Historia


Enemigos de Godoy


Alumno de 1º de Periodismo. Universidad Carlos III

“Historia de España”


"LA OPOSICIÓN A GODOY"

El período correspondiente al reinado de Carlos IV tiene una gran importancia desde el punto de vista de la historia política por cuanto en él se perfilaron las fuerzas que desencadenarían poco más tarde la Revolución en España. A partir de un momento determinado, esas fuerzas, cuyo comienzo no resulta fácil precisar, se reunieron en un frente común: contra el primer ministro Godoy.

Manuel Godoy fue ganándose la enemistad de muchos sectores de la sociedad española que contemplaba asombrada su rápida trayectoria política desde que llegó a la Corte procedente de tierras extremeñas. Ya fue motivo de escándalo su nombramiento como Príncipe de la Paz, a raíz de la firma de la Paz de Basilea, título que nadie sin sangre real había llevado en Castilla. Años más tarde, en 1807, recibió el título de Almirante, que le equiparaba a la familia real por su tratamiento de Alteza Serenísima. Todo ello contribuía a poner de manifiesto su ilimitada ambición, a suscitar las envidias y a acrecentar las filas de sus enemigos.

Pero la oposición a su política fue generándose casi desde el inicio de su valimiento. La Iglesia no lo miraba con simpatía a causa de la legislación que promovió sobre los bienes de las instituciones religiosas, de los que se apropió el Estado para convertirlos en papel de la deuda. La nobleza lo odiaba porque era un advenedizo que no tenía reparo alguno en apartar a los desafectos a su política. La burguesía se puso enfrente del favorito por su mala administración: los gastos de las guerras y los dispendios de la Corte recaían en su mayor parte sobre las corporaciones artesanales, como los Cinco Gremios Mayores de Madrid, o sobre las casas comerciales, arruinadas muchas de ellas por el descrédito en el que cayeron los vales reales. El pueblo se escandalizaba por su no religiosidad y la liviandad de su vida privada, por sus riquezas y por algunas medidas extraordinariamente impopulares, como la supresión de la fiesta de los toros en 1805. Además, la subida de los precios por encima de los salarios y el empeoramiento de la situación de los más desheredados, hacía aún más escandalosa la riqueza de la que hacía gala Godoy. En 1807 se le cedió la Casa Palacio de Buenavista, adquirida por medio millón de reales y se decía que sus ingresos ascendían a 2.251.000 reales.

No resulta extraño, por tanto, que frente a la omnipotente y odiada figura fueran concitándose las diversas fuerzas de oposición que cristalizaron en varias intentonas para derribarlo del poder.

LA FORMACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Se conoce la existencia de partidos y programas, aunque, naturalmente, en un sentido muy distinto al que tienen en los sistemas políticos contemporáneos. El origen de estos partidos hay que buscarlo en el reinado de Carlos III. De una parte, se había ido configurando en la Corte el llamado partido golilla, encabezado por Floridablanca y formado por los que defendían las prerrogativas de la toga y de poder civil. Preconizaban una administración racionalizada y fuertemente centralizada, cuyos símbolos serían los secretarios de Despacho o ministros, como supremos realizadores de los designios de la Corona, a la cual estarían estrechamente vinculados. No creían que la nobleza debía jugar un papel importante en la política; por el contrario -como hacía constar uno de sus integrantes, Cabarrús- consideraban que la nobleza había sido siempre funesta y destructiva del verdadero equilibrio político.

El otro era el partido aragonés, cuya cabeza indiscutible era el conde de Aranda, y que estaba integrado por gentes que no eran únicamente aristócratas, aunque fueran éstos los que por su prestigio e influencia constituyeran la nota más sobresaliente y destacaran, en general, en el horizonte político nacional e internacional. En el partido aragonés no hay que ver, como han querido algunos, a unos tradicionalistas movidos por el viejo espíritu foral reprimido por la política borbónica, ni a unos reaccionarios que querían reconquistar para la nobleza los puestos rectores que otros le habían arrebatado. Aranda era un "ilustrado", que se carteaba con Voltaire, e incluso mantenía amistad con algunos de los más destacados filósofos de las Luces. Su Estado ideal hubiese sido una monarquía equilibrada por "contrapeso" y a salvo de toda arbitrariedad, un poco al estilo de cómo la concebía Montesquieu.

Es importante recordar la existencia de estos bandos políticos, porque ayuda a comprender que jugaron un papel nada desdeñable en el germen de la oposición política que afectó la etapa en la que Godoy ocupó el poder. Oposición que no hubiera tenido mayores consecuencias si la ideología revolucionaria, potenciada por los sucesos de Francia, no hubiese llegado a endurecer muchas posturas hasta un radicalismo imprevisto en los programas de los respectivos partidos.

FLORIDABLANCA Y ARANDA

Cuando estalló la Revolución francesa, Floridablanca temió las consecuencias que podría tener su repercusión en España. Para evitar el contagio cerró la frontera de los Pirineos con su famoso "cordón sanitario", al tiempo que maniobraba en las cancillerías europeas y se ponía en contacto con los realistas franceses. Todo ello explica que los nuevos dueños de la situación en Francia hiciesen cuanto estuvo en su mano para provocar su caída y lo consiguieron gracias a las presiones de su embajador en Madrid, Jean-François Bourgoing, porque Floridablanca tenía en la Corte muchas antipatías, incluyendo la del nuevo rey, Carlos IV.

