Literatura


Libro del buen amor; Juan Ruíz, el Arcipreste de Hita


LIBRO DE BUEN AMOR

1º BACHILLERATO. HUMANIDADES.

Lenguaje y literatura. 30-01-04.

"Yo, como soy humano y,
por tal, pecador,
Sentí por las mujeres,
a veces, gran amor.

Que probemos las cosas
no siempre es lo peor;
el bien y el mal sabed
y escoged lo mejor"

Arcipreste de Hita.

1. El Arcipreste de Hita: vida y personalidad.

Pág. 4 -5.

2. El libro de Buen Amor:

2.1. Justificación del título.

Pág. 5-6.

2.2. Autobiografismo de la obra.

Pág. 6-8.

2.3. Fuentes literarias utilizadas por el Arcipreste.

Pág. 8-9.

2.4. El tema central como elemento de cohesión.

Pág. 9.

2.5. Finalidad del Arcipreste al hacer esta obra.

Pág. 9.

2.6. El Arcipreste, un clérigo ajuglarado.

Pág. 9-10.

2.7. Sentido de la creación literaria: obra de autor y obra colectiva.

Pág. 10.

2.8. El siglo XIV: época de crisis de los valores medievales.

Pág. 10-11.

2.9. Causas que ocasionan este cambio de valores.

2.10. La métrica en el Libro de Buen Amor.

Pág. 11.

Pág. 11-12.

2.11. El estilo del Arcipreste.

Pág. 12-13.

2.12. Otros aspectos importantes.

Pág. 13-14.

1. El Arcipreste de Hita: vida y personalidad.

Juan Ruiz (1283-1350), llamado también Arcipreste de Hita es considerado como uno de los poetas españoles más desbordantes de la Europa medieval.

Se estima que nació en 1283 en Alcalá de Henares y que fue arcipreste en el pueblo de Hita (Guadalajara). También se piensa que escribió su Libro de Buen Amor en la cárcel, a la que fue enviado por orden del cardenal don Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo entre 1337 y 1350. Siguiendo el estilo de los escritores del siglo XIII, como Gonzalo de Berceo y el anónimo poeta del Libro de Alexandre, el extenso poema de Juan Ruiz abarca más de 1.500 estrofas en cuaderna vía, la combinación métrica y estrófica propia del mester de clerecía (aunque la norma del alejandrino se desliza hacia versos de 16 sílabas), además de un prólogo en prosa, los gozos y cantigas de la Virgen (con tetrasílabos combinados con octosílabos y eneasílabos), las cantigas de serrana y los cantares de ciego. Pero el tono y las intenciones del libro apuntan a una fusión entre las normas de la clerecía y el mester de juglaría: “por vos dar solaz a todos, fablévos en juglería”.

El autor se propone, por un lado, informar e instruir a sus lectores sobre los peligros del loco amor o amor mundano, y acerca de las ventajas del buen amor o amor de Dios, pero su novedoso ingrediente, el humor, que es una de las formas de la ambigüedad, le permite aclarar: “Enpero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello”.

Junto con el humor se destaca el uso de la primera persona, que es a veces la del propio arcipreste y otras la del personaje Melón de la Huerta o Melón Ortiz. Este tránsito en el uso del “yo” acentúa ese juego dual para “solaz de todos”, pecadores y virtuosos cristianos. Desde el punto de vista de las influencias, Juan Ruiz recoge una amplia tradición que incluye las falsas vidas de Ovidio difundidas en la edad media (concretamente el De Vetula); una adaptación de la comedia elegíaca latina Pamphilus, de raíz ovidiana, de un anónimo del siglo XII; la poesía pastoril (la pastorela) provenzal y francesa que retoma bajo forma de parodia en los episodios de las serranas; las fábulas y cuentos provenientes de las colecciones orientales, las sentencias y los refranes. Debe señalarse también la coincidencia de la obra de Juan Ruiz con ciertos rasgos (especialmente el humor, la parodia y la sátira) de la literatura de los goliardos, poetas y clérigos mendicantes de los siglos XII y XIII que se burlaban de la hipocresía de ciertos dignatarios de la Iglesia y proponían el placer como respuesta a la fugacidad de la vida, cuyo testimonio más célebre, que no se difundió hasta el siglo XIX, son los Carmina Burana. En el XIV la palabra goliardo se asocia a la de “juglar”, sobre todo en la literatura inglesa y francesa.

