Literatura


La guerra de los mundos; Herbert George Wells


Literatura I

5to semestre

Resumen “La Guerra de los Mundos”

Contenido:

Autor

Personajes

Tipo de narrador

Resumen del libro

Final cambiado

Herbert George Wells

Nació en1866

Nacionalidad: Inglés

Murió en 1946

Tres de sus obras:

-La maquina del tiempo

-Guerra de los mundos

-El hombre invisible

*No se confunda con Orson Welles, quien transmitió la Guerra de los Mundos por la radio.

Personajes:

El protagonista, quien es un escritor que relata la historia

Ogilvy

Henderson

Stent

La esposa del protagonista

Un artillero

Un vicario

El hermano del protagonista

El vecino del protagonista

Los marcianos

Algunos artilleros más

Tipo de narrador

Narrador EXPLÍCITO, puesto que es el personaje principal quien relata la historia en primera persona.

Narrador omnisciente, puesto que sabe más que todos los personajes, ya que la historia que relata es sobre como sobrevivió a los extraterrestres. No creo que fuera escribiendo lo que ocurría en un cuaderno mientras huía.LA GUERRA DE LOS MUNDOS

Marte visto desde la Tierra: el cuarto planeta del sistema solar, sin agua, con una orografía desconcertante; frío; con poca gravedad; inhabitado… o tal vez, como algunas personas se atreverían a pensar, habitado por seres inferiores, que en caso de que los humanos realizaran una expedición a éste, nos recibirían con los brazos abiertos.

Un escritor es quien describe toda la historia, la historia que vivió, que se hace llamar Guerra de los Mundos pero que en realidad es la historia de una conquista y de la aniquilación donde esta vez la víctima es el hombre, el ser acostumbrado a dominar el mundo y todas las criaturas que viven el él.

Viendo a través de un telescopio en el planeta en cuestión se vislumbra una luz, algo parecido a un cañonazo. El narrador trata de hacer caso omiso… un cañonazo del planeta Marte.

Contrario a todas las expectaciones que tenemos en la Tierra, Marte esta habitado y no por personas amables o por criaturas inferiores. Como muchos humanos piensan, el agua es un recurso necesario para estos seres, quienes, con envidia, trazaban planes para apropiarse de nuestro planeta ante la inminente falta de agua que existe en el suyo, estos marcianos son seres hostiles que nos ven como nosotros viéramos a microbios en un microscopio, mientras en la Tierra continuamos haciendo más caso a nuestros pequeños problemas, sintiéndonos seguros de que nada externo podría acercarse a nosotros.

Al observar nuevamente al planeta Marte, el narrador observa de nuevo un cañonazo, no podía ser su imaginación.

Un meteorito cae en las Llanadas de Horsell. Con asombro, Ogilvy, un reconocido astrónomo, descubrió que no se trataba de un meteorito sino de un cilindro de un diámetro de 50 metros. Su hallazgo lo hace saber a Henderson, un periodista. Descubren que del cilindro provienen sonidos débiles, tal vez serian de una persona atrapada ahí dentro, pensaron los ingenuos personajes, e intentaron tranquilizar por medio de gritos a este misterioso extraño que se encontraba dentro del cilindro. Desde ese cilindro probablemente se escuchaban rasguños y algunos débiles sonidos; al igual que lo que por fuera del cilindro eran para Ogilvy y Henderson débiles sonidos, por dentro era un incesable trabajo pesado.

Ogilvy y Henderson buscaron ayuda y al otro día, la caída del cilindro en la Llanada de Horsell era toda una novedad, lo llamaban “Hombre muerto de Marte”. Habían mandado un telegrama a Londres para hacerlos saber de la situación. Todas las personas trataban de desenroscar la tapa del cilindro pero era inútil, parecía estar sellada herméticamente. Muchos curiosos merodeaban cada día sobre ese extraño cilindro que se encontraba en Horsell. Titulares de diarios describían a esta zona como milagrosa. Había muchos problemas por las excavaciones que se estaban haciendo, ya que había mucha gente y eso dificultaba la tarea. Ogilvy, junto con Stent, un periodista científico del Royal Astronomer pidieron a Hilto, que era el gobernante de esa zona, que mejorase esa situación.

Al día siguiente va Stent con el protagonista. De pronto se oye a un niño gritar que el cilindro se abría. Después de algunas caídas repentinas de gente que no volvió a salir del cráter, el protagonista ayuda a Ogilvy a salir del cilindro; se podía observar que del interior del cilindro salió una especie de tentáculo de un ser horrible con cabeza redonda, cara aplastada y ojos oscuros. El protagonista huye y se queda junto a un hombre que lo hacía sentir un poco más tranquilo. La gente se hallaba escondida entre matorrales observando el objeto. No ocurría nada. Llegó gente del pueblo que se incorporó al grupo. Algunos de ellos, incluyendo a Ogilvy y Henderson, alzando una bandera blanca se acercaron para dialogar con los seres. Sin embargo, el horror se acercaba. Surgieron unos rayos invisibles que quemaban todo lo presente. La gente ardía, y el protagonista temblaba por el terror de la situación. Por suerte o por desgracia, la radiación paro antes de acabar con él, pero se encontraba solo, a oscuras, y se escondió. La criatura no era un humano, era una especie de pulpo… ¿un pulpo que venía del espacio exterior? Debía ser un extraterrestre.

