Arte


Pintura renacentista española


LA PINTURA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA

El Quinto Sello del Apocalipsis - El Greco

Obra inacabada que muestra la escena apocalíptica de El Quinto sello del Apocalipsis. Fue realizada entre 1608 y 1614.

Es una obra que atestigua la erudición humanista de El greco y cuán brillante e innovador era el enfoque que daba a los temas tradicionales. Es aquí donde nos encontramos esa genial utilización de dibujo y color, de naturalismo y abstracción que le hace ser olvidado.

Obra maestra de los últimos años del pintor; en primer término, a la izquierda, aparece el santo arrodillado con los brazos tendidos a lo alto. Más atrás, hacia el fondo, las figuras de los mártires, sobre las que vuela un ángel que les ofrece túnicas blancas.

Representa un paisaje del Apocalipsis de San Juan, en el que el Cordero intimida a San Juan para que llegue y vea la apertura de los siete sellos.

Las figuras desnudas con sus agitadas actitudes son los mártires que salen de sus tumbas y claman venganza al cielo, adelantando sus manos para recibir de éste las blancas vestiduras. No resulta difícil observar que El Greco aprendió mucho del procedimiento nada ortodoxo de desequilibrar la composición empleado por Tintoretto, así como también adoptó el manierismo de alargar las figuras como en la artificiosa Madonna del Parmigianino.

La Expulsión de los mercaderes del Templo - El Greco

Fue realizada alrededor de 1600. Aquí las figuras ocupan un mayor espacio en el lienzo, en su ancho y en su alto, y presentan una disposición más clara y unificada

La conflación de los diferentes planos de las figuras concentra todo su agitado movimiento en una apretada masa de siluetas encajadas unas con otras como las piezas de un rompecabezas de complejo diseño. La mujer del primer plano es sustituida por un hombre agachado que encaja a su vez dentro del trazado de un grupo central.

La arquitectura del fondo recuerda la del altar mayor de Illescas, como ha observado Wethey. Según este crítico, se trata de una obra francamente inferior a las otras versiones autenticas.

La técnica empleada es el óleo sobre tela.

El Grupo de Laoconte - El Greco

La posición que ocupa el Laoconte en la pintura de El Greco es única no por ser el sólo cuadro de tema pagano del que se conoce, sino por su fuerza emotiva y pictórica también lo coloca entre sus más grandes obras. El episodio de La Guerra de Troya que representa había entrado en la conciencia artística del siglo XVI con el descubrimiento en Roma en 1506 del grupo marmóreo romano - helenístico que se conserva en el Vaticano, si bien su importancia para el Arte Renacentista fue mayormente el orden formal y expresivo que lo temático.

El contenido visual dentro del cuadro, inconcluso a la muerte de El Greco, se presta también a elucubraciones sobre su significado, pues aparte de los tres personajes principales, Laoconte y sus dos hijos atacados por serpientes, aparecen a la derecha dos figuras más, que por contener pentimentos y no estar acabadas son de difícil identificación. En ves de la Troya mística, en la cuidad de Toledo lo que se alza al fondo.

La presencia de las dos figuras de la derecha es más problemática y sugieren que el mito no ha sido representado simplemente para ilustrar un episodio dramático de la Iliada, interesante en sí mismo, sino para apuntar a algún contenido que lo trasciende.

En ocasión de la limpieza del cuadro en 1955-56, se suprimieron los pañetes añadidos, quedando visible una tercera cabeza y una pierna que el propio greco, en opinión de Wethey, habría eliminado durante la ejecución. Tema muy difundido en el Arte Renacentista tras el hallazgo en 1506 del grupo escultórico helenístico, El Greco lo trató según los modos típicos de su último período, caracterizado por un vivo interés en el estudio del desnudo.

Se discute la identificación de los personajes de la derecha; se dice que podrían ser Apolo y Antíope, o también Apolo y Artemisa, Poseidón y CASSANDRA, o Adán y Eva.

El Entierro del Conde Orgaz - El Greco

En 1586 pintó una de sus obras maestras, El Entierro del Conde Orgaz, para la Iglesia de Santo Tomé en Toledo. Esta obra, que aún se conserva en su lugar de origen, muestra el momento en que San Esteban y San Agustín introducen en su tumba (actualmente justo debajo del cuadro) a ese noble toledano del siglo XIV. En la parte superior el alma del Conde asciende al paraíso poblado de ángeles, santos, y personajes de la política de la época. En el entierro se evidencian el alargamiento de las figuras y el horror vacui (pavor a los espacios vacíos), rasgos típicos de El Greco, que habrán de acentuarse en años posteriores.

Tales características pueden asociarse con el manierismo que se sigue manteniendo en la pintura de El Greco aún después de desaparecer en el Arte Europeo. Su visión intensamente personal se asentaba en su profunda espiritualidad, de hecho, sus lienzos evidencian una atmósfera mística similar a la que evocan las obras literarias de los místicos españoles contemporáneos, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, ambos procedentes de Ávila.