Esta ficción autobiográfica amorosa que es el Libro de buen amor abarca los intentos de seducción por parte del arcipreste, intentos que suelen acabar en fracaso. Así le ocurre inicialmente con una “dueña” y con una mujer llamada doña Cruz, que acaba entendiéndose con Ferrán García, el propio mensajero del arcipreste enamorado. Después de una serie de batallas y discusiones con el Amor, éste lo alecciona diciéndole: “Quisiste ser maestro ante que disçípulo ser”, le recomienda la lectura de Ovidio, le describe la mujer ideal, le aconseja que consiga una tercera en amores (“busqué trotaconventos qual me mandó el Amor”), que no beba demasiado vino tinto o blanco y que sea mesurado en todos sus actos. La ficción del yo se traslada a la figura de don Melón de la Huerta, quien requiere de amores y acaba casándose con Doña Endrina. A continuación se suceden otras aventuras amorosas, en las que desfilan diversas mujeres: una dueña, una viuda, una monja, una mora y, finalmente, las serranas, porque, como dice el narrador: “Provar todas las cosas el Apóstol lo manda”. Al morir Trotaconventos, el arcipreste hace su planto en el que se enfrenta a la muerte: “¡Ay Muerte! ¡Muerta seas, muerta e malandante!”.

Mención especial merecen uno de los tramos de la pelea entre el arcipreste y Don Amor (estrofas 372-387), donde se establece un paralelo entre los pasos de la seducción y las horas canónicas, antecedente del tópico literario de la“misa de amor”, como reaparece en el romance en el que los monaguillos, en lugar de decir “amén, amén”, dicen “amor, amor”; la lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma, cada uno dirigiendo su propio ejército de animales y cuyo vigor plástico permite un cotejo con el cuadro de Brueghel, de 1559; el ejemplo del pintor Pitas Payas que, debiendo viajar a Flandes, dibuja un cordero en el ombligo de su mujer como prueba de castidad y a su vuelta encuentra un carnero, situación adulterina que se conecta con el texto sobre“las propiedades que el dinero ha”, que retomará Francisco de Quevedo y al que pondrá música el cantante Paco Ibáñez. El personaje del tercero en amores, que aparece ya en El collar de la paloma. Tratado del amor y los amantes, del poeta Ibn Hazm de Córdoba (siglo XI), según ha señalado Américo Castro en su comparación con el libro del Arcipreste, adquiere en la Trotaconventos el relieve de un personaje consistente que adquirirá nuevo vigor en La Celestina de Fernando de Rojas un siglo después del Libro de buen amor.

2. El libro de Buen Amor:

2.1. Significado del título.

El título del Libro de Buen Amor no fue puesto por el Arcipreste pues el manuscrito no estuvo precedido de título impuesto por el autor. En el siglo XVIII, cada vez que se referían al Libro lo mencionaban como Libro del Arcipreste o Libro del Arcipreste de Hita. Los primeros editores le dieron el título genérico de Poesías o el de Libro de cantares. Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), filólogo e historiador español, propone un título con el que lo conocemos en la actualidad, basándose en las siguientes estrofas:

13. Tú, Señor e Dios mío, que al omne formeste,

enforma e ayuda a un tu arcipreste

que pueda fazer libro de buen amor aqueste,

que los cuerpos alegre e a las almas preste.     

933. Por amor de la vieja e por dezir razón,

buen amor dixe al libro e a ella toda sazón.  

  

Menéndez Pidal tiene un pensamiento del buen amor como un “amor puro, ordenado y verdadero, capaz de inspirar bellas acciones”. Podríamos decir en este sentido, sería lo opuesto a loco amor, el amor “desordenado, vano y deshonesto”. En cualquier caso, debe constar que la expresión buen amor se repite a lo largo del libro en contextos muy diferentes, es decir, que posee un valor plurisignificativo. Igual ocurre en muchos otros lugares del libro, como por ejemplo, en el prólogo en prosa se equipara expresamente el buen amor con el amor de Dios; en otras ocasiones equivale a amor humano, de amistad, de buena voluntad, de amor a la mujer sometida a los mandatos corteses, y no faltan ejemplos de significación ambivalentes (estado de ánimo en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos) o ambiguos.

