir, interpreta los símbolos para transformarlos en ideas. Esto nos lleva a concluir que la lectoescritura es una forma de comunicación indirecta, ya que no se lleva a cabo estando el emisor y el receptor frente a frente, sino a través de medios ajenos a ambos, como son los códigos impresos y el papel.

Existen otras formas de comunicación indirecta, pero sólo la lectura nos ofrece la posibilidad, como receptores de la información, de imponer el ritmo. Sólo cuando leemos podemos detenernos en el momento que lo queramos sin que por ello perdamos la ilación del contenido. Es más, la técnica del “resumen conceptual”, que estudiaremos más adelante, en la cual externamos en nuestra propias palabras la percepción de cada idea en el momento en que ésta se presenta, nos permite desenmascarar las órdenes subliminales y asimilar cada mensaje con mayor seguridad.

¿Qué sucede, por ejemplo, cuando vemos una película o escuchamos algún discurso? En estos casos es el emisor, es decir, aquel que los elabora, quien impone el ritmo de la exposición y difícilmente, a menos que estemos entrenados para ello, podremos analizar cada propuesta en el momento en que ésta surja. Sólo hasta el final podremos hacer un análisis, pero ya para ese entonces habremos olvidado muchos de los detalles.

Las ideas, al no ser razonadas, o se pierden, o pasan a formar parte de la “obesidad mental”, que explicaremos más adelante. Pero en algunos casos puede ser más peligroso aún. Podrían burlar nuestras defensas psicológicas y almacenarse indebidamente en nuestra consciencia, produciendo en nosotros reacciones, ante ciertos estímulos, que jamás imaginamos. El “lavado cerebral” y la publicidad basan su estrategia precisamente en ese concepto.

Los medios audiovisuales son excelentes formas de transmisión de ideas, pero para que éstas sean de provecho se debe contar, principalmente, con la buena voluntad de sus autores. En el caso de la lectura, bastará con nuestro razonamiento.

I.b.2. Reafirma conocimientos

Antes de incluir un conocimiento en el espacio para experiencias nuevas, nuestra mente verifica si éste no estuviera ya registrado. Si así fuera, lo reafirmará, acercándolo así, poco a poco, al grado de incuestionable.

Un conocimiento, antes de tomarse como cierto, deberá superar varias fases de confirmación, que van desde el “yo creo que ...” hasta el “yo sé que ...”, y en el proceso, la lectura ocupará un lugar preponderante. En nuestra sociedad, es más fácil creer lo que leemos que lo que escuchamos. La palabra hablada difícilmente alcanzará la certidumbre de la escrita. Es fácil desdecir lo dicho, que palabras al aire al fin, no dejan rastro, pero no lo escrito, que queda allí plasmado como una prueba fehaciente de las convicciones del autor.

Pero además de la posible desconfianza en lo que escuchamos, está el problema de la falta de tiempo para reflexionar. Al no poder confirmar como ciertos los conceptos que vamos oyendo, todas las ideas que surjan a partir de allí se considerarán dudosas. Difícilmente podrá construirse algo sólido a partir de una base incierta.

I.b.3. Ayuda al mantenimiento de la salud mental

Leer puede resultarnos sencillo para aquellos que desde niños aprendimos a hacerlo, y tal vez por ello no nos percatamos de lo complejo que puede resultar internamente este proceso. El esfuerzo intelectual que hacemos al leer representa para nuestra mente un ejercicio equivalente a los que llevan a cabo los atletas de alto rendimiento con sus cuerpos.

El cerebro, aunque fisiológicamente sea muy distinto, en algunos aspectos es parecido a un músculo: necesita ejercitarse para mantenerse en buen estado, y la lectura es ideal para lograrlo. Cuando leemos, se generan una gran cantidad de relaciones neuronales, agilizando el raciocinio, estimulando la imaginación y fortaleciendo la memoria.

Pero además del ejercicio, la mente necesita también una dieta balanceada, que en su caso se traduce como: información razonada. Sabemos que en cualquier ámbito de la vida, la escasez, tanto como el exceso, produce daño. También se aplica para la mente. Si no se alimenta adecuadamente, se desnutre, ocasionando debilitamiento irreversible y en consecuencia, embrutecimiento crónico. Si por el contrario, la cantidad de información que ingiere es excesiva, y si se introdujo a través de medios que no permiten la reflexión, como los audiovisuales, ésta se acumula alrededor de nuestra mente como lo haría la grasa en torno a la cintura, obstruyendo el flujo de ideas, haciéndola lenta y desgastando recursos fisiológicos indebidamente, creando las condiciones propicias para severos problemas psicológicos.

Probablemente la lectura no sea la única forma de mantener un buen estado mental, pero sí es la más completa, y también la más accesible.

I.b.4. Estimula la imaginación

Las palabras son un excelente medio para expresar ideas, pero no para transmitir emociones o sensaciones. El vocablo: amor, por ejemplo, tiene un significado muy particular para cada individuo. Un escritor podría dedicarle la obra de toda su vida a tratar, y muchas veces sin conseguirlo, de explicar su forma de sentirla. Existen tantos “amores”, “odios”, “alegrías” y “tristezas”, “azules”, “salados”, “fríos” y “aromas de azahar” como lectores. ¿Cómo describir fielmente, entonces, esos sentimientos o sensaciones con palabras?

La respuesta podría ser que las formas indirectas de comunicación no son las idóneas para ese tipo de comunicación, y que sólo logrando un contacto de mente a mente con el receptor podría lograrse con absoluta fidelidad. Pero los escritores, envueltos en ese inconmensurable orgullo que los caracteriza, no podían dejar de intentarlo. Y me alegro de ello, porque en esa batalla por expresar lo inexpresable, retan al lector a poner en funcionamiento una de las habilidades que más tuvo que ver con el desarrollo evolutivo del hombre: la imaginación.

Es justamente esa falta de precisión de los idiomas la que permite que cada obra, más que leída, sea interpretada. Es decir, al leer un texto, es nuestra percepción de la realidad la que se proyecta en el argumento, permitiéndonos vivir las experiencias de los personajes como propias, aumentando así su intensidad y creando ambientes de inigualable intimidad. Aquel que vea una película basada en un libro que ya leyó, con seguridad se sentirá decepcionado. Y es que en esa cinta él estará viendo la forma en que el director interpretó la obra, que por supuesto será muy distinta a la suya.

Al leer, se combinan las ideas del escritor con nuestros propios sentimientos, logrando así establecer relaciones entre experiencias que jamás hubieran surgido de otra forma. Dicho en otras palabras, leer excita la imaginación.

I.b.5. Enriquece nuestro lenguaje

No se aprende a hablar oyendo, se aprende a hablar leyendo. Porque en las pláticas cotidianas se descuida mucho el idioma. No se organizan las ideas antes de hablar, se utiliza un número muy reducido de palabras y nadie se preocupa si repite la misma innumerables veces, o si las usa indebidamente, o si inventa alguna nueva por no saber expresar algún concepto. Todo se soluciona con un, a veces implícito: “pero tú me entendiste, ¿no es así?”, escudándose en la idea de que lo importante es el fondo y no la forma. Pero no estoy de acuerdo. Eso podría funcionar entre un número muy reducido de personas, que incluso podrían comunicarse, si lo quisieran, emitiendo gruñidos o vocablos monosílabos, o simplemente por señas. Pero, ¿cómo lo lograrían con alguien ajeno a su grupo?

Sería difícil, y seguramente daría lugar a otro tipo de problemas. Recordemos que la falta de comunicación es la base de la violencia. Es por eso que debemos leer, porque sólo así tendremos acceso a vocabularios más amplios, a construcciones idiomáticas variadas y a estructuras de ideas que puedan servirnos para ordenar las nuestras. Sólo leyendo podremos enriquecer nuestro lenguaje, y con ello la capacidad de expresar nuestras formas de pensar a un número cada vez mayor de personas. Tu mundo será tan amplio, o tan limitado, como tu lenguaje.

I.b.6. Diversión

El juego es aquella actividad que nos alimenta con experiencias al mismo tiempo que nos satisface inquietudes. En los primeros diez años aprendemos más que en todo el resto de nuestra existencia, y todo lo logramos a través del juego. Si como adultos nos cuesta mucho aprender, es porque nos hemos olvidado de jugar. Sólo cuando le encontramos a algo la parte entretenida, y en el proceso resolvemos alguna expectativa, logramos asimilarla y desarrollarla. Cuando el llevar a cabo una actividad lo consideramos “trabajo”, es porque no nos divierte, y difícilmente podrá contar con lo mejor de nosotros. Así es como se engendran las frustraciones. La mediocridad misma es la representación típica de una actividad hecha a disgusto. Pero en nuestra sociedad muchas veces no tenemos opción. Si queremos sobrevivir tenemos que “trabajar”.

Pero aún en ese marasmo de responsabilidades y de trabajo forzado, el juego es posible. Y es nuevamente la lectura la que corre en nuestro auxilio. Al leer, tenemos la oportunidad de llenarnos de experiencias y satisfacer muchas inquietudes, y además, viajar a mundos tan lejanos a nuestra realidad que en muchos casos, y aunque sea por pequeños instantes, podremos tocar la libertad. Tal vez algún día, algún libro, nos permita descubrir el verdadero juego de nuestra vida.

II. PROBLEMÁTICA

Las deficiencias en la lectura surgen principalmente en la infancia, en donde la escuela y el medioambiente influyen de manera determinante en el desarrollo de los hábitos. Pero por desgracia no podemos echar el tiempo atrás y corregir las circunstancias que no le permiten a un adulto, ahora, leer con eficiencia. Es por eso que analizaremos cada etapa, primero la de la infancia y adolescencia, y luego, la de la juventud y madurez, para así encontrar posteriormente, soluciones en cada caso que no sólo corrijan defectos actuales, sino que, además, eviten que éstos se vuelvan a presentar en generaciones futuras.

II.a. LA ESCUELA

¿Dónde empieza el problema de la lectura? ¿Dónde se encuentran los responsables de que los niños lean tan poco? No hay muchos lugares en donde buscar: o es en el hogar, o es en la escuela, y para mí no hay duda alguna: es en el ámbito educativo donde se genera y se afianza el desinterés de los niños por leer. No eximo a los padres de su complicidad en el problema, pero en la mente de los niños la escuela representa la fuente suprema de conocimientos y por lo tanto, definirá la actitud que durante toda su vida vayan a asumir frente a cualquier aspecto relacionado con el estudio, y la lectura es uno de ellos. Si a nuestros niños, o adolescentes, no les gusta leer, es porque en la escuela no les fomentaron el gusto por los libros.

Habrá maestros que se defiendan diciendo que difícilmente podrán formar lectores si en los hogares nadie colabora, pero, independientemente de que a continuación apoyaremos la acusación con argumentos irrefutables, mencionaremos uno que por sí solo sería determinante: si los maestros consideran importante para el futuro de nuestros hijos el que sean buenos lectores, y no lo logran, ellos son responsables del problema. Y si no les importa el que les guste leer o no, con más razón aún, ellos son responsables del problema. El hecho de que en el hogar a nadie le interese que el niño lea podrá ser por ignorancia, pero si eso sucede en la escuela siempre será por falta de voluntad.

Ahora, debo aclarar algo muy importante. Cuando uno generaliza en torno a un asunto tan grave, corre el riesgo de afectar a entidades inocentes y, por supuesto, esa no es mi intención. Estoy plenamente consciente de que hay personas, instituciones educativas y países, incluso, que desarrollan una actividad muy meritoria en relación al tema que aquí tratamos, y van hacia ellos, no sólo mis disculpas por cualquier comentario que sientan en contra suya, sino, además, todo mi aliento para que sigan por ese camino y que amplíen cada vez más su área de influencia. Pero por desgracia, todos ellos representan una pequeña minoría y se pierden en un universo de deficiencias demasiado grande. Seguiremos generalizando, pues, y como dice el dicho: “A quien le quede el saco, que se lo ponga”.

II.a.1. La primaria

La primaria es una de las etapas más importantes en desarrollo educativo de cualquier persona. Y lo es porque a esa edad el niño atraviesa por los años de mayor percepción, y es en su transcurso cuando formará los hábitos que regirán su conducta por el resto de su vida. Una buena primaria podrá suplir las deficiencias de una educación superior pobre, pero una buena universidad jamás podrá resolver los problemas causados por una educación básica deficiente.

Y sí, ustedes adivinaron, es en la primaria en donde se originan los problemas de lectura. Y no porque las técnicas que les enseñan a los niños para que aprendan a leer estén equivocadas. No, lo es porque el sistema educativo, a través de todos los elementos que lo conforman, se empeña constantemente en transmitirles, durante todos los años que los tienen a su cargo, la idea de que el estudio es aburrido, de que debe reemplazar al juego y que servirá para mantener sobre ellos una permanente amenaza de castigo. Se dejan llevar por el triste paradigma de que “se va a la escuela a sufrir”, y lo hacen con tanta “eficiencia” que el odio hacia el estudio, consciente o inconsciente, les dura a los niños por siempre.

Analizaremos el problema con detenimiento.

II.a.1.a. “Calificacionitis”

A los animales irracionales, y me refiero a los que no son humanos, porque también existen, se les amaestra utilizando la técnica tradicional del premio y el castigo. Si hacen lo que queremos los gratificamos con una galleta, o un pedazo de carne, o un pescado, según la especie en cuestión, y si no, les demostramos nuestro enojo negándoselos, o con un gesto de desaprobación, o incluso, por desgracia, con latigazos o golpes. Parece funcionar muy bien, porque si vamos a algún circo podremos verlos realizar las piruetas más inverosímiles una y otra vez con mucha seguridad. Y por lo visto, dado su éxito, los pedagogos, aunque no todos por suerte, la adoptaron para los niños: “Haces lo que te digo y te pongo una buena calificación, y todos te felicitarán. No lo haces y te pongo una mala, y ya sabrás cómo te va con tus padres”.

