Literatura


El hereje; Miguel Delibes


RESUMEN

EL HEREJE, DE MIGUEL DELIBES

Esta obra tan apasionante escrita por D. Miguel Delibes es un ejemplo de la historia de nuestro país, concretamente del siglo XVI. Nos narra unos hechos con diversos personajes que según como está narrado todo nos hace adentrarnos en los personajes y en la época. Nos preludia y nos habla en general de los viajes de Lutero, de la Inquisición del siglo XVI. Narra un viaje naval con diversos personajes, entre ellos el capitán Berger, Isidoro Tellería, Cipriano Salcedo, etc, en un barco llamado el hamburg.

Empieza a contarnos la historia de cómo nace Cipriano, de cómo se comprueba el embarazo de Dª Catalina mediante unos métodos un tanto particulares. El niño es de D. Bernardo Salcedo y de Dª. Catalina. D. Salcedo no ha tenido nunca mucho carió hacia su mujer, siempre la obligaba a hacer ciertas cosas aunque ella no quisiera, ha mandado sobre ella. En ésta época ha predominado este cierto machismo si se puede llamar así, la mujer se ha tratado con un “objeto” que sirve para satisfacer los deseos del hombre y estar a su servicio en todo momento.

Tras esperar varios meses, se produce el parto, un parto difícil, pero al final nace el niño, al cual bautizan con el nombre de Cipriano, Cipriano Salcedo. A los pocos días de nacer el niño, muere su madre Dª Catalina y el niño tiene que ser amamantado y lo va a ser por una muchacha quinceañera que perdió a su hijo a los pocos días de nacer. Esta muchacha llamada Minervina procedente de Santovenia amamanta al hijo de D. Bernardo y la fallecida Dª Catalina. D. Bernardo no ha amado a su mujer y quiere fingir que le duele la muerte de ella para que la gente lo vea que está sufriendo mucho.

D. Bernardo hace un viaje a Burgos y tiene una velada con Don Néstor Mahuenda. D. Bernardo vence sus melancolías y vuelve a sus negocios y a sus trabajos.

A D. Bernardo Salcedo le gustaba Minervina e intenta demostrarle su pasión y su amor hacia ella, pero a Minervina le sienta muy mal la proposición y casi Minervina quiere abandonar la casa por la presión de D. Bernardo. Éste necesita una mujer con la que convivir y tenerla a su servicio. Posteriormente, D. Bernardo Salcedo encuentra a una chica llamada Petra Gregorio, excitante aunque un poco mal oliente. Al final acaban entre besos y abrazos.

El niño, Cipriano, conforme se va haciendo mayor va queriendo cada vez más a su nodriza Minervina y a su padre cada vez menos, no lo atiende lo suficiente, el niño tiene miedo de su padre.

D. Bernardo Salcedo pilló de improvisto a Petra y a Miguel Zamora en la cama. Petra es expulsada de la casa de D. Salcedo. Éste estaba informado de ciertos rumores que hablaban de que Petra era una prostituta y el lo comprobó. Estos rumores venían de Chancillería. A lo largo de la época moderna existieron en España distintos tribunales territoriales, que administraban justicia en nombre del rey: las audiencias y las chancillerías. Éstas tenían su sede, respectivamente, en Valladolid (establecida en 1442) y en Granada (en 1505), y eran de rango superior. La línea del Tajo separaba la jurisdicción de ambas. Las chancillerías configuraron su personalidad en el reinado de los Reyes Católicos y definieron su composición y atribuciones en el siglo XVI. Las causas se atendían, según su carácter, en diferentes salas: la de lo civil, la de lo criminal y la de hijosdalgo. La Chancillería de Valladolid contaba, además, con una sala de Vizcaya, en la que se veían las apelaciones de este señorío. Todas sus sentencias podían recurrirse ante el Consejo de Castilla.

Cipriano Salcedo recibe una formación religiosa desde pequeño. No le gustaba estudiar mucho, no atendía a las explicaciones. Quizá, Minervina, con la mejor intención , lo había aislado del mundo. Entonces, su padre lo interna en un colegio.

Cipriano se va haciendo mayor poco a poco y va haciendo amigos en el colegio. Van pasando los años, y su padre cae gravemente enfermo. Cipriano es avisado por D. Ignacio, el hermano de D. Bernardo. A Cipriano no lo importa que su padre esté enfermo. Al poco tiempo, D. Bernardo muere.

