Literatura


La virgen de los Sicarios; Fernando Vallejo


La Virgen de los Sicarios

Ensayo crítico

La violencia en muchos países de Latinoamérica es protagonista diario en las principales portadas de los periódicos, un ejemplo reinante es Colombia, donde la vida de sus habitantes se limita en vivir y en un morir más latente que en otras latitudes. Ahí, la vida es peligrosa, es dura y es violenta. Pero la indiferencia con que los colombianos ven su existencia, llena de crímenes y atrocidades, es aun más grave que la delincuencia misma.

La Virgen de los Sicarios es una obra que muestra la cruel realidad de la situación que existe en Medellín, ciudad al norte de Bogotá; exponiendo la dureza existente en las calles a causa de conflictos políticos y de negocios. Algunos la consideran ofensiva hacia este pueblo sudamericano y opinan que debe ser prohibida, mientras que otros se resignan en aceptar y en reconocer la verdad en lo descrito en el libro de Fernando Vallejo. Ciertos intelectuales destacan que lo que se busca con esta producción es precisamente rescatar la tolerancia, la comprensión de una tierra llena de contrastes.

Esta ciudad es un lugar donde la frase “donde la vida no vale nada” expresa con gran precisión las alternativas cotidianas. Una Medellín hundida en la pobreza y en la miseria, producto de la corrupción de los gobernantes y del mal manejo de los recursos, con una juventud muy torcida la cual trata de obtener lo necesario a como dé lugar, a balazos si es necesario. Puede ser descrita como una “ciudad de horror, caos y odio, donde las deudas de sangre pasan de hermanos a hermanos y de amigos a amigos, como si la suerte de los vivos estuviese en manos de los muertos, y donde sólo las iglesias son oasis de paz”. Es un ambiente de violencia el que domina en los barrios marginales, entre las pandillas de sicarios y las bandas de narcotraficantes. “Medellín, ese templo de la cocaína que hizo famoso al difunto narco Pablo Escobar”. Y si en esta ciudad la vida no vale nada es, entre otras cosas, porque buena parte de los jóvenes se desempeñan como asesinos mal pagados de los emperadores de la cocaína, donde la justicia anda por las manos de cualquiera, y la muerte inútil de cualquier persona es un acontecimiento normal en cada jornada.

En esta localidad destruida, donde lo bello queda en la remota y casi idílica infancia o en la fantasmagoría de las luces nocturnas, el bien y el mal se confunden, y la vida y la destrucción llegan a ser lo mismo. El idioma refuerza la confusión: o es el eufemismo de los derechos humanos, para el que ya no hay asesinos sino "presuntos asesinos", y por lo tanto presuntos muertos y presuntos cadáveres, y presuntos narcotraficantes, o la palabra de la ley y la justicia, igualmente engañosa, y por la que todos nos matamos. Problemas de semántica, como decía el ex presidente colombiano a mediados de los años ochenta, Virgilio Barco.

La virgen de los sicarios forma parte de la autobiografía del escritor colombiano Fernando Vallejo. En este libro cuenta parte de su historia; después de treinta años de ausencia regresó a la ciudad de Medellín y, al ver los profundos cambios, se dio cuenta que el tiempo transcurrido había sido una eternidad; "ya nadie vale nada..."

Recuperó un poco de vitalidad al enamorarse de uno estos muchachos de vida efímera: un joven sicario de dieciséis años, de nombre Alexis, quien conoció por medio de un amigo. Con él empieza una relación bastante difícil: la diferencia de edad, y las venganzas entre barrios que tienen a su amor en la mira, ese muchacho que libra a Fernando de lo que parece causarle mas molestia: la gente; y ¿cuál gente?... toda; hasta se desquita con Bolívar, "la gloria es una estatua cagada por las palomas". Así comienza una doble lucha: la de sobrevivir en y la de mantener a flote la historia de amor: "Los momentos más fulgurantes de mi existencia son los que he vivido en la cama con muchachos. Pagando o no pagando". “Él regresó a morir en su Medellín, ahora sumergido en una violencia sin por qué, de sicarios homosexuales y desempleados, capaces de matarte por un gesto mal entendido”.

