Historia


España de la erstauración


TEMA 30. LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1923)

  • Reinado de Alfonso XII (1875-1885)

A finales de 1874, la Restauración alfonsina era inminente. El manifiesto de Sandhurst (colegio militar inglés donde Alfonso era estudiante) fue una hábil propaganda a favor de la restauración borbónica inspirada por Canovas del Castillo, el verdadero articulador del sistema de la Restauración. El ambiente alfonsino se hacía cada vez más intenso en toda España, no sólo entre la aristocracia y el ejército, sino también en el pueblo. Canovas estimaba que la Restauración debería hacerse por la abrumadora mayoría obtenida en unas Cortes Constituyentes, pero el general Serrano (que había asumido el poder después de la I República) nunca hubiese convocado estas Cortes.

Fue el pronunciamiento del general Martínez Campos (el 29 de diciembre de 1874), que proclamó rey de España a Alfonso XII, el que acabó con el Sexenio Revolucionario y restauró la monarquía.

Se aprobó la constitución de un ministerio-regencia hasta la llegada del monarca el 14 de enero de 1875.

Con Alfonso XII se inicia uno de esos períodos de paz precaria durante los cuales España se recupera un poco, aprovechando también la coyuntura de estabilidad general que conoce Europa en el último tercio del s. XIX. La paz promueve un tímido renacimiento industrial, singularmente en Cataluña y en el País Vasco.

Pero, sobre todo, la monarquía restaurada crea un ancho campo de convivencia entre los españoles de diversa ideología. Así, la responsabilidad en la dirección de la política española corresponde a tres personajes: Alfonso XII, Canovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta. Estos dos últimos como responsables de sus respectivos partidos políticos que sabrán articularlos obviando los enfrentamientos causantes del fracaso del Sexenio Revolucionario.

Con Alfonso XII concluyó la guerra carlista en 1876 y la paz interior que reinó en la península permitió un avance considerable en el proceso de su incorporación al ritmo europeo. Conforme a las corrientes predominantes entonces en el continente europeo, Canovas del Castillo (espíritu y alma de la Restauración) concibe el nuevo régimen español a la manera británica: como monarquía parlamentaria bicameral y bipartidista (→ lo hace como manera de romper con el sistema de hecho unipartidista que -en beneficio del Partido Moderado- imperaba bajo el reinado de Isabel II). Las reglas del juego establecidas por Canovas quedan expresadas en la Constitución de 1876 (la “Constitución de Notables”) que parte de una declaración de derechos del hombre plenamente democrática pero en la que no hay una estricta separación de poderes, sino que el ejecutivo reside en el rey y, en cambio, el legislativo lo comparte el propio monarca y las Cortes [→ El Senado era elegido por un sistema mixto electivo (senadores designados por las corporaciones del Estado y entre los mayores terratenientes) o vitalicio (designados por el rey). Los diputados eran elegidos, en principio, por sufragio censitario, y en 1890 por sufragio universal]. La cuestión religiosa fue clave de opiniones enfrentadas ya que declara la religión católica como oficial del Estado pero permitiendo la libertad de cultos, siendo éste último punto el que promovió las más violentas polémicas.

Siempre con el modelo inglés por delante, Canovas constituye y encabeza el Partido Conservador, con antiguos moderados y hombres de la Unión Liberal sobre todo. Y, a fin de hacer realidad el bipartidismo, él mismo suscita indirectamente la formación de una oposición que se concentra en el Partido Liberal, creado en torno a Práxedes Mateo Sagasta.

Tras un período de monopolio conservador del poder (1875-1881), en este último año acceden al gobierno los liberales (por primera vez en la historia de España sin necesidad de recurrir por ello a la fuerza). En 1881 se inaugura con ello el turnismo característico de la Restauración: el `turno pacífico' entre los dos partidos que dominan la vida pública (→ Ese turno no responde a una división real de los españoles, sino a un acuerdo entre la minoría dirigente, que mantiene la ficción de democracia por medio del amaño de las elecciones en favor del Gobierno -liberal o conservador- que en cada caso detenta el poder. Así, al revés que en el Reino Unido, el Gabinete no se forma a tenor de los resultados del sufragio, sino que cuando un gobierno se desgasta, es el rey el que llama a otros al poder, aconsejado por los políticos más relevantes. Y es el nuevo Gabinete, constituido de este modo, el que convoca y “hace” las elecciones, amañándolas, fabricando los diputados necesarios para obtener la mayoría parlamentaria y así poder gobernar. El analfabetismo y la inservibilidad política de los españoles serían las razones aducidas para tal práctica).

