Literatura


La Celestina; Fernando de Rojas


LA CELESTINA

1. ÉPOCA, HISTORIA LITERARIA

La Celestina se escribe durante el reinado de los Reyes Católicos. En 1492 se produce el descubrimiento de América, la conquista de Granada y la expulsión de los judíos. Es también el año en que Antonio de Nebrija publica la primera gramática de la lengua castellana, publicación que, junto a la actividad docente del propio Nebrija en Salamanca, propicia la irrupción del Humanismo en España.

Así se sitúa en este año (1492) el comiezo de la transición entre la Edad Media y el Renacimiento.

Se desconfía de los conversos (cristianos que antes eran judíos o con antepasados de esa religión), que han de ocultar su condición. Finalmente, serán expulsados los miembros de esas religiones del reino y la Inquisición perseguirá, incluso hasta a la muerte, a los sospechosos de practicar otras religiones.

En 1499 se publica la primera edición de La Celestina, con el título de Comedia de Calisto y Melibea, después conocida como Tragicomedia de Calisto y Melibea.

2. AUTORÍA

Aunque el autor es sin duda Fernando de Rojas, existe cierta controversia en este punto, en parte inducida por el mismo autor. La obra no va firmada y Fernando de Rojas es el nombre que encontramos en los versos preliminares a la obra, a los que acompaña la carta donde se dice que hacia 1497 encontró el primer acto y el comienzo del segundo mientras estudiaba leyes en Salamanca y, al haberle gustado mucho y no conocer el final de la historia, añadió quince más hasta concluirla (se refiere a la primera versión, la Comedia). El primer problema de autoría sería, siguiendo a Rojas, el de encontrar al autor de ese primer acto; se cree que dicho primer acto es un manuscrito que se ha hallado en el Palacio Real y que se denomina Celestina de Palacio. El continuador afirma que algunos atribuían este primer acto a Juan de Mena y otros a Rodrigo de Cota.

Mena fue descartado por la crítica casi de inmediato, porque su fama en Salamanca habría sacado a la luz esa autoría de inmediato, lo cual indica que puede ser un recurso de Rojas para llamar la atención sobre la obra usando un nombre de prestigio. Al descubrirse unos escritos de Mena en prosa latinizante, se quiso volver sobre esta pista, que no parece probable.

Algo más creíble es la posibilidad de Rodrigo de Cota y se han visto conexiones entre La Celestina y su Diálogo entre el Amor y un Viejo si bien el tema amoroso se trata en ambas obras de forma muy distinta. En todo caso, la posibilidad no pasa de ahí, pues nada la fundamenta.

El problema llegó a ser más grave, pues en el siglo XIX llegó a negarse la existencia de Rojas, queriendo buscar otras atribuciones, pero autores de principios del siglo XX (Serrano y Sanz en 1902 y Del Valle Lersundi en 1929) demostraron que se trataba de una persona real, presentando documentos que demostraban su existencia y su autoría.

Menéndez Pelayo tomó algunas de estas dudas (entre los que las planteaban había gente de la talla de Leandro Fernández de Moratín o Blanco White) y descreyó de las afirmaciones de Rojas, pensando que serían fruto de la timidez o de un tópico literario convencional que acaso encubriría la necesidad de separarse de una obra algo licenciosa compuesta en su juventud, barajando también la posibilidad de que fuese un judío converso, que temería a la Inquisición; para ello se basó en la unidad de estilo, lo que justificaba la existencia de un único autor. Otros, que consideran que ese primer acto sería de verdad anónimo y todo lo demás de Fernando de Rojas, prueban su afirmación alegando diferencias en las fuentes, en las estructuras sintácticas y en los rasgos de estilo de ambos textos. Sin embargo, otra autoridad, cual es Alan D. Deyermond, se inclina por pensar que esas diferencias, realmente existentes, serían fruto del paso del tiempo. Pero aún hay opiniones más diversas, pues hay quienes creen que Rojas es autor solamente de los 5 actos añadidos en la Tragicomedia, el llamado Tratado de Centurio, o incluso al revés, el Tratado de Centurio sería fruto de una composición colectiva por parte de una reunión de humanistas amigos.

Estos problemas de atribución han llegado también a los textos que acompañan la obra (carta, prólogo o incipit, versos acrósticos y argumentos). La carta, el prólogo y los versos acrósticos se atribuyen, por lo general, al humanista Alonso de Proaza, si bien María Rosa Lida piensa que son de Rojas.

