Historia


Europa Central y del Este


TEMA 24. LA EUROPA CENTRAL Y DEL ESTE (1870 - 1914)

RUSIA

El Imperio ruso, gobernado autocráticamente por los zares, permanece durante la primera mitad del s. XIX ajeno a los cambios económicos y sociales de la Revolución industrial.

Desde el punto de vista territorial, era un vasto imperio con 67 millones de habitantes pero sin suficiente cohesión ya que, mientras las provincias del centro estaban unidas por la religión ortodoxa y la misma lengua, en las provincias de la periferia existían diferentes religiones y distintas lenguas: así, Polonia y Lituania practicaban la religión católica y su población era eslava; Finlandia y las provincias bálticas poseían su propia lengua y eran luteranas.

En materia económica, el Imperio ruso tenía una base esencialmente rural. Su industria era tremendamente deficitaria, en comparación con las nuevas técnicas desarrolladas en la Europa occidental, por lo que podemos afirmar que Rusia se situaba en una sociedad preindustrial.

Al ser una sociedad eminentemente rural, en su composición prevalecía una minoría noble (dueña de tierras y hombres) frente a una gran masa de siervos apegados a la tierra que, sometidos a un durísimo régimen de servidumbre, pagaban impuestos y prestaban servicios gratuitos a sus amos (→ casi la totalidad de campesinos eran siervos; la servidumbre es, por tanto, el rasgo definitorio de la sociedad rusa).

Políticamente, la máxima autoridad era el zar, con poder ilimitado, apoyado por la Iglesia ortodoxa (posee autoridad religiosa: el zar es la cabeza de la Iglesia), un ejército numeroso (que desde varios puntos de vista -reclutamiento, táctica- estaba más avanzado que los ejércitos de occidente), una pesada y compleja burocracia y una represiva policía (la `okrana').

En el momento en que los grandes estados europeos entraron en la vía del capitalismo, caracterizado por un rápido desarrollo industrial, y sus pueblos, liberados de las ataduras feudales, accedieron a la vida política, Rusia seguía siendo un estado absolutista. A comienzos del s. XIX, en el Imperio ruso la voluntad del zar era ley, el pueblo vivía aún en la servidumbre y el lento desarrollo económico, fundado en la actividad agrícola y artesanal salvo la metalúrgica de los Urales, sólo dejaban aparecer las formas más elementales de un tímido precapitalismo.

Es una sociedad aristocrática (a la nobleza se reservan todos los puestos de oficiales en el ejército y funcionarios en la administración, y el monopolio de la propiedad de la tierra) donde no queda sitio para la burguesía (sin industria y con algunas profesiones liberales reservadas a los descendientes de los nobles, no era posible la formación de una burguesía sólida). Así, la prepotencia nobiliaria, la ausencia del Tercer Estado y la servidumbre campesina es el rasgo fundamental de la sociedad rusa.

En el s. XIX, los campesinos siervos constituyen la mayoría de la población rural; sus categorías y obligaciones son de diversos tipos: a) siervos domésticos; b) siervos sometidos a la corvea, es decir, con trabajo no remunerado y c) los siervos `obrok', los que pagaban a sus propietarios en moneda o en productos y no en trabajo. Más que una precaria situación económica, el drama de la servidumbre radica en la indignidad de su estado, en su ignorancia total, en su hundimiento espiritual y físico. Los derechos de los señores son casi ilimitados sobre ellos.

Los reinados de Alejandro I (1801-1825) y de Nicolás I (1825-1855) se caracterizaron por su inmovilismo, basando sus gobiernos en la autocracia, la ortodoxia y la idea de una Rusia superior a Occidente. Fueron las derrotas de la Guerra de Crimea (1854-56), al desvelar brutalmente el retraso de Rusia, su debilidad real y la ineficacia de su burocracia en circunstancias graves, las que harían urgente la reforma de las instituciones.

La muerte de Nicolás I y el fin de la Guerra de Crimea (el Tratado de París de 1856 bloqueó el expansionismo ruso al neutralizar el mar Negro), inauguraron un nuevo período caracterizado por los esfuerzos de recuperación tras la costosa derrota y de introducción de reformas que, sin modificar fundamentalmente el régimen, tendían a una mejor organización social, administrativa, judicial y militar.