Es una obra para ser vista por el público en general, muestra la capacidad del Greco para sintetizar una pintura de mayor realismo en la parte baja, terrestre del cuadro, con una mayor libertad creativa en la parte superior o celeste.

El Greco utiliza dos modalidades diferentes para representar la esfera divina y la humana. Aunque, en el nivel terrenal las figuras tienen proporciones alargadas y la construcción del espacio les niega volumen y ámbito, éstas tienen no obstante la suficiente corporalidad como para que puedan percibirse como reales y las vestimentas de todas ellas están pintadas con la mejor técnica ilusionista veneciana.

El Greco renuncia aquí a los amplios escenarios venecianos y, desentendiéndose del fondo, desarrolla la historia en un primer plano; imagina una larga fila de personajes que no dejan ante sí más que el espacio indispensable. Vestidos todos ellos de negro, forman una superficie muerta coronada por un friso luminoso de rostros puntiagudos enmarcados por blancas lechuguillas, que comentan en voz baja el portento y dirigen la mirada al cielo. Sobre ese fondo negro hace concentrar nuestra mirada en las ricas vestiduras de los dos Santos y en la armadura por ellas encuadrada, vestiduras cuya riqueza cromática realzan aún más, por una parte, los pobres hábitos del Franciscano y del Agustino. Y por otra, el blanco roquete del coadjutor.

En la parte alta del lienzo, en el fondo de gloria, el Todopoderoso, con la Virgen y el Bautista, reciben el alma del Señor de Orgaz, que en forma de niño es llevada por un ángel. Los que asisten al entierro consta que son retratos de personas conocidas del Toledo de fin de siglo, aunque solo se ha podido identificar a Don Antonio Covarrubias y al párroco que lee los oficios, que será Andrés Nuñez, el que encarga el cuadro al Greco.

Las figuras tienen unas proporciones atenuadísimas, y la representación de las masas e intervalos espaciales impide toda posibilidad de leer este espacio racionalmente, pues las indicaciones de distancia y del emplazamiento de las figuras son extremadamente contradictorias.

Las nubes tienen ese aspecto protoplásmico que es detalle instintivo de sus obras tardías y todas las superficies parecen compartir una única textura y consistencia.

La Purificación del Templo - El Greco

Esta obra se encuentra en la National Gallery de Washington. Existen varias versiones de esta obra con ligeras variantes.

Nos encontramos en una escena que resulta muy tumultuosa debido a cómo están dispuestos los numerosos personajes en ella representados. Obedece a un escrupuloso planteamiento previo composicional. Muchas de las figuras aparecen con escorzos.

Podemos ver como la figura de Cristo se yergue, con el habitual canon alargado en el centro de la composición y contrasta su disposición frontal con el resto de los personajes que aparecen distribuidos por la superficie del lienzo adoptando las más variables posturas.

Destaca el profundo valor otorgado al color, cambios cromáticos, alternancia de tonalidades pálidas y oscuras, de tonos avanzantes con otros retrocedentes, constituyendo los aspectos esenciales de la pintura.

El Expolio - El Greco

Obra realizada por Domenikos Theotokopoulos, El Greco, para el vestuario y la sacristía de la Catedral de Toledo, y datable hacia los últimos años del siglo XVI como fecha más temprana.

La forma se ha endurecido, acentuándose los perfiles de la figura y perdiéndose la sutilidad del sombreado, color y juegos de luces y reflejos. Los tipos han perdido la consistencia previa, cayendo en un exceso de blandura sentimental o de hierático esquematismo casi caricaturesco. La dignidad y el sentido majestuoso del conjunto y en particular de la figura de Cristo en el momento de su humillación al ir a ser desvestido por el tropel de sayones y soldados, brillan por su ausencia.

En cierto modo, en esta obra la figura de Cristo vuelve a plantear la disposición de su mano sobre el pecho. La figura de Cristo, vestido con una túnica roja, aparece rodeada por una multitud de personajes que por sus rasgos y gestos permiten percibir su iracunda actitud.

Contrastando con las carnaciones oscuras de todas esas figuras, aparece el rostro bellamente perfilado de Cristo, cuyo color blanquecino resalta enormemente del conjunto. También es digna de notarse la presencia, en el primer plano del cuadro, de las Tres Figuras de Las Marías.

Alegoría de la Liga Santa - El Greco

También conocido como “La Adoración del Santo Nombre de Jesús”.

Esta obra pertenece a su época de madurez. En el se exalta a Felipe II, a quien se sitúa junto a sus aliados, El Dogo Veneciano y El Papa, agradeciendo su victoria sobre los turcos en la batalla de Lepanto.

Destacan de este cuadro las dos zonas en las que se divide la composición, la celestial y la terrenal, en la cual se dispone a los personajes sin ningún tipo de escenografía. Destaca también el colorido, la luz no procede de un foco definido de color, produciendo así efectos extraordinarios de color: malvas, verdes, rojos...

Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana - El Greco

Realizada hacia 1580 - 1582. Se encuentra en el monasterio de El Escorial.

Obra realizada con la técnica del óleo sobre tela, Trata un tema religioso, la legión tebana que mandaba San Mauricio se negó a ofrecer sacrificios a los dioses paganos antes de entrar en combate; como escarmiento, uno de cada diez soldados recibió un duro castigo.

El Greco crea tres escenas sucesivas para presentar el tema: En primer plano, San Mauricio en el momento de tomar la decisión, habla con los jefes militares; en tamaño mas reducido, en un plano inferior, aparece la decapitación de un soldado, a la que también asiste el Santo. La tercera escena presenta un grupo de soldados que avanza de atrás hacia delante para llegar al lugar de la ejecución. Desde lo alto, un rayo de luz ilumina la escena, mientras que un grupo de ángeles acompaña a los mártires con su música y otros sostienen palmas y coronas de martirio. La relación entre Cielo y Tierra tiene lugar únicamente a través de los rayos de luz. La representación está lejos de ser una exhibición de violencia.

El tratamiento del espacio en varios planos, la creación de una luz artificial con destellos y brillo y la original plasmación de las formas alargadas, convierten la escena del martirio en algo más que una representación: en el significado del mismo martirio.

Retrato de Carlos de Austria - Coello

Dentro de los retratistas, Coello destacó por ser el pintar de la Corte.

El rostro y la figura del retratado resaltan sobre un fondo neutro sumido en la oscuridad poniendo especial atención en la expresión psicológica del individuo.

Cabe destacar también el gusto del autor por el detallismo a la hora de representar las joyas del retratado y los ricos ropajes de este, los cuales, junto con la palidez de su rostro, resaltan sobre un fondo oscuro y sin decoración arquitectónica alguna.

Presentación de Jesús en el Templo - Morales

Morales en sus obras expresa una orientación piadosa que invita al recogimiento.

Sus cuadros son de una espiritualidad descarnada que evoca un misticismo sentimental.

Son diversos los recursos que este pintor utiliza para mostrar la idealización de sus figuras, en su mayoría recursos manieristas: iluminación artificiosa, gestos y actitudes contenidos, desproporción de las figuras, ausencia de un espacio natural... etc.

En el cuadro podemos apreciar la presencia de varios personajes, todos ellos Bíblicos. En primer lugar, el Niño, presentado en un altar. Observándole, a su espalda están sus padres, La Virgen María y San José, con un gesto de bondad y de aceptación en su rostro. El resto de los personajes aparecen como un séquito tras de los padres del Niño.

La riqueza de las telas representadas en el cuadro, así como el buen gusto empleado a la hora de aplicar los colores son dos de las características destacables de esta obra, al igual que el sutil juego de luces y sombras que aporta profundidad y realismo a la obra.

Retrato de Felipe II - Pantoja de la Cruz

Continuador de su maestro Sánchez Coello y su sucesor como pintor de la Corte, realiza el retrato de Felipe II, donde, al igual que su antecesor, resalta por encima de los fondos arquitectónicos o los juegos con colores, luces y sombras, el detallismo en la riqueza de los ropajes y las joyas representadas.

Esta obra es de una gran oscuridad, como se puede apreciar, destacando únicamente en un color claro la palidez del representado, Felipe II. El realismo es manifestado claramente en la expresión severa de su rostro.

La Ultima Cena - Juan Masip (Juan de Juanes)

Fue uno de los más afortunados creadores de temas religiosos junto con su compañero, Morales.

Menos preciso que su padre, prefiere cierto esfumado que da a sus figuras una típica blandura Leonardesca. Su colorido es luminoso y por lo general reacciona contra los efectos de perspectiva arquitectónica propios de principios de siglo, mientras que el paisaje es un elemento decorativo más, sin el carácter narrativo del siglo anterior.

Su obra denota una devoción un tanto dulzona y empalagosa, partiendo de recursos típicamente manieristas, como son la agitación y las posturas amaneradas.

En esta obra podemos ver a Jesucristo, en el centro de la mesa de la Ultima Cena, rodeado por los doce apóstoles, en el momento en que está partiendo el pan, gesto característico de Este. Los Doce que le rodean muestran diversas actitudes: unos cuchichean entre sí, otros le escuchan atentamente mientras que otros nos muestran la espalda para poder hacerlo... pero hay un rasgo que todos ellos tienen en común, y es la expresión de su rostro. Todos tienen un rostro conmovido, como de sorpresa o admiración.

A través del arco de medio punto que está a la espalda de Jesucristo, podemos apreciar una sencilla muestra de decoración arquitectónica.

La sutil combinación de las luces y las sombras hace que la atención del que observa la obra se centre en Jesucristo y en la sagrada forma que tiene en la mano, quedando relegados a un segundo plano, por orden de cercanía a Este, el resto de sus discípulos.




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Enviado por:Patri Jones
Idioma: castellano
País: España

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