Política y Administración Pública


Gorbachov y cambios en la Unión Soviética


Mijail Gorbachov:

“A pesar del dramatismo de mi biografía política, he tenido un destino afortunado”

  • El ex líder soviético que estremeció al mundo entero con sus reformas continúa en carrera política encabezando actualmente el Partido Socialdemócrata de Rusia, e incluso los mismos que hace once años lo señalaban como el culpable de todos los males admiten hoy la dimensión histórica de su figura.

A los 71 años Mijail Gorbachov mantiene la fundación que lleva su nombre con sus propios recursos, procedentes de los derechos de sus intervenciones en diversos foros. Con él trabajan algunos de sus antiguos colaboradores en el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y también su hija Irina.

A una década del fallido golpe que lo destituyó de su cargo, Mijail Gorbachov -lamentándose por no haber podido llevar a cabo la perestroika- reconoce que “los rusos prefieren vivir en una sociedad libre y democrática”.

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Sus comienzos

Mijail Serguéievich Gorbachov nació en la aldea de Privolnoye (Stavropol), cerca de Moscú, el 2 de marzo de 1931. Sus estudios primarios los realizó en la escuela rural y sólo duraron tres años, puesto que toda la región cayó bajo ocupación nazi. Cuando retomó sus estudios después de la guerra tuvo que combinarlos con trabajo agrícola de la misma manera que el resto de los habitantes de la URSS.

Gorbachov perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial, por lo que a los catorce años comenzó a trabajar como asistente de un operador de tractores en una cosechadora combinada en una estación mecanizada. Estas estaciones de tractores eran un centro donde se les entrenaba magníficamente en cuanto a agricultura, pero también en relación a doctrina política. Es por esto que durante su juventud fue militante de la Komsomol, organización juvenil de] Partido Comunista (PCUS). 

Entre 1950 y 1955 cursó estudios de Leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Moscú, destacando como activista ideológico en los círculos comunistas universitarios, razón por la cual, al terminar sus estudios, regresó a Stavropol con la idea de comenzar una ascendente carrera política. Allí comenzó cursos de ingeniero agrónomo por correspondencia y accedió a esta titulación en 1967.

Entre 1956 y 1958 ocupó el cargo de secretario general del Comité del partido de Stavropol vinculado a la Komsomol.  Fue en esta misma época cuando Gorbachov contrajo matrimonio con Raisa Titorenko, una joven titulada en filosofía, quien lo acompañaría en sus posteriores tareas políticas. Ambos fueron llamados por la prensa internacional como los Kennedy que venían del frío.

En 1966 ingresó en el PCUS y en 1970 era primer secretario del Comité Regional de Stavropol. Protegido por los influyentes miembros del Politburó Mijail Suslov y Fiodor Kulakov, Gorbachov accedió a las instancias centrales del partido: fue miembro suplente del Comité Central en 1971, titular al año siguiente, y en 1978 ingresó en la Secretaría de dicho organismo, asumiendo responsabilidades en las cuestiones de producción agrícola.

El carisma de Gorbachov fue uno de sus rasgos más llamativos. Como en cierta ocasión se escribiera en el diario L'Express “jamás un líder soviético había captado, en poco tiempo, la atención y favores del mundo entero”. Incluso fue alabado por Margaret Tatcher, quien fue la primera dirigente occidental que supo describir y valorar este protagonismo de este todavía apenas conocido político tras su encuentro en Londres en 1984, donde afirmó “I like Gorbachov”.

En rápido ascenso a su carrera política en 1979 fue nombrado miembro suplente del Politburó, siendo titular en 1980.  La muerte de L. Breznev y su relevo por Yuri Andropov, en noviembre de 1982, fue un factor importante en la carrera política de Gorbachov, pues el nuevo dirigente le promocionó junto a otros jóvenes la preparación del relevo generacional.  En 1983 apareció en numerosos actos como adjunto de Andropov y previsible sucesor.  La súbita muerte de éste abrió en 1983 una fase de transición con la elección del veterano Konstantin Chernenko para sucederle en la Secretaría General del partido.  Estaba claro que la situación aún no estaba madura para el ascenso de la nueva generación.