Será Alejandro II (1855-1881) el encargado de impulsar las reformas de carácter liberal que el Imperio necesitaba. Las principales fueron las siguientes:

  • Reformas administrativas.- Se intenta una descentralización regional, creando los `zemstvos' (asambleas territoriales) a nivel de los distritos y de las provincias, cuya función era supervisar a nivel regional la instrucción y salud pública sin inmiscuirse en la vida política. El `zemstvo de distrito' estaba formado por propietarios de tierras, ciudadanos a partir de un determinado censo y campesinos. El `zemstvo de provincia' era elegido, sin consideraciones de pertenencia social, por los `zemstvos de distritos'. El aumento de su actividad modificó profundamente las estructuras sociales de la provincia.

También se llevó a cabo la reforma municipal de las ciudades. En adelante, la ciudad tendría su existencia administrativa particular y su asamblea (la duma), elegida por los contribuyentes de acuerdo con un sistema censitario, pero seguiría bajo la estricta tutela de la administración.

  • Reforma judicial.- Inspirada en los modelos occidentales, separó la justicia de la administración, la hizo independiente mediante la elección de los jueces en las instancias inferiores, disminuyendo en las funciones que ejercía en este campo la nobleza rusa.

  • En materia educativa.- Se concede autonomía a la Universidad y se reglamenta incrementar la instrucción pública.

  • En cuanto al Ejército.- Se establece el servicio militar obligatorio durante un período de seis años, frente a la legislación anterior que podía mantener al soldado toda la vida.

  • Empero, la reforma más importante fue la abolición de la servidumbre.- El decreto de 1861, que partía de un conjunto de leyes y textos que afectaban a las diferentes categorías de siervos y a los estatutos locales, emancipó a los siervos, que pasaron a ser hombre libres, asimilados a los campesinos del Estado. De su contenido cabe destacar de una manera inmediata que el propietario ya no podía vender a los siervos ni desplazarlos, castigarlos o someterlos a gravámenes o prestaciones abusivas. Pero la libertad efectiva, completa, sólo pudo aplicarse a los siervos domésticos. Esta categoría de siervos, que no poseía nada, se proletarizó, convirtiéndose en una mano de obra móvil, de obreros agrícolas, de los que una parte pasaría a engrosar los efectivos de las manufacturas, en pleno desarrollo.

Sin embargo, para la mayoría de los campesinos siervos ligados a sus tendencias la libertad no fue completa. En efecto, el decreto les concedía en plena propiedad un lote de tierras por el que habían de pagar una indemnización al señor, a reembolsar con sus intereses durante 49 años.

Las dificultades del reparto y de la fijación del precio de retroventa hicieron muy lentas las operaciones. Esta medida no satisfizo a los propietarios que perdían mano de obra, ganancias y derechos a administrar justicia. Tampoco satisfizo a los campesinos pues suponía que todavía debían permanecer atados a los propietarios a causa de la deuda contraída. Muchos campesinos abandonaron las tierras y emigraron a las ciudades, lo que favoreció el desarrollo industrial debido a la nueva mano de obra que llegaba y a la política de apertura decretada por el zar, por lo que capitales extranjeros se establecieron en el Imperio, sobre todo capital francés, lo que permitió un desarrollo del tendido ferroviario mejorando la comunicación y el desarrollo del mercado interno. Esta medida también favoreció el surgimiento de una clase social, los `kulaks', campesinos que se enriquecieron debido al desarrollo de Rusia como exportadora de trigo.

Aún con el peso de bastantes arcaísmos y contradicciones (mantenimiento de la autocracia), es indudable que el Imperio experimenta una transformación en el orden económico y que el momento del despegue coincide con el de transformación de su sociedad, tras la abolición de la servidumbre (→ ésta no solucionó la situación económica de los campesinos pero sí su condición jurídica: desaparecen las trabas para la creación de escuelas; la posibilidad de vender sus cosechas los introduce en el mundo del comercio y la moneda; pueden buscar mejor fortuna en otras tierras -emigración interior-...). Podemos destacar cinco puntos básicos para la industrialización rusa:

  • la Banca.- En 1860 se crea un Banco del Estado para ayudar a los terratenientes afectados por la supresión de la servidumbre. Después aparecen los primeros bancos con depósitos de particulares.

