Literatura


La dama errante; Pío Baroja


I. Introducción

La Dama Errante de Baroja, publicada en 1908, es la primera de las obras que componen la trilogía La Raza a la que también pertenecen La ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la ciencia (1911).

En el libro que nos ocupa, el autor nos relata la historia del Doctor Aracil y su hija María, que tras verse indirectamente involucrados en un atentado anarquista contra los reyes de España en Madrid deciden huir del país, iniciando un recorrido a lomos de burro y a pie por España, en dirección a Portugal. Desde Portugal llegarán a Inglaterra, con la intención de establecerse en Londres.

María Aracil es también la protagonista de La Ciudad de la Niebla, libro que relata la estancia en la capital británica de la muchacha. Los viajes de Baroja son determinantes en su obra, pues como él mismo afirma: sólo relata lo que ve. Reflejados en sus novelas a través de las numerosas descripciones de los paisajes y las gentes, sus viajes no son sólo piezas de excepción del puzzle intrincado de su novela, son además objeto de tres libros de viajes propiamente dichos, dos dedicados al País Vasco y uno a Italia.

En La Dama Errante el autor nos hará partícipes de su visión de España y, con multitud de pinceladas impresionistas, del carácter de los españoles. La intención del autor, de su puño y letra en el prólogo de la obra, no es aportar al panorama español de las letras una obra de gran calidad literaria o filosófica, una obra que perdure en el tiempo como “un cuadro con pretensiones de museo, sino más bien escribir ambicionando un tono más psicológico y documental.

Trataremos de centrar nuestro estudio en torno a los personajes de esta obra, sin por ello omitir aspectos tan importantes como la visión de la sociedad española de la época del autor. También nos detendremos brevemente en ciertas peculiaridades estilísticas propias de Baroja, pero ante todo realizaremos un estudio lineal más o menos cronológico de la obra a través de sus personajes.

II. Pinceladas impresionistas, o el arte de la caracterización.

Como la mayoría de sus obras, la que tenemos entre manos nos presenta un mosaico de personajes, fundamentales para la recreación del ambiente y de la época, con la diferencia de que la historia que presenta es un hecho real. El atentado del 31 de Mayo de 1906 en Madrid, perpetrado por el anarquista Mateo Morral, al cortejo nupcial de Alfonso XIII le inspiró la novela. El anarquista frecuentaba el círculo al que Baroja pertenecía, y asistía ocasionalmente a las tertulias en que el autor participaba, lo que le marcó en sobremanera al enterarse del suceso. De la conmoción que causó el hecho en la sociedad española y en el propio Baroja nace esta novela.

Contraria a la mayoría de sus obras, sobre todo a las posteriores a 1914, en que no suele haber personajes que sirvan de eje de acción; sino una serie de protagonistas que se suceden sin interrupción, destacamos en La Dama Errante dos personajes en torno a los cuales se va a estructurar la obra: Aracil, padre e hija.

En un primer tiempo apreciamos una descripción de carácter casi periodístico de los hechos del atentado, introducidos por una caracterización del Madrid de la época y su ambiente. El ambiente es un elemento fundamental de la técnica descriptiva del autor, parte de los conceptos globales, de las ideas generales, nos ofrece una visión de conjunto de la sociedad para luego centrarse súbitamente en un personaje. Esta especie de zoom repentino se encuentra entre las peculiaridades que dan fuerza a la obra de Baroja. No necesita largas descripciones metódicas, y sin embargo hace uso y abuso de ellas. Quiere esbozar no sólo el personaje en sí, sino también todo lo que le rodea; para introducir al lector en el texto, sumergirlo en la atmósfera desde donde es creado.

Mientras que en los abundantes personajes secundarios tan sólo nos deja entrever unos trazos de lo que son, de manera fugaz, como si de una instantánea se tratase, usa con los personajes principales una caracterización paulatina. Va introduciendo nuevos elementos de su personalidad poco a poco; y al filo de los capítulos vamos viendo una evolución en cada uno de ellos. En contraste con otros personajes, a través de los diálogos o de los pensamientos de unos acerca de los otros, como en el caso de María con su padre, vamos descubriendo nuevas facetas de unas figuras que no tienen nada de estáticas. Van cobrando vida paso a paso hasta adquirir un espesor humano, una densidad con que arropan al lector. Este exceso en la descripción puede gustar o no, pero es innegable que su capacidad de crear ambientes, de transmitir atmósferas no tiene igual en la literatura española de la época. Su párrafo breve, la naturalidad expresiva tanto en lo narrativo como en los diálogos nos acerca más el relato, y si prestamos atención veremos que el empleo intencionado de vulgarismos y expresiones coloquiales matizan aún más si cabe, los valores ambientales.

