Música


Ludwig van Beethoven


'Ludwig van Beethoven'
Ludwig Van Beethoven: 'Ludwig van Beethoven'

Ludwig Van Beethoven (1770-1827), el músico más reconocido de su tiempo, fue un músico aislado, un hombre atormentado y un músico único. La sociedad de su momento lo consideraba ya como un genio, un músico consagrado. Su grandeza provocó el fenómeno llamado “el fantasma de Beethoven”, por lo que ningún compositor fue ajeno a la magnificiencia del creador.

Beethoven supone en la historia de la música el puente entre la tradición clásica y en Romanticismo, y no lo hace a través de la ruptura ni de la negación, sino por la vía de la superación técnica, estilística y de pensamiento. Así, se puede seguir la transición entre los dos estilos imperantes en la segunda mitad del siglo XVIII y en la primera mitad del siglo XIX a través de la trayectoria vital y compositiva del músico alemán.

Vida:

Nacido en Bonn, hijo de un músico mediocre, fue explotado como niño prodigio por sus padres en los primeros años de su vida, hecho de dejo una profunda huella en Ludwig; quién ya a los doce años compuso su primera obra: unas variaciones para clavecín.

En 1792 fue enviado a Viena y allí estudió con Haydn, gracias al arzobispo de Colonia.

La vida interior de Beethoven fue desde joven muy convulsa, como lo atestigua el documento escrito por él en 1802, conocido como El Testamento Heiligenstadt, dirigido a sus hermanos, en el que expresa sus sentimientos más íntimos y extremos, como la posibilidad del suicidio. Un año más tarde, piensa en trasladarse de Viena a París, incitado, entre otros motivos, por la admiración que siente por Napoleón Bonaparte, considerado por Beethoven como el liberador de los pueblos oprimidos y a quién le quería dedicar su Tercera sinfonía, antes de que Bonaparte se proclamase a sí mismo emperador y emprendiese la invasión de Austria. En la década de 1800 a 1810, la situación económica de Beethoven no es muy buena, lo que le obligó a dar clases a varios alumnos, entre los que destacó el archiduque Rodolfo. En esta época comienza a hacerse patente su sordera, lo que se dejó mostrar en menoscabo de su carrera como intérprete al teclado, que era especialmente relevante por su fama como excelente improvisador.

Su obra sonora entre dignatarios y reyes llegó a su punto culminante en 1814, fecha en la que comienza el descenso en la interpretación de sus obras, ya que las preferencias del público vienés no estaban a lado de las últimas composiciones beerhovenianas. A esto se le añade la cada vez más precaria salud del músico y los pleitos con los editores de su obra y con su cuñada, por la custodia de su sobrino Karl.

Beethoven muere en Viena, en 1827, tras permanecer tres meses totalmente postrado. Las crónicas de su funeral dicen que a él asistieron más de 20000 personas, para darle el último adiós al compositor.

Obra:

Por la evolución artística del músico, los musicólogos distinguen tres períodos bien diferenciados en su obra.

*Obra De Juventud (hasta 1802)

En sus primeras piezas Beethoven parte del lenguaje clásico de su tiempo, pero introduciendo ya trazos estilísticos y formales totalmente personales e innovadores.

En los años de formación en Viena, Beethoven compone y publica su música de cámara, con los tres Tríos para piano, violín y violoncello Op.1. Lógicamente, estas no son las primeras obras del músico, pero son las primeras que considera con suficiente identidad como para llevar el primer número de Opus de toda su obra. En 1800 estrena en Viena la primera de sus nueve sinfonías, con un notable éxito. La Primera sinfonía en Do menor, Op.21, tiene muchos elementos clásicos, y en ella se evidencian las influencias de Haydn y de Mozart, aunque ya muestra audacias en el uso de las tonalidades que auguran un lenguaje muy personal.

En estes años hace también la primera colección de seis cuartetos de cuerda, para dos violines, viola y violoncello, que constituyen el Opus 18. Estos cuartetos destacan por el complejo trabajo contrapuntístico, por su clásica estructuración formal y por la riqueza melódico-rítimica. A pesar de esto, los primeros cuartetos no alcanzan la perfección y el equilibrio presentes en las obra para teclado de la época.

