Literatura


Love or money; Rowena Akinyemi


Capítulo 1

La familia Clarckson vivía en el campo cerca de Cambridge, más o menos a media milla del pueblo más cercano y sobre una milla del río. Tenían una casa grande y vieja con un bonito jardín, muchas flores y muchos árboles.

Un jueves de julio por la mañana, Jackie entró del jardín. Ella era una mujer alta y gorda, treinta añera. Era el día más caluroso del año, pero ella llevaba una calurosa falda marrón y una camiseta amarilla. Entró en la cocina para coger agua para beber. Justo entonces sonó el teléfono.

“Cambridge 1379,” dijo Jackie.

“Hola. Soy Diana. Quiero hablar con Mamá.”

“Mamá no está,” dijo Jackie. “Ella está en el doctor.”

“¿Por qué? ¿Qué pasa?”

“No pasa nada,” dijo Jackie. “¿Por qué estás llamando? ¿Vas a venir este fin de semana? Mamá quiere que todos estemos aquí.”

“Sí, yo quiero ir,” dijo Diana. “Estoy llamando porque no tengo dinero para el billete del tren.”

“¡No tienes dinero! ¡Mamá siempre te está dando dinero!”

“Esta llamada es muy cara,” dijo Diana fríamente. “Díselo a Mamá por favor. Necesito el dinero.”

Jackie colgó el teléfono. Cogió un cigarro de su bolso y empezó a fumar. Diana tenía veinte años, la más joven de la familia. Ella vivía en Londres, en una habitación de una casa grande. Quería ser cantante. Cantaba muy bien pero ella nunca podría conseguir trabajo.

Jackie volvió a la cocina y empezó a hacer algunos sándwiches. Justo entonces la puerta de atrás se abrió, y su madre entró.

“¡Hace mucha calor!” dijo Molly. Ella se quitó su sombrero y lo dejó en la mesa. Era una mujer alta y morena, con bonitos ojos.

Dos perros grandes, negros entraron en la cocina después que ella y corrieron a su lado. Ella se sentó y puso sus manos en sus cabezas.

Jackie puso los sándwiches en la mesa. “Mamá,” dijo, “Diana llamó”. Ella quiere dinero para el billete de tren.”

Molly cerró sus ojos por un minuto. Entonces se levantó. “esta tarde quiero que tengas la casa lista para el fin de semana,” dijo. “Ah, y por favor, ves al pueblo más tarde y consigue mis pastillas.”

“Sí, Mamá,” dijo Jackie.

Molly fue a la puerta.

“Mamá, por favor espera un minuto,” dijo Jackie. “Pedro Hobbs vino aquí esta mañana. Está muy enfadado contigo acerca de la carta. Ha perdido su empleo, lo sabes. ¿Por qué escribiste a su oficina? Quiere hablar contigo sobre esto.”

“Bien, yo no quiero hablar con el,” dijo Molly. Ella abrió la puerta.

“Pero Mamá, no lo entiendes. Tiene 17 años y era su primer empleo. Está muy, muy enfadado. Él dice… ¡él dice que va a matarte!”

Molly no contestó. Salió de la habitación y cerró la puerta.

Capítulo 2

Eran las siete en punto del sábado por la tarde. Jackie se hallaba en la ventana. Un coche fue despacio hacia la puerta principal y paró. Un hombre alto con el pelo blanco salió. Era Alberto, el marido de la hermana de Molly.

“Aquí está el tío Alberto,”dijo Jackie. “Siempre tarde.”

Ella salió de la habitación y abrió la puerta principal. Alberto entró y fue de inmediato con Molly.

“Ay, Dios. Llego muy tarde. Lo siento,” dijo Alberto. “¡Cincuenta años hoy! ¡Qué bonito vestido!”

Molly no sonrió. “Gracias Alberto. Todos nos estamos haciendo mayores.” Esa noche ella llevaba un vestido largo negro, y los dos perros estaban sentados a sus pies. “Ya estamos todos. Vayamos dentro a cenar,” dijo ella.

Todos se levantaron y fueron a la mesa.

“La mesa tiene buen aspecto, Jackie. ¡Qué maravillosas flores!” dijo Diana. Ella era una chica bonita, con largo pelo negro y ojos azul oscuro. Llevaba un vestido rojo largo.

Alberto se sentó al lado de Roger. Roger era el hijo de Molly, su segundo hijo. Él vivía en Cambridge, en una casa cara.

“Alguien llamado Pedro me paró bajo en la carretera,” dijo Alberto. “¿Quién es? Está muy enfadado contigo, Molly.”

“Eso era Pedro Hobbs, de la casa del otro lado de la carretera,” dijo Jackie rápidamente. Miró al otro lado de la mesa a Molly. “Él perdió su empleo la semana pasada y está enfadado con todo el mundo.”

“Es Molly que no le gusta,” dijo Alberto.

Molly no dijo nada. Todos empezaron a comer.

“¿Cómo está la tía Ana?” preguntó Jackie.