Genial. Entonces tenemos a millones de niños estudiando por un “diez”*, amenazados por un “cero”. Pero, ¿qué pasa cuando no hay en juego ni un “diez” ni un “cero”? Nada, por supuesto. ¿Por qué tendría que pasar algo?

Este tipo de “motivaciones” basado en los premios y los castigos tal vez produzca algunos resultados satisfactorios a corto plazo, pero estarán engendrando sentimientos que, a la larga, serán muy perjudiciales. Tarde o temprano la idea de que “yo no voy a estudiar porque me gusta sino porque estoy obligado a hacerlo” aflorará, y en ausencia de premios o castigos concretos derivará en desinterés y apatía. La falta de convicciones siempre tendrá como marco la mediocridad.

Pero las consecuencias de este sistema de calificaciones puede adquirir matices mucho más dramáticos. Mala es la desidia, pero peor es el miedo. Uno puede alejarse de algo tanto por falta de interés como por el temor a acercarse, y en este sentido las malas calificaciones tienen asegurado un lugar preponderante en nuestra memoria. Quién no sufrió sus consecuencias alguna vez. Quién no recuerda aquellas nefastas temporadas de exámenes que reproducían en nuestras mentes imágenes similares a las que debieron vivir los soldados en las trincheras en los momentos previos a la orden de ataque. Dime, en la actualidad, cuál es tu sentimiento ante cualquier tipo de evaluación si no es el de pánico. Dime qué palabra te viene a la mente cuando escuchas: “examen”, si no es la de: TERROR.

Son entonces los libros, por su asociación directa con el estudio, los que sufren las consecuencias. La desidia por un lado, y el miedo por el otro, sin duda tendrán mucho peso a la hora de decidir qué hacer con el tiempo, y por lo tanto, cualquier otra opción que ofrezca algún estímulo más tangible y agradable, y menos complejo y “peligroso”, como la radio o la televisión, siempre tendrán prioridad sobre la lectura.

Pero las consecuencias del sistema de calificaciones que se utiliza por estos rumbos no terminan allí, y es que, por desgracia, su verdadero sentido ha sido completamente deformado. Ya analizamos aquellas que afectan a la lectura, por lo tanto a las otras, es decir, a las que influyen negativamente en otros aspectos de la pedagogía, por no ser precisamente el tema de este libro, sólo las mencionaremos con el único afán de dejar constancia:

-Una calificación numérica, o alfabética, poco nos dice sobre las causas de las dificultades que un niño pueda tener con alguna materia, y así se diluyen las posibilidades de ayudarlo en el momento en que se detectan.

-Crean falsas expectativas y decepciones, haciendo creer que por tener buenas calificaciones el niño tiene el futuro asegurado o que, por el contrario, por tenerlas malas sus posibilidades de tener éxito en la vida desaparecen. Todos conocemos casos, si no el propio, en que excelentes alumnos jamás logran desarrollarse profesionalmente, u otros en los que pésimos estudiantes llegan a los primeros lugares del mundo científico o cultural.

-Se constituyen en el objetivo primordial de ir a la escuela, desplazando al verdadero que es el de despertar la necesidad de aprender. Un simple medio de evaluación se ha convertido en el fin en sí mismo.

-Las comparaciones son malas en el estudio. Aprender no es una carrera por obtener un primer lugar. El que un niño figure en el cuadro de honor no significa que sea mejor que otro, ni que tenga más mérito. Cada niño tiene ritmos de asimilación distintos, y el hecho de que no haya aprendido algo en un determinado periodo no quiere decir que nunca vaya a lograrlo, sino que no está listo aún para entenderlo. Los premios a esta edad pueden resultar muy injustos. Intentar desarrollar el espíritu de competencia antes que la seguridad en sí mismo, puede provocarle al niño severas frustraciones y sensibles bajas en su autoestima.

Pero claro, estarás pensando, es muy fácil criticar pero ¿qué hay con las propuestas? Si las calificaciones son tan malas, ¿de qué manera vamos a evaluar la actividad de los estudiantes?

Jamás me atrevería a hablar mal de algo si no tuviera una idea de cómo solucionarlo, aunque, si así fuera, no le restaría razón a la queja. Existen procedimientos de evaluación que han brindado excelentes resultados y que están operando con mucho éxito en países desarrollados, en los que se llevan controles cualitativos por alumno, dejando de lado las calificaciones numéricas o alfabéticas. Pero eso lo veremos más adelante. Por ahora hay muchos otros problemas por analizar.

II.a.1.b. Exceso de Tareas

Tareas: "Serie de actividades relacionadas con determinadas materias que los alumnos deberán llevar a cabo en sus hogares so pena de calificaciones reprobatorias".

Todos sabemos en qué consisten las tareas, y todos también hemos sufrido sus consecuencias, pero, ¿son necesarias? O, mejor dicho, ¿son convenientes?

El argumento oficial, y tradicional, es que el trabajo en la casa representa la única forma de reafirmar los conocimientos adquiridos en la escuela. Lo hemos escuchado tantas veces que hasta nos parece lógico, aunque veremos por qué ya empiezan a levantarse voces en contra.

El problema principal surge de esa falsa concepción que se tiene de la escuela, en la cual debemos asistir a un salón de clases para sentarnos frente a un maestro, que nos va a hablar sobre todo los que sabe, o de lo que se supone que sabe, y tratar de asimilar lo que dice. Se ve a la educación como un proceso de comunicación en un solo sentido: el maestro, parte activa, emite sus conocimientos, y el alumno, parte pasiva, los debe recibir sin cuestionarlos.

Pobre idea de lo que es una escuela, pero muy real. Los programas actuales giran en torno al maestro, cuando deberían hacerlo alrededor del alumno, que finalmente es la razón de ser de todo sistema educativo. Enseñar, según esta idea, es emitir datos, aprender es recibirlos y saber es recordarlos. Es entonces que la memoria empieza a jugar un papel preponderante. Un buen alumno no será el más creativo, o el que mejor razone, o el de mayor iniciativa o liderazgo, sino el que tenga mayor capacidad de retención. Y eso complica aún más las cosas.

Recordar vivencias, descubrimientos o el resultado de alguna experiencia creativa es muy sencillo; esa es la forma natural de aprender. Pero cuando debemos hacerlo con datos que muchas veces son ajenos a nuestro lugar o época, e incluso a nuestra forma de vida, con la única "motivación" de un cero pisándonos los talones, la labor necesitará de acciones muy enérgicas, y una de ellas será el trabajo forzado en la casa. Estudiar a disgusto sólo sirve para los exámenes. Su efecto es pasajero y al día siguiente se habrá olvidado. No hay peor enemigo de la memoria que el desinterés o el miedo.

Tú, por ejemplo, si yo te preguntara la fecha exacta de nacimiento del algún personaje histórico de tu país, ¿me lo podrías decir de memoria? Yo te confieso que no. Son pocos los datos concretos que normalmente recordamos de nuestra primaria. Haz tú un recuento de los conocimientos que te hayan quedado de aquella época y, fuera del descubrimiento de América y las capitales de los estados o provincias, y de algunos países, con seguridad son muy pocos. Y si alguno recuerdas, con seguridad fue por el trato muy especial que le dio tu maestro. Pero la educación primaria debe representar mucho más que eso.

Es cierto que aprendimos a leer y a escribir, y tal vez algo de aritmética, y que esas son cosas importantes, pero ¿son esos los únicos objetivos que deben perseguirse en ese periodo? ¿Que pasa con las manifestaciones físicas, o artísticas? ¿Qué sucede con el trabajo en equipo y el liderazgo, la investigación, la creatividad, el orden y la disciplina? Pues nada. Están todos tan ocupados "dictando cátedra" que se olvidan de esos aspectos, tal vez los más importantes en la formación de un individuo. Si nuestros diseñadores de sistemas educativos se dieran cuenta de que la escuela es un lugar para desarrollar habilidades y para fomentar el gusto por descubrir y crear, la asistencia a clases se consideraría un premio, más que un castigo como se toma en muchos lados, y el aprovechamiento sería mucho mayor.

-Pero es importante que los niños trabajen en la casa, que se hagan responsables -dirán muchos.

Todo tiene su momento. El crecimiento es un proceso en el que el orden no puede alterarse. Cada edad tiene una función única en el desarrollo y debe respetarse. Incluso los mecanismos de aprendizaje varían de una etapa a otra, y en la niñez éstos se basan en el juego. Enseña más la diversión que el aburrimiento. El trabajo en la casa podría hacerse con gusto si formara parte de alguna dinámica entretenida. El juego, guiado por supuesto, es mucho más provechoso que el trabajo forzado.

Y en cuanto a la responsabilidad, ésta debe surgir por convicción, no por obligación. Sólo cuando entendemos la importancia de nuestras decisiones en algún proceso que consideramos fundamental para el logro de un fin determinado, es que convertimos a la conciencia en guía de nuestros actos. Nadie se hace responsable de algo en lo que no está convencido y nadie puede ser convencido a "golpes".

-Bueno, pero finalmente, ¿cómo afecta todo esto a la lectura? ¿Por qué debemos considerar a las tareas enemigas del gusto por leer?

La respuesta es muy sencilla, y tú probablemente ya la descubriste. Los libros son el elemento más representativo de la tareas, y dado que éstas están directamente relacionadas con “trabajos forzados”, aburrimiento y presión, la asociación se establece con naturalidad: un libro significa experiencias negativas. La alternativa es un espacio educativo en el que se respete el derecho universal de los niños a jugar y en el que los libros sean parte de la diversión.

II.a.1.c. Los programas de estudios

Al hablar en contra de la igualdad, uno corre el riesgo de que lo cataloguen como un ente reaccionario, pero, créanme, está muy lejos de ser verdad. Estoy consciente del peligro, pero sería imposible tratar el tema de los programas de estudios oficiales sin hacerle frente. Si me refiero a desigualdades, jamás éstas tendrán que ver con los deberes o derechos ciudadanos, sino, más bien, con aspectos técnicos de la educación.

No existen dos niños iguales, aunque las autoridades educativas insistan en lo contrario. Pretenden imponer un mismo programa para todo el país, matizándolo a veces con pequeñas consideraciones regionales, y se sientan a esperar resultados positivos. Problema muy grave como verán.

No voy a analizar ahora las consecuencias pedagógicas de semejante error, aunque argumentos no me faltan. Tratando de circunscribirme estrictamente a nuestro tema central, sólo tocaré aquello que tenga injerencia en el problema de la lectura.

Ya no hablemos de dos niños que viven en puntos opuestos de un país. Hablemos de dos niños que viven en barrios o colonias de una misma ciudad, o incluso, de dos niños que asisten a un mismo salón de clases. Por más que pretendan generalizar, seguirán siendo distintos. Cada materia representará un reto distinto para cada uno y los ritmos de aprendizaje variarán, incluso, de acuerdo al tema que se trate.

Si las estrategias pedagógicas de un sistema educativo no permiten adaptar sus objetivos a las características de cada lugar, e incluso, de cada niño, estaremos sometiendo a todos ellos a presiones que, sin duda, los alejarán del rendimiento óptimo y reforzarán la idea preconcebida y generalizada de que a la escuela vamos a sufrir. La relación escuela/libro vuelve a surgir y la lectura es relegada una vez más a la categoría de las actividades indeseables.

Tal vez piensen que el concepto educativo que dejo entrever en las críticas que hago son producto de alguna fiebre idealista o que simplemente me dejo llevar por algún tipo de afán destructivo, pero en ninguno de los casos es así. Jamás me atrevería a hacer reclamo alguno si no supiera que los cambios que pretendo ya han dado buenos resultados en otros países, y que en ellos han basado su despegue tecnológico, social y económico.

Yo no tengo que ir tan lejos para comprobarlo. Mis hijas, jóvenes brillantes, estudiaron en un sistema en el que jamás en la etapa correspondiente a nuestra primaria les pusieron una calificación numérica, aunque sí se les llevaba individualmente un control detallado de sus avances y dificultades, materia por materia. Y si tenían que hacer algo en la casa era porque ellas lo querían, no porque estuvieran obligadas. Recuerdo su angustia por perderse algún día de clases. Actividades creativas, juegos y trabajo se mezclaban con lectura de cuentos, obras de teatro y cine, y con excursiones fuera de la ciudad para no perder el contacto con la naturaleza. Los programas de estudio eran establecidos por los propios maestros al inicio de cada periodo escolar y revisados semanalmente para evaluar su eficiencia. A la fecha mantenemos una gran amistad con varios de los maestros que las tuvieron a su cargo, y seguimos apreciándolos tanto por su valor personal como cultural. Y no les voy a hablar de los logros de mis hijas porque tal vez lo consideren una opinión muy parcial, pero difícilmente podré ocultarles el orgullo que siento por ellas. Creo que hay mucha gente que se merece ese sentimiento y por eso lo comparto. Todos sabemos que es necesario un cambio. Ojalá nuestras autoridades se decidan a realizarlo, y que antes de llevarlo a cabo sepan mirar hacia arriba.

II.a.1.d. Facilidades escolares

Para terminar con el análisis del ámbito escolar como factor preponderante en el problema de la lectura, sólo me resta hablar de las facilidades que se le ofrecen a los estudiantes dentro de la escuela para leer.

Podremos tener maestros preocupados por fomentar la lectura entre sus alumnos, pero tanto el espacio físico como la variedad de libros con que cuente la institución actuarán en su contra si son deficientes. Si, como sucede en muchos casos, en los hogares de los niños no existen los recursos o el interés por adquirir libros, y las bibliotecas públicas en la ciudad brillan por su ausencia, la escuela debería considerarse como su fuente principal de abastecimiento. Sin llegar a ser determinante, como vimos que son las metodologías de enseñanza, los maestros y los programas educativos, la existencia de una biblioteca escolar podría ser importante en el momento en que un maestro con buenas intenciones deba decidir si cuenta con los elementos para asumir la responsabilidad de emprender una campaña de fomento a la lectura.

