Literatura
Las vidas de los animales; John Maxwell Coetzee
LAS VIDAS DE LOS ANIMALES
de J. M. Coetzee
ÍNDICE:
1. Presentación del autor...........................................................................................3
2. Contenidos básicos...............................................................................................4
2.1. La religión en la cuestión de los derechos de los animales................4
2.2. La razón..............................................................................................6
3. Conclusión............................................................................................................7
4. Valoración personal..............................................................................................8
PRESENTACIÓN DEL AUTOR
John Maxwell Coetzee nació el 9 de Febrero de 1940 en Ciudad del Cabo. Siempre vivió entre Sudáfrica y EEUU. Tras licenciarse en el año 1961, emigró a Inglaterra, donde trabajó como programador de sistemas de computación. En 1965 realizó un postgrado en la Universidad de Austin (Texas). Es profesor, traductor, lingüista y crítico literario. En 1968 comenzó a enseñar literatura en la Universidad Estatal de Nueva York, en Búfalo. A su regreso a Sudáfrica se dedicó a la enseñanza en la Universidad de Ciudad del Cabo. Actualmente es profesor de literatura en la Universidad de Chicago e investigador en la Universidad de Adelaida (Australia).
Sus dos novelas más importantes, las dos galardonadas con el premio Booker, el más importante de las letras inglesas son Vida y época de Michael K (1983) y Desgracia (1999).
Otras obras importantes de Coetzee son: Dusklands (1974), En el corazón del país (1977), Esperando a los bárbaros (1980), Foe (1986), La edad de hierro (1990), El maestro de Petresburgo (1994), Las vidas de los animales (1999) y Elizabeth Costello (2003). En el año 2005 se ha publicado su última novela: Hombre lento. Además ha escrito novelas autobiogríaficas como Infancia (1997) y Juventud (2002).
Fue Premio Nobel de Literatura en 2003 y se le considera un detractor del apartheid y de los ejemplos históricos del colonialismo. Dentro de su generación de escritores encontramos a Alan Paton, Dennis Brutus, Atole Fugard y Nadine Gordimer.
2. CONTENIDOS BÁSICOS
La trama de Las vidas de los animales gira en torno a la visita de la escritora australiana Elizabeth Costello al Appleton College donde actuará como conferenciante. Su hijo John es profesor de Física y Astronomía en el mismo centro y Norma, la mujer de John, es doctora en Filosofía, especialidad Filosofía de la Psicología y escribe para una revista de filosofía una crítica sobre los experimentos de aprendizaje del lenguaje con primates. Elizabeth no dedicará las conferencias para hablar de su obra sino de los motivos que llevan a los seres humanos a dar un trato discriminatorio y vejatorio a los animales. En la segunda conferencia propone seguir la visión de los poetas y comprender la visión de los animales desde los animales mismos, sin ningún filtro humano.
En primer lugar, cabe destacar que la llegada de Elizabeth provoca una situación de malestar y de enfrentamiento en la casa de su hijo John, dadas las diferencias en las ideas de éste y su madre en oposición con las ideas de Norma, la mujer de John, a quien se otorga el papel de contrapunto de ambos. Esta oposición se deja entrever desde el primer momento, cuando se afirma que los hijos de la pareja comerán aparte ya que Elizabeth no tolera el uso de los animales para la alimentación humana. No obstante, Elizabeth no promulga un vegetarianismo por convicción moral sino que en su caso lo sigue “por un deseo de salvar su alma”. Es decir, recurre al argumento que va más en contra de toda lógica científica, se encomienda a Dios y en él se atrinchera como defensa más importante a favor del vegetarianismo, aunque no es única base como se verá. En el análisis del argumento religioso se centrará la primera parte de este trabajo.
Al otro lado de la balanza coloca Elizabeth la razón y su feroz ataque contra ella. “El universo se abastece sobre la razón”, dice Elizabeth. Los seres humanos han utilizado esta facultad para diferenciarse de los animales, los cuales no poder comprender el universo (la razón ha sido considerada la “esencia que no comparten” con él). La segunda parte está dedicada al desarrollo de esta crítica que se hace en la obra.
2.1. La religión en la cuestión de los derechos de los animales
Este argumento, el religioso, que en una obra tan fundamental a favor de los derechos de los animales como Animal Liberation, de Peter Singer, sólo se menciona de pasada, le sirve a Coetzee para diferenciar a su personaje de la mayoría de los vegetarianos, quienes aducen generalmente motivos racionales, compasivos, éticos y morales, pero alejados de la idea de la salvación de su alma.