2.2. Autobiografismo de la obra.

El Libro, está escrito en primera persona, lo que no quiere decir que sea autobiográfico; se trata de un recurso literario frecuente en obras didácticas y más si la enseñanza se apoya en ejemplos en que el protagonista sale mal parado, pues si es el propio autor quien se pone en ridículo parece más simpático y gracioso. Pero aparte la ficción de las aventuras relatadas hay unos cuantos detalles que se vienen teniendo como posibles en la biografía de Juan Ruiz: El primero es que el Arcipreste fuera natural de Alcalá de Henares basándose para ello en la siguiente copla:

  • - Hija, mucho os saluda uno que es de Alcalá

  • y os envía una sorda con aqueste albalá;

    el Señor os protege, muchas riquezas ha.

    Tomadlo, hija, señora

    El segundo que el autorretrato contenido en las coplas hace una descripción realista y concreta si las hay, correspondiendo al tipo de nombre moreno y sanguíneo.

    Trotaconventos hace retrato del Arcipreste.

    1485. - Señora-diz la vieja-, yo le veo a menudo;

    el cuerpo tiene alto, piernas largas, membrudo,

    la cabeza no chica, velloso, pescozudo,

    el cuello no muy alto, pelignegro, orejudo.

    1486. Las cejas apartadas, negras como el carbón,

    el andar muy erguido, así como el pavón,

    el paso firme, airoso y de buena razón,

    la su nariz larga, esto le descompón.

    1487. Las encías bermejas, sonora voz usual,

    la boca no pequeña; son sus labios, tal cual

    más gruesos que delgados, rojos como el coral;

    las espaldas muy anchas; las muñecas, igual.

    1488. Ojos algo pequeños; de color, morenazo;

    abombado su pecho y poderoso el brazo,

    bien cumplidas las piernas; el pie, chico pedazo.

    Señora, no vi más; en su nombre os abrazo.

    1489. Es ligero, valiente y muy joven en días;

    en música, maestro; sabe de juglarías;

    galante, muy alegre. ¡ Por las zapatas mías!,

    ¡ un hombre así no anda hoy por las travesías!

    La tercera cuestión muy debatida sobre la cual no se ha puesto aún de acuerdo los comentaristas: la prisión varias veces mencionada en el Libro de Buen Amor. ¿Estuvo preso efectivamente el Arcipreste por orden de la autoridad eclesiástica? Si lo estuvo, ¿por qué causa? ¿Escribió el Libro cuando se hallaba encarcelado, o antes? Si fue antes, ¿pudo ser el Libro de Buen Amor la causa del castigo?

    Con muy sólidas razones ha sido negada tal prisión, porque varias veces en le transcurso de la historia el Arcipreste se lamenta, refiriéndose a la prisión del espíritu en este valle de lágrimas e impurezas. Últimamente, Gonzalo Menéndez Pidal vuelve a valorizar como dato biográfico aquellas lamentaciones, y la verdad, es que cuando se trata de prisión retórica, las quejas suelen caer sobre el pecado, sobre nuestra flaca naturaleza, etc. , no sobre el prójimo, que en este caso está preso como el poeta.

    El Arcipreste cuenta su novela amorosa en forma autobiográfica, diversas aventuras galantes del protagonista ( un clérigo, cuyo nombres y cargo coinciden con los del autor) terminadas en fracaso. Esta biografía constituye el hilo argumental en torno al cual se teje el resto de elementos de la obra.