  • el ferrocarril.- Con la creación de líneas que unen diferentes regiones industriales.

  • los textiles.- Aumento del algodón y lino.

  • la metalurgia.- Descubrimientos de yacimientos de hierro y carbón, transformando regiones, antes agrícolas y pastorales, en poderosos emporios industriales.

  • el petróleo.- Su hallazgo permitió acelerar el desarrollo. Rusia tenía carbón, fuente de energía de la primera revolución industrial, y petróleo, base de la segunda.

Las medidas liberalizadoras decretadas por Alejandro II se vieron paralizadas a raíz de la revuelta polaca de 1863. La brutalidad de la represión zarista aceleró el movimiento contra el gobierno (→ el apoyo moral del sector estudiantil al levantamiento polaco aconsejó al zar la supresión de alguna de las medidas de apertura. Se produjeron desórdenes en Moscú que provocaron la detención de delegados estudiantiles. El atentado contra el zar de un estudiante frenó decisivamente los deseos reformistas de Alejandro II). Por un lado, los liberales, agrupados en un movimiento denominado `intelligentzia', vieron frustrados sus deseos de conseguir mayores reformas, sobre todo las dimanadas del aspecto político que traerían consigo la reforma hacia un régimen constitucional, dado el viraje tomado por la política de Alejandro II, apoyado esta vez por el sector más regresivo de la sociedad rusa. A este grupo se unió un sector de la nobleza, cada vez más empobrecida por la abolición de la servidumbre. Pero frente a ellos aparecen organizaciones revolucionarias alimentadas por la burguesía nacida de la incipiente industrialización.

Estas organizaciones revolucionarias cubrían todo el aspecto revolucionario inspirándose en las corrientes socialistas que ibas desde el anarquismo de Bakunin al marxismo y blanquismo, pasando por el populismo (que veía en la comuna rural el futuro del socialismo y en el campesinado el motor de la revolución). Pero en esta etapa, el movimiento que tuvo más trascendencia fue el nihilista, de tipo terrorista, que promovía los atentados políticos y tenía su centro de reclutamiento entre sectores universitarios. Así, se formaron organizaciones terroristas como “Tierra y Libertad” (que difundió las ideas populistas) y “Libertad del pueblo” (que se lanzó a la lucha mediante una serie de atentados contra altos funcionarios). En 1881, el propio zar, Alejandro II, fue víctima mortal de un atentado. Con la muerte del zar se puso fin al intento de `occidentalizar' a Rusia y este fracaso significó el comienzo de un proceso de regresión y retorno al autocratismo zarista, aunque ya se estaban consolidando las bases de un nuevo movimiento revolucionario.

El asesinato de Alejandro II (1881) marcó el comienzo de un período de endurecimiento del absolutismo y del nacionalismo ruso. Su sucesor, Alejandro III (1881-1894), procedió de inmediato a eliminar cualquier síntoma de libertad establecido en el reinado anterior, aunque en el aspecto económico Rusia alcanza en esta época un progreso económico notable motivado por la entrada de capitales extranjeros, por la obtención de préstamos extranjeros y por la explotación y producción petrolífera localizada en Bakú, lo que hará aumentar el tendido ferroviario y el desarrollo de las industrias extractivas, con lo que Rusia se incorporaba -a final de siglo- a la revolución industrial; este desarrollo no se verá acompañado de ninguna mejora en las condiciones sociales de la clase obrera, cuyas condiciones de vida eran pésimas, ni tampoco se mejorará la vida del campesinado, ya que la falta de capitales hará inviables todo tipo de explotación intensiva por lo que no podrán subsistir con lo obtenido de sus pequeñas parcelas de tierra, empobreciéndose aún más si cabe. Esta situación social será excelente caldo de cultivo para el descontento y la subversión. (→ La industria rusa no crecerá a consecuencia del mercado -la demanda campesina aumenta poco-, sino a base tanto de inversiones de recursos estatales, obtenidos agravando la presión fiscal sobre el campesinado, como y esencialmente de la aportación extranjera, tanto de técnicos como de capitales franceses, ingleses, alemanes, belgas y norteamericanos).

