Medicina


Medicina Geríatrica


4 EL DESAFÍO DE LA MEDICINA GERIÁTRICA

1. INTRODUCCIÓN.

INTRODUCCIÓN.

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Aunque, convencionalmente se define como paciente geriátrico a todo paciente de 75 años de edad, a lo largo de este capítulo se considerara como entrada en la edad avanzada la edad de 65 años, a no ser que se indique lo contrario.

Se considera así, ya que esta suele ser la edad a la que mucha gente se jubila y a partir de la cual puede acceder a beneficios sociales como Medicate.

Desde el comienzo de este siglo, las naciones industrializadas han presenciado un crecimiento sin precedentes en el número absoluto y proporción relativa de personas mayores.

En 1900,

la esperanza media de vida en Estados Unidos era de 47 años,

y sólo un 4 % de la población tenía más de 65 años de edad;

actualmente,

la esperanza media de vida es de 75 años,

y un 12.2 % de los norteamericanos tiene más de 65 años.

Un aumento de 28 años en la esperanza media de vida es bastante extraordinario; prácticamente,

iguala a los años de esperanza de vida que se han ganado entre la Edad de bronce (aproximadamente hacia el 3 000 a. C.) y 1900.

Este es un logro social y no una consecuencia de la evolución biológica.

Ello está en función no sólo de la ciencia médica,

sino también del progreso socioeconómico,

de la higiene

y de la mejor nutrición.

Aproximadamente, un 80 % de tales logros

es atribuible a la reducción significativa de las tasas de mortalidad,

tanto maternal,

como infantil

y de lactantes,

y un 20 % en personas mayores de 65 años, merced a

la prevención efectiva, tratamiento o control de la hipertensión,

diabetes

y otros procesos, tanto crónicos como agudos.

Se estima que

el control de las enfermedades cardiacas permite alargar la vida unos 10 años,

y la derrota del cáncer podía añadir algo más de dos años de vida.

Los súbitos y drásticos cambios demográficos han requerido una rápida adaptación.

A título comparativo, podemos ver como el mundo industrializado continúa aún adaptándose a revolución científica industrial iniciada hacia 1730.

Todavía se siguen realizando esfuerzos para adecuarse

a la separación de la familia del lugar de trabajo,

a la contaminación

y expolio del medio ambiente y a la urbanización.

Por ello, no debe sorprendernos que haga falta tiempo para que se produzca una adecuación a los importantes cambios demográficos derivados del envejecimiento de la población, lo cual, a su vez, es en realidad una consecuencia de la propia revolución industrial.

El desarrollo de sistemas de seguridad social y de seguros médicos y sanitarios en países industrializados tales como Estados Unidos, Japón y las naciones europeas, ilustran tales ajustes sociales.

El desarrollo de la geriatría, especialmente en Gran Bretaña y Escandinavia, y en menor medida en Japón y menor aún en Estados Unidos, refleja también la respuesta existente frente a las tendencias demográficas actuales.

Aspectos tanto demográficos como epidemiológicos y socioeconómicos han obligado a prestar atención a la investigación en relación con el envejecimiento y a incentivar la prestación de nuevas formas de asistencia médica a las personas de edad avanzada.


DEMOGRAFÍA DEL ENVEJECIMIENTO.

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El drástico aumento del número y proporción de personas mayores considerado como evento histórico, es importante.

Tanto la medicina como la salud pública tienen un papel que desempeña en este cambio demográfico nuevo sin precedentes, para lo cual han asumido ciertas responsabilidades que les permitan enfrentarse a los desafíos resultantes.

En 1987 el número total de ancianos en Estados Unidos era de 29.8 millones, un 12.2 % de la población total del país.

La esperanza de vida a la edad de 65 aumentó sólo en 2.4 años entre los años 1900 y 1960, pero a partir de 1960 ha aumentado en otros 2.7 años más.

En 1987, las personas que alcanzaron la edad de 65 años

pueden, en promedio, esperar vivir otros 16.9 años más;

18.6 años para el caso de las mujeres (edad 83.6 años)

y 14.8 años para los hombres(edad 79.8 años).