Fernando de Rojas nació en La Puebla de Montalván (Toledo) en 1470 y murió en Talavera de la Reina (Toledo) en 1541. Fue un dramaturgo español que creció en el seno de una familia de judíos conversos que reaparece en posteriores procesos inquisitoriales por mantener el judaísmo a escondidas de la Inquisición. De Rojas ayudó a miembros de su familia, los llamados marranos o criptojudíos. Su familia habría sido perseguida y él mismo ha aparecido en documentos como acusado por la Inquisición, documentos que demuestran que fue el autor de La Celestina. Estudió leyes en la Universidad de Salamanca, según él mismo afirma en La carta del autor a un su amigo, que precede el texto de su obra. Su condición de converso influye en el argumento de su obra, que a decir de la mayoría de los críticos es obra de alguien de esta condición: se ha dicho que la ausencia de fe firme justificaría el pesimismo de La Celestina y la falta de esperanza patente en su dramático final.

Murió en 1541 en Talavera de la Reina, entre el 3 y el 8 de abril. Se conserva su testamento, fechado ese día 3, muy detallado, que ha sido el deleite de los críticos al poder estudiar su abundante biblioteca. Dejó los libros de derecho a su hijo, que también fue abogado, y los de literatura profana a su esposa. En el inventario de su biblioteca, y eso es lo extraño, no figura ninguna edición o manuscrito de La Celestina, a pesar de que cuando murió había al menos 32 ediciones de la obra.

3. ECDÓTICA

En 1499 se imprime una obra sin autoría determinada ni título, que constaba de 16 actos cuya introducción decía Argumento del primer acto desta comedia. No tenía piezas finales. Fue la primera fase de La Celestina como comedia.

En 1500 aparecía como Comedia de Calisto y Melibea y unos prolegómenos: El autor a un su amigo, El autor escusámdose, el Síguese y el Argumento de toda la obra y del primer acto. También estaban al final las coplas de Alonso de Proaza.

En 1506 aparece una traducción de La Celestina al italiano con 21 actos y el título Tragicomedia de Calisto y Melibea , completada con las estrofas de Concluye el autor, el Incipit y el Prólogo. Ésta es la versión completa de La Celestina.

Fernando de Rojas continuó el primer texto, primero transformándolo en la Comedia, que constaba de 16 actos, y después en la Tragicomedia, de 21 actos.

Él es el autor de los actos II - XXI.

La obra, de un realismo descarnado, impresionó a sus contemporáneos y fue reeditada continuamente a lo largo del siglo XVI, traducida a todas las lenguas cultas y continuada por otros autores (Feliciano de Silva con su Segunda Celestina, 1534; Gaspar Gómez de Toledo con su Tercera parte de la tragicomedia de Celestina 1536; La tercera Celestina o Tragicomedia de Lisandro y Roselia, llamada Elicia y por otro nombre cuarta obra y tercera Celestina (Salamanca, 1542) de Sancho Muñón, 1542; Pedro Hurtado de la Vera; Juan Rodríguez, etc.), creando el llamado género celestinesco; Pedro Manuel de Urrea puso en verso el primer acto con el título de Égloga de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, así como Juan Sedeño, que la versificó de forma completa.

Hay huellas celestinescas en la Comedia Hipólita y la Comedia Serafina, así como en la Comedia Florinea de Juan Rodríguez Florián (1554); en la Comedia Himenea de Bartolomé Torres Naharro, así como en diversas obras de Juan de la Cueva o en el escritor portugués Jorge Ferreira de Vasconcelos; también en Égloga de Fileno y Zambardo de Juan del Encina. Pedro Calderón de la Barca escribió una comedia, Celestina, que no se ha conservado. El influjo de La Celestina se dejó sentir de forma subterránea en la novela picaresca, y en La tía fingida y el Don Quijote de Miguel de Cervantes, así como en muchas obras del siglo XVI (por ejemplo, en La lozana andaluza de Francisco Delicado) y XVII, desde El caballero de Olmedo, El anzuelo de Fenisa, El arenal de Sevilla y El rufián Castrucho o La Dorotea de Félix Lope de Vega a La segunda Celestina de Agustín de Salazar y Torres. Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, por otra parte, escribió asimismo su novela La hija de la Celestina (Zaragoza, 1612). Incluso pudo llegar a influir directamente sobre Shakespeare y su Romeo y Julieta, especialmente en el personaje de la nodriza.