En estes momentos, Beethoven era considerado un excelente intérprete para teclado, y para estes instrumentos compuso un gran número de piezas. Su belleza y perfección técnica es tal que, el conjunto formado por sus 32 sonatas es conocido comúnmente como el Nuevo Testamento de la Música. Las enmarcadas en la primera época son gran deudoras del estilo característico de Haydn y Mozart. Entre todas ellas destaca el Opus 13, llamada Patética, que es considerada como la primera sonata moderna. El músico consigue la unión de todos sus movimientos a través de una célula cíclica de gran expresividad. Cuando se edita, en 1799, lleva el título de “Gran sonata patética para clavecín o para pianoforte”, con lo que se muestre que podía ser tocada en cualquiera de estos dos instrumentos.

Las tres sonatas que forman los op. 26 y 27 fueron elogiados por los compositores posteriores, por la libertad formal y por su carácter improvisatorio. La llamada Claro de Luna, es una de sus obras más conocidas y debe su título no al compositor, sino al poeta Ludwig Rellstab, que conocía al músico, y que escribió los textos de varios lieder de Schubert.

La misma deuda con autores clásicos está presente en sus dos conciertos para piano y orquesta. El concierto nº 1 en Do mayor, fue estrenado por el propio Beethoven como intérprete, junto con obras de Mozart y Haydn y, según las fuentes, el músico improvisó en el piano durante el concierto.

*La Segunda Etapa (1803-1814)

El compositor siente la necesidad de experimentar nuevas sonidos y, en la misma medida, de alejarse de las obras del período precedente.

Durante el año de 1803 trabaja en su tercera sinfonía, que termina un año más tarde y lleva el título de Sinfonía Grande Heroica, inspirada por la idea de un Napoleón fraternal. La concepción global de esta obra no tiene nada que ver ya con el patrón sinfónico aprendido con Haydn. Muchos estudiosos consideran el primer movimiento como “biográfico”, ya que la obra vio la luz poco después de que el músico escribiese el Testamento Heiligenstadt. El compositor lo concibe como una expansión de la forma clásica, mientras que para el segundo movimiento prefiere una marcha fúnebre; algunos elementos del movimiento final fueron empleados por el compositor en otras obras. Nada más acabar esta sinfonía, el compositor realiza los apuntes de lo que será la quinta, aunque los interrumpe para hacer en el medio la cuarta, considerada como una de las “clásicas” (junto con la 1ª, 2ª, 7ª y 8ª). Esta sinfonía vuelve a reflejar la estética de la primera época. La principal característica de la cuarta es su equilibrada orquestración. Por su parte, la Sinfonía nº 5, llamada habitualmente “del destino”, fue escrita entre 1804 y 1808 y gozó de un gran éxito desde el momento de su estreno. Por el tratamiento que el autor les da a las melodías del primero y del último movimiento, la sinfonía se considera un canto de dignidad del ser humano condenado a la soledad.

La Sinfonía nº 6, Pastoral, datada en 1808, constituye una obra descriptiva en la que Beethoven refleja su gran amor por la naturaleza, con una perfecta translación de estes sentimientos a la composición sinfónica o, dicho en palabras del músico, “ la sinfonía es la expresión de un sentimiento más que la pintura de la naturaleza”. Así, el primer movimiento evoca un paisaje rural donde brilla el sol, mientras que en el segundo el día se oscurece repentinamente ante la proximidad de la tempestad, que llega en el tercer movimiento,; en el cuarto; la tempestad calma, y el día vuelve a brillar en todo su esplendor, en los dos movimientos restantes. Tanto por su motivo como por su fuente de inspiración , el tratamiento orquestal y la naturaleza de los motivos melódicos, contrasta totalmente respecto a la sinfonía anterior.

Los cuartetos de la segunda época fueron dedicados a el conde Razumovsky, y son conocidos desde entonces por este apelativo.

Dos de los seis cuartetos Razumvsky contienen elementos propios del folclore ruso, país de procedencia del aristócrata. El personal lenguaje que Beethoven emplea en la construcción de estas obras, hizo que el público no las tuviese dentro de sus favoritas, con la excepción de la tercera. Por su parte, las sonatas para piano escritas en este período, exigen una gran capacidad expresiva y técnica del compositor, con lo que se separarán de las de la primera época. De todas estas, solamente la Op.53, Waldstein, finalizada en el mismo año que la Heroica, está dedicada a su protector, el archiduque Rodolfo de Austria y se escribió en la misma época que su ópera Fidelio. En esta sonata, el músico expresa toda la profundidad expresiva del Romanticismo, al hacer uso de la tonalidad del teclado.