    Estos episodios, aún con la apariencia de núcleos aislados, independientes entre sí, tienen como hilo argumental la narración amorosa autobiográfica, la cual es un procedimiento de ficción, de técnica literaria, profusamente utilizado en la literatura medieval. El hilo autobiográfico que une la sarta de aventuras mantiene la unidad de la obra, ya que en torno a él se agrupan las distintas partes del libro. Por eso, el “yo” poético desaparece en las fábulas y cuentos, que son adaptaciones de fuentes específicas y que cumplen una función concreta: servir de argumentos en el debate. Únicamente en la historia que cuenta los amores entre Don Melón y Doña Endrina cambia el nombre del protagonista (que pasa de ser el Arcipreste a Don Melón del la Huerta), aunque sin que se abandone la narración en primera persona: sólo en la estrofa  final de esta aventura amorosa se cambia a la tercera persona, cuando “Doña Endrina e Don Melón en uno casados son”; es lógico: además de tratarse de la adaptación de una obra ajena —como veremos más adelante—, es la única historia que acaba en boda, por lo que el protagonista no podía ser un sacerdote.

    2.3. Resumen general de los materiales literarios utilizados esta obra.

    Entre las fuentes utilizadas por Juan Ruiz en el Libro de Buen Amor, cabe a destacar, en primer lugar, la Biblia, de la que ha recibido numerosos ideas, sobre todo del Libro de los Salmos.

    Aparte del libro sagrado, la parte más esencial de las fuentes está formada por diversas obras latinas, cuyo conocimiento fue muy común en los círculos clericales de la época. De la latinidad clásica sólo se puede citar con seguridad el Ars Amandi de Ovidio, que ha dejado su influencia, en aspectos de conjunto; el resto de las obras latinas pertenece a la latinidad medieval. Las fábulas proceden principalmente de la tradición esópica del Medievo, conocida a través de resúmenes entre los que ocupa un primerísimo lugar la compilación del Romulus, realizada por Walter el Inglés, y, en un grado mucho menor, la colección conocida por siglas LGB, que recoge algunas fábulas de Fedro (poeta romano s. I d.C.), ausentes en otras colecciones; a estas dos compilaciones hay que añadir los florilegios y antologías de cuentos en latín, tan extendidos en la época.

    Algunos pasajes didácticos y religiosos- pecados capitales-, enseñanza sobre la confesión, armas del cristiano tiene su origen en sermonarios o tratados morales, canónicos y filosóficos, entre los que se citan obras de Hugo de San Víctor, de Pedro Lombardo y la Psychomanía, de Prudencio, junto a otras cuya influencia es difícil precisar. Otras partes, como la Cantiga de los clérigos de Talavera o las horas canónicas, proceden de fuentes goliárdicas y paródicas, cuyos temas tuvieron gran difusión en las literaturas mediolatina y romance. En cuanto al largo episodio de don Melón y doña Endrina, ya se señaló su origen en una comedia latina del siglo XII.

    Pasando a la literatura romance, se han citado semejanzas con obras ultrapirenaicas y españolas, aunque sin concretar suficientemente en muchos casos. El autor alude a una historia troyana, a Tristán y al tema de Flores y Blancafor, pero el influjo más importante, en este apartado, es, sin duda, el del Libro de Alexandre.

    La convivencia de tres castas -cristianos, árabes y judíos- en la Península y la importancia de los mozárabes de Toledo, de cuyo arzobispado dependía de Hita, parecen razones suficientes para explicar los influjos semíticos en ciertos pasajes de la obra. Así, las relaciones que presentan con erotología árabe algunos caracteres de la fenomenología amorosa del Libro; el influjo de la tradición oriental en unos pocos enxienplos , etc.

    2.4. Tema central que da cohesión a la obra.

    La obra posee una clara unidad; este extenso poema es un encadenamiento de las aventuras amorosas, casi siempre fracasadas, entre el protagonista (que supuestamente es el Arcipreste) y varias mujeres: una panadera, una mujer culta, una villana, una dama de alto rango, una viuda joven, una doncella soltera, cuatro pastoras de la sierra, una monja, una mora,…

    El Arcipreste nos cuenta una serie de aventuras amorosas enlazadas por los comentarios y digresiones del propio autor que prestan la suficiente cohesión para mantener la unidad del relato. El hilo de la historia, después de invocar a Dios, es el siguiente: comienza el Arcipreste afirmando que es inclinación natural del hombre amar a la mujer y que él mismo no es una excepción; para comprobarlo nos cuenta sus aventuras, con las que forma una variada galería femenina.