El aumento de longevidad explica sólo parcialmente el incremento gradual del número y proporción de personas ancianas,

ya que ello se debe también, a un aumento en la tasa de natalidad en la década de los años 20 y después de la segunda guerra mundial.

El envejecimiento del grupo perteneciente a la época anterior a 1920 junto con el descenso en la tasa de natalidad a mediados de los años 60, son dos hechos que han contribuido a que,

por una parte, exista una mayor proporción de personas ancianas

y, por otra, a que la edad media de la población de Estados Unidos aumentara de 27.9 años en 1970 a 32.1 en 1987.

Si los niveles actuales de fertilidad e inmigración en Estados Unidos se mantienen estables, el único grupo que experimento un crecimiento significativo en el próximo siglo será el que está formado por aquellas personas con edades superiores a 55 años.

Este crecimiento es probable que se produzca en dos etapas:

la proporción de personas con edades iguales o mayores que 55 años permanecerá relativamente estable a lo largo del año 2000, quedando uno de cada cinco;

hacia el año 2010 se producirá un incremento significativo debido al envejecimiento de las personas pertenecientes a la generación del «baby boom».

Aproximadamente un cuarto de la población de Estados Unidos tendrá 55 años o más, y uno de cada siete tendrá por lo menos 65 años.

Hacia el año 2030 aumentarán estas cifras en proporción de uno a tres y de uno a cinco, respectivamente (Fig. 4- 1 ).'Medicina Geríatrica'

La esperanza de vida a la edad de 85 años ha aumentado en un 24 % desde 1960.

El grupo formado por aquellas personas que tienen 85 y más años, ha sido el que ha tenido el crecimiento más rápido después del grupo formado por los pertenecientes a la generación del «

ððð•áðððð».

Además, el número de personas centenarias ha aumentado

de 15 000 en 1980

a 25 000 en 1986

y se espera que hacia el año 2000 se supere la cifra de 100 000.

Este aumento en el número de personas muy ancianas permitirá, probablemente, que incluso los propios ancianos tengan, por lo menos, un pariente aún vivo.

Efectivamente, el siglo XX ha visto surgir las familias multigeneracionales;

cada vez es más frecuente ver familias formadas por cuatro y cinco generaciones.

Según datos de 1982, que son las cifras más recientes del National Center for Health Statistics de que se dispone,

existen unos 2.2 millones de personas con una edad media de 57 años (72 % de ellas eran mujeres)

que proporcionan ayuda no pagada a 1.6 millones de ancianos incapacitados no pertenecientes a ninguna institución.

Existen diferencias en los sexos en lo que se refiere a la esperanza de vida.

Las mujeres sobreviven a los hombres unos 6.8 años de promedio.

En los grupos de edades mayores, la proporción de hombres en relación con las mujeres disminuye con la edad.

En 1987 existían dentro del grupo de las personas con edades superiores a los 65 años,

17.7 millones de mujeres

y sólo 12.1 millones de hombres,

es decir, 146 mujeres por cada 100 hombres.

En la gama de edades mayores, la diferencia era aún más acusada.

Por cada 1 00 hombres pertenecientes al grupo con edades comprendidas entre los 65 y los 69 años, existían 120 mujeres,

mientras que en el grupo de 85 y más años, el número de mujeres por cada 100 hombres ascendía a 256.

Esta diferencia en la mortalidad dependiendo de los sexos explicaría

que los hombres más ancianos contraigan matrimonio

y que las mujeres más ancianas queden viudas; existen, por lo menos tres veces más viudas que viudos.

En 1988,

sólo un 23.7 % de los hombres que tenían 75 o más años y que no pertenecían a ninguna institución, eran viudos,

mientras que en el mismo grupo de edades, existía un 66.1 % de mujeres viudas; esto implicaría

que es más probable que sean las mujeres quienes acaben viviendo solas por un periodo más largo de tiempo

y que, por tanto, estas serían especialmente quienes se verían enfrentadas al desafío de envejecer.

Aproximadamente un 75 % de esta diferencia en la tasa de mortalidad es atribuible a enfermedades y accidentes.