II.A María Aracil: la transparencia de la sencillez.

María Aracil es el pilar central de la obra. Hallamos en ella uno de esos espléndidos tipos de mujer frecuentes en Baroja. Educada en un ambiente peculiar, con ideas propias, María no termina de encajar en un mundo donde las mujeres dice el escritor son frívolas y sólo tienen sentido como futuras esposas, dependientes y sometida a una figura hipócrita y despiadada, igualmente frívola, como algún “tenientillo o abogadete del Ateneo.

María quiere aprender, quiere compartir y discutir las ideas de su padre, y encontrará en su primo Venancio, (apodado primo Benedicto por la obra de Julio Verne Un capitán de quince años) el amigo ideal. Este le hará partícipe de sus conocimientos y ambos compartirán las alegrías sencillas de la vida, apartados de la existencia inconsistente que sus demás parientes querrían verla llevar.

Es un personaje un tanto idealizado que en mi opinión es el que menos evoluciona. Se nos presenta como una muchacha de carácter decidido, entre semiimpaciente y semimelancólico, cándida y graciosa que tiene como regla de conducta ser sincera con ella misma y con los demás. No es difícil percibir en estos rasgos una proyección del mismo talante del autor, o al menos del ideal de mujer que tiene en mente.

Su evolución que como ya he dicho me parece la menos acentuada por ser la muchacha ejemplar desde un primer momento, es a mejor durante toda la novela. Su opinión se va afianzando, y aparte de la decepción que supone para ella descubrir que su padre no es ni tan valiente ni tan íntegro como ella pensaba al verlo desmoronarse antes de la huida, los acontecimientos parecen no afectar ni su buen talante ni su forma de ser.

Es un personaje transparente, que representa el sentido común, la inteligencia y el autor nos va a hacer considerar la situación a través de la visión de María durante gran parte del viaje, pues su sencillez hace que su punto de vista parezca objetivo, tanto que el lector lo hace suyo desde el principio.

II.B. Enrique Aracil, la vacuidad de la retórica

El que en un principio parece un hombre decidido enérgico, se revela ser un cobarde pusilánime, enfermo ante la idea de perder no la vida sino su prestigio y popularidad. Su egolatría sin límites hace que lo sacrifique todo por aparentar frente a los demás y cuando su muro de apariencias, pues no tiene nada real, tangible que respalde su verborrea dialéctica se viene abajo, el Doctor se viene abajo con él.

A lo largo del viaje que emprende con su hija, su cobardía se modera, y recupera poco a poco la energía que demostraba poseer al principio de la novela. No obstante es un personaje desigual, que en conjunto evoluciona favorablemente a ojos del lector pero que se nos presenta como el culpable de los males de su hija, de los que ella no es responsable pero que asume estoicamente. Este detalle no nos deja el autor olvidarlo, ya sea retratando el sentimiento de culpa del doctor con respecto a la situación que se encuentran; ya sea insistiendo en los defectos del carácter del médico que no logran desvanecerse con la penitencia del viaje. Aunque presente a lo largo de toda la obra, junto a su hija, el personaje no tiene ni la misma fuerza ni el mismo valor que el de otros protagonistas.

Expuesto como un hombre que roza lo despreciable en un principio, se hace odioso para el lector en el punto medio de inflexión entre el atentado y el viaje si uno no se apiada de él a tiempo, y recupera u obtiene la estima del espectador ( espectador de los acontecimientos) a lo largo del viaje. El recorrido por los campos de España entre gentes pobres a veces miserables, pero sencillas y por lo general de buen corazón suavizan su carácter, limitan su pretenciosidad y la obligación de pasar desapercibido despiertan en el padre de María cualidades tales como la paciencia, el valor o la sensatez.

