Educación y Pedagogía
La ética protestante y el espíritu del capitalismo; Max Weber
La ética protestante y el espíritu del capitalismo
Sobre la edición
Se trata, en concreto de la edición que salió de imprenta en 1993, de ediciones Península/Edicions 62, como reimpresión de la primera edición de julio de 1969, con traducción de Luis Legaz Lacambra (1906-1980).
Luis Legaz, era católico, muy cercano a Escrivá de Balaguer, y estaba especializado en filosofía del derecho.
En la época que se realizó la traducción no se conocían las ayudas informáticas, tanto en lo que se refiere a traducción asistida como a la utilización de programas de elaboración de textos que permitieran una lectura y una corrección más ágil: los textos se traducían escribiéndolos directamente en papel, que luego se revisaban con mayor o menor fortuna.
Todo ello impide una total adecuación a los textos originales, que aunque no imposibilita la lectura, supone mayores problemas de comprensión que se suman a la rebuscada prosa de Weber -que quizá algunos juzguen como muy profunda pero que yo considero oscura.
¿Quién era Max Weber?
Weber nació en Erfurt, Prusia, en 1864, en pleno apogeo de Bismark y de Guillermo I, que dictaban su ley en toda Europa, para convertir a la vieja Prusia en la nueva Alemania en una potencia a escala mundial.
Max Weber era de una familia acaudalada y calvinista, estudió derecho y luego fue profesor de derecho mercantil en Berlín y en Friburgo. Más tarde ejerció como profesor de economía política en Heidelberg, pero tuvo que abandonar la docencia por motivos de salud en 1903.
En 1901 había publicado La ética protestante y el espíritu del capitalismo, quizá su obra más conocida, en la revista Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik.
Más tarde participó como voluntario en la Primera Guerra Mundial y después de firmarse el armisticio volvió a la universidad de Munich, en 1919, y tomó parte en la elaboración de la Constitución de Weimar.
Murió en Munich en 1920.
Resumen del análisis de Weber
El capitalismo racional
La teoría de Max Weber es que el capitalismo avanzado -o racional como el prefiere denominarlo- sólo se produjo en occidente (para Weber, occidente comprende los EE.UU. y los países industrializados de Europa) a finales del siglo XIX.
¿Pero qué es el capitalismo avanzado? Hace una distinción entre:
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el capitalismo racional (o capitalismo avanzado, es la fase “final” del capitalismo a secas y única posibilidad de seguir avanzando)
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la simple ambición o deseo de lograr ganancias de los comerciantes burgueses que siempre ha existido en todas las civilizaciones.
Su punto de vista es que el capitalismo moderno no está basado en la ambición personal sino que pretende “la ganancia lograda con el trabajo capitalista, incesante y racional” (Weber 1993:9). E insiste: “sólo occidente ha sido capaz de crear una organización racional capitalista del trabajo formalmente libre” (Weber 1993:12).
A partir de ahí se pregunta por las razones que hayan podido favorecer esa organización, por lo que compara diversas culturas y sociedades para poder establecer las causas: busca la conexión ética de la economía moderna con la ética racional del protestantismo ascético, y en concreto del calvinismo. Y también las conexiones de las religiones más importantes con la economía y la estructura social de las culturas donde están inmersas, comparando así, desde su punto de vista, occidente con el resto del mundo, para analizar las causas de la aparición de la organización capitalista racional.
Y las encuentra de varios tipos:
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capacidad y aptitud de los hombres para determinados tipos de conducta racional (biológicas y hereditarias: las razas)
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la fe en los poderes mágicos y religiosos
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el deber ético
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razones económicas
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la técnica
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el derecho racional
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la contabilidad racional
Ya desde la introducción nos avisa que el trabajo va a centrarse únicamente en “la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica de un ethos económico” para fijarse exclusivamente en las “conexiones de la ética económica moderna con la ética racional del protestantismo ascético,” es decir, va a limitarse a exponer sólo “uno de los aspectos de la relación causal.”