4. RESUMEN DETALLADO

Calisto es un joven de gran ingenio que un día persiguiendo un halcón, entra en el huerto de la casa de Melibea, una joven rica. Cuando Calisto la ve, se enamora completamente de ella. En ese momento en el que se encuentra con ella, le expresa lo que siente de forma romántica. Melibea al principio deja que Calisto tenga esperanzas y escucha sus alagos, pero acaba echándolo de forma grosera y airosa.

Tras esto, Calisto regresa a su casa y le cuenta a Sempronio, uno de sus criados, lo enamorado que está de Melibea y lo mal que se siente por su rechazo.

Después de contarle Calisto a Sempronio lo mucho que ama y adora a Melibea (afirma que su único Dios es ella), Sempronio decide ayudar a su amo, sabiendo que va a obtener algo a cambio, y va a buscar a una vieja alcahueta llamada Celestina.

Sempronio va a casa de Celestina, que vive con una prostituta llamada Elicia, la amada de éste. Cuando llega, Elicia y Celestina se apresuran a esconder a Crito, el hombre con el que Elicia estaba engañando a Sempronio.

Celestina y Sempronio hablan de camino a casa de Calisto sobre él y su amor por Melibea, para ayudarles y sacar provecho, Celestina acepta sin ningún reparo.

Cuando se están acercando a la casa de Calisto, Pármeno, otro criado de éste, les ve e intenta avisar a Calisto de que la “puta vieja”, como él le llama, le intentará engañar y sacarle el dinero junto con Sempronio, puesto que él sirvió en su casa cuando era niño y sabe cómo es Celestina. Aún así Calisto le manda abrir la puerta a Pármeno y éste abre a regañadientes.

Cuando Calisto y Pármeno suben a por la paga que darán a Celestina, ésta y Sempronio hablan sobre como debe comportarse para conseguir el propósito. Cuando oyen que llegan Pármeno y Calisto cambian de conversación, y esto confunde a Calisto sobre sus intenciones.

Calisto está impaciente por estar con Melibea y ordena a Sempronio que vaya con Celestina y la meta prisa en su trabajo. Cuando éste se marcha, Pármeno le advierte de nuevo a Calisto, pero no entra en razón.

Celestina en su casa realiza un hechizo sobre el hilado que le va a dar a Melibea, invocando a Plutón, para que se enamore de Calisto.

Celestina va a su casa, y Lucrecia, la criada, llama a Alisa, la madre de Melibea, pero Alisa se va y deja a Melibea sola con la anciana.

Para llevar a cabo su plan, Celestina embauca a Melibea primero quejándose de sus achaques, y luego hablándole de un hombre que está mal y sólo se curará mediante su intercesión. Melibea le pide varias veces que le diga quién es ese hombre, y finalmente Celestina le dice que es Calisto. Melibea se enfada y comienza a insultarles, pero Celestina le dice que el dolor de Calisto es de muelas y que necesita su cinturón, y a cambio le da el hilado hechizado.

Sempronio y Celestina van a casa de Calisto y al llegar recibe a Celestina amablemente, ésta le da el cordón y él como pago promete dar todos sus bienes.

Pármeno acompaña a su casa a Celestina, y por el camino ella le dice que se alíe con Sempronio en el negocio. También recuerda sus viejos tiempos con la madre de Pármeno, cuando ambas eran prostitutas.

Le promete entregarle a Areúsa, a cuya casa van. Celestina habla con ella para que le deje entrar y gozar de su cuerpo, que también disfruta viendo Celestina.

Hace pasar a Pármeno y les invita a que disfruten del amor y su juventud, Areúsa se muestra reacia a hacerlo en presencia de Celestina, pero ésta acaba marchándose porque siente envidia.

Al día siguiente cuando Pármeno regresa a casa de su amo, hace amistad con Celestina y Sempronio. Tras quedar en comer en casa de Celestina con las dos prostitutas, Areúsa y Elicia, Pármeno y Sempronio van a ver a su amo.

Cuando están en casa de Celestina, Sempronio y Elicia discuten, y durante la disputa aparece Lucrecia, que le dice a Celestina que vaya a ver a Melibea.

Cuando llega Celestina, Melibea le dice que desea a Calisto, y Celestina les cita a las puertas del huerto de Melibea por la noche. Cuando Celestina se marcha de casa de Melibea, se encuentra con Sempronio y Calisto, y les cuenta la cita nocturna. Calisto, como compensación, le da una gran cadena de oro a Celestina y ella se marcha.

