Literatura


Teatro español desde 1936


EL TEATRO ESPAÑOL DESDE 1936

En el teatro posterior a la guerra pueden reconocerse unas etapas y unas tendencias paralelas a las que observamos en la novela y en la poesía.

Durante los años 40 y parte de los 50 (posguerra) prevalecen las tendencias más tradicionales. Pero, a la vez, se advierte la búsqueda de otros caminos, entre los que resulta sintomático un teatro existencial.

Mediaba la década de los 50, apuesta un teatro realista y social, con propósitos de testimonio y denuncia hasta donde tolera la censura.

A medida que avanzan los años 60 y entrados en los 70, se notará el cansancio del realismo social y se producirán intentos de un nuevo teatro, un teatro experimental, aunque con frecuente carga crítica (y, por amabas cosas, a menudo soterrado).

Finalmente, la implantación de la democracia elimina buena parte de los obstáculos (censura). Pero, paradójicamente, la literatura dramática no florece tanto como se esperaba.

1. El teatro de la posguerra

Al terminar la contiende, unos dramaturgos han muerto (Valle, Lorca…); otros sufren el exilio (Casona, Alberti, Max Aub…); de escaso interés es lo que producen Benavente o Arniches.

En la producción más atendible cabe señalar:

  • Un tipo de alta comedia en la línea del teatro benaventino. En este sector se sitúan Pemán, Luca de Tena, Calvo Sotelo…

  • En el teatro cómico encontramos una de las facetas más interesantes de aquellos años: la línea que va de Jardiel Poncela a Mihura. Jardiel introduce lo inverosímil; su osadía se estrelló con los gustos del público. Semejante será el caso de Mihura, que comienza su trayectoria dramática con “Tres sombreros de copa” (1932), estrenada en 1952: no tuvo éxito con esta obra y decidió hacer teatro comercial. Tanto Jardiel como Mihura han sido considerados precedentes del teatro del absurdo, al menos por la introducción de un humor disparatado y poético.

  • En una línea muy distinta, hay que situar el nacimiento de un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta en una corriente existencial. Dos fechas resultan claves: 1949, con el estreno de “Historia de una escalera” de Buero Vallejo, que nos presenta a tres generaciones de varias familias modestas, con sus sueños o resignación, con sus amores, con sus rencores y sus fracasos… Es el drama de la frustración. Y 1953 en que un teatro universitario presenta “Escuadra hacia la muerte” de Alfonso Sastre, con una orientación dramática decididamente encarada con las inquietudes del momento. En 1950 Buero Vallejo estrenó una tragedia “En la ardiente oscuridad” de compleja significación.

  • 2. El teatro realista de protesta y denuncia

    (Teatro social hacia 1955)

    Pasamos a un teatro social de protesta y denuncia. El teatro de testimonio social tiene como pioneros a Buero y a Sastre, pero aparecerán otros autores que consolidarán el realismo social, aunque tardíamente con respecto a otros géneros.

    • 1960: “Los inocentes de la Moncloa” de Rodríguez Méndez.

    • 1961: “El tintero” de Carlos Muñiz.

    • 1962: “La camisa” de Lauro Olmo.

    • 1963: “Los salvajes en Puente San Gil” de M. Recuerda.

    La temática de estas obras es característica del teatro social. Todas abordan problemas muy concretos: la burocracia deshumanizada (El tintero), las angustias de unos jóvenes opositores (Los inocentes de la Moncloa), la situación de los obreros que se ven forzados a emigrar (La camisa), la brutalidad de unos aldeanos instigados por las fuerzas retrógradas (Los salvajes en Puente San Gil). Lo común sería el tema de la injusticia social y de la alienación. La actitud del autor será de testimonio o de protesta.

    En cuanto a la estética y la técnica, tales obras se inscriben en el realismo. Junto a un realismo directo y elemental (R. Méndez), el autor se apoya a veces en recursos de sainete (Lauro Olmo). Hay recursos esperpénticos en M. Recuerda. En C. Muñiz, en cambio, se observa una realización expresionista de la realidad con fines críticos y cierto simbolismo de aire kafkiano.

    Tanto por su temática como por su actitud, estos autores representan el intento de crear -al margen de los espectáculos de consumo- un teatro comprometido con los problemas de la España en que vivían.

    Buero Vallejo :

    La transición de B. Vallejo hacia un predominio de la intención social estará representada por dos obras: “Hoy es fiesta” (1956) y “Las cartas boca abajo” (1957).

    El predominio del enfoque social en Buero lo vemos en cierto tipo de drama histórico: “Un soñador para un pueblo” (1958), sobre Esquilache, ministro de Carlos III; “Las Meninas” (1960), sobre Velázquez; “El concierto de San Ovidio” (1962), situada en Francia en vísperas de la Revolución; o “El sueño de la razón” (1970), sobre Goya. En estas obras, la anécdota histórica es un pretexto para plantear candentes problemas sociales, sorteando a la censura.

    En cuando a la técnica teatral, esta etapa supone un giro en el arte dramático de Buero; supone el paso de la “construcción cerrada” a la “construcción abierta”; sustitución del espacio escénico realista por un espacio múltiple; construcción más compleja de la acción; rupturas temporales, recursos de participación…

  • La búsqueda de nuevas formas

  • Hacia 1970, otros dramaturgos se lanzan a una renovación de la expresión dramática. Se supera el realismo y se asimilan corrientes experimentales del teatro extranjero: del teatro del absurdo a las propuestas más avanzadas, pasando por Brecht o Artaud. Surge así una nueva vanguardia teatral. Entre sus representantes podemos distinguir dos grupos:

  • Autores coetáneos de los dramaturgos realistas: José Mª Bellido, Francisco Nieva, Martínez Ballesteros…

  • Autores más jóvenes: Martinez Mediero, Luis Matilla, García Pintado.

  • Para casi todos ellos, el camino fue incluso más difícil que para los representantes del realismo social. Nos hallamos ante una nueva corriente de “teatro soterrado”.

    El caso más relevador de esta marginación es Fernando Arrabal, quién optó por irse al extranjero. Entre los que siguieron en España, el único caso de éxito es el de Antonio Gala. Otros accederán al éxito avanzado los años 70, como Martínez Mediero o Francisco Nieva.

    Los rasgos más comunes, de este nuevo teatro, que sigue siendo de protesta y denuncia: su temática gira en torno a la dictadura, la falta de libertad, la alienación… Pero lo nuevo es el tratamiento dramático: se desecha el enfoque realista para sustituirlo por enfoques simbólicos o alegóricos. Se recurre a la farsa, a lo grotesco, a deformaciones esperpénticas. El lenguaje, junto a tonos directos, acude al tono poético. Se cultivan recursos sonoros, visuales, corporales, etc.

    Al hablar de nuevas formas teatrales no podemos olvidar el papel ejercido por los grupos de teatro independiente. La renovación teatral sería inexplicable sin la labor de grupos como “Los Goliardos” o “Tábano” (Madrid) o “La Cuadra”(Sevilla).

    Por su parte, Buero Vallejo, nos ha dado las siguientes obras: “La doble historia del doctor Valmy” (1970); “La fundación” (1974), una de las cimas del autor; “La detonación” (1971), etc.

    En cuanto a los temas, los más destacables son los de contenidos sociales y políticos, de forma ya más explícita.

    En la técnica teatral, Buero ha avanzado con respecto a la etapa anterior. Rasgo primordial es el desarrollo de los llamados efectos de inmersión (recurso de sonidos, de luz o de tramoya).




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    Enviado por:Mayte
    Idioma: castellano
    País: España

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