Confesión y estructura social
Por ello, Weber se pregunta porqué las, entonces, regiones más ricas de Europa, las que habían logrado un mayor orden económico en el siglo XVI, se habían convertido al protestantismo. Porqué esas comunidades que vivían bajo un catolicismo poco intervencionista, preocupado sólo en las apariencias y en las cuestiones formales más externas del culto, se vuelcan al protestantismo, al calvinismo, que supone una regulación minuciosa, permanente y metódica de la conducta individual.
En su exposición, Weber aprecia que en la antigüedad la adscripción religiosa no era la causa de los fenómenos económicos, sino precisamente al contrario. Es decir a consecuencia de unos determinados fenómenos económicos.
En su análisis hace hincapié en estadísticas de finales del siglo XIX sobre la presencia de católicos y protestantes en los diferentes niveles y tipos de enseñanza. De ahí deduce una especial capacidad que diferencia a unos de otros y llega a la conclusión de que hay una relación causal entre la elección de profesión y todo ulterior destino en la vida profesional, determinada por la educación de una aptitud personal y directamente influenciada por la “atmósfera religiosa de la patria y el hogar” (Weber 1993:31).
Para ilustrarlo de una manera más gráfica, hace notar que los católicos prefieren un cierto alejamiento del mundo, dominados por algunos rasgos ascéticos e incluso elevados ideales, que se concretan en indiferencia ante los bienes terrenales. Por el contrario los protestantes (y siempre hace especial mención a los calvinistas) tienen un apego a los bienes de este mundo que liga indirectamente - en cuanto a una actitud vital - al influjo de la filosofía hebraica a través del Antiguo Testamento, concretándose en el materialismo protestante.
Es decir, según Weber, los unos y los otros tienen una actitud ante la vida completamente diferente que concreta en el dilema “dormir bien o vivir tranquilo” (Weber 1993:34)
El espíritu del capitalismo y la concepción luterana de la profesión
Desde estas premisas Weber pretende que de esas creencias religiosas calvinistas surge un hombre nuevo, capaz de un utilitarismo extremo “a mayor gloria de Dios” (Weber 1993:48)
Lo fundamenta en la creencia calvinista de la predestinación, que supone la existencia de elegidos por dios para la gloria eterna. A pesar de que esta predestinación podría suponer caer en el nihilismo o el fatalismo más absoluto, ya que los calvinistas creen que ninguna de las obras del hombre puede cambiar la voluntad de dios, Weber lo explica desde la concepción luterana de la profesión, es decir, como una misión impuesta por dios a los hombres y desde la idea de la comprobación práctica de que realmente están elegidos por Dios: los elegidos son inaccesibles al fatalismo y además, el éxito en la actividad económica demuestra que alguien ha sido elegido por la divinidad.
Para servir a dios, el calvinista debe trabajar cuanto le sea posible, no tan solo aceptando el trabajo “porque la providencia se lo envía” (Weber 1993:109) sino, además porque debe honrar a dios. Y también desde ahí llega a la conclusión de que como amar al prójimo solo puede servir para honrar a dios y no al prójimo la primera manifestación es el cumplimiento de las tareas profesionales impuestas por la ley natural, con “un carácter objetivo e impersonal, como un servicio para racionalizar el cosmos” (Weber 1993:132).
Por lo tanto, al embarcarse en una empresa debe utilizar toda su capacidad racional para conseguir el máximo de su trabajo. Y desde luego, el máximo beneficio.
A ese aspecto, Weber le añade la preocupación de los calvinistas por enfrentarse personal y aisladamente ante dios, debido a la desaparición del sacramento de la confesión de los católicos -que permitía desvíos en la conducta que se perdonaban a través de ella- y a la idea de que los elegidos no podían dar ni un solo paso en falso, debiendo cuidar el propio individuo todos los aspectos de su vida, privada y profesional, porque respondía de ella ante dios.
