Música


Música Tradicional Cántabra


Índice

1. Introducción

2. Lengua, costumbres, raza cántabra, étc. de Cantabria en general.

3 Recorrido por el folklore cántabro

  • Música montañesa

  • Canciones populares de Cantabria

  • 4.3 Músicos

    5. Instrumentos característicos

    6. Fiestas relacionadas con el folklore en Cantabria

    6.1 Marzas

    6.2 El baile de las viejas y el Sampedro

    6.3 Las fiestas del Santo Patrono y las romerías

    7.1 Vida musical

    7.2 Festivales actuales

    7.3 Grupos de folk Cántabros

    8. Costumbres lúdicas musicales

    • 9. Conclusión

    • 10. Bibliografía

    1. Introducción

    El planteamiento del tema era uno, del que ha cambiado ahora muchas cosas.

    Yo elegí este tema para saber más sobre nuestro folklore y porque me gusta este tema.

    Los pasos de la investigación, se empezaron buscando unos libros para hacer el esquema del tema y luego a la hora de desarrollar el trabajo, busqué algún libro más. Con lo que he tenido problema ha sido con las fotografías, apenas he encontrado.

    La organización del trabajo, se ha ido haciendo por los temas que más tenía sobre ellos y así en disminución.

    2. Lengua, Costumbres, Raza cántabra, étc. de Cantabria en general

    Las costumbres

    España era uno de los países europeos de carácter más peculiar, entrando ya el segundo tercio del siglo XIX, se incrementaron los contactos con el resto de Europa, a través de Francia principalmente, y el modo de vivir de los españoles comenzó a cambiar. El influjo francés abarcó todos los órdenes de la vida, y moda y costumbres experimentaron una rápida transformación. Con el paso de los años, las quejas siguen siendo las mismas, no sólo en el ámbito nacional sino al de las diversas regiones españolas.

    En la mayoría de los casos, es difícil determinar cuándo y por qué se origina una costumbre. La tentación el decir que “su origen se pierde en la noche de los tiempos” aun cuando es frecuente que algunas tengan un origen relativamente moderno. Otra tentación exclusivista ha sido la de declarar una costumbre o un tipo como propios de una región o de un país e incorporarlos a la galería de idiosincrasias propias de aquéllos. Nos suele ser así y el estudio de otras culturas revela que también se dan en ellas tipos y costumbres semejantes.

    Por razones de índole estética, sentimental, moral, política o social, aunque sería difícil separar unas de otras, la nostalgia inherente a todo costumbrista toma en los de Cantabria aspectos muy definidos porque escriben sobre la tierra en la que nacieron. Algunos sienten nostalgia de un pasado que no conocieron pero con el que se identifican pues le atribuyen valores morales y virtudes caballerescas de las que el presente carece.

    Los costumbristas

    Los costumbristas fueron los precursores de los modernos especialistas en campos como la etnología, el folklore o el acopio de literatura oral y la manera que tuvieron de tratar un asunto refleja sus preferencias o su actividad profesional. Tanto en el ámbito nacional como al de Cantabria recogieron costumbres, escenas y tipos de gran interés pero el número de éstos es limitado y con el paso del tiempo forzosamente se repiten y reinterpretan. Los epígonos siguen las huellas de los maestros y esta reiteración agrada a un público local que ve en ella la pervivencia, al menos teórica, de las tradiciones y el espíritu de la región.

    La lengua

    En los dos siglos que abarca nuestro trabajo el modo de vivir ha experimentado grandes cambios que se reflejan léxicamente ya que la desaparición de una forma de vida trae consigo la de aquellas palabras relacionadas con ella. Además, debido a su situación geográfica, la lengua hablada en Cantabria recibe influencias del vasco en la zona oriental, del castellano en le sudeste, del leonés en el sudoeste y del bable en la occidental.

    Nuestros costumbristas tuvieron en común la carencia de conocimientos lingüísticos y sólo unos pocos, Como Herminio Alcalde del Río, destacaron que el habla de los montañeses difería entre cada zona. Llevados otros de su amor a la patria chica quisieron hacer del modo de hablar en ella una peculiaridad más de la “raza cántabra” y reunieron amorosamente vocabularios en los que, junto a términos arcaicos o de uso muy localizado, convivían incorrecciones, vulgarismos y palabras que no eran exclusivas de la Montaña.

    Otros hicieron hablar a sus aldeanos y marineros una cómica jerga “popular” en la que los términos incorrectos o los propios de aquella gente iban siempre entrecomillados o en cursiva para destacar así tanto lo extraño de la terminología como de las incorrecciones cometidas por el hablante, que eran exponente de su incultura.

    La raza cántabra

    En nuestra literatura hay referencias constantes, para bien o para mal, de un montañés caracterizado principalmente por su hidalguía, por su pobreza y por su continente rudo y hercúleo. Hurtado de Mendoza describió al mayorazgo de aldea como “un mocetón muy recio” que pasaba los días cazando en el monte, las noches leyendo en su ejecutoria y

    “dando a Dios gracias de solo

    que le hizo montañés”

    un pliego suelto anónimo que lleva por título “Las mujeres de España” se refiere a

    “las montañesas robustas

    y las pasiegas iguales

    son fuertes y vigorosas,

    sencillas y naturales”.

    Cuando los demás costumbristas describan tipos semejantes lo harán atribuyéndoles tales características y los lectores los recibirán complacidos en la creencia de que la “raza cántabra” es así. La imagen es halagadora aunque falsa, está basada en un determinismo racial pseudocientífico y sentimental.

    3. RECORRIDO POR EL FOLKLORE CÁNTABRO

    El recorrido por el folklore cántabro, debe de iniciarse por su ejemplo más definitorio claramente propio, original: Los picayos, en su doble faceta de baile y danza. Es baile si se hace en un lugar reducido, como por ejemplo, en el atrio de una iglesia, y son danza si se ejecuta caminando. Posee distintas variantes, y su nombre, según distintos autores, Sixto Córdoba uno de ellos, opinan que tiene su origen en la semejanza sonora que producen repiqueo de las campanas. Hay quienes con menos peso científico, lo relacionan con el término picado, debido al punteo de panderetas.

    Tal y como lo conocemos hoy, los picayos poseen un acusado carácter religioso, de festividades, aun cuando es también interpretado, al recibir a gente destacada, obispos, autoridades, o a la llegada del indiano. Su letra se adecúa a la mente vivaz, consta de cuatro partes: introducción, romance, saludos y conclusión.