Para el ejercicio de este sistema, cada uno de los partidos se apoya en personajes y personajillos locales, de diversas categorías (provinciales, de partido, de aldea), que, por su posición económica, su prestigio social o sus facultades para manejar a sus convecinos, pueden asegurar triunfos locales que permitan la victoria general. Son los caciques, cuyo `trabajo' era remunerado con prebendas y destinos para ellos, sus familiares y clientes y, sobre todo, con la codiciadísima supremacía política en su distrito.

Así, las dos piezas fundamentales donde se apoya el sistema serán, por un lado, los dirigentes políticos que en Madrid ocupan Ministerios, Senado y Congreso, pertenecientes por lo general a la oligarquía terrateniente y nobiliaria, y, por otro, en los caciques pertenecientes a la oligarquía local.

  • Regencia de María Cristina (1885-1902)

El turno pacífico supera felizmente la muerte de Alfonso XII en 1885: situación particularmente delicada por la continua amenaza del levantamiento de carlistas y republicanos, ahora favorecida por el hecho de quedar en el poder una mujer, María Cristina de Habsburgo-Lorena, segunda esposa del rey, extranjera (apenas conocedora de España y apenas conocida de los españoles), y con descendencia sólo femenina aunque en estado de embarazo. Sin embargo, el acuerdo de Canovas y Sagasta para mantener el sistema (el Pacto del Pardo) y el nacimiento de Alfonso XIII, hijo póstumo del monarca fallecido, en 1886, permiten superar la situación.

Durante la Regencia, el Partido Conservador se amplía por la derecha con la adhesión de los hombres de Alejandro Pidal, personaje de familia política destacada, que por medio de una asociación de fieles -la Unión Católica- consigue la atracción de elementos carlistas hacia la monarquía alfonsina. Como contrapartida, el sector más moderado del republicanismo (los “posibilistas”, que acaudilla Castelar) prestan su apoyo al Partido Liberal a fin de que pueda realizar mejor su programa de liberalización total de la monarquía.

Cataluña (asentada en la industria textil), País Vasco (en la siderurgia) y Asturias (en la minería) han alcanzado un alto desarrollo industrial con un espectro social dinámico en el que se definen burguesía y proletariado. El crecimiento del proletariado facilitó la difusión del socialismo. Así, el activismo obrero adquiere una paulatina definición cuyos hitos principales son: 1º) la formación del Partido Socialista Obrero Español (1879) fundado por Pablo Iglesias, y la constitución de una central sindical obrera, la UGT en 1889; 2º) la obtención de la Ley de Asociaciones (1887) autorizando los sindicatos obreros; 3º) la ley del sufragio universal masculino (1890) que permitía a los movimientos obreristas actuar con sentido electoral.

Otro sistema político, el anarquismo, tuvo a fines del s. XIX, brotes peligrosos en España. A lo largo del período surgieron brotes de anarquismo andaluz, como medio de protestar contra un régimen social intolerable (motivado por las crisis agrícolas y ante el reparto de la propiedad de la tierra). Con mayor violencia y con preparación más inteligente estalló el anarquismo en Barcelona, que hacía mella tanto en figuras políticas -como Martínez Campos o Canovas-, como en la explosión de bombas. La situación miserable e insostenible del proletariado español daba lugar a una violenta expresión obrera contra el dominio oligárquico.

La relativa estabilidad de los partidos turnantes se vio interrumpida por las guerras de Ultramar. Durante este período estalla la guerra de independencia de Cuba, en 1895, apoyada por Estados Unidos. Parecía que el problema colonial había terminado con la Paz de Zanjón (1878) y la conversión de Cuba en provincia española. Pero en 1895 se produce la sublevación de los manigüeros y cubanos conocida como “Grito de Baire”; el Partido Revolucionario Cubano, dirigido por José Martí, que emprende una guerra secesionista, y el afán imperialista norteamericano chocarán con la intervención del General Weyler sobrevalorando las posibilidades bélicas españolas y con la opinión pública española que no se percata de la realidad del conflicto.