En Estados Unidos, la mayor tasa de mortalidad masculina se debe a

arteriopatías coronarias,

al cáncer pulmonar

y al enfisema

en relación con

el consumo de tabaco,

a accidentes industriales y exposición a productos químicos tóxicos,

a accidentes de automóvil y de otros vehículos,

a suicidios

y a cirrosis hepática.

En cuanto al 25 % restante, es necesario realizar ulteriores investigaciones a fin de poder determinar en que medida este porcentaje es atribuible

a diferencias en estilo de vida,

al estrés,

al estado hormonal,

a la estructura genética,

a la función inmunitaria

y a otros factores.

El tema del debate se refiere al ingreso en instituciones de personas mayores de 65 años.

Hay quienes creen que el porcentaje de personas mayores de 65 años dispuestas a ingresar, incluso temporalmente, en instituciones de cualquier naturaleza (como p. ej., hospitales para enfermos crónicos, hogares de ancianos, residencias geriátricas, hogares adoptivos),

no sería superior al 20 %;

otras prospecciones sugieren, en cambio, que las cifras se aproximarían al 40 %.

Sin embargo, sólo un 5 % de los ancianos se encuentra ingresado en alguna institución.

Estos residentes suelen ser mujeres blancas muy ancianas.

Aproximadamente un 84 % de los residentes de hogares cuidados por enfermeras están sin su cónyuge,

mientras que en el caso de los ancianos no ingresados en instituciones, este porcentaje se reduce al 45 %.

Además,

sólo un 63 % de los residentes de los hogares antes mencionados tienen hijos,

mientras que en el caso de los ancianos no ingresados, el porcentaje es del 81 %.

Antes de 1980, la mayoría de los ancianos vivía en el centro de las ciudades y en las regiones rurales; sin embargo, desde entonces se ha visto que más personas mayores de 65 años prefieren vivir en los suburbios antes que en las ciudades principales.


EPIDEMIOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO

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Los cambios de conducta que se han producido en Estados Unidos durante este siglo han tenido por resultado que las causas de muerte sean diferentes.

En 1900, las enfermedades cardiacas

eran la cuarta causa principal de muerte,

pero ya desde 1910 están ocupando el primer lugar.

El cáncer

no estuvo hasta 1930 dentro de las cinco primeras causas de muerte, año en que ocupo el tercer lugar;

desde 1950 ocupa el segundo lugar.

El ictus

fue desde 1900 hasta 1930, la quinta causa principal de muerte,

pero desde 1950 ocupa el tercer lugar.

Los accidentes no estuvieron incluidos dentro de las cinco principales causas de muerte hasta 1950, año en que pasaron a ocupar el cuarto lugar que aún conservan.

Las enfermedades pulmonares son la quinta causa principal de muerte desde 1986.

A partir de 1985 ha aumentado el número de suicidios en todos los grupos de edades,

aunque el aumento más marcado ha correspondido a la categoría que incluye las personas con edades entre los 75 y los 84 años.

Las cardiopatías, junto con el cáncer y el ictus, son responsables de

un 75 % de las muertes de ancianos,

de un 20 % de las visitas al médico,

de un 30 % de las estancias hospitalarias

y de un 50 % de los días de postración en cama.

El ictus, tercera causa principal de la muerte para este grupo,

ha ido disminuyendo su incidencia en el curso de los últimos treinta años;

probablemente, esto se deba

al mejor control de la hipertensión

y a un mejor tratamiento y rehabilitación.

La duración media de la permanencia de un paciente en el hospital ha ido disminuyendo de 14.2 días en 1968 a 8.6 en 1987. (Para los menores de 65 años, la permanencia media era de 5.4 días.)

Este descenso se debe, en parte,

a las reglamentaciones hospitalarias cambiantes (DRG),

si bien el descenso en la duración de la permanencia en hospital se había producido antes de que surgieran estos cambios.

La mayoría de los pacientes ancianos ingresan por agudizaciones de un proceso crónico.

En 1983,

un 31 % de los ingresos se debieron a enfermedades circulatorias,

un 12 % a enfermedades digestivas,

un 11 % a enfermedades respiratorias

y un 10 % a neoplasias.

Es evidente que, a mayor edad, es más probable que surjan enfermedades.