    Las marzas, son un género de villancicos, rotundamente autóctonos, equivalente para nosotros a lo que significa la seguidilla para los andaluces, la muñeira para los gallegos. Son el reflejo hidalgo y majestuoso de este suelo del que se hacen eco los Lope de Vega, Quevedo o Calderón.

    La razón de su montañesismo genuino, lo atestigua el hecho de que no arraigara en otras zonas. Su nombre no se deriva del de Marza, diosa de los esclavos, sino del mes de marzo. Su función era pedir el aguinaldo, y su entonación se realiza varias veces al año.

    Otras danzas fundamentales a las que es inexcusable aludir, son: La del Romance del Conde de Lara; el baile a lo alto; la baila de Ibio y, por ejemplo, la de las cintas. Evidentemente, existen más, pero por limitaciones de tiempo las voy a referir.

    El Romance del Conde de Lara, es del siglo XIII y se baila con trajes regionales. Pensando para ser bailado en ámbitos cortesanos, en él se cantan los amores del noble que le da el título, cuando parte para la guerra. Su mujer queda en actitud de espera.

    Interpretado por 26, ó 27 hombres y diez mujeres, las mozas, desarrollan el acompañamiento al son de panderetas, mientras que los danzantes tocan las castañuelas. Hay en esta estampa, gracia, señorío, movimientos ágiles, recato y encanto.

    Otra bella danza es la de las lanzas, que a juicio de Sixto Córdoba, la creó un capitán de los tercios de Flandes, honrado con ella a la Virgen de los Remedios. Se trata de la conocida como “Baila de Ibio”.

    Valle-montaña-mar, informan ésta, en la que se plasma la fecundidad de la tierra, el triunfo de la primavera sobre el invierno. Existe en ella una lucha contra un enemigo: la muerte.

    Intervienen 21 danzantes y un tambor. El capitán toca las castañuelas. En su discurso, se mezclan figuras con lanzas, saltando, formando pasadizos, situándose al ras del suelo, girando a la izquierda y derecha, para concluir alzando a un danzante sobre las lanzas.

    A su acompañamiento de tambor, Matilde de la Torre, magistral reconstructora de la “Baila”, introdujo en ésta la caracola.

    Por fin la referencia a la Danza de los arcos, la más vistosa, después de la de Ibio. En ésta los mozos, intervienen en procesiones, trenzando arcos de varas adornadas con rizo de papel de distintos colores, ante la imagen del Santo, o como ocurre con los picayos, delante de los personajes.

    4.1 Música montañesa

    A través de distintas visiones, hemos ido analizando los rasgos que definen a nuestra cultura sonora con ritmos de tamboril y pandereta; de dulzaina y de requinto. Tienen connotaciones con el paisaje poético de Silió, la prosa de Pereda y la frondosa plástica de Riancho, que inmortalizaron.

    Tierra y mar, verde y azul. Cabuérniga, Campóo, Liébana, Trasmiera, Vega de Pas, villas pejinas abiertas al mar. ¡Con cuánto dinamismo lo describe Amós de Escalante, cuando traza la fisonomía de la mujer marinera! Vehemente, ardorosa, enfática. Cuando siente herido su corazón, para bien o para mal, es ella, y el mismo escritor se sorprende de las enérgicas explosiones del sentimiento marinero.

    Hay en lo pejino un tesoro acumulado a través del tiempo, que es el fiel reflejo del ser y sentir de la mujer plebeya que habita en los puertos, y muy particularmente en el de Laredo, donde las cantas son un conjunto transmisor de costumbres, de cuestiones sociales, de crítica picante, y de la picaresca, a veces en forma de habanera. Pejinismo universalizado sí, con la belleza de “La Barca Marinera”, que alude a la barca de Treto, único medio antes de la construcción del puente sobre el río de Colindres, que usaban los pejinucos de la zona occidental para llegar a Laredo, atraídos por encanto espontáneo de las mujeres.

    4.2 Canciones populares de Cantabria

    En primer lugar voy a escribir El Himno Regional de Cantabria, y a continuación escribiré una canción montañesa:

    HIMNO REGIONAL DE CANTABRIA

    Cantabria querida,

    te voy a cantar

    la canción que mi pecho

    te va a dedicar,

    que es muy grande mi amor

    a la tierra en que nací.

    Quiero que sus sones

    puedan traspasar

    las montañas más altas

    y el inmenso mar

    como ofrenda leal

    al terruño en que viví.

    Y es mi cántico amoroso

    cual arrullo maternal

    en que todos veneramos

    la Cantabria fraternal.

    Y un recuerdo cariñoso

    de pureza regional

    a mi Cantabria dedico

    con vigor tradicional

    vigor tradicional,

    vigor tradicional.

    Mi tierruca siempre ha de ser

    bella aurora del corazón,

    y a ella un beso puro de amor

    y lleno de emoción siempre he de ofrecer.

    Hijos de mi Cantabria

    noble de mi querer,

    hermanos montañeses

    por siempre hemos de ser

    juntos nos agrupemos

    muy fuerte y muy leal,

    que la Madre Montaña

    un abrazo nos da.

    PASIEGO SOILO, SOILO

    Ya se va ocultando el sol

    por detrás de los coteros

    ya se quedan los amores

    ya se marchan los romeros.

    Pasiego soilo, soilo

    pasieguco y no lo niego

    que mi madre es de la Vega

    y mi padre de San Pedro.

    Desde Selaya a la Vega

    subiendo por la Braguía

    al fondo veo mi valle

    donde está la moza mía

    desde Selaya a la Vega

    subiendo por la Braguía.

    A la Virgen de Valvanuz

    subiré con mi morena

    y rezando, la pediré

    que a mí mucho me quiera.

    Con este mozo Pasiego

    yo me quisiera casar

    por eso, Virgen del Valle

    aquí te vengo a rezar.

    Qué bien suenan las campanas

    en mi pueblo y en mi aldea

    qué bien suenan las campanas

    en mi pueblo y en mi aldea

    mejor suenan las tonadas

    de los mozos de la Vega

    que bien suenan las campanas.

    Pasiego soilo, soilo

    pasieguco y no lo niego…

    4.3 Músicos

    En la anterior se ha hablado de música surgida del pueblo. El P. Otaño, decía que prefería el sentir los cantos que el tener que definirlos. Por encima de su exclusividad autóctona, que en algunos casos no lo es, hay siempre algo muy nuestro que nos enriquece y singulariza, y esto se observa en la imagen de los valles, con distinta personalidad.