Los criados y Calisto van a ver a Melibea y llegan al huerto, donde los esperan Melibea y Lucrecia. Al comenzar el encuentro los varones salen corriendo al oír ruido, y dejan la cita para la siguiente noche. Mientras Calisto regresa a su casa, Pármeno y Sempronio le van a pedir su parte de la ganancia de la cadena de oro a Celestina, pero ella se niega a darles nada, por lo que Sempronio se enfada mucho, y cuando ya comienza a amenazarla, Celestina llama a Elicia, y ésta intenta inútilmente que se detenga.

Sempronio le apuñala y la mata, y como va a llegar el alguazil, se tiran por la ventana. Pero les cogen y les matan en la plaza.

Cuando Calisto despierta habla solo, y después llama a Tristán, un criado. Después llega Sosia, otro criado, y llorando y apenado le cuenta lo que les ha sucedido a Calisto, y éste se siente fatal, y más al saber que fue porque mataron a Celestina por la cadena de oro que él le dio.

Melibea está muy triste porque Calisto tarda mucho en ir a verla, y se lo cuenta a Lucrecia. Esa noche llega Calisto acompañado de Tristán y Sosia y él y Melibea se ven en el huerto, aunque no mucho rato, y al regresar a casa Calisto le pide al dios del sol, Febo, que cese sus rayos para que llegue así la noche y pueda ver a Melibea. Por la tarde Sosia y Tristán hablan sobre Calisto y escuchan llorar a Elicia, comentan que tenía por madre a Celestina y era “amiga” de Sempronio, y llora sus muertes, también hablan de Areúsa.

Areúsa discute con Centurio, y llega Elicia muy afligida, y le cuenta a Areúsa la muerte de Sempronio, Pármeno y Celestina, y ellas deciden vengarse de los enamorados Calisto y Melibea, matando a Calisto, y para ello acuerdan que lo haga Centurio, éste acepta, pero les dice a unos bandoleros que conoce que lo hagan ellos.

Los padres de Melibea, Pleberio y Alisa, creen que su hija es virgen, y están hablando de casarla, Lucrecia les escucha y avisa a Melibea, ella al oír la conversación, le dice a Lucrecia que les interrumpa rápido.

Otra noche más, Calisto va a ver a Melibea, acompañado de Sosia y Tristán. Estaban disfrutando los enamorados, mientras Lucrecia se moría de envidia y les veía y les escuchaba. Se oye ruido fuera, a causa de el ataque de los hombres de Centurio a los criados de Calisto, y éste se apresura a salir, pero baja muy deprisa, se cae y se mata.

Cuando se entera Melibea siente mucho dolor, y se lamenta de no haber valorado más su tiempo con Calisto. Regresa con Lucrecia a la casa y ésta despierta a Pleberio para que vaya a ver a Melibea. Su padre intenta consolarla, ella dice que tiene dolor de corazón y envía a su padre a por algún instrumento de cuerdas. Cuando su padre va, ella le dice a Lucrecia que le diga a su padre que le espere al pie de la tore, y tras un largo monólogo, se tira y se mata.

Los gritos y lamentos de Pleberio despiertan a Alisa, que al enterarse del suicidio de su hija, se desmaya. Pleberio, roto de dolor, comienza su planto, en el que se lamenta por el dolor y la soledad que le espera al haber muerto su única hija, y ser demasiado viejo para tener más.

5. ANÁLISIS DE PERSONAJES PRINCIPALES

Un rasgo común de todos los personajes (tanto en el mundo de los señores como en el de los criados) es su individualismo, su egoísmo, su falta de altruismo. El provecho privado de los personajes de clase baja, sustituye en fuerza y presencia al amor en la clase alta. Se constituyen a lo largo de la obra dos grupos de personajes opuestos, los siervos y los señores, y en ambos grupos los personajes se agrupan por parejas: Pármeno y Sempronio, Tristán y Sosia, Elicia y Areusa, en el mundo de los siervos; Calisto y Melibea, Pleberio y Alisa, en el mundo de los señores. Solamente Celestina y Lucrecia no tienen correspondencia, pero es porque su oposición es vertebral en la historia: Celestina constituye el elemento catalizador de la tragedia, al representar el desenfreno vital, mientras que Lucrecia, criada de Melibea, representa el extremo de toda represión.