Con todo, la mayoría de las personas de edad avanzada tiene una salud bastante aceptable y son capaces de actuar de manera independiente.

Si bien los procesos agudos han ido disminuyendo en frecuencia, los procesos crónicos, tanto únicos como múltiples, en cambio, son muy frecuentes en los ancianos, especialmente en las mujeres.

Probablemente sea la artritis el principal problema médico de la calidad de vida en los ancianos, y su morbilidad es muy alta.

Aunque esta enfermedad es responsable de muy pocas muertes y de sólo un 2 % de las hospitalizaciones, también es cierto que explica el 16 % de los días que el paciente debe permanecer encamado.

Efectivamente,

la artritis,

la hipertensión

y los trastornos auditivos,

respectivamente, son las tres afecciones crónicas principales que aquejan a los ancianos.


ASPECTOS SOCIOECONÓMICOS DEL ENVEJECIMIENTO.

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En la cultura norteamericana, incluida la profesión médica, es muy frecuente que existan actitudes negativas hacia las personas mayores.

En los médicos, probablemente sea

un reflejo de la sensación de impotencia que sienten cuando se les pide que respondan a las complejas necesidades de los pacientes ancianos, a lo que se añade,

la inquietud del enfrentamiento a la realidad del envejecimiento y la proximidad de la muerte.

Es necesario rebatir y superar todas las concepciones erróneas y prejuicios que existen en relación con el envejecimiento; así, por ejemplo, la edad en sí no produce

senilidad,

falta de productividad

o pérdida del apetito

y capacidad sexual.

Muchas personas mayores prefieren retirarse y no buscan trabajo.

Aproximadamente, dos tercios de los jubilados han dejado de pertenecer a la fuerza laboral antes de los 65 años, principalmente por razones de salud.

Existe un descenso constante en los índices de participación en la masa laboral.

El hombre medio empleaba en 1900 algo más de un año, o un 3 % de su vida, en el retiro u otras actividades ajenas al trabajo;

sin embargo, en 1980, un 19 % de sus 70 años de vida, es decir 13.6 años, los vivía ya jubilado.

En 1950, más de la mitad de los hombres con 65 o más años, seguía perteneciendo a la fuerza laboral;

esta cifra se redujo hacia 1987 a un 16 %.

La participación de las mujeres mayores en la masa laboral ha variado discretamente:

10 % en 1950

en relación con un 7.4 % en 1987.

El trabajo de media jornada

goza de la aprobación de los trabajadores de todas las edades

y, muchas personas mayores con una visión positiva de su salud estiman que un trabajo de media jornada tras su jubilación resultaría atractivo.

La ampliación de 65 a 67 años en la edad de acceso a la Seguridad Social, reforma que será introducida hacia el año 2027, así como también, la eliminación del retiro obligatorio,

serán hechos que, previsiblemente, tengan un impacto mínimo en el aumento de personas mayores en el sector laboral;

no obstante, además, se ha estimado que podría existir una escasez de trabajadores en la década de 1990 y en el próximo siglo, particularmente por lo que se refiere a la industria de servicios.

Algunas empresas norteamericanas están pensando ya en capacitar, contratar o recontratar trabajadores mayores.

Hay personas que temen que una población geriátrica creciente

es un lujo que la sociedad no puede permitirse,

que puede conducir a un estancamiento del crecimiento productivo y económico de la sociedad,

y que puede ocasionar conflictos entre las distintas generaciones.

Aunque existe un número creciente de jubilados en relación con las personas activas,

la suma total del grupo de personas dependientes, que incluye tanto a los menores de 18 años como a los mayores de 60, ha estado disminuyendo desde 1900,

y se espera que esta tendencia se mantenga hasta comienzos del próximo siglo,

hecho que a su vez dependerá de la inmigración, para luego comenzar a producirse un aumento en tales cifras.

Si bien los norteamericanos en edad activa mantienen tanto a los jóvenes como a los ancianos, el creciente número de ancianos se ve en parte compensado por una tasa de natalidad menor que el crecimiento cero de la población.

La tasa de mantenimiento se ha convertido en un tema político.

Se ha argumentado que el mantenimiento de los ancianos descansa, especialmente en lo que se refiere a los desembolsos de dinero por el estado, sobre las espaldas de los jóvenes.