    Cantabria es también solar de músicos. Verdad es que no son muchos, pero sí con un predicamento que de ningún modo se puede ignorar. He dicho, y lo mantengo, que es imposible sentirse, o sentir el vibrar de lo regional, si no es a través de nuestros valores más preclaros.

    1/ Ya en el siglo XIII, Alfonso el Sabio, incorpora lo cántabro a sus cántigas; las 43 y 44 sobre Santa Mª de Laredo, y la 243 de Santa Mª de Cudeyo.

    2/ Compositores importantes tenemos un buen número, pero también hay más de uno, totalmente inédito tal es el caso de un Bordon, o el de Vicente Riesgo, quien según las referencias que tengo, fue aventajado discípulo de Eslava, y autor de una misa de Réquiem. Inédito también hasta ahora ha sido Juan Antonio Carrasquedo. Primer Maestro de Capilla de la Catedral, compuso obras religiosas, como la Misa estreno en el F.I.S. Constituye una gran esperanza para el Barroco español. Este músico no sólo dominaba la técnica antigua sino que además estaba abierto a las nuevas corrientes.

    3/ Con la figura de Jesús de Monasterio, nuestra región está presente en la música española del último tercio del siglo pasado. El músico de Potes, fue motor importante para la posibilidad de que en este país surgiera una vida sinfónica y de música de cámara, lo que entrañaba serias dificultades, consecuencia lógica de una colonización italianizante algo muy parecido a la resistencia actual, para recibir sonoridades contemporáneas o renovadoras. Ahí está su renuncia a los laureles que le proporciona Europa, y su labor en el conservatorio madrileño, del que fue director. Como compositor hay que citar su “Scherzo Fantástico” del que Peña Goñi (crítico y musicólogo del siglo XIX) decía que era una obra con el sabor de una pieza clásica, impregnada con savia moderna. Obras suyas son: “Cantata a la guerra de África”, voces y orquesta, “Regreso a la patria”, coro a cappella, su “Concierto para violín” o la obrita “Adiós a la Alambra”, los 20 estudios para violín y obras corales.

    4/ Estamos en vísperas del Canto coral, con el que se rendirá homenaje a Saéz de Adana. Hay que señalar su labor en el conservatorio, banda municipal, ser animador y rector de aquella gloriosa Coral de Santander.

    Su ingente labor a favor del arte sonoro, es la respuesta eficaz para que se perpetúe su memoria.

    5/ Objetivamente y después de un estudio sereno, con quien Cantabria alcanza su cota más alta, es con el músico, compositor y poeta Arturo Dúo Vital, ignorado entre nosotros, por causas extramusicales, que intentaron minimizar e incluso borrar. Pero como lo veraz, si lo es, se ilumina, su nombre figura y es valorado ya, en la década de los cincuenta por Federico Sopeña, que dice: “Dúo Vital continuamente en la brecha del sinfonismo, con especial éxito en sus obras corales, de excelente y moderno lenguaje”.

    Músico precoz, se traslada a París, y conoce a Dukas, de quien recibe clases.

    Conectan con las corrientes de Vanguardia; admirador primero de Vitoria, Palestrina y Wagner, ya en contacto con Pedrell, descubre en la “Montañesa” de Falla, todo un revelador caudal folklórico, atractivo, no sólo por pintoresco, sino como material precioso que le conduce a esquemas nuevos de composición.

    Músico, organista, sinfonista autor de óperas, zarzuelas, Suite Montañesa. Su producción Coral, bien construida y dinámica, sin perder el matiz popular. Enjundia y lenguaje no seudo-académico en sus “poemas descriptivos”. Varios premios. Miembro del 27, formación intelectual, asimilador de técnicas imperantes en Europa.

    5. Instrumentos característicos

    Los instrumentos musicales que más intervienen en nuestros cantos y fiestas populares son, por lo general, los mismos que se usan en otros muchos pueblos castellanos.

    -La pandereta, tan entrañable a nuestras abuelas, es un instrumento de percusión, de origen oriental, formado por una piel tensa, sujeta a un doble aro provisto a su vez de sonajas que suenan al menor movimiento. Está muy extendido por toda la región y ha sido compañera inseparable de bailes y cantos en todas las aldeas montañesas. Son famosas las panderetas de Campóo y Valderrible.

    -El tambor es otro instrumento de percusión, también de origen oriental, constituido por una caja cilíndrica hueca, con ambas bases cubiertas por pieles estiradas, que se toca mediante unos palillos o baquetas. Es también un instrumento típico de nuestro folklore y constituye, junto con la dulzaina y el requinto, un dúo inseparable en la música de nuestras aldeas.

    -El pito era un instrumento típico de viento que se fabricaba de un cuerno de cabra y estaba provisto de varios agujeritos para los distintos sonidos. Poco a poco fue sustituyéndose por la dulzaina y el requinto, más fáciles de adaptar a nuestras canciones.

    -La dulzaina es un instrumento antiguo de viento parecido a la chirimía, con boquilla de caña y diez agujeros para las notas de la escala. También estuvo presente durante muchos años en gran parte de nuestra región; con ella se acompañaban las danzas de arcos y de palillos.

    -El requinto llegó a ser el sustituto de la dulzaina. Se impuso a ésta por resultar más sencillo de ejecución y prestarse mejor a nuestros cantos.

    -El rabel es también un instrumento rústico de carácter pastoril, que se mantiene y fabrica en zonas altas de Cantabria. aunque se le considera como el predecesor del violín, carece de la caja de resonancia o “alma” de éste y la cubierta o tapa suele ser de cuero. Además sólo dispone de una, dos y, a lo más, de tres cuerdas.

    Se fabrica de madera de cerezo, saúco, nogal o pino. Actualmente los centros donde más rabeles se fabrican son: Polaciones, Cabuérniga, Campóo y Valderredible.

    Éstos son solamente algunos de los instrumentos porque quedan otros muchos más como:

    El cuerno bígaro, la flauta de tres agujeros, la gaita…

  • Fiestas relacionadas con el folklore en Cantabria

  • 6.1 Marzas

    En 1847 es la fecha en la que aparece por primera vez, la palabra Marzas escrita. Esta referida a otro tipo de costumbre, se sitúa en el pueblo de la provincia de Orense, San Verísimo de Celanova.