II.C. Iturrioz, la contrafigura de Baroja

Iturrioz es un hombre calvo y arrugado, de un tipo que Pío Baroja nos presenta como primitivo, con la fisionomía que los vascos dicen poseer. Aunque de aspecto sospechoso que incita a pensar que es una mala persona, idea que el tipo de vida que lleva no hace sino corroborar, es sin embargo un hombre íntegro, constante y consecuente con sus ideas.

Le caracterizan un humor taciturno y un carácter insociable. Baroja lo pinta como un entusiasta de la violencia, de palabra cínica y escasa pero equilibra el personaje mostrándonos la huraña probidad de que hace gala y que infunde en Aracil una mezcla de temor y respeto.

. La postura política de Iturrioz es indefinida. Este se refiere a si mismo como antiborbónico y reclama en el poder a un hombre de acción; alguien que saque a España de su letargo existencial. Esta postura no sólo es propia de Baroja sino también de muchos autores noventayochistas, lo que nos puede llevar a afirmar que el condiscípulo de Enrique Aracil es la figura del autor, personifica al oscuro amigo del doctor con rasgos de su propio carácter. Hay sin embargo en Iturrioz ciertas características que lo alejan de Baroja, como su fe furibunda en la Iglesia Católica. Es un personaje apenas esbozado para ser uno de los protagonistas, pero es esencial en la obra. Cuando en el capítulo V en el transcurso de una conversación con el Doctor este último sostiene que los atentados son estéticamente grandiosos, su postura, contraria a la de Aracil preconiza un final desafortunado para este. El día antes del atentado es él el que a modo de profeta anunciará los problemas que se avecindan, declarando que se quedaré en casa por si acaso y recomendando a María y al Doctor hacer lo propio.

Su ayuda cuando están aún en Madrid, declarando que han sido vistos en compañía de un misterioso millonario inglés en un coche rojo que en el momento de las búsquedas ya debe de haberlos sacado del país tiene también algo de profético. Sobre todo si tenemos en cuenta que será en esas circunstancias y en un coche rojo conducido por Gray, corresponsal de la agencia Reuter, enviado en su busca por el propio Iturrioz, como conseguirán llegar hasta Portugal con el objetivo de marchar a Londres.

II.D. Nilo Brull, el espejismo de la violencia

Como afirma Baroja en su prólogo, Nilo Brull no es la contrafigura de Mateo Morral, el verdadero terrorista, sino la encarnación de lo que el autor detestaba de los anarquistas. Tiene cierta originalidad retórica pero en lugar de tratar de agradar con simpatía quiere llamar la atención de la gente incordiándola mortificándola. Ser admirado por aquellos que lo detestan parece ser su objetivo. Con grandes dotes de teatralidad y argumentación brillante aunque vacía Nilo Brull pasa por un hombre brillante a ojos del Doctor Aracil, sin embargo María le aborrece y no duda en demostrarlo cuando su petulancia y arrogancia la conciernen. Es un hombre violento, iracundo que no puede soportar la indiferencia de que María hace gala con él y llega hasta a tratar de indisponer a su padre contra ella. Aracil le tiene gran estima en un principio, pero la semilla del miedo que nace de la actitud del catalán hacia su amigo el Marqués de Sendilla (un snob, aristócrata y desfasado con respecto al círculo del doctor) germinará al verse implicado en lo que acabará con su prestigio. No obstante aún una vez muerto tiene alguna palabra de admiración por el terrorista, que lamentará y corregirá nada más pronunciada, pero que hace patente que Baroja se siente tentado por momentos de incluir al Doctor en la misma categoría que engloba al joven catalán.

Luego de cometer el atentado, Brull busca refugio en casa de Aracil y allí se queda hasta que días más tarde, huyendo de la policía que registra la casa de Aracil, se suicida dejando una carta. La carta, que no es sino la exposición clara y concisa de los delirios de grandeza de un majadero, nos muestra la opinión que Baroja tiene de los anarquistas. El personaje en que se inspira el autor, Mateo Morral, no deja carta alguna al suicidarse, y muere en otras circunstancias, lo que nos presenta esa porción de la novela como obra exclusiva del autor.. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Baroja desprecia a su personaje al tiempo que siente una admiración contenida por él. Lo encuentra altanero e inmisericorde pero fascinante. No olvidemos que es precisamente este personaje el que le lleva a escribir el libro.