Sin embargo, si bien es cierto que los derechos de los ancianos se apoyan principalmente en programas federales financiados con fondos públicos,

es necesario señalar que los jóvenes son apoyados principalmente a través de impuestos para la educación, impuestos que son pagados por

la comunidad,

el estado

y por fondos privados.

En todo caso, los datos de las encuestas (p. ej., los sondeos de Louis Harris) revelan que no sólo los ancianos sino también los jóvenes, están a favor de los derechos de las personas mayores.

Esto se debe, en parte, al hecho de que los jóvenes comprenden que ellos también llegaran alguna vez a viejos.

Mas aún, tales derechos benefician directamente a los hijos de mediana edad de los ancianos, ya que les alivia de algunas responsabilidades económicas para con sus padres que de otra manera deberían asumir en plenitud.

Los ancianos, considerados como grupo, gozan de un estatus socioeconómico inferior al de otros adultos.

Los ingresos medios de los ancianos en 1987 eran

de 11 854$ para el caso de los varones

y de 6734$ para el caso de las mujeres.

En aquellos casos en que el cabeza de familia tenía 65 o más añðð¼áðσáðððð≥ððððáðσáððáððð≥σððáðσðððáðσá%@á%%%ñ«

áá%ðá%%%%¼áððáððσððσáð≥ðððððððáðσáððð≥σðððáðð≥ðáðððáðððððððð¼áðððððáððððáðððσ·ððáðσáðððððððáððððáððððððððððáσðáðð≥ðððððð≥¼áσðððððá≥σð≥σðσðððððáðð≥á

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á•áðð≥áðσðððððσðáðúblicas y privadas ( 15 %).

La Seguridad Social es un programa de protección a lo largo de toda la vida que proporciona fondos no sólo a los jubilados, sino también a sus familiares que le sobreviven y a los incapacitados.

Así, los jubilados perciben un 60 % de los beneficios de la Seguridad Social, mientras que un 40 % de ellos es percibido por las viudas y por los más de tres millones de niños.

El nivel de pobreza de los norteamericanos de edad avanzada es alarmante.

En 1987, el umbral de pobreza para parejas ancianas era de 6 872$,

y para ancianos que vivían solos, 5 447$

(132$ y 104$ por semana, respectivamente).

Un tercio de los ancianos norteamericanos tenía unos ingresos totales que estaban un 150 % por debajo del nivel de pobreza;

un quinto de ellos tenía ingresos situados un 125 % por debajo del nivel de pobreza.

Las personas ancianas que viven solas tienen problemas especiales.

Suelen tener 75 o más años,

y corren mayor riesgo de ser ingresados en instituciones.

Los ancianos con niveles bajos de ingresos tienen peor salud y mayor riesgo de padecer afecciones crónicas y alteraciones funcionales que aquellos con mayores niveles de ingreso.

Tres quintas partes de los ancianos que perciben menos de 104$ por semana viven solos.

Dos tercios de ellos son viudas, que son las principales víctimas de la pobreza entre los ancianos.

Si bien los ancianos gastan un 67 % de sus ingresos en vivienda (incluidos instalaciones y servicios), comida y atención médica, mientras que los hogares más jóvenes tienen comparativamente un gasto del 49 % para los mismos propósitos, uno de sus principales gastos está determinado por la atención médica.

El gasto medio per capita por concepto de atención médica de afecciones agudas para una persona mayor era de, aproximadamente, 3 500$ en 1987, y un tercio de los ancianos próximos al umbral de pobreza se vieron, como consecuencia de los gastos médicos, abocados a ella.

Los desembolsos directos por concepto de costes de salud representan para el anciano medio un 15 % de sus ingresos, idéntico porcentaje al que existía antes de que se promulgara la creación de Medicate y Medicaid.