II.b. EL HOGAR

En un día normal de escuela, de las catorce horas en que el niño está activo, restándole a veinticuatro diez de sueño, más de la mitad se la pasa atendiendo directa, o indirectamente, órdenes de su maestro. Entre el tiempo en que asiste al salón de clases y las tareas, más de siete horas por día está pensando en lo que él dice y hace, o en lo que él dijo o hizo. ¿Cuántas horas por día crees que sus padres logren ese mismo tipo de atención? Una, o tal vez dos. En la casa, el niño tiene que repartir el tiempo entre sus responsabilidades como hijo y la satisfacción de sus necesidades básicas. En la escuela, a excepción de los recreos, su tiempo le pertenece al maestro por completo.

Pero si bien los padres no pueden competir por el número de horas, sí pueden hacerlo en cuanto a la calidad de las mismas. Una orden de la mamá tendrá más peso que diez de cualquier maestro. Una sola mirada o un simple gesto de ella logrará lo que no podrán reportes a la dirección, calificaciones reprobatorias, llamadas de atención o, incluso, gritos.

La relación afectiva del niño hacia sus padres, y hacia el ambiente mismo del hogar, será un factor determinante en el momento en que deba tomar un decisión. Si le dan a escoger entre los maestros y los padres, el niño optará siempre por estos últimos. Si tuviéramos por un lado una escuela primaria preocupada por la lectura y por el otro un hogar en donde no les interese, es en este último en donde todo el esfuerzo de la primera sería destruido. Veremos ahora los distintos aspectos de esa influencia negativa y, posteriormente, cuando hablemos de las soluciones, analizaremos las formas de aprovechar el poder del hogar en favor de la lectura.

II.b.1. El ejemplo de los adultos

Al nacer, son los instintos los que nos guiarán en nuestras primeras acciones. Uno de ellos será el que nos permitirá, poco a poco, ir consiguiendo un lugar dentro de la sociedad que nos rodea: la imitación.

Aprendemos los patrones de conducta de los miembros de nuestra especie viendo lo que hacen los demás, para posteriormente intentar repetirlo. Es un proceso natural y, por cierto, muy efectivo, aunque deben aceptarse ciertos riesgos. Así como nos sirve para aprender a desenvolvernos en nuestro medio ambiente, también nos sirve para adquirir hábitos, que no en pocos casos han llevado a ese grupo social al colapso. El niño los seguirá aún sabiendo que el mundo exterior podría no aceptarlos. Tomará como costumbre todo aquello que los adultos hagan en forma reiterada frente a ellos. Así, verán televisión, dormirán, hablarán, gritarán y comerán, pero si nadie lee, ellos tampoco lo harán. En términos generales, podemos afirmar que un niño no lector, proviene de un hogar de no lectores.

II.b.2. Desinterés de los padres

Una de las características de nuestro comportamiento que nos ha permitido no sólo sobrevivir, sino además, evolucionar como especie, es la convivencia. El hombre es una criatura fundamentalmente sociable. Solo, en un medio ambiente tan hostil como el que lo rodeó en sus orígenes, hubiera desaparecido en pocas generaciones. El ser aceptado por los otros miembros de su grupo social debió ser entonces una cuestión de vida o muerte, y dados los alentadores resultados de tal necesidad, quedó grabada en sus genes. Es por eso que siempre nos preocupará, aunque lo neguemos, lo que los demás piensen de nosotros. Es instintivo. Por ello, difícilmente insistiremos, de niños, en hacer algo que nos aísle de nuestra gente, y leer, en un ambiente en el que nadie lee, provocará precisamente ese efecto.

Si ante los primeros contactos con la lectura, los padres dan muestras de disgusto, desaprobación o desinterés, los niños tomarán la experiencia como contraria a las costumbres del grupo y, ante el temor inconsciente a ser aislado, la desecharán para siempre.

II.b.3. Falta de libros

La escasez de libros adecuados para la edad del niño es en muchos casos un elemento decisivo para que deje de leer. Sus maestros podrán estar haciendo un gran esfuerzo por fomentar en él el hábito de la lectura, y tal vez sus padres son ávidos lectores, pero si el niño no tiene a la mano textos entretenidos, divertidos o emocionantes, su interés se desviará hacia aquello que le ofrezca las mismas sensaciones pero que tenga a su alcance, como por ejemplo la televisión, la radio, etc.

Podrán existir miles de volúmenes en una biblioteca, pero si no tiene los libros adecuados a los gustos del lector, de poco servirá para nuestro propósito. No existe peor enemigo de la lectura que un libro aburrido.

II.c. LOS MEDIOS AUDIOVISUALES DE COMUNICACIÓN

El hombre siempre se ha guiado por la ley del menor esfuerzo. Probablemente es una característica que heredamos de nuestros antepasados recolectores y estemos actualmente predispuestos a ello por nuestro código genético. Tomaremos primero lo fácil, lo sencillo de obtener, lo que esté cerca y requiera de poco esfuerzo, y si allí no lo encontramos, consideraremos, primero, prescindir de ello, y luego, si nos hace mucha falta, arriesgarnos a buscarlo un poco más allá. Las oficinas de patentes están repletas de inventos que ofrecen, como único fin, la comodidad, y los medios audiovisuales de comunicación son un claro ejemplo.

La lectura es el proceso intelectual por medio del cual interpretamos códigos para convertirlos en ideas, y como tal, exige un considerable esfuerzo de quien la realice. No es un proceso natural. Las imágenes y los sonidos, en cambio, llegan directamente a nuestros centros nerviosos. Es un proceso natural y no requiere de esfuerzo alguno. Desde el punto de vista de los recursos físicos, leer cuesta; ver y oír es gratis. Pero además de las vías que siempre tendrán abiertas hacia nuestro cerebro, cada medio de comunicación audiovisual tiene armas propias para sacarles el máximo provecho, las cuales analizaremos a continuación.

II.c.1. La televisión

La televisión, el gran monstruo del siglo veinte. Imágenes y sonidos programados en los hogares de todo el mundo. El sueño de la comunicación universal hecho realidad.

Sobre lo de "comunicación universal" creo que todos estamos de acuerdo. ¿Pero será realmente un "sueño hecho realidad"? Tal vez sí para quienes dominan los centros de poder. Bastará tener mucho dinero para tener la posibilidad de convencer al mundo entero de lo que uno quiera. Podrán argumentar sus defensores que hay programas, canales y países que la aprovechan para difundir cultura. Es cierto, pero su proporción es tan pequeña y se da en lugares tan lejanos que para nosotros tiene poca relevancia. En todo caso podríamos contestar que cada país tiene la televisión que se merece.

Pero, ¿por qué provoca adicción? ¿Por qué le cuesta tanto a la gente apagar el aparato receptor? Tal vez porque los dueños de las señales han comprendido "demasiado" bien el arma que tienen entre sus manos. Aprendieron que crear necesidades entre el público era muy fácil, y que luego satisfacerlas lo era aún más. Primero, nos dicen lo tontos que somos si no nos vestimos de cierta manera y si no hacemos o decimos otras cosas, y luego, que si compramos lo que ellos nos “sugieren”, dejaremos de serlo. Entran al subconsciente, juegan un rato con nuestros sentimientos, alejándonos de la realidad, y se retiran en el momento preciso para fortalecer la dependencia. Cualquier parecido con las drogas, es mera coincidencia.

Pero se le puede vencer. En primera instancia la lucha entre los libros y la televisión podría parecer desigual, pero el ingenio y la fuerza de voluntad pueden mejorar las posibilidades de ganar. De ello hablaremos en el capítulo de Soluciones.

II.c.2. La radio

La radio, a todas luces, es menos "peligrosa" que la televisión, pero su inocencia no es total. Si bien no transmite imágenes, el hecho de estar emitiendo señales sin necesidad de prestarle atención directa la convierte en el medio ideal para transmitir mensajes subliminales, es decir, frases o textos que escondidos en alguna secuencia publicitaria, aprovechando la distracción, burlan nuestras defensas psicológicas almacenándose como ciertas, aún sin haber sido analizadas.

Escuchamos radio mientras hacemos ejercicio, o mientras caminamos o corremos. También cuando manejamos, cocinamos, comemos, dormimos, trabajamos y todos los etcéteras posibles. Escuchamos radio una buena parte del día, y los dueños de las estaciones y las agencias de publicidad saben muy bien cómo aprovecharlo. Pero si bien los alcances de semejante bombardeo de ideas puede alterar nuestras decisiones, la radio tiene un efecto, para mí, mucho más perjudicial: invade nuestra privacidad. Prendemos la radio para no sentirnos solos. Es natural buscar compañía, es parte de la naturaleza del hombre, pero la soledad, en ciertos momentos es necesaria. Cuándo, si no en ese lapso de tiempo, podremos meditar sobre las experiencias y sacar conclusiones. Cuándo, si no, podremos intimar con nosotros mismos.

Por eso, ver a alguien con la radio pegada a la oreja todo el día, es ver a alguien que tiene miedo de enfrentar su realidad. Sé que las hay complejas y si ese fuera el caso deberíamos alegrarnos de que la evada escuchando música y no intoxicándose con alguna sustancia. Pero existen otros, la gran mayoría tal vez, que lo hacen por pereza. A mucha gente no le gusta pensar, y no precisamente por falta de capacidad.

Pero, ¿qué culpa tiene la radio de todo esto? -podrían preguntarme. Pues la misma que el alcohol en relación a un alcohólico. La radio no es más que un medio, pero existe, y es aceptado con demasiada ligereza, a mi entender, aunque en su defensa podría decir que, al ser socialmente aceptada su adicción, podría facilitarnos la detección de aquellos que necesitan ayuda. Porque todo aquel que por miedo o por desidia huya de sí mismo, sin duda la necesita.

Creo oportuno mencionar en este momento, que no estoy en contra, ni de la televisión ni de la radio, aunque tal vez les haya quedado esa impresión. Reconozco que estos medios, utilizados con inteligencia de ambos lados del aparato receptor, podrían ser de mucha utilidad. Pero de lo que sí estoy en contra es del exceso. Existiendo la literatura, en contraparte, pasar demasiado tiempo bajo la influencia de la televisión o de la radio, lo considero una brutal pérdida de tiempo.

II.c.3. Los juegos de video

En este punto, sí, manifiesto mi rechazo absoluto a este tipo de juegos. Me entristece saber de tantos niños idiotizados frente a una pantalla oprimiendo botones sin ton ni son, con la mente perdida en secuencias visuales y sonoras carentes de todo valor ético e intelectual.

De la televisión podríamos rescatar algunos programas culturales, científicos o de entretenimiento inteligente, e incluso ciertas películas que podrían considerarse artísticas. De la radio, secuencias de buena música, y también paneles de discusión sobre temas sociales de gran riqueza para el oyente. Ambos medios, utilizados con moderación pueden resultar de mucha utilidad para su público. Existen también juegos de computadora que ayudan a desarrollar habilidades, como la memoria y la concentración, y otros a impartir conocimientos, que incluso consideraría importante se utilizara en las escuelas. No estoy en contra de los avances de la tecnología, pero sí de los llamados juegos de video, entiéndase Nintendo y similares, a los que considero enemigos públicos, no sólo de la lectura, sino, además, del desarrollo de la inteligencia misma.

II.d. LA SOCIEDAD

Para nuestro análisis, consideraremos sociedad al medio que rodea a una persona, incluyendo a su familia, maestros, amistades, compañeros y a toda la información que entre en contacto con ella sin importar su fuente. A pesar de que ya revisamos individualmente varios de esos elementos, ahora los consideraremos como parte de un ente omnipresente que abarcará por completo la vida de esa persona.

Esta sociedad, la de cada uno de nosotros, que con vida propia nos encasilla en los límites, muchas veces inexpugnables, que desde nuestro nacimiento fija para nosotros, ejercerá su mandato dictatorial influyendo en cada decisión que tomemos, premiándonos si la seguimos y adulamos, y castigando nuestros intentos de rebeldía.

Dentro de una sociedad que no lee, hacerlo significará afrontar el riesgo a ser distinto, con todo lo que ello implica, y muchos no estarán dispuestos a correrlo. Es tal el miedo al aislamiento, que una gran mayoría, antes que abrir un libro, prefiere suicidarse, intelectualmente hablando, incorporando a sus preceptos filosóficos un triste concepto, y letal para su inteligencia, que los alejará para siempre del pensamiento liberador: “La felicidad se encuentra en la ignorancia”.

Así como un niño es el reflejo de los hábitos lectores de su familia, un individuo lo es en relación al grupo social en el que vive. Una persona “no lectora” proviene de una sociedad “no lectora”, dentro de la cual podremos encontrar ciertas características que claramente la identificarán como tal:

- El concepto generalizado de que la lectura es aburrida.

- La escasez y alto costo de los libros.

- Librerías sin oficio.

- La ausencia de bibliotecas.

II.d.1. Leer es aburrido

El aburrimiento surge cuando en determinada circunstancia no logramos encontrar la satisfacción de inquietud alguna. Pero el fracaso en esa búsqueda no surge por la inexistencia de motivaciones, sino, más bien, porque éstas, aún ocupando un lugar en nuestra consciencia, no coinciden con el momento de la experiencia. Algo que nos entretuvo ayer, hoy puede resultarnos tedioso, y todo porque las expectativas del día anterior llegaron a saturarse. Y ese es precisamente el problema de nuestra sociedad. Las expectativas intelectuales de nuestro grupo social se encuentran completamente saturadas.