Durante la cena que tiene lugar tras la primera de las conferencias que ofrece Elizabeth, ésta menciona su teoría sobre el origen de los dioses, con la cual intenta ilustrar el modo en que los humanos nos hemos liberado del peso de comer carne animal. Propone que tal vez el ser humano inventara a los dioses para poder culparlos porque al fin y al cabo fueron ellos quienes nos dieron permiso para comer animales al dejarnos los restos de nuestros sacrificios en su honor. Por lo tanto la culpa es de los dioses y no nuestra. “Nosotros sólo somos sus criaturas”, dice Elizabeth.
La segunda parte de la novela, aquélla en la que se explica la relación que se establece entre los poetas y los animales, es determinante para subrayar el papel de la religiosidad y de lo divino dentro de la cuestión de los derechos de los animales.
Nada más empezar el capítulo se hace mención por parte de Elizabeth, al darse inicio su segunda conferencia, del nombre de Ted Hughes. Se trata de un poeta que cree que lo que debe hacerse a la hora de meterse en la piel de un animal es precisamente eso, o sea, ocupar su cuerpo y no su mente, porque la mentalidad que puede tener un animal le viene definida sobre todo por el lugar que ocupa su propia especie dentro del reino animal, definida a su vez por sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Así, por ejemplo, el hecho de habitar la mente de un ser que tenga la facultad de volar debería llevarnos a interpretaciones muy diferentes si el animal es un águila o un murciélago. Elizabeth nos anima a leer a los poetas que “devuelven lo que es viviente y lo que es eléctrico al lenguaje”. En cualquier caso, el hecho de plasmar después en palabras aquéllo a lo que les lleva a los poetas a querer ser otro animal hace que se pierda por completo la relación que haya podido tener lugar entre el ser humano y el animal en cuestión. Por eso es diferente Ted Hughes y por eso sale a relucir su nombre, porque no es un poeta tradicional, sino que es más bien un chamán, es decir, un hechicero con poderes sobrenaturales capaz de invocar a los espíritus. Eso es lo realmente importante para Elizabeth y lo que nos quiere trasladar en su discurso, de lo que quiere hablar es de sentimientos y no de palabras, de espiritualidad y no de materialismos, de religiosidad y no de ciencia.
Elizabeth asume que el ser humano se ha alejado de los dioses en la sociedad profundamente antropocéntrica en la que vivimos actualmente, sin embargo “no nos hemos liberado del disgusto, el cual es otra versión del horror religioso”; aunque Norma disiente afirmando que el disgusto no es universal ya que “los franceses comen ranas y los chinos comen de todo”, es decir que en estos países no existe el disgusto, según Norma.
Por último, en relación al tema de la religiosidad dentro de la cuestión de los derechos de los animales y enlazando con el tema de la razón, consiste en la aseveración que hace Elizabeth al afirmar que todas las vejaciones a las que se ha sometido y se sigue sometiendo a los animales se han hecho en nombre de la razón (este tema se desarrollará más adelante). “El universo se abastece sobre la razón”, se dice. El hecho de que los animales adolezcan de razón hace que, para el hombre, sean diferentes a él porque, aunque formen parte del universo, no comparten la esencia. Por lo tanto, al hombre se le iguala con Dios, mientras que los animales han sido siempre mayoritariamente asociados a las cosas. El problema, para Elizabeth, es que su razón y su experiencia hacen que considere que la razón no es esa esencia del universo, ni siquiera la esencia divina. Al contrario, la razón es sólo la esencia de una tendencia del pensamiento humano o de un cierto espectro del pensamiento humano.
La última alusión que se hace a lo largo de la obra acerca del vegetarianismo tiene como protagonistas a John y Elizabeth. Según ellos, nuestra actitud en relación a los animales que comemos es el desprecio, el cual proviene de su indefensión los despreciamos porque no se rebelan. Por lo tanto, en primer lugar, lo que debería replantearse es una educación con el fin de empezar a respetar a los animales como nos respetamos nosotros mismos.