III. Los personajes secundarios

Junto a estos cuatro protagonistas, pues son ellos los que dirigen e hilan la historia dándole razón de ser y precipitando los acontecimientos en uno u otro sentido, encontramos un batallón de personajes secundarios, entre los que destacamos los candidatos al Oscar por actriz o actor de reparto y la simple figuración.

Primeramente tenemos a Isidro, a cuya hija salvó el médico la vida en una ocasión. Aunque brusco y rudo este guarda de la casa de campo alberga sentimientos hidalguescos que Baroja imagina propios de las gentes sencillas, y se siente en deuda profunda con Aracil, de modo que le alberga cuando este quiere esconderse antes de iniciar la huida y se desvive por el médico y su hija. Le da sus papeles cuando emprende el viaje y demuestra en todo momento una abnegación extraordinaria para con los fugitivos.

De fonda en fonda, de posada en posada vemos aparecer toda clase de individuos. Mozas, arrieros, leñadores, bandidos, guardianes, venteras, pastores, labradores, curas y caminantes se entremezclan para tejer un tapiz que refleja como un espejo el campo español.

Sólo un par de personajes ocupan más de un par de líneas en el relato del viaje, uno de ellos es Musiú: un bandido de poca monta que encuentran dos veces en el camino, una al principio, y otra al final. Habiendo adivinado este quiénes eran los fugitivos entre el primer y el segundo encuentro se propone chantajearlos: o compran su silencio o los denunciará a la guardia civil que anda tras ellos. Musiú es apresado de forma muy oportuna pero padre e hija se ven forzados a acompañar a la guardia civil que ha apresado al malhechor para prestar declaración, y temiendo que este los delate por el camino, han de emprender una huida precipitada a pie, bordeando y vadeando un río. Esta precipitada excursión tendrá consecuencias desastrosas para la salud de María.

Otro de los personajes que acompaña a la peculiar pareja durante algunas etapas de su viaje es Don Álvaro hijo de unos agricultores ricos, víctima de su padrastro, hombre codicioso y emprendedor que todo lo abarca sin dejar actividad alguna a Don Alvaro o a los hermanos de este. Acompañado de un cura el joven vaga por los caminos, decidido a huir de ese padrastro que coacciona su energía y sus ganas de vivir. Es un joven educado, bien parecido, por el que María llega a sentirse ligeramente atraída, pero un tanto apático, con el que Baroja refleja la ataraxia en que vive sumida la juventud de provincias a la que todo se le queda pequeño y le viene grande a la vez, recogiendo la teoría de Schopenhauer, tan a menudo abrazada y compartida por el autor de que la existencia en Europa a principios de siglo estaba marcada por la muerte lenta y agónica de la voluntad de vivir

Para terminar mencionaremos a Gray, como ya hemos dicho anteriormente es un corresponsal de la agencia Reuter, que enviado para informar acerca de la boda real presencia el atentado y sigue de cerca los acontecimientos. Siendo un conocido del doctor, investiga entre los amigos y parientes cercanos de este, picado por la curiosidad, al no parecerle coherentes ninguna de las hipótesis que plantea la prensa. Acude a Iturrioz, y ambos visitan a Venancio quién les pone al corriente de su teoría y juntos deciden iniciar la búsqueda de la pareja de fugitivos. Como casi profetizaba Iturrioz en sus declaraciones a la prensa, los Aracil son salvados y llevados a buen puerto en un automóvil rojo, y por mediación de Gray, serán acogidos bajo el ala protectora de un millonario inglés que les ayudará a llegar a Londres. este personaje pues, es clave para el desenlace del libro.

IV. Conclusión

Otros múltiples personajes serían destacables, pero ni queremos agotar la paciencia del lector, ni pretendemos realizar aquí un estudio pormenorizado de todos y cada uno de los personajes de la novela. Concluiremos pues que a medida que avanza el relato los protagonistas avanzan con él, evolucionando al ritmo de los acontecimientos, en su obra nos propone seres vivos, que se cubren con un espeso manto de humanidad al tiempo que adquieren características del hombre de acción con que Baroja soñaba ser.




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Enviado por:Anabel Fdez De La Rosa
Idioma: castellano
País: España

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