La guerra se complicó con el levantamiento rebelde en Filipinas en 1896, dirigido por José Rizal.

El gobierno liberal de Sagasta, en noviembre de 1897, concedió por fin la ansiada autonomía, pero esta determinación llegaba tarde (además fue rechazada por los españoles de La Habana), ya que los separatistas cubanos se afirmaron en la declaración de independencia. Fue entonces cuando EE.UU., con ambiciones imperialistas, propuso a España la compra de Cuba, siendo rechazada la proposición. Así, con el pretexto de proteger a los súbditos norteamericanos residentes en Cuba, que en realidad no corrían ningún peligro, envió al puerto de La Habana al acorazado `Maine' (→ En realidad, EEUU, que apoyaba abiertamente a los rebeldes, intentaba presionar al gobierno español). Una explosión espontánea en el interior del `Maine' provocó su hundimiento el 15 de febrero de 1898. EEUU acusó del hecho a los españoles sin mediar comprobación y halló un pretexto para declarar la guerra a España. La inmensa superioridad numérica y técnica de las fuerzas navales y terrestres norteamericanas dio a éstas fácil victoria.

Por el Tratado de París de 1898, España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico, Guam y las islas Filipinas a los EE.UU., por las que recibió en compensación 20 millones de dólares (→ Las antiguas provincias españolas de ultramar se convertían ahora en colonias de una potencia explotadora -no misional, como era España- y que, convencida de la superioridad de la raza sajona, miraba con menosprecio a criollos, mestizos, mulatos y negros. De ahí la reacción de los nativos defraudados: la hostilidad de Cuba hacia sus dominadores, a pesar de su ficticia independencia, ha creado a los EEUU el que acaso sea el más grave de sus problemas; Puerto Rico, que había obtenido de España una amplia autonomía, estaba reducida ahora a una durísima dominación militar, que no concedía a los nativos ningún derecho).

España inició el siglo conmocionada por el desastre de 1898 en la guerra con EEUU. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas confirmó que había dejado de ser una potencia colonial, desbancada por los poderosos europeos y americanos. En el interior se vio el desfase entre la España `oficial' y la España `real': era necesario regenerar el sistema político, económico y social, vigente desde la restauración alfonsina.

Durante los últimos años de la Regencia, sigue vigente el sistema de turnos: ahora entre Francisco Silvela (sucesor de Canovas, tras su muerte en 1897, a manos del anarquista Angiolillo) y Sagasta.

Sin embargo, el sistema de turnos estaba agotado al no renovarse el programa de los partidos que componen dicho sistema, sobre todo del Partido Liberal. Así, mientras el Partido Conservador adopta el ideario del “regeneracionismo” (que preconiza una política realista, eminentemente pragmática, dirigida al fomento de las fuentes de riqueza -por ejemplo, la política hidráulica-, al saneamiento de la Hacienda Pública por medio de la reducción de gastos, al descuaje del caciquismo y, en último término, de todo lo que suponga supeditación del país a intereses creados o al recuerdo de glorias del pasado -como había ocurrido en parte con las guerras ultramarinas-), el Partido Liberal ha quedado sin programa, y no ve otra solución que acudir a la ficción de reavivar el viejo rescoldo del anticlericalismo como manera de revitalizar y reagrupar sus huestes.

  • Reinado de Alfonso XIII (1902-1923) = Monarquía constitucional=

En 1902 fue declarado mayor de edad el rey Alfonso XIII quien continuó gobernando con el turno pacífico de los dos partidos mayoritarios. Sin embargo, la oposición al sistema de turnos era cada vez más clara. Así, estaban los partidos antidinásticos (carlistas por la derecha y republicanos por la izquierda), los nacionalismos periféricos (sobre todo el catalanismo) y el movimiento obrero en sus dos vertientes (socialista y anarquista).

Estos primeros años del siglo los republicanos formaron un importante partido de masas en torno a Lerroux (el republicanismo radical), y al final de la época otro sector de republicanos intelectuales crearía el partido reformista.

