Religión y Creencias


Santa Catalina de Siena y San Francisco de Asís


<big>SANTA CATALINA DE SIENA</big>
(1347-1380)

En la fiesta de la Anunciación en el año 1347 nació en Siena, "la ciudad de la Virgen", una joven de un atractivo extraordinario y de una gran fuerza de voluntad. En solo 33 años de santidad heroica vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor. Esta alma extraordinaria es conocida en la historia como Santa Catalina de Siena, una de las mas grandes de la Iglesia, y una de las mas fascinantes.

Durante su corta vida convirtió a muchos, de diferentes edades y clases, a una auténtica vida cristiana. Los que la conocían sabían que solo tenían que presentarle a Catalina un pecador, y por su sencilla pero profunda caridad, y por su corazón y personalidad, el pecador era movido a ser otro "catelinato", como le decían a sus seguidores en Siena.


Catalina fue tan inmensamente devota a su Salvador que El fue  el centro de todas sus muchas experiencias místicas. Pero veremos como la santa, tenia una muy tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima, y en un número significante de eventos en su vida, fue en la Madre de Dios que ella buscó su refugio o fue la Virgen la que vino en su ayuda.


Desde niña, empezó a orar a la Reina de Siena, y a menudo se le oía rezar el Ave María bajando las escaleras de su casa. Un día cuando tenía 6 años y mientras caminaba por las calles de Siena con su hermano elevó su mirada y de repente vio al sobre el techo de la Iglesia de San. Domingo, al Rey de Reyes sobre un espléndido trono, vestido como el Papa con su corona Papal; y con el estaban San. Pedro, San. Pablo y San Juan. Jesús mirando con ternura a Catalina, despacio y solemnemente la bendijo, haciendo tres veces la señal de la Cruz sobre ella con su mano derecha, como lo hace un obispo.

Desde ese momento Catalina dejó de ser una niña, se enamoró profundamente de su amado Salvador. "esa visión y esa bendición fueron tan poderosas que después ella no pudo pensar en nada mas que en los ermitaños y en como imitarlos."

El año siguiente, ante un cuadro de Nuestra Señora, se ofreció al Señor que la había bendecido. En este momento tan crucial oró a la Virgen: "¡Santísima Virgen, mira no a mi debilidad, sino dame la gracia de tener como esposo a aquel a quién yo amo con toda mi alma, tu Santísimo Hijo, Nuestro Único Señor, Jesucristo! Le prometo a El a ti, que nunca tendré otro esposo".


Cuando Catalina tenía doce años su familia quería obligarla a contraer matrimonio. Ella, después de consultar con un sacerdote dominico acerca de su voto de castidad y como defenderlo ante esta amenaza, se cortó el pelo, como señal de haber cortado con el mundo. Sus padres hacían todo lo posible por impedir que ella tuviera tiempo de oración y soledad. La pusieron a trabajar a toda hora, tratándola muy mal, como sirvienta de la familia. Catalina humildemente aceptó este rechazo de su familia, y actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret, tomando como a su única madre a la Virgen Santísima.

Sus hermanas y amistades la persuadieron a que participara en sus diversiones y vanidades. Pero pronto se arrepintió y le dolió aquello por el resto de su vida. Lo consideró como la mayor infidelidad a su esposo del cielo de la cual ella fue culpable.   La muerte de su hermana mayor, Bonaventura, ocurrida poco después, confirmó sus sentimientos. 


Con su ejemplo de humildad, obediencia y caridad ante su familia, los conquistó y entonces le permitieron ser miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo y tener un cuarto privado. Allí comenzó a hacer actos de mortificación heroicos. Se alimentaba principalmente de hierbas y vestía con telas muy crudas. Asistía con gran generosidad a los pobres, a los enfermos, consolaba a los presos. Su sometimiento de la propia voluntad al Se;or, aun en sus penitencias, daba verdadero valor a lo que hacía.

Pero sus experiencias místicas no le quitaban las pruebas.  Sufría por su temperamento al que dominaba con gran paciencia y por los baños calientes que le ordenaron los médicos.  En medio de sus dolencias oraba sin ceras para expiar sus ofensas y purificar su corazón. 


