Literatura


El cuarto de atrás; Carmen Martín Gaite


EL CUARTO DE ATRÁS

CARMEN MARTÍN GAITE

CAPITULO 1

En el primer capítulo del libro, la protagonista, Carmen, esta tratando de conciliar el sueño y nos describe lo que ella ve, lo que siente antes de dormirse. De repente se ve en una playa, que no sabe bien cual es, dibujando una casa con un cuarto con balcón, una cama turca etc. Justo entonces se da cuenta que se esta empezando a dormir y la realidad de su sueño, comienza a desplazar a la de su vida real, el cuarto con balcón que ha dibujado en la arena se superpone a su propio cuarto.

Luego empieza a recordar cuando se dormía cuando era un niña y dormía con su hermana, recuerda la habitación que ella deseaba tener, con un teléfono que sonara y la propusiera una aventura que la liberara de su rutina.

Al no conseguir dormirse, se levanta de la cama y tras describir su habitación se va al radiador, encima de él había un grabado de lucero que a ella le gustaba, el radiador sujetaba una pequeña lamina de madera que soportaba un montón de libros y una cesta de costura de su abuela y al ir a cogerla, se cae al suelo desparramando todas las cosas que guardaba, al ir a cogerla ella también se cae. Entre lo que sale de la cesta encuentra un papel doblado, en el que hay escrita una carta “romántica” que se dirige hacia ella, el que es cribe al carta dice en ella que esta sentado en una playa mirando el mar, y que se acuerda de ella y que le gustaría tenerla con él, Carmen se mete tan dentro de la carta que le parece estar viendo al situación del que escribió la carta, de repente, el hombre se levanta y echa a andar con los zapatos en la mano.

Le dió pena que se alejara, porque no había conseguido identificar a aquel hombre que se dirigía a ella tan cariñosamente y esperaba poder verle la cara, pero el hombre ya se perdía en la lejanía, a través del recuerdo de su infancia, se ve a ella misma leyendo una carta en el suelo, rodeada de objetos, poco después se durmió.

CAPÍTULO 2

Se despierta asustada con el sonido del teléfono y va a cogerlo a tientas, el que llama es un señor que dice tener una entrevista concertada con ella a las doce y medía, pero ella no se acuerda de ninguna entrevista, aunque le parece malo decírselo, por lo que accede y se baja a la puerta para abrirle. En el pasillo, ve a una cucaracha que la asusta bastante, pero al pensar que el hombre la esperaba salio al rellano para bajar a abrirle, estando ella en el rellano, se ilumina la luz de la escalera, ya esta subiendo. Una vez se han saludado le invita a pasar, avisándole de la cucaracha.

Ya en el salón el hombre deja su sombrero sobre la mesa y se ponen a hablar sobre la literatura de misterio, ella se sorprende porque el hombre se ha sentado sin esperar su invitación. Como ve que ella esta un poco impresionada con la visita, la invita a sentarse en su propio sofá. El hombre de negro le pregunta que qué es lo que esta escribiendo en estos momentos, ya que ha visto unas líneas en la maquina de escribir, ella sinceramente le responde que no lo sabe pero la insistencia de aquel hombre le hace saltar y contestarle de mala manera. Una tormenta envuelve su casa, lo que le hace recordar lo que hacían en su niñez.

Ambos personajes empiezan a tomarse confianzas, a ella le gustaría poder apoyar la cabeza en su hombre y distender por completo aquella extraña situación, pero no lo hace. Al preguntar el hombre sobre su lugar de trabajo, acaban hablando de un viaje que ella hizo a Portugal, en el que se enamoro de un muchacho que el enviaba unas bonitas cartas de amor, las que acabo quemando, como ella dice: porque se vio condenada a repasar para siempre nostálgicas cartas. El hombre pregunta a cerca del tiempo que lleva viviendo en la casa y de ahí surge el hablar de su primera novela, puesto que la empezó a escribir el año que entro a vivir a la casa. Su primera novela trata la llegada aun balneario, eso le hace recordar su llegada al balneario de Cabreoirá, donde se llego a enamorar de un chico por una simple mirada, a partir de al cual, la actitud de él cambió, pero tanto le gustaba aquel muchacho que le escribió una carta la víspera a su marcha, pero él, al comentarle una noticia de actualidad de la época, hizo a Carmen dar marcha atrás y romper la carta. Mientras recordaba esto, el hombre le comentaba su admiración por la sensación de extrañeza y ambigüedad que logra producir. Le comenta el hombre que no debe buscar refugio en la lectura, como él cree que ella hace, lo que le recuerda a Carmen los refugios de la época de la guerra, donde por aquel entonces iba con ignorancia y pocas ganas.