El problema de los regionalismos comienza a plantearse ahora, especialmente el regionalismo catalán. Cataluña había conocido durante la segunda mitad del s. XIX un renacer de su cultura propia (Renaixença). Pero, además, la pérdida de las colonias de ultramar había afectado a los intereses económicos catalanes, abundantes en las islas. Este catalanismo cultural y regionalista dio origen a la “Lliga” de Francesc Cambó, fundada en 1901, que se proponía la obtención de libertades autonómicas, garantizadoras de un desarrollo vital para Cataluña. Los años iniciales de la Lliga resultaron difíciles. Sin embargo, el nuevo partido se afianzó mediante la creación, en 1905-06, de “Solidaritat Catalana”, amplia alianza que integraba las fuerzas más dispares, con la intención de propugnar la organización autonomista del Estado. Probablemente el ejemplo de Cataluña fue un factor importante para la formación de un nacionalismo vasco. Hubo otros movimientos regionalistas (valenciano y gallego), pero fueron esencialmente culturales.

En cuanto al movimiento obrero, España no había conseguido hasta entonces, como otros países europeos, un sindicalismo que fuese a la vez reivindicativo, fuerte y reformista. Había oscilado entre el paternalismo de los sindicatos católicos (→ habían alcanzado gran importancia, principalmente en el sector agrario. Hacia finales del s. XIX habían comenzado a desarrollarse como sindicalismo mixto, de patrono y obreros, y sólo a comienzos del s. XX, y muy polémica y tímidamente, como sindicalismo horizontal) y el radicalismo de la UGT, socialista de hecho (la sindicalista revolucionaria CNT no sería creada hasta 1910-11). Anarquismo y socialismo se habían venido repartiendo la geografía industrial española. Mientras el primero se había hecho especialmente influyente en Cataluña y Valencia; Madrid, Bilbao y Asturias eran los centros del socialismo.

Políticamente, el sistema de turnos continuaba. En 1907, el conservador Antonio Maura sube al poder para inaugurar el llamado `Gobierno largo' (1907-1909). Maura intentó resolver la disociación entre la España oficial y la España real mediante la “revolución desde arriba”. Así, procura la transformación del Estado mediante un programa “regeneracionista”:

  • Concibió un movimiento de aproximación mutua entre el Estado y el pueblo: el Estado tenía que acercarse al pueblo, humanizándose, creando unas instituciones y unos organismos que fueses auténticos medios de servicio público; y al mismo tiempo, el pueblo tenía que tomar conciencia de su “ciudadanía”, considerando lo público como algo propio.

  • Para acabar con el caciquismo presentó a las Cortes la reforma de la Ley Electoral de 1907 -con garantías jurídicas que frenaran el fraude y la manipulación electoral- y la Ley de Administración Local, que ampliaba considerablemente la autonomía municipal. Pero su proyecto fracasó por la oposición de republicanos y socialistas.

  • Para contentar las aspiraciones regionalistas ofertó la creación de mancomunidades como estructura interprovincial.

  • Con la ley de 1909 legitimaba por primera vez en España el derecho de huelga, dentro de determinadas condiciones legales, y reconocía el derecho obrero de asociarse en sindicatos.

  • Creó el Instituto Nacional de Previsión (INP) para regular las cuestiones sociales.

  • Desarrolló una política económica de signo nacionalista, con un amplio programa de construcciones navales con el que resurgió la industria naval y se reconstruyó nuestra flota.

  • Pero una grave crisis vino a hacer naufragar tal esquema maurista: la Semana Trágica de Barcelona en julio de 1909. La Semana Trágica, estallido anarquizante provocado por el envío de tropas reservistas hacia Melilla para asegurar la plaza contra los ataques de los rifeños, sería el punto inicial de una serie de acontecimientos que iban a hacer imposible la convivencia de los españoles en los años siguientes. Fue una huelga general de protesta organizada por socialistas, anarquistas y republicanos, una revolución social de signo anticlerical de extraordinaria importancia en la que el pueblo realizó toda clase de atropellos (→ se quemaron monumentos ilustres y obras de arte capitales, se destruyeron puentes y ferrocarriles y edificios dedicados a la enseñanza). El gobierno tuvo que actuar con energía, aunque quizá un tanto precipitadamente, tanto Maura como su ministro de la Guerra, Linares. Varios de entre los culpables fueron ejecutados. El más conocido de ellos, Francisco Ferrer Guardia (fundador de la agrupación anarquista `Escuela Moderna') provocó al ser fusilado una protesta de amplitud europea (→ en realidad, de un amplio movimiento masónico de carácter internacional). En España, el “¡Maura, no!” de la izquierda (del republicanismo de Lerroux y del obrerismo militante) comenzó a difundirse por todas partes. Los liberales, por su parte, que desde 1908 había venido formando parte del Bloque de Izquierdas, aprovecharon la oportunidad que les brindaba la protesta de los extremistas. Se negaron a prestar en las Cortes cualquier tipo de apoyo a los conservadores si éstos seguían en el poder. Ante tal cúmulo de circunstancias, Antonio Maura presentó su dimisión que el rey se vio finalmente obligado a aceptar.