    La costumbre se resume en un breve párrafo de doce líneas, el Tomo VI, del “Diccionario geográfico estadístico histórico de España”. Se describe como una feria celebra el día de San Rosendo o 1º de marzo, denominada de las Marzas, explicándose en el mismo párrafo, que dicha denominación proviene de la circunstancia de celebrarse en marzo.

    Pero las primeras alusiones escritas relacionadas con las Marzas con una cierta audiencia, y consideradas posteriormente como autoridad inexcusable, aparecerán escritas por el escritor José María Pereda, en “Escenas Montañesas”, obra prolongada por Antonio Trueba, y publicada en Madrid, en 1864.

    En la opinión de García Lomas, Duque y Merino dejó en su precioso legado “De las marzas” estos conceptos sobre el particular:

    “Que fueron y son cosa peculiar y propia del mes de marzo, lo indica su mismo nombre, marzas: traducción directa del latín en que se decía Kalendas martias, nonas martias; y este mismo adjetivo, tomado en su integridad a la formación de la lengua románica, se sustantivó para denominar las prácticas de esta costumbre”.

    Y para justificar que no hay anacronismo en que existan marzas en Navidad, Año Nuevo y Reyes, lo explica el confusionismo de aquella costumbre con la de aguinaldos: “Los aguinaldos datan de tiempo de Rómulo y son prácticas de principio de año, no es cosa de olvidar que Rómulo hizo de Marzo el primer mes del año, y que entonces aguinaldos y marzas serían una misma cosa del mismo mes”. Para mayor abundamiento dice don Sixto Córdoba: “Pero la alegría intensa y profunda del Niño Dios y de otros Misterios con que después nos favoreció la Bondad Divina, elevó estos acontecimientos a días geniales y fiestas de familia y sobrevino la costumbre de marcear también en junio, diciembre y enero, con el fin de pedir aguinaldos para celebrar mejor los días más grandes, y en memoria de los dones otorgados por el Niño Jesús, por los Magos, la Resurrección del Señor y San Juan Bautista. En lo que hace a San Juan y Navidad mucho pudo influir también el hecho de hallarse la gente con dinero, según el proverbio antiguo: “Los pagos se harán por Navidad y San Juan”. (“Las marzas” 161)

    Por la noche, cantando, relinchando y haciendo resonar los tarugos de las almadreñas salía un grupo de mozos por las calles del pueblo a pedir las marzas a sus convecinos. Llamaban en cada casa y, quitándose la gorra, saludaban: “A la paz de Dios, señores”. Si los de dentro preguntaban “¿Quién llama?”, contestaban los mozos: “¿Dan marzas?”. La respuesta era, por lo general, afirmativa, y entonces los marceros volvían a preguntar: “¿Cantamos o rezamos o síííí?” con un sí sostenido, como un do de pecho, que cerraba la salida al no.

    Si los visitados estaban de luto o había algún enfermo, rogaban a los marzantes rezasen y éstos rezaban entonces un padrenuestro “Por las obligaciones de los vivos y muertos en esta casa”, hincados de rodillas y descubiertos. Por lo general les pedían que cantasen, lo que hacían todos a una, cantando un romance que comenzaba así (y que recogió Amos de Escalante), u otro semejante:

    Ni es descortesía

    ni es desobediencia

    en casa de nobles

    cantar sin licencia;

    si nos dan licencia,

    señor, cantaremos;

    con mucha prudencia

    las marzas diremos.

    (Costas y montañas 459-60)

    Acabado de cantar, recibían chorizos y huevos, que era lo tradicional, y otras cosas como dulces, castañas o dinero. Si marchaban contentos se despedían con gritos coreados de “¡Qué viva don Fulano y toda su familia con saludo y por muchos años!”.

    Sin embargo, Pereda señalaba que antes de llamar a la puerta, uno de los marzantes disfrazaba la voz para no ser conocido y así gastaba bromas y pedía cosas de comer a los de dentro. Este modo de hablar se llamaba algarabía y a ella correspondían los relinchos del grupo. Guardaban el incógnito pues si no recibían nada o les engañaban entonces cantaban coplas insultantes, que eran las llamadas marzas rutonas.

    Según Amós de Escalante, las marzas se cantaban “con voz plañidera, sin acompañamiento alguno y con un ritmo sencillo de dos frases, parecido al canto llano de la liturgia católica” (Costas y montañas 460).

    Córdoba confirma que se cantaban sin instrumentos y que, además de las rondas de los mozos, solía haber otra, aparte, formada por niños. “Es gracioso -comenta- ver a los niños sonar en las piedras de la calle las monedas recibidas, para convencerse de que son buenas y para solazarse”.

    Unos días antes de salir a marcear se pedía permiso al alcade, al cura y al maestro. Luego, bajo la dirección del “mozo mayor” o “marcero viejo” se reunía el grupo para ensayar, agrupados en tenores y bajos, de tal modo que “cada cual se coloque en el lau de la su voz parigual a una sola que es como se cantan las Marzas”.

    Los marzantes pedían en todas las casas del pueblo, “sin perdonar la mísera casucha del pastor, que lo tomaría a desprecio, si, respetando su pobreza, pasaran de largo sin llamar”. Si pasaban o pedían por lugares ajenos a su propio pueblo tenían que pedir permiso de antemano a los mozos de aquéllos. Dirigía el grupo el bolsero, quien recogía el dinero y llevaba un farol, acompañado de un cestero, portador de un cesto, alforjas o cuévano, adonde iban a parar los demás regalos. (En Cabuérniga, el encargado de llevarlos era el cabrero, fuese joven o viejo.)

    <Durante la ronda suelen ir provistos de sendos “porros” y en las marzas “galanas” o “floridas” de los Santos Reyes y Navidad, de panderetas, “cascabeleras” o “cascabijeras”, “riquirraquis”, pitos y acordeón, así como en la de Año Nuevo, y en las llamadas, “rutonas o de Ruimbraga” predominan los campanos “tangarros”, colleras, etc. Aquéllos son usados con cortesía antigua (gorra en mano) finura y discreción, y a tenor de la calidad y deseo de las gentes marzadas; éstos son empleados a fortiori con franca batahola y con toda la estridencia y continuidad que les sea posible. En Soba iban acompañados por “el ramasquero o zarramasquero” ataviado grotescamente con pencas y cencerrillos> (García Lomas, “Las Marzas” 165).