    2.5. Finalidad del Arcipreste al hacer esta obra.

    El Libro de Buen Amor es una obra escrita con ánimo de moralizar y de divertir, de manera que los locos amadores escarmienten en cabeza ajena. La finalidad didáctico-moral explica que el didactismo aflore por doquier, para lo cual, a lo largo de la narración, se entremezclan los consejos del autor.

    Sin entrar en más pormenores, nuestro juicio es que el Libro de Buen Amor resume muchas de las notas distintivas de su tiempo, que se caracteriza por un contraste que coloca al hombre en una continua lucha dialéctica entre el sentimiento religioso y el sentimiento profano. En definitiva, Juan Ruiz nos presenta en su obra la lucha entre el “loco amor” y el “buen amor”, en cuanto es un reflejo de la pugna en que se debate el hombre medieval y en cuanto representa la crisis de costumbres de su tiempo. Por esto, reducir exclusivamente el libro a una jocosa broma, o, por el contrario, a una restrictiva apreciación didáctico-moral, sería exagerado. Si el libro es didáctico, participando así del carácter más peculiar de la literatura del mester de clerecía, lo ameno y lo humorístico tienen también un valor indudable.

    2.6. El Arcipreste, un clérigo ajuglarado.

    El Arcipreste, era un hombre de buen humor, jovial y humano, que no habla con una mentalidad clerical típica de la época , sino como un hombre que le gusta vivir. El Libro de Buen Amor se caracteriza por un contraste que coloca al hombre en un contínuo duelo entre el sentimiento religioso y el sentimiento profano. El arte del Arcipreste consiste, pues, en haber sabido recoger en su Libro esa lucha omnipresente.

    En esta copla se puede observar la gran pasión que sentía por las mujeres:

    154. aunque comer no pueda la pera del peral,

    el sentarse a la sombra es placer descomunal.

    Menéndez Pelayo, lo califica de “un clérigo libertino y tabernario”. Otros críticos son más duros aún: “un librepensador, un enemigo de la Iglesia”. En cambio, José Amador de los Ríos es más generoso: “severo moralista y  clérigo ejemplar, que si es cierto que cuenta de sí propio mil picardías, lo hace para ofrecerse como víctima expiatoria de los pecados de su tiempo, acumulados sobre su inocente cabeza”.

    2.7. Sentido de la creación literaria: obra de autor y obra colectiva.

    Arcipreste se presenta como autor del libro, algo que llama mucho la atención, ya que en esa época el anonimato era muy común.

    13. Tú, Señor, que a los hombres les ha creado, a éste

    inspiralo y ayuda, puesto que es tu Arcipreste,

    que puedo hacer mi Libro de buen amor, aqueste,

    que a tos cuerpos alegre ya las almas bien preste.

    Se empieza a crear el “yo” poético, recurso que consiste en que el autor habla en primera persona (individualismo).

  • El siglo XIV: una época de crisis de los valores medievales.

  • Múltiples y, en casos, enfrentadas, han sido las interpretaciones críticas de la obra del Arcipreste. Sin poder entrar en pormenores, nuestro juicio es que el Libro de Buen Amor resume las notas distintivas de su tiempo, que se caracteriza por un universal contraste que coloca al hombre en un contínuo duelo entre el sentimiento religioso y el profano. El arte del Arcipreste consiste, pues, en haber sabido recoger en su Libro esa lucha omnipresente en el espíritu del hombre medieval. Juan Ruiz, cristiano y creyente, pretende mostrar el choque de esa fe con el apetito vital y la relajación de costumbres propias del período.