    Ello supuso la llegada al Gobierno del Partido Liberal en 1909. Un breve gobierno de Moret, dio paso al gobierno de José Canalejas en 1910. Durante su mandato, Canalejas tuvo que replantear otro de los grandes problemas de la Restauración: el religioso. El líder liberal alternó una política de atracción de las izquierdas anticlericales con concesiones más aparentes que reales (→ Ley del candado de 1910, mediante la que prohibió el establecimiento en España de cualquier nueva orden religiosa durante dos años, siendo así que ya se hallaban en ella prácticamente todas) con una serie de aproximaciones diplomáticas a la Santa Sede, encaminadas a tranquilizar al Vaticano acerca del alcance de las medidas de gobierno que parecían lesionar los derechos de la Iglesia.

    Su programa incluía la sustitución del impopular impuesto de consumos por uno progresivo sobre las rentas de la burguesía y la implantación del servicio militar obligatorio, que venía a suprimir la situación de privilegio de aquellos que pagaban una cuota para librarse de él.

    Sin embargo, su política ambigua le valió la hostilidad de la izquierda (que le acusaba de la continuación de la guerra de Marruecos y de la dura represión que contra las organizaciones obreras había desplegado a lo largo de los conflictos laborales) y de los ultracatólicos (por la Ley del candado).

    En noviembre de 1912, Canalejas fue asesinado en la madrileña Puerta del Sol por el anarquista Manuel Padiña (que se suicidó después de cometer el atentado). A partir de entonces se aceleró la escisión definitiva de los partidos turnantes, fracasando la “revolución desde arriba” intentada por el regeneracionismo.

    El primer afectado por la pérdida de su líder fue el propio Partido Liberal. Se inició una pugna en su seno por la sucesión. García Prieto, ministro de Estado, y el conde de Romanones, antiguo ministro de Instrucción Pública y presidente del Congreso de Diputados, quedaron como candidatos para el relevo, y acabaron por dividir en dos el partido (1913).

    Por su parte, la negativa de Maura a seguir turnando en el Gobierno con el Partido Liberal (en vista del comportamiento de éste en la crisis de 1909), provocó la división también del Partido Conservador entre los mauristas y los `idóneos' de Eduardo Dato, dispuestos éstos a seguir turnando con los liberales.

    Mientras tanto, los grupos marginados del poder tampoco parecían capaces de constituir una alternativa política a los partidos dinásticos; únicamente la conjunción republicano-socialista a partir de 1910 potenció bastante el peso político del partido socialista.

    En fin, a partir de 1913 la descomposición de los partidos históricos estaba consumada, y la dirección política quedó encomendada a los llamados “idóneos”, conservadores que se unieron a Dato (eran hombres acomodaticios, enemigos de lanzarse a aventuras reformistas, que a su modo de ver podían resultar peligrosas).

    El gabinete Dato de 1913 fue bien visto en la medida en que suponía el rechazo casi definitivo de Maura. Pero, ante todo, su Gobierno destacó por su esfuerzo en mantener cuidadosamente la neutralidad en la Primera Guerra Mundial (→ aunque la sociedad sí tomó partido por uno u otro bando. Por un lado, estaban los “aliadófilos” -intelectuales, socialistas e izquierda-, y por otro, los germanófilos -extrema derecha, conservadores y base del Partido Liberal-). España carecía de motivos para estar presente en las contiendas internacionales, con la excepción de la expectativa de un protectorado en Marruecos (Tratado de 1912).