Era lógico que a Floridablanca le sucediese el jefe del partido opuesto, conde de Aranda. Aranda llegó al poder con ansias de reforma -no de revolución-, y con el deseo de reconciliarse con la nueva Francia. Enseguida empezaron a cobrar mayor importancia los Consejos, en detrimento de la Junta de Estado, y hasta se constituyó, como trascendental innovación un Supremo Consejo de Economía Política, dividido en tres Salas: Gobierno, Justicia e Iniciativas y Proyectos. Se puede ver en estas tres salas un recuerdo de la triple división de poderes teorizada por Montesquieu: Ejecutivo, Judicial y Legislativo. Pero sus medidas parecieron peligrosas en un momento tan delicado: la radicalización de los sucesos en Francia, con el asalto a las Tullerías y la prisión de Luis XVI, hicieron pensar a Carlos IV que la oportunidad no era la más adecuada para realizar ensayos.

LA OPOSICIÓN ANTIGODOYSTA

Aranda cayó acusado, poco menos que de revolucionario y de "discípulo de la escuela jacobina" y fue sustituido por el joven Manuel Godoy. Desde noviembre de 1792 en que se operó la sustitución, la oposición de Aranda y de los aragoneses contra el omnipotente valido no se extinguió ya. Aquel mismo año parece que hubo en el Consejo una conjura antigodoysta, que el político extremeño consiguió sortear; pero las asechanzas no cesaron ni siquiera con el destierro de Aranda en 1794. El partido aragonés, convertido en el partido de la oposición se encargó de zancadillear por todos los medios al joven valido y, además, se fue constituyendo en una fuerza posible de la revolución española.

Hasta qué punto sufrió este partido una verdadera metamorfosis, abandonando el viejo programa de Aranda por otros más radicales, es cuestión mal conocida, pero lo cierto es que el viejo partido aragonés dejó de formar parte del régimen para convertirse en su enemigo. El programa de este grupo consistía tanto en lograr la caída de Godoy y de todo su equipo, como en transformar la maquinaria del Estado, sustituyendo incluso a Carlos IV por su sucesor, como se había de intentar en la conjura del Escorial o en el motín de Aranjuez. Con todo, las noticias disponibles sobre algunos de estos hechos son lejanas y vagas, puesto que no se sabe muy bien si sus objetivos eran a favor de la Revolución o en contra del odiado Manuel Godoy.

EL MOTÍN DEL GLOBO

Un episodio que, quizás por su carácter anecdótico, ha sido relegado por la historia es el conocido como "el incidente del globo". En él se produjo uno de los primeros ataques a Godoy, aunque fue débil y despertó poco eco. En 1792 se elevó en España el primer globo tipo “Montgolfier”, tripulado. El pasajero fue el italiano Lunardi, quien llevó a cabo una demostración pública en 1793, delante del Palacio Real, en presencia de los reyes y del inevitable Godoy. Cuando comenzó a elevarse surgieron de entre el público, que se agolpaba para presenciar el acontecimiento, gritos subversivos, quizá con el intento de transformar la fiesta en un motín. Pero no lo consiguieron, aunque pudieron escapar de la persecución de los alguaciles. Los síntomas de un ataque contra el régimen, aunque tímidos, ya se dejaban notar.

LA CONJURA DE EL ESCORIAL

La oposición contra Godoy siguió aumentando en los años sucesivos y a comienzos del siglo XIX empezó a dibujarse el partido fernandino como nueva fuerza de oposición, a la que se arrimaron muchos de los descontentos. En 1801, el heredero de la Corona, futuro Fernando VII, contaba con dieciséis años y, a pesar de los esfuerzos de Godoy por ganarse su afecto, la incompatibilidad entre ambos era ya manifiesta. En la animosidad contra el valido intervino decisivamente el preceptor del príncipe Juan Escoiquiz, introducido en la Corte precisamente por el político extremeño. Pues bien, ya en 1803 y 1804 hubo rumores de un plan para cambiar a Carlos IV por Fernando VII, que para unos sería simplemente la forma de cambiar a Godoy y, para otros, la posibilidad de establecer importantes cambios políticos. Pero la primera maniobra de este tipo de la que hay datos concretos fue la de El Escorial en 1807. Siempre se le ha dado a esta conjura el carácter de una trama puramente cortesana, como una confrontación entre el padre y el hijo, alentada por personas del propio servicio de palacio, como Escoiquiz, y provocada por la entrega de Godoy ante Napoleón. Se puede ver el proceso de El Escorial como el comienzo del triste desenlace del reinado de Carlos IV.