El desarrollo industrial de los años 90 implicó un fuerte crecimiento de los efectivos obreros, cada vez más desvinculados de la tierra, que formaban un verdadero proletariado concentrado en las grandes ciudades. Esta nueva categoría social luchaba por la mejora de unas condiciones de vida miserables, impuestas por el paternalismo patronal (→ A finales de la década de los 90 se formaron en el extranjero, entre los emigrados, y en la propia Rusia algunos grupos socialistas que, algunos años más tarce, tendrían un papel decisivo en el destino del Imperio).

Con Nicolás II (1894-1918), la entrada en el s. XX marcó el apogeo de un Imperio cuyo desarrollo encubría las debilidades internas. Las seguridades que ofrecían en el oeste la alianza franco-rusa y la conclusión del Transiberiano le permitieron llevar a cabo en Extremo Oriente una política agresiva de poderío imperialista. Pero el Imperio movilizaba unos efectivos militares cuya base nacional era insuficiente. En efecto, Rusia era todavía un país subdesarrollado, solidario de los mercados internacionales por sus exportaciones de cereales y dependiente del extranjero por sus industrias metalúrgicas más modernas. Además, el desarrollo global se vio frenado súbitamente hacia 1900 a causa de un equipamiento industrial deficiente y de la disminución de la demanda del estado, mientras se estancaba el mercado de consuma de una población eminentemente rural y sometida a una fuerte presión fiscal.

En los primeros años del s. XX la atmósfera política y social sufrió una transformación sorprendente por su rapidez. La crisis industrial de 1900-1903, que dejó sin trabajo a cerca de 100.000 obreros, provocó manifestaciones, dio lugar a casi en todas partes a numerosas huelgas, a veces violentas, que fueron reprimidas de forma muy dura. Ello no logró impedir el desarrollo de una conciencia de clase que hacía más apremiantes las reivindicaciones de las agrupaciones constituidas en la lucha clandestina (los socialistas revolucionarios -SR-, dentro de la línea populista partidaria de la acción directa, y los socialdemócratas -SD- , que se dividieron en dos facciones: una mayoría bolchevique, encabezada por Lenin, y una minoría menchevique. Había una diferencia fundamental entre la idea de una democracia autoritaria, más apta para la lucha de cara a objetivos inmediatos (bolcheviques), y de una democracia liberal, que podía esperar que una lenta evolución condujera a las transformaciones de la sociedad (mencheviques)).

Mientras tanto, Rusia, en su expansión hacia oriente, se presentó como defensora de la integridad China en la guerra que habían mantenido los chinos con los japoneses. En virtud del tratado de paz entre chinos y japoneses en 1895, China cedió al Japón Corea, Formosa, las islas Pescadores y la península de Liao-Tung, con Port Arthur. Rusia obligó a los japoneses a retirarse de la península y devolverla a los chinos. Pero en realidad fue Rusia quien ocupó militarmente la península, adquiriéndola de los chinos por 24 años para construir una vía ferroviaria. En 1904, Japón atacó, sin previa declaración de guerra, la flota rusa anclada en Port Arthur. La flota rusa fue anulada y destruida. Los japoneses estaban mucho mejor preparados: las cargas de la vieja caballería cosaca eran inútiles frente a las modernas infantería y artillería niponas. En 1905 se produjo la destrucción completa de la flota rusa del Báltico, forzando al gobierno ruso a firmar la paz.

La guerra en Extremo Oriente fue la espoleta que desencadenó el primer ensayo revolucionario en Rusia. Las causas del descontento entre las clases trabajadoras, la insatisfacción intelectual y la agitación de los políticos eran previas al conflicto armado; pero la guerra pondría al descubierto el rostro del sistema autocrático, arrastrando al pueblo a un conflicto que le resultaba odioso. En enero de 1905 se produce una huelga de 140.000 obreros que inician una marcha pacífica ante el Palacio de Invierno, y de este modo hacer patentes tanto las reivindicaciones sociales y económicas como la repulsa de la guerra. La manifestación fue disuelta con disparos del ejército contra el pueblo (`domingo rojo') provocando una masacre. El `domingo rojo' inicia la Revolución de 1905: se pone en marcha un profundo movimiento de protesta que rápidamente se extendió por toda Rusia, con huelgas y manifestaciones, que fue cogiendo fuerza alcanzando su punto culminante en octubre de 1905. De los obreros de la industria, la protesta pasó al campesinado e incluso comenzó a hacer mella en las filas del ejército (motín en el acorazado Potemkin). Es en este mes de octubre cuando se constituyen dos Soviets: uno en San Petersburgo y otro en Moscú, que fuerzan al zar a convocar la Duma con funciones legislativas, que supone un primer triunfo para los sublevados. El zar renunció al poder absoluto, se comprometió a gobernar constitucionalmente, con una Dieta nacional, y garantizó las libertades individuales y políticas. Por eso, se convocó una asamblea legislativa, la Duma imperial.