-Celestina: Es el personaje central de la obra. Es un personaje pintoresco y vívido, es hedonista, avariciosa y vital. Es una gran manipuladora, y sabe como hacer que hasta los que están en su contra cedan a sus propósitos. La mueve una gran codicia, el apetito sexual (que sacia facilitando y presenciando incluso), llegó a practicar la pederastia, como insinúa Pármeno, y el gusto por que los demás hagan su voluntad. Representa un elemento subversivo dentro de la sociedad: se siente comprometida a propagar y facilitar el goce sexual, esto lo lleva a cabo siendo alcahueta y prostituyendo a Elicia y Areúsa. Ella de joven fue prostituta.

Practica la hechicería, como se ve cuando hace un pacto con Plutón, el demonio. Esto se inspira en el personaje de la alcahueta que ya había aparecido en las comedias romanas de Plauto y a lo largo de la Edad Media en obras como el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (el personaje conocido como Urraca la Trotaconventos) y en obras latinas e italianas como la Historia duobus amantibus de Enea Silvio Piccolomini o la Elegía de madonna Fiammeta de Giovanni Boccaccio. Utiliza para penetrar en las casas el artificio de vender afeites, hierbas, ovillos y adornos para las mozas; como alcahueta considera estar haciendo un oficio útil y como tal tiene su orgullo profesional. Le gusta el vino y es diabólicamente inteligente, pero a veces esto se ve nublado por su exesiva codicia ya citada, que le lleva a la muerte.

Físicamente es una anciana sin demasiadas limitaciones, y que suele vestir harapos para dar pena y que sus engaños surtan mayor efecto.

-Calisto: es un joven a quien solamente le preocupa satisfacer sus deseos, atropellando a quien sea para conseguirlo. Su cinismo le hace despreciar la sinceridad de su criado Pármeno cuando este le advierte de los peligros que corre. Es realmente egoísta. Es el personaje más cargado de literatura, más voluntariamente artificioso. Encarna el 'loco amor', del que es víctima: figura trágica y antiheroica. Tras la escena primera (rechazo de Melibea a Calisto) se da el amor ilícito, no se insinúa el matrimonio y se recurre a la alcahueta. Esto, según autores, sería porque él es cristiano viejo y ella no. No obstante, Lida de Malkiel señala que el casamiento entre cristianos nuevos y viejos siempre fue lícito. No es posible saber la intención del autor o si esta 'ilicitud' se debe a estos motivos, lo que sí es indudable es que los cristianos nuevos no estaban muy bien vistos en esa época y en posteriores. Otra teoría sería la de Otis H. Green, que piensa que la negativa inicial responde al ideal del amor cortés, si bien Calisto no respetará las reglas, lo que provocará una suerte de 'castigo poético'.

Es un hombre joven y bello.

-Melibea: es una mujer vehemente, que pasa de la resistencia a la absoluta entrega a Calisto sin apenas dudar; en ella la represión aparece como forzada y antinatural; se siente esclava de una hipocresía que se le ha inculcado desde pequeña en su casa.

Sus acciones son producidas a causa del hechizo de amor de Celestina. Actúa regida por su conciencia social. Lo que ella cuida es su externo concepto del honor: no hay pudor personal ni sujeciones morales. Su pasión es más real y menos literaria que la de Calisto, sería la lujuria más que el amor el motor de sus acciones, por el hechizo. La muerte de Calisto la deja en una delicada posición moral. El amor hacia Calisto y su pérdida la llevan a suicidarse.

Es una mujer joven y bella, de buena familia y adinerada, cuyos padres la cuidan mucho, ya que es su única hija y heredera.

-Pármeno: es uno de los criados más próximos a Calisto. Es quizá el personaje más trágico de la obra, porque es corrompido por todos los demás personajes. Es hijo de Claudina, mujer que de joven ejerció la prostitución junto a Celestina y eran amigas. Pármeno además sirvió de niño en casa de Celestina, y ésta le hacía dormir a veces con él. Por esas razones Pármeno conoce muy bien a Celestina, la odia e intenta que Calisto no la escuche pues le engañará. Su lealtad termina de derrumbarse al ser seducido por una de las pupilas de Celestina, Areúsa, que después de estar con ella una noche se une al negocio de Sempronio y Celestina, y acaba por corromperse a sí mismo también. Tiene cierto paralelismo con Melibea, quien también se niega en principio a seguir la corriente corruptora pero ambos acaban mal por ceder.