En la antigüedad, el simple hecho de conseguir alimento y de sobrevivir en un medio tan hostil, incluso hasta no hace muchos años, nos obligaba a mantener a nuestra mente, y ya no digamos a nuestro cuerpo, siempre alerta y lista para actuar. Pero no sólo los jefes, o los miembros de la elite, sino todos. Cada miembro de la sociedad vivía en la búsqueda permanente de elementos que ayudaran a su gente a superar los obstáculos que día a día les ponía la naturaleza. El reto intelectual y físico ocupaba entonces un lugar preponderante entre las motivaciones de aquellos hombres.

Pero, ¿qué pasa hoy en día? La parte baja de la pirámide social se encuentra adormilada por el hambre, la del medio por los canales de difusión y la de arriba por el dinero. Es tan sólo un grupo minoritario de “inadaptados sociales” el que quiere pensar, aunque, para la tranquilidad de la cúpula, es tan pequeño que ni siquiera es tomado en cuenta dentro de las estadísticas.

La sociedad nos ofrece alpiste intelectual en abundancia, ya procesado y digerido, y nosotros comemos de sus manos hasta el hastío. Nuestro estómago mental se encuentra tan pesado que el solo intento de pensar nos causa nauseas. Es por eso que ya no leemos. El reto intelectual no es motivo de preocupación en la actualidad, y sin él la lectura siempre será una actividad aburrida.

II.d.2. El precio de los libros

La industria editorial, al menos la nativa de los países latinoamericanos, está atravesando una severa crisis. No sería para menos tomando en cuenta que en la mayor parte de nuestro subcontinente cada persona, en promedio, lee menos de un libro al año. Si sobreviven, es gracias a nuestros sistemas educativos, que obligan a sus alumnos a consumir una gran cantidad de material impreso. La literatura para ellos, entonces, en la mayoría de los casos, es considerada como un lujo, o simplemente como una forma elegante de pagar menos impuestos.

Cualquiera que haya ordenado un trabajo de impresión conocerá la relevancia del factor volumen en los precios unitarios. Mil folletos, por poner un ejemplo, pueden costar US $100.00 dólares. Dos mil llegarán, cuando mucho, a US $120.00. Y lo mismo sucede con los libros. Entre un tiraje de treinta mil ejemplares y uno de tres mil, el precio de cada volumen puede llegar a variar hasta en un cien por ciento.

Es la demanda la que guía los planes de producción de las editoriales y la que predeterminará los precios de venta, y cualquier intento por alterar este mandamiento, ya sea por error de cálculo o por algún ingenuo intento de excitar el mercado con precios bajos, resultará fatal desde el punto de vista económico. En muchos de nuestros países, aún regalados, los libros seguirían resultando caros. Porque caro, o barato, es un término relativo, y dependerá del valor que esa compra tenga para nosotros. No es lo que cuesta, sino el uso que le demos. Aunque todo tiene sus límites.

Podremos desear profundamente un libro y encontrarlo a un precio que por la importancia que reviste para nosotros resulte barato, pero si equivale a nuestro presupuesto en alimentos para una semana, con toda seguridad preferiremos quedarnos con las ganas de leerlo, lamentándonos, más que de la causa, del triste efecto de la escasez de lectores.

II.d.3. ¿Y dónde están los libreros?

Las especialidades surgen por la relevancia que cierta actividad va adquiriendo con el tiempo, y por la necesidad de profundizar en su desarrollo y así ejercerla con mayor efectividad. Surgen entonces, por ejemplo, dentro de la medicina, la ginecología, la urología, la pediatría, y dentro de ella, la neonatología. Hasta hace algunos años, un médico atendía a toda la familia; ahora cada miembro es atendido por un especialista. La cantidad de descubrimientos y avances científicos en cada rama harían imposible que una sola persona dominara todos los conocimientos.

Lo mismo sucede en todas las profesiones, y aún en ciertos oficios, aunque en el caso de los libreros, el proceso se ha invertido. De ser una persona que fungía como consejera de lectores, hoy, el supuesto apoyo de los sistemas de computación, los ha ido obligando a fundirse entre la masa intranscendente de empleados que, sin vocación alguna, atienden las librerías. Y digo: supuesto, porque el librero, como oficio, no existía con la única misión de conocer los inventarios, sino de sugerir títulos de acuerdo a las necesidades del cliente, haciendo, incluso, las veces de crítico literario y hasta de psicólogo. Bastaba llegar con una vaga idea de algún tema o autor, o dar ligeras muestras de algún sentimiento en particular, para salir cargado con obras que calarían hondo en nosotros y que recordaríamos por años. Si existen todavía, sólo será en aquellos lugares en donde aún se lea, seguramente lejos, muy lejos de nosotros.

Pero el problema va mucho más allá. Las librerías han dejado de ser esos “santuarios” para intelectuales, exuberantes en títulos y en ediciones antiguas, refugio de románticos buscadores de piedras filosofales, para convertirse, simple y tristemente, en burdos supermercados de papel encuadernado con tapas multicolores. Sus objetivos cambiaron de la difusión de cultura a la búsqueda fría de la utilidad económica. ¿Sabías tú que del precio de venta al público, la librería, por el simple hecho de exhibir el título, se queda con más del cincuenta por ciento? Pues así es. La editorial, que es quien debe hacer toda la inversión, recibe alrededor de un cuarenta y cinco por ciento, y el autor, quien, al fin de cuentas, es el que inicio la cadena, cobra un cinco por ciento o menos. Por supuesto que en estos números hay excepciones. Las “superestrellas” de la literatura tienen tratos, por lo general, muy ventajosos, pero aún así siempre será la librería la que se lleve la tajada mayor. Y no hablemos de los plazos para pagar. Un autor medianamente conocido podrá empezar a recibir sus regalías seis meses después de que su obra se puso a la venta, lo que significa, considerando su elaboración y edición, año, o año y medio, después de empezar a escribirla.

Pero si triste es el trato que las librerías le dan a editoriales, autores y, principalmente, al público, más lo es su cantidad. Dado que su objetivo es el de generar dinero, el mercado es un factor vital para su existencia, y en consecuencia, el número de establecimientos dedicados a la comercialización de libros será una muestra clara de las necesidades de lectura de ese lugar.

II.d.4. ¿Y dónde están las bibliotecas?

No existe elemento que exhiba con tanta claridad la pobre afición a la lectura, que la escasez de bibliotecas. Porque este tipo de establecimientos serían un excelente paliativo al problema del precio de los libros y del manejo deficiente de las librerías. Si yo no pudiera comprar un libro, iría a una biblioteca y lo pediría prestado. Es una idea que funciona desde hace siglos y ha beneficiado a muchas generaciones.

Pero también los gobiernos tienen que justificar sus gastos (casi siempre), y a menos que exista un clamor popular, prefieren destinar el dinero del presupuesto a obras de mayor provecho electoral. Si la escasez de librerías pudiera representar la falta de recursos económicos de los habitantes de un lugar para comprar libros, la de bibliotecas representará su desinterés total en la lectura.

III. SOLUCIONES

Solucionar un problema es un proceso en el que la sinceridad y la fuerza de voluntad, más que los recursos materiales o intelectuales, juegan un papel fundamental. En muchos casos el planteamiento honesto del problema trae en forma implícita la solución del mismo. En otros, es tan obvia que bastará con observaciones superficiales para descubrirla. Sólo en un porcentaje mínimo, hallar la solución requerirá de intelectos sofisticados o de técnicas costosas, y siempre quedará la duda si un reconocimiento más profundo de la situación los hubiera podido evitar. Es entonces, una vez determinado el plan a seguir, que surge la fuerza de voluntad. Si para descubrir el problema y para plantear soluciones viables se necesitó de la sinceridad, para ejecutarlas será el profundo convencimiento de que estaremos tomando el camino correcto el factor determinante para hacerlo con éxito. Las limitaciones materiales podrán ser un obstáculo, pero el entusiasmo y la constancia serán siempre suficientes para superarlo.

Por lo tanto, para atacar el problema de la lectura, dispongámonos, en primer lugar, a realizar un profundo examen de conciencia, que nos permita reconocer nuestra parte de la culpa, y luego, afilemos nuestro ingenio, carguémonos de decisión y preparémonos para una batalla que probablemente dure toda la vida.

Las medidas que expondremos a continuación estarán orientadas a niños y adolescentes, y las consideraremos preventivas. Si logramos despertar en ellos el interés por la lectura, estaremos previniendo la mayoría de los problemas que pudieran presentárseles más adelante. Las correctivas, que expondremos después, si bien expondrán elementos que pudieran utilizarse en edades tempranas, están consideradas principalmente para apoyar al joven y al adulto a aprovechar mejor el tiempo que le dedica a la lectura más que a incrementar su gusto por ella. Es muy difícil modificar un hábito después de la adolescencia, pero aún y cuando, por desgracia, no exista el placer, la necesidad es urgente, y las sugerencias irán encaminadas en ese sentido.

III.a. SOLCIONES PREVENTIVAS

Este tipo de soluciones están orientadas hacia aquellos grupos de edades sobre los cuales, como padres o tutores, podamos influir, ya sea con nuestra acción directa o actitud, para formar en ellos el hábito de la lectura y brindarles la oportunidad de desarrollar sanamente su intelecto y espíritu. Las he dividido en tres: los sistemas educativos, el hogar y los medios electrónicos de comunicación y entretenimiento.

III.a.1. Los sistemas educativos

En este punto podría proponer una lucha frontal con las autoridades para renovar, o tal vez debería decir, revolucionar las ideas que sustentan los actuales sistemas educativos de nuestros países, pero no quiero caer en tentaciones idealistas. Si tú crees tener los elementos, la fuerza personal y, sobre todo, la paciencia necesaria para emprender semejante cruzada, pues adelante y cuenta conmigo en lo que estuviera a mi alcance. Pero todo aquel, que como yo, ha estado frente a toda esa burocracia, sabrá que la magnitud de tal empresa necesitaría, más que de hombres, de superhombres dispuestos a grandes sacrificios por llevarla a buen fin. Prefiero apoyarme en medidas prácticas para así convertirla en una lucha de cuerpo a cuerpo, en la que todos, sin importar los poderes que tengamos, podamos participar con nuestro esfuerzo.

Bien, pues en el caso de los sistemas educativos, nuestro objetivo será la entidad física que la representa, así como todos los elementos que la integran, entiéndase escuela o colegio, primaria, secundaria o preparatoria, y nuestro primer gran reto será hablar. En algunos países la sociedad de padres de familia es una figura obligada por la ley y podría considerarse como el canal adecuado para expresar inquietudes, aunque en la mayoría de los casos son agrupaciones que justifican su existencia, no vigilando el nivel académico de la entidad, que sería su función principal, sino organizando eventos sociales, y sus dirigentes lo que menos quieren es enfrentarse a la dirección. Si este fuera el caso, o esta figura no existiera en tu país, quedarían dos caminos: los maestros y el director.

Pero antes de hablar con cualquiera de ellos, debemos superar el miedo ancestral a la represalia. Si tu eres maestro tal vez te enojes conmigo por sugerir que tú o tus colegas pudieran ser capaces de desquitarse con los niños por algún reclamo de los padres, pero antes de que eso suceda consulta en tu memoria, y por qué no en tu conciencia, y verás por allí que existe algún caso. Y si así no fuera, deberás admitir que es una preocupación siempre latente en los padres. Tantos años de ver al maestro, y ya no digamos al director, como una autoridad a quien no se le discute, nos lleva, aún de adultos, a pararnos frente a ellos con muchos prejuicios. El “¿y quién soy yo para decirle a Su Eminencia que está equivocado?” surge instantáneamente y casi siempre nos vemos “obligados” a dejar el reclamo para “mañana”.

Pero ese sentimiento debe ser reemplazado por otro que tiene la virtud de colocar a cada quien en el lugar que le corresponde: yo pago por un servicio, ya sea a través de los impuestos, en el caso de las instituciones públicas, o de las mensualidades directas, en el de las particulares, y tengo todo el derecho de exigir que se me brinde correctamente, debiendo informarme qué van a hacer con nuestros hijos, por qué y cómo, y además, responder a todas las preguntas que en torno a ello pudieran surgir. Por supuesto no estoy proponiendo un enfrentamiento agresivo, pero sí que cambiemos esa actitud pasiva que nos coloca como cómplices del problema, en otra de decisión y energía, que nos permitirá pelear del lado de la solución.

Entonces, veamos ahora de qué vamos a hablar, primero, con la dirección:

- Historial académico de los maestros. Títulos, actualizaciones y experiencia. No te imaginas las sorpresas que te llevarás, si acceden a dártelos.

- Programas de estudio. Es increíble que en ningún lado nos digan cuáles son los objetivos a lograr con nuestros hijos. ¿Cómo, de otra forma, podremos saber si están cumpliendo con su trabajo?

- ¿Qué están haciendo para enriquecer la biblioteca de la escuela?

-¿Están verdaderamente comprometidos con el mejoramiento del nivel cultural de la comunidad educativa, alumnos, padres y maestros, de la que son responsables? Si es así, ¿qué han hecho y qué piensan hacer al respecto?

- Seguridad física. Este punto no tiene relación directa con la lectura pero no por ello deja de ser importante. Rutas y simulacros de evacuación, extintores, personal con conocimientos formales, no empíricos, de primeros auxilios, botiquines, etc. Estoy seguro que este es uno de los puntos más descuidados en cada uno de nuestros queridos países. Por desgracia vivimos pensando que los males le ocurren al vecino y no a nosotros. Cuántas vidas y lesiones permanentes se hubieran evitado de haber tomado todo esto con seriedad. Tal vez pienses que soy exagerado, pero yo lo veo como una especie de seguro: es preferible tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.