Mucha gente fue a ver la masacre que habían producido esos marcianos Cuando llegaron vieron una multitud de personas, que se habían anticipado a otras, corriendo asustadas. Un policía, que iba a caballo, avisó a toda esa gente de que los extraterrestres se acercaba; todos los allí presentes huyeron, y varias personas murieron aplastadas.

Por suerte la radiación del Rayo Ardiente había terminado antes de alcanzar al protagonista, quién huye con angustia, miedo y soledad indescriptibles. Al llegar el narrador a Maybury se acerca a una casa y pregunta a una pareja si sabían algo de los marcianos. Obviamente no le creen el hecho de que existan marcianos, incluso se burlan de él, y él toma el hecho como algo lejano e improbable.

Al llegar a su casa, él y su esposa se sientan a la mesa y cenan, lo que él dice, seria su última comida decente en mucho tiempo. La única persona que realmente tomó en serio al narrador seria su esposa, quien escuchaba con temor el relato del cilindro, del extraterrestre que se encontraba en la Llanada de Horsell y del Rayo Ardiente, que había dejado tanta destrucción y diversos incendios. A pesar del temor que sentía, el narrador se confía de que podrán exterminar a este ser con armamentos, además de que el extraterrestre nunca podría salir del cilindro debido a la gravedad; pensaba que este factor tendría atrapado a cualquier ser del espacio exterior, pero realmente los marcianos eran más adaptables de lo que podríamos pensar.

Las comunicaciones eran todavía muy rudimentarias, razón por la cual, la noticia de la llegada de marcianos se difunde de manera lenta y sobre todo, es la actitud del hombre como raza superior la que no le permitió percibir el verdadero peligro cuando este ya se encontraba frente a ellos pues, aún cuando se habían presentado acontecimientos extraños a su vida común, la gente continuó realizando sus actividades como era costumbre. Muchas personas habían oído hablar del cilindro, claro está, y hablaban de ello en su tiempo libre. La gente estaba cenando y bebiendo, el trabajador arreglaba su jardín después de un día de trabajo, los niños se iban a dormir, todo seguía como si nada hubiese pasado, sumamente normal.

Las personas pensaban como el narrador, que sólo con lanzarles una granada o usando un poco más de artillería pesada el extraterrestre se iría al otro mundo. Algunas personas muy valientes se aventuraron a acercarse al cilindro, no sabían que de aproximarse demasiado el Rayo Ardiente los dejaría convertidos en cenizas. Entre toda esta actitud de superioridad del hombre, el marciano hacía un centenar de trabajos pesados ahí dentro.

Un segundo cilindro cae. El protagonista conversa con el lechero y con su vecino la situación; el lechero le comenta que ha caído otro cilindro. El narrador, con mucha tranquilidad le dice a su vecino que es imposible que los marcianos salgan de ese cilindro; el vecino esta de acuerdo y le regala un puñado de fresas, al tiempo que comenta que hay un incendio en Horsell, cerca de donde cayó el cilindro, y los arbustos y árboles del bosque tardaran mucho tiempo quemándose debido a que son muy resistentes.

El extraterrestre ha creado demasiada destrucción. Un grupo de artilleros se acercan a las Llanadas, donde esta el cráter, aunque realmente no hacen mucho. El narrador quiso pasar a ver lo que ocurría en cuanto a los dos cilindros pero los artilleros no lo dejaron pasar, él se acerca a ellos y conversa por unos minutos lo que pensaban hacer; entre la discusión que sostienen entre ellos ponen a relucir que no tenían realmente un plan trazado. El protagonista se va; el resto de la mañana siguió normal aunque con un ritmo muy tedioso y lento. El marciano comienza a atacar; ni un cañón es capaz de detener a esa bestia. Finalmente, cuando una bala alcanza la chimenea de la estación, el narrador decide que es hora de huir. Fue hacia un hombre de un bar que rentaba carrozas. Le pagó 2 libras y prometió regresar al caballo a la media noche. En el subió a su esposa y a su sirvienta; regresó a su casa por algunas cosas de valor y llevó a las dos mujeres a Leatherhead, donde vivían los primos de su esposa. En el camino gritaba a sus vecinos que los marcianos atacaban, que era hora de huir. Al llegar a Leatherhead, cenaron con los primos de su mujer, y después de unos minutos el narrador dice que debe devolver el carruaje al hombre del bar. Su esposa le rogó que se quedara pero él hizo caso omiso, diciendo que regresaría sano y salvo al otro día, realmente se lamenta por haber tomado esa decisión, e inseguro y después de una serie de percances para atravesar el bosque, llegó por fin a Maybury. Fue grande su sorpresa cuando vio la devastación que se había creado, las casas estaban destruidas y no parecía que hubiera ningún ser vivo cerca, la oscuridad era absoluta. Se sorprendió más aún cuando al caer un rayo pudo ver por unos segundos una extraña maquinaria, una clase de trípode monstruoso de gran altura, que a primera vista parecía una especie de araña metálica con patas ágiles y articuladas y con un gran número de manijas y tentáculos móviles por todo el cuerpo que avanzaba a zancadas, destruyendo todo cuanto encontraba a su paso. El caballo se asusta y el carruaje se vuelca, muriendo el pobre animal con el cuello roto. El narrador ve a algunas personas muertas, artilleros, como si ese trípode las hubiera lanzado hacia los matorrales y árboles cercanos.

