Economía y Empresa


El capitalismo del siglo XXI; Robert Heilbroner


Una lectura personal de “El capitalismo del siglo XXI” de Robert Heilbroner

Reflexión sobre los problemas del capitalismo en la sociedad actual y su relación con el Estado

Introducción:

Comentar este ensayo puede resultar algo sencillo si quien lo hace sólo pretende realizar un simple resumen por capítulos, de acuerdo con lo que uno considera que es más destacable. Tampoco es difícil comentar cuatro cosas a cerca del ideario que se desprende de lo dicho por el autor en su libro, a modo de “faena de aliño y de apaño”, y a otra cosa, hablando en un registro coloquial. Sin embargo el objetivo de quien ahora acaba de leer por primera vez a Heilbroner es algo más ambicioso, si bien algo más complicado, por lo que no está muy claro que cuando se termine este trabajo se logre tal objetivo. Mi intención no es otra que la de intentar analizar de manera ordenada (seguiré el orden marcado por el autor en cada capítulo) y en su globalidad, las conclusiones que ofrece el autor, relacionándolas con nuestra sociedad de hoy en día -tan globalizada- y tratando de ser objetivo y diligente en mi conclusión final, ardua tarea pues, si se tiene en cuenta que mi visión de la sociedad puede estar mediatizada y mi conocimiento de las nociones mínimas de economía es escaso.

Finalmente he de decir que este trabajo lo intentaré enfocar desde la perspectiva que ofrecen las carreras que estudio: Ciencias Políticas y Derecho, con lo cual espero que mi resumen y mi análisis del ensayo se realicen desde la perspectiva político -jurídico - social, y que pueda relacionar las ideas que Heilbroner expone, con los conocimientos que poco a poco voy adquiriendo de política, constitucionalismo y derecho, otorgando, en resumen, especial importancia al análisis del tercer capítulo, que es el que guarda mayor relación con los estudios que estoy cursando...

Salamanca, Diciembre de 1999.

I.- Breve resumen de cada capítulo.

1.- El capitalismo desde cierta distancia:

En este capítulo R.Heilbroner propone una serie de objetivos que han de regir el curso de su argumentación a lo largo del ensayo.

El objetivo fundamental del autor no es el de realizar predicciones sobre un futuro concreto del capitalismo en el siglo venidero -el autor nos explica a demás, que grandes economistas fallaron en sus intentos de adivinar el futuro de dicho sistema económico y que por lo tanto él, no iba a ser tan insensato para intentar lo que sucesivamente otros no han conseguido- sino desglosar una serie de reflexiones encaminadas a mostrarnos cuales pueden ser las pautas que diriman el futuro del capitalismo y sus posibilidades, o dicho de otro modo, profundizar en su idea de que si bien el futuro del capitalismo es difícil de predecirlo, el modo en el que se conformará y configurará ese futuro sí es previsible.

Otro de los objetivos que fija el autor, es el que se desprende de la lectura del segundo capítulo. Heilbroner pretende establecer una serie de conclusiones de cara a un futuro, lógicas, construidas gracias a la visión “global” de un pasado “coherente”.

Toda vez que el autor ha incidido en su objetivo, comienza a explicar escuetamente qué es el capitalismo, entendiendo éste, en una primera reflexión, como un sistema que hoy en día ha alcanzado la supremacía mundial y que se puede llegar a plantear como objetivo común, compartido para el siglo venidero.

Para realizar un análisis de la sociedad capitalista y de sus posibilidades, se incide en la necesidad de fijar unas pautas.

El punto de partida para el análisis será la comparación de dos tipos de sistemas sociales: el primero, respondería a una sociedad no capitalista, basada en la tradición o en el mando, y el segundo, una sociedad capitalista o de mercado.

a) ð- Sociedades basadas en la tradición:

En este tipo de sociedades el concepto de trabajo, entendido como actividad que produce una remuneración, el de dinero o el de sistema económico en sí mismo. Sus habitantes satisfacen sus necesidades y actúan según una moral y una tradición que impregna todos los aspectos de la sociedad. El principio dominante de la socialización -dice el autor- es la obediencia a las antiguas formas, es decir a la tradición. Es necesario poner énfasis en que aunque este sistema sea muy básico y se pueda afirmar que “no tienen economía” sí tienen problema económico.