    Usaba <la típica blusa del país, la faja encarnada, el pantalón estrecho más bien corto que largo, y el pañuelo de pintas al cuello, anudado por delante” y se acompañaban del palo del acebo. “La indispensable cesta era tejida de varas de avellano y es más bien que redonda, un poco alargada, con una asa curva, que atraviesa de parte en parte la cesta y por esta asa mete el mozo la cachiporra que se echa al hombro”. En tiempos más modernos, asegura García Lomas que “los hemos conocido con el afán de reintegrar el indumento y arreos de las parameras de Campoo, es decir: castor pardinegro de anchas y blandas alas, chaqueta de paño aceituna y “remonte” en el calzón>. (“Las marzas” 164).

    Terminada la ronda todo lo recogido se merendaba el domingo siguiente. Delfín Fernández y González nos describe las comilonas en el pueblo de Sopeña:

    A estas comidas estaban invitados el alcalde de barrio y los mozos que se habían casado en las últimas marzas. El menú solía ser una caldera de sopa de fideo, bastante espesa; unas pucheras enormes de cocido, con carne de carnero en abundancia, mucha cecina, tocino de sobra, y una atrocidad de chorizo; y más de medio carnero guisado con patatas. Después para cada uno, una fuente grande de arroz con leche, y algunos repiten, y un buen plato de natillas; y ocho o diez tostadas o torrijas, de todas clases que allí se conocen: de pan francés y de pan español, con azúcar y leche, y con miel. Vino tinto y blanco cómprase por cántaras (Cabuérniga 66-67).

    Después de comer salían los mozos a tomar café por el pueblo; iban armando ruido con almireces y panderetas y, a veces, con un acordeón.

    Unas marzas eran tradicionales y otras producto del ingenio de algún vate aldeano, quien, a la hora de repartir las donaciones, recibía parte de lo recaudado. Se reservaba otra cantidad para comprar los cuatro cirios de cera que llevarían cuatro marceros elegidos por sorteo, en la procesión de Jueves Santo. Lo restante iba para la comida y un baile al que se invitaba a las mozas, las cuales, tradicionalmente, servían la comida de marzas. Esta tenía lugar el domingo siguiente al último día de febrero y si caía en Cuaresma, se aplazaba para otro domingo. Según García Lomas, en Iguña y en Campoo se reunía lo recaudado entonces con lo de la fiesta de la Viejanera pero si no llegaba para cubrir gastos, las mozas contribuían al menos con seis cuartos. A las que no lo hacían, los mozos no las sacaban a bailar.

    Si por cualquier razón no iban los mozos a marcear algún año lo hacían los casados quienes al cantar advertían que los mozos no salían de noche porque estaban “en el gallinero”.

    Había sitios en los que el canto de las marzas ofrecía curiosas variedades locales. Así, en Soba,

    Se cantaban con careta, con mitras altísimas de pieles de oveja y varas de acebo. [Los marzantes] van revestidos con pieles de oveja, llevan cencerros de todos tamaños, y para sonarlos bien, brincan mucho. El que pide es llamado torrendero. Si diversas partidas se encuentran, se dicen: “¿Paz o guerra?”. Si alguna vez contestan “guerra” se pegan a palos y se roban las cosas.

    En la zona de Campoo cuando se cantaban los “Sacramentos de amor” a una joven, ésta correspondía con un real.

    Los mozos y los niños de Campoo de Suso se acompañaban con unas berronas o berras, silbatos hechos de una caña de saúco, que colocaban en un cuerno para mayor seguridad, y no cesaban de tocarlos mientras van de casa en casa. Las marzas de Campoo terminan siempre con tortillas y tostadas (torrejas), de lo que envían una ración al señor cura y otra a cada mujer encinta del pueblo. Suelen cantar a todos los primogénitos varones o mujeres, y reciben en premio una mantecada. En Molledo fueron siempre costumbres pastoriles. La petición de aguinaldos se consideraba como un derecho de los pastores. En vísperas de Reyes, pedían niños en dos cuadrillas “Molleu arriba y Molleu abajo”, a las que se adscribían mediante el pago de un real. Después nombraban los cargos de Amo, Bolsero y Ayudante del Amo. Al fin disponían una cena colectiva y se iban cantando a sus casas, hasta otro año.

    Al menos en Silió, el “mozo viejo” o “zalagardón” daba los nombres de quienes le acompañaban y si faltaba alguno de los presentes el pasado año decía por qué no había venido. Si entre ellos había fallecido, se rezaba por ellos. Luego presentaba a los mozos que después de pagar la patente marceaban por primera vez y éstos cantaban después por sus propios méritos para marcear.

    Córdoba escribió que las había de Navidad, “de Año Nuevo”, de Reyes, de vísperas del uno de marzo, de Cuaresma en todos los domingos al toque de la oración de la tarde, de martes de Carnaval, de Resurrección, el primer domingo de mayo, de San Juan, galanas, floridas y rutonas, de Mandamientos y de Sacramentos”; recogió variantes que experimentaba la costumbre en los diversos lugares de la Montaña, coleccionó la letra y la música de muchas canciones de marzas, de las que aseguraba que había “más de cincuenta variantes”.

  • El baile de las viejas y el Sampedro

  • Forma parte este baile de las fiestas de San Pedro que se celebran en Comillas los días 28 y 29 de junio.

    Según José Díaz de Quijano, el día de San Pedro comenzaba con una procesión en la que salían de la iglesia la imagen del santo en andas llevadas a hombros por cuatro mozos. Iba precedida por los danzantes seguida por los fieles. La procesión atravesaba el pueblo y los campos y subía hasta la ermita, mientras los danzantes bailaban para el santo. Allí quedaba la imagen todo el día. La gente comía en los prados de alrededor y cuando los danzantes salían de la ermita comenzaba el Sampedro al son del pito y del tambor.

    Los danzantes (vestidos con pantalón blanco de hilo, en mangas de camisa, con faja de color, pañuelo de seda atado por la cabeza y otros dos cruzando el pecho, de colores fuertes) solos, con trenzados, cabriolas y zarandeos, van destacándose uno a uno, hincando la rodilla ante la vieja que cada uno escoje por pareja. Las viejas [que están sentadas en la fila], hasta que el mozo hinca la rodilla por tercera vez, no salen con él a corro. Cuatro o seis de ellas tocaran enormes panderos, a cuyo son se baila. El danzante, tocando las tarrañuelas, salta, gira, se tuerce y contonea, rápido, ágil, febril, alrededor de la vieja, que en tanto, con sus amplias vestimentas cotidianas mueve sus brazos en ademanes pausados y solemnes, dando unas lentas vueltas como si la trajeran atolondrada los saltos y contorsiones del danzante. Las viejas cantaban al son de los panderos y las tarrañuelas, “estrofas absurdas y bárbaras como éstas: (Díaz de Quijano).