Y liga esa preocupación individual, ese enfrentarse personalmente a dios como único confidente del hombre, a las raíces individualistas de los pueblos de pasado puritano y a la aparición del autocontrol del típico gentleman y del hombre de negocios moderno, acabando con el “goce despreocupado de la espontaneidad vital” (Weber 1993:153)
Relación entre ascesis y el espíritu capitalista
Weber nos informa de que Calvino consideraba que la acumulación de riquezas no era obstáculo para la acción de los clérigos sino todo lo contrario, ya que demostraba su prestigio, y era una prueba de su capacidad de trabajo. A condición de que evitaran el escándalo. En realidad lo único que le parece reprobable es el descanso en la riqueza, el gozar de los bienes con un sentido tradicional de la propiedad, que lleva a la ociosidad y la sensualidad, y que aparta al elegido de la senda de la obra de dios. Los elegidos reposarán en la otra vida. En esta tienen que trabajar para honrar a dios, puesto que el tiempo es muy breve y no se puede dilapidar: ni en el sueño, ni en lujos, ni en vida social.
Desde ese espíritu escribe Franklin -personaje al que cita Weber como representativo de ese nuevo hombre de fe dedicado al capitalismo racional- algunas de las máximas que recoge en el segundo capítulo del libro: “el tiempo es dinero,” “el crédito es dinero,” “el dinero es fértil y reproductivo,” “un buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera,” “la puntualidad y la justicia hacen progresar,” etc (Weber 1993:44 citando a Franklin) y dando fe de que el dinero que se deja de ganar es una ofensa a dios. Por lo tanto a mayor dinero recaudado, más beneficios, mejor servicio a la providencia.
Por lo tanto, Weber deduce que el ascetismo laico del protestantismo, a pesar de que actuaba contra el goce despreocupado de los bienes, destruía todos los frenos que la ética tradicional imponía a la aspiración de la riqueza, y rompía las cadenas del afán de lucro desde el momento en que, no sólo lo legalizaba, sino que lo consideraba como un precepto divino.
Solventadas esas limitaciones, el capitalismo se hace dueño de occidente.
Elaboración
Desde Platón y Aristóteles conocemos la dualidad de la esencia de las cosas y a la vez nuestra permanente necesidad de escoger en nuestro sistema lógico: hacer o no hacer, el bien y el mal, vivir y morir.
Julio Cortázar lo explicaba a su modo, desde su pensamiento ligado a la realidad mágica y al surrealismo, indicando que nuestro mundo, nuestra cultura y nuestra civilización, la que se origina con los griegos y los romanos y quizá desde mucho antes, tomo una dirección, en un momento dado, hacia la lógica aristotélica.
Aquella decisión nos convirtió en materialistas en vez de espiritualistas.
Se preguntaba Cortázar por las razones de aquella “decisión” y a la vez se interrogaba por cómo seríamos hoy si la humanidad entera, como quizá algunos pueblos y culturas aparentemente primitivas que conviven con nosotros en el presente, se hubiera decidido por un sistema de pensamiento mágico o no racional.
Cortázar utilizaba en Rayuela recursos de ese sistema de pensamiento, entregándonos en sus páginas la posibilidad de olvidarnos de nuestra continua necesidad de escoger: En Rayuela, hiciéramos lo que hiciéramos, todo estaba siempre bien.
Nada más alejado del calvinismo que nos describe Weber.
Ese calvinismo es absolutamente intransigente en cuanto a los usos, las costumbres y las ideas de los que profesan esa confesión. Al menos hasta finales del siglo XIX, que es cuando escribe esta obra. El concepto de método (recogido en su denominación por los metodistas) implica una ordenación exhaustiva y completa de la vida de las personas, avanzándose a la idea del gran hermano vigilante de Orwell en casi trescientos años: todas las acciones de la comunidad estaban reguladas/autoreguladas y controladas minuciosamente por la comunidad, a pesar de la gran importancia que para los elegidos tiene el proceso personal, individual, de acercamiento a los designios de la providencia, lo que visto desde el presente parece un menoscabo de la libertad individual que alcanza la represión. Ese patrón sólo podía producir daños psicológicos irreparables en los individuos.