-Sempronio: hace tiempo ya que ha perdido cualquier ideal sobre los amos a los que sirve y solamente pretende aprovecharse de ellos con egoísmo y codicia. Mantiene una relación con una de las prostitutas de Celestina, que a su vez le engaña, y es el dueño de la idea de aprovecharse de Calisto para poder mantener su pasión a costa de la de su señor, en él se ve la ruptura de los lazos feudales amo-señor.

-Elicia y Areúsa: Las prostitutas Elicia y Areusa odian en el fondo a los hombres y a las aficionadas como Melibea; son rencorosas, envidian a Melibea y pretenden que Centurio vengue la muerte de sus amantes, los criados de Calisto y de Celestina. Una tiene clientela fija y casa, la otra, menos experimentada, todavía no. Elicia sólo busca el placer con despreocupación de lo que pasa a su alrededor y de lo que no sea placentero; no le preocupa ni su pasado ni su futuro. Sólo la muerte de Celestina la hace volver a la realidad. Areúsa presenta una conciencia de sí misma más acusada. La venganza que trama junto a Elicia no es realmente por la muerte de sus amantes, sino más bien por el desamparo en el que quedan y por el odio que sienten por la clase social alta (envidia y rabia).

-Pleberio: es el padre de Melibea, un hombre demasiado ocupado que ve cómo su vida pierde todo sentido al suicidarse ésta, por lo cual declama el planto final de la obra, un lamento por el poder del amor donde sufre por la soledad y esterilidad a la que le ha condenado el destino tras tanto esfuerzo sin fruto. Este personaje es algo egoísta, pues los momentos de dolor quiere que su esposa los sufra con él.

-Alisa: es la madre de Melibea y no posee una verdadera relación con su hija; se limita a especular sobre su matrimonio sin haberle consultado apenas. Se ve que no se preocupa mucho por su hija, pues conociendo a Celestina deja a solas a su hija con ella, así la alcahueta ve vía libre para engatusarla y darle el hilado hechizado que la perderá.

-Lucrecia: criada que sirve a Melibea y a sus padres. Desconfía de Celestina, pero aún así no advierte a Melibea, quizá por miedo a la anciana. Acompaña a Melibea en todos sus encuentros con Calisto y les envidia. Es fiel a sus amos, y sobre todo a Melibea, a quien es próxima en edad.

-Centurio: su intervención, aunque mínima, es importante, pues él es quién envía a sus hombres a por Calisto y sus criados, por orden anterior de Elicia y Areúsa, y quien por tanto interviene en la muerte de calisto. Se deduce que es joven y vago.

6. FUENTES

Fernando de Rojas era un gran lector, como testimonia el inventario de los libros que poseyó (los cuales se incluyen en su testamento). Las fuentes de su magna obra no son populares, sino cultas; sin embargo, no hay que menospreciar, como se suele hacer habitualmente, la experiencia vital del autor como abogado, que posiblemente le puso en contacto con el mundo criminal. Entre las fuentes cultas hay que distinguir primero las obras con las que La Celestina posee sólo coincidencias fortuitas (Museo, Teócrito o Safo). Muchos autores citados no lo son directamente, sino que sus palabras llegan a través de fuentes indirectas o por imitadores y comentadores (Menandro, Epicuro o Heráclito). Un ejemplo de esto es el tema de la imperfección de la mujer, el cual puede venir de Aristóteles, pero que es a su vez un tópico literario medieval tan frecuente como el carpe diem, que aparece también en la obra. Por otra parte, el personaje de la lena (tercera o alcahueta) es muy habitual en el Ars amandi de Ovidio y en clásicos como Séneca, Plauto y Terencio. Sí es determinante y fundamental en la obra de Rojas la obra filosófica del humanista Francesco Petrarca, y en concreto el De remediis utriusque Fortunae, que aparece citado 99 veces y que el autor conocía a través del Index o extracto de sus obras.

Por otra parte, y en cuanto al argumento de la obra, existían los precedentes de Paulus (1390) de Pier Paolo Vergerio, la Commedia Poliscena de Leonardo Bruni, la Historia duobus amantibus del cardenal Enea Silvio Piccolomini (una obra erótica del que luego sería papa), y la Elegia di madonna Fiammeta de Giovanni Boccaccio, además de comedias humanísticas en latín de la Edad Media como el Pamphilus.