Satisfechos con las reformas conseguidas, los burgueses y liberales dejaron solos a los socialistas y a los obreros, que querían llevar la revolución hasta las últimas consecuencias. El régimen reaccionó disolviendo en diciembre el soviet de San Petersburgo y aplastando una insurrección obrera en Moscú.

Pero el régimen constitucional fue una burla, ya que la Duma era escasamente representativa y tenía pocos poderes. Además, el zar dio marcha atrás en lo referente a sus concesiones, animado por los reaccionarios y por su éxito en la represión de los revolucionarios. Las dos primeras Dumas (1906 y 1907) fueron disueltas al cabo de pocos meses de su elección porque tenían mayoría de oposición. Así, se modificó el sistema electoral por decreto. Con el nuevo sistema, la tercera Duma tuvo mayoría conservadora, lo que permitió que durara durante los cinco años de mandato (1907-12).

Así y todo, y aunque suprimió casi todas las libertades políticas, la Asamblea influyó sobre el desarrollo político del país, y Rusia dio un paso importante en el camino hacia el sistema parlamentario. La revolución de 1905 fracasó políticamente a causa del miedo de la burguesía respecto a los excesos de radicales y socialistas.

En septiembre de 1911 reapareció con fuerza la agitación revolucionaria. Al final del mandato de la Duma, la corte se orientó otra vez hacia el régimen autocrático, que se mantuvo con dificultad hasta la guerra, pero no sobrevivió a sus calamidades y a las derrotas producidas. Además, subsistían tensiones y problemas serios: las tendencias conservadoras consolidaron el nacionalismo ruso e hicieron revivir los sentimientos eslavos comunes a Rusia y a otros países. Eso proporcionó un gran vigor al paneslavismo e hizo que Rusia diera apoyo a los movimientos del sudeste de Europa y entrase en la guerra para su defensa.

LOS BALCANES

Condicionada por los intereses de los grandes imperios ruso, austríaco y turco, la región de los Balcanes era, desde hacia mucho tiempo, una zona de conflicto permanente. Entre otras cosas, al principio de la segunda mitad del s. XIX, el avance ruso hacia Constantinopla y su llegada a mar abierto era un hecho que chocaba con los intereses de los Habsburgo hacia Salónica y la desembocadura del Danubio. Por otra parte, Moscú instrumentalizó el paneslavismo para atraerse a las etnias eslavas de la región, hecho que también entorpecía los intereses de Viena. El acceso de los pueblos balcánicos a la condición de estados era dificultado por aquellas realidades y por el conflicto latente del Imperio turco. Aprovechando el desmembramiento otomano, Grecia y Serbia recobraron la independencia en 1830. Los principados rumanos de Valaquia y Moldavia se liberaron de la soberanía turca en 1856.

Por la Conferencia de Londres de 1871, después de la victoria de Prusia sobre Francia, Bismarck accedió a la petición rusa de tener libre acceso a los estrechos del sudeste de Europa, como salida al mar. En este marco de ofensiva contra la influencia turca de la región, en 1875-76, estalló la guerra entre Serbia y Turquía: las agresiones de la minoría turca en Bulgaria fueron un pretexto que originó una declaración de guerra de los serbios y montenegrinos el 1 de julio de 1876. Cuando la derrota de éstos era evidente, la intervención rusa impuso un armisticio a Turquía, favoreciendo a los perdedores. Al año siguiente, Turquía rompió el pacto y Moscú le declaró la guerra en 1877 (previamente Rusia había negociado la neutralidad con Gran Bretaña y Austria), aliándose con los serbios, los montenegrinos y los rumanos. A principios de 1878, el ejército del zar estaba en las afueras de Constantinopla. Por la Paz de San Estéfano (marzo de 1878), nació un gran estado búlgaro a costa de Turquía. Tanto Austria como Gran Bretaña se sensibilizaron por lo que consideraban una expansión de la influencia rusa. Bismarck hubo de intermediar, proponiendo que se reuniera en Berlín un congreso europeo (junio-julio 1878). Según los acuerdos de esta conferencia, Rumania, Serbia y Montenegro accedían a la independencia; Bulgaria se convertía en principado autónomo pero tributario de Rusia, y perdía Macedonia, que pasaba a integrarse a Turquía, así como Rumelia oriental, convertida en una región autónoma administrativamente bajo influencia austríaca y rusa; Besarabia y una parte de Armenia se integraban a Rusia, y Austria asumía el derecho de administrar Bosnia y Herzegovina. Por su parte, Inglaterra obtuvo el dominio de la isla de Chipre.