El narrador asustado entra a su casa y, sintiéndose un poco más seguro ve desde la ventana de su estudio y con ayuda del constante relampagueo, como el monstruoso trípode va hacía un nuevo cilindro, que recién cayó obstaculizando el camino hacía Leatherhead, y ayuda a un tercer marciano a poner de píe su monstruosa maquinaria.

Cuando estaba apunto de quedarse dormido, un rayo lo ayudó a ver la silueta de un hombre que se acercaba; el narrador fue hacia él y le dijo que entrara a su hogar, que ahí estaría seguro. Le ofreció vino y, al tranquilizarse, el hombre le contó lo que había pasado: él era uno de los artilleros quienes cuando se dispusieron a atacar al ser del cilindro más bien fueron atacados por el gigantesco trípode.

Ambos deciden que no estarán seguros. Con los conocimientos de guerra del artillero, ambos meten toda la comida que pueden a sus bolsillos y se ponen en marcha hacia Leatherhead. El artillero detiene al narrador de su loca idea de pasar cerca del cilindro que obstaculizaba el camino hacia donde se encontraba su esposa, así que van por el otro camino. Al llegar a Woking, después de una larga y silenciosa caminata, encuentran grupos de gente evacuando la zona con una tranquilidad que desespera al narrador. Encuentran a un teniente y a un grupo de soldados que van a Maybury y les cuentan lo sucedido, al principio no les creen del todo, y aún sin mucha confianza el teniente le dice al artillero que vayan hacia Londres y avisen lo que esta ocurriendo.

La gente evacuaba con mucha lentitud, aún pensando que lo que ocurría en Maybury era una exageración y que realmente no ocurría nada que un poco de material bélico no pudiese solucionar.

El narrador y el artillero continuaron con su camino mientras trataban de exhortar a la gente de que fueran lo más rápido posible, pues se avecinaba la muerte, pero a algunas personas les interesaban más sus bienes materiales. Más tarde llegaron a Weybridge, donde la gente apenas si sabía acerca de lo que ocurría en Maybury, para ellos era un lunes normal. El artillero y el narrador descansaron un poco y comieron lo que llevaban en sus bolsillos mientras el resto de la gente seguía con sus actividades usuales.

Cuando llega gente que se estaba evacuando desde Woking diciendo que vienen los extraterrestres, los habitantes de Weybridge empiezan a tomarlo más serio y hacen lo mismo, tratan de evacuar por el río Tamesis mientras reina la confusión entre la gente y algunos artilleros colocan cañones. Algunos soldados no se lo tomaban tan en serio y hasta se burlaban de la gente que quería huir en una lancha.

Los monstruosos trípodes llegan desde Woking y la gente huye asustada, incluso aplastando a dos mujeres y un niño. Con terror el protagonista trata de huir por el río Tamesis. El agua estaba hirviendo y el terror dominaba a las personas quienes morían atacadas por extraterrestres; eran 5 las horribles maquinarias que mataban a la gente. Uno de los marcianos arrojó algo parecido a una granada pero equivocó el rumbo y derrumbó a otro que se encontraba frente a él. Los extraterrestres levantaban a su ahora muerto compañero mientras el protagonista, herido y vivo de milagro, subió a una lancha que usarían los ahora muertos habitantes de Weybridge para huir. No tenía remos por lo que, con el calor del Sol quemando su espalda, remó por el río con todo lo que le daban sus brazos.