“Está mucho peor ahora,” dijo Alberto. “Ella está en la cama todo el tiempo. Necesita una enfermera 24 horas al día.”

“Lo siento,” dijo Molly.

Alberto paró de comer y miró a Molly. “Es muy difícil y caro, lo sabes. Ana se siente triste porque tú no la visitas, Molly. Te quiere mucho. Tú eres su hermana pequeña, lo sabes.”

Molly cerró sus ojos por un minuto. “Lo sé, Alberto. Tengo 50 años, pero siempre soy su hermana pequeña. Bien, podemos hablar de esto más tarde.”

Alberto se rió. “Ah sí, podemos hablar más tarde. Siempre es más tarde contigo, Molly. Siempre mañana. Nunca hoy.”

Jackie miró a su madre. Su madre se enfadó con Alberto. A Molly nunca le gustó hablar de su hermana Ana y no le gustaba visitarla porque ella estaba muy enferma.

“Es un bonito vestido, Diana. ¿Es nuevo?” preguntó Jackie.

“Gracias, Jackie. Sí, es nuevo, y muy caro. Lo compré el miércoles,” dijo Diana. Ella sonrió a Jackie.

“Todas tus cosas son caras,” dijo Jackie. Ella recordó la llamada telefónica del jueves sobre el billete del tren.

“No me gustan las cosas baratas,” dijo Diana. “Y voy a necesitar más dinero pronto. Quiero ir a América. Puedes ayudarme, Roger?”

“Ay no,” dijo Roger. “Nadie quiere ayudarte, Diana. A ti no te gusta trabajar, todos lo sabemos, pero todos queremos que encuentres un empleo.”

Diana se rió. “No importa, Roger. No necesito tu ayuda. Mamá siempre me ayuda. Mamá es la que más me quiere.” Ella de repente sonrió, una rápida, bonita sonrisa. Pero sus ojos eran fríos.

Jackie miró a su madre. La cara de Molly estaba blanca. Jackie no lo entendía. ¿Estaba su madre asustada de Diana? Jackie quería que su madre estuviera feliz hoy.

“¿Quieres más carne, tío Alberto?” preguntó Jackie. “Roger, ¿puedes ponernos más bebida a todos?”

Roger se levantó y empezó a servir más vino a todos. “Es un buen vino,” dijo.

Molly sonrió por primera vez. “Sí, tu padre amaba este vino. Él lo bebía a menudo.”

“Sí,” dijo Alberto, y miró a Molly. “Caro, también.”

“Te gustaría conocer al señor Briggs este fin de semana, Roger?” preguntó Jackie rápidamente. “Él es el hombre nuevo de la granja. Él quiere conocerte.”

“¿Briggs? ¿Briggs?” dijo Molly de repente, enfadada. “No me hables de ese hombre. No me gusta. Él quiere la mitad de mi jardín para su granja. Necesita más tierra, dice. No le quiero en mi casa. Siempre está sucio y tiene mal los dientes.”

Jackie se levantó y cogió su bolso. “Perdonadme, quiero un cigarro.”

“¡Cigarros! Siempre tienes un cigarro en tu boca,” dijo Molly. “Eso no me gusta. Los cigarros no son buenos para ti.”

Jackie empezó a fumar. Ella estaba enfadada pero no dijo nada. Quería que su madre estuviera contenta esa tarde, pero eso era muy difícil.

Roger bebió un poco más de vino. “Bien, Mamá, puede que el señor Briggs tenga razón. El jardín es muy grande, tú lo sabes,”dijo él. “Es mucho trabajo para ti. La casa es grande también. Ahora tienes 50 años. Necesitas tener más cuidados.”

“¡Roger! Yo no necesito una enfermera, ¡lo sabes! Trabajo en el jardín todos los días; me siento feliz allí.” Molly se levantó. “Sé que todos queréis mi dinero. Venís aquí para comer gratis, vosotros no queréis verme. No me queréis. Vosotros queréis mi casa, y mi dinero. Bien, todo vosotros podéis esperar. Nadie va a tener más dinero mío, ¡no antes de morirme!”

“¡No digas eso, Mamá!” gritó Jackie.

Molly cruzó la habitación y fue a la puerta. “Ahora estoy enferma. Voy a la cama arriba.”

Molly dejó la habitación. Nadie se movió.

“Un día voy a matar a esa mujer,” dijo Diana en voz baja.

Roger miró a Diana pero no dijo nada. Alberto movió su cabeza lentamente de arriba abajo. “¡Enferma! Está enfadada, eso es todo,” dijo él. “Molly siempre se enfada por el dinero. ¿Por qué no puede ser buena con su hermana? Ana va a morir pronto. Molly lo sabe.”

Jackie acabó su cigarro y se levantó. “¿Os gustaría café? Venid a la cocina y beberlo allí.”

Capítulo 3

La mañana siguiente temprano, la casa estaba silenciosa. De repente hubo un grito desde la habitación del lado de la de Roger, la de su madre. Roger abrió los ojos y miró el reloj. Eran cerca de las 7. Salió de la cama y abrió la puerta silenciosamente. Al mismo tiempo la puerta de la habitación de su madre se abrió y salió Diana. Su cara estaba muy blanca.

