Filosofía y Ciencia


El secuestro de Darwin; Encarnación Cabezas


El secuestro de Darwin

Encarnación Cabezas

Charles Darwin después de abandonar los estudios de medicina y abandonar la intención de ordenarse sacerdote, conoció a Adam Sedgwick y Jon Stevens Henslow, quienes lo apasionaron por la geología y la historia natural.

El 5 de septiembre de 1931, un joven Charles Darwin, es propuesto para realizar una expedición del gobierno a bordo del Beagle. Su puesto en el barco sería de naturalista.

Charles creyó que era una buena oportunidad para poder realizar aquello que le apasionaba, investigar sobre geología.

El viaje a bordo del Beagle, duró cinco años, desde 1931 hasta 1936. Durante este período de tiempo Charles no dejó de investigar y observar todo lo que sucedía a su alrededor. Todos los hallazgos quedaban anotados en su “libro rojo de notas”.

Darwin tenía como base la obra de su amigo Charles Lyell “Principios de Geología”. Esta obra le proporcionaba los instrumentos y el esquema necesarios para la investigación.

El Beagle sería para Darwin el escenario perfecto para poder crecer como persona y como científico.

A la vuelta de su viaje, Charles Darwin se había propuesto presentarse ante la Sociedad Geológica de Londres, institución que había adquirido carácter oficial. El día escogido fue el 7 de marzo de 1838.

Ese día, Darwin se vistió como marcaban los cánones del momento y se presento ante los miembros de la sociedad para exponer todos los hallazgos realizados en la expedición y explicar las conclusiones a las que había llegado.

El joven, de 29 años, expuso sus conclusiones sobre la formación de las montañas y los volcanes. Y sus conclusiones daban más fuerza a la teoría del Uniformismo geológico que mantenían los ingleses, en contra de la teoría catastrofista de los franceses. Darwin había demostrado que el gradualismo y la acumulación eran los protagonistas en la formación de cordilleras y volcanes. Tras su exposición fue nombrado secretario honorífico de la Sociedad Geológica de Londres.

Diez meses después de su nombramiento como secretario, se casó con su prima Emma Wedwood. Después de tres años casados se trasladaron de Londres a Down.

Allí tenía una casa amplia… donde podía seguir con sus investigaciones y hallazgos que había obtenido a bordo del Beagle y examinando las especies que por el jardín se paseaban.

Un día analizando una especie, se dio cuenta que tenía ante sí el mosaico de la vida. Su mente acababa de trazar la silueta de una caprichosa Naturaleza. Basándose en la teoría de Hutton y Lyell, quienes rompían con la idea de tiempo bíblico y lo sustituyeron por el tiempo profundo. Ellos decían que la Tierra databa de unos miles de años más de lo que pensaba el tiempo bíblico. Aquí es donde a Darwin le proporcionaron el marco propicio para un nuevo concepto, la selección natural.

Su siguiente convicción era en la que decía que la Tierra sufre un lento y minucioso moldeado, conectado con el universo orgánico. El método utilizado, fue el creado por Bacon en 1620, donde consideró que la investigación debía estar controlada por la observación directa. Este método es conocido como método de inducción eliminativa.

Charles con el apoyo de dos sólidos principios, como son la inducción y la simplicidad, junto con sus estudios en biología pudo situarse ante la verdadera sinfonía de la vida. Los cambios de las especies se producen lenta y gradualmente a través del majestuoso ciclo del tiempo y por la acción continuada de la selección natural.

Este hallazgo, podría quitarle el prestigio que años antes había ganado ante la Sociedad Geológica de Londres y que le había proclamado secretario honorífico. En este momento Darwin tenía un verdadero dilema, si publicaba el hallazgo podría sufrir el ostracismo científico y social. Después de un tiempo cavilando lo que tenía que hacer con su nueva teoría decidió que no podía publicarla ya que la sociedad inglesa de la época no aceptaría las conclusiones.

A partir de este momento, Charles Darwin, sufrió su propio secuestro. No podía exponer su teoría y tenía que evitar que nadie se enterara. Empezó entonces su nueva vida clandestina. Meditar de espaldas a los suyos, en silencio…

Tenía miedo de que le pasara lo mismo que le había pasado en su día a Galileo Galilei (enfermo, ciego y solitario, fue tachado de proscrito moral y obligado a vivir confinado en la villa Arcetri) y Alejandro Malaspina (acabó condenado a reclusión en el Castillo de San Antón de La Coruña).

Charles aguantó hasta que un día decidió contárselo a su mujer. Emma apoyó a su marido a no contar lo que había averiguado, ya que sus hijos tenían que disfrutar de su padre. Pero si que le animó a que siguiera con lo que le había apasionado en el pasado, la geología.

Le hizo recordar si había expuesto ante la Sociedad Geológica todo lo que había hallado en la Expedición Beagle. Entonces se centró de nuevo en el estudio geológico, pero esta vez sería de una manera más tranquila y pausada. Pasaron ocho años de felicidad y descanso para Darwin, estudiando la metamorfosis que experimentaba el balano (bellota de mar).

Esta nueva tranquilidad se vio truncada el día en que su buen amigo Lyell irrumpió en su casa y le explico los nuevos rumores que circulaban.

Había un joven topógrafo, Wallace, que estaba recogiendo especímenes y defendía unas tesis muy parecidas a las de Darwin.

El joven Wallace estaba apunto de editar una pequeña memoria sobre la “evolución de las especies”

Rápidamente Darwin, sacó su obra y se sintió aliviado, ya que podía publicar su obra, que años antes y haciendo caso a su esposa, había registrado ante un notario. Esta obra tomó el nombre de “El Origen de las Especies”.

La obra de Darwin fue todo un éxito editorial, además de un trabajo excepcional. La primera edición fue en 1859 y se agotó el primer día que se puso a la venta. La última edición se público en 1876 y se vendieron dieciséis mil ejemplares en Gran Bretaña.

Este libro, aunque fue un éxito, se convirtió en centro de la discordia de los científicos de la época. Dio a conocer una nueva idea revolucionaria, que aunque tenía una “aparente similitud” con la teoría de Wallace, era más transgresora y atrevida. Charles prescindió de la intervención divina, ya que toda forma de vida era fruto de la acción continuada y acumulativa de la selección natural.

Charles Darwin murió el 19 de abril de 1882 rodeado de su mujer y sus hijos, mientras tanto recordaba los buenos momentos que había pasado en la expedición del Beagle y los buenos momentos junto a su familia. Charles Darwin murió aliviado.

Con el paso del tiempo y de las investigaciones las teorías darwinianas siguen presentes en nuestros días y no se rechaza la importancia de la selección natural.

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