Exhausto, hambriento, asustado, herido y muerto de sed se dirigió a un lugar seguro. Caminó delirando hacia un árbol. Un hombre de rizos rubios casi blancos, y ojos azules inexpresivos se le acercó y se sentó junto a él, maldiciendo y molestando al narrador, gritando continuamente

que era el fin, que todo era un castigo de Dios por todos nuestros pecados. El hombre era un vicario y estaba apunto de volverse loco ante toda la fatal destrucción que acontecía. El narrador intenta razonar con él que Dios no ha enviado jinetes del Apocalipsis ni algo por el estilo, sin mucha suerte intenta convencerlo de que el final no había llegado aún, que la guerra continuaría.

Yacían en el suelo discutiendo hasta ver una monstruosa maquina acercándose al bosque donde ellos se encontraban y huyeron.

El narrador cuenta la situación en Londres; el telegrama de Henderson llegó pero no le hicieron mucho caso debido a que esperaban que constataran la información. Obviamente nadie podría hacerlo puesto que Henderson estaba muerto. Las cosas transcurrían normales hasta que en el periódico empezaron a publicarse noticias de que Maybury, Weybridge, Woking y Send habían sido atacados. Escondidos entre los árboles del bosque, el mismo donde se encontraban el vicario y el protagonista, habían soldados esperando atentamente a que una de esas maquinas se acercara, con artillería, granadas y cañones. Grande fue su alegría al ver que su plan había funcionado y que por fin habían derribado a una de esas bestias de acero al golpear una de sus largas patas. Mientras éste vapor se expandía el protagonista, muy oportunamente, decide subir a un árbol para ver desde arriba lo que sucedía; el vicario lo siguió, y desde arriba pudieron observar que al extraterrestre herido, que por sorpresa no usaba su Rayo Ardiente, tal vez por que sólo podía usarlo veces limitadas. En su lugar libera un humo negro de efecto venenoso que era descargado por medio de unos proyectiles, o mejor descritos, como una especie de latas enormes que descargaban sobre cualquier colina, bosque o grupo de casas y, que al ser estrelladas en el piso, liberaban una gran cantidad de polvo denso y negro como la tinta, formando espirales como de ébano; una inmensa columna de gas que se dispersaba por los alrededores y cuyo roce o inhalación de su espirales venenosas significaba la muerte. Se trataba de un vapor muy pesado, que caía sobre la tierra en una forma liquida más que gaseosa y que fluía entre los valles, las colinas, etc. vapor que no se dispersaba como el gas sino que formaba pequeños grupos y descendía por las colinas sin que el viento la moviera, mezclándose poco a poco con la neblina y la humedad del aire y que al momento de caer al suelo transformado en polvo se pegaba a este pero, una vez que lograba su cometido, era limpiado por los propios marcianos con un chorro de vapor.

En Londres se encontraba el hermano menor del narrador, un estudiante de medicina, quien al enterarse de que Maybury había sido atacado se preocupa por su hermano mayor. Intenta dirigirse a Maybury, pero por alguna razón los trenes cancelan los viajes hacía esa zona debido; obviamente se debe a toda la destrucción causada por los extraterrestres en las vías y las mismas maquinarías, sólo que en Londres aún no estaban enterados de ello.

Los periódicos esperaban a tener noticias de lo ocurrido, hasta atrasaban sus ediciones hasta enterarse de algo. Se empezaba a sentir en Londres la devastación de pueblos cercanos, se veía a la lejanía el humo del fuego y se olía la carne quemada que había producido el Rayo Ardiente. El hermano del narrador compró un periódico que recién se publicaba, que contenía información acerca de los cilindros caídos en Maybury. A pesar de sus esfuerzos no podía tener noticias de su hermano mayor y con preocupación y angustia fue a su departamento a intentó descansar aunque sin mucho éxito. En la madrugada fue despertado debido a que la gente empezaba a caer en el pánico debido a la próxima llegada de los extraterrestres.

FINAL CAMBIADO

Quince fueron los enormes trípodes cayeron a la Tierra en el lapso de 3 semanas, la destrucción causada es indescriptible. Los titanes de acero parecen ser inmortales, ni un humano ha podido destruir uno sólo. El narrador se encuentra huyendo hacia África, ya que todos los barcos hacía América habían sido atacados por tres extraterrestres que se encontraban ahí… o qué, sólo cayeron en Inglaterra?

Ya en África las vacunas para la malaria comenzaron a escasear, había varios casos de personas infectadas. Por suerte, el narrador consiguió una vacuna a tiempo.

Un cilindro llega a África, para comenzar un exterminio ahí también, mientras el extraterrestre fue atacado por un mosquito que lo contagió de malaria. Las consecuencias de la enfermedad en el extraterrestre no se muestran de inmediato, se vuelve “loco” y busca a sus compañeros pidiendo ayuda. El extraterrestre muere aunque no sin haber contagiado a sus compañeros, quienes dan la retirada y se van de nuevo a Marte para contagiar a los demás marcianos.

8




Descargar
Enviado por:Karish
Idioma: castellano
País: México

Te va a interesar