En la noche anterior a su profesión en la orden, después de pasar por una severa prueba en la cual el demonio se le apareció como un caballero muy guapo y elegante y le ofreció un traje de ceda con joyas brillantes, Catalina se tiró sobre el crucifijo y gritó: "¡Mi único, mi amado esposo, Tu sabes que jamás he deseado a nadie mas que a ti. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador!".

De pronto, frente a Catalina estaba la Madre de Dios, teniendo en sus manos un traje de oro , y con su voz suave y tierna, la Virgen le dijo: "este vestido, hija mía, lo he traído del corazón de mi Hijo. Estaba escondido en la herida de su costado como en una canasta de oro, y te lo hice con mis propias manos." Entonces con ferviente amor y humildad, Catalina inclinó su cabeza, mientras la Virgen le imponía este vestido celestial".

Por fin, en 1635, a los 18 años (según algunos escritores a los 20), recibió el hábito de la tercera orden dominica.

Durante tres años después de recibir el hábito, Catalina vivió, en la santa soledad de su pequeño cuarto y en su capilla favorita. Allí pasó un entrenamiento estricto basado en la auto-negación y desarrollo espiritual bajo la dirección personal de Cristo y de su Madre. No hablaba sino con Dios, la Virgen y su confesor.


La serpiente, viendo su vida angelical, la asaltaba buscando destruir su virtud. Llenaba su imaginación con las mas sucias representaciones y asaltaba su corazón con las mas bajas y humillantes tentaciones.  Después su alma quedaba en una nube de oscuridad, las mas severa prueba imaginable. Se veía a si misma cientos de veces al borde del precipicio, pero siempre sostenida por una mano invisible.  Sus armas eran la oración ferviente, la humildad, resignación y confianza en Dios. Así venció las pruebas que sirvieron mucho para purificar su corazón.  Nuestro Señor la visitó después y ella le dijo: "¿Donde estabas, mi divino Esposo, mientras yo yacía en tan temible condición de abandono?".  Jesús le contestó: "Estaba contigo". "¡Como!-replico ella- ¡entre las sucias abominaciones en que infectaban mi alma!. El le dice "Eran desagradables y sumamente dolorosas para ti. Este conflicto, por lo tanto, fue tu mérito, y la victoria sobre ellas fue debido a mi presencia."

El enemigo también la invitaba al orgullo, sin escatimar ni violencia ni estrategia alguna para seducirla a sus vicios. Pero la humildad era su defensa. Dios la recompensó con su caridad para los pobres y muchos milagros.


Un día jueves después de que Catalina había orado todo el día con extraordinaria fe, Nuestro Señor se le apareció y le dijo: "Ya que por amor a Mi has renunciado a todos los gozos terrenales y deseas gozarte solo en Mi, he resuelto solemnemente celebrar Mi esposorio contigo y tomarte como mi esposa en la fe".

Mientras el Señor hablaba, aparecieron muchos ángeles, su Santísima Madre, San Juan, San Pablo y Sto. Domingo (ella era de su orden). Y mientras el Rey David tocaba una dulce música en su arpa, nuestra amorosa Madre tomó la mano de Catalina y la puso en la mano de su Hijo. Entonces Jesús, puso un anillo de oro en el dedo de Catalina, y dijo: "Yo, tu creador y Salvador, te acepto como esposa y te concedo una fe firme que nunca fallara.. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe y prevalecerás sobre todos tus enemigos".


Con la fortaleza recibida del Señor, Catalina continuó creciendo en su fervor y efectividad en el  apostolado, primero entre la gente de Siena, luego en Pisa, en Florencia, y eventualmente en las ciudades Papales de Avignón y Roma. Catalina fue atrayendo a un grupo de devotos amigos. Todos sus discursos, acciones y hasta su silencio inducía al amor a la virtud.  Según el papa Pío II, nadie se acercó a ella que no se fuera mejor.

Estableció una inspiradora correspondencia que alcanzó seis volúmenes. Comenzaba todas sus cartas con estas palabras: "En el nombre de Jesucristo Crucificado y de la dulce María".

Santa Catalina llegó a influenciar a dos papas, numerosos prelados y religiosos. Mas que ningún otro factor, fueron las oraciones y sacrificios de esta joven esposa de Cristo, las que le permitieron ser instrumento de mensajes divinos que llegaron a ser escuchados por el  papa.