Cipriano acepta la idea de doctorarse en leyes y vivir en casa de sus tíos hasta alcanzar la mayoría de edad. No acepta, en cambio la idea de su tío D.Ignacio de prohijarle.

Cipriano a sus catorce años siente atractivo y amor hacia su nodriza Minervina y al final acaban en la cama. Sus tíos D. Ignacio y Dª. Grabiela los descubren y echan a Minervina. Cipriano hace muchos intentos por encontrar a Minervina y no es posible encontrarla por ningún lado.

Posteriormente, Cipriano se enamora de otra chica, la reina del Páramo, llamada Teodomira con la cuál se casa. Durante unos años tienen una gran relación, pero poco a poco se va distanciando esa relación y la comunicación con Teo, en los últimos años, no había existido. Teodomira se vuelve loca y quiere agredir a su marido. Es traslada al hospital, al manicomio, pero se escapa. La encuentran y la vuelven a hospitalizar. Teodomira fallece. A Cipriano le daba miedo la soledad.

A partir de aquí a Cipriano, un hombre que cree de buena fe y que es fiel a su creencia, le suceden diversos problemas. El pueblo exigía el auto de fe. Cipriano y su “escuadrilla” son encarcelados. La inquisición los calificaba de luteranos, leprosos, hijos de Satanás y algunos, su plena exaltación patriótrica, gritaban ¡viva el rey!. Son muchos los condenados a la hoguera, Beatriz Cazalla, Juan Cazalla, Alonso Pérez, etc, entre ellos Cipriano Salcedo. A todos les confiscan los bienes y son sacrificados.

Cipriano muere en la hoguera; antes de morir, él divisa a lo lejos y encuentra y reconoce a Minervina. Ésta llora a su lado.

Cipriano muere por hereje, sacrificado por la Inquisición, por no afirmar su fe en la Iglesia Romana y creer en la Santa Iglesia de Cristo y de los apóstoles.

De este libro quiero destacar las diferencias que se exponen de Lutero y Erasmo de Rotterdam.

Hay que destacar el nombre de Erasmo de Rotterdam (c. 1466-1536), escritor, erudito y humanista holandés, principal intérprete de las corrientes intelectuales del renacimiento en el norte de Europa.

Nació el 26 o 27 de octubre, probablemente de 1466, en Rotterdam, hijo ilegítimo de un sacerdote, Roger Gerard, y de la hija de un médico. Asistió a severos colegios monásticos en Deventer y Hertogenbosch y, después de la muerte de su padre, se hizo agustino en Steyn. En 1492 se ordenó sacerdote y trabajó para el obispo de Cambray, estudiando las filosofías escolástica y griega en la Universidad de París. Disgustado por la vida sacerdotal, buscó un empleo secular, y más tarde recibió la dispensa papal para vivir y vestir como erudito laico.

Desde 1499 viajó incansablemente de ciudad en ciudad trabajando como profesor y conferenciante, escribiendo constantemente e investigando manuscritos antiguos. Mantuvo una voluminosa correspondencia —se conservan más de mil quinientas cartas— con importantes personajes de la época. A lo largo de cuatro viajes a Inglaterra trabó amistad con eruditos de la nueva enseñanza humanista como John Colet, fundador del colegio Saint Paul de Londres, Thomas Linacre, fundador de la Real Universidad de Medicina, Tomás Moro, escritor y Lord Canciller de Inglaterra, y William Grocyn, profesor de griego en Oxford. Él mismo enseñó griego en Cambridge, con lo que contribuyó al establecimiento del humanismo en Inglaterra, y en especial, al desarrollo de los estudios clásicos en la enseñanza cristiana. Mientras estuvo en Italia se doctoró por la Universidad de Turín y se hizo amigo del editor veneciano Aldo Manuzio. En la ciudad suiza de Basilea fue amigo y redactor del editor Johann Froben y en esta misma ciudad murió el 12 de julio de 1536.