Al hablar de los refugios, el hombre le recuerda que en Salamanca se encuentra el cuartel general, y le dice que debió alguna vez ver a Franco.

Y le dice que no solo vio a Franco si no que vio, y se identifico mucho con su hija, Carmencita Franco puesto que debía tener una edad similar a la suya, y pensó en cuanto se aburriría aquella niña, encerrada en aquel gran palacio, sin amigos con los que jugar. Sin embargo, recordaba también el modelo americano, de mujer despreocupada y desinhibida, que representaba Diana Durban, a la que admiraba en muchos aspectos, no como a Carmencita Franco, a la que solo envidiaba un poco por el pelo. Acordándose de los años de posguerra, la que recuerda como una época, para ella, feliz; lo que mas le viene ala memoria son los helados de limón que se comía que tanto le gustaban y que recuerda con agrado. En esto que le ofrece un poco de té de limón al visitante, que acepta, así que ella se va ala cocina a prepararlo.

CAPITULO 3

Ya en la cocina, se pone a recoger los platos, limpiar el hule etc. Para recuperar un poco el orden, cuando al ver un espejo de marco marrón, empieza a recordar la casa en la calle Mayor en la que pasaba algunas temporadas con sus abuelos, donde esperaba que el ascensor subiera hasta su piso, brindándole alguna visita “nueva”, pero no, todos los que llegaban eran personas forzadas a actuar de una determinada manera, por lo que se ponía a dibujar y se aislaba de la conversación.

Pensaba en Cunigan, aquel lugar que le presento una canción, o quizás un anuncio que nadie mas parecía haber escuchado, un lugar mágico en el que se librara de esas pesadeces. Siempre que iban a Madrid, casi siempre para ver una modista, ir al cine o al teatro, se preguntaba si las calles que se abrían delante de ella conducirían a Cunigan. Recuerda también a las dos criadas que habían servido toda su vida a la familia de sus abuelos.

Al ver el termo a sus espaldas, se acuerda de que proviene de la familia de su madre, recuerda a su abuelo, su aspecto en las fotografías, la casa de Cáceres en la que pasaron una pequeña parte de su vida. Su madre le contaba historias, que ella sabia que le gustaban y por eso se las contaba, y ella se sorprendía ante el común final feliz de todos, y deseaba que alguien osara acabar una historia de modo triste. Que mas triste que el servicio social, que recuerda que intentaba hacer a todas las mujeres según el canon de Isabel la Católica, cuidando de la familia, feliz, sin ambiciones y conformista.

Coge la bandeja de té con las dos manos, y se dirige al salón.

CAPITULO 4

Al entrar al salón, ve que el hombre ha cambiado de postura, y nada mas entrar, le sorprende al preguntarle si cree en el diablo. Ella ve que tiene el grabado de Lucero que estaba colgado en la pared de su cuarto en la mano, y le dice molesta que no le gusta que entren en su cuarto, pero el hombre dice que el grabado ya estaba fuera. Alguien tiene que haberlo sacado porque ella no lo recuerda. Se vuelve a sorprender mucho, al ver que la frase que antes estaba en el folio que salía de la máquina de escribir sobre el hombre de la playa había desaparecido, ha sido sustituida por otra, y llevaba el numero 79, se preguntaba de donde habían salido esos 78 folios.