LA CONSPIRACIÓN DE EL ESCORIAL

“El Príncipe de Asturias”, futuro Fernando VII, odiaba a Godoy supuesto amante de su madre y favorito de su padre. Tal sentimiento fue cuidadosamente cultivado por los enemigos del valido, sobre todo, los duques del Infantado y de San Carlos y Escoiquiz, que formaron una camarilla en continua conspiración contra Godoy. Éste les correspondía con un estrecho espionaje y con la marginación política.

En 1807, a los 23 años, murió la primera esposa del príncipe y se le buscaba mujer. Como la política exterior de Godoy se basaba en las alianzas con Napoleón Bonaparte, Fernando y sus consejeros decidieron tenderle una trampa al valido, y pidieron secretamente al emperador Francés que le buscase novia en su familia.

Bien por una revelación, bien porque lo descubriera el espionaje de Godoy, éste se enteró de la maniobra y, probablemente, inventó una conspiración para terminar con la camarilla del Príncipe. El 27 de octubre de 1807, apareció en la mesa del Rey una nota en la que se acusaba al príncipe Fernando de tramar su derrocamiento: "La corona de V.M. peligra; la Reina María Luisa corre el riesgo de ser envenenada", decía literalmente el mensaje.

El Rey ordenó el registro de las habitaciones de su hijo y apareció la correspondencia con Napoleón. El Príncipe fue arrestado. Y aquel intrigante corrió a pedir perdón a sus padres y a denunciar a sus cómplices. Para los duques de San Carlos y del Infantado y para Escoiquiz se pidió la pena de muerte, pero la presión popular logró su absolución.


EL MOTÍN DE ARANJUEZ

El descubrimiento de la trama dejó las cosas como estaban hasta que algunos meses más tarde triunfase el motín de Aranjuez. Sin embargo, esos meses entre los dos incidentes constituyen la etapa más amarga en toda la larga vida de Godoy. Todos, y por múltiples motivos, se volvían en aquellos momentos contra él: "... los nobles humillados tanto tiempo por la imposición de un advenedizo aupado con malas artes hasta el trono; los ricos, porque a la hora de repartir las cargas económicas sin respetar privilegios ni apellidos, había hecho recaer el peso de las exigencias fiscales sobre los poderosos, para desahogar a los humildes a lo largo de una crisis constante: la Iglesia porque osó enfrentarse con el Santo Oficio, porque habló de reformas fiscales en algunos sectores del clero, y porque, siquiera fuese de acuerdo con el Papa, había intentado alterar sus privilegios económicos; el pueblo, en fin, porque se lo presentaban como un desenfrenado hereje, que tras someter a su voluntad a un viejo y débil monarca y manchar el trono con su impudicia, aún pretendía arrebatárselo al legítimo heredero y deseado rey, al joven Fernando...

Toda esa oposición vio por fin realizado su deseo de desplazar del poder a Godoy con el triunfo del motín de Aranjuez. Los hechos sucedieron así: la familia real había huido a Aranjuez ante las alarmantes noticias que llegaban sobre las intenciones de los supuestos aliados, los franceses. Godoy propuso el viaje a Sevilla y Cádiz, para desde allí embarcar con rumbo a América. "El pueblo de Aranjuez", indignado por tanta cobardía, se levantó apoderándose de la persona de valido y forzó la abdicación de Carlos IV, que renunció en su hijo Fernando VII. Téngase en cuenta ahora la sustitución de la Guardia de Palacio, con la llegada de un nuevo regimiento procedente de Madrid, justo horas antes del motín; los carruajes alquilados en la Corte que llevaron a Real Sitio a las personas que habían de iniciar el griterío; el reparto de dinero que se hizo la noche anterior para la recluta de “protestatarios”. La indignación popular contra Godoy era un hecho cierto, y no necesitaron excesivos esfuerzos los organizadores; pero no fue una sublevación espontánea, sino un golpe encauzado y estimulado hasta conseguir sus fines. La nobleza descontenta patrocinó y orquestó el motín de Aranjuez y logró al fin su objetivo inmediato.

En un principio se creyó que Godoy había huido con destino a Andalucía, cuando advirtió los primeros movimientos en la noche del 17 de marzo de 1808. Sin embargo, fue descubierto en la mañana del día 19 en su propia casa. Se había encerrado en una buhardilla, ocultándose entre varios rollos de alfombras y esteras. El mismo Príncipe de Asturias tuvo que tranquilizar al pueblo y Godoy pasó a ser custodiado en el cuartel de la Guardia de Corps, para evitar que el pueblo se ensañase con él. Desaparecido de la escena Godoy, Carlos IV no pudo sostenerse en el trono.

Por primera vez en la Historia de España, un rey era destronado por su propio hijo. Fernando VII “El Deseado” ceñía la corona y la oposición pasaba a ocupar el poder. Pero no pudo disfrutarlo por mucho tiempo, puesto que las tropas francesas habían dejado ya claras las intenciones de Napoleón de prescindir de los Borbones. Godoy salvó la vida gracias a que Napoleón quiso tenerlo en Francia y vivió en el destierro hasta su muerte, el 4 de octubre de 1851, más de la mitad de su existencia. Un final triste y prolongado para quien lo había sido todo en la España de Carlos IV.





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Enviado por:Richi
Idioma: castellano
País: España

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