“¡Roger! ¡Es Mamá! Le lleve una taza de café y la encontré muerta. Está muerta… muerta en su cama,” gritó.

Roger fue rápido a la puerta de la habitación de su madre y miró dentro. La ventana estaba abierta, pero la habitación estaba caliente. Molly estaba en la cama, con una mano debajo de su cabeza. Roger fue al otro lado de la cama y puso su mano en su brazo. Estaba frío. En la mesita del lado de la cama había una taza caliente de café y otra vacía.

“Voy a llamar al doctor,” dijo Diana.

“Está muerta,” dijo Roger lentamente. Su cara también estaba blanca. “¡Mamá está muerta!”

Diana cruzó la habitación hasta la puerta. “Voy a llamar al doctor,” dijo de nuevo.

“¡Espera un minuto!” la llamó Roger. “Vamos a contárselo primero a la familia.”

“¡A la familia! ¡Nadie quería a Mamá!” Diana salió y corrió escaleras abajo.

Roger fue abajo despacio después de ella y paró en el teléfono. “No es verdad, ¡Roger! ¡Mamá muerta! Papá murió el invierno pasado, ¡y ahora Mamá!” Diana empezó a llorar.

“No llores Diana,” dijo Roger. “Vamos arriba a contárselo al tío Alberto y a Jackie.”

“¡No! ¡Tú cuéntaselo! Nadie quería a Mamá. Tú no lo sientes. ¡Mírate! Tú quieres su dinero. Eso es todo.”

Roger de repente quiso pegar a Diana. “¡Cállate!”, le dijo. “¿Qué pasa contigo? Tú no querías a Mamá, tú querías su dinero también. ¡No lo olvides!”

“Es verdad,” dijo Diana. “Ay, no puedo estar en esta casa. Voy a salir. Voy al río con los perros.”

“No,” dijo Roger. “El doctor va a venir y quiero que estés aquí.”

Diana no dijo nada. Entró en la cocina y a la vez los perros se levantaron y fueron hacia ella. “¡Bonitos perros! Papá os quería y Mamá os quería. Ahora os voy a querer yo.” Abrió la puerta trasera y salió con los perros.

Roger no se movió. Permaneció en el teléfono. “Es verdad,” pensó. “Estoy contento con el dinero. Yo necesitaba el dinero, y ahora soy rico. Las cosas van a ser más fáciles para mí. Pero Mamá… ¿Por qué no la quise? Ahora está muerta.” Lentamente Roger subió arriba. Quería vestirse antes de que llegara el doctor Pratt.

El doctor Pratt era un pequeño hombre gordo con poco pelo. Era el médico de familia y conocía muy bien a toda la familia Clarckson. Él subió arriba de inmediato y miró el cuerpo de Molly. Miró cuidadosamente la taza de café y la vacía en la mesita.

“Lo siento, Roger,” dijo. “¿Dónde está Diana? Ella me llamó.”

“Ella salió con los perros,” dijo Roger. “Estaba enfadada conmigo-enfadada con todos.”

El doctor Pratt no dijo nada por un minuto. “Va a ser muy difícil. Voy a llamar a la policía, Roger.”

“¡Policía! ¿Por qué? ¿Qué pasa?”

“No lo sé. Tu madre no estaba enferma. La vi el jueves y estaba muy bien. ¿Por qué ha muerto? No lo entiendo. Yo quiero averiguarlo.”

Roger fue hasta la ventana y miró fuera al jardín. Era una bonita mañana de verano. El cielo era azul y el jardín verde. Todo estaba muy callado. Su madre amaba este jardín. Pero Tomás Briggs quería el jardín. Y Roger quería el jardín también. Roger empezó a sentirse peor y peor.

“Tú madre tomaba pastillas para dormir,” dijo el doctor Pratt. “¿Lo sabías? El jueves ella compró una nueva botella de pastillas, pero no la encuentro aquí en su habitación.”

“No lo sabía,” dijo Roger. “Muy bien. Ves abajo y llama a la policía.”

Roger fue a la cocina e hizo café. Justo entonces entró Diana con los perros.

“Roger,” dijo. “Mira, lo siento. Estaba enfadada y dije cosas feas.”

“No importa,” dijo Roger. “Aquí tienes, toma un poco de café. El doctor Pratt está llamando a la policía. ¿Sabes que Mamá tomaba pastillas para dormir? Bien, la botella no está en su habitación.”

“¿Qué? No lo entiendo.” Diana cogió el café y empezó a beber. Sus ojos estaban grandes y oscuros.

Justo entonces el doctor Pratt entró en la cocina. “Van a venir de inmediato,” dijo.”Diana-lo siento por lo de tu madre.”

“Doctor Pratt, quiero hablarle sobre anoche. Todos estábamos muy enfadados…”

“¡Cállate!” dijo Roger rápidamente.