    Válgame Nuestra Señora,

    Válgame el Señor San Pedro;

    Las cortinas de tu cuarto

    son de terciopelo negro.

    Según Antonio Montesino, a quién se deben la descripción más completa y la interpretación de la fiesta, en la tarde del 28 se traslada a hombros la imagen del Santo desde su capilla hasta la parroquia de San Cristóbal y por la noche se enciende una gran hoguera en la plaza. Al día siguiente, tras la misa y los oficios religiosos y a media tarde, la imagen queda expuesta fuera del pórtico y ante ella cantan y bailan pandereteras jóvenes, que han sustituido hoy a las viejas, y danzantes. Estos y el resto de los fieles la acompañan cuesta arriba en una procesión que devuelve el Santo a su ermita hasta el próximo año y con unos versos cantados que concluyen:

    Con esas llaves que tienes

    en esas benditas manos,

    échanos la bendición,

    San Pedruco, que nos vamos.

    Adiós, San Pedruco, adiós,

    Adiós, San Pedruco amante,

    cuando se mueran las viejas

    ¡ya no tienes quién te cante!

    6.3 Las fiestas del Santo Patrono y las romerías

    Las romerías son parte de las celebraciones populares con las que se honra a la Virgen o al Santo, patrones de una localidad. Son muy numerosas en Cantabria, donde han tomado características locales, y apenas habrá habido escritor de costumbres que no se haya ocupado ellas en alguna ocasión.

    Entre las más tradicionales estaban, el 23 de junio la de San Juan, y el 28 la de San Pedro en la Calle Alta, Patrono del Cabildo de Arriba, el 2 de julio la Virgen de los Remedios en Ruiloba, el 16 el Carmen en Revilla, el 25 Santiago, Patrono de Santander, el 27 San Pantaleón en Liérganes. En agosto, el 15 la Virgen de la Asunción, Patrona de Torrelavega, y la de Valvanuz, el 16 San Roque, en la cuesta de la Atalaya, el 30 San Emeterio y San Celedonio, Patronos del Cabilado de Abajo, en la ermita de Miranda y, en septiembre, el 14 la Cruz en Potes, el 15 la Bien Aparecida, el 16 San Cipriano en Cartes, y el 21 San Mateo en Reinosa.

    La tarde anterior repicaban las campanas y se lanzaban cohetes, tanto más numerosos cuanto mayor el rumbo de la fiesta o de los particulares que los regalaban. En la campa donde se iba a celebrar la romería comenzaban a situarse los carros y a alzarse los tenderetes quienes vendían baratijas, telas, ropas, aperos del campo y enseres de casa.

    Solían adornarse las calles del pueblo con arcos de ramaje iluminados, y las ventanas con farolillos y colchas. En algunos lugares después de la novena ya había cohetes, picayos y baile.

    En los pueblos de Campoo el lunes anterior a la fiesta había costumbre, “consérvase todavía”, de “subir de la villa” lo necesario para celebrarla y ofrecer a los convidados arroz con leche y torrejas con miel. En la misma región y a principios de este siglo, el alcalde y otras autoridades del pueblo iban a las tres de la tarde y con volteo de campanas a cantar las vísperas del Santo. La cena era extraordinaria y en cada casa se servían patatas y morcillas hervidas en la caldera que colgaba de las trébedes.

    En muchos hogares no se dormía, ocupadas las mujeres en la preparación de

    Las torrejas o torrijas, el redondo perol de arroz con leche, los flanes, mantecadas, bollos de leche espolvoreados de azúcar cristalizado, barquillos, picatostes, ensalada de escabeche, huevos duros y la preciosa “colineta” suculenta de la montaña. Es un plato de manjar imperial compuesto de varios pisos con pastas de colores, yemas, frutas y adornos que forman un conjunto elevado y vistoso cuya picota ostenta una imagen de almidón que representa al santo o algún danzante.

    Al día siguiente, que era el de la fiesta, desde muy temprano se ponían en marcha los romeros. Antes de comenzar la misa se llevaban a bendecir a la iglesia palos con triángulos de los que colgaban roscas de pan adornadas con ramas y cintas. También solían hacerse “ramos” de flores y yerbas olorosas muy adornadas con cintas y medallas que sacaban en la procesión cuatro mozas, delante de las andas del santo, y que luego subastaban en el atrio al acabar la misa.

    Esta era solemne y larga. La decían tres curas y ocupaba el púlpito un predicador forastero que hacía el panegírico del Patrono. Un gaitero solía acompañar a un coro formado por gente del pueblo que cantaba la misa.

    Durante todo el día quedaba la Virgen, o el Santo, sobre las andas expuesto dentro de la iglesia y los fieles entraban a rezar y dejar su limosna. La imagen estaba adornada tan ricamente como lo permitían los posibles de los feligreses quienes, llevados de la piedad, solían llegar a excesos. La procesión se celebraba unas veces por la mañana y otras por la tarde. Llevaban a la Virgen o al Santo los mozos del pueblo, alternándose continuamente y detrás iban los niños de la escuela y mucha gente del pueblo cantando himnos religiosos.

    Al toque del ángelus del mediodía iban todos a comer. Los forasteros se acomodaban por los alrededores de la iglesia en la campa donde se haría luego la romería; comían en alegres grupos de familiares y amigos.

    El toque de vísperas señalaba el comienzo de la romería y ésta duraba de tres a cuatro horas.

  • Vida musical

  • La Montaña, o Cantabria, ha tenido una vida musical, que, con defectos y carencias, su dinámica ha cambiado con la antorcha encendida. Esto lo atestigua, el hecho de que en su capital se creara en 1853 la Sociedad Filarmónica. A nuestra tierra acude Barbieri. Es sabida su amistad con Menéndez Pelayo, a quien aporta una interesante documentación para su Historia de las ideas estéticas. Su paso por nuestra región, queda plasmado en la chispeante Jota del regateo, reflejo vivo de la siempre vivas regatas, en esta ocasión entre Castro y Vizcaya, competición que presenció la Reina María Cristina, esposa de Alfonso XII.