Medicate cubre, según datos de 1984 del Health Care Financing Administration, el 49 % de todos los gastos de atención médica personal de los ancianos. Medicare proporciona servicios principalmente en casos agudos o de urgencia; la atención prestada en hospitales da cuenta de un 69 % de la atención sanitaria. En 1984 el programa pago un 75 % de los costes del hospital y un 58 % de los costes por servicios médicos prestados. Aunque los gastos por atención médica domiciliaria han crecido significativamente, representan tan sólo un 3.3 % de los pagos financiados por Medicare. El 5 % de los ancianos no pertenecen a Medicare. Los requisitos deducibles y de seguro conjunto de Medicare han ido en aumento, al igual que sus primas, desde que fue promulgada su creación. Medicaid, que es el programa federal/estatal que representa la principal fuente de financiamiento de la asistencia en residencias geriátricas, da cuenta de un 42 % de todos los gastos por concepto de asistencia en dichas instituciones; sin embargo, tan sólo una de cada tres personas ancianas oficialmente por debajo del umbral de pobreza están cualificadas para pertenecer a Medicaid.

The Old Age and Survivors Insurance Trust Fund of the Social Security se encuentra en un estrecho equilibrio actuarial; en los próximos años no existirá ningún problema de insolvencia. En cambio, se piensa que el Medicare Trust Fund tendría dificultades poco después de finales de siglo. La provisión de nuevas fuentes de financiamiento para la atención a largo plazo es un tema crítico. Se han alcanzado algunos progresos en la solución de este problema. La legislación, actualmente en trámite, es un reflejo de la preocupación del gobierno por los crecientes costes de la atención médica a largo plazo. Muchas compañías privadas de seguro importantes están interesadas en probar y comercializar la atención médica a largo plazo, y la cobertura será a todo riesgo, más barata y más fácilmente accesible. Varios empleadores importantes, incluido entre ellos el gobierno federal, están estudiando la posibilidad de tener seguros de atención médica a largo plazo para sus empleados; y varias corporaciones están desarrollando diversos programas a fin de ayudar a sus empleados en el cuidado de sus parientes ancianos. En la medida que siga aumentando la población de edad avanzada será cada vez mayor la necesidad de servicios de atención a largo plazo, tanto en el hogar como a nivel institucional. Medicaid y otras formas alternativas de financiamiento se verán así sometidas a mayor presión,. Uno de los principales desafíos de las siguientes décadas consistirá en saber equilibrar la responsabilidad entre los sectores público y privado.


VALORACIÓN DE PERSONAS ANCIANAS.

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Actualmente se piensa que muchos de los cambios biológicos que se producen en el tiempo, como puede ser la existencia de enzimas alteradas, indicativas de una disfunción hepática, están más bien relacionadas con enfermedades crónicas y alcoholismo que con el envejecimiento normal.

Muchas alteraciones fisiopatológicas que antes eran imputadas al inevitable proceso de envejecimiento, son en realidad resultado de una enfermedad, y por ello son susceptibles de ser curadas e incluso prevenidas.

Ejemplos notables de ello son la arteriosclerosis y la demencia senil, ambas temidas antes como consecuencias del envejecimiento.

También es cierto que con la edad aumenta la vulnerabilidad a las enfermedades.

Se entiende por actividades de la vida diaria (ADL) todas las actividades relacionadas con el cuidado personal, tales como bañarse, vestirse, comer, entrar y salir de la cama o levantarse de sillas, salir y realizar las necesidades fisiológicas.

Las actividades instrumentales de la vida diaria (IADL) se refieren a las actividades derivadas de la administración del hogar, entre las que se incluyen

la preparación de comidas,

compra de artículos personales,

administración del dinero,

utilización del teléfono

y realización de reparaciones menores o mayores en el hogar.

Aproximadamente una cuarta parte de las personas de 65 o más años, tienen dificultades para realizar una o más de las siete actividades relacionadas con el cuidado personal;

aproximadamente el mismo número de personas tiene dificultades para realizar una de las seis actividades relacionadas con la administración del hogar.

Dentro de las actividades de la vida diaria, andar es la que plantea las mayores dificultades,

y dentro de las actividades instrumentales de la vida diaria, son las reparaciones y trabajos pesados los que plantean mayor dificultad.

El paciente geriátrico suele tener 75 o más años y presenta trastornos psicosociales y físicos, múltiples, complejos e interactuantes, que pueden ser tanto agudos como crónicos.