Nannes, un poderoso personaje, fue llevado ante la santa.   Nada de lo que ella le decía parecía tener efecto. Entonces Catalina hizo una pausa repentina para ofrecer oraciones por el.  En ese mismo instante el joven comenzó a llorar, profundamente convertido.  Se reconcilió con sus enemigos y se dedicó a la penitencia.  Cuando mas tarde Nannes tuvo muchas calamidades temporales, la santa se alegraba entendiéndolo como para su bién espiritual. "Dios purgó su corazón", dijo Catalina, "del veneno con que estaba infectado por su gran apego a las criaturas".  Nannes dio a Catalina una mansión la cual ella, con la aprobación del papa, convirtió en un convento. 

Fueron muchas las conversiones impresionantes que se lograron por su mediación. Entre ellas, durante la pestilencia de 1374, en la que sirvió a los enfermos, las de dos santos dominicos, Raimundo de Capua y Bartolomé de Siena.  Los pecadores mas empecinados se ablandaban ante el poder de sus exhortaciones. 


Catalina tenía gran compasión por los enfermos y los atendía con esmero. En una visita a Pisa, enviada por sus superiores, sanó a muchos enfermos y aún a mas almas.


Como Catalina dedicaba toda su vida enteramente al servicio del Crucificado y de su dulce Madre, ésta a menudo venía en su auxilio. En ocasiones en que Catalina tenía entre manos la conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza a la Madre de Misericordia. A través de la Virgen Santísima logró la gracia de la resignación y de la paz para un joven condenado a la decapitación y pudo estar con el hasta el final.

"Esperé por el en el lugar de la ejecución, esperé en oración continua y en la presencia de María y antes que el llegase, puse mi cabeza sobre el ladrillo y oré suplicándole al cielo, repitiendo: "¡María!". Quería obtener la gracia de que ella, en el último momento, le diera luz y paz. Y María no me defraudó".


En al menos dos ocasiones Catalina recibió ayuda sobrenatural de parte de la Virgen cuando preparaba comida para los demás. Una vez cuando estaba horneando pan para su familia, la otra vez fue durante una epidemia, donde por la misma cantidad de harina que tenían todos los demás, logró sacar cinco veces mas pan.

No debemos olvidar que Jesús le concedía tanto porque ella por su parte era siempre fiel, presta para sufrirlo todo y pasar las mayores pruebas por Su amor.

El mayor de los milagros posiblemente fue su paciencia ante los severos ataques y reproches aun de personas desagradecidas que ella había beneficiado con sus servicios. Así fue el caso de una mujer leprosa a quién todos habían abandonado y que Catalina cuidó con esmero. Su cuidado continuó igual a pesar de los insultos de la mujer.   Atendió a otra mujer cancerosa.  Por mucho tiempo Catalina vencia su natural desagrado y chupaba y vestía sus llagas. Esta sin embargo publicó contra Catalina   las calumnias mas infames, las que fueron secundadas por una hermana del convento. Catalina sufrió en silencio la persecución violenta. y continuó con afecto sus servicios hasta que con su paciencia y oración obtuvo de Dios la conversión de ambas.


Esteban fue uno de los discípulos mas cercanos a Catalina. Hijo de un senador de Siena, este noble había sido reducido a ruina por sus enemigos. La santa le enseño el camino del Evangelio y la renuncia a las cosas del mudo. Se hizo secretario de la santa y compiló sus palabras y cartas. Fue su compañero en los viajes a Avignón, Florencia y Roma.  Mas tarde, por consejo de la santa, Esteban se hizo monje Cartujo. Asistió a la santa en su muerte y escribió su vida.


Fue en el "día de María", como Catalina llamaba al sábado, que empezó a escribir su famoso "Dialogo", un tratado inspirado sobre las virtudes cristianas.


Catalina había orando por muchísimo tiempo para conseguir un buen confesor y director espiritual. Ella, como todos los santos, comprendía la importancia de ser guiada por un santo pastor de almas. Un día, durante la misa en la iglesia dominica de Santa María Novella, en Florencia, le pareció a la santa que la Virgen estaba de pie a su lado y le indicaba un sacerdote para que fuera su guía: el Padre Raimundo de Capua. Este se convirtió en el director espiritual de Catalina. Después de muchos años de una relación muy fructífera, le llamo: "mi Padre y mi hijo, quien mi dulce Madre María me regalo". El por su parte creció mucho espiritualmente gracias por la inspiración de la santa y ha sido beatificado.