ðð Sociedades basadas en el mando:

El autor ejemplifica este tipo de sociedades con pueblos como el Romano. En este sistema, el sistema es también muy básico. La diferencia con una sociedad como la de los Kung - que nos servía para ejemplificar la sociedad anterior- reside en que los individuos que residen en ella, actúan en base al poder coercitivo que tienen las ordenes emanadas por quienes mandan en dichas sociedades. Se puede entrever el concepto de “Imperium y Potestas”, que tenían quienes mandaban en Roma. A su potestad de dictar leyes (ius edicendi) se le añade el poder disciplinario, respetado por todos los individuos (coercitio). A su vez, esa “coercitio” es la que enfatiza una de las dos diferencias abisales entre tradición y mando. La otra diferencia reside en que quienes mandaban en este tipo de sociedades basadas en el mando, en el “imperium”, solían exigir al pueblo, que, en cierto modo, actuara contra las rutinas del pasado.

El mando se puede definir como el modo de organización por excelencia, requerido para llevar a cabo, cambios deliberados de trayectoria en la sociedad. Por otra parte, es difícil hablar de economía de mando en este tipo de sociedades; más acertado, según el autor, sería hablar de gestión.

En ambos sistemas, el basado en la tradición y el basado en el mando, queda claro que -parafraseando a Heilbroner- la manera en que las actividades de producción y distribución se coordinan en ambos tipos de sistemas económicos, están tan relacionadas con la cultura, la tecnología y la política que no queda por descubrir ningún ámbito especia de conocimiento. Existen en ellas problemas económicos pero no se puede hablar de economía, ni de algún tipo de conocimiento del que se carecería si se comprendiesen por entero sus mecanismos culturales, técnicos y de organización política.

b) - Sociedades de mercado:

Uno de los aspectos más destacables de este tipo de sistema, y también, una de las grandes diferencias con aquellos sistemas basados exclusivamente en la tradición y el mando, es el hecho de que cada miembro de esta sociedad, realiza o actúa, en un principio, en torno a lo que su propia voluntad le dicta. Es un sistema que se autodirige, en el que los principios rectores del mismo, los dictan los precios y la misma economía de mercado. <<La sociedad de mercado se controla a través de fuerzas subterráneas con vida propia>>.

En este tipo de sociedades y sistema, el mercado es principio organizador del capitalismo. El orden capitalista depende también de la influencia de la tradición y de elementos de mando. Sin embargo el impulso que recibe el sistema organizado -con factores influyentes como los citados- es muy diferente del de la tradición o el mando.

En el sistema capitalista, uno de los aspectos más importantes es el de la movilidad. A diferencia de otras épocas en las que era claro el “inmovilismo social”, desde mediados del siglo XIX y tras el impacto que supuso la Revolución Industrial -sobre todo tras sus dos primeras fases, sin “despreciar” las restantes- y con ella, la expansión generalizada de la economía de mercado, se vive en una sociedad de cambio y evolución constante.

La recomposición constante del medio social es uno de los medios más llamativos. Sin embargo una faceta importante del sistema capitalista el hecho de que se oculte la metodicidad por la que las fuerzas liberadas actúan <<libre pero no caprichosamente>>.

2.- La ambición del capitalismo.

En este capítulo el autor hace una aproximación al capitalismo, centrándose exclusivamente en él, desde lo que es y representa, en contraposición a lo que el autor realizó en el primer capítulo, donde nos mostraba aquello que no es capitalismo.

El capitalismo puede definirse como un orden social en cambio constante, donde dicho cambio parece seguir una dirección y una lógica.

El actor explica que el motor de ese cambio y evolución constante es la ambición por generar y acumular capital. El autor define capital como riqueza. Ésta se enfoca como símbolo de poder y prestigio. De esa doble visión se extrae una sustancial conclusión del capitalismo: el sistema de mercado genera movimiento, cierto, pero también desigualdad, y esa desigualdad provoca que, por una parte, el rico tenga el prestigio de pertenecer a una clase social más elevada y también - dentro de esa apología del consumo que genera el capitalismo- y más pudiente. Por otra parte la riqueza significa poder, entendido como dominio. Resulta evidente que quien pertenece a una clase menos favorecida en este sistema, se vea obligado a entablar una relación contractual o comercial con alguien más rico, que es quien tiene el poder, ese poder que entendemos como dominio.

En conclusión: el concepto de riqueza implica desigualdad.

El capital, es definido por el autor, como riqueza, pero no aquella que consiste en tener y que genera inmovilismo, sino la que sirve para reinvertir y generar más riqueza aún.

El concepto de desigualdad aparece de nuevo, ya que el conflicto surge ahora entre quienes tienen ese capital y medios de producción y quienes trabajan con dichos medios como asalariados u obreros.

El sistema capitalista permite denegar la utilización de nuevos medios de producción a quien no los posee, lo cual supone una sustancial ventaja que otorga la riqueza, o mejor dicho, el capital, en el