Rusia no quedó satisfecha con estas soluciones, después de haber ganado la guerra a los turcos, y consideró que el nuevo mapa europeo oriental construido en Berlín favorecía al Imperio austríaco (→ Austria es la gran vencedora, ya que se abre un pasillo de penetración en los Balcanes sin haber tomado ninguna iniciativa bélica). El primer asalto del problema balcánico se había consumado, pero no tardaría mucho en abrirse una nueva serie de conflictos.

Esta nueva organización balcánica había de durar, casi sin alteraciones, hasta 1913. Serbia, Montenegro y Rumania obtuvieron su independencia; Bosnia y Herzegovina pasaron a depender militarmente de la administración de Austria (que las anexionó en 1908); la gran Bulgaria, sobre la que Rusia tenía puestas sus miras, fue sacrificada: la parte septentrional se constituyó en un principado independiente, vinculado nominalmente al vasallaje del sultán; la parte meridional, o Rumelia oriental, permaneció hasta 1886 autónoma, pero bajo la soberanía turca. Estas sistematizaciones balcánicas agudizaron las diferencias entre Rusia y Austria, contribuyendo a alimentar las rivalidades internacionales que conducirían, en 1914, a la Primera Guerra Mundial.

Cuando en 1908, Austria, apoyada por Alemania, se anexionó Bosnia y Herzegovina, provocó la indignación de Rusia, enemiga de la intromisión de las potencias centrales en los asuntos balcánicos, y con ello se sentó un precedente de la Primera Guerra Mundial.

Todavía en 1912 restaba Macedonia en poder de los turcos, ocasión que aprovechó Rusia para apoyar una alianza entre Montenegro, Serbia, Bulgaria y Grecia y echar definitivamente a los otomanos. Esto permitió a los rusos restablecer su influencia en los Balcanes y contraatacar a la dominación austríaca en Serbia. En esta primera guerra balcánica (1912-13), los aliados balcánicos ocuparon toda Macedonia y empujaron a los turcos hacia Constantinopla (Tratado de Londres, 1913). No obstante, el reparto entre los vencedores de las posesiones arrebatadas a los turcos no satisfizo a todos. Bulgaria atacó a las fuerzas serbias de Macedonia y a las griegas de Salónica, estallando así la segunda guerra balcánica (1913). Griegos, montenegrinos y serbios concluyeron una alianza contra Bulgaria, añadiéndose más adelante Rumania. Bulgaria, invadida y atacada por todas sus fronteras, no tuvo otro recurso que solicitar el armisticio. Por el Tratado de Bucarest (1913), Bulgaria tuvo que ceder a Serbia la mayoría de los territorios que habían conquistado. De este tratado, Serbia salió muy robustecida y con gran prestigio en la zona.

En esta guerra, Austria estuvo a punto de intervenir, deseosa de aplastar a Serbia, en favor de Bulgaria, pero desistió ante la presión alemana. Un año después, Alemania se uniría a Austria en su guerra contra Serbia, dando con ello origen a la Primera Guerra Mundial (→ El dominio austro-húngaro en los países eslavos se vio amenazado a principios del s. XX por los deseos de autonomía que tenían los serbios de Bosnia-Herzegovina. Las esperanzas de independencia de estos países estaban alimentadas por sus vecinos de Serbia, que se habían convertido en enemigos del dominio austríaco en los Balcanes).




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Enviado por:Antonia
Idioma: castellano
País: España

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