En el verano de 1984 Chernenko se enfermó y Gorbachov, apoyado ahora por el influyente Andrei Gromyko, comenzó a cobrar un protagonismo que le perfilaba como futuro máximo dirigente, aunque los sectores más conservadores de la cúpula jerárquica del PCUS parecían optar por Gregori Romanov, heredero de la tradición brezneviana y vinculado a las fracciones más intransigentes. 
Tras la muerte de Andropov en 1984, Gorbachov pasó a dirigir la Comisión de Asuntos Exteriores del Politburó durante el breve mandato de Konstantin U. Chernenko. A la muerte de éste en 1985, Gorbachov se convirtió en secretario general del PCUS. Y en 1988, después de que Andrei Gromyko se retirara como presidente del Estado, Gorbachov también asumió este cargo, como presidente del Presidium del Soviet Supremo.

La reforma de Gorbachov: sus pro y contra.

Entre 1985 y 1990, este hombre nuevo líder intentó reformar la sociedad soviética introduciendo la tan conocida perestroika - en ruso la reestructuración de la economía - y la glasnost, la cual significaba la transparencia en asuntos políticos y culturales.

Estas dos nuevas reformas implicaban la apertura hacia el mundo exterior, cooperación con Occidente y la lucha contra el paralizado régimen político y económico dentro del país.

La democratización interna del Partido, la modificación constitucional para permitir el pluripartidismo y la conversión del país en república presidencialista fueron los primeros pasos de Gorbachov. En política exterior, retiró las tropas soviéticas de Afganistán, normalizó las relaciones con China, firmó una serie de acuerdos sobre el control de armas con los presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y George Bush, y cooperó con el esfuerzo dirigido por Estados Unidos para expulsar a Irak -durante mucho tiempo aliado soviético- de Kuwait durante la guerra del Golfo Pérsico.

Por su colaboración en la conclusión de la Guerra fría permitiendo que antiguos países del bloque soviético de Europa Oriental abandonaran sus regímenes comunistas, así como por su intervención en la unificación de Alemania (que aceptó en el Tratado de Moscú de septiembre de 1990), le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en octubre de 1990. En marzo de ese mismo año, el Congreso de los Diputados del Pueblo le nombró presidente de la URSS. 

Como parte de la apertura política, aumentó la tolerancia de credo y pensamiento, se permitió a los medios de publicidad divulgar los acontecimientos tanto a nivel nacional como internacional, se liberaron presos políticos como el disidente Andrei Sajarov, y se alentó la creatividad e iniciativa del individuo. Los efectos de esta apertura fueron en algunos casos tan graves como la publicación de estadísticas que pusieron de manifiesto los grandes males del país (alcoholismo, prostitución, alarmantes tasas de mortalidad infantil, escasas cosechas, etc.), y el surgimiento de movimientos nacionalistas e independentistas de las repúblicas soviéticas del Báltico y del Medio Oriente, lo cual fue un problema al que Mijail Gorbachov tuvo que enfrentarse con firmeza pero sin recurrir a la violencia.

Pero también tuvo efectos positivos entre los cuales se cuentan la autorrevisión del sistema, la libertad de expresión, la reimpresión de autores prohibidos durante mucho tiempo, la reinstauración de los derechos humanos, el regreso de emigrantes y refugiados a la madre patria y el apoyo a las expresiones artísticas.

La reestructuración económica tenía la finalidad de propiciar la participación individual en el proceso de producción, así como de modernizar los sistemas. Entre muchas otras medidas, Gorbachov redujo las restricciones a la pequeña libre empresa e introdujo el principio de las utilidades como principal impulso para las industrias estatales, concedió mayor independencia a los directivos de fábricas y granjas, instituyó que dichos directivos fueran elegidos por los trabajadores y que las empresas estatales invirtieran sus utilidades en la generación de otras operaciones. Asimismo, introdujo leyes para agilizar el crédito y el financiamiento y fomentar la investigación tecnológica.

Después de un tormentoso debate en el cual las voces de los comunistas chocaron con los reformistas, estas propuestas fueron aceptadas. Gorbachov comenzaba un camino difícil.

La opinión pública soviética -como lo demostraban las manifestaciones callejeras- estaba impaciente, pero dividida; los conservadores se quejaban de que él iba demasiado rápido, los reformistas de que la situación no estaba evolucionando todo lo rápido que se quería.