El hombre vuelve a su pueblo natal con la muerte pisándole los talones, en una parábola del retorno marcada siempre por el cansancio y la desconfianza. El deseo de morir lo embarga: "La vida es muy corta y cuando menos lo pensamos este negocio se acabó. Estoy viviendo horas extras, vine a morir aquí". Parece no tener razón alguna para continuar en este mundo, además, a esto se le une el hallazgo de una ciudad en la que muchas cosas se han reemplazado, en medio de una fisura social y moral de vastos alcances que lo desilusionan mucho. Como su fin último es "morirse", o en el peor de los casos dedicarse a "recoger perros abandonados en Medellín y Bogotá", Vallejo se empeñó en retar a su país. "Insulto repetidamente para ver quién me mata. Y, como todo en Colombia, se quedará en la confusión. Si quieren una fecha para matarme que me digan y yo voy. Que me mate Colombia es una forma honorable de salir del horror de la vida", su país no tiene "hacia dónde mirar". "Colombia mata treinta mil personas al año, que mate una más para que no vaya a perder el récord", dijo con cierto sarcasmo.

La virgen de los sicarios, da para reír en muchos actos, o para mover al corazón a través del dolor, también obliga a una introspección, no sólo física, sino a un nivel más profundo en lo social y en lo político; que es, exactamente, lo que una obra artística debe sembrar. Es una provocación, pero, a su vez, es un reflejo de una ciudad y de un país hostigado por el olvido, por el desamparo, por la apatía; "cuando la humanidad se sienta en sus culos a ver a 22 tipos corriendo detrás de una pelota estamos jodidos".

Podría expresarse que es una novela sobre las muertes de jóvenes personas, el ruido, la insensatez de la televisión, la ingenuidad de los políticos, los partidos de fútbol, los vallenatos, la prensa, las consejerías de paz, los curas, los presidentes... pero no es así. "La virgen de los sicarios no es un documental sobre los niños asesinos de Medellín. Ni es, ni pretendía serlo; lo habría escrito de otra manera. Es una historia donde están los sicarios, donde está la iglesia donde van en peregrinación. Y es una historia donde estoy sobre todo yo".

En Medellín la muerte, que acecha en cada esquina y se huele por cualquier lugar, y la vida se separan por una delgada línea, se alejan solo por un pestañeo o por una desatención. Los niños y adolescentes agotan su existencia rápidamente, viven al día porque el mañana no existe para ellos y ni siquiera les importa, sólo hay dos caminos: la muerte y ser muertos vivientes. La vida depende de la muerte, aunque parezca absurdo, así es... la permanencia en este “país del odio” obedece a una ley surgida a causa de las situaciones horribles que se presentan: no matas y no te matarán... de esto esta sujeto el seguir viviendo.

Los sicarios son ángeles de la muerte. Siempre van en parejas, en motocicletas desde las que disparan a sus víctimas para luego escapar con gran rapidez. Son poco más que niños y matan, y también mueren; sin ataduras, sin temores, sin percibirlo casi.

De los rasgos más penetrantes de La virgen de los sicarios se destaca la efectiva combinación de la materia puramente de ficción con un registro de índole documental. Muchos de los sicarios se basan en verdaderos chicos de la calle, como las iglesias, esos raros templos adonde hincarse a rezar o vender y consumir bazuco son tareas indistintas .

La religión es muy importante en estos jóvenes asesinos con sueldo, a pesar de su frialdad cuando de matar se trata, mantienen vivas sus creencias visitando estos santuarios. “La devoción de los sicarios es idéntica a la de los cruzados y los conquistadores, que se santiguaban con las armas e invocaban al santoral para sus orgías de muerte, pero ahora utilizada no para arrasar al infiel ni destrozar al distinto, sino al hermano querido”. Es la transgresora guerra de caínes y abeles, la muerte, que no es un patrimonio colombiano, sino, como lo dijo un crítico francés después de analizar la obra, “lo que más hay en todas partes”...sin duda alguna.

¿La violencia, la muerte, es un mal o lo que nos libera del mal? Los amantes del narrador, sus muchachos, sus "bellezas", están aprisionados por ese mismo mal, pero se libran liquidando a uno que otro ciudadano particularmente molesto; ponen sus equipos de sonido a todo volumen, pero están listos a ejecutar al taxista que aumenta agresivamente el volumen de su radio.

A diferencia de los criminales, él culpa los malos tiempos a Dios, se queja de la religión y de su incapacidad de controlar esa matanza palpable en el aire, materializada en los caños rojizos por donde corren lágrimas de amor y de dolor. Critica el estado de Medellín, los cambios o a otras personas, que aún se sorprenden con la violencia de su ciudad. O cuando ve como los políticos planean mejorar la situación y él, simplemente, no les cree y los insulta. Además critica fuertemente a España, la madre patria, no la respeta e incentiva un sentimiento en contra de los conquistadores de América... les hecha la culpa de los males sociales: “Españoles cerriles, indios ladinos, negros agoreros: júntelos en el crisol de la cópula a ver qué explosión no le producen con todo y la bendición del Papa. Sale una gentuza tramposa, ventajosa, perezosa, envidiosa, mentirosa y asquerosa, traicionera y ladrona, asesina y pirómana. Esa es la obra de España la promiscua, eso es lo que nos dejó cuando se largó con el oro. Y un alma clerical y tinterilla, oficinesca, amante del incienso y el papel sellado. Alzados, independizados, traidores al rey, después a todos esos malnacidos les dio por ser presidente”.