La obra de Erasmo pone de manifiesto su enorme erudición y elegante estilo latino, que amenizaba con paciencia e ingenio. Adagios (1500, ampliados en 1508), una recopilación de proverbios latinos, estableció su reputación como erudito. La mayor parte de sus primeras obras atacan las prácticas corruptas de la Iglesia y el escolasticismo racionalista fomentado por los clérigos. En Manual del caballero cristiano (1503) y su famosa sátira Elogio de la locura (Encomion moriae seu laus stultitiae, 1511), que dedicó a Moro, aboga por una vuelta a la primitiva ética cristiana. Aunque su obra más trascendente fue la traducción al griego del Nuevo Testamento (1516), basado en manuscritos nuevos, con notas críticas y acompañada de una nueva traducción latina, que demostraba lo poco rigurosa que era la Vulgata latina. Por estas obras, que influyeron a los reformadores religiosos de la época, se le llama padre de la reforma.

Erasmo expuso sus opiniones progresistas acerca de la educación en Sobre el método del estudio (1511) y La enseñanza firme pero amable de los niños (1529). Sostenía que el latín elemental y el cristianismo básico han de enseñarse en el hogar antes de empezar el bachillerato formal a los siete años. El latín también debía enseñarse primero de manera coloquial y después a través de la gramática, un método similar a las técnicas actuales de enseñanza. También es avanzada su defensa de la educación física, su crítica a la disciplina severa y su insistencia en despertar el interés de los alumnos.

En 1517, cuando la reforma se convirtió en un tema candente bajo el liderazgo decidido de Martín Lutero, la vida intelectual de Erasmo cambió de dirección. Hasta entonces admirado y temido como crítico, se volvió apologista, en realidad sin confiar en los católicos ni en los reformistas y siempre rehusando tomar partido. Siguió siendo católico aunque con frecuencia se asoció con los reformistas. Por los continuos ataques, en sus Coloquios (1518), a los males y errores de las autoridades eclesiásticas y a las supersticiones le acusaron de luterano, acusación que negó con vehemencia. También le acusaron de disimular sus verdaderas opiniones por miedo a las consecuencias. Para rebatirlo escribió una declaración completa de su posición teológica, Disquisición acerca del libre albedrío (De libero arbitrio, 1524), que incluye un ataque brillante a Lutero. El contraataque de Lutero provocó una polémica final de Erasmo, Hyperaspistes (1526). Mientras tanto preparó muchas ediciones eruditas de las obras de los padres de la iglesia con el editor Froben.

Aunque se le considera precursor de la Reforma y sus obras fueron incluidas en el Indice de Obras Prohibidas por el Concilio de Trento, su guerra contra la ignorancia y la superstición procede más de sus convicciones de humanista que como teólogo. Después de su muerte sus obras fueron prohibidas por la Iglesia católica y denunciadas por muchos protestantes, pero anticiparon la tolerancia en los Países Bajos y las obras de Voltaire, Anatole France, Bertrand Russell y otros. No fue un reformador religioso, como Lutero y Calvino, ni quiso participar en discusiones teológicas; fue un auténtico hombre de letras y, como humanista, un precursor de la época. Existe una Universidad Erasmo en Rotterdam y la red de la Comunidad Europea para los intercambios académicos se llama ERASMUS en su honor.

Como consecuencia de las ideas humanistas de Erasmo se produce lo que se llama Erasmismo en España que es una corriente de pensamiento que incluía entre sus postulados la defensa del cristianismo primitivo o evangélico, una vivencia interior de la religión, lejos de rituales exteriores y de la espectacularidad, muchas veces fingida, de la liturgia.

Las obras de Erasmo fueron consideradas peligrosas para los dogmas y los funcionarios de la iglesia oficial, e incluidas en el Index en 1559. Hombre vinculado a la filosofía y la conducta del humanismo, entre sus obras destaca el Enquiridion o Manual del soldado cristiano (1503), en la que llega a afirmar que de los tres círculos concéntricos que componen la iglesia (príncipes de la Iglesia, es decir el Papa y los obispos, los príncipes cristianos y el pueblo cristiano), el último está tanto o más cerca de Cristo que las propias jerarquías. El libro más famoso de Erasmo, que introdujo Hernando de Colón en España en 1516, es el Elogio de la locura, o de la necedad, en latín Morias enkomion, id est stultitia laus (1511), dedicado a Tomás Moro, autor de una célebre Utopía. Influido sobre todo por Luciano de Samosata y por la tradición medieval del carro o nave de los locos, Erasmo realiza una sátira de costumbres, puesta en boca de la propia Estulticia o Locura, consciente de que el verdadero espíritu cristiano se demuestra "deponiendo su orgullo para aprender lo que no sabe y cediendo en su altanería para enseñar lo que sabe", según el autor explica en su carta al teólogo Martín Dorp. En España tuvo gran influencia, sobre todo en la época del reinado de Carlos I, desde el humanista valenciano y su discípulo, Luis Vives (1492-1540), Alfonso Valdés, Alonso de Fonseca, Alonso Manrique, hasta Miguel de Cervantes, Fray Luis de León (sobre todo De los nombres de Cristo) y la mística. En 1532, con la muerte de Alfonso de Valdés, comienza la censura y persecución del erasmismo y la imposición a rajatabla de los principios de la Contrarreforma. Fray Luis de León, estudiante en Salamanca cuando aún había mayor libertad en la difusión de las ideas de Erasmo, fue denunciado a la Inquisición y pasó cinco años en la cárcel (de 1572 a 1577).