En otro orden de cosas, Weber muestra un acercamiento a posturas racistas, por ejemplo en sus escasas referencias a los hebreos, mostrando su tendencia a los prejuicios, sobre todo referidos a la supuesta filosofía hebraica de la vida y su apego al dinero.
También nos muestra un desprecio absoluto por la capacidad de las mujeres -en concreto las alemanas- para trabajar “en especial las solteras” (Weber 1993:61) siempre con ideas preconcebidas y no fundamentadas, que contrastan con la abundancia de datos y bibliografía que aporta sobre cualquier detalle, por nimio que sea. En ese sentido hay que destacar que las notas al pie de esta obra superan en volumen, con mucho, a la propia obra. Así, por ejemplo, frases del tenor de “no concentran la inteligencia y ni aun saben casi usarla” (Weber 1993:61) referida a las mujeres, resultan absolutamente ofensivas en nuestros días, y lo que es más, impropia de un investigador como Weber.
Quizá eso se deba a la utilización de lo que Weber denomina “tipos ideales,” casos probablemente extremos o totalmente exagerados por el autor, quizá convenientemente, que le sirven para generalizar sus características a sectores más amplios de población, cuando no a toda la población, rozando el tópico. La utilización de esos tipos ideales supone, desde mi punto de vista, una gran pérdida de credibilidad del conjunto de su trabajo.
Siguiendo con su sistema de tipos ideales, Weber va incluso más allá de los prejuicios étnicos: cuando en el ensayo explica que si a un campesino polaco católico se le duplica el sueldo, ese campesino no trabajará más que antes, sino que trabajará la mitad para seguir ganando lo mismo.
Su apreciación de lo que hace o deja de hacer un campesino no está fundamentada en ningún estudio. Se trata de una apreciación personal que se acerca más a los tópicos al uso entre naciones vecinas, cuando no rivales (hay que recordar que Prusia y Polonia se han disputado territorios y preeminencia durante varios siglos) para desprestigiar a la nación ajena o a sus habitantes o bien para afirmar el propio nacionalismo considerándolo superior al de los demás. Ese enfrentamiento étnico aparece en otros momentos de la obra de Weber.
De la misma manera, con su sistema de análisis basado en los tipos o esquemas ideales (o imaginarios, pero dotados de todas las características que sean necesarias -al gusto de Weber- para cumplir las condiciones del estudio) se refiere:
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al capitalismo: otorgándole virtudes universales que no siempre se cumplen
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a los burgueses: generalizando la ideología de algunos a todos.
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a la ética protestante: considerándola como una sola y común a todos los burgueses.
La herencia del pensamiento Weberiano lo encontramos hoy en la manera absolutamente impersonal (y creo que despreciable) de tratar las cuestiones referidas a las personas como si se tratasen de cabezas de ganado. La utilización de sus recursos humanos por parte de las empresas -en la actualidad- parecen sacadas de los patrones de Weber. En el capítulo II, cuando hace referencia a las cuestiones relacionadas con los trabajadores hace análisis que parecen sacados de una máquina en vez de ser el resultado de el pensamiento humano: “el rendimiento del trabajo desciende fatalmente cuando el salario no basta para satisfacer las necesidades fisiológicas del obrero.” Dicho en roman paladino, si el obrero no come, no rinde. O perlas como “el pueblo trabaja porque y en tanto es pobre.”
Marx y Weber, un esbozo comparativo
Weber explica la acumulación capitalista como resultado de una creencia religiosa que empuja a los calvinistas -me refiero a esa secta en particular por ser la que Weber utiliza para explicar su teoría- a conseguir beneficios como manera de honrar a dios. El propósito del calvinista es utilizar toda su capacidad en esa empresa y llega a considerar una ofensa a dios el dejar de ganar dinero. Según ese punto de vista, los capitalistas acumulan pero no para su propio provecho sino para poder seguir empleando el dinero en nuevas empresas con las que seguir agradando a dios. Naturalmente, en esa secta tan austera, ese dinero no puede utilizarse para dilapidarlo en lujos, ostentación o sensualidades, por lo que la mejor receta es “después del trabajo, trabajar.”