    El Arcipreste, por tanto, nos describe los amores de clérigos y monjas y con ello no hace otra cosa que informarnos de acontecimientos cotidianos en aquel momento. Realiza una parodia de las obras canónicas y los documentos se encargan de informarnos que los clérigos de toda Europa actuaban así en su vida diaria, al tiempo que sabemos que esta clase de parodias y la expresión de temas sexuales mediante metáforas religiosas fue común a la literatura medieval. Concretamente, nos habla de la lucha entre el clero secular y regular, disputándose le herencia de los moribundos, y los datos históricos confirman esa actuación. También informa sobre las concubinas de los clérigos y la oposición de éstos a abandonarlas y las disposiciones conciliares coetáneas prueban la veracidad del autor, pero el mismo Arcipreste, que parece conceder escasa importancia a los amores de clérigos y religiosas, describiendo las contínuas aventuras amorosas de su protagonista, que le hace acudir luego en devota peregrinación a la ermita de Santa María del Vado para purificarse de sus culpas. Ofrece “con gran humildad” sus cantigas a la Virgen. Se declara creyente “según la fe católica”, por temor a haber cometido algún dislate al hablar del influjo de los astros en la vida humana, y critica severamente al clérigo que, desconocedor de su oficio, confiesa a un penitente de otra parroquia.

    En definitiva, Juan Ruiz nos presenta e su obra la lucha entre el “loco amor” y el “buen amor”, en cuanto es un reflejo del duelo en que se debate el hombre medieval y en cuando representa la crisis de costumbres- no de fe- de su tiempo. Esa mezcla de lubricidad y piedad es la misma que se encuentra en las obras de Jean de Menú, de Boccaccio, de Chaucer y de tantos otros.

  • Causas que ocasionan este cambio de valores.

  • El reconocimiento de la dignidad del hombre supuso una nueva forma de entender la vida y el mundo, cuyas notas más distintivas serían las siguientes:

    - El antropocentrismo hace frente al teocentrismo medieval, el hombre es el centro y la medida del mundo.

    - El mundo ya no es un simple lugar de paso para la otra vida, sino un lugar bello y digno de ser gozado.

    - La perfección humana no radica en el ejercicio de la virtud, sino en el desarrollo equilibrado de todas sus facultades físicas e intelectuales. Por eso el tipo ideal de la época es el cortesano, que, según Baltasar de Castglione, debe cultivar a la vez las armas y las letras ( armonización del clérigo y el caballero medievales) y ejercitar y dominar actividades diversas, desde los juegos físicos a las bellas artes.

    2.10. La métrica en el Libro de Buen Amor.

    El Libro de Buen Amor está escrito siguiendo la cuaderna vía: estrofas de cuatro versos alejandrinos, en rima consonante, pero las catorce sílabas del alejandrino se convierten en dieciséis (ritmo más grato al oído castellano), en pasajes más o menos extensos, con una oscilación que no parece casual, sino deliberada, según el momento de la composición. Este voluntario paso de una a otra medida se observa, sobre todo, a partir de la aventura cuarta (doña Endrina); las quejas de amor, los razonamientos ceremoniosos, las frases dichas con melancolía o solemnidad son expresadas en versos de dieciséis sílabas, más cuando se trata de hablar con energía y pasión, el verso adquiere el ritmo más rápido del alejandrino. Por ejemplo, en la primer entrevista de don Melón con doña Endrina, comienza don Melón mesurado y reverente, en versos de dieciséis sílabas; pero ya catorce, y al volver más calmado, al tono serenamente persuasivo emplea de nuevo el verso de dieciséis.

    También, aparte de esta oscilación, el autor, del mismo modo que nos quiso ofrecer una variada serie de tipos femeninos, quiso también, como anuncia al principio, presentándonos un muestrario de composiciones y combinaciones métricas diversas, unas formando parte del cuerpo del Libro y otras a modo de introducción y de apéndice. Como por ejemplo, las cuatro cantigas serranas, las dos composiciones a la Pasión de Cristo…

    La rima interna, el verso corto, distintas maneras de combinar rimas y número de sílabas, poesía de tipo acentual, en todo se ejercita Juan Ruiz, pero con un empleo preferido de la estrofa de tipo de zéjel morisco, con constan de un estribillo de dos versos con la misma rima y luego tres que riman entre sí, seguidos a su vez de un cuarto que lleva la rima del estribillo. Esquema: AA-bbb-a.

  • El estilo del Arcipreste.

