Literatura


La ciudad y los perros; Mario Vargas Llosa


Resumen

Los dados muestran cuatro, lo que quería decir que Cava debía cumplir la misión consistente en robar los exámenes de química. Para ello todos se organizaron para no ser descubiertos. Cava cruzó los patios sigilosamente para no ser visto por los imaginarias. Entró en el aula, retiró un cristal que estaba flojo y entró a por el examen. Por desgracia, al volver pisó el cristal y lo rompió en pedazos, por lo que e l viaje de vuelta lo hizo a toda prisa. Al llegar al cuarto de baño, junto al Jaguar, explicó a este lo sucedido, el cual, enfurecido, le amenazó.

Alberto había vivido en Magdalena Nueva desde que se trasladó a Lima junto a su madre, para vivir con su padre. Y tras dieciocho horas de viaje lo conoció, y aunque el hombre se mostró cariñoso, el joven fue más reacio a la hora de los saludos.

Esa noche durmió en casa de su padre, y pasó una noche horrorosa, tanto que por la mañana ni siquiera saludó a su madre.

En la escuela militar Alberto estaba haciendo su turno como imaginaria por una parte por la que no debía patrullar, y dándole vueltas en la cabeza al asunto de su padre y al examen de química. En ese momento apareció el teniente y empezó a replicarle que estuviera fuera de su puesto. Alberto, para cambiar de tema, le hizo una pregunta de carácter moral, lo que hace que el teniente Huarina se aleje replicando que no es un cura, que no le haga ese tipo de consultas. Y así Alberto puede seguir pensando en sus cosas. Empieza a buscar al Jaguar para pedirle el examen de química, pero se encuentra con que el Esclavo está cubriendo su puesto, por lo que se queda a charlar con él, y a ayudarle a conseguir un sacón para que no lo consignen. Tras eso acuerdan que el Poeta le escribirá veinte cartas, y en ese momento acaba su turno de imaginaria.

Alberto oyó los ruidos de los nuevos vecinos y bajó a saludarlos. Estaban jugando a fútbol. Al menos ya tenía amigos.

Los cadetes habían quedado para ir a un gallinero que había detrás del galpón, para tirarse a las gallinas. Una vez allí, y tras haber “intimado” con varias de ellas, quedaron en tirarse también al gordo tras acabar la faena en el gallinero. En el cuarto, mientras se manducaban al gordo acudieron los perros de tercero, a los cuales pegaron, y finalmente se fueron sin hacer gran cosa.

El Esclavo vino a despertar a Alberto, mostrando que quería ser su amigo. En el baño todos se rieron de Vallano cuando salió en defensa de Arróspide, que había sufrido un robo. El Jaguar le dijo a Alberto que no tenían el examen de química, y ambos se apresuraron a prepararse y formar, ya que los últimos pierden seis puntos o reciben una patada.

La formación se disolvió y entraron en el comedor por cursos. Allí Alberto le pidió el examen a Vallano a cambio de cinco cartas. Arróspide vio que su cordón lo tenía el negro y lo amenazó hasta recuperarlo. Tras la comida, en el descampado, el poeta y Vallano cerraron al acuerdo sobre el examen.

El aspecto del teniente recuerda a las campañas, cuando los cadetes se arrastran y trepan por cualquier lugar. Y también hace recordar al Círculo, la unión que hicieron los cadetes de quinto cuando eran perros para defenderse de los de cuarto, como de la humillación que le hicieron pasar al Esclavo, al cual escupieron, hicieron pelear, cantar, lamer a otro perro, lo desnudaron, le hicieron bailar, y otras aberraciones como beber orines o fornicar con una almohada. En esa coalición el líder era, por supuesto, el Jaguar.

El Círculo y los cadetes de cuarto tenían declarada una guerra, pues los bautizos a los perros y las represalias de estos no cesaban, hasta que el teniente Gamboa irrumpió en una reunión de los perros y disolvió la coalición.

Al teniente rompió el silencio del examen recordando la hora que era. Una bola de papel cayó en la carpeta de Alberto, y Gamboa comprobó que eran las fórmulas de química, y que las había arrojado el Esclavo, el cual se quedó consignado sábado y domingo.

Una vez, bautizando a los perros, un muchacho se quebró el dedo, y todos los de cuarto fueron castigados un mes. Otra gran pelea fue la que aconteció en la sala de películas. Todo empezó cuando el Jaguar vaciló a un cadete de quinto. Este último se abalanzó y comenzó una dura pelea entre cuarto y quinto año. Tras la disputa, los de cuarto año se prepararon para el contraataque por la noche.