La Op.57, de 1805, llamada Appassionata, es una pieza de gran virtuosismo, con una gran interpretación imposible para aficionados, por lo que no fue la mejor acogida. Quizás por esto, Beethoven no compone sonatas para piano, durante varios años a partir de la Op.81 Adiós, escrita en 1809 y dedicada a su protector, que partió para combatir el ejército napoleónico. La partitura, llena de contenido emocional, fue concebida mientras avanzaban las tropas francesas hacia Viena, y titulada El Adiós por el propio compositor, como despedida de su discípulo, el archiduque Rodolfo de Austria.

De este período data la creación de su única ópera, Fidelio, un canto al amor conyugal. A pesar del interés que mostró Beethoven por el drama musical, esta ópera nunca obtuvo éxito, ni tan siquiera gozó del interés del público. El argumento transcurre en Sevilla, y trata de una mujer, Leonora, que se disfraza de hombre, Fidelio, para rescatar a tu amado, Florestán, encarcelado por Pizarro por motivos políticos. Se puede decir que Beethoven no fue fiel a su espíritu creador en la composición de esta obra, que se basaba en un argumento poco creíble y demasiado convencional, y unos personajes poco humanos. Beethoven compone cuatro oberturas diferentes para su ópera, prueba de la exigencia que tenía el compositor respecto a esta obra. Las tres primeras oberturas llevan el nombre de Leonora, y es la tercera la considerada como la más perfecta, aunque compuso una cuarta, llamada Fidelio, cuando revisa y rehace la ópera en 1814.

Por último, en el terreno de los conciertos, en 1811 compone el Concierto Para Piano y Orquesta, conocido después como Emperador, y considerado como la culminación del género, que Beethoven no pudo estrenar ya como intérprete. El concierto sigue la forma tripartita de la sonata clásica y tiene la característica de que es el único que no tiene cadencia solística.

*La Tercera Etapa (1814-1827)

En los últimos años, Beethoven apenas compone, urgido por sus problemas económicos, su sensación de soledad, los pleitos por la custodia de Karl, su mala salud y, sobre todo, por su sordera total. En este período lleva hasta las últimas consecuencias la técnica del desenvolvimiento motívico, componiendo obras profundamente complejas, en las que explota sonidos hasta entonces desconocidos.

De toda su producción, la obra que sobresale, es la Sinfonía nº9, Coral, Op. 125, que fue un encargo de la Royal Philarmonic Society de Londres del año 1817. La sinfonía se terminó en 1824, once años más tarde de la composición de la Octava. Rompía así la tradición de la sinfonía como género puramente instrumental, al introducir el coro y los solistas en esta forma musical. Pero la ruptura con la tradición no venía sólo de este aspecto: todas las sinfonías de Beethoven comenzaban con un tiempo en Allegro, mientras que la Novena no sigue este esquema. El texto es un hermoso canto a la hermandad entre los pueblos, y Beethoven pone todo su empeño en potenciar los efectos sentimentales y sensoriales de la oda, por medio de los instrumentos. La obra fue un auténtico éxito.

En el ámbito de la música de cámara, tienen que pasar 14 años hasta que Beethoven vuelva a componer cuartetos. La última serie de ellos, los 5 cuartetos de la última época, considerados como el culmen del género, es fruto de un encargo del Príncipe Galitzin.

Destaca por su unidad estilística, y por la perfecta estructura alrededor del dialogo ente las voces.

Por lo que respecta a la composición para instrumento solista, las últimas sonatas para piano se caracterizan por el concepto polifónico de las texturas y por la explotación diferenciada de los registros graves y agudos, a los que les añade una dimensión de gran sonaridad. La Op.106, Hammerklavier, es una sonata de grandes dimensiones y presenta una enorme dificultad en la interpretación, tanto técnica como estilística. El compositor le dedicó también a su discípulo, el archiduque Rodolfo, y su último movimiento fue compuesto como una gran fuga, fue posteriormente concebido como una pieza independiente, y es considerada hoy en día como una obra de gran importancia, ya que toda su extensión se construye sobre una variación continua en la que todo es preciso y nada es superfluo.

Para celebrar el nombramiento del archiduque como arzobispo de Olmütz, Beethoven compone la Misa Solemnis en 1823. La importancia que Beethoven le dio a esta composición queda testimoniada por los ingentes y constantes trabajos precompositivos que realizó. El compositor tiene mucho cuidado en unificar las distintas secciones a través del énfasis en la palabra, en el texto, más que en el propio ritmo musical, donde destacan especialmente partes fugadas.




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Enviado por:María Varela Tubío
Idioma: castellano
País: España

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