Vallejo no es ningún niño, ronda los cincuenta años de edad, pero es igual o más insensibilizado que los sicarios mencionados. Estos cayeron debido a la marginación y a la derivada torpeza intelectual, oportunamente complementado por la adicción a los mini-componentes Aiwa y a los zapatos Reebook; el escritor por la vía opuesta: es culto y consciente pero, a la vez, insuperablemente cínico, oscuro, escéptico y como si el conocimiento lo hubiera condenado a una impotencia amarga.

Vallejo compara a los pobres con las ratas, comen como ratas, deambulan como ratas... mueren como ratas. Lo que le sobra a Vallejo es dinero y a pesar de esto cree que darle dinero a los pobres es hacerles mas daño a ellos mismos y a la sociedad en general. Sin importar su pensamiento... lo hace a un lado y ayuda y complace a las personas que interactúan con esta figura tan ajena a este contexto pero tan propio al mismo tiempo desde años atrás, desde su infancia, en el lugar donde creció. Los sicarios son parte de esta sociedad hambrienta, los complace, a pesar de lo molesto que puede ser para sus intereses. Esto le permite hacer de sus días una especie de paseo permanente, sin rumbo ni planificación, acompañado por su niño-amante. Dos muertos vivos vagando por las calles de Metrallo como dirían algunos debido a los constantes ruidos espantosos provenientes de las armas mini-uzi.

La pobreza de las comunas no le importa a nadie, esta miseria es contrastada por las celebraciones de los narcotraficantes cuando logran introducir en suelo estadounidense algún cargamento de droga. A pesar de la carencia de medios, los sicarios se las ingenian para darse sus gustos, andan con “ropa de marca”, les gusta lo bueno como a todos y no se conforman con cualquier cosa. Además, si tienen la oportunidad se aprovechan de algún amorío y consiguen algo para sus madres, como es el caso de Wilmar que obtiene de Fernando una refrigeradora.

En 1729 Jonathan Swift, exiliado en la Irlanda empobrecida y explotada, escribió la Modesta propuesta para impedir que los niños pobres de Irlanda sean una carga para sus padres y su país y sean de utilidad para todos. En un país oprimido por el hambre, el desempleo y la violencia, Swift propuso, con un tono de seriedad que remedaba los escritos de los economistas, utilizar buena parte de los niños que alcanzaron su primer cumpleaños para la alimentación de las personas acomodadas y los propietarios, pues "habiendo ya devorado la mayoría de los padres, tienen mejores derechos sobre sus hijos". No es fácil leer serenamente las minuciosas descripciones de las distintas formas de cocinar a los niños, o los cálculos sobre el dinero que se ahorraría el reino comiéndoselos antes de que cuesten demasiado por su alimentación y su crianza o los argumentos rigurosos que demuestran que su propuesta aumentará la ternura y el amor maternales, reforzados por la esperanza de un ingreso cuando la mujer venda sus hijos a los carniceros.

Como en la Modesta propuesta, Vallejo desafía los sentimientos piadosos, mostrando los asesinatos cometidos por sus personajes, Wilmar o Alexis, como parte del esfuerzo valiente de la muerte por reducir el sufrimiento de la ciudad maldita, de Medellín, y contrarrestar la furia procreadora de los antioqueños, productora de más y más pobreza y de más y mas sufrimiento. "Mi señora muerte pues, la paradójica, es la que aquí se necesita. Por eso anda toda venteada por Medellín día y noche en su afán haciendo lo que puede, compitiendo con semejante paridera, la más atroz. Este continuo nacer de niños y el suero oral le están sacando canas". Y una raza con las virtudes de los paisas (así se le llama a los colombianos) necesita control: "Mis conciudadanos padecen de una vileza congénita, crónica. Esta es una raza ventajosa, envidiosa, rencorosa, embustera, traidora, ladrona: la peste humana en su más extrema ruindad. ¿La solución para acabar con la juventud delincuente? Exterminen la niñez."

La situación que vive el pueblo colombiano no es distinta a la que tienen que lidiar sus vecinos, así como a otros países donde la violencia toma distintas dimensiones, peores o no, pero siempre perturbadora.