En cuanto a las huellas castellanas, encontramos a los dos arciprestes: Alfonso Martínez de Toledo y Juan Ruiz (posiblemente el Libro de buen amor no lo conoció directamente, sino que tendría comunidad de fuentes en el Pamphilus), la Crónica General, el Tristán de Leonís, la Cárcel de amor y las obras de Juan de Mena, Jorge Manrique, y Juan del Encina.

7. GÉNERO

Se considera que La Celestina pertenece al género dramático, ya que en ella no hay narrador y es un diálogo constante, no tiene acotaciones teatrales, etc.

La obra es muy original con respecto a la producción dramática de su tiempo, y tiene rasgos de proximidad a la narrativa.

La Celestina ha presentado muchos problemas para representarse: enorme extensión, elementos obscenos, muchos espacios, y se ha tenido que adaptar siempre.

El género de La Celestina es una cuestión polémica, que surge ya en el siglo XVIII cuando el problema del género se plantea. La inflexible preceptiva neoclásica apremiaba a encajar la obra en un modelo preexistente, pero los férreos moldes de los géneros dieciochescos imposibilitan ese propósito, lo que deterioró su consideración entre los idealizantes escritores del Neoclasicismo, como Moratín, que la llamó «novela dramática» para denotar la mezcla de géneros y la originalidad de la obra. Otro crítico y escritor, éste de la Renaixença catalana, Buenaventura Carlos Aribau, la llamó «novela dialogada». Se resistían a encajarla en el drama. El hecho es que se trata de un texto totalmente dialogado, cuya extensión y saltos temporales y sobre todo espaciales, hacían irrepresentable en su momento y la destinaban a la lectura en voz alta, como era costumbre en la época; sin embargo, esto no quita que para el lector de la época de Rojas se tratara de un texto dramático. Ya entrado el siglo XX y con extensos medios escenográficos, la obra pudo representarse íntegra o resumida, si bien no es una obra concebida para la representación sobre un escenario, sino para una lectura dramática. Marcelino Menéndez Pelayo se debatía en sus Orígenes de la novela, a fines del XIX, en la contradicción de considerarla drama por ser todo en ella activo y nada narrativo, o no hacerlo, a causa de su excesiva longitud, su obscenidad y su estructura, donde la acción es escasa y la escenografía nula. En todo caso, Menéndez Pelayo no duda del influjo que la obra produce sobre la novela posterior por su realismo, tanto ambiental como psicológico. Desde la perspectiva moderna, sin embargo, estas objeciones que plantea son de escasa relevancia: la duración es una convención más comercial que literaria y la obscenidad es algo opinable y más propio del momento político en que Pelayo escribió que del de la obra o la época actual. Es más, su estructura no es muy diferente de la de muchas obras de ese momento e incluso posteriores, cuando en los Siglos de Oro el teatro en España alcanzó su máximo esplendor. Sencillamente, Menéndez Pelayo era víctima de sus prejuicios clasicistas y de su formación católica, que hacían prevaricar con frecuencia sus juicios estéticos.

Críticos posteriores, como Alan Deyermond a fines del siglo XX, recuperaron la denominación de Aribau de novela dialogada, viendo en La Celestina uno de los precursores de la novela moderna y con ella del Quijote, primera obra que merece esta consideración.

Hoy en día, aunque son mayoría los que la ven como una obra dramática, se reconoce la imposibilidad de reducir la cuestión a un esquema simplista. Es cierto que la acción es escasa; el ritmo, lento; los parlamentos, largos y los monólogos, minuciosos; pero no es la única obra dramática de su extensión ni con sus mutaciones escénicas. María Rosa Lida habló de teatro para no ser representado.

El uso del tiempo es típico de lo que será la novela, aunque no exclusivo de ella. Stephen Gilman y Asensio no dudan en separar el tiempo implícito del tiempo explícito. Si bien hay un tiempo explícito en el que se desarrolla la acción, de forma continua y lineal, también hay un tiempo implícito, más largo, que se hace necesario para entender lo que sucede.

Gilman resuelve la cuestión calificando la obra como agenérica; principalmente por contener diálogo puro, es para él algo distinto y anterior a la cristalización de la novela y el drama tal y como hoy los concebimos.