Alberto disfrutaba en su nuevo barrio. Como todos los niños, hacían zalagardas y huían, jugaban a fulbito e iban a la playa, pero todo ello en una fraternidad total. A pesar de ello se llevaban a muerte con las chicas.

Finalmente los cadetes de quinto n pudieron presentarse, aunque quisieron, pues los suboficiales, los tenientes y los serranos se armaron hasta los dientes para evitar la contienda.

Pero las tensiones seguían existiendo en la exhibición del día siguiente. Los de cuarto vencieron en el juego del sogatira y comenzó de nuevo la mechadera, aun habiendo decenas de militares importantes. Todos estos la emprendieron a correazos para frenar el guirigay. A pesar de todo la exhibición no salió mal del todo.

Ricardo evitaba cualquier contacto intenso con sus padres, empezó a pasar las horas muertas en la buhardilla, hasta que un día oyó una riña de sus padres, fue hasta su habitación y su padre lo golpeó dos veces y lo tumbó al suelo, para luego cerrar a su madre en el dormitorio.

Alberto volvió a su casa y habló poco con su madre, ya que quería ducharse. Tras eso comió algo y fue a hacer un encargo a un amigo.

Teresa, por su parte, esperaba barriendo a que llegara Ricardo Arana a su compromiso.

Alberto se quedó a hablar un rato con su familia, ya que su padre los visitó para hacerles una propuesta que mejoraría su vida, pero el joven no esperó más y se fue a hacer el encargo. Dicho encargo consistía en ir a ver a Tere para informarle que Ricardo no iría a la cita, pero en lugar de eso la invitó al cine y, más tarde, a dar un paseo.

Cuando el joven llegó a su casa su madre comenzó a recriminarle que apenas la hacía caso, y que se sentía muy sola.

Vallano fue el primero en extender rumores sobre la Pies Dorados, y luego lo siguieron Cava, Jaguar y Arróspide. Alberto también contaba muchas cosas, pero todas inventadas o exageradas.

El poeta se envalentonó y fue con gran decisión a ver a la Pies Dorados. Su pasividad intranquilizó a la mujer, la cual buscó mejor forma de darle placer.

En el autobús Vallano contó la historia de Alberto con la Pies Dorados en Huatica, y hubo algunas risas. Una vez en el colegio, el Esclavo vino a verle. Le informó de que habían descubierto lo del robo del examen, y que le habían consignado hasta que apareciese el culpable.

Fue a esperar a Tere a la puerta del colegio, pero no se atrevió a decirle nada. Al día siguiente volvió a ir y la acompañó hasta la casa de sus tíos, por lo que ella le dio las gracias.

Ricardo le pidió una mañana a su madre volver a Chiclayo, y esta le contestó que tendría que soportar a su padre con resignación, y darle gustos para no enfadarlo, así que al llegar su padre le tuvo que `pedir perdón.

Estaban hablando el Esclavo y Alberto de que el primero pensaba salir el sábado, aunque tuviera que escaparse por ver a Tere. Y el poeta le dijo que no pensara en eso, y le convenció de ir a emborracharse. Fueron a la Perlita y allí no cesaban de reírse del Esclavo. Hicieron una apuesta en la que el ganador se haría con veinte soles y el segundo con una botella de pisco. Y, para sorpresa de todos, el Esclavo acabó segundo en la asquerosa prueba de ver quien eyaculaba antes.

Emilio y Alberto se acercaron a hablar con Ana y Helena. Fueron con ellas, Alberto con Helena y Emilio con su hermana Ana. Estando la primera pareja en la puerta de la casa de ella, el poeta fue presionado para decirle a Helena lo que sentía por ella.

Los dos amigos hablaban del amor que sentía Ricardo por Tere, hasta que, concluida la conversación, Alberto se marchó a la Perla después de que su nuevo colega le confesara que era su primer y único amigo.

El Esclavo dio el chivatazo al teniente Huarina de que fue Cava el que robó el examen de química, el cual le hizo firmar en un papel la declaración que acababa de hacer, y le dejó volver a las cuadras. Allí Alberto le habló de que ingresara en enfermería.

Alberto encontró en escribir novelitas una buena forma de ganarse la plata que necesitaba. Y uno de esos días de escribir hablaba con Ricardo, ocultándole la historia de Teresa, aunque pensaba decirle pronto la verdad.