Vamos a conocer algo de Lutero, con ideas en contra de las ideas de Erasmo. Martín Lutero (1483-1546), era un teólogo y reformador religioso alemán que inició la Reforma protestante. Figura crucial de la historia moderna europea, cuya gran influencia se extendió más allá de la religión a la política, la economía, la educación, la filosofía, el lenguaje, la música y otros espacios de la cultura.

Nació en Eisleben el 10 de noviembre de 1483, descendiente de campesinos, hecho en el que siempre insistió. Su padre, Hans Lutero, trabajó en las minas de cobre de Mansfeld. Recibió una sólida educación en Mansfeld, Magdeburgo y Eisenach. En 1501, a los 17 años, ingresó en la universidad de Erfurt, donde se licenció en 1502 y se doctoró en 1505. Después quiso estudiar Derecho, como su padre deseaba, pero en el verano de 1505 abandonó de pronto sus estudios, vendió sus libros e ingresó en el monasterio de los agustinos de Erfurt, decisión que sorprendió a sus amigos y consternó a sus padres. Más tarde lo explicó recordando que por entonces tuvo varios encuentros con la muerte que le hicieron sentir la fugacidad de la vida. En el monasterio cumplió las reglas impuestas para el noviciado pero no encontró la paz de Dios que esperaba. En el otoño de 1506 profesó como monje y un año después se ordenó sacerdote.

Con el propósito de estudiar teología para ocupar una cátedra en una de las muchas universidades alemanas regidas por los monjes, su amigo y consejero Johann von Saupitz, vicario general de los agustinos, le asignó en 1508 un curso introductorio de filosofía moral en la nueva universidad de Wittenberg (fundada en 1502). En 1509 se licenció en teología y volvió a Erfurt, donde impartió clases y estudió (1509-1511). En noviembre de 1510 visitó Roma en representación de siete monasterios agustinos y cumplió los deberes religiosos acostumbrados para un visitante piadoso, pero la mundanidad del clero romano lo indignó. Al poco tiempo de reanudar sus deberes en Erfurt, lo enviaron a Wittenberg para estudiar el doctorado de teología. En 1512 se doctoró y asumió la cátedra de teología bíblica que conservó hasta su muerte.

Lutero fue un predicador, profesor y administrador muy activo. Sus estudios del Nuevo Testamento para preparar sus clases lo llevaron a creer que los cristianos se salvan no por sus propios esfuerzos o méritos sino por el don de la gracia de Dios, que ellos aceptan por la fe. Aunque los eruditos no se ponen de acuerdo en cuanto a la fecha exacta y el lugar de la experiencia, el acontecimiento, crucial en la vida de Lutero, lo hizo enfrentarse contra algunos de los principios fundamentales de la Iglesia católica.

El 31 de octubre de 1517 Lutero se convirtió en una figura pública y controvertida al exponer en la puerta de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg sus 95 tesis o proposiciones escritas en latín contra la venta de indulgencias (remisión de los castigos temporales de los pecados mediante un pago de dinero) para la gran obra de los papas Julio II y León X: la construcción de la basílica de San Pedro en Roma. Se cree que Lutero clavó estas tesis en el pórtico de la Iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, pero algunos eruditos han cuestionado la historia. Al margen de cómo se hicieron públicas sus proposiciones, causaron un gran revuelo y fueron traducidas de inmediato al alemán, logrando una amplísima difusión. Lutero defendió con energía sus opiniones en debates universitarios públicos en Wittenberg y en otras ciudades provocando una investigación por parte de la Iglesia romana que terminó con la condena que hizo el papa León X (15 de junio de 1520) de sus enseñanzas y su excomunión en enero de 1521. En abril de 1521 fue convocado ante el emperador Carlos V en la Dieta de Worms y se le pidió que se retractase ante las autoridades seculares y eclesiásticas allí reunidas. Se negó asegurando que para hacerlo tendrían que convencerlo con las Escrituras y la razón y que no es conveniente ir contra la conciencia. Su famosa declaración: "Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa", quizá no sea más que una leyenda. El emperador condenó a Lutero, pero el elector Federico el Sabio lo recluyó en su castillo (Wartburg), donde Lutero emprendió su traducción del Nuevo Testamento del original griego al alemán, una contribución fundamental al desarrollo de la lengua alemana. Los desórdenes provocados en Wittenberg por sus seguidores más extremistas lo obligaron a volver a la ciudad en marzo de 1521, y allí restableció la paz con una serie de sermones.