En 1375 Florencia, Perugia, una gran parte de la región Toscana de Italia y hasta de los Estados Pontificios, entraron en liga contra la santa cede. El corazón de Catalina, que tres años antes había profetizado estos eventos, se traspasó de dolor.   Por sus oraciones y esfuerzos, muchas ciudades, entre ellas Arezzo, Lucca y Siena se mantuvieron fieles al papa. 

El papa Gregorio XI que residía en Avignón, al no conseguir nada con sus cartas a Florencia, envió un ejército a esta ciudad.  Las divisiones internas causaron que los florentinos buscaran reconciliación.  Le pidieron a Santa Catalina que fuera mediadora. La santa llegó a Avignón el 18 de Junio de 1376.  El papa se reunió con ella y con gran admiración por su prudencia y santidad, le dijo: "No quiero otra cosa sino paz. Pongo este asunto enteramente en tus manos".

El papado se encontraba en Avignón, (hoy parte de Francia), desde el 1314, cuando fue electo un francés Papa Juan XXII. Sus sucesores también vivieron en Avignón.  El papa es el obispo de Roma, por lo que los romanos protestaban que su obispo los había abandonado por setenta y cuatro años y amenazaban con un cisma. Gregorio XI había hecho un voto secreto de regresar a Roma, pero no se decidía al notar la resistencia de su corte. 

Aprovechando la presencia de Catalina en Avignón, le consultó el caso.   "Cumpla lo que le ha prometido a Dios", fue la respuesta de Catalina. La santa recibió del Señor la certeza de que el papa debía regresar a Roma y aquél fue el momento en que se lo pudo comunicar.  El papa, sorprendido de que supiese por revelación lo que el no había confiado a nadie,  decidió cumplir con su traslado a Roma. Catalina le escribió en varias ocasiones animándole a apresurar su retorno a Roma.   El papa salió de Avignón el 14 de Septiembre de 1376.

No tardaron en aparecer las envidias y las preguntas farisaicas de los que deseaban atrapar a la santa. Pero se quedaban asombrados ante sus respuestas a las preguntas mas difíciles sobre la vida interior y otros temas.  Por otro lado, los florentinos continuaban en sus intrigas contra el papa por lo que este envió a Catalina a vivir en esa ciudad. Allí sufrió muchísimo y en varias ocasiones peligraba su vida.  Pero al final, en 1378, logró la reconciliación de esta ciudad con el sucesor de Gregorio, el Papa Urbano VI.


En seguida Catalina volvió a Siena para continuar su vida solitaria de oración intensa. Algunas de sus meditaciones fueron recogidas en el tratado Sobre la Providencia.

Por años vivió en abstinencia rigurosa, de tal manera que prácticamente se alimentaba solo de la Eucaristía. En una ocasión ayunó desde el miércoles de ceniza hasta el día de la Ascensión, recibiendo solamente la Sagrada Hostia. 


En una visión, El Señor le presentó dos coronas, una de oro y la otra de espinas, invitándola a escoger la que mas le gustara. Ella respondió: "Yo deseo, oh Señor, vivir aquí siempre conformada a tu pasión y a tu dolor, encontrando en el dolor y el sufrimiento mi respuesta y deleite."  Entonces, con decisión tomó la corona de espinas y la presionó con fuerza sobre su cabeza.


Dos veces, en fiestas litúrgicas especiales, la Virgen le ayudó milagrosamente. Durante una Misa de año nuevo, Catalina estaba tan sobrecogida por la emoción, que cuando se puso de pie para ir a recibir comunión estuvo a punto de caer. La Virgen, con sus manos tiernas y al mismo tiempo fuertes, la sostuvo hasta que se recuperó.

Un día de la Asunción, que tradicionalmente era la fiesta mas grande del año en Siena, la ciudad de la Virgen, Catalina estaba muy enferma en cama, y deseaba intensamente por lo menos poder ver la catedral. De pronto se encontró en el atrio de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, y pudo caminar perfectamente y participar en la Misa solemne dedicada a la Virgen.