Ahora con el maestro:

- ¿Qué tanto le gusta la lectura y cuáles son sus aficiones? Recuerden que ellos pasan una gran parte del día con nuestros hijos y que su actitud hacia la cultura, en general, y la lectura, en particular, influirá positiva o negativamente, tarde o temprano en ellos.

- ¿Están ellos conscientes de la importancia de la lectura para los niños?

- Si la respuesta a la pregunta anterior es positiva, entonces, ¿qué están haciendo ellos en favor de lograr un ambiente favorable hacia la lectura? Y no me refiero a cumplir o no con el programa de estudios. Aquí estoy hablando del interés que él exhibe dentro del salón de clases y de los espacios que le dedica a dinámicas que demuestren el lado entretenido a la lectura, como concursos, juegos, representaciones teatrales, exposición de cuentos, talleres de escritura, etc.

- ¿Estarán dispuestos a reducir la cantidad de tarea que les dejan a los niños? ¿Podrían, incluso, destinar un tiempo de las horas que pasan en la escuela para que puedan cumplir con ese encargo y así llegar a sus casas libres de todo pendiente?

- Ya que no está en sus manos cambiar el sistema de evaluaciones, ¿podrían asignarle a las calificaciones una función que se acerque más al verdadero conocimiento del aprovechamiento de los alumnos en cada materia?

Y finalmente con nuestra pareja y con nosotros mismos:

- ¿Estamos conscientes de la magnitud del problema y de que tendremos que afrontar las complicaciones que seguramente se presentarán? No puedo esconderte el hecho de que no será una labor fácil. Los directores y los maestros están muy acostumbrados a examinar a sus alumnos, pero no les gusta ser examinados, y mucho menos cuestionados, por los padres de familia. ¡¿Qué pueden saber ellos de educación?!, pensarán algunos, y no faltará quien nos catalogue como una verdadera plaga.

- ¿Estamos en condiciones de cambiar a nuestros hijos de escuela? Las respuestas a todas las preguntas anteriores, si es que las conseguimos, podría llevarnos a considerar seriamente esta posibilidad. ¿Estaremos dispuestos a hacer sacrificios económicos por inscribirlos en otra institución en donde pudieran reunirse mejores condiciones?

- ¿Estamos dispuestos a pasar más tiempo con nuestro hijos? Esto, que pudiera parecer muy trillado, será fundamental si logramos una respuesta positiva de los maestros en los planteamientos que les hayamos hecho. Si efectivamente les van a dejar menor cantidad de tarea, deberemos estar en condiciones de aprovechar en su favor el tiempo libre que logre reconquistarse, para lo cual el número de horas que pasaremos con ellos tendrá que ser mucho mayor. Además, esta nueva disposición del tiempo nos permitirá evaluar personalmente los avances de los niños en cuanto a su madurez intelectual, y con ello relegar las calificaciones numéricas a un segundo plano. No se imaginan el peso que les quitarán de encima a sus hijos cuando ellos se enteren de que ustedes los estarán tomando en cuenta por su desenvolvimiento como personas más que por fríos números en una libreta.

Solucionar problemas cuando no todos los factores directos dependen de nosotros puede ser una experiencia frustrante si no se encara con decisión. Si estamos convencidos de que la lectura es un hábito que redundará en beneficios para el desarrollo de nuestros hijos y de que la escuela es uno de los elementos primordiales en su consolidación, todo esfuerzo estará bien justificado. Si por otro lado no creemos que el sacrificio valga la pena, seamos coherentes con nuestra pasividad y no nos quejemos.

III.a.2. El hogar

Aquí sí tenemos todos los elementos en nuestras manos y veremos cómo, con medidas y actitudes fáciles de demostrar, podremos contrarrestar las deficiencias que el sistema educativo pudiera tener. Algunas sugerencias dependerán de la edad del niño:

- La lectura empieza en la cuna. Desde recién nacido, cuéntale cuentos. Hazlo con naturalidad, sin forzar el momento, por ejemplo, unos minutos antes de apagar la luz de su cuarto por las noches o antes de dormir alguna siesta. No importa que aún no te entienda. Que escuche tu voz y que sienta las palabras, el ritmo de la narración y las distintas entonaciones que vayas haciendo de cada situación. Todo esto conforma la base del hábito de la lectura. Es muy importante que el niño establezca una relación directa entre los libros y el momento de calidez y de seguridad que representa el acercamiento físico de sus padres.

- Ya más grandes, de tres a cinco años, empezarán a interesarse por la trama de los cuentos y tendrás que leérselos una y otra vez. Llegará el momento en que, si te saltas un párrafo, ellos se darán cuenta. Búscale cuentos divertidos, con muchas imágenes, y deja que jueguen con ellos. El libro es un excelente juguete. Incúlcale, por supuesto, su cuidado, pero sin exagerar.

- De cinco a siete años, su interés se irá centrando en temas fantásticos. Cuéntale cuentos sobre castillos encantados, dragones, brujas, príncipes y princesas que son los elementos sobre los cuales giran los argumentos de todo relato orientado para estas edades.

- Entre los siete y los doce años el niño va tomando consciencia de su existencia y de su relación con el medio que lo rodea, por lo que empieza a interesarse en aventuras, historias de animales y de misterio. No será raro que le gusten los cuentos de terror y que disfrute muchísimo contándoselos a sus amigos. A esta edad el niño deberá empezar a leer por su cuenta, pero no lo presiones. Deja que agarre su ritmo. Recuerda que la lectura siempre debe estar relacionada con la vivencia de un momento placentero.

- Ya en la adolescencia temprana el muchacho empieza a manifestar su natural necesidad por sobresalir sobre los demás, y surgen en él sentimientos antes desconocidos. Se da cuenta de que debe empezar a pelear por sí solo por un lugar dentro de la sociedad, y así se interesará por personajes heroicos, historias sobre grandes hazañas y relatos sentimentales. La lectura, especialmente en esta edad, puede ser un magnífico refugio para todos los momentos de desconcierto por los que suelen atravesar. La adolescencia es la etapa en la que empieza a cuestionarse la autoridad de los padres y por lo tanto es cuando más vulnerables se encuentran a los aspectos más nocivos de la sociedad. Si ellos, desde temprana edad, logran establecer con los libros un vínculo que les represente un punto de apoyo emocional estable y confiable, podremos estar tranquilos de que su transición hacia la madurez será menos conflictiva. Esta es la etapa en la que los libros pueden convertirse en verdaderos amigos. Nuestra labor como padres será acercárselos y promover una relación cercana.

Otras medidas son de carácter general que serán de utilidad sin importar el grupo de edades al que pertenezca tu hijo:

- Lee y que ellos te vean leer. Demuestra siempre una actitud positiva hacia la lectura. Háblale de los maravillosos libros que leías a su edad, de las historias de los escritores, asiste con ellos a ferias de libros, etc.

- Haz que los libros siempre estén a su mano, accesibles, que formen parte de su ambiente diario. En lugar de golosinas o juguetes sin sentido, sorpréndelos un día regalándole un libro apropiado para su edad, enriqueciendo así su pequeña biblioteca.

- Demuestra interés por lo que leen. Hazle preguntas sobre el capítulo que están leyendo, diles que te hagan un breve resumen y atiende las preguntas sobre palabras o temas que pudieran no entender. Dale seguimiento a la actividad que desarrolle con los libros. Si detectas que se está aburriendo, no lo fuerces a seguir y cámbiale de libro. No hay peor enemigo de la lectura que un libro aburrido.

Como habrás podido deducir, aquí no vale lo de: “a mí no me gusta leer pero yo quiero que mis hijos lean”. Tal vez encuentres algún ejemplo sobre de buenos lectores a pesar de sus padres, pero no son frecuentes. Hazte a la idea de que, si quieres que ellos sean buenos lectores y tú no disfrutas de ese hábito, tu actitud hacia los libros deberá cambiar drásticamente.

III.a.3. Los medios electrónicos de comunicación

La televisión es, sin duda, uno de los principales enemigos de la lectura en esta y en todas las edades, pero con algunas acciones sencillas, podremos reducir sus efectos negativos:

- No utilices a la televisión como premio o castigo. Al hacerlo estás magnificando su importancia y será más difícil de quitarla del centro de atención de tu hijo.

- Cuando te pregunte si puede ver la televisión, sugiérele algún juego, siéntate con él a leer un libro o llévatelo a un parque si tienes uno cerca. Ofrécele siempre alternativas divertidas o emocionantes.

- No le prohíbas la televisión. Recuerda que en su medio escolar con seguridad muchos de los temas de conversación girarán en torno a ciertos programas de moda y podría sentirse aislado de su grupo. Mejor, dile que te haga un breve resumen de lo que vio. Al prestar atención al argumento y los detalles gráficos que rodean a cada escena, entrarán en acción sus defensas psicológicas y tendrán oportunidad de anular los efectos de las ideas que por medios subliminales se pretendan difundir. Además, podrás hacerle notar lo aburrido y repetitivo de las propuestas y resaltar la inmensa riqueza de ideas que en comparación le ofrece un buen libro. Haz tú mismo este ejercicio y te sorprenderán los resultados.

En cuanto a los juegos electrónicos tipo Nintendo, ya externé mi opinión. Aquí sí debo ser tajante. Si cometiste el error de comprarle uno, la sugerencia es muy simple: guárdalo en su empaque original y arrúmbalo en el lugar más alejado del paso de tus niños. Alguna vez Borges se refirió a la televisión como “la caja para idiotas”. Yo no estoy completamente de acuerdo ya que se trata de un medio de comunicación. Sería necio de mi parte ignorar su utilidad si se empleara con el suficiente criterio. Pero en el caso de estos juegos, creo que esa definición sí encaja a la perfección. Si quieres que tu hijo se entretenga con la computadora, existen excelentes juegos para ejercitar su ingenio, memoria, concentración y demás habilidades mentales. Y más aún, Internet, con la debida supervisión, ofrece una gama muy amplia de opciones para leer. Utilízalas. Siéntate una tarde a buscar E-books, o libros electrónicos, o páginas con cuentos o poesía para niños, y guárdalas entre tus favoritas para mostrárselas más tarde a tu hijo, o imprímelas en ese momento. Creo que ésta puede ser una buena alternativa al precio excesivo con el que se venden en las librerías.

III.b. MEDIDAS CORRECTIVAS

Bien, pues llegamos al momento en que somos personas adultas, al menos físicamente, y nos encontramos con la necesidad de leer. Si al hacerlo disfrutamos del momento, felicidades, porque el logro de la excelencia empieza por gozar de lo que hacemos, y cualquier deficiencia técnica, si existiera, se arregla con facilidad. Pero, si por el contrario, leer es para nosotros un castigo, lástima, porque difícilmente podremos cambiar esa percepción. Si de jóvenes no logramos descubrir el placer que existe en la lectura, menos lo haremos ahora. Como la piel, con los años nuestra sensibilidad se va perdiendo, se arruga, y poco a poco va cerrando sus poros a nuevas experiencias. Si nunca aprendimos a alimentarla y a cuidarla, ahora, lo que alguna vez fue motivo de orgullo por su firmeza y textura, su aspecto rígido y acartonado nos inducirá a esconderla. Nos da vergüenza llorar y reímos por compromiso, síntomas de que sus centros nerviosos están cayendo en un irreversible proceso de extinción. Y sin sensibilidad, mi estimado lector, el placer no es posible.

Veremos a continuación algunas ideas y sugerencias para que, independientemente de tus sentimientos hacia la lectura, puedas aprovechar mejor el tiempo que a ella le dedicas.

III.b.1. Objetivos y acercamiento

Antes que nada, debes definir para qué vas a leer, es decir, cual es el objetivo que persigues al dedicarle un determinado tiempo a interpretar lo que dice un texto. ¿Leerás para disfrutar del momento, para informarte o para asimilar los datos y conceptos de la obra? En cada caso existen consideraciones especiales que deberás tomar en cuenta.

III.b.1.a. La lectura de placer

Si bien cuando leemos por el gusto de hacerlo el factor que más resalta es la disposición de tiempo, este hecho no significa que estemos dispuestos a desperdiciarlo. Aún en la literatura habrá obras buenas y malas, unas que nos gusten y otras que nos aburran. Es por ello que antes de empezar un libro tendremos que seleccionarlo con cuidado. Aún en la búsqueda del placer nos obliga la productividad.

Cuando tomamos un libro tenemos dos elementos que nos permitirán determinar qué probabilidades tiene de gustarnos: el autor y el resumen que viene en la contratapa. En la mayoría de los casos esta información será suficiente para determinar si vale la pena dedicarle el tiempo que requiera su lectura. Pero en el resto no basta. Encandilados por la portada, tal vez, o entusiasmados por la recomendación de algún amigo, empezamos con los primeros capítulos y avanzamos esperanzados en que pronto llegará la parte de interés, e incluso llegamos al final, pero nunca la encontramos. Muchas veces leemos “forzados” por la fama del escritor o por el éxito del título, y nos cuesta admitir que no lo entendemos o que no compartimos el gusto de los demás. Si este fuera el caso, no pierdas el tiempo: lee uno o dos capítulos y si no cumplen con tus expectativas, sea quien fuera el autor o la obra, cierra el libro y regrésalo a su lugar. No esperes más. No se trata de hacer un análisis literario para decidir si continúas o no. Recuerda que tú, como lector, también tienes tus derechos:

Los derechos imprescriptibles del lector

1. El derecho a no leer.

2. El derecho a saltarnos las páginas.

3. El derecho a no terminar un libro.

4. El derecho a releer.

5. El derecho a leer cualquier cosa.

6. El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual).

7. El derecho a leer en cualquier sitio.

8. El derecho a hojear.

9. El derecho a leer en voz alta.

10. El derecho a callarnos.

Nota.- Extraído del libro “Como una novela” de Daniel Pennac, 1993, Editorial ANAGRAMA, y que te recomiendo ampliamente. Podrás encontrar algunos capítulos en los apéndices de este libro electrónico.