2.2. La razón
Elizabeth, como ya se ha mencionado, no cree que la razón sea la esencia del universo sino que es sólo la esencia de una tendencia del pensamiento humano. La razón ha conducido a los animales a las granjas industriales, a los laboratorios, a los circos, a los zoológicos y, finalmente, a los mataderos y a nuestras mesas. En oposición a este trato hacia los animales, vuelve a surgir el nombre de Thomas Nagel por su visión del animal como “un alma que vive en un cuerpo”. John asegura que las explicaciones racionales se deben sólo a la estructura del entendimiento humano, mientras que los animales tienen sus propias estructuras y por tanto sus propias explicaciones. El problema es que no podemos acceder a estas explicaciones por el hecho de no compartir con ellos un lenguaje (para Norma la razón nos proporciona un conocimiento real del mundo y sólo desde ella nos podemos situar para hablar de la razón y juzgarla).
Es muy significativa la mención que hace Elizabeth del filósofo Descartes, conocido también por su intolerancia con los animales, a quienes consideraba como autómatas. Para Elizabeth, la máxima “Cogito ergo sum” de Descartes es una fórmula que implica que los seres no humanos son considerados seres de segunda por el hecho de no pensar de la misma manera que lo hacen los animales humanos. Es decir que la razón impide considerar a los animales como seres agentes y al negarles el alma se les recluye en granjas, zoos y laboratorios, porque no son individuos autónomos y no tienen derecho a ser libres y a procurarse su felicidad como nosotros, seres intelectuales. Por el hecho de que los animales se muevan según sus instintos, es decir, mediante ideas innatas y no aprendidas, o lo que es lo mismo, si los animales no pueden comprender el mundo ni su propio papel en la naturaleza, se ha considerado que deben mantenerse fuera de la sociedad.
Sin embargo, si la facultad de razonar fuera un argumento verdaderamente sólido para quienes excluyen a los animales de todo derecho, sería más lógico que los simios superiores se incorporasen a la familia de los homínidos, como apunta Elizabeth, puesto que su capacidad para razonar está fuera de toda duda y es muy superior a la de algunos seres humanos, como los discapacitados mentales o los fetos. Por lo tanto, los derechos a la vida, a no sufrir y a ser protegidos por la ley deberían acogerlos a ellos también. Pero O'Hearne, el adversario de Elizabeth en el debate final, no es de la misma opinión y cree que hay “una cierta sabiduría en la visión tradicional” según la cual los animales no deben tener derechos porque no son ni personas ni personas en potencia.
Como ejemplo se habla de Sultán, un simio que era el mejor alumno del investigador Köhler. Se le colgaron plátanos y se le pusieron unas cajas para que se subiera a ellas para hacerse con la comida. Después se llenaron las cajas de piedras para que las vaciara y más tarde se le pusieron los plátanos fuera de la jaula y se le dio un bastón para que los acercara. Elizabeth critica estos experimentos porque sólo incitan a que los animales utilicen la razón de una manera práctica o instrumental, es decir, se les condiciona para que ellos mismos se acepten como seres cuya mayor prioridad es la satisfacción de unos apetitos básicos a la vez que se les aleja de la ética y la metafísica.
John sigue el argumento de su madre y afirma que lo que realmente nos separa de los animales son la suciedad y la vergüenza. Ellos no tienen vergüenza (no esconden sus excrementos y tienen relaciones sexuales abiertamente) y por eso sus hábitos son sucios y han sido excluidos de la sociedad.
CONCLUSIÓN
En primer lugar, sobre la defensa del vegetarianismo realizada por Coeztee cabe decir que lo curioso de este uso que se hace del sentimiento religioso a favor de la cuestión de los derechos de los animales es que, como bien advierte Gerard Vilar*, “es un rasgo distintivo de la especie humana ... el comportamiento religioso”. Es decir, para apoyar su discurso sobre la equivalencia de los derechos de los animales humanos y los no humanos se sirve de un aspecto que los diferencia. Quizá el propósito del autor de Las vidas de los animales al recurrir a argumentos tan poco explotados por los defensores de los animales y sus derechos sea precisamente tejer un discurso que no niegue las obvias diferencias entre ambos sino que se sirva de estas diferencias para que nos percatemos de que lo que nos separa es precisamente lo que nos tendría que unir, esto es, que la razón, la compasión, la ética y la moral (basada en la religión o no) deberían ser las que marcasen el paso de nuestro trato hacia los animales.
En segundo lugar, los diferentes planteamientos que se han realizado para defender la idea de la inclusión de los animales en un tratado que tenga en cuenta sus derechos se ha hecho siempre bajo los postulados de Kant. Kant basa su discurso racional en lo que él llamaba el Imperativo Categórico, que propugna la universalidad de la moral y concretamente la hace extensible a los animales porque “existen por sí mismos” y no sólo como instrumentos para el hombre. A pesar de lo cual Kant no se oponía al uso por parte del ser humano de los animales, siempre y cuando su esfuerzo fuera recompensado con buen trato y no fueran sometidos a maltratos.