Catalina tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras oraba con sus hermanas de la tercera orden en la Iglesia de San. Domingo, se le concedió una visión muy impresionante: La Virgen María de rodillas adorando en oración ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Catalina estaba tan sobrecogida que suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al Niño por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomo el Niño y se lo entregó a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo beso y le susurró en el oído los nombres de todos sus  seres queridos.

Poco antes de morir, en el adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de adviento y de la fiesta de la Navidad, que visites el pesebre donde posa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María, una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que vestir al Hijo de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz."


En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir Gregorio XI, el papa Urbano VI fue electo. Mas tarde muchos cardenales declararon la elección nula y eligieron un nuevo papa, Clemente VII. Con el, se fueron a Avignón.

Santa Catalina sufrió muchísimo por Jesús y su Iglesia.  Escribió a los cardenales y príncipes de varios países implorándoles que reconozcan al papa Urbano y así acabar con el cisma. También escribió al mismo papa Urbano exhortándole a dominar su difícil temperamento que había sido en parte causa de la división. El papa la escuchó y le pidió ir a Roma para ayudarle a persuadir a los cismáticos. Trabajando en esa misión en Roma, la santa se enfermó y murió el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años.

Fue enterrada en Roma, en la iglesia de Minerva, donde hoy día puede visitarse su cuerpo que yace bajo el altar tras un panel de cristal.  Su cabeza está en la iglesia de Sto. Domingo en Siena, en cuya ciudad también se puede visitar su casa, ver sus instrumentos de penitencia  y otras reliquias.

Para apreciar la vida de la santa, tan engalanada con dones extraordinarios, no podemos olvidar su incondicional amor a la cruz.  Tuvo grandes y prolongados sufrimientos, tanto los físicos como los del corazón.  Cuando se ama mucho se sufre por el amado. Ella sufría las ofensas contra Jesús, contra Su Madre, contra la Iglesia, contra los pobres. Sufría por los pecadores.  Aunque muchos la admiraban, muchos también la tildaban de farsante y la hacían sufrir.  Sus virtudes heroicas la hicieron victoriosa sobre sus pasiones en las pruebas mas difíciles. Es por todo esto que la debemos admirar y nos sirve de inspiración para nosotros buscar la santidad. En Santa Catalina vemos lo que Dios puede hacer con un corazón que se deja traspasar de amor por El y por la Virgen.

-Canonizada por el Papa Pío II en 1461.
-Urbano VIII transfirió su festividad al 30 de abril

San Francisco de Asís

San Francisco es quizas el santo mas popular de la Iglesia. El pueblo ya lo tenía por santo antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman.

Nació en Asís (Italia) en 1182. Su madre se llamaba Pica y fue profundamente estimada por Francisco. Su padre era Pedro Bernardone, un hombre muy admirador y amigo de Francia, por lo cual le puso el nombre de Francisco, que significa: "el pequeño francesito".

 Cuando joven a Francisco lo que le agradaba era asistir a fiestas, paseos y reuniones con mucha música. Su padre tenía uno de los mejores almacenes de ropa en la ciudad, y a Francisco le sobraba el dinero. Los negocios y el estudio no le llamaban la atención. Pero tenía la cualidad de no negar un favor o una ayuda a un pobre siempre que pudiera hacerlo.

 Tenía veinte años cuando hubo una guerra entre Asís y la ciudad de Perugia. Francisco salió a combatir por su ciudad, y cayó prisionero de los enemigos. La prisión duró un año, tiempo que él aprovechó para meditar y pensar seriamente en la vida.

 Al salir de la prisión se incorporó otra vez en el ejército de su ciudad, y se fue a combatir a los enemigos. Se compró una armadura sumamente elegante y el mejor caballo que encontró. Pero por el camino se le presentó un pobre militar que no tenía con qué comprar armadura ni caballería, y Francisco, conmovido, le regaló todo su lujoso equipo militar. Esa noche en sueños sintió que le presentaban, en cambio de lo que él había obsequiado, unas armaduras mejores para enfrentarse a los enemigos del espíritu.

 Francisco no llegó al campo de batalla porque se enfermó y en plena enfermedad oyó que una voz del cielo le decía: "¿Por qué dedicarse a servir a los jornaleros, en vez de consagrarse a servir al Jefe Supremo de todos?". Entonces se volvió a su ciudad, pero ya no a divertirse y parrandear sino a meditar seriamente acerca de su futuro.