Ejércelos, no te dejes llevar por la moda. Recuerda que lo que está en juego es algo que una vez perdido ya no se recupera: tu tiempo.

III.b.1.b. Lectura informativa

Cuando leemos para informarnos, lo que hacemos es armar en nuestra mente un índice de conocimientos, es decir, una lista ordenada de conceptos generales con apuntadores a la información detallada. Decía Einstein: “para qué memorizarlo si lo tenemos por escrito”, y tenía razón. Nos gusta un artículo, lo leemos y lo entendemos pero, ¿es necesario que memoricemos su contenido? No. Nos basta saber que existe y dónde podremos encontrarlo. Recibimos un informe, extraemos los datos más relevantes y lo archivamos. Nos pasan un reporte, sacamos las conclusiones y lo guardamos. Visitamos una página de Internet, nos gusta y la ponemos la lista de favoritas. Este mecanismo es el que nos permite tener a nuestra disposición cantidades masivas de información sin necesidad de ocupar recursos cerebrales, que de esta forma podrán ocuparse en otras cuestiones. Si necesitamos el detalle de alguna información, recurrimos a esa lista mental de ideas y una vez localizada recurrimos a la fuente en la que se generó. Por lo tanto, en estos casos serán muy importantes los elementos que nos permitan obtener resúmenes lo más rápida y objetivamente posible.

La lectura informativa está ligada a dos tipos de textos: los impresos por los medios de comunicación, llámense diarios, periódicos, revistas, diccionarios, manuales de referencia, etc., y los que escriben gente como nosotros en cartas, propuestas, informes, correos electrónicos y demás. La diferencia es muy grande. En el primer caso, la información viene clasificada y ordenada, y está estructurada tomando en cuenta la trascendencia de cada una de sus partes. En el otro, es decir, en aquellos en que los textos van dirigidos de persona a persona, éstos no sólo carecen de todo orden temático, sino que, además, en la mayoría de los casos, no cuentan con las consideraciones básicas de sintaxis, semántica, ortografía y redacción.

Para aprovechar el tiempo que le dedicamos a la lectura informativa partiendo de trabajos impresos en publicaciones profesionales, las recomendaciones son sencillas:

1. Revisar el índice.

2. Leer encabezados, subtítulos, gráficas e imágenes.

3. Leer el primer párrafo del texto que describe el tema.

Terminado este punto, tendremos una idea muy clara del contenido y con ello los elementos que nos permitan decidir si le dedicamos más tiempo a la lectura del resto o no.

Pero cuando leamos textos que nos dirija otra persona, tendremos que ser más cuidadosos. Los únicos datos que podremos tomar con la seguridad de entenderlos con rapidez son la fecha y la firma. Para todo lo demás necesitaremos otra estrategia. Dado lo mal que, en términos generales, escribe la gente, la única forma de enterarnos de su contenido será leerlo en su totalidad con todo el detenimiento posible. Recuerda que una cosa es lo que queramos escribir, otra lo que escribimos y otra lo que nos entienden. Sólo cuando coincidan las tres habremos logrado la comunicación correcta. Podríamos recomendar las técnicas de lectura rápida para estos casos, pero para ello sería necesario que, al menos, las palabras se emplearan en su sentido correcto y que estén escritas tomando en cuenta las reglas ortográficas, lo que difícilmente sucede.

III.b.1.c. Lectura para el análisis y asimilación.

Cuando leemos para aprender el detalle de un texto, el factor que determinará el aprovechamiento del tiempo será la concentración. Y esto no es más que la capacidad de circunscribir nuestro pensamiento a un tema determinado aislándonos de interferencias tanto externas como internas. La concentración es un proceso similar al sueño. Nuestros sentidos no dejan de emitir señales al cerebro, sin embargo, éste responderá sólo a aquellas que reúnan ciertas características de intensidad y forma. Una madre, por ejemplo, podrá dormirse profundamente aún y cuando en el ambiente haya ruido, para otros insoportable, pero despertará si su bebé tose o se queja emitiendo sonidos imperceptibles para los demás. La concentración no depende de los estímulos externos o internos que llegan a nuestro cerebro, sino de la capacidad de seleccionar a cuál de ellos le responde.

Esa capacidad de aislamiento estará determinada, en la mayoría de los casos, por el interés natural que sintamos hacia determinado tema. Aquello que nos apasione, provocará que una gran parte de los recursos intelectuales los destinemos a analizar la información y a relacionarla con experiencias previas, para así almacenarla en las capas más profundas de nuestra mente, consolidándola como recuerdo. Este proceso necesita que una gran cantidad de sangre se concentre en el cerebro, debiendo disminuir su circulación por los centros que controlan los sentidos limitando de esa forma sus niveles de percepción. Es por ello que durante periodos prolongados de concentración, los ruidos o los movimientos alrededor nuestro no nos afectan, y al terminar sentimos la cabeza caliente y puede verse enrojecida. Pero el problema es que no siempre nos apasionamos o, incluso, interesamos por lo que tenemos que estudiar. Es más, podríamos decir que son pocas las veces en que eso sucede, lo cual nos lleva a hacernos una pregunta trascendental:

- ¿Podemos asimilar un texto sin necesidad de concentrarnos?

No, definitivamente la respuesta es: no. Si no logramos relacionar la información que estamos leyendo con experiencias previas, no tendremos los elementos básicos para encontrarla cuando la necesitemos. Es como si arrojáramos toneladas de libros a una bodega sin orden o control alguno. La información estaría allí almacenada pero no sabríamos por dónde empezar a buscarla. Eso es lo que hacemos cuando leemos sin concentrarnos.

- Entonces, ¿que hacemos cuando no exista una motivación natural hacia el tema que debemos estudiar? ¿Qué podemos hacer para concentrarnos?

Bueno, partamos de algunas reglas básicas, como ubicarnos en un lugar cómodo, tranquilo, bien ventilado e iluminado, sentarnos ante una mesa amplia en la que podamos distribuir el material de estudio de forma tal que todo nos quede a la mano, no ingerir bebidas o sustancias excitantes o tranquilizantes, etc. Ya sé que todos, con seguridad, las hemos escuchado antes, pero no por ello dejarán de ser válidas. Un medio ambiente agradable siempre será un buen punto de partida, aunque sabemos que muchas veces no es suficiente. Veremos, por lo tanto, algunas recomendaciones para incentivar el proceso intelectual que nos permita establecer mecanismos ágiles y confiables para el almacenamiento y recuperación de la información:

1. Define con anterioridad qué es lo que buscas en el texto: aprenderte fechas, lugares, personajes, procesos o situaciones, sacar un resumen general, analizar su estructura literaria, etc.

2. Piensa para qué te va a servir. Tal vez lo que debas aprenderte no te llame la atención en sí mismo, pero podría significar una de las partes que te estaba haciendo falta en otro proceso de máximo interés para ti.

3. Pregúntate en cada párrafo como encaja lo que acabas de leer con lo que ya sabes. Leer nos permite confirmar nuestros conocimientos y aprender cosas nuevas. Al establecer la diferencia habremos logrado conectar todo aquello que no sabíamos con experiencias previamente adquiridas, con lo cual tendremos los elementos de búsqueda necesarios para un acceso rápido y seguro.

4. Resume mentalmente cada párrafo con una frase. Esto te obligará a razonar lo que acabas de leer. Esta técnica, que se conoce como “resumen conceptual”, te permitirá leer nuevamente el texto siguiendo tus propias palabras, logrando así una asimilación mucho más rápida de la idea que pretendía transmitir.

Todos estos puntos requieren de práctica. No se logran de la noche a la mañana. Tal vez pienses al principio que estás leyendo muy despacio, pero recuerda que cuando los domines estarás en capacidad de aprenderte cualquier texto en una o dos leídas como máximo.

III.b.2. El vocabulario

Sea cual fuere el objetivo que persigas al leer, entender el significado de las palabras se impone como requisito básico, sobre todo si lo queremos hacer con fluidez. Es por ello que ampliar nuestro vocabulario será fundamental para aprovechar el tiempo que le dediquemos a la lectura. He aquí algunas recomendaciones importantes en este sentido:

1. No dejes pasar palabra alguna sin estar seguro de su significado. Si tienes duda, investígalo. Con seguridad te servirá más tarde.

2. Siempre que leas, ten un diccionario a la mano, ya sea técnico, si tu profesión te lo exige, o del idioma en general. Esto agilizará el aprendizaje de palabras nuevas.

3. Pon en práctica las palabras que vayas aprendiendo. Sólo así no se te van a olvidar.

4. Fíjate como meta conocer el significado de, al menos, una palabra por día.

Un vocabulario amplio no sólo te permitirá comprender mejor y más rápido lo que leas sino que, además, te servirá para expresar tus ideas de una manera más clara y precisa.

III.b.3. Lectura silenciosa

La enseñanza de la lectura en la educación primaria centra su estrategia en la voz, es decir, en escuchar al alumno para saber si lo está haciendo correctamente o no. Bien visto, tiene sentido, sobre todo en los primeros años en los que la supervisión de los mayores es tan importante. El problema es que en los años subsecuentes siguen insistiendo en que se lea en voz alta. Por supuesto que es importante saber si están dándole la entonación adecuada, si están respetando la puntuación o incluso si no tienen problemas de dicción, pero todo esto sería válido si la lectura se ejerciera única y exclusivamente en público y no a nivel personal. Actualmente los muchachos encaran la lectura no como un ejercicio intelectual sino como un discurso hacia sí mismos, y en ello están sufriendo un vicio que provoca que lean hasta cuatro veces más lento de cómo lo harían si lo hicieran mentalmente. Ese típico murmullo que se escucha en una biblioteca, en donde el silencio debiera ser absoluto, se debe a todas aquellas personas que leen hablando.

Pero, a parte de la velocidad, ¿cuál sería el problema? ¿Qué tiene de malo leer despacio? Bueno, yo diría que mucho. El efecto de leer con lentitud no es solamente que nos vamos a tardar más en terminar un texto, sino que, además, la comprensión del mismo será mucho más pobre. Cuanto más lento leamos más fácil será perder la ilación de las ideas. La percepción de que para comprender mejor debemos disminuir la velocidad es completamente falsa.

La velocidad sí tiene mucho que ver con la comprensión, por lo que, si quieres mejorar en este sentido, haz un esfuerzo por no repetir las palabras que leas en tu mente, y mucho menos con tu boca. Al principio te costará un poco, pero cuando lo logres habrás dado un paso muy importante hacia la productividad en la lectura.

III.b.4. Lectura veloz, rápida y comprensiva.

Estas técnicas, también conocidas como lectura dinámica, fueron desarrolladas a mediados de los años 50´s en los Estados Unidos, y parten de la idea de que nuestra mente puede interpretar cualquier detalle de lo que la vista abarca en cada movimiento ocular, dándonos la capacidad de asimilar bloques completos de palabras cada vez que nuestros ojos se muevan sobre un texto. Esto, por supuesto, incrementa la velocidad de lectura, pero además, mejora la comprensión. Los procedimientos tradicionales de lectura dejan, entre palabra y palabra, grandes espacios de tiempo ocioso que nuestra mente utiliza para desviarse hacia el primer estímulo exterior o preocupación interior. Con las técnicas de lectura por bloques de palabras, fundamento de la lectura dinámica, aprendemos a tomar directamente del texto, el sentido de cada frase, disminuyendo las posibilidades de distracción y aumentado las capacidades de concentración.

El aprendizaje de estas técnicas se ha visto favorecido últimamente con la aparición de programas para computadoras, como el ReAd 21, que en tan sólo cinco horas, una por día, le permite al usuario mejorar su velocidad y comprensión de lectura dos, tres y más veces de la que tenía originalmente. Hemos incluido dentro de los apéndices de este libro toda la información relacionada con este software, incluyendo su fundamentación teórica y conceptual, para que puedas leerlo con detenimiento, pero, con la idea de que puedas iniciarte ahora en este tipo de técnicas y, con el tiempo y el ejercicio, ponerlas en práctica, te explicaré otras formas de aprenderlas.

III.b.4.a. Ampliar el rango visual

“Toda palabra que podamos visualizar es susceptible de ser interpretada” ¿Te parece correcta esa aseveración? Bien, abre entonces un libro, ponlo delante de tus ojos y fija tu vista en el punto medio de las dos páginas, a lo largo y a lo ancho. Ahora trata de leerlas, empezando por el extremo superior izquierdo, sin mover tu vista del centro. ¿Difícil, no? Lógico, porque si bien nuestro campo visual es muy amplio y capta todas y cada una de las palabras, nuestra mente está “entrenada” para interpretarlas sólo cuando la atención se fija en una de ellas. ¡Imagínate qué desperdicio!

Uno de los secretos de la lectura rápida está precisamente allí, en la amplitud de nuestro rango visual y mental, y para conseguirlo te pondremos algunos ejercicios que te permitirán agrandarlo al tamaño que tu decidas.

En la primera lección vas a empezar con bloques de número y letras. Fija tu vista en el asterisco que aparece arriba de cada uno de ellos y trata de visualizar las tres letras ubicadas, cada una, a la izquierda, al centro y a la derecha. Por ejemplo, en el siguiente bloque deberás identificar las letras S, M y J:

*

S90383578M85848383J

III.b.4.b. Comprensión instantánea de frases

Una vez que tu visión periférica se haya ampliado, trataremos de que aprendas a comprender cada bloque casi en forma simultánea al momento en que lo tengas ante tus ojos.