Como no había contestado, le volvió a preguntar si creía en el diablo, pero esta atemorizada por la frase de la máquina, el hombre le aseguro que no había escrito nada y justifica la frase con la ley propia de los objetos, nada se libra de la intervención del azar, de anda servía que las leyes intentaran regir a los objetos. Lo compara con Isabel la Católica, querían que todas las mujeres fueran como ella, y eso, como las leyes de los objetos, era imposible. Mirando el vaso de té se sienta a su lado y le responde que si cree en el diablo y en San Cristóbal. Se crea un silencio, que ninguno necesitaba rellenar, estaba claro que el hombre no tenia ningún guión que completar. En esto que se saco el señor de negro una cajita dorada del bolsillo y le dio una píldora, según el, para la memoria.

El hombre reanuda la conversación de los helados de limón y Carmen “ve” la plaza en la que estaba el heladero, en la que el tiempo pasaba a escondidas, sin que nos diéramos cuenta, igual que los niños avanzan en el juego del escondite inglés. Al acordarse de la plaza, de repente, se encuentra con su prima Ángeles en un hotel de Burgos, a donde habían ido a obtener alguna remuneración por el Pontiac negro de su padre que les fue requisado justo antes de la guerra. Aquella noche ambas salieron a dar un paseo por la ciudad, aunque la sensatez de su prima no la dejo alejarse demasiado. El coche de su padre estaba destrozado pero le iban a indemnizar bien, lo que hizo soñar a Carmen con repetir el paseo por la ciudad con ese dinero en el bolsillo y esta vez sin su prima que la frenara.

Quería apuntarlo porque le había parecido bonito, y se levantó a buscar un cuaderno de la guerra y la posguerra para apuntarlo, pues era de entonces pero un cuaderno color garbanzo se abrió y las fotos y los recortes del interior se cayeron. El hombre le pregunto que para que se levantaba y le dijo que para apuntar lo de Burgos pero el señor de negro no sabía de lo que le hablaba, no lo había dicho en voz alta, desde que sufre del oído no diferencia lo que en realidad dice de lo que piensa.

Pensando en una canción se le escapa una frase que hace pensar al hombre que se encuentra realmente afligida pro su afección, por lo que le dice que no se preocupe, que le cuente lo de Burgos y ya está, pero ella dice que no, que es un recuerdo sin importancia, a lo que el hombre responde tendiéndole un cuaderno para que lo apunte si quiere, no hace mas que escribir desganadamente, el “titulo” de lo que había recordado.

Siempre le pasa lo mismo, cuando se levanta a coger el lápiz y el papel, ya se ha desvanecido de su mente lo que quería escribir, pero no escarmienta, cada vez que cree que algo merece al pena, se levanta en busca de material para escribirlo.

Cuando le devuelve el cuaderno, además de agradecérselo, le pide perdón, por sus fugas, aunque éstas parecen no importarle al hombre, dice que son lo que mas el gusta, y le dice que e suna fugada nata. Esto no parece gustarle a Carmen que recuerda ese adjetivo como algo muy peyorativo, que decían las marujas cotillas tras los visillos cuando veían a las parejas, o a los que simplemente recapacitaban o buscaban la soledad en algún momento.

Se había vuelto a fugar, seguía sentada en el suelo recogiendo las fotos del cuaderno color garbanzo, el hombre le ofreció a siento a su lado y le pidió, que no se fugara sola, o que le contara lo que “veía”. Quería ella escribir un libro sobre la guerra española, pero la confusión de sus recuerdos no se lo permitía, además, los libros de memoria la aburrían y no quería ella aburrir a nadie, el hombre intrigado le pidió que le hablara del libro. Ella le contó que de pequeña veía la política como un juego con el que se divertían los mayores, y mas delante, aun antes de la guerra, cuando oía hablar de Azaña, Alfonso XIII etc. no le parecían ni siquiera que existieran de verdad, y menos que pudieran mandar a nadie. Pero el día que enterraron a Franco, y vio a su hija Carmen echar un discurso a los presentes, se le vino a la mente aquella tarde en Salamanca cuando ambas eran unas niñas, ahora con 50 años, se seguía viendo reflejada en ella. Entonces, subió del bar en que estaba viendo el entierro con su hija y se puso a tomar notas en un cuaderno, el que antes buscaba. El hombre encontró un articulo que ella misma había escrito y ella se lo leyó. Al ponerse las gafas, el le dijo que le quedaban muy bien y algo extraño sucedió entre ellos. Su corazón se acelero porque se quedaron mirándose fijamente