En forma paralela, el 11 de marzo de 1990 Lituania declaró formalmente su independencia. Vytautas Lansbergis, un musicólogo, fue elegido Presidente. Gorbachov atacó la acción como "ilegítima e inválida", pero estaba reticente a usar la fuerza para revertirla. Sin embargo, como la crisis se agudizaba, en marzo tropas soviéticas ocuparon los edificios del partido en Vilnius, la capital lituana. No obstante, los hechos se multiplicaron: el 25 de marzo los comunistas de Estonia votaron por la independencia; Latvia los seguiría en mayo. El 28 de marzo la Hungría independiente llevó a cabo sus primeras elecciones libres desde 1945.

Luchando para recuperar el control, Gorbachov impuso un embargo económico a Lituania. Les cortó el abastecimiento de petróleo y el 84 % del gas natural que llegaba por cañería, dejando pasar sólo lo suficiente para mantener servicios esenciales, como los hospitales. Prohibió el abastecimiento de otros bienes.

El 29 de mayo, Boris Yeltsin, un líder reformista que había renunciado a su puesto en el Politburó y al Partido Comunista, fue elegido líder del Parlamento de la República Rusa y declaró que las leyes rusas tenían preponderancia sobre las soviéticas. En efecto, esto era una declaración de soberanía Rusa y de independencia de la Unión Soviética.

A través de las siguientes semanas, la reunificación alemana fue hecha a martillazos. La Unión Soviética fracasó en asegurarse un período de transición en el cual las fuerzas militares en Alemania del Este se mantuvieran como "miembros asociados" del Pacto de Varsovia o vigilaran la conducta de Alemania. A principios de julio, en Londres, una cumbre de la OTAN hizo una declaración de no agresión con las naciones del Pacto de Varsovia. Eso fue una ayuda. Alemania, mientras tanto, prometió confirmar sus fronteras con Polonia, prometió limitar el tamaño del futuro Ejército alemán, acordó no establecer armas nucleares en Alemania del Este y se comprometió a pagar los costos del traslado de tropas soviéticas -estimadas en medio millón de hombres- desde Alemania del Este y restablecerlos en Rusia. En una conferencia de prensa el 16 de julio, Gorbachov declaró, "nos guste o no, llegará el momento en que una Alemania unida estará en la OTAN si esa es su decisión. Entonces, si esa es su elección, en cierto grado, en cierta manera y forma, Alemania podrá trabajar junto con la Unión Soviética".

Dos semanas antes, en el congreso de partido número 28, Gorbachov había sido ferozmente atacado por partidarios de línea dura que lo acusaban de haber dejado ir a los Países Bálticos, por debilitar el Pacto de Varsovia y socavar los fundamentos ideológicos de la Unión Soviética y del Partido Comunista. A pesar de todo fue reelecto Secretario General. Aunque la Unión Soviética todavía existía, estaba llena de problemas.

En agosto, el golpe

Corría el octavo mes del año en 1991. Pese al constante esfuerzo de Gorbachov por superar la deteriorada situación económica soviética debió enfrentarse a las presiones de los comunistas de la línea dura, de los reformistas y de las fuerzas nacionalistas que buscaban la independencia de sus repúblicas.

Mijail Gorbachov se encontraba de vacaciones en Crimea junto a su familia, cuando la tarde del 18 de agosto una delegación de Moscú llegó hasta la villa donde él estaba. El líder soviético intentó llamar por teléfono, pero éste había sido cortado. Entraron en la casa los conspiradores: Oleg Baklanov, delegado del Consejo de Defensa de Gorbachov; el secretario del Partido Oleg Shenin; el delegado del ministro de Defensa, general Valentin Varennikov y el jefe de gabinete Valery Boldin. A la cabeza de esta conspiración estaban el primer ministro Pavlov, el director de la KGB, Vladimir Kryuchkov; el ministro del Interior, Pugo y el ministro de Defensa Dimitry Yazov.

La misión de los conspiradores era lograr que Gorbachov aprobara una declaración de Estado de Emergencia Nacional y firmarlo, o renunciar y entregar su autoridad a Yanayev. El fin último de esta emboscada era impedir la firma de un nuevo Tratado de la Unión entre las repúblicas soviéticas, que habría reemplazado a la estructura centralizada de la Unión Soviética por relaciones realmente federales.

En Moscú, temprano en la mañana del lunes 19 de agosto, mientras terminaban las vacaciones de Gorbachov, la radio y la televisión empezaron a transmitir un anuncio del "Comité estatal para el estado de emergencia" que anunciaba que el Presidente Gorbachov estaba enfermo y no podía cumplir con sus obligaciones, ante lo cual, el Vicepresidente, había asumido los poderes de la Presidencia y declarado una emergencia.