 La gente al verlo tan silencioso y meditabundo comentaba que Francisco probablemente estaba enamorado. Él comentaba: "Sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel, más pura y santificadora que existe". Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la pobreza, o sea de una manera de vivir que fuera lo más parecida posible al modo de pobreza que vivió Jesús. Por esto, se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.

 Un día, paseando por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y sintió una gran repulsión hacia él. Pero, sintió también una inspiración divina que le decía que si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que hizo ese acto heroico logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus instintos y poder sacrificarse siempre en favor de los demás. Desde aquel día empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres, y les regalaba cuanto llevaba consigo.

 Cuenta San Buenaventura que se encontró con el santo un hombre a quien un cáncer le había desfigurado horriblemente la cara. El enfermo intentó, arrodillarse a sus pies, pero Francisco se lo impidió y le dio un beso en la mejilla, y este quedó instantáneamente curado. La gente decía, "No se sabe qué admirar más, si el beso o el milagro".

 Un día, rezando ante un crucifijo en la iglesia de San Damián, oyó que Cristo le decía tres veces: "Francisco, tienes que reparar mi casa, porque está en ruinas". El creyó que Jesús le mandaba arreglar las paredes de la iglesia de San Damián que estaban muy deterioradas. Se fue a su casa y vendió su caballo y una buena cantidad de telas del almacén de su padre y le trajo dinero al Padre Capellán de San Damián, pidiéndole que lo dejara quedarse allí ayudándole a reparar esa construcción que estaba en ruinas. El sacerdote le dijo que le aceptaba el quedarse allí, pero que el dinero no se lo aceptaba (le tenía temor a la dura reacción que iba a tener su padre, Pedro Bernardone). Francisco dejó el dinero en una ventana, y al saber que su padre enfurecido, venía a castigarlo, se escondió prudentemente.

Pedro Bernardone demandó a su hijo Francisco ante el obispo declarando que lo desheredaba y que tenía que devolverle el dinero conseguido con las telas que había vendido. El prelado devolvió el dinero al airado papá, y Francisco, despojándose de su camisa, de su saco y de su manto, los entregó a su padre diciéndole: "Hasta ahora he sido el hijo de Pedro Bernardone. De hoy en adelante podré decir: Padrenuestro que estás en los cielos".

El Sr. Obispo le regaló el vestido de uno de sus trabajadores del campo: una sencilla túnica, de tela ordinaria, amarrada en la cintura con un cordón. Francisco trazó una cruz con tiza, sobre su nueva túnica, y con ésta vestirá y pasará el resto de su vida. Ese será, después, el hábito de sus religiosos: el vestido de un campesino pobre, de un sencillo obrero.

Se fue por los campos orando y cantando, libre como el viento y como el aire y el sol. Unos guerrilleros lo encontraron y le dijeron: -¿Usted quién es? -El respondió: -~Yo soy el heraldo o mensajero del gran Rey". Los otros no entendieron qué les quería decir con esto y en cambio de su respuesta le dieron una paliza. El siguió igual de contento, cantando y rezando a su Dios.

Después volvió a Asís a dedicarse a levantar y reconstruir la iglesia de San Damián. Y para ello empezó a recorrer las calles pidiendo limosna. La gente que antes lo había visto rico y elegante y ahora lo encontraba pidiendo limosna y vestido tan pobremente, se burlaba de él. No poseyendo

un centavo, Francisco suplicaba la generosidad de los habitantes de Asís. Pedía rocas, madera y todo los materiales básicos para la reconstrucción de la iglesia en ruinas. Durante dos o tres años, Francisco restauró capillas (hizo por lo menos tres). Mendigaba comida y materiales y servía de corazón a los leprosos.

La Porciúncula

Este nombre es queridísimo para los franciscanos de todo el mundo, porque en la capilla llamada así fue donde Francisco empezó su comunidad. Porciuncula significa "pequeño terreno". Era una finquita chiquita con una capillita en ruinas, Estaba a 4 kilómetros de Asís. Los padres Benedictinos le dieron permiso de irse a vivir allá, y a nuestro santo le agradaba el sitio por lo pacífico y solitario y porque la capilla estaba dedicada a 1a Stma. Virgen.