El teléfono se puso a sonar y el hombre supo que era una llamada para él, le pidió a Carmen que no le dijera a la persona que llamaba que estaba aun ahí, que le dijera que ya se había ido, y ella

CAPITULO 5

Al descolgar el teléfono una mujer con acento canario o quizás andaluz le deletrea su propio número y le dice si es allí a donde ha llamado. Carmen le dice que si y la otra mujer le pregunta si esta ahí Alejandro, ella que aún no sabía como se llamaba su extraño visitante se le escapo un “me lo figuraba”. La mujer que llama le pide que se ponga y Carmen, como había acordado antes le dice que no está. La señora del otro lado del teléfono estaba realmente preocupada, no paraba de preguntarle cosas: ¿A qué hora había llegado? ¿Cuánto rato había estado? ¿Hace mucho que se ha a marchado? ¿A que había ido su casa?

A esta ultima pregunta Carmen le contesto que suponía que a verla. La voz del otro lado del teléfono respondió agitada que había dicho a su marido, gritando del mirador que no volviera a casa cuando se entero que iba a ver a Carmen, a quien consideraba una loca. Tras seguir interrogando la otra mujer menciona unas cartas, que Alejandro había recibido y que guardaba en una maleta de doble fondo en un cuchitril en el tejado, eran cartas de amor que estaban firmadas con una C y un punto, como Carmen hacía alguna vez. Había encontrado las cartas cuando subió al cuchitril un día que el no estaba y descubrió el doble fondo, pero él le pillo “in fraganti”, y le miraba con los ojos llenos de ira, y según contaba la mujer que había llamado, le pegó.

Le parecía que no estaban hablando de la misma persona que había sido tan amable con ella, aunque la voz que llamaba ya le ha advertido que no conoce al verdadero Alejandro.

Tras conversar bastante, Carmen le pide a Carola, ya había obtenido su nombre tras los minutos de conversación, que le lea las cartas que decía tener firmadas por ella, Carola accedió aunque le avisó que tardaría, pero a Carmen no le importaba esperar.

Tras oír un silencio vació comenzó a escuchar un discusión, entre Carola y otro hombre, de repente se encontró la voz del hombre en el teléfono que le preguntaba quien era, ella respondió que una amiga de Carola, pero antes que pudiera reaccionar Carola cogió el auricular y se disculpo porque no iba a poder leerle las cartas que se supone que ella había escrito, se despidieron no sin antes decir que le encantaría que fuera ella la que escribe las cartas, y a Carmen le encantaría serlo.

CAPITULO 6

Al descolgar el teléfono se acercaron cuidado a la cortina y ve al hombre de negro, que parece estar leyendo unos recortes de prensa. Hace un símil con la preparación de una obra de teatro, ella debe repasar su papel, al igual que el hombre de negro esta haciendo, aunque finja leer esos recortes. De repente se transporta años atrás cuando en su juventud iba a estrenar una obra de teatro. Antes de salir se percata de que, va a hablar con un hombre capaz de pegar a una mujer, pero que a ella no se lo ha demostrado, de todas formas, no le va a contar lo que sabe, lo usara como una baza más para defenderse en su conversación. Levanta la cortina y sale al salón, el no hace anda, sigue leyendo el articulo de concha Piquer y ella se pone a recoger los recortes que cayeron del cuaderno color garbanzo, al ir a meter la carpeta en el cajón, veo el cuaderno en que escribí sobre franco, el que había estado buscando, lo coge y se pone a ojearlo frente al hombre de negro.

El rompe el hielo con una sugerencia para su libro, a lo que ella responde con una alusión a Robinson Crusoe, poco después le pregunta por el cuaderno que tiene en las manos y ella le dice que es en el que escribió lo que pensaba de franco, el que buscaba antes, y del que saco la idea de responderle usando a Robinson.