En todo los ministerios de Moscú y en las repúblicas, cada civil tuvo que decidir por sí solo qué hacer. La mayoría esperó la evolución de los hechos. Pero suficientes hombres y mujeres en el gobierno, el Ejército y en la KGB se negaban a obedecer órdenes del Comité de Emergencia antes de asegurarse de la evolución del golpe. La resistencia fue liderada desde la Casa Blanca y por Boris Yeltsin desde el Parlamento Ruso. Yeltsin, usualmente en desacuerdo con Gorbachov, en esta ocasión se mantuvo firme. Denunció el golpe y a los que estaban detrás de él, reuniendo apoyo para un gobierno legítimo y liberal, en vez de un regreso a las oscuras etapas de la tiranía totalitaria. Llamó a una huelga general. Aquellos que estaban de acuerdo con Yeltsin, y tuvieron el valor de decirlo, fueron a la Casa Blanca rodeada por tropas y tanques.

En la mañana del 20 de agosto, el presidente de Estados Unidos George Bush se reunió con la prensa y alabó a Gorbachov como "una figura histórica" cercada por Yanayev, y estuvo al borde de denunciar que "esta toma de poder era extra constitucional". Insistió en que la reacción de los Estados Unidos intentaría no "sobre excitar al pueblo americano o al mundo”.

Aquella noche se produjeron las primeras víctimas. Tres hombres jóvenes fueron muertos por militares que se movilizaban armados hacia la Casa Blanca para apoyar el golpe. Si el Comité de Emergencia hubiera sido más decidido, ciertamente se habrían producido más muertos. Pero ellos se declaraban inseguros de sí mismos y del apoyo con que contaban, quizás incluso de su causa. El golpe había fracasado.

Al día siguiente una delegación viajó a Crimea para ver a Gorbachov. Kryuchkov, Yazov, Baklanov y Anatoli Lukyanov, jefe del Soviet Supremo, estaban entre ellos. Gorbachov aceptó verlos con la condición que se restauraran las comunicaciones de teléfono. Una vez que esto ocurrió tomó el teléfono y llamó a Yeltsin, quien le mostró todo su apoyo.

Así, Gorbachov inició su regresó a Moscú.

Lo que vino después

De vuelta en casa, Gorbachov desconoció la ciudad. El fracaso del Golpe y un Gorbachov irremediablemente debilitado sellaron el destino de la URSS, la cual fue oficialmente disuelta en diciembre de ese mismo año. De todos modos, este final estaba predeterminado por las tendencias autonomistas suscitadas en las repúblicas soviéticas por la perestroika lanzada en 1985. El dirigente soviético había intentado en vano, desde 1990, acordar con las repúblicas un nuevo Tratado de Unión que mantendría con vida a la URSS.

Gorbachov fue abucheado en el Parlamento ruso y humillado por Yeltsin. Se pudo ver que los aliados comunistas de Gorbachov, miembros de su gobierno, habían estado detrás del golpe. Diplomáticos de los Estados Unidos viendo estas imágenes supieron que Gorbachov estaba terminado, destruido por un golpe que había fallado y que Yeltsin, que había liderado la resistencia, era ahora el amo. El 24 de agosto, Gorbachov renunció al liderazgo del Partido Comunista soviético, disolviendo el Comité Central. El 29 de agosto, el partido efectivamente se disolvió.

Luego de permitir que Estonia, Letonia y Lituania se convirtieran en repúblicas independientes, las fuerzas nacionalistas se hicieron más fuertes en otras repúblicas. La URSS votó por su disolución en diciembre de 1991 y Gorbachov dimitió como presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Como ciudadano, Gorbachov siguió actuando en público, enfrentándose en numerosas ocasiones a las autoridades gubernamentales. Criticó abiertamente la política del gobierno de Borís Yeltsin, especialmente el rápido ritmo impuesto a la reforma económica y la política con respecto a las antiguas repúblicas soviéticas. Defendió una reforma económica más lenta y la creación de una nueva unión confederada que sustituyera a la Comunidad de Estados Independientes (CEI). En septiembre de 1992 Gorbachov se negó a comparecer ante el Tribunal Constitucional de Rusia para tratar sobre la prohibición del PCUS impuesta por el presidente Borís Yeltsin. El gobierno de éste prohibió que Gorbachov viajara al extranjero hasta que compareciera ante el Tribunal, pero esta restricción se levantó después de provocar una amplia protesta internacional. En junio de 1992 Gorbachov fue expulsado oficialmente del PCUS acusado de haber contribuido a su caída. Ese mismo año viajó a Estados Unidos y Japón para dar varias conferencias, y trabajó en un libro sobre la desaparición de la Unión Soviética. Gran parte de los ingresos procedentes de sus conferencias internacionales se destinaron a apoyar la Fundación para la Investigación Social, Económica y Politica (también denominada Fundación Gorbachov) en Moscú, que se creó en 1991.