Lutero continuó enseñando y escribiendo en Wittenberg pero pronto se vio envuelto en las disputas que rodearon la guerra de los campesinos (1524-1526). Los líderes de la revuelta y sobre todo Tomás Munzer (fundador de la secta de los anabaptistas) justificaron sus demandas basándose de forma errónea en los escritos de Lutero y aunque éste apoyó muchas de sus aspiraciones políticas, consideró falsos sus argumentos teológicos. Cuando los campesinos recurrieron a la violencia, los denunció y apoyó los esfuerzos de los príncipes por restablecer el orden. Luego repudió la dureza y la política vengativa adoptada por los nobles y su actitud hacia la guerra lo hizo perder muchos amigos y seguidores. En medio de la controversia se casó (1525) con Catalina de Bora, una antigua monja. El matrimonio fue feliz y su mujer se convirtió en una colaboradora importante de su ajetreada vida. Después de articular su teología básica en sus primeros escritos —De la libertad cristiana (1519), A la nobleza cristiana de la nación alemana (1520), El cautiverio babilónico de la Iglesia (1520), De la esclavitud del arbitrio (1525)— publicó su libro más famoso, Pequeño catecismo (1529). Entre 1955 y 1976 se ha publicado la edición moderna de las obras de Lutero, que ocupa 54 volúmenes. Su Pequeño catecismo explica en un lenguaje sencillo y rico la teología de la Reforma evangélica comentando brevemente, en forma de preguntas y respuestas, los Diez Mandamientos, el Credo apostólico, el padrenuestro, el bautismo y la eucaristía. Al prohibírsele asistir a la Dieta de Augsburgo por estar excomulgado, Lutero delegó la defensa de los reformadores, formulada en la Confesión de Augsburgo (1530), en su colega y amigo el humanista Felipe Melanchthon (Felipe Schwarzerd). En 1532 se publicó su traducción del original hebreo del Nuevo Testamento. Mientras tanto, su influencia se extendió por el norte y el este de Europa, y su prestigio contribuyó a que Wittenberg se convirtiera en un centro intelectual. Su defensa de la independencia de los gobernantes respecto a la supervisión eclesiástica le ganó el apoyo de muchos príncipes, aunque después se interpretó de manera contraria a su intención original.

En 1537 la salud de Lutero empezó a deteriorarse. Preocupado por el resurgimiento del papado y por lo que interpretó como un intento de los judíos de aprovechar la ventaja de la confusión entre los cristianos para reabrir la cuestión del mesianismo de Jesús, se sintió responsable de semejante estado de cosas y escribió una violenta invectiva contra los judíos y otra contra el papado y la facción radical de los reformadores, los anabaptistas. En invierno de 1546 le pidieron que mediase en un conflicto entre dos condes que gobernaban en Mansfeld, donde había nacido. Viejo y enfermo, acudió, resolvió el litigio y murió el 18 de febrero de 1546 en Eisleben.

Lutero no fue un teólogo a la usanza clásica pero la sutilidad y complejidad de su obra, inspirada en su estudio riguroso del Nuevo Testamento y en el gran teólogo del siglo IV san Agustín de Hipona, ejerció una influencia muy importante.

Lutero sostuvo que Dios actúa sobre los seres humanos a través de la ley y de los Evangelios.