    En el salón del Casino del Sardinero, triunfaz Albéniz y Arbós. Allí sonaron las notas de la Barcarola “Sotileza”, instrumentada por Bretón, e inspirada, como se puede suponer, en la prosa pictórica perediana.

  • Festivales actuales

  • En Cantabria, existen durante el verano unos festivales de folk cántabros que llegan a realizarse por medio de la “Asociación Cántabra Festivales del Prau”.

    Éstos son los del año pasado, las fechas no serán las mismas pero será un día más o un día menos (aunque pueden desaparecer para este año):

    •VII Festival Música Cántabra

    CASTAÑEDA '98 - 3 y 4 de JULIO

    •Versión 2.1 Festival “Planeta Panoja `98”

    VAL DE IGUÑA. 10,11 y 12 de JULIO

    •“El Carmucu `98”

    HELGUERA DE IGUÑA. 17 y 18 de JULIO

    •IV Festival de Folk Cántabro

    COLINDRES '98. 21 y 22 de JULIO

    •I Festival “Prao de San Pantaleón `98”

    ESCOBEDO DE CAMARGO. 1 de AGOSTO

    •El Festival de los Sueños

    SAN ROMÁN DE CAYÓN. 5 de AGOSTO

    •Festival Folk “Valle del Saja `98”

    CABEZÓN DE LA SAL. 7 de AGOSTO

    •II Festival “El Picón de Borleña `98”

    BORLEÑA. 8 y 9 de AGOSTO

    De momento este año va a ver esos mismos más éste:

    •I Festival de Folk cántabro

    PUNTA DE PARAYAS. CAMARGO

    (Entre el Festival de Colindres y el Festival de Escobedo)

  • Grupos de folk Cántabros

  • El antiguo:

    Luétiga

    Desde sus comienzos en 1986, el grupo Luétiga ha venido realizando una intensa labor de investigación y recuperación de la música tradicional cántabra, así como de reivindicación del medio natural.

    De alguna manera, la base de trabajo del grupo no es sólo la conformada por las melodías y ritmos que a lo largo de los siglos han sido configuradas por la cultura cántabra. Luétiga considera además como figura central la del músico tradicional, hombres y mujeres que vivían de su trabajo en fiestas y romerías y que, como han confirmado las investigaciones de Roberto Diego (componente de Luétiga) al respecto, poco tenían que ver con el mito del pitero y el tamboritero. Así, en su recorrido por la geografía cántabra han encontrado, en general a través de material fotográfico y fonográfico de principios de siglo, dulzaineros, clarinetistas, intérpretes de flautas de tres agujeros y de gaita o violinistas, con el consiguiente enriquecimiento del panorama musical cántabro.

    Luétiga (nombre que reciben las lechuzas en Liébana) estaba formado por: Marcos Barcena (guitarra acústica y voz), Fernando Diego (tambor y bombo), Kate Gass (violín, clarinete, flauta travesera y voz), Conchi García (pandereta y pandero) y Roberto Diego (flauta travesera, gaita, flauta de tres agujeros y tamboril).

    Ahora empieza haber muchos grupos de folk cántabros, os voy a nombrar unos pocos:

    Saltabardales, La Vaca Multicolor, el desaparecido La Humera, Terzuelo, étc.

    En Camargo se han formado dos grupos que yo conozco, de jóvenes de 17 a 20 años, de los que voy a hablar ahora un poco:

    Dujo, grupo formado por chicos y chicas de Maliaño y Muriedas, que han compuesto varias canciones y que ya el año pasado, empezaron a tocar en festivales de verano por toda Cantabria.

    El Pendo es un grupo que han formado cinco chicos de Escobedo, que este año ya empezarán a enseñarnos sus progresos.

    Estos grupos se han formado hablando un día con gente que le gustaba el folk y que quería tocar, no son grupos para ganar dinero, sino para pasar el tiempo.

  • Costumbres lúdicas musicales

  • Voy a citar unas cuantas de las cuáles solamente voy a hablar de “las rondas y los grupos petitorios.”

    “La puja”, costumbre del Saja;

    “Pedir lumbre”, costumbre de los valles de Campoo en las noches de ronda;

    “Rondas de quintos”, costumbre de los quintos de cada año;

    “Pedir las natas”, costumbre en Campoo;

    “Los bolos”, costumbre de jugar en toda España hasta delimitarse a la zona del Cantábrico donde se jugaba los domingos después del rosario.

    Las rondas y los grupos petitorios

    Vieja costumbre en Cantabria ha sido el salir de noche para cortejar a las mozas. Los rondadores eran hombres solteros que iban solos o en grupos y cuando éste era numeroso les dirigía uno que hacía de “mozo mayor”. La temporada de rondas comenzaba en San Juan cuando se ponían los ramos y duraba hasta el día de San Miguel. Según “Córdoba” no se llamaban rondas a las rondallas musicales ni a las comparsas petitorias. A veces se cantaban las rondas también a la vuelta de las romerías, a la salida de las deshojas o, en verano, y con las mozas, al regresar de los prados. No se cantaba en ellas un tipo de canción específica ni solían usarse instrumentos aunque en Peñarrubia los cantores se acompañaban del son “admirablemente concertado de dalles y colodras, con otros instrumentos campesinos”.

    El mozo que iba de ronda anunciaba su presencia con ijujús y al llegar frente a la casa de la que iba a cortejar cantaba algunos cantos de salutación o que reflejaban el estado de su ánimo o el de las relaciones que mantenía con ella. Ej.

    A tu puerta están cantando

    y tú, niña, no lo entiendes;

    tu galán es el que canta,

    morena y salada,

    despierta, niña, si duermes.

    Cuatro pinos tiene su pinar

    y yo te los cuido;

    cuatro majos los quieren cortar,

    no se han atrevido.

    [De Torrelavega]

    Esta noche rondo yo,

    mañana ronde quienquiera;

    esta noche rondo yo

    la casa de mi morena.

    [De Liérganes]

    Si la moza tenía interés en el que cantaba, abría la ventana y hablaba con él un rato. Cuando había más de un pretendiente, estos procuraban superarse unos a otros lanzando ijujús de desafío y llegando en ocasiones a enfrentarse a palos. Lo mismo sucedía cuando rondaban varias cuadrillas en las que iban los mozos rivales. Si los rondadores iban a cortejar a otro pueblo era costumbre pedir antes permiso a los mozos locales quienes solían otorgarlo después de que los forasteros pagaran como patente cierta cantidad en vino o en dinero. Cuando alguno se negaba a pagarla, los del pueblo le obligaban a beberse uno o varios sombreros llenos de la fuente. Si eran grupo, los perseguían a pedradas o se enfrentaban con ellos a palos para negarlos el paso.