Las consecuencias del golpe

El fracaso del golpe, percibido por los círculos liberales como el resultado de la movilización de la población, fue durante mucho tiempo edificado como “mito fundador” de la sociedad civil en la Rusia posterior a la era soviética.
Una fecha que, sin embargo, pasó a un segundo plano en la historia luego de la década de presidencia de Boris Yeltsin y la Rusia actual del ex agente del KGB Vladimir Putin.

La movilización en la sociedad, que había sido suscitada por el impulso de la perestroika en un país amordazado desde hace décadas, retrocedió, y las personas volvieron a pensar que sólo se trató de un nuevo episodio de la lucha por el poder. Se necesitaron sólo tres días para que los demócratas encabezados por Yeltsin pudieran llegar a cantar la victoria. Y, en realidad, hubo una fiesta. La gente cantaba y bailaba y se oían llamamientos a asaltar la sede del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), pero se logró evitar excesos.

La natural marcha de acontecimientos adopta a menudo una forma paradójica. El intento de detener y revertir la perestroika de Gorbachov contribuyó objetivamente a acelerar e intensificar los procesos que los golpistas querían frenar, para que quedaran en el subconsciente sociopolítico del pueblo.

Los golpistas esperaban recuperar el monopolio político del PCUS, encauzar el proceso democrático por la vía que establecían los círculos gobernantes y mantener en sus manos todos los resortes para influir sobre los medios de comunicación. El descalabro de la intentona golpista aceleró la eliminación del PCUS, condujo al pluralismo político e hizo acabar con la censura.

No se pudo detener la marcha del tiempo y retroceder el país al pasado. Todo lo contrario. El tiempo comenzó a correr a marchas forzadas. Pero esta obvia ventaja implicaba una desventaja no menos obvia. La rápida aproximación del futuro suponía, de traducir esta metáfora al lenguaje de la fraseología política, un apresuramiento permanente, febriles búsquedas de panaceas universales, el enfrentamiento entre estratos sociales y corporaciones oficiales, la llegada al poder de figuras advenedizas y de aluvión. Todo se hundía en el caos.

Pero Rusia no se ahogó. A través de todas las vacilaciones e indecisiones de la "élite", a través de un movimiento desordenado y caótico de las masas iba perfilándose, aunque de manera vaga y poco clara, el vector liberal-democrático del desarrollo.

El mérito fundamental de la década de Yeltsin radica en que él supo conservar la herencia democrática de Mijail Gorbachov. Y gracias al gobierno de este carismático líder, se pudieron establecer las bases para una sociedad democrática.

Hoy, un nuevo mañana

Resulta asombrosa la velocidad y la aparente facilidad con que ocurrieron todos estos cambios. Tras varios decenios de dictaduras cerradas y xenofóbicas, de pronto un cambio sirvió de catalizador a otro, dando lugar a toda una reacción en cadena. La represión que había predominado en esos países cedió el paso a una participación democrática que a veces parecía increíble.

Después de casi once años, Mijail Gorbachov sigue siendo visto como el hombre que cambió la mentalidad de un sinnúmero de personas. Comparado con Churchill y con De Gaulle por presidir la caída de sus imperios cuando su talante parecía ser el opuesto, Gorbachov ha sido aplaudido por su contribución a la paz del mundo acabando con la guerra fría y la carrera de armamentos. En los círculos occidentales, e incluso en las calles fue un hombre respetado, querido y hasta popular.

“A pesar de todos los males y miserias actuales, los rusos, y en general la gran mayoría de los ciudadanos de los países de la ex órbita soviética, prefieren vivir en una sociedad libre y democrática, como la que hoy disfrutan, a la situación que vivían bajo el comunismo. Ese es el marco en el que puedo encuadrar mi responsabilidad en mi etapa como ex mandatario de la URSS.”

Mijail Gorbachov.

 

 




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Enviado por:María José Peón veiga
Idioma: castellano
País: Chile

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