Ernst Tugendhat** habla también a favor de la moral racional porque esa norma es la que hace que los seres humanos se respeten dado que todos conocemos el sufrimiento y el dolor y “esperamos de todos los demás hombres que respeten nuestro vivo interés por evitarlos”. Sin embargo, lamenta que este derecho no se extienda también a los animales, la vida de los cuales no es respetada como en el caso de la vida humana.
De la misma forma que Coetzee habla en su obra de la cortina de humo que parece ser la cuestión de los derechos de los animales mientras que la única realidad es que nos encontramos ante una sociedad profundamente especista, Peter Singer*** opina que deberían dejarse atrás los prejuicios especistas (lo compara con el machismo o el racismo) para dar paso a una igual consideración de los intereses humanos y los del resto de los animales que tienen en común que están dotados de sensación y esa debería ser la base para que todos los animales compartiéramos los derechos básicos, como el derecho a la vida. Ursula Wolf**** comparte el razonamiento de Singer y no sólo eso sino que afirma que la única capacidad que convierte a un ser en objeto de consideración moral es la capacidad de sufrir. Eso sí, y es lo que diferencia su discurso del utilitarismo de Peter Singer, no comparte que si el sufrimiento de un animal sea más beneficioso para el ser humano que perjudicial para el animal utilizado se pueda excusar en que hay un motivo racional para seguir con el experimento.
La respuesta a la diversidad de opiniones y de argumentos parece ser, y así lo menciona Coeztee en su novela, es la compasión. En boca de Elizabeth Costello: “la compasión une en lugar de separar ... y ... debe sernos fácil tener compasión con seres con los que compartimos la vida”. Se pasa así de la razón a los sentimientos como origen de la moral relegando a un segundo plano criterios como el hecho de que los animales sean o no agentes morales o si están dentro o no de la comunidad moral.
VALORACIÓN PERSONAL
Esta novela de Coetzee me parece, en términos generales, una completa ilustración sobre los contenidos del debate entre los defensores y los detractores de los derechos de los animales. Así, por una parte, nos muestra algunas de las propias contradicciones de quienes propugnan estos derechos y, por otra, se da voz también a los que critican este movimiento. Estos elementos enriquecen el libro y dejan al lector la tarea de posicionarse en la cuestión.
De todas formas, sitúo a su autor en la órbita de los defensores de los derechos de los animales dado que la pareja protagonista, en el plano narrativo, la componen, por una lado, John (puesto que sobre él se focaliza la acción en todo momento) y, por otro, Elizabeth (que actúa como el elemento que trastoca de alguna manera la tranquilidad en la vida de John y su familia).
En cuanto a la opción del vegetarianismo creo que el mejor argumento es la imposibilidad de tratar la idea de que los animales tengan derechos si seguimos utilizándolos como alimento humano. Es evidente que sería necesario erradicar este mercado de muerte y reeducar a la sociedad sobre los límites que el hombre debería marcarse en su relación con los animales. Por otra parte, y tal y como advierte Peter Singer, es deplorable el hecho de que el capricho que supone comer carne animal (dado que no es imprescindible para nuestra alimentación a diferencia de otros animales) impida una mejor distribución de los recursos alimenticios en el planeta y se malgasten ingentes cantidades de alimento como es el caso de las proteínas (un ternero necesita ingerir 9 kilos para producir medio), por poner sólo un ejemplo.
Finalmente, encuentro muy acertada la idea del debate que tiene lugar en Las vidas de los animales entre Elizabeth Costello y O'Hearne. Éste último, en lo cual estoy plenamente de acuerdo, no duda en afirmar que lo que comparte con los defensores de los derechos de los animales es la lucha a favor de un mejor trato para los animales, especialmente en los mataderos. Es decir, lo más importante de la cuestión y en lo que coinciden tanto sus partidarios como sus detractores es que debería desaparecer la crueldad gratuita que nos lleva a los seres humanos a comportarnos como animales.
*Gerard Vilar, Los animales y el conocimiento de lo justo.
**Ernst Tugendhat, Quiénes son todos.
***Peter Singer, Liberación Animal.
****Ursula Wolf, La experimentación con animales como problema ético.
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Enviado por: | David |
Idioma: | castellano |
País: | España |