Pero Lida apunta en 1962 una idea ya sugerida por Menéndez Pelayo y es considerarla comedia humanística. Hay que señalar la comedia humanística como género subyacente a la constitución de La Celestina por varios motivos, como el ser hecha para la lectura, con argumento simple y desarrollo lento, la concepción del tiempo y del lugar, ser en prosa, el manejo del diálogo como estructura clave, la división en actos y el interés por lo pintoresco.

Sin embargo, no podemos hablar de comedia humanista propiamente dicha por dos motivos principales: el no estar escrita en latín y, sobre todo, el final trágico, heredado según Deyermond de la novela sentimental. Además el uso que se hace del diálogo no se había dado hasta entonces. La novela y el teatro modernos, que hacen un uso similar del diálogo están aún por crear; vemos un uso del diálogo en el que los personajes toman vida y se van creando. Gilman opina que fue La Celestina quien dio la base a Cervantes para usarla en los diálogos del Quijote.

Es también destacable el uso del aparte (no acotado), los monólogos y la ironía, cuyas raíces provienen de la "comedia" latina de Terencio, autor que a menudo se usaba como libro de texto. Como en la comedia elegíaca hay un papel activo de la amada y un ambiente coetáneo.

De todo lo dicho se deduce que una reducción simplista está fuera de lugar. Aunque se tiende a considerarla como obra dramática, en realidad ningún género literario se adecua por sí solo a las características de la obra.

8. ESTILO

Se cultivan en la obra dos estilos enfrentados: por un lado el culto, donde domina el hipérbaton, la sintaxis latinizante, el homoioteleuton, el léxico lleno de cultismos, las metáforas, el párrafo largo y cargado de subordinación y las citas grecolatinas; y por el otro, el popular, menos afectado, de frase corta, lleno de diminutivos, de refranes y frases hechas, en tono coloquial y con frecuentes exclamaciones. Abundan además las geminaciones (a veces antitéticas, a veces sinonímicas de cultismo y de palabra patrimonial), los paralelismos y las antítesis. Se hace un inteligente uso del aparte y del monólogo, y se coincide en que la obra estaba destinada a ser leída de forma hablada más que a ser representada.

Los rasgos cultos no se dan con la pedantería de épocas anteriores. Se utiliza un lenguaje llano al que las necesidades del diálogo dan dramatismo y variedad.

Lida de Malkiel señala la mesura en el uso del estilo popular, así como las variadas formas de diálogo, ajustadas siempre a la acción y a las situaciones, convirtiéndose en elementos de caracterización de los personajes.

Las modalidades de diálogo más importantes son las réplicas breves, que reflejan naturalidad y modernidad. Abunda también el diálogo oratorio. Por otra parte destaca el uso del 'aparte', tanto el advertido como el no advertido por los demás personajes. En cuanto al monólogo, no son muchos, pero sí extensos y distribuidos de forma equilibrada, siendo importantes para revelar conflictos interiores y dibujar caracteres; en los monólogos resalta la abundancia de apóstrofes e interrogaciones.

Se ha criticado el exceso de erudición, si bien Deyermond piensa que el uso de ejemplos y sentencias no atenta contra el realismo de la obra, pues es rasgo del habla usual de la época.

Es muy importante tanto el uso de imágenes como la ironía. También destaca la simetría de personajes.

9. VALORACIÓN CRÍTICA

La obra es de carácter pesimista, pues muestra las maldades del ser humano y lo que puede llegar a hacer por sus interesesy su codicia. Critica al ser humano de la época, que era avaricioso y egoísta. Esta obra podría haberse tachado de herejía, por las afirmaciones ateas y blasfemas de Calisto, y la cantidad de sexo y lujuria que hay pensando sólo en el placer, previo al matrimonio, etc, pero todos los personajes que cometen esos actos de lujuria y maldad (también hay asesinatos) al final resulta que mueren, “caen” por sus acciones, así que la obra tiene un sentido ético y moral, que advierte que si cometes esos actos acabarás muy mal.

Esta obra tuvo una gran aceptación por parte del público, en parte gracias al personaje de Celestina, muy novedoso y diferente a todos los demás y a lo que se tenía visto entonces, tal es la importancia de este personaje, que la obra, llamada al principio Comedia de Calisto y Melibea, pasó a llevar su nombre.

ÍNDICE

1. Época, historia literaria

2. Autoría

3. Ecdótica

4. Resumen detallado

5. Análisis de personajes principales

6. Fuentes

7. Género

8. Estilo

9. Valoración crítica




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Enviado por:Agp16
Idioma: castellano
País: España

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