En los ejercicios de este tipo, reemplazamos los números y las letras por frases, que no tendrán relación alguna entre sí. Aquí deberás fijar tu vista en el asterisco y tratar de visualizar cada bloque como un conjunto, no como una sucesión de palabras. Cuando lo logres, cada frase se convertirá, prácticamente, en un ideograma, es decir, en un símbolo con un significado único. Ejemplo:

*

Hombres necios que acusáis a la mujer

III.b.4.c. Comprensión global

Llegado este momento, ya estarás en condiciones de poner en práctica la técnica de lectura por bloques para leer textos completos. Nosotros tenemos identificadas dos modalidades de lectura: por columna, es decir la que se lleva a cabo para leer diarios, periódicos, revistas, etc., y por página completa, que es la que utilizamos para libros, documentos, manuales, etc. La diferencia entre ambas radica en la secuencia de lectura. Cuando leemos por columna, cada bloque es un línea que iremos leyendo uno a uno de arriba hacia abajo. Al terminar la primera continuamos con la siguiente a mano derecha y procedemos de la misma forma, y así sucesivamente hasta terminar el texto. Ejemplo:


___1___ ___5___

Estoy sentado junto a la comenzaron a armar el gran

___2___ ___6___

alcantarilla aguardando a que alboroto y no pararon de

___3___ ___7___

salgan las ranas. Anoche, cantar hasta que amaneció.

___4___

mientras estábamos cenando,

Al leer por página completa tendremos que dividir visualmente cada línea en dos, de manera que la secuencia de lectura empezaría por la parte izquierda y seguiría por la derecha de la misma línea, para continuar con la siguiente de la misma forma y así, sucesivamente, hasta el final del texto. Ejemplo:

_____1_____ _____2_____

Este apodo no tiene la malicia que las / gentes imaginan, y va usted a saber su /

_____3_____ _____4_____

origen: Como todos los niños pobres, / yo no tuve juguetes costosos ni /

_____5_____

diversiones presumidas. /

Comprendidos ahora los principios básicos de la lectura dinámica, podrás pasar al APÉNDICE I: LECCIONES para ponerlos en práctica.

III.b.4.d. Preguntas más frecuentes sobre la lectura dinámica

Pregunta.- ¿No es preferible leer con lentitud para entender mejor?

Respuesta.- Hagamos un ejercicio simple. Tomemos un párrafo cualquiera y tratemos de leerlo a una velocidad de una palabra por minuto. ¿Crees tú que entenderíamos algo? Estoy seguro que no. Y eso sucede porque perderíamos la ilación de la lectura. Los textos se convierten en una serie de palabras aisladas colocadas una al lado de la otra, sin coherencia alguna. Las técnicas tradicionales de lectura, es decir, las que toman palabra por palabra, funcionan correctamente cuando aprendemos a leer a los cinco o seis años. El problema es que crecemos, nuestro cerebro se desarrolla muchas veces más, y seguimos leyendo como cuando éramos niños. Al leer de esa manera siendo adultos estamos desperdiciando grandes capacidades de nuestra mente. La lectura dinámica no es una forma de leer más rápido, sino de leer mejor.

Pregunta.- ¿No se pierde el goce por la lectura leyendo tan rápido?

Respuesta.- En primer lugar debemos entender a la lectura dinámica como a un automóvil. Aún y cuando éste pudiera tener la potencia para ir a 220 Km. por hora, difícilmente se nos ocurriría llegar a ese límite dentro de la ciudad. Habrá lugares donde podremos ir rápido y otros en los que deberemos ir despacio. Así, conociendo las técnicas de la lectura dinámica, la velocidad se puede regular de acuerdo al texto que uno tenga enfrente. En algunos casos son las palabras, y su relación con el argumento, las que le dan relevancia a una obra, como por ejemplo la poesía, u otros en los que, por la complejidad de su contenido, necesiten de análisis más pausados. Pero, ¿qué porcentaje del tiempo total que le dedicamos a la lectura representan estos casos? En términos generales, a menos que nuestra actividad diaria así lo exija, la mayor parte de lo que leemos tiene como objetivo principal adquirir información, es decir, percibir y asimilar las ideas que otros pretenden transmitirnos, y es aquí donde la velocidad adquiere su importancia. Al momento de abrir un libro deberemos preguntarnos qué es lo importante en él: sus palabras o sus ideas, y allí tomar una decisión. Sólo quien no tenga opciones no podrá hacerlo. La lectura dinámica no es más que una herramienta. Dependerá de ti cómo usarla.

Pregunta.- Si yo leo a gusto con las técnicas tradicionales de palabra por palabra, ¿para qué debería aprender las de lectura dinámica?

Respuesta.- Si podemos caminar, ¿para qué se inventaron los automóviles? Si podemos sumar, ¿para qué existen las calculadoras? Si podemos hacer manualmente cada una de sus funciones, ¿para qué utilizamos las computadoras? La vida modernas, nos guste o no, exige eficiencia e, insisto, de eso se trata la lectura dinámica. Podemos seguir leyendo como cuando teníamos cinco años y nadie podrá reclamarnos algo, pero, si la vida está compuesta de tiempo, ¿no te daría lástima desperdiciarlo?

IV. DESPEDIDA

Bien, pues he concluido. Lo que he expuesto aquí es mi percepción de la lectura en nuestro mundo, a finales del siglo veinte. Todo lo que has visto ha sido el producto de muchos años de trabajo. Debo confesarte que cuando lo vi terminado y resumido en estas pocas páginas me dio tristeza. ¿Será tan poco lo que aprendí en todo ese tiempo? No lo sé. Dependerá de ti la respuesta. Lo que me consuela, fuera de toda duda, es la certeza de un esfuerzo honesto por aportar algo positivo a nuestra sociedad, y el hecho irrefutable de que, independientemente de los resultados, en su desarrollo he vivido una extraordinaria experiencia. Gracias por permitírmelo.

Eduardo Rhó

APÉNDICE I: LECCIONES

EVALUACIÓN INICIAL

A continuación encontraras un texto. Léelo lo más rápido que puedas tratando de asimilar todo. Antes de empezar toma la hora, prestándole atención a los minutos y segundos.

Toma el tiempo inicial: _______

“La isla del tesoro” por R.L. Stevenson

(Fragmento)

Sería la una y media de la tarde cuando los dos botes de La Española se fueron a tierra. El capitán, el caballero y yo estábamos discurriendo acerca de la situación, en nuestra cámara de popa. Si hubiera soplado en aquellos momentos la brisa más ligera, hubiéramos ca¡do, por sorpresa, sobre los seis rebeldes que se nos había dejado a bordo, hubiéramos levado anclas y salido a alta mar. Pero el viento faltaba de todo punto, y para completar nuestro desamparo, vino Hunter a traernos la nueva de que Hawkins se había metido en uno de los botes y marchándose con los expedicionarios de la isla.

Jamás nos ocurrió poner en duda la lealtad de Hawkins; pero sí nos pusimos en alarma por su vida. Con la excitación en que aquellos hombres se encontraban, nos parecía que sólo una casualidad podía hacer que volviésemos a verle vivo. Corrimos sobre cubierta. El calor era tal que la brea que unía la juntura de los tablones comenzaba a burbujear, derritiéndose; el nauseabundo hedor de aquel sitio me ponía verdaderamente malo, y si alguna vez hombre alguno absorbió por el olfato lo gérmenes de mil enfermedades infecciosas, ese fui yo, sin duda, en aquel abominable fondeadero. Los seis sabandijas estaban sentados en proa, refunfuñando, a la sombra de una vela. Hacia la playa, podíamos divisar los botes, sujetos a tierra, y a un hombre de los de Silver, sentado en cada uno de ellos. Uno de aquellos dos conjurados se divertía silbando el Lilibullero.

Esperar era una locura, así que decidimos que Hunter y yo iríamos a tierra en el serení en busca de informes y para explorar el terreno. Los botes se habían recargado sobre su derecha, pero Hunter y yo remamos recto en dirección de la estacada marcada en nuestro mapa. Los centinelas y los guardianes de los esquifes parecieron desconcertarse un tanto con nuestra aparición. El Lilibullero cesó de oírse y pude ver a ese par de alhajas discutiendo lo que debían hacer. Si se hubieran marchado para avisar a Silver lo que ocurría, abandonando sus botes, es claro que las cosas hubieran pasado de muy distinta manera; pero supongo que tenían sus órdenes, y, en consonancia con ellas, decidieron permanecer tranquilamente en donde estaban, y muy luego oímos que la música del Lilibullero comenzaba de nuevo.

Había en aquel punto una ligera curva en la costa y yo no perdí tiempo, remando, cuan fuertemente pude, para ponerla entre los hombres de los esquifes y nosotros, de tal suerte que, antes de que llegásemos a tierra, ya nos habíamos perdido mutuamente de vista. Salté, por fin, a la playa, y púseme a correr tan a prisa como podía atreverme a hacerlo, desplegando sobre mi cabeza un gran pañuelo de seda blanco, para evitar la insolación y con un buen par de pistolas, enteramente listas, por precaución, contra cualquier sorpresa.

No había recorrido aún cien yardas cuando llegué a la estacada.

He aquí lo que había en ella: una fuente de agua limpia y clara brotaba casi en la cumbre de la colina; sobre ésta, y encerrando la fuente, por supuesto, se había improvisado una espaciosa cabaña de postes de madera, de manera de poder encerrar una o dos veintenas de hombres, en caso de apuro, y con troneras para mosquetes por todos lados. Al derredor de esta cabaña habíase limpiado un espacio considerable, y para completar la obra, se había levantado una empalizada bastante fuerte, como de seis pies de elevación, sin ninguna puerta o pasadizo, con resistencia y fuerza para no poderla echar por tierra sino con tiempo y trabajo; pero bastante abierta para que no pudiera servir de parapeto a los sitiadores. Los que estuvieran en posesión de la cabaña podían llamarse dueños del campo y cazar a los de afuera como perdices. Lo que se necesitaba allí era una vigilancia continua y provisiones, porque a menos de una completa sorpresa, los sitiados podían sostenerse muy bien contra un regimiento entero.

Toma el tiempo final: _______

Traduce la diferencia entre el tiempo inicial y final a segundos y utilízala en la siguiente fórmula:

663 x 60

--------------------------- X 100 = Palabras por Minuto

No. de segundos (P.P.M)

Toma nota del resultado final. Te servirá para evaluar tus avances.

Cada uno de los ejercicios de las tres lecciones que veremos a continuación deberá practicarse no menos de cinco minutos consecutivos, descansando uno antes de pasar al siguiente. En total no deberán excederse los treinta minutos de trabajo por sesión. Como recomendación general, coloca el libro de forma tal que tu mirada se dirija hacia abajo y a una distancia de tus ojos que te permita enfocar cómodamente cada bloque. Esto disminuirá las posibilidades de cansancio visual.

LECCIÓN 1: La técnica de la lectura por bloques

Ejercicio 1: Serie de números y letras

Recuerda que tu vista no debe moverse del asterisco. Concéntrate bien en cada bloque y no pases al siguiente antes de lograr una representación mental nítida de las tres letras. Cuando termines los cinco vuelve a empezar con el primero:

*

D10293848F10293848G

*

E71637589R71637589T

*

Y63758912U63758912I

*

Q94857573W94857573E

*

B75891258G75891258T

Ejercicio 2: Frases al azar

Este ejercicio tiene la finalidad de adiestrar a nuestra mente en la comprensión instantánea de bloques de palabras. Empezando por el primero, fija tu vista en el asterisco, y sin mover tus ojos trata de entender el contenido de la frase que viene abajo. Cuando lo hayas logrado sigue con el bloque de abajo, y así, sucesivamente hasta el último. Repite la misma secuencia, tratando de hacerlo cada vez a mayor velocidad, hasta completar los cinco minutos recomendados.

*

dice. Adiós. Mundos

*

en los caminos tenía mi

*

nuevos, aires nuevos,

*

Adiós. Hermosa palabra

*

Adiós. ¡Cómo es posible

*

en mis años mozos la

*

cuando es uno el que la

*

mencionarla; yo, que

*

yo, que ignoré amistades

*

no recordarla! Yo, que

Ejercicio 3: Comprensión global

El objetivo de este ejercicio es asimilar todo el texto utilizando la técnica de lectura por bloques. De la misma forma que en el anterior, fija tu vista en el asterisco y no leas las palabras. Visualiza el bloque como conjunto. El secreto de esta técnica está en el ritmo. Ve bajando tu vista de asterisco en asterisco lo más rápido que puedas en periodos constantes de tiempo. Si no alcanzaste a entender algún bloque, no te detengas. Sigue con el mismo ritmo hasta el final. Si no comprendiste el texto globalmente, repítelo un poco más despacio.

“Viaje a la luna” por Julio Verne

(Fragmento)

*

-¿Ha visto alguna vez la

*

Luna? -le preguntaba

*

irónicamente un profesor a

*

uno de sus alumnos.

*

-No, señor -respondió el

*

alumno con mayor ironía-.

*

Pero confieso que he oído

*

hablar de ella.

*

Hasta cierto punto la

*

alegre respuesta del alumno

*

podría aplicarse a la

*

mayoría de los seres

*

sublunares. ­Cuántas

*

personas han oído hablar de

*

la Luna... pero no la

*

vieron nunca, por lo menos

*

a través de un anteojo o un

*

telescopio! ­Cuántas no han

*

posado la vista jamás en un

*

mapa de su satélite!

*

Cuando se hecha una hojeada

*

a un mapa selenográfico, en

*

seguida llama la atención

*

una particularidad.