“Diana nunca piensa antes de abrir la boca,” pensó enojado.

Diana no miró a Roger. “Anoche Mamá se fue a la cama temprano porque todos…”

“No me lo cuentes a mí,” dijo el doctor. “Puedes contárselo a la policía.”

La cara de Roger se puso roja. De repente el sintió miedo. “La policía va a hablar con todos, y va a hacer preguntas,” él pensó. “Y van a querer respuestas. Va a ser muy difícil.” Acabó su café y se levantó.

“Voy arriba,” dijo. “Voy a contar a tío Alberto y Jackie lo de Mamá… y lo de la policía.”

Capítulo 4

La policía llegó muy rápido. Algunos de ellos con cámaras subieron arriba a la habitación de Molly. Dos detectives hablaron con el doctor Pratt en la cocina. La familia esperó en el salón. Era un día caluroso y de nuevo las ventanas estaban abiertas. Los perros se sentaron silenciosamente en los pies de Diana. Nadie hablaba. Jackie fumaba. Esperaron un buen rato. De repente la puerta se abrió y entraron dos detectives.

“Buenos días. Soy el detective inspector Walsh y este es el sargento Foster.” El inspector no sonrió. Era un hombre grande con un viejo traje y un abrigo y una chaqueta negra. Llevaba abrigo porque él tenía frío. “Anoche alguien puso pastillas para dormir en la leche caliente de la señora Clarckson. Nosotros vamos a interrogar a todos, y necesitamos una habitación, por favor.”

Roger se levantó. “Soy Roger Clarckson. Pueden usar la vieja oficina de mi padre. Vengan conmigo, está largo de aquí.”

La oficina no era una habitación grande, pero había una mesa y 3 o 4 sillas. Roger abrió la ventana.

“Primero me gustaría hablar con su tío, Alberto King,” dijo el inspector Walsh. Él se quitó su abrigo y su sombrero y se sentó detrás de la mesa.

“Por supuesto,” dijo Roger y salió de la habitación.

El sargento Foster esperó junto a la puerta. Era un hombre muy alto y joven con el pelo negro y bonita sonrisa. No estaba muy contento porque él normalmente jugaba al tenis los domingos por la mañana. Él era uno de los mejores jugadores del Club de Tenis de Cambridge.

Alberto entró y se sentó.

“Voy a hacerle algunas preguntas, señor King,” dijo el inspector,”y el sargento Foster va a anotarlas.”

Alberto miró sus pies. “Sí, sí. Es su trabajo. Lo sé.”

“Cuénteme sobre anoche,” preguntó el inspector Walsh silenciosamente. “Estuvo enfadado con la señora Clarckson.”

Alberto miró al inspector Walsh primero.”Sí, lo estuve. Todo el mundo estaba enfadado. Roger estaba enfadado. Diana quería dinero para ir a América. Entonces hay un hombre llamado Tomás Briggs… ÉL quería medio jardín para su granja. Molly era una mujer rica. Yo necesito dinero porque mi esposa Ana -la hermana de Molly- está muy enferma. Yo le conté esto a Molly.”

“¿Qué paso después?”

“Bien, Molly estaba enfadada con todos y subió arriba. Nosotros fuimos a la cocina para tomar el café. Jackie quería que todos subiéramos a decirle buenas noches a Molly. Ella vive aquí con Molly así que quería que Molly estuviera contenta. Roger al principio dijo que no. Estaba enfadado y no quería ver a su madre.”

“¿Y usted vio a Molly en su habitación?”

“Sí. Estaba cansado y subí arriba el primero. Fui a la habitación de Molly y le pregunté por el dinero de nuevo. Pero no -no había dinero para su hermana-.” Alberto paró y puso sus manos sobre sus ojos.

El inspector Walsh observo a Alberto por un minuto. “¿Oyó ruidos después de ir a la cama?”

“Todos fueron a la habitación de Molly a decirle buenas noches, creo. Más tarde oí a alguien… Él - o ella - fue abajo. Eso fue sobre medianoche.

“Muy bien, señor King. Gracias, puede marcharse ya.” Alberto salió de la habitación.

El inspector Walsh puso sus manos detrás de su cabeza. “¿Qué hora es? Estoy hambriento. Estamos enterándonos de mucho, pero necesito un poco de café.”

“¿Voy a la cocina?” preguntó el sargento Foster.

“Ah, no. Más tarde. Vamos a ver primero a Jackie Clarckson.”

Jackie entró y se sentó. Ella miró bajo a sus manos y no dijo nada.

“Hemos encontrado la botella de pastillas de dormir de su madre en la habitación de Diana,” dijo el inspector Walsh de repente. Entonces esperó. La cara de Jackie no cambió y ella no dijo nada. “Dígame, ¿su madre compraba pastillas de la tienda en el pueblo?”

“Sí. Mi madre normalmente tomaba una pastilla para dormir cada noche así que necesitaba muchas pastillas. A veces ella las compraba de la tienda, a veces lo hacía yo. El jueves le pregunté a Pedro Hobbs para que él las comprara. Él vive en la casa del otro lado de la carretera, y va al pueblo a menudo en su bicicleta.”