El levantamiento de un pueblo ante su gobierno, tuvo mejor exponente, recientemente, a Venezuela, donde los habitantes clamaron, protestaron y exigieron la dimisión del presidente Hugo Cháves, volviendo al poder después de un fallido golpe de estado. Hoy, los problemas persisten, manteniéndose un malestar muy generalizado entre los distintos sectores sociales.

Pareciera que la política, en todas sus longitudes, ha hecho que los pueblos más desprotegidos, tomen la iniciativa de hacerse escuchar ante la disconformidad de las decisiones de sus gobernantes. Recientemente, el departamento de Arequipa, al sur de Perú, se levantó contra las medidas de privatización del presidente Alejandro Toledo. ¿El pueblo es el que realmente elige que camino seguir en Colombia?... ¡qué difícil es vivir! si esta duda persiste en un occidente en el que supuestamente la democracia gobierna.

El largometraje abre sobre la figura del escritor y termina con él, en el momento de correr una cortina que es una metáfora sobre su mismo fin. En el recorrido de los meses que cubre la historia, Fernando se encontró con una idea de la muerte muy diferente de la que le dictaba su propio cansancio, una muerte que depende de la vida...

Bibliografía

  • Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Madrid: Alfaguara, 1994.

  • Sitios en Internet consultados:

http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-m/melo/vallejo1.htm

http://www.cineismo.com/criticas/virgen-de-los-sicarios-la.htm

http://www.elamante.com/nota/1/1090.shtml

http://www.elcolombiano.com/proyectos/virgendelossicarios

http://www.fotograma.com/notas/reviews/1583.shtml

http://www.montrealconsabor.com/prensa/articles/virgenSicarios/index.shtml

http://www.octaedro.org.ec/sicarios.htm

http://www.revistanumero.com/26virgen.htm

http://www.terra.com/especiales/miamifilmfestival/lavirgendelossicarios.html

http://www.zinema.com/pelicula/2000/lavirgen.htm

Universidad de Costa Rica

Ciudad Universitaria Rodrigo Facio

Escuela de Estudios Generales

Ensayo crítico

La virgen de los sicarios

Jueves 20 de junio del 2002

El escritor y periodista colombiano, Germán Santamaría, director de la Revista Diners, pidió "sabotear y ojalá prohibir" la exhibición de la producción, que calificó de "siniestra y truculenta" contra Medellín y "contra todo lo colombiano".

Guillermo Ravaschino, crítico de cine de nacionalidad colombiana.     

Guillermo Ravaschino.    

Jorge Orlando Melo (periodista y crítico), comentario respecto a la situación que vive su país Colombia.

Político colombiano, nacido en 1921, que ocupó diversos cargos en la administración pública de su país y del extranjero; en 1986 accedió como presidente de la república como candidato del partido Liberal.

Fernando Vallejo en La virgen de los sicarios (Alfaguara, Madrid 1994)

Fernando Vallejo en La virgen de los sicarios (Alfaguara, Madrid 1994).

Declaraciones de Vallejo en una entrevista realizada por Tatiana Escárraga de la Fundación Octaedro en Madrid con el motivo de la presentación de la versión cinematográfica de esta obra.

Iván R. Méndez, analista de la obra.

Vallejo en La Virgen de los Sicarios

Fernando Vallejo dio estas declaraciones a varios medios de comunicación en España durante la presentación de La Virgen de los Sicarios en las pantallas de los cines.

La virgen de los sicarios (Alfaguara, Madrid 1994).

Fernando Vallejo y su definición de la película basada en su libro autobiográfico.

Así se refirió Vallejo a Colombia en una entrevista realizada por Tatiana Escárraga en Madrid con el motivo de la presentación de la versión cinematográfica de esta obra.

Tomado de comentarios de Ravaschino.

William Ospina, redactor y crítico colombiano de la Revista Número (Noviembre-diciembre de 1998).

La virgen de los sicarios (Alfaguara, Madrid 1994).

Joven sicario que Fernando “utiliza” como substituto de Alexis. Posteriormente el escritor reconoce que Wilmar fue el que asesinó a su amado.

Escritor y periodista irlandés (1667-1745), uno de los maestros de la prosa en la lengua inglesa.

Tomado de un artículo de Jorge Orlando Melo que fue publicado en varios periódicos y revistas colombianas debido a la presentación del libro de Vallejo: La Virgen de los Sicarios.

Declaraciones de Fernando Vallejo ante la posible solución al problema de la juventud actual en Colombia y la comparación de su obra con la de Swift.

Periódico La Nación, 18 de junio del 2002. Pág. 20 A.




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Enviado por:Msr
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País: Costa Rica

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