  • El Libro de Buen Amor, consta de rasgos característicos del mester de clerecía, que están presentes en toda la obra, que posee una creación literaria personal bastante destacable. Los recursos más notables son los siguientes:

    Primeramente, cabe a destacar que el Arcipreste se vale de lo popular utilizando muchos refranes, sentencias y dichos. Y gracias a esto aumenta la expresividad, el realismo y como consecuencia de esto, se acerca a lo juglaresco.

    Como esta obra pertenece al mester de clerecía, hay una amplificación (recurso típico de la literatura didáctica) que consiste en explicar de formas distintas un mismo concepto. También nos podemos encontrar con metáforas y epítetos con los que se consigue mayor expresividad y esteticismo, con lo que a su vez, aumenta la capacidad descriptiva. En su obra utiliza recursos afectivos, especialmente los diminutivos.

    El Arcipreste le da un toque de humor a su obra a través de recursos, en los que se puede destacar, la ambigüedad, los distintos juegos de palabras, las hipérboles y la ironía. Juan Ruiz usa reiteraciones como la anáfora y el paralelismo y las enumeraciones, con la finalidad de que aumente el ritmo y la musicalidad. Es notable que el Libro de Buen Amor tiene una riqueza léxica que busca siempre la expresión esencial y apropiada a cada significación; así como dar vida o vivificar a las abstracciones. El Arcipreste hace citas de autoridad como apoyo a la argumentación en los episodios didácticos. Tales citas, a veces, son deliberadamente falsas, con intención irónica y humorística:

    71 Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,

    que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,

    por el sustentamiento, y la segunda era

    por conseguir unión con hembra placentera.

    Cabe a destacar también las exclamaciones e interrogaciones retóricas:

  • ¡ Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!

  • ¡ Ay, que talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!

    ¡ Que cabellos, qué bonita, qué color, qué buenandanza!

    Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.

    En esta copla se utiliza la exclamación, junto a la enumeración y el paralelismo, para resaltan la actividad de la acción, a la vez que se retrata el estado psíquico del personaje.

  • Otros aspectos de la obra que consideres importantes: El realismo.

  • La extraordinaria capacidad de captación de la realidad presta al Libro de Buen Amor un carácter documental sobre la sociedad del período. Por él conocemos las costumbre de la ciudad y el campo, los productos de los diversos meses, los manjares que se degustaban y las golosinas que fabricaban las monjas, los vestidos y afeites de las mujeres, las costumbres de los clérigos. Incluso detalles más concretos, como amancebamiento de Alfonso XI, están aludidos hábilmente en el Libro:

    • Estando reunidos todos en la capilla,

    levantóse el Deán a exponer su rencilla.

    Dijo: - Amigos, yo quiero que todos en cuadrilla

    Nos quejemos del Papa ante el Rey de Castilla.

    • Aunque clérigos, somos vasallos naturales,

    le servimos muy bien, fuimos siempre leales;

    demás lo sabe el Rey: todos somos carnales.

    Se comparecerá de aquestos nuestros males.

    El engarce concreto de la obra en una sociedad en que conviven tres castas posibilita también el conocimiento de ciertas costumbres judías y árabes; la mención de la fidelidad de los judíos a su pascua de pan ácimo (es decir, que se amasa sin levadura) o la descripción de instrumentos que no sirven para los cantares arábigos. En este sentido, podemos decir que el Libro de Buen Amor, con una estructura literaria original enlazada en la literatura occidental; con un triple carácter didáctico, humorístico y lírico; con una perfecta estimación del espíritu del hombre medieval y de las notas distintivas de su tiempo, recoge un ancho friso de amplias facetas.

    'Libro del buen amor; Juan Ruíz, el Arcipreste de Hita'

    El autor puede entregarlo a su público con la seguridad de que en él se encontrará cada cual lo que desee, aun cuando bien sabe que el verdadero sentido del Libro pasará inadvertido para muchos:

    Las del buen amor son razones encobiertas:

    Trabaja dó fallares las sus señales ciertas;

    Si la razón entiendes o en el seso aciertas,

    Non dirás mal del libro que agora.

    [ rehiertas [ `repruebas' ]

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    Enviado por:Iparjilogos
    Idioma: castellano
    País: España

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