“Ya veo. Su madre quería estar en esta casa. ¿Qué hay de usted? ¿Quería mudarse?”

Jackie miró hacia arriba por un minuto y entonces hacia abajo a sus manos de nuevo. “Esta es la casa de mi madre. Yo quería a mi madre. Ella era buena conmigo.”

“¿Vio a su madre en su habitación anoche?”

“Sí, todos la vimos. Diana hizo leche caliente y se la llevó a Mamá. Ella normalmente bebía una taza de leche antes de dormir.”

El inspector Walsh puso sus manos detrás de su cabeza.

Jackie estaba muy callada. “¿Qué dijo su madre?”

Jackie abrió su bolso y busco un cigarro. “¿Puedo fumar?”

“Por supuesto. Esta es su casa,” dijo el inspector Walsh. Él miró a Jackie. “¿Qué dijo su madre?” preguntó de nuevo.

“Ella quería bajar de nuevo. Recordó a los perros -ella quería hacerles algo de cenar. Yo fui a mi habitación y ella bajó.”

“¿Eso a que hora?”

“No lo recuerdo. Sobre medianoche, creo.”

“¿Y la taza de leche caliente?”

“Estaba en la mesita de su cama.”

“¿Necesitaba usted el dinero de su madre?”

“No, inspector. El dinero no era importante para mí. Hay cosas más importantes,” dijo Jackie en voz baja.

“Bien, su tío Alberto quería dinero. Tomás Briggs quería el jardín. ¿Usted no quería nada?”

Jackie acabó su cigarro y miró arriba al inspector. Sus ojos de repente estaban enfadados. “No olviden a Pedro Hobbs. Perdió su empleo por mi madre. Él quería matarla, lo saben. ¿Y que hay de Diana? Ustedes encontraron la botella vacía en su bolso.”

El inspector Walsh escuchó cuidadosamente. “Vamos a interrogar a todos, señorita Clarckson.”

Jackie no dijo nada por un minuto. “¿Le gustaría tomar algún sándwich y café, inspector?”

“¡Ah! Sí, ¡por favor!” dijo el inspector Walsh calurosamente. “Me gustarían sándwiches y café mucho.”

Jackie abandonó la habitación. El inspector Walsh pensó en ella. ¿Por qué estaba de repente enfadada? La habitación estaba en silencio.

Capítulo 5

Después del café y los sándwiches, el inspector Walsh llamó a Roger Clarckson a la oficina. Roger entró y se sentó. El inspector empezó de inmediato.

“Ahora, señor Clarckson. ¿Por qué estaba su madre enfadada anoche?”

“Esta casa es muy grande,” dijo Roger. “Era mucho trabajo para Mamá. Yo quería que se mudara. Pero no, ella amaba la casa y el jardín. No quería mudarse.”

“Hábleme de su trabajo, señor Clarckson. Su madre está muerta y ahora usted es rico. ¿Necesita el dinero?”

La cara de Roger tuvo miedo de repente. “¿Qué está diciendo? Yo no maté a mi madre. Yo necesito el dinero, eso es verdad. Un amigo y yo queremos edificar diez casas aquí, en este jardín. Podemos ganar mucho dinero con ellos. Así que yo quería que Mamá vendiera esta casa. Es verdad. Pero el señor Briggs quería medio jardín, también, ustedes saben, para su granja.”

El inspector Walsh movió un lápiz en la mesa. “Cuénteme, ¿qué pasó arriba? ¿Usted fue a la habitación de su madre?”

“Sí, yo fui. Quería decir buenas noches a mi madre.”

”¿Habló de la casa de nuevo?”

“Sí, lo hice. Otra vez, ella dijo que no. Ella amaba la casa y no quería venderla.”

El inspector miró a Roger durante un minuto. “Ya veo. Encontramos la botella vacía de pastillas en la habitación de Diana, señor Clarckson.”

La cara de Roger no cambió. “¿Eh? Alguien las puso allí. Diana no mató a mi madre, lo sé. Ella encontró el cuerpo.”

“Muy bien. Me gustaría ver a Diana ahora.”

Roger de levantó y salió de la habitación.

El inspector Walsh se levantó y puso las manos en sus bolsillos.

Fue a la ventana y miró fuera a los árboles. ¿Por qué Roger tuvo miedo? ¿Era importante? Él miró al sargento Foster.

“Mañana por la mañana, ves a la oficina del señor Clarckson -tú tienes el nombre,” él dijo. “Haz algunas preguntas sobre él, sobre su trabajo, amigos, dinero.”

El sargento Foster lo anotó todo. “Sí, inspector.”

“Un buen día para el tenis, ¿sargento?”

El sargento Foster río. “No digas eso. No es fácil, lo sabes. No me gusta sentarme aquí mirando el sol.”