    “El ijujú”, “relinchíu” o “jípido” que lanzan los mozos es un grito sonoro y retumbante semejante a un relincho y puede expresar saludo, reto, alegría y despedida; era un grito de guerra.. (El ijujú se parece al ataruxo gallego que era un grito celta en honor al Sol.)

    Manuel Llano le describía así:

    ¡Ijujús! de los vaqueros que se despiden del pueblo. Ijujús agudos y prolongados en esta mañana apacible. Más estridente que el silbo de un tren, el baladro celta que nos conmueve y nos acaricia. Ansias fuertes en el grito de despedida. El alma puesta en el retorneo, en el lamento, en el adiós. ¡Cuántas alegrías, cuántas pesadumbres, cuántos recuerdos en este vibrante saludo de los pastores que se alejan de Bañaflor!

    Comienza pujante, erguido, como un reto y una provocación. Termina trémulo, triste, apagado como deshecho en penas, en lágrimas, en ternuras. La estridencia se suaviza, se arrepiente, se hace dulce y se torna en querella. Primero, torrente en la hoz, con rabiones y espumeros. Después, rumor de fuente en pradera, con aguas sosegadas en caminito verde.

    Las letras y en las rosas, los robles y las peñas, las yedras y las malvas de la tierra en este grito de los vaqueros y de los sarrujanes que van a Palombera. Grito rebelde y manso a la vez, de pastores y romeros, de amores y desventuras, de lágrimas y esperanzas, sensaciones ásperas, de suaves inquietudes. Más rotundo que el astur. Más recio que el galaico. Todas las tueras y todos los almíbares de la raza, todas las mansedumbres, todas las energías, todas las severidades, todas las templanzas de este elemento -reto o querella, súplica o requiebro- que trasciende a dicha o felicidad, a lloro o regocijo.

    Ijujú del cabrero, del labrador, de enamorados y mohínos en lides y devaneos de ronda y cortejo. Ijujú de ansias y frenesíes en primer moceo, en la primera lucha de antruido, entre hondas, belortos restallantes como látigos y campanos de majuelos duros.

    Reflejos de los sentimientos, de las flaquezas, de las gallardías, de los recelos, de los quebrantos, de las perezas, del optimismo, en este baladro agudo que tiene gorjeos y saetas.

    Ijujú de Cabuérniga, seco, alto, tembloroso, como el de Campoo. Ijujú de Pas, fuerte como nota de bígaro bien tañido. Ijujú de Trasmiera, enérgico, prolongadísimo, con mucho adorno de retorneos. Ijujú de Rionansa y de Carmona, de Cabrojo y de Tudanca, seco, noble, recio, acentuado y lánguido al final como copla de baile. Ijujú de los pobres “lobetos” de Viana -pueblo de cerezos y lumbres-, manso, suave, débil, largo, apacible. Ijujú de Bárcena Mayor, leve, áspero, trémulo, que se mezcla con los rabiones iracundos del viento en las noches de nieves y ventiscas. Ijujú de Reocín, de Iguña, de Peñarrubia, de Liébana, de Polaciones, de Lamasón, de Valdáliga…

    9. Conclusión

    Antes de dar mi conclusión sobre este trabajo, quiero explicar por si no se sabe quienes son algunos de los nombres que han aparecido en el trabajo: Sixto Córdoba, Matilde de la Torre que eran investigadores del folklore cántabro.

    La conclusión sacada me ha hecho reflexionar sobre lo que era Cantabria anteriormente y lo que la hemos hecho cambiar, no sólo en música, sino en todos los aspectos.

    Me ha hecho aprender un poco más sobre la historia de Cantabria y sobre la música folk.

    Al buscar información sobre el folklore he encontrado un texto sobre la diferencia de Cantabria hoy en día, de unas zonas a otras.

    El mar y la montaña; ambos marcan la vida del cántabro de hoy: la geografía así lo ha decantado. El mar que baña estas costas recibió nombre de las bravas gentes que aquí encontraron los romanos, y, por toda España y América, el “montañés” por autonomasia es el natural u oriundo de la provincia de Cantabria. El binomio funciona en múltiples aspectos: la actividad económica, la gastronomía, el folklore, el turismo, la literatura, de manera que cada cual completa su doble condición marinera y montañesa con un intercambio que resulta más patente en los ocios del fin de semana y excursiones veraniegas. No en balde en reflejo literario más típico de Cantabria, la obra de Pereda, participa también de esta dualidad, y sus novelas más conocidas y características resultan ser “Sotileza” (la novela del mar) y “Peñas arriba” (la novela de la montaña). Por otra parte, el equilibrio entre tradición y modernidad viene también enraizado en esta doble condición cántabra: el mar significa progreso, apertura al exterior, evolución, expansión, universidad, y a sus bordes tienen lugar las concentraciones humanas atraídas por la industria y el turismo; la montaña, por el contrario, es símbolo de tradición, de permanencia, de particularidad, y es en ella donde se conservan con más cuidado el folklore y las costumbres de las anteriores generaciones.

    10. Bibliografía

    La información está sacada de libros de la biblioteca municipal de la Vidriera; de los CD de música folk actual; de amigos amantes del folklore de Cantabria, de revistas de Cantabria, de artículos sobre nuestra tierra, de libros de texto, étc.

    Procedencia de los textos del trabajo

    -La música en Cantabria de Julio C. Arce Bueno (Fundación Marcelino Botín), sacado de la biblioteca la Vidriera.

    -Los montañeses pintados por sí mismos de Salvador García Castañeda (Colección pronillo), de la biblioteca la Vidriera.

    -Un texto sobre las marzas de José Miguel Lamalfa Díaz, sacado de la enciclopedia de folklore cántabro de la Vidriera.

    -Texto sobre el panorama y perspectiva de la música en Cantabria de José Luis Ocejo de la enciclopedia de folklore cántabro de la Vidriera.

    -CD de Luétiga “La última cagiga” y “Nel, El Vieju”; CD de Saltabardales “por tu puerta voy entrando …”

    -Música y canciones de Cantabria de Arturo Gómez López; libro de texto de Iniciación a la música.

    Procedencia de las ilustraciones del trabajo

    -La Revista de Cantabria

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    Idioma: castellano
    País: España

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