Marx, en cambio, considera que para que se produzca acumulación debe haber una diferencia entre el coste de lo producido y el monto de lo vendido. Dicho de otro modo, en el proceso productivo hay una apropiación de una parte del costo que va a parar, no puede ser de otro modo, a manos de quien acumula capital. Es decir, en cierta manera se produce un robo. Y por lo tanto hay una contradicción entre el interés común y el interés de un solo individuo.
Como Weber explica sus teoría sin comentarnos cuál es su opinión al respecto, tengo la duda de si consideraría o no ese aspecto desde el punto de vista calvinista de justicia, honor y respeto a la verdad. Lo que está claro es que los que acumularon capital, calvinistas o no, no tuvieron demasiado interés en preguntarse de dónde procedía su ganancia, aunque sí tuvieron claro que podían reducir los sueldos de los primeros obreros industriales justo hasta el límite de la depauperación, para permitirles seguir acudiendo a las fábricas y continuar el proceso productivo con el que los capitalistas se ganaban el cielo.
Esa aspiración a la “ganancia lograda con el trabajo capitalista, incesante y racional” de que hablaba Weber, no tiene en cuenta la opresión que ello supuso para el nuevo proletariado industrial.
Para el proletariado como clase era irrelevante que el motivo de su opresión y sometimiento al nuevo sistema capitalista fuera una cuestión religiosa o el simple y puro intento de lograr mayores plusvalías. La cuestión es que ese nuevo capitalismo racional supone en ese momento una mayor explotación del nuevo proletariado industrial.
Otra cuestión a tener en cuenta es que, en la actualidad, el capitalismo, con las diferentes evoluciones que ha sufrido en los últimos 100 años, no tiene ninguna relación con las ideas calvinistas (Excepto quizá en la forma de utilizar la religión y las creencias en los EEUU en la actualidad: algunas de las formas de Bush y su gobierno recuerdan a los calvinistas de Weber)
Posiblemente Weber no podía prever que los nietos de aquellos calvinistas serían capaces de niveles de ostentación y lujo jamás vistos. Tampoco hubiera podido imaginar que las diferencias entre países pobres y países ricos se iban a acentuar hasta lo indecible, llegando ya al extremo de que algunos intelectuales consideran que los países pobres jamás podrán equipararse a los ricos y que las diferencias seguirán acentuándose.
Marx predecía que tras los sistemas esclavistas, los feudales y los capitalistas tenía que llegar -por coherencia histórica- el comunismo primero y el socialismo después. Su teoría explicaba que la concentración del capital en pocas manos y la mayor presión de las estructuras industriales sobre los trabajadores, llegaría a provocar un estallido social. Una revolución. Lamentablemente estamos más cerca de lo que imaginaba Marx hace 150 años que de lo que escribía Weber hace 100.
Un atisbo de esa revolución fue octubre de 1917. Aunque su posterior desarrollo, especialmente a partir de 1924, no cumplió con las expectativas de Marx. Quizá habrá que considerar esta época como un interregno parecido al que representó la Restauración.
Para saber más...
En la era de las TIC no puede faltar una referencia a materiales que pueden encontrarse en Internet para ampliar o descubrir nuevos puntos de vista sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo, así como sobre su autor:
Puede encontrarse una amplia información sobre Weber y su obra en las siguientes direcciones:
http://www.alcoberro.info/weber.htm
del doctor Ramón Alcoberro de la Universidad de Gerona. En castellano.
http://www.faculty.rsu.edu/~felwell/Theorists/Weber/Whome.htm
del doctor Frank W. Elwell de la Universidad RSU de Oklahoma. En inglés.
Ambas, completísimas, ofrecen una biografía del autor y comentarios precisos e informados sobre su obra, así como sobre diversos aspectos de las teorías de Weber.
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Enviado por: | Víctor Cassi |
Idioma: | castellano |
País: | España |