Diana entró en la habitación y se sentó. Ella miró al sargento Foster y sonrió. “Le vi en el club de Tenis el mes pasado, creo. Usted juega muy bien.”

La cara del sargento Foster se puso roja. El inspector Walsh le miró. “Ah sí. Un rápido y excitante jugador es el sargento Foster.”

Diana sonrió de nuevo y la cara del sargento Foster se puso más roja.

“Bien, señorita Clarckson,” dijo el inspector Walsh, “quiero que me hable de anoche.”

Diana paró de sonreír. “Ah, yo puedo hablarles sobre anoche. No puedo parar de hablar de eso. Todos estábamos enfadados. Mamá se fue a la cama pronto y yo hice leche caliente para ella. Todos estábamos en la cocina, y Pedro Hobbs entró. Él casi rompe la puerta trasera.” Diana paró.

“¿Sí?”

“Él estaba muy enfadado por la carta. Quería matar a Mamá. ¿Van ustedes a hablar con él?”

“Nosotros vamos a hablar con todo el mundo.”

“Bien. Tomás Briggs entró en la cocina, también. ¿Van a hablar con él?”

“Yo estoy haciendo las preguntas, señorita Clarckson. ¿Cuándo le llevó la leche arriba?”

“Yo subí después de Roger.” Ella paró por un minuto. Entonces empezó de nuevo. “No me gustaba mi madre, inspector. Ella mató a mi padre, lo sabe. El pasado invierno, después de Navidad, ella chocó el coche en un árbol y mató a mi padre.”

El inspector Walsh miró cuidadosamente la cara de Diana. “Ya veo. ¿Así que usted quería matar a su madre?”

Diana rió. “Yo quería matarla, pero no lo hice. Puedo contarle muchas cosas de esta familia, inspector. Todo el mundo quería que Mamá muriera. El tío Alberto quería el dinero para su esposa, Ana. Y entonces mi hermano.

Él necesitaba un montón de dinero. Tiene una casa y un coche caros. Y piense en Jackie. ¿Usted sabe que a Jackie no le gustaba Mamá? Hace mucho tiempo, un chico agradable trabajó aquí. Era el jardinero. Jackie le quería mucho, pero Mamá dijo que no. ¡Un jardinero no era un buen marido para una chica Clarckson!”

El inspector Walsh escuchó callado. Todo esto era muy interesante, ¿pero era importante? A lo mejor. ¡Vaya familia feliz que eran los Clarckson!

“Encontramos la botella de pastillas para dormir en tu habitación,” dijo el inspector en voz baja. Él miró su cara cuidadosamente.

Diana se levantó de repente, su cara estaba enfadada. “¿Qué? ¡Yo no la puse allí! ¡No voy a escuchar esto!” ella salio corriendo de la habitación.

“Bien, bien, bien,” dijo el inspector Walsh. “Le gustas, sargento. Necesitas tener cuidado.”

El sargento Foster rió pero su cara se puso roja de nuevo.

“Alguien puso las pastillas para dormir en la leche caliente de Molly,” dijo el inspector. “Toda la familia estaba en la cocina anoche. Pedro Hobbs y Tomás Briggs estuvieron allí. Uno de ellos mató a Molly.”

El inspector Walsh cogió su sombrero y su abrigo. “Vamos. Tenemos que hablar con Pedro Hobbs y Tomás Briggs. Vamos a tomar más café primero. Me gustaría un sándwich, también. ¡Tengo hambre otra vez!”

Capítulo 6

Ellos encontraron a Pedro Hobbs debajo de su coche -un viejo coche verde. Se levantó lentamente. Él llevaba unos pantalones azules viejos y una camiseta naranja sucia.

“Queremos hablar sobre la señorita Clarckson,” dijo el inspector Walsh.

“Ah, es sobre ella,” dijo Pedro Hobbs. Él miró al inspector. “Sé que ha muerto. Alguien en el pueblo me lo contó.”

“¿Por qué fue usted anoche a casa de los Clarckson?”

“Jackie quería que yo fuera y viera a su hermano, Roger. `Estás enfadado,' me dijo ella. `Ven y díselo a Roger.' Yo fui a la casa pero nadie me abrió la puerta. Así que hice mucho ruido y entonces me abrieron. La anciana señora Clarckson no estaba. Pero yo se lo conté a Roger. ¡Se lo conté a todos!” Pedro golpeó el coche con su mano. “Yo quería matar a esa mujer. Perdí mi empleo, mi primer empleo, por su culpa. El mes pasado yo estaba en un problema con la policía y esa mujer escribió una carta a mi oficina contándoles lo de la policía. ¡Quería matarla!”

“¡Tranquilícese!” dijo el inspector Walsh. “¿Qué pasó después?”

“Jackie me dio café, pero su hermano no me escuchó,” dijo Pedro enfadado. “Entonces Tomás Briggs entró. Él quería hablar con Roger también. Pero Roger no le escuchó. Jackie estaba muy triste -casi llorando. Entonces regresé a mi casa. Eso es todo.”