En la Porciúncula, San Francisco tuvo una manifestación de la Stma. Virgen María, en donde ella apareció rodeada de ángeles y pidió que se estableciera una indulgencia plenaria a quien visitara esa capilla.

En la misa de la fiesta del apóstol San Matías, el Señor le mostró lo que esperaba de él. Fue a través del evangelio de ese día, que es el programa que Cristo dio a sus apóstoles cuando los envió a predicar. Dice así: "Vayan a proclamar que el Reino de los cielos está cerca. No lleven dinero ni sandalias, ni doble vestido para cambiarse. Gratis han recibido, den también 'gratuitamente".

Francisco tomó esto a la letra y se propuso dedicarse al apostolado en medio de una pobreza más estricta.

Sus primeros discípulos

El primero que se le unió en su vida de apostolado fue Bernardo de Quíntavalle, un rico comerciante de Asís, el cual invitaba con frecuencia a Francisco a su casa y por la noche se hacía el dormido y veía que el santo se levantaba y empleaba muchas horas dedicado a la oración repitiendo: "mi Dios y mi todo". Le pidió que lo admitiera como su discípulo, vendió todos sus bienes y los dio a pobres y se fue a acompañarlo a la Porciúncula. El segundo compañero fue Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís. El tercero, fue Fray Gil célebre por su sencillez.

En 1209 Francisco escribió una Regla de Vida para sus hermanos presentes y futuros. Estaba compuesta de textos evangélicos y algunos preceptos que los dirigiría y guiaría para caminar literalmente tras las huellas de Cristo.

Este concepto de la imitación literal de Cristo exigía una salida de las formas de vida religiosa conocida hasta ese entonces. Por muchos siglos el sistema monástico había servido efectivamente a la Iglesia, (y aún lo hace). Los monasterios eran instituciones bien establecidas en donde los monjes buscaban la perfección cristiana viviendo una ordenada y disciplinada vida de oración y trabajo.

Manteniéndose del propio fruto de su trabajo, avanzaban como una organizada y ordenada colonia de Cristo, preservando y propagando la fe Católica en Europa.

Francisco, sin embargo, inspirado por Dios y respondiendo a la necesidad de su tiempo vio el mundo como el monasterio de sus seguidores, renunciando a la disciplina organizada de los claustros monásticos, sabiendo que el Señor les llamaba a adentrarse en el caótico mundo para llevar su Evangelio. Si el mundo era su claustro, sus cuerpos serían sus celdas. La comida y el vestuario no consistiría en ningún problema, pues el Padre de los cielos quien los envía proveería por lo necesario. 

Cuando ya Francisco tenía 12 compañeros se fueron a Roma a pedirle al Papa que aprobara su comunidad. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un cardenal dijo: "No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el evangelio". Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula.

Dicen que Inocencio III vio en sueños que la Iglesia de Roma estaba a punto de derrumbarse y que aparecían dos hombres a ponerle el hombro e impedir que se derrumbara. El uno era San Francisco, fundador de los franciscanos, y el otro, Santo Domingo, fundador de los dominicos. Desde entonces el Papa se propuso aprobar estas comunidades.

A tentaciones violentas, remedios violentos. A Francisco lo atacaban a veces terribles tentaciones de impureza. Para vencer las pasiones de su cuerpo, tuvo alguna vez que revolcarse entre espinas. Él repetía: "trato duramente a mi cuerpo, porque él trata muy duramente a mi alma". Nos cuenta sus memorias que cuando se tiró al rosal llenos de espinas, en ese mismo momento, desaparecieron todas las espinas. Hasta hoy se conserva este rosal milagroso, en la Basílica de Santa María de los Angeles cerca de la Porciúncula.

Francisco y los animales

Francisco tenía la rara cualidad de hacerse querer de los animales. Las golondrinas le seguían en bandadas y formaban una cruz, por encima de donde él predicaba. Cuando estaba solo en el monte una mirla venía a despertarlo con su canto cuando era la hora de la oración de la medianoche. Pero si el santo estaba enfermo, el animalillo no lo despertaba. Dicen que un lobo feroz le obedeció cuando el santo le pidió que dejara de atacar a la gente. Los pajarillos se ponían ante el sin moverse cuando les predicaba.

Las Llagas de Cristo

Francisco se retiró con algunos frailes al monte Alvernia a meditar, y a pasar tiempo en oración.

