Economía y Empresa
El mercado y la globalización; José Luis Sampedro
Presentación en Sevilla
Continuando con su gira española, organizada por la editorial Destino, el escritor y economista José Luis Sampedro presentó en Sevilla su libro 'El mercado y la globalización' (Destino), que recupera la idea de su cómic "Nosotros y el mercado" aunque ampliado para acercar la teoría económica a todos los públicas en un momento en el que "se dicen tantas mentiras sobre la globalización".
El escritor aprovechó esta estación de su peregrinaje para aclarar que su postura no es antiglobalizadora sino defensora de una globalización en todos los ámbitos, desde el medioambiente a la salud o la educación, para que pensemos "por nosotros mismos". Tampoco es contra el mercado, sino que desea reclamar un mercado controlado "lo mismo que controlamos tantas cosas" y en contra de "una sociedad de mercado como esta, una sociedad que lo quiere mercantilizar todo, se ha convertido todo en mercancía, hasta los sentimientos y los valores más sagrados".
Sampedro, que de momento no se plantea volver a la novela porque se siente "cansado", señaló que todo su planteamiento es expuesto a través de teorías económicas enfrentadas a las que se han impuesto en defensa de la globalización porque "tienen el poder en sus manos, la mayoría de los medios de comunicación, dan dinero y por tanto disponen de muchos intelectuales que se venden".
El mercado y la globalización
José Luis Sampedro
Frente a la mundialización económica que ahonda la pobreza, José Luis Sampedro defiende la globalización de la justicia y se sitúa junto a los ciudadanos que participan y protestan contra un mundo desprovisto de valores.
Con un lenguaje sencillo y asequible para todo tipo de público, el escritor José Luis Sampedro dedica su último libro `El Mercado y la globalización' (ed. Destino) a desgranar las tesis esgrimidas en el foro de Nueva York y en el de Porto Alegre en 2001 para arrojar luz sobre el fenómeno de la globalización neoliberal más allá de su vertiente económica.
En el acto de presentación de la obra, que acompaña los textos con ilustraciones de Santiago Sequerios, Sampedro esbozó su visión del mundo bajo un punto esencial: “lo más grave es la contaminación mental”, conocida más popularmente como “que nos coman el coco”. El autor señaló la confusión reinante en torno al término globalización. “A los que somos enemigos de la situación mundial actual se nos llama `antiglobalizadores', cuando en realidad somos `supermetaglobalizadores'”, indicó.
Para explicarlo, el libro arranca con la contraposición de las tesis defendidas en el foro de Nueva York, en pleno Norte, centrado en cuestiones económicas y financieras, y en Porto Alegre (Brasil), en pleno Sur, dedicado a los problemas de la sociedad mundial. Sampedro destacó que en el Foro Económico de Nueva York se defendió que la globalización era la única vía para acabar con la pobreza mundial, una tesis que ha demostrado ser una falacia ante la abrumadora distancia que se abre cada vez más entre ricos y pobres. Los estadistas también sostuvieron que la globalización era inevitable porque es una consecuencia del progreso técnico, algo “contra lo que resulta necio luchar”.
Orientar el progreso técnico hacia el interés social
Por su parte, las tesis debatidas en Porto Alegre apuntaron que “cuanto más crece esta globalización, más ganan los ricos y peor están los pobres”, de manera que “bastaría orientar el progreso técnico hacia el interés social” para organizar otra globalización y otro mundo mejor, que resulta posible, recoge el libro.
Lo que el autor condena es que la globalización sea meramente económica, “habría que globalizar también la justicia”. En este sentido, consideró que si hubiera un organismo mundial capaz de globalizar la sanidad, los países empobrecidos no morirían de Sida; y si existiera otro que globalizara la educación, no habría tasas tan elevadas de analfabetismo. Sobre estas premisas, Sampedro argumentó que “la técnica obliga a mundializar, no la economía, sino los recursos del planeta”.
El autor señaló que en los últimos años la humanidad se dirigía hacia la globalización de las opiniones, una tendencia que se vio trastocada por el 11 de septiembre “cuando Bush decidió tomar las riendas del mundo, con el beneplácito de los gobiernos occidentales, de manera que hemos retrocedido en la mundialización de los recursos para avanzar en la globalización económica”.
Sampedro destacó que la globalización, entendida como explotación, ha existido en todas las épocas, pero la novedad de la que impera en la actualidad es que introduce técnicas nuevas, Internet y los medios de comunicación, y además es posible gracias a las leyes y las instituciones. Así, “se ha impuesto la idea del pensamiento neoliberal y de la liberalización, de modo que los gobiernos han suprimido los controles a los movimientos financieros y las grandes empresas han conseguido gobernar por encima de los gobiernos, en una muestra de dejación en el que el poder político ha cedido al económico”.
En este contexto, “los ciudadanos no pueden hacer nada, porque están al margen de la toma de decisiones de las empresas”. Frente a ello, abogó porque “se mundialice la dirección y la gerencia de los recursos mundiales”. No obstante, el autor aclaró que su postura no es contraria al mercado, que a su juicio constituye “un mecanismo imprescindible de intermediación para cambiar los bienes”.
“No se trata de ser enemigo del mercado; lo que es rechazable no es una economía de mercado, sino una sociedad de mercado, que sólo admite los precios y no reconoce los valores”. “Mercantilizar la sociedad es rechazable, porque en la vida hay algo superior a lo económico: los valores”, añadió. El autor reconoció que en el mundo oriental, así como en sociedades primitivas y tradicionales, hay valores que el mercado no reconoce y que tienen mucho que enseñarnos.
"Comprometerse es un deber de todo el mundo"
En cuanto a las campañas de criminalización y desprestigio lanzadas desde los poderes hacia los movimientos sociales de resistencia global, tachados de violentos (aunque éstos son sólo una minoría del conjunto de grupos heterogéneos que lo conforman), “yo criminalizaría a los ciudadanos que no quieren participar en nada, que se convierten en súbditos y borregos”. “Todo ese mundo de jóvenes que se van de voluntarios a proyectos de cooperación y asisten a foros de protesta -desde los más pacíficos hasta los más extremos— son la izquierda de hoy”, expresó, y “estoy a favor de los ciudadanos que quieren participar y protestar”.
Sampedro defendió que “comprometerse es un deber de todo el mundo, siguiendo los propios criterios, desmarcándose de la versión oficial”, ya que se trata de una “obligación con uno mismo porque el arte de vivir es hacerse y ser uno mismo; y como no soy nadie sin los demás, tengo un compromiso con el resto de la humanidad”.
`El mercado y la globalización', además de hacer un repaso a la evolución del mercado a lo largo de la historia, pretende “reconducir un lenguaje veraz”. Por ejemplo, el término “liberalizar” tiene una connotación positiva, cuando en realidad implica que el fuerte elimine las normas para su beneficio, con el consiguiente perjuicio para el pobre. A su vez, mostró la contradicción de una frase extendida que aduce que “el mercado es la libertad”, cuando si alguien entra en un mercado a comprar sin llevar dinero, no podrá adquirir nada, por lo que sin dinero no hay libertad, lo que evidencia que “la libertad de elegir la da el dinero”.
Por último, el libro culmina haciendo alusión al lema de Porto Alegre `Otro mundo es posible', que Sampedro prefiere cambiar por `Otro mundo es seguro', ante la estupidez de la tesis de que hemos llegado al final de la historia, ya que mientras haya humanidad habrá cambio y otro mundo, seguro”. “Yo lucho por ese otro mundo, porque el futuro está en Porto Alegre, no en Nueva York”.
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