Una persona que ingresa en el hospital por un problema renal, y como consecuencia de un buen tratamiento puede abandonar éste con una función renal mejorada, por diversas razones, puede ser apenas capaz de caminar.

A fin de poder prestar una atención global al paciente, será necesario disponer no sólo de un nefrólogo o de un internista, sino que también será necesario tener un equipo formado por una enfermera, un asistente social, un psiquiatra, un neuropsicólogo o ambos, los cuales se ocuparán tanto de los motivos por los cuales el paciente no puede caminar, como de la existencia de una posible depresión o también de la capacidad de éste para

enfrentarse con la realidad, una vez que salga del hospital.

El National Institutes of Health Consensus Conference ha diseñado un método de juicio y evaluación que es particularmente adecuado para pacientes ancianos.

Se trata de un enfoque de grupo multidisciplinario en que el paciente es analizado desde una perspectiva funcional, y no sólo en cuanto a los órganos, sistemas o enfermedades concretas.

El American College of Physicians argumenta, además, que todo paciente de 75 o más años debe ser sometido a pruebas que exploren sus funciones basales.

Las evaluaciones geriátricas ponen al descubierto, describen y explican los múltiples problemas que afectan a los pacientes ancianos, sus recursos y fuerzas, y sus demandas por servicios;

luego se establece un plan coordinado de cuidados que está orientado a posibles intervenciones futuras.

La evaluación funcional permite identificar aquellos problemas que precisan de evaluaciones más detalladas por profesionales médicos y no médicos, entre los que se incluyen fonoaudiólogos, psicólogos clínicos, dentistas, especialistas en nutrición, terapeutas ocupacionales y fisioterapeutas, pediatras y farmacéuticos.

El proceso de evaluación proporciona al médico una información segura respecto de la auténtica capacidad del paciente de funcionar de manera independiente dentro de la comunidad.

Permite además, identificar aquellos aspectos no médicos en los cuales el enfermo puede necesitar ayuda, como pueden ser la posibilidad de pertenecer a Medicaid o la existencia de servicios comunitarios tales como Meals on Wheels o prórrogas de los cuidadores, servicios con los cuales tanto el paciente como el médico pueden estar poco familiarizados.

El médico puede, además, formarse una idea de los deseos del paciente de tener apoyo vital final.

Existen numerosos estudios realizados con pacientes hospitalizados que confirman la efectividad de este enfoque interdisciplinario del tratamiento y valoración del paciente.

Un estudio realizado por la Veterans Administration revela que los grupos de pacientes que eran sometidos a valoraciones globales y que habían recibido los servicios que necesitaban, permanecían ingresados menos tiempo, las rehospitalizaciones eran menos frecuentes y, además, sus índices de mortalidad y morbilidad eran menores.

La valoración en grupo de pacientes geriátricos en régimen ambulatorio representa una forma prometedora de prestar cuidados satisfactorios de alta calidad a pacientes ancianos, además de permitir, posiblemente, la reducción de los costes de la atención sanitaria.

Es necesario integrar a la geriatría en toda la medicina.

No necesita ser una especialidad de consulta, sino que más bien todo médico de atención primaria como también los médicos especialistas deberían estar en posesión de una formación adecuada y de conocimientos de los principios de la geriatría.

Es necesario prestar atención tanto a las evaluaciones funcionales y geriátricas como a estos enfoques interdisciplinarios.

La definición de geriatría supone una perspectiva amplia que integra todos los aspectos de la medicina, y no sólo los de la medicina interna.

Para lograr tal integración es necesario que,

por una parte, la medicina geriátrica desarrolle los recursos que permiten promover innovaciones en el diagnóstico y cuidado,

y, por otra, que se concentre en las investigaciones relacionadas con el envejecimiento y la edad.

El desafío de la medicina geriátrica

Introducción

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Demografía del envejecimiento

7/ 17

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Epidemiología del envejecimiento

9/ 17

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El desafío de la medicina geriátrica

Aspectos socioeconómicos del envejecimientos

14/ 14

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El desafío de la medicina geriátrica

Valoración de personas ancianas

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El desafío de la medicina geriátrica

Valoración de personas ancianas

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Enviado por:Elena
Idioma: castellano
País: España

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