    No obstante, y pese a su neutralidad, la guerra alteró toda la vida nacional:

    1.- Supuso un gran estímulo para la actividad económica: se benefició de las numerosas exportaciones de materias primas, productos agrícolas y artículos industriales a los países beligerantes (que lo compraban todo, a altos precios, sin reparar en la calidad), lo que posibilitó la nacionalización de la deuda exterior, recuperación de la mayoría de las inversiones extranjeras y notable incremento de sus reservas de oro. Pero no supo aprovechar la oportunidad de realizar un auténtico crecimiento económico con la industria, mejorando el utillaje y sus técnicas de producción; además el aumento de las exportaciones sin un paralelo incremento de la producción disparó los precios, mientras los salarios crecían menos.

    2.- Estos cambios económicos influyeron en la sociedad: mientras la burguesía se enriquecía, el proletariado y las clases medias que vivían de un sueldo o pensión fijos se empobrecían. Ello provocó una tensa situación social, que alimentó a los sindicatos, sobre todo UGT y CNT, que crecieron considerablemente. Y frente a ello, se vio la incapacidad del sistema político para dar respuesta al malestar social.

    Dato se mantuvo en el poder durante dos años (1914-15). Vivió en la neutralidad y de mantener el Parlamento cerrado el mayor tiempo posible. Fue muy criticado por no adoptar medidas adecuadas -en materia económica- a la situación internacional de guerra, tan aparentemente favorable a España. Pero a la postre, en diciembre de 1915, regresó al poder el conde de Romanones, que se limitaría a sostener una política similar a la seguida por el anterior gabinete conservador.

    En el poder, sucedió a Romanones en 1917 García Prieto. Fue en este año, cuando el triunfo de los aliados en la gran contienda internacional era inminente, cuando España vivió una grave crisis que minaría lo que aún quedaba del régimen de la Restauración.

    Esta crisis, que se planteó en el verano de 1917, se desarrolló en tres momentos:

  • Juntas Militares de Defensa.- Los militares estaban descontentos por la actitud de abandono del gobierno, la burocratización del cuerpo, el favoritismo en recompensas y ascensos, los bajos sueldos, etc. Por todo ello organizaron las Juntas, especie de sindicatos propios que protestaban contra la situación. Después de la dimisión del gobierno liberal de García Prieto, el gabinete conservador que presidía Dato (de nuevo en el poder desde abril) dio estado legal a las Juntas y aprobó su reglamento (→ Ello significó una tremenda claudicación del poder civil. A partir de entonces el Gobierno tuvo que contar con los militares).

  • Asamblea de parlamentarios.- Como protesta ante el cierre casi permanente de las Cortes, regionalistas catalanes, republicanos, radicales y socialistas se enfrentaron a Dato amenazándole con reunir en Madrid una Asamblea Nacional de Parlamentarios al margen de las Cortes; aunque no se hizo, los parlamentarios catalanes de la Lliga de Cambó y de Ezquerra Republicana sí se reunieron en julio de 1917 en Barcelona, pese a la prohibición del Gobierno. La Asamblea representaba la entrada en política de nuevos sectores: intelectuales y burguesía activa (no la terrateniente y rentista base del sistema canovista). Pretendía lanzar todas las fuerzas del país contra el Estado, y conseguir no sólo un cambio de régimen sino también de fuerzas y estamentos rectores. Pero la crisis social que entonces se produjo hizo temer a los asambleístas una desviación hacia posturas socialistas, y se disolvieron espontáneamente. Allí se vio la imposibilidad de colaboración entre todas las fuerzas políticas del país.

  • Huelga general revolucionaria.- Durante la Gran Guerra el movimiento obrero español creció bastante. Este fortalecimiento, unido a la mala situación económica de las clases bajas y la subida de los precios agravó la protesta social, que a partir de 1916 fue canalizada por las dos centrales sindicales mayoritarias que empezaron a colaborar; en marzo de 1917 pidieron al gobierno solución al problema de las subsistencias, y en agosto estallaba una huelga dirigida por republicanos y socialistas -la huelga se convocó en realidad como efecto al conflicto que se vivía en Valencia entre los ferroviarios y la Compañía del Norte-, que trataron de aprovechar la evidente crisis política de aquellos meses para provocar un colapso del régimen. El método sería el paro general con una huelga pacífica, que no daría lugar a la represión; el objetivo era la abdicación del rey y la implantación de la república. Los anarquistas secundaron la huelga, pero no la no-violencia. Por ello, en las grandes ciudades se produjeron grandes incidentes que obligaron al gobierno a recurrir al Ejército. Los militares se unieron al Gobierno y sofocaron la rebelión proletaria. Por su parte, los parlamentarios reunidos en Barcelona se asustaron ante el cariz que tomaba el asunto, y obedecieron la orden de disolución dada en Madrid.