La ley representa las exigencias de Dios —como se expresa, por ejemplo, en los Diez Mandamientos y en los preceptos de Jesús en el Nuevo Testamento. Al margen de sus convicciones religiosas, todas las personas son conscientes de la ley y las tradiciones éticas de su cultura, aunque el pecado distorsiona su interpretación. Para Lutero, la ley cumple dos funciones. Permite a los seres humanos mantener cierto orden en su mundo, su comunidad y sus propias vidas a pesar del profundo alejamiento de Dios, del mundo, de sus semejantes y de sí mismos provocado por el pecado original que introdujo el mal radical. Además, la ley acerca a los seres humanos a Cristo por la necesidad del perdón de los pecados.

Dios también se relaciona con los seres humanos a través de los evangelios, donde se narra el sacrificio de su hijo para la salvación de la especie humana. Esta proclamación no exige más que su aceptación por parte de las personas. Lutero pensaba que la teología se equivocó al confundir la ley con el Evangelio y afirmó que los seres humanos sólo pueden aspirar a ser dignos del don incondicional de la gracia de Dios.

Insistió en que los cristianos, desde que habitan este mundo, son pecadores y santos al mismo tiempo. Son santos en la medida en que creen en la gracia de Dios y no en sus propios actos. Sin embargo, el pecado es un aspecto permanente y omnipresente en la Iglesia igual que en el mundo, y un santo no es un emblema moral sino un pecador que acepta la gracia divina, de forma que desde el ciudadano más respetado al criminal empedernido todos necesitan el perdón de Dios.

Lutero pensaba que Dios se manifiesta ante los seres humanos a través de formas finitas y terrenales más que en su divinidad pura. Por ejemplo, se reveló a sí mismo en Jesucristo y se dirigió a nosotros hablando con las palabras humanas de los escritores del Nuevo Testamento, y su cuerpo y su sangre son recibidos por los creyentes (según la frase de Lutero) "en, con y bajo" el pan y el vino de la Sagrada Comunión. Para Lutero, que echó abajo la tradicional distinción entre ocupaciones sagradas y seculares, los seres humanos trabajan para sí mismos y para el mundo cualesquiera que sean sus ocupaciones (que llamó vocaciones) como madres, padres, gobernantes o súbditos, carniceros o panaderos; todos son instrumentos de Dios, que trabaja en el mundo a través de ellos.

Lutero afirmó que la teología cristiana es la teología de la cruz más que la de la gloria. Los seres humanos no pueden percibir a Dios por medio de la filosofía o la ética. Deben dejar a Dios que sea Dios y verlo donde él quiere darse a conocer. Para Lutero, Dios revela su sabiduría en la insensatez de los sermones; su poder a través del sufrimiento y el significado secreto de la vida a través de la muerte de Cristo en la cruz.

En general, lo que más me ha llamado la atención es la malicia, la crueldad de la Inquisición y por eso vamos a hablar e informar de este concepto:

La inquisición es una institución judicial creada por el pontificado en la edad media, con la misión de localizar, procesar y sentenciar a las personas culpables de herejía. Esta herefía es una doctrina religiosa opuesta el dogma de una Iglesia particular, sobre todo una doctrina mantenida por una persona que profese fe en las enseñanzas de esa confesión. El término significaba en su origen una creencia a la que se llega por uno mismo (en griego, hairesis, 'elección propia') y es utilizado para indicar sectarismo en los Hechos de los Apóstoles y en las Epístolas de san Pablo. En escritos cristianos posteriores, el término se utiliza en el deshonroso sentido de una creencia mantenida en oposición a la doctrina de la Iglesia.

Con el establecimiento del cristianismo en el Imperio romano, la herejía llegó a ser considerada un crimen contra el Estado, punible por leyes civiles. La herejía fue también declarada fuera de la ley en países con una Iglesia constituida o sostenida por el Estado. Sin embargo, después de la Reforma, los principios de interpretación privada de las Escrituras y la negación de autoridad eclesiástica en todas las materias de fe, fueron adoptados al fin por los países protestantes, y durante los siglos XIX y XX los países católicos romanos también se adhirieron al principio de la tolerancia religiosa.

En la Iglesia primitiva la pena habitual por herejía era la excomunión. Con el reconocimiento del cristianismo como religión estatal en el siglo IV por los emperadores romanos, los herejes empezaron a ser considerados enemigos del Estado, sobre todo cuando habían provocado violencia y alteraciones del orden público. San Agustín aprobó con reservas la acción del Estado contra los herejes, aunque la Iglesia en general desaprobó la coacción y los castigos físicos.