Le pedía al Señor compartir con el los sufrimientos del Calvario y concediéndole la petición, en una indescriptible visión, el Cristo Crucificado lo abrazó derramando sobre su alma y frágil cuerpo el horror del primer Viernes Santo. Francisco recibió las estigmas- impresión de las cinco llagas de Cristo en su cuerpo.

Una vocación femenina

Clara, una joven muy santa de Asís, se entusiasmó por esa vida de pobreza, oración y santa alegría que llevaban los seguidores de Francisco, y abandonando su familia la noche del Domingo de Ramos de 1212 se dirigió junto con su mejor amiga llamada Pacífica a la capilla de Santa María de los Angeles, donde Francisco y algunos frailes la esperaban.

Clara pronunció sus votos de pobreza, castidad y obediencia a Dios, fundando junto con ella la Orden de las Hermanas Clarisas, teniendo hoy en día conventos por todo el mundo.

Una comunidad numerosa

Los seguidores de San Francisco llegaron a ser tan numerosos, que en el año 1219, en una reunión general llamada "El Capítulo de las esteras, se reunieron en Asís más de cinco mil franciscanos. Al santo le emocionaba mucho ver que en todas partes aparecían vocaciones y que de las más diversas regiones le pedían que les enviara sus discípulos tan fervorosos a que predicaran. Él les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo mas exactamente posible todo lo que manda el Santo Evangelio.

 Francisco recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: 'El Amor no es amado". Las gentes le escuchaban con especial cariño y se admiraban de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su Verdad.

 Dispuso ir a Egipto a evangelizar al sultán y a los mahometanos. Aunque ni el jefe musulmán ni sus fanáticos seguidores se convirtieron al cristianismo, si se sabe, que el musulmán dijo de Francisco: ¨si todos los cristianos fueran como él, entonces valdría la pena ser cristiano¨. San Francisco, se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya, los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa.

 Las calientísimas arenas del desierto de Egipto afectaron la vista de Francisco hasta el punto de estar casi completamente ciego. Los dos últimos años de la vida de Francisco fueron de grandes sufrimientos que parecía que la copa se había llenado y rebalsado. Fuertes dolores debido al deterioro de muchos de sus órganos (estómago, hígado y el bazo), consecuencias de la malaria contraída en Egipto. En los más terribles dolores, Francisco ofrecía a Dios todo como penitencia, pues se consideraba gran pecador y para la salvación de las almas. Era durante su enfermedad y dolor donde sentía la mayor necesidad de cantar.

 San Francisco, que era un verdadero poeta y le encantaba recorrer los campos cantando bellas canciones, compuso un himno a las criaturas, en el cual alaba a Dios por el sol, y la luna, la tierra y las estrellas, el fuego y el viento, el agua y la vegetación. "Alabado sea mi Señor por el hermano sol y la madre tierra, y por los que saben perdonar", etc. Este himno lo escribió estando bajo los cuidados de Sta. Clara en el convento de San Damián. Le agradaba mucho cantarlo y hacerlo aprender a los demás y poco antes de morir hizo que sus amigos lo cantaran en su presencia. Su saludo era "Paz y bien".

 Muerte joven

Cuando sólo tenía 44 años sintió que llegaba la hora de partir a la eternidad. Dejaba fundada 1a comunidad de Franciscanos, y la de hermanas Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar la Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los países del mundo. Los seguidores de San Francisco (franciscanos, capuchinos, clarisas, etc.) son el grupo religioso más numeroso que existe en la Iglesia Católica.

 El 3 de octubre de 1226, acostado en el duro suelo, cubierto con un hábito que le habían prestado de limosna, y pidiendo a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha amado, murió como había vivido: lleno de alegría, de paz y de amor a Dios.

 Rápida canonización

Cuando apenas habían transcurrido dos años después de su muerte, el Sumo Pontífice lo declaró santo y en todos los países de la tierra se venera y se admira a este hombre sencillo y santo que pasó por el mundo enseñando a amar a Jesucristo y toda su creación, a vivir desprendidos de los bienes materiales y enamorado de nuestro buen Dios.

 A San Francisco le debemos por una revelación que tuvo de la noche de Navidad, el que se empezaran a hacer pesebres para la Navidad.




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Enviado por:Lalonzio
Idioma: castellano
País: España

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