Ella le empieza a hablar de Bergai, una isla para evadirse que crearon ella y su amiga de instituto, con la que también escribía una novela a medias.

Una tarde en la plaza del pueblo, se dieron cuenta de que se les había echo muy tarde, su amiga no tenía prisa, porque sus padres no podían vivir con ella, lo que Carmen inconscientemente envidiaba, pero Carmen si que tenía que llegar pronto a casa, y le echarían la bronca si no lo hacía, pero se nos ocurrió una idea, Robinson en su isla con la escasez, no le perturbaba nada, necesitaba ingeniárselas para sobrevivir, pues nosotras crearíamos nuestra propia isla, así si me reñían mis padres, me Irma a Bergai, nombre que surgió por composición de nuestros dos apellidos.

Esta amiga es la que la inició en la literatura de evasión, como ya he dicho no vivía con sus padres. En casa de Carmen había un cuarto que como no se usaba para nada, lo usaban ellas para jugar, allí podían hacer de todo, todo era para jugar, ese cuarto era como su paraíso, pero no duro para siempre, pronto empezaron a poner cosas en el armario que había y poco apoco se fue convirtiendo en despensa, como no podíamos acceder a los bienes primarios siempre, se compraban y cocinaban grandes cantidades que luego había que guardar en algún sitio y claro : “las niñas en el cuarto de atrás tiene mucho sitio2 y así poco a poco fueron perdiendo su cuarto de jugar hasta que se convirtió en despensa.

Otra muestra de la madurez de su amiga es que ella como no tenia padres “disponibles” no podía tener juguetes propiamente dichos y se los tenía que fabricar, así pues una cocinita de porcelana que le gustaba mucho a Carmen, cuando ella la vio no le emocionó en absoluto si no que le produjo una indiferencia, ella prefería los juguetes que se fabricaba para si misma, una teja podía hacer mucho mejor de plato que esos platos decorados de porcelana que había que pagar para poder jugar con ellos. La tarde que le enseño la cocina de porcelana, fue cuando inventaron la isla de Bergai.

Al día siguiente ella y su amiga ya hacían planos y notas sobre Bergai

Carmen la admiraba mucho.

El hombre impresionado le pregunta que fue de los diarios de Bergai y ella dice que seguramente los quemo, que siempre se idealiza lo que no esta y que ahora quizás le defraudaran. Al hablar de la perdida de esos diarios de Bergai comienzan a hablar de cartas de amor, y el hombre de negro se “empeña” en que ha tenido que escribir cartas de amor. A ella le entran ganas de nombrarle Carola. Pero no, tras una intensa pausa el hombre le pide que le deje el cuaderno, aunque ella le advierte que no va a entender nada y se sincera con ella diciéndole que lo que mas le agradece es que le hay contado lo de Bergai.

De pronto un golpe se oye a sus espaldas y ella se abalanza contra el en busca de protección, el golpe la había asustado. Tras asegurarle él a ella que no había nadie detrás ni nada que temer, se separo de él y se sentó en el fofa, luego el cerro la puerta de la terraza. Carmen esta temblando y el se da cuenta que le a entrado mucho miedo del susto, le dice que si puedo ordenar sus folios, pero ella le da una respuesta de indiferencia. El hombre de negro ayuda a Carmen a subir las piernas al sofá y le pone un cojin debajo de la cabeza.

Tengo sueño, pero no se vaya dice Carmen.

CAPITULO 7

Carmen se despierta cuando siente un beso sobre su frente, su hija ya ha llegado, le dice si no la habrá estado esperando, que ya le advirtió y que porqué se ha dormido vestida. Su hija le dice que son las cinco, pero que ya le aviso que iba a tardar.

Su hija acaba de llegar de una fiesta, se va a fumar un pitillo y se acostara.

Ésta la nota rara y al preguntarle que le pasa Carmen le responde que simplemente le duele la cabeza. Le pregunta que si ha venido alguien, Carmen sorprendida le pregunta que porque lo dice, simplemente porque he visto dos vasos en la bandeja del salón.




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Enviado por:Rubén Serrate Pardo
Idioma: castellano
País: España

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