En el siglo XII, en respuesta al resurgimiento de la herejía de forma organizada, se produjo en el sur de Francia un cambio de opinión dirigida de forma destacada contra la doctrina albigense. La doctrina y práctica albigense parecían nocivas respecto al matrimonio y otras instituciones de la sociedad y, tras los más débiles esfuerzos de sus predecesores, el papa Inocencio III organizó una cruzada contra esta comunidad. Promulgó una legislación punitiva contra sus componentes y envió predicadores a la zona. Sin embargo, los diversos intentos destinados a someter la herejía no estuvieron bien coordinados y fueron relativamente ineficaces.

La Inquisición en sí no se constituyó hasta 1231, con los estatutos Excommunicamus del papa Gregorio IX. Con ellos el papa redujo la responsabilidad de los obispos en materia de ortodoxia, sometió a los inquisidores bajo la jurisdicción del pontificado, y estableció severos castigos. El cargo de inquisidor fue confiado casi en exclusiva a los franciscanos y a los dominicos, a causa de su mejor preparación teológica y su supuesto rechazo de las ambiciones mundanas. Al poner bajo dirección pontificia la persecución de los herejes, Gregorio IX actuaba en parte movido por el miedo a que Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano, tomara la iniciativa y la utilizara con objetivos políticos. Restringida en principio a Alemania y Aragón, la nueva institución entró enseguida en vigor en el conjunto de la Iglesia, aunque no funcionara por entero o lo hiciera de forma muy limitada en muchas regiones de Europa.

Dos inquisidores con la misma autoridad —nombrados directamente por el Papa— eran los responsables de cada tribunal, con la ayuda de asistentes, notarios, policía y asesores. Los inquisidores fueron figuras que disponían de imponentes potestades, porque podían excomulgar incluso a príncipes. En estas circunstancias sorprende que los inquisidores tuvieran fama de justos y misericordiosos entre sus contemporáneos. Sin embargo, algunos de ellos fueron acusados de crueldad y de otros abusos.

Los inquisidores se establecían por un periodo definido de semanas o meses en alguna plaza central, desde donde promulgaban órdenes solicitando que todo culpable de herejía se presentara por propia iniciativa. Los inquisidores podían entablar pleito contra cualquier persona sospechosa. A quienes se presentaban por propia voluntad y confesaban su herejía, se les imponía penas menores que a los que había que juzgar y condenar. Se concedía un periodo de gracia de un mes más o menos para realizar esta confesión espontánea; el verdadero proceso comenzaba después.

Si los inquisidores decidían procesar a una persona sospechosa de herejía, el prelado del sospechoso publicaba el requerimiento judicial. La policía inquisitorial buscaba a aquellos que se negaban a obedecer los requerimientos, y no se les concedía derecho de asilo. Los acusados recibían una declaración de cargos contra ellos. Durante algunos años se ocultó el nombre de los acusadores, pero el papa Bonifacio VIII abrogó esta práctica. Los acusados estaban obligados bajo juramento a responder de todos los cargos que existían contra ellos, convirtiéndose así en sus propios acusadores. El testimonio de dos testigos se consideraba por lo general prueba de culpabilidad.

Los inquisidores contaban con una especie de consejo, formado por clérigos y laicos, para que les ayudaran a dictar un veredicto. Les estaba permitido encarcelar testigos sobre los que recayera la sospecha de que estaban mintiendo. En 1252 el papa Inocencio IV, bajo la influencia del renacimiento del Derecho romano, autorizó la práctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento había sido ajeno a la tradición canónica.

Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban al mismo tiempo en una ceremonia pública al final de todo el proceso. Era el sermo generalis o auto de fe. Los castigos podían consistir en una peregrinación, un suplicio público, una multa o cargar con una cruz. Las dos lengüetas de tela roja cosidas en el exterior de la ropa señalaban a los que habían hecho falsas acusaciones. En los casos más graves las penas eran la confiscación de propiedades o el encarcelamiento. La pena más severa que los inquisidores podían imponer era la de prisión perpetua. De esta forma la entrega por los inquisidores de un reo a las autoridades civiles, equivalía a solicitar la ejecución de esa persona.