“Ya veo. Ahora hábleme de las pastillas. ¿Fue usted al pueblo el jueves?”

“¿Pastillas? Ah, sí. Ya recuerdo. Jackie quería que comprara del pueblo las pastillas de su madre. Yo voy al pueblo en bicicleta -este coche no funciona.”

“Gracias, Pedro. Eso es todo.”

“¿Eso es todo?” Pedro rió enfadado. “Ustedes van a volver, ¡lo sé! ¡Conozco a la policía!”

La granja de Tomás Briggs estaba cerca de media milla, cerca del río. No era una granja grande, y la casa era vieja y estaba sucia.

“No hay mucho dinero aquí,” dijo el inspector Walsh.

Tomás Briggs era un hombre joven, sobre los treinta, con las manos sucias y una mala dentadura. “¿Qué pasa? Perdónenme, estoy cenando,” él dijo.

“Podemos esperar. Acabe su cena,” dijo el inspector Walsh. “Queremos preguntarle una o dos preguntas sobre anoche. “Vengan y esperen en la habitación principal.

El inspector Walsh miró las cosas de la habitación principal. Había una vieja televisión en blanco y negro, y algunos libros sobre la mesa. Había una foto de una feliz chica joven con el pelo largo y marrón en la mesa, también. El inspector Walsh miró la foto un buen rato. ¿Quién era la chica?

Tomás Briggs volvió a la habitación principal.

“¿Ha acabado?” Preguntó el inspector. “¿Sabe usted que la señora Clarckson ha muerto?”

Tomás Briggs se sentó de repente en la silla más cercana.

“¿Qué? ¿Cómo murió? ¿Cuándo ha pasado? Yo estuve allí anoche.”

“Ella murió anoche o pronto esta mañana. ¿Qué hizo usted anoche?”

“¿Yo? ¿Por qué me están preguntando a mí? Fui a ver al señor Clarckson -Roger. Estoy perdiendo dinero en esta granja y necesito más tierra. Yo quiero medio jardín de la señora Clarckson.”

”Usted entró en la cocina. ¿Qué hizo después? ¿Puede recordarlo?”

Tomás Briggs miró al sargento Foster y entonces volvió a mirar al inspector. “Lo recuerdo perfectamente. Toda la familia estaba en la cocina. Pedro Hobbs estaba también. Yo hablé con Roger. Él quería que su madre vendiera la casa. Pero él quería la tierra. Él no quería que fuera mía. Pero ahora la señora Clarckson está muerta. ¿Qué va a pasar ahora?”

El inspector Walsh se levantó y cogió la foto de la chica de la mesa. “¿Quién es?

Tomás se puso colorado. “¿Quién? ¡Ah! Es una amiga. No es… Fue hace mucho tiempo.”

Los dos detectives volvieron a la casa de los Clarckson a través del jardín. Era bonito, verde y silencioso. El inspector estaba cansado y hambriento. ¿Quién mató a Molly? Él sabía la respuesta ahora, pero necesitaba hacer una o dos preguntas más.

“Vamos, sargento,” dijo, y se puso su sombrero de nuevo. “Mañana es un nuevo día.”

Capítulo 7

El lunes por la mañana el sargento Foster fue a la oficina de Roger e hizo algunas preguntas. Y entonces a casa de Alberto y hizo unas más. El inspector se sentó en su oficina y llamó por teléfono. Hizo llamadas sobre Pedro Hobbs y Tomás Briggs. Y entonces tomó café y sándwiches.

A las tres en punto los dos detectives fueron en coche a la casa de los Clarckson.

“Me gustaría ver a todos,” le dijo a Roger.

Todos entraron en el salón y se sentaron.

El inspector Walsh se puso de pie delante de la ventana y les miró, uno a uno. “Quiero hablar con vosotros. Alguien mató a Molly Clarckson. Alguien puso pastillas para dormir en su leche caliente y la mató. Nadie quería contarme la verdadera historia, pero ahora yo se la historia verdadera y voy a contárosla.”

Los dos perros entraron despacio en la habitación y se sentaron a los pies de Diana. Había mucho silencio en la habitación.

El inspector miró a Alberto. “Señor King, su esposa está muy enferma y necesita una enfermera. Usted me contó eso. Usted no me habló de su casa. Va a vender su casa el próximo mes porque necesita el dinero.”

Alberto estaba enfadado. “El año pasado le pregunté al marido de Molly por dinero, y me dijo que sí. Pero entonces él murió en un accidente.”

“¡Accidente!” gritó Diana. “Eso no fue un accidente. ¡Mamá mató a Papá porque ella quería su dinero!”

“Vamos a hablar de usted, Diana,” dijo el inspector. “Visitaba a su madre cada mes y aceptabas su dinero. El mes pasado ella le dio dinero para su televisión. Este mes le ha dado para el teléfono. Todos los meses usted le decía a su madre: `No fue un accidente; tú mataste a Papá. Voy a contárselo a la policía.' Su madre estaba asustada de la policía así que le daba a usted el dinero. Pero al final ella quería pararte. Se lo contó a doctor Pratt. No más dinero, se lo dijo al doctor Pratt el jueves; y el sábado ella murió. Usted le llevó la leche caliente a su madre -¿qué le dijo ella?”