*

Contrariamente a la

*

disposición seguida en la

*

Tierra y en Marte, los

*

continentes ocupan más el

*

hemisferio Sur del globo

*

lunar. Estos continentes no

*

presentan esas líneas

*

terminales, tan limpias y

*

regulares que dibujan

*

América Meridional, África

*

y la península india. Sus

*

costas angulosas,

*

caprichosas y profundamente

*

dentadas, abundan en golfos

*

y penínsulas. Recuerdan en

*

seguida el enmarañado

*

laberinto de las islas de

*

Sonda, las cuales se hallan

*

divididas excesivamente. Si

*

alguna vez existió la

*

navegación en la superficie

*

de la Luna, debió ser

*

extremadamente difícil y

*

peligrosa, y hay que tener

*

compasión de los marinos y

*

los hidrógrafos selenitas;

*

a éstos cuando trazaban los

*

planos de sus accidentadas

*

costas, y a aquéllos,

*

cuando

*

bordaban los fondeaderos

*

peligrosos.

*

También se observar  que

*

sobre el esferoide lunar,

*

el polo Sur es mucho más

*

continental que el polo

*

Norte. En este último no

*

existe más que un ligero

*

casquete de tierras separadas

*

de otros continentes por

*

vastos mares. Hacia el Sur,

*

los continentes cubren casi

*

todo el hemisferio. Por

*

tanto es muy posible que

*

los selenitas hayan

*

enarbolado ya su pabellón en

*

uno de sus polos, mientras

*

los Franklin, los Ross, los

*

Kane, los Dumont d'Urville,

*

y los Lambert no lo hayan

*

conseguido todavía en ese

*

punto desconocido del globo

*

terrestre.

*

En cuanto a las islas, son

*

numerosísimas en la

*

superficie de la Luna. Casi

*

todas oblongas o

*

circulares, y como trazadas

*

a compás; parecen formar un

*

amplio archipiélago como a

*

ese grupo encantador

*

arrojado entre Grecia y

*

Asia Menor, que la

*

Mitología de otros tiempos

*

animó con sus más

*

interesantes leyendas.

*

Evoca, involuntariamente,

*

los nombres de Naxos,

*

Tenedos, Milo, Cárpatos, y

*

los ojos buscan el navío de

*

Ulises y el cliper de los

*

argonautas.

*

Esto, por lo menos, era lo

*

que reclamaba Michel Ardan;

*

era un archipiélago griego

*

lo que veía en el mapa. A

*

la vista de sus compañeros,

*

menos imaginativos, el

*

aspecto de aquellas tierras

*

les recordaba las tierras

*

desmembradas de Nuevo

*

Brunswick y de Nueva

*

Escocia, y allí donde el

*

francés encontraba las

*

huellas de los héroes,

*

aquellos americanos

*

escogían los puntos

*

favorables para el

*

establecimiento de

*

factorías que

*

favoreciesen el comercio

*

y la industria lunar.

Lección 2: Lectura por bloques en columnas

Ejercicio 1: Serie de números y letras

De la misma forma que en la Lección 1, fija tu vista en el asterisco y trata de identificar las tres letras. Empieza por la columna de la izquierda, de arriba hacia abajo, y luego, de la misma forma, con la derecha:

*

J1029384876D1029384876M

*

Q1637589125W1637589125E

*

Y2583547872J2583547872L

*

W9937857593G9937857593I

*

Z3948575738A3948575738Q

*

C1029384876D1029384876W

*

Z3948575738A3948575738Q

*

Y2583547872J2583547872L

*

W9937857593G9937857593I

*

J1029384876D1029384876M

Ejercicio 2: Frases al azar en columnas

Este ejercicio es similar al de la lección anterior, pero ahora lo seguiremos en forma de columna. A partir de aquí los textos ya no tendrán la guía del asterisco arriba del punto medio del bloque. MIRA LOS BLOQUES. NO LEAS LAS PALABRAS. Recuerda repetir la misma secuencia durante cinco minutos, tratando de hacerlo cada vez a mayor velocidad.

ese estado. -Julio -le dijo que

dijo el director con una pluma

sonrisa forzada haciendo que

un gran esfuerzo por sentir a

contener su ira -el empleado

estado de cuenta de que le

nuestro principal objetivo es

cliente estaba mal informado

sumado, y usted quiere que

que con toda calma le dijo

pero como usted sabe, no

las computadoras son tan

humanas como nosotros y,

como tal, pueden saber lo

equivocarse. Le voy a decir

recomendamos unir todos

las nuestras para que no sea

Hizo una pausa, se y se fue

apoyando sus manos sobre

el escritorio e inició lo que a

sistema financiero del mundo

cometiera semejante error

injusticia. Era obvio que la

despedir a Roberto antes

que pelearse con una mujer

empresa transnacional.

que por sus deseos de ir a

escalar posiciones. En el

mejor desarrollando las

sistemas, haciendo que la

programas o resolviendo el

metido entre cables, viendo

circuitos y monitores, o sea

que sentado en esa silla

interminables y que nunca

aburridas juntas en las que

que trataban temas que él

interesaban; pero sus ideas

equivocarse? Yo le voy a dar

responder: ­No tanto por lo

lejos como lo voy a utilizar

mandar yo a usted si no sé

Ejercicio 3: Comprensión global en columnas

En este ejercicio se pondrá en práctica las técnicas de lectura veloz para comprender un texto presentado en forma de columnas. Recuerda: MIRA LAS FRASES, NO LEAS LAS PALABRAS. Hazlo lo más rápido que puedas. Si no entendiste el texto, repítelo un poco más despacio.

“Metamorfosis” por Franz Kafka

(Fragmento)

Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo.

Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor

ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.

-¿Qué me ha sucedido?

No soñaba, no. Su habitación, una habitación de verdad,

aunque excesivamente reducida, aparecía como de

ordinario entre sus cuatro harto conocidas paredes.

Presidiendo la mesa, sobre la cual estaba esparcido un

muestrario de paños -Samsa

era viajante de comercio-,

colgaba una estampa ha poco

recortada de una revista

ilustrada y puesta en un

lindo marco dorado.

Representaba esta estampa una señora tocada con un gorro de pieles, envuelta en una boa también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía contra el espectador un amplio manguito, asimismo de piel, dentro del cual desaparecía su antebrazo.

Gregorio dirigió luego la

vista hacia la ventana; el

tiempo nublado (sentía

repiquetear en el cinc las

gotas de lluvia) infundióle

una gran melancolía.

LECCIÓN 3: Lectura en página completa

Ejercicio 1: Series de números y letras en página completa

Este ejercicio es muy parecido al equivalente en columnas. La única diferencia será la secuencia de lectura. Ahora nuestra vista deberá moverse por los bloques de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Toma en cuenta que los bloques en esta lección serán más anchos que en las dos anteriores.

*

J1029384876D1029384876M

*

Q1637589125W1637589125E

*

Y2583547872J2583547872L

*

W9937857593G9937857593I

*

Z3948575738A3948575738Q

*

C1029384876D1029384876W

*

Z3948575738A3948575738Q

*

Y2583547872J2583547872L

*

W9937857593G9937857593I

*

J1029384876D1029384876M

Ejercicio 2: Frases al azar en página completa

Este ejercicio es igual al que hiciste en el de columnas, pero, como lo mencionamos, la secuencia de lectura variará: de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo.

ese estado. -Julio -le dijo que

dijo el director con una pluma

sonrisa forzada haciendo que

un gran esfuerzo por sentir a

contener su ira -el empleado

estado de cuenta de que le

nuestro principal objetivo es

cliente estaba mal informado

sumado, y usted quiere que

que con toda calma le dijo

pero como usted sabe, no

las computadoras son tan

humanas como nosotros y,

como tal, pueden saber lo

equivocarse. Le voy a decir

recomendamos unir todos

las nuestras para que no sea

Hizo una pausa, se y se fue

apoyando sus manos sobre

el escritorio e inició lo que a

sistema financiero del mundo

cometiera semejante error

injusticia. Era obvio que la

despedir a Roberto antes

que pelearse con una mujer

empresa transnacional.

que por sus deseos de ir a

escalar posiciones. En el

mejor desarrollando las

sistemas, haciendo que la

programas o resolviendo el

metido entre cables, viendo

circuitos y monitores, o sea

que sentado en esa silla

interminables y que nunca

aburridas juntas en las que

que trataban temas que él

interesaban; pero sus ideas

equivocarse? Yo le voy a dar

responder: ­No tanto por lo

lejos como lo voy a utilizar

mandar yo a usted si no sé


Ejercicio 3: Comprensión global en página completa

En este ejercicio pondremos en práctica la lectura veloz para asimilar textos escritos en página completa como: libros, manuales, documentos, etc. Como ayuda hemos dividido cada línea en dos, separándola con diagonales, y arriba de cada parte colocamos un número que se refiere a la secuencia que deberás seguir.

“Adiós Federico” por Eduardo Rhó

(Fragmento)

____1____ ____2____

Adiós. Hermosa palabra cuando es uno el que la dice. / Adiós. Mundos nuevos, aires nuevos, sueños nuevos:

____3____ ____4____

libertad. Adiós. ¡Cómo es posible no recordarla! / Yo, que en mis años mozos la repetía cada mañana; yo, que

____5____ ____6____

ignoré amistades y amoríos, riquezas y nostalgias / sólo por mencionarla; yo, que en los caminos tenía mi casa,

____7____ ____8____

mi refugio, mi paraíso, mi campo de batalla, mi razón de ser; / yo, que siempre tuve al mundo por patria; sí, yo,

____9____ ____10____

el mismo yo, sumergido ahora entre estas cuatro montañas, / ignorado por todos, empapado de odios, curtido

____11____

de rabias; sí, yo Federico, ¡¿cómo pude olvidarla?! ...

RECOMENDACIONES

Como habrás visto, cada modalidad de lectura tiene consideraciones especiales, pero existen varias reglas muy importantes que aplican sea cual fuere el caso:

1. Empieza con textos sencillos en cuanto a tema y estilo, para aumentar de complejidad poco a poco.

2. No te detengas aún y cuando no hubieras entendido el bloque. Si por ello el texto perdió su sentido, repite la lectura en su totalidad. Recuerda que estás aprendiendo. No es el momento de preocuparte por la velocidad todavía.

3. Mantén un mismo ritmo de lectura. Tus ojos deberán moverse de bloque en bloque en periodos de tiempo similares. Si sentiste no haber entendido el texto en su totalidad, disminúyelo, pero si no, auméntalo. La única manera de avanzar es forzando a tu mente. Trata siempre de mantenerte en el límite de tu velocidad y tu comprensión.

4. Practica todo lo que puedas. Trata de aplicar estas técnicas en cualquier texto que llegue a tus manos. Sólo así lograrás la velocidad de lectura y el nivel de asimilación que estés buscando.

Lectura por columna

Toma un periódico y escoge un artículo cualquiera. Con un lápiz traza una línea tenue que divida a cada columna por la mitad. Empieza a leer sin quitar tu vista de esa línea. Cada renglón debe ser considerado como un bloque, por lo tanto, moviendo tus ojos de arriba hacia abajo, rítmicamente, uno por uno, podrás leer todo el texto sin problemas en pocos segundos. Con la práctica, por supuesto, no hará falta dibujar esa línea, ya que tu mente habrá aprendido a establecer el justo medio al momento mismo de visualizar la columna.

Lectura por página completa

Toma un libro y, partiendo del primer capítulo, divide cada renglón en bloques del tamaño que hayas estado practicando. Para ello traza con un lápiz pequeñas diagonales entre palabra y palabra, y rayas horizontales en la parte superior central de cada bloque (recuerda el ejercicio de la Lección 3). Entonces, empieza a leer el texto fijando tu vista únicamente en las líneas horizontales, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Con el tiempo aprenderás a identificar los bloques, y su zona central, casi automáticamente.

EVALUACIÓN FINAL

Ahora veremos tus avances. A continuación encontraras un texto. Léelo lo más rápido que puedas tratando de asimilar todo utilizando las técnicas que acabas de aprender. Antes de empezar toma la hora, prestándole atención a los minutos y segundos.

Toma el tiempo inicial: _______

“El principito” por Antoine de Saint-Exupéry

(Fragmento)

Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer. Aunque me pareciera absurdo, a mil millas de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma. Pero en ese momento

recordé que yo había estudiado sobre todo geografía, historia, cálculo y gramática, y (ya un poco malhumorado) le dije al caballerito que no sabía dibujar. Me respondió:

-No importa. Dibújame una oveja.

Como nunca había dibujado una oveja, rehice para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de hacer. El de la boa cerrada. Me quedé maravillado cuando oí que el caballerito me respondió:

-¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa y un elefante es muy grande. En mi casa todo es pequeño. Yo necesito una oveja. Dibújame una oveja.

Dibujé nuevamente.

Él miró atentamente, después:

-No, ésa ya está muy enferma, Haz otra.

Volví a dibujar.

Mi amigo sonrió gentilmente, con indulgencia.

-Mira bien... No es una oveja, es un carnero. Tiene cuernos. . .

Rehíce otra vez mi dibujo. Pero lo rechazó como los anteriores:

-Ésta es muy vieja. Quiero una oveja que viva mucho tiempo.

Impaciente ya, porque tenía necesidad de comenzar a desmontar mi motor, garabateé este dibujo:

Y le largué:

-Ésta es la caja. La oveja que tú quieres está adentro.

Pero quedé muy sorprendido al ver iluminarse el rostro de mi joven juez:

-¡Exactamente como la quería! ¿Crees que le haga falta mucha hierba a esta oveja?

-¿Por qué?

-Porque en mi casa todo es pequeño...

-Seguramente alcanzará. Te he regalado una oveja pequeñita.

Inclinó la cabeza sobre el dibujo:

-No tan pequeña como ésa... ¡mira! se ha dormido...

Y fue así como conocí al pequeño príncipe.

** FIN DE FRAGMENTO **

Toma el tiempo final: _______

Traduce la diferencia entre el tiempo inicial y final a segundos y utilízala en la siguiente fórmula:

296 x 60

--------------------------- X 100 = Palabras por Minuto

No. de segundos (P.P.M)

Técnicas de lectura rápida




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Enviado por:Eduardo
Idioma: castellano
País: México

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