  • En suma, la burguesía se unía frente a la amenaza de la insurrección proletaria, y el Ejército, que se podía haber considerado como un elemento renovador, se opuso radicalmente a la revolución social, apoyando al poder. Por tanto, la crisis de 1917 terminó realmente en nada, y todas las reformas necesarias quedaron pendientes. Lo que pudo ser el fin de la monarquía no lo fue por la imposibilidad para conciliar los intereses de militares, catalanistas, republicanos y socialistas. Una nueva coincidencia no se daría hasta 1931.

    García Prieto volvió a formar gobierno, pero esta vez ya no fue un Gabinete homogéneo de partido. El turnismo se había, por fin, agotado y hasta 1923 se acudió a gobiernos de concentración. Así, el primer gabinete de concentración de la Restauración se formó con ministros liberales, catalanistas (Ventosa, Rodés) y algún conservador (La Cierva). (→ Estos gobiernos de concentración tuvieron graves inconvenientes: la heterogeneidad de las tendencias, que impedía la existencia de cualquier programa coherente; y la desaparición de la dinámica del turnismo, pues mientras el sistema canovista se basaba en la oposición de dos fuerzas incompatibles simultáneamente, pero ambas necesarias al régimen y que se turnaban en el poder, los gabinetes de concentración, en cambio, al exigir esta simultaneidad rompieron el mecanismo y acabaron con lo que aún quedaba de ficción entre mayoría y oposición. El año 1917 fue el de la caducidad definitiva del sistema de turnos). En 1918 y 1921 se repitió el intento de aglutinar en el Gobierno, bajo la presidencia de Antonio Maura, a todas las fuerzas que estuviesen dispuestas a colaborar con la monarquía (liberales, conservadores, catalanistas, reformistas...). Pero todo fue en vano. La compleja crisis que la paz de la Primera Guerra Mundial trajo consigo se concretaría en breve en multitud de cuestiones: oleada de terrorismo (especialmente en Barcelona); huelgas laborales tan importantes como la `Canadiense' (1919) y la huelga general de marzo de ese mismo año; asesinato de Dato, a la sazón jefe de Gobierno (1921); malestar social debido a la diferencia entre salarios y precios; y, de otro lado, el problema de Marruecos (→ Allí, tras los acuerdos con Francia, nuestra zona de influencia quedó limitada a las montañas del Rif y la Yebala, sin ningún valor económico y difíciles de mantener. La guerra que España mantenía en Marruecos (1909-1927) adquirió después de la crisis de 1919 un primer plano de actualidad al terminar la Primera Guerra Mundial. En 1921 se producía el desastre de Annual, donde más de 10.000 soldados españoles cayeron muertos ante las tropas rifeñas de Abd-El-Krim). Esta guerra fue desde siempre muy impopular y esta oposición encontró respaldo en algunas fuerzas políticas y en la opinión pública en general. En las responsabilidades de la guerra de África se pretendió implicar al Ejército y al monarca. Y el Ejército, que captó el deseo de muchos españoles de que se pusiera fin a un parlamentarismo estéril, y que por otra parte no quería verse envuelto en las salpicaduras de esa exigencia de responsabilidades, provocó el 13 de septiembre de 1923, un golpe de Estado, al frente del cual se hallaba el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera.

    = Así, podemos hablar de dos factores que determinan la dictadura de Primo de Rivera. El primero está centrado sobre el proceso de responsabilidades por Annual. El segundo reside en la incapacidad de los gobiernos parlamentarios del régimen para hacer frente a la violencia y espontaneísmo de conflictividad social que asolaban el país.

    Otra teoría mantiene que el golpe de Estado se produjo con la finalidad de cortar la posibilidad de un movimiento revolucionario y de evitar que se llegara hasta el fondo en las investigaciones de los desastres de Marruecos (→ este golpe de Estado tuvo el apoyo de la monarquía y de la alta jerarquía militar).=




    Descargar
    Enviado por:Antonia
    Idioma: castellano
    País: España

    Te va a interesar