Aunque en sus comienzos la Inquisición dedicó más atención a los albigenses y en menor grado a los valdenses, sus actividades se ampliaron a otros grupos heterodoxos, como la Hermandad, y más tarde a los llamados brujas y adivinos. Una vez que los albigenses estuvieron bajo control, la actividad de la Inquisición disminuyó, y a finales del siglo XIV y durante el siglo XV se supo poco de ella. Sin embargo, a finales de la edad media los príncipes seculares utilizaron modelos represivos que respondían a los de la Inquisición.

Alarmado por la difusión del protestantismo y por su penetración en Italia, en 1542 el papa Pablo III hizo caso a reformadores como el cardenal Juan Pedro Carafa y estableció en Roma la Congregación de la Inquisición, conocida también como la Inquisición romana y el Santo Oficio. Seis cardenales, incluido Carafa, constituyeron la comisión original, cuyos poderes se ampliaron a toda la Iglesia. En realidad, el Santo Oficio era una institución nueva vinculada a la Inquisición medieval sólo por vagos precedentes. Más libre del control episcopal que su predecesora, concibió también su función de forma diferente. Mientras la Inquisición medieval se había centrado en las herejías que ocasionaban desórdenes públicos, el Santo Oficio se preocupó de la ortodoxia de índole más académica y, sobre todo, la que aparecía en los escritos de teólogos y eclesiásticos destacados.

Durante los 12 primeros años, las actividades de la Inquisición romana fueron modestas hasta cierto punto, reducidas a Italia casi por completo. Cuando Carafa se convirtió en el papa Pablo IV en 1555 emprendió una persecución activa de sospechosos, incluidos obispos y cardenales (como el prelado inglés Reginald Pole). Encargó a la Congregación que elaborara una lista de libros que atentaban contra la fe o la moral, y aprobó y publicó el primer Índice de Libros Prohibidos en 1559. Aunque papas posteriores atemperaron el celo de la Inquisición romana, comenzaron a considerarla como el instrumento consuetudinario del Gobierno papal para regular el orden en la Iglesia y la ortodoxia doctrinal; por ejemplo, procesó y condenó a Galileo en 1633. En 1965 el papa Pablo VI, respondiendo a numerosas quejas, reorganizó el Santo Oficio y le puso el nuevo nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe.

Diferente también de la Inquisición medieval, la Inquisición española se fundó con aprobación papal en 1478, a propuesta del rey Fernando V y la reina Isabel I. Esta Inquisición se iba a ocupar del problema de los llamados marranos, los judíos que por coerción o por presión social se habían convertido al cristianismo; después de 1502 centró su atención en los conversos del mismo tipo del Islam, y en la década de 1520 a los sospechosos de apoyar las tesis del protestantismo. A los pocos años de la fundación de la Inquisición, el papado renunció en la práctica a su supervisión en favor de los soberanos españoles. De esta forma la Inquisición española se convirtió en un instrumento en manos del Estado más que de la Iglesia, aunque los eclesiásticos, y de forma destacada los dominicos, actuaran siempre como sus funcionarios.

La Inquisición española estuvo dirigida por el Consejo de la Suprema Inquisición, pero sus procedimientos fueron similares a los de su réplica medieval. Con el tiempo se convirtió en un tema popular, en especial en las zonas protestantes, por su crueldad y oscurantismo, aunque sus métodos fueran parecidos a los de instituciones similares en otros países católicos romanos y protestantes de Europa. Sin embargo, su superior organización y la consistencia del apoyo que recibía de los monarcas españoles, descollando Felipe II, hicieron que tuviera un mayor impacto en la religión, la política o la cultura que las instituciones paralelas de otros países. Esta eficacia y el apoyo político permitieron a Tomás de Torquemada, el primero y más notable gran inquisidor, ejecutar por miles a supuestos herejes.

El gran inquisidor y su tribunal tenían jurisdicción sobre los tribunales locales de virreinatos como México y Perú, donde estuvieron más ocupados con la hechicería que con la herejía. El emperador Carlos V introdujo la Inquisición en los Países Bajos en 1522, pero no consiguió acabar con el protestantismo. Se estableció en Sicilia en 1517, aunque no lo pudo hacer en Nápoles y Milán. Los historiadores han señalado que muchos territorios protestantes tenían instituciones tan represivas como la Inquisición española, por ejemplo el consistorio de Ginebra en tiempos del reformador francés Juan Calvino. La Inquisición quedó al fin suprimida en España en 1843, tras un primer intento, fallido, de los liberales en las Cortes de Cádiz, en 1812.




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Enviado por:Mario
Idioma: castellano
País: España

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