Diana empezó a llorar. “¡Yo quería a Papá! Él siempre me daba dinero; él me quería. Era Mamá -ella no quería a Papá y ella no me quería.” Diana paró. Los perros se levantaron y fueron a la puerta. “Es verdad, yo cogí mucho dinero de Mamá. El sábado ella me dijo -no más dinero. Yo quería matarla, pero no lo hice.”

Los perros volvieron de nuevo a los pies de Diana.

El inspector Walsh miró a Roger. “El señor Clarckson también necesitaba dinero.”

Roger se puso rojo. “¡No se lo diga! ¡Por favor!”

“El señor Clarckson perdió su trabajo el mes pasado. Él no tiene dinero. Pero él tiene una casa cara y un coche caro. A él le gustan las cosas caras.”

Sus hermanas le miraron, pero Roger puso sus manos sobre sus ojos. “¡No hable conmigo!”

“¡Eso no importa ahora!” dijo Diana. “Mamá está muerta y nosotros tenemos mucho dinero. No necesitas un trabajo.”

La cara de Roger se puso roja de nuevo. “¡Cállate, Diana!”

“Ahora,” empezó otra vez el inspector. “Pedro Hobbs es un joven hombre muy enfadado. La señora Clarckson no fue muy agradable con él. Él compró las pastillas para dormir de la tienda. ¿Pero puso él las pastillas en la leche caliente? Yo creo que no. Tomás Briggs quería medio jardín para su granja. Él estaba en la cocina anoche. ¿Puso él las pastillas de dormir en la leche caliente? Creo que no.”

De repente empezó a llover. Por un minuto todos miraron a través de la ventana. Jackie sacó un cigarro de su bolso y empezó a fumar.

“Pero alguien quería que Pedro Hobbs entrara en la cocina esa noche. Ella quería que todos le vieran y le escucharan,” dijo el inspector Walsh.

“¿Ella…? No lo entiendo,” Roger empezó, y paró.

El inspector Walsh se movió hacia la ventana y se sentó. “Voy a contaros la verdadera historia ahora. Señorita Clarckson, usted quería que Pedro Hobbs entrara en la casa esa noche. Él estaba muy enfadado con su madre por lo de la carta. Él dijo: `Quiero matarla.' Y usted quería que todos lo escucharan. ¿Por qué?”

La cara de Jackie se puso blanca. “¡No es verdad! ¿Qué hay de Diana? ¡Ustedes encontraron la botella vacía en su bolso!”

Diana se levantó “¿En mi bolso? ¡Jackie! ¿De qué estás hablando?”

“Cállese, por favor, y siéntese,” dijo el inspector. Él miró a Jackie. “Es verdad: nosotros encontramos la botella en el bolso de Diana. ¿Pero como lo sabe usted? Nosotros no se lo contamos.”

“Sí lo hicieron… antes… ¡ustedes me lo contaron antes!”

“No. Nosotros encontramos la botella en habitación de Diana. Nosotros le contamos eso. Usted habló del bolso de Diana; nosotros no se lo contamos. El sargento lo anotó todo.” El inspector Walsh miró cuidadosamente a Jackie. “Hace mucho tiempo, usted conoció a Tomás Briggs. Él era el jardinero aquí y usted le quería. Pero a su madre no le gustaba.”

Jackie puso sus manos en su cabeza. “¡No! ¡No!”

“Nosotros encontramos una foto -una vieja foto- en la casa del señor Briggs. Usted era joven entonces, y su pelo era largo, y usted le quería. Él le quería a usted, también, pero él no tenía dinero. Él quería el jardín para su granja, él quería dinero, él la quería. Pero su madre dijo no. En fin, usted quería matar a su madre… y usted la mató. Su madre fue abajo a ver los perros y usted puso las pastillas para dormir en su leche caliente. Más tarde, usted puso la botella vacía en el bolso de Diana.”

Jackie se levantó. Sus ojos estaban oscuros y asustados. “¡Ustedes no lo entienden!” ella gritó. “Mamá no me daba nada… todos esos años. Yo quería ser feliz… estar con Tomás. Eso es todo. Yo amo a Tomás, y él me ama. Pero Mamá dijo que no. Siempre no.” Entonces ella empezó a llorar. Nadie la miraba.

Jackie se marchó de la casa en un coche de policía. El inspector Walsh miró y entonces caminó despacio hacia su coche. Él estaba cansado y tenía hambre. Paró y miró atrás a la casa.

“Bien,” le dijo al sargento Foster, “al final, ellos tienes dinero: Alberto, Roger, Diana. Todos son ricos ahora. ¿Pero van a ser felices ahora?”

Él entró en el coche. “Vamos,” dijo. “Tengo hambre; necesito un sándwich.”

Fin




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Enviado por:Conilleta
Idioma: castellano
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