Al fin Cava ingresó en el calabozo, y el Esclavo hizo creer que su madre estaba enferma para salir y que nadie sospechase de él, pero Alberto lo sabía. Tras pensarlo mucho decidió escaparse, para hablar con el Esclavo de lo que Había pasado. Llegó a casa de Teresa, y sólo estaba ella. Le confesó que el Esclavo estaba enamorado de ella, pero que él también.

En una clase de baile con el Bebe, Alberto aprendía a bailar el vals criollo.

Ya estaba cansado, y quiso acabar la lección, pero recordó que la fiesta era al día siguiente, por lo que quiso aprender mambo también, aunque tuvieron un rato de conversación como descanso, en la que hablaron de cómo debía Alberto declararse a Helena en la fiesta. Tras eso salió a bailar con Pluto.

Una noche su padre lo levantó de la cama y le advirtió que quería verle todas las mañanas lavado y peinado y desayunar con él. Y así lo hizo. Las mañanas eran un infierno, los mediodías no eran ni buenos ni malos, y en las ni lo veía, pues intentaba acostarse antes de que él llegara. Incluso algunas mañanas salía de paseo, aunque no eran paseos como los que hacía en Chiclayo, los echaba de menos.

Gamboa se levantó temprano, como siempre, y conversó con Pitaluga, el teniente de guardia, para luego ir a hablar con su mujer y seguir la conversación con el teniente. Tras eso fue a levantar a los tres años junto al corneta. Cuando bajaron los cadetes a uno se le cayó el fusil, y le quitaron seis puntos.

El piraña les dio a los tenientes las instrucciones de la campaña, y todos fueron al cerro que era el lugar destinado a entrenar la puntería. Gamboa se tomaba la campaña en serio, dio las instrucciones a los brigadieres y fueron a las prácticas de tiro, a los órdenes del teniente. Súbitamente apareció el capitán Garrido con el Esclavo en brazos, el cual había recibido un disparo en la cabeza.

Boa tuvo que sacar a Malpapeada, ya que lloraba y no dejaba dormir a los cadetes. Desde que le echó ají a las heridas la perra no se separaba de él. Quizá lo hacía pensando que el cadete lo hizo para curarla, pero el caso es que no se alejaba de él.

Alberto se encontró con el padre de Arana, le preguntó por su hijo y fueron a buscar fuego para relajarse y hablar algo, así que fueron a la Perlita, mientras el padre del Esclavo se desahogaba hablando de su hijo y su mujer.

Ya no temía a su padre, pues era él quien le hizo ingresar en el internado militar, y desde ese día estaba, desde luego, de muy buen humor.

Cada vez Malpapeada le tenía más cariño a Boa, estaba siempre con él y lloraba sus ausencias. El cadete no dejaba de pensar en Cava, en cómo lo estaría pasando y en cómo lo pasaría si lo expulsaran. Y llegó el día, todos los cadetes estaban vestidos con el uniforme azul y trajeron al serrano, pero como estaban en posición Boa no podía echar a la perra, que le estaba royendo los cordones. El coronel le arrancó las insignias y se fue acompañado de dos soldados.

Alberto fue a buscar a Emilio para ir a dar un paseo por los barrios cercanos al suyo. Los jóvenes iban hablando de los problemas familiares de Alberto, pues su padre acudió por la mañana afeitado y limpio. Una vez en el parque Helena le dijo a Alberto que prefería quedar como amiga suya, y no como su enamorada, y el Bebe le dijo que ya lo sabía desde antes. Al legar a su casa su padre le habló de que debía preparar su ingreso en el Leoncio Prado.

El Boa se vengó de Malpapeada retorciéndole la pata mala, hasta que caló en la cuenta de que se la había fracturado y no podía andar.

Recordaba al serrano, cuando se tuvo que pelear con él para asegurarse de que no era un cobarde, y la paliza que le dieron a los de quinto tras eso. Fue como el bautizo del nuevo Círculo.

En el bar de Paulino estaban el padre de Arana y Alberto tomándose unas colas y conversando, evidentemente, de Ricardo. Cuando se fueron el cadete e cruzó con Urioste, el cual le dio la noticia de que el Esclavo Había muerto.

Su cumpleaños cayó en día de fiesta, y fue a ver a su padrino con la ilusión de que le diera cinco soles, pero no estaba. Al llegar a su casa le dijo a su madre que Tere había venido a buscarle, y fue a su casa. Al llegar Tere le invitó a su cuarto, y le regaló una chompa blanca.

El coronel hablaba con el capitán y los tenientes de lo sucedido, y lamentaba que pronto los curiosos pedirían explicaciones de lo ocurrido, por lo que organizaron todo para que sus enemigos no aprovecharan la situación para dejarlos mal. Tras eso se quedó a solas con Garrido y Gamboa para saber la verdad, aunque nadie la sabía. Cuando hubo dado cada uno su parecer, se fueron.

El flaco Higueras le propuso robar para conseguir dinero, igual que hizo en su momento su hermano, pero rechazó, y el flaco le contó varias hazañas de ambos ladrones y sus fracasos. A los pocos días se vio obligado a pedir dos soles al flaco, el cual se los dio a cambio de un favor.

El velatorio era siniestro, la penumbra y los lamentos de la madre creaban una atmósfera de tristeza insoportable para Alberto. Cuando la noticia llegó a las cuadras los cadetes no dejaban de preguntar y lamentarse, eso sí, con respeto. Después pidieron velarlo. En el velatorio el teniente Pitaluga se persignó ante el ataúd y fue a hablar con la madre, y más tarde con el coronel. Toda la sección fue a formar, pero Alberto no. Cuando fueron a la capilla a buscarle estaba mirando al Esclavo en su ataúd, salió como ausente a formar, y en la formación comenzó a llorar.

Malpapeada ya no podía apoyar la pata, por lo que ahora le decían “Malpateada”. Boa se daba cuenta de que la gente había cambiado con todo lo que había ocurrido, sobre todo Alberto, que vagaba como un zombi sin hablar con nadie, muy triste.

Teresa recordaba la vida irregular de su padre, cuando se emborrachaba y llegaba acompañado. Pero murió, y su madre la dejó a vivir con su tía y desapareció. Se cruzó con Alberto. Llevaba el uniforme puesto y la cara triste, como ausente. Por eso la chica le invitó a que se quedara a almorzar con ellas. Ya en su casa le contó lo de la muerte de Arana, no pudo sujetar sus nervios y gritó a Teresa, la cual estuvo a punto de romper a llorar. Tras el almuerzo Alberto se fue rápidamente y Teresa pensó que tenía otra enamorada.

El flaco y Culepe llevaban al muchacho a dar un golpe a la casa que habían acordado. Él era el encargado de saltar a la casa y abrir una ventana para que los otros dos ladrones robaran a sus anchas. Terminado el golpe le dieron un adelanto de diez soles, con lo que compró un regalo a Tere.

Alberto caminaba sin rumbo pensando en todo lo que había pasado. Llegó a un bar y llamó al teniente Gamboa, al que le confesó que la muerte de Arana fue un asesinato, y pidió ir a su casa, a lo que el oficial accedió.

Boa veía al Jaguar afectado por lo de Cava, pues estaba más rabioso que de costumbre, incluso con los miembros del Círculo.

Alberto iba andando a casa de Gamboa. Cuando llegó el teniente le pidió que hablara, y el cadete dijo que fue un asesinato por venganza. Denunció que fue el Jaguar, para vengar a Cava, quien le disparó adrede. Le confesó todo, lo que era el Círculo, por qué disparó el Jaguar a Arana,... todo. Y el teniente lo citó al día siguiente en la Prevención.

El Boa y el Rulos fueron a hablar al cuarto de baño de lo del Jaguar, recordando cuando Gamboa llegó a por él mientras fregaban a un perro de tercero.

Los trabajos con el flaco Higueras iban viento en popa, iba a ver a Tere todos los días dos veces y le llevaba regalos. Un día vieron al flaco, pero no consiguieron atrapar a ninguno de los dos.

El capitán Garrido llamó a Alberto, que había dormido en el calabozo. Una vez legó el capitán le acusó de haber inventado toda la historia. El cadete negó esto, y le explicó todo lo que pasaba en las cuadras, la venta de cigarrillos, de exámenes, las veladas en la Perlita, y todo lo demás, para finalmente añadir la prueba definitiva: el Jaguar estaba tras Arana en la campaña. El capitán prohibió a Alberto volver a mentar el tema, pero Gamboa intercedió diciendo que mandaría el asunto al mayor, pues ese asunto requería una investigación.

Teresa iba a la playa con dos amigas y otros chicos. Su amante secreto esperó a los chicos en una calle desierta para darles una somanta. Tras eso fue a ver al flaco Higueras, le contó toda la historia de Tere, y este lo llevó de fiesta a un club de alterne, donde pagaron por cervezas y por los servicios de dos chicas.

El teniente Gamboa comenzó la investigación con la ilusión de sacar algo en claro. El capitán le dijo que lo mejor sería olvidarlo todo, pues si castigaba todos los incumplimientos del reglamento saldría mal parado. Sin embargo Gamboa pasaría revista esa misma tarde.

Boa sospechaba que el Jaguar los había denunciado, pues los oficiales revisaban uno a uno los roperos. Tras la revisión de armarios el Rulos dijo que debía ser el Jaguar quien se chivó, pues dijo que si lo fregaban, reventaría a todo el mundo.

Tras haber hecho un simulacro de campaña y la revisión de armarios, todos pensaron en contra del Rulos, de Boa y de Jaguar, en especial de este último.

El teniente bajó al calabozo a Hablar con el Jaguar, le recriminó todos sus incumplimientos del reglamento. Él se defendió alegando que eso lo hacían todos. Gamboa lo arrinconó contra la pared y le agarró del cuello, y el cadete lo golpeó para defenderse, a la vez que dijo que él no fue el asesino.

Su madre se enojó mucho al verle la cara de borracho que traía. Se fue a la playa, y allí espió a Tere, que jugaba con el chico al que machucó. Cuando lo vieron le dio otra paliza, peor que le anterior, y lo llevaron a comisaría. Tras eso se fue a vivir con el flaco Higueras.

El mayor hizo llamar a Gamboa para preguntarle sobre el informe, y para advertirle que debía serenarse y cancelar la investigación, pero Gamboa desobedeció y le recordó que estaba obligado a llevar el informe al comandante. El mayor advirtió a los dos que estaban fregados, y el capitán hizo llamar a todos los oficiales y suboficiales. El coronel llamó a Alberto a su despacho, y Gamboa lo acompañó. Ante el coronel buscó a Gamboa, pero no lo veía. El coronel lo acusó de ser un irresponsable, por acusar sin tener pruebas, y también de escribir novelitas depravadas. Cuando llegó al calabozo no le dejaron irse, así que le hicieron entrar en la celda del Jaguar.

Obligaron al flaco a seguir robando si quería seguir vivo, y su discípulo pidió seguir trabajando con él, aunque ahora le daban una miseria. El flaco y él solían pelear con otros compinches del Rajas, tanto que se hicieron amigos. Un día la banda del Carapulca les ofreció un trabajo, pero era una trampa, y sólo escaparon Pancracio y él. Este fue a ver a su madre, pero había muerto, y Tere se había mudado.

Al entrar en el calabozo se saludó con el Jaguar, el cual le pidió cigarrillos, y que investigara quién había sido el soplón, y Alberto le dijo que era un asesino, y que él era el soplón.

El capitán aconsejaba a Gamboa no ajustarse tanto al reglamento y tener más sentido común. Cuando fue a buscar a los cadetes estaban peleando, y el peor parado fue el poeta.

El antiguo ladrón llegó a casa de su padrino y pidió que lo alojaran. Este le hizo trabajar, pero le daba casa y comida. Un día que se quedó a solas con la mujer de su padrino, esta cambió. Se convirtió en una mujer amable y generosa, pues le invitaba al cine y se portaba muy bien con él.

Alberto y el Jaguar fueron a la enfermería, y después el despacho de Gamboa. Este les prohibió hablar del asunto so pena de un gravísimo castigo. El Jaguar juró que no sabía que el Esclavo fue el soplón de Cava, y Alberto pidió disculpas. Al llegar a las cuadras toda la sección se burló de ellos, y después Arróspide acusó de soplón al Jaguar. El Boa lo defendió de las acusaciones y desafió al brigadier. Toda la cuadra se alió contra el Jaguar, y comenzó una pelea, hasta que llegó un suboficial.

Gamboa hacía memoria de su pasado, recordaba su infancia, y su vuelta de Chorrillos. El comandante le dijo que le iban a trasladar a otra ciudad, y Gamboa le dio las gracias.

El jaguar había comenzado a moverse en solitario, no se juntaba con nadie, sólo discutía a veces con el Boa y con el Rulos. Alberto sabía que lo que estaba haciendo era preparar la venganza. Alberto fue a buscarlo para pedirle perdón por todo lo que había pasado, y para decirle que les diría que no fue el Jaguar el soplón.

Descripción de Personajes

Principales

Ricardo Arana: En el colegio es más conocido como el Esclavo. Es bajito, de piel lechosa, delgado y con aspecto de indefenso y débil. Es muy tímido e inteligente, pues saca buenas notas. Sufre casi todas las bromas de los cadetes. Antes de morir se hace amigo de Alberto. Está enamorado de Tere

Alberto Fernández: Era el mejor amigo de Ricardo. De estatura media y complexión no muy fuerte, aprendió a defenderse con insultos y no con peleas. Tiene talento para escribir, lo que aprovecha para ganarse algunos soles. Por su culpa consignan a toda la sección al chivarse. También se enamora de Tere.

El Jaguar: Es alto, rubio y de complexión fuerte. Sabía defenderse desde el primer día en el internado, pues tiene la cabeza bien amueblada y pelea de maravilla. Se enamora de Tere, y cuando la tiene olvidada se vuelve a cruzar con ella se casan. Es el asesino de Ricardo Arana y un ladrón de casas.

Secundarios

Teresa: Consigue conquistar a Ricardo, a Alberto y al Jaguar, pero se casa con este último. No es demasiado hermosa, ni tampoco fea. Es muy inteligente, simpática y charlatana.

Teniente Gamboa: Es de estatura media y de complexión bastante fuerte, es el oficial más duro a los ojos de los cadetes. Apoya a Alberto en la denuncia al Jaguar, lo que le lleva a que le destinen a otro lugar. Es un idealista que se ajusta solamente al reglamento.

División en Partes

Primera parte: Del capítulo I de la primera parte hasta el capítulo IV de la primera parte. En esta parte la historia es narrada principalmente por Ricardo Arana, aunque hay intervenciones de otros.

Segunda parte: Del capítulo IV de la primera parte hasta el capítulo I de la segunda parte. En esta parte la historia es contada principalmente por Alberto Fernández.

Tercera parte: Del capítulo I de la segunda parte hasta el final. En esta parte narran la historia casi en su totalidad el Jaguar y Boa.

Cita Bibliográfica

Vargas Llosa, Mario. La Ciudad y los Perros. Madrid. Punto de Lectura. 2006

Conclusión

Me ha parecido un libro magnífico, digno de un autor como Mario Vargas Llosa. Describe sorprendentemente la dureza de la vida en un colegio militar en Perú, y lo hace sin tabúes ni pelos en la lengua, lo que es necesario decir lo dice, y en un lenguaje popular, sencillo e incluso a veces grosero y obsceno, como es el usado por los cadetes peruanos del Leoncio Prado.

Ha habido dos cosas que no me han gustado mucho del libro, aunque también tienen su lógica, evidentemente. La primera es que el lenguaje que utiliza está plagado de americanismos, palabras con otro significado, frases bastante enrevesadas y muchos cultismos, lo que dificulta y ralentiza mucho su lectura. La segunda es que no escribe como el resto de escritores lo hace, pues todos los escritores se recrean en las descripciones, donde muestran su dominio del lenguaje y se lucen. Bargas Llosa se centra en la acción, haciendo sólo las descripciones que considera estrictamente necesarias para que el lector comprenda dicha acción, ocultándonos su dominio del idioma.

Pero este libro también tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo me ha sorprendido la curiosa forma de presentar la historia, la cual da saltos en el tiempo y en el espacio, unas veces narra un personaje y otras veces lo hace otro, presentándose como una especie de puzzle, y el lector debe unir todas las piezas para comprender lo que cuenta el libro.

En conclusión, es un libro cumbre de la literatura hispanoamericana, y se sabe nada más empezar a leerlo, pero no comparto la opinión de que este libro sea apto para la lectura de alumnos de bachiller, sino para alumnos de carrera, pues para comprenderlo completamente hacen falta unos conocimientos básicos de literatura, los cuales la mayoría de alumnos no poseemos, por lo que, al menos a mí, me ha costado entenderlo, aunque al final cuando se lee el epílogo se atan muchos cabos que quedarían sueltos si no se leyera. A pesar de eso, para los que nos gusta la literatura, siempre es bueno leer este tipo de obras de arte.

Índice

Resumen ................................................................................... 1-10

Descripción de Personajes ......................................................... 11

División en partes .........................................................................12

Cita Bibliográfica ......................................................................... 12

Conclusión ................................................................................... 13

LA CIUDAD Y LOS PERROS

MARIO VARGAS LLOSA




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Enviado por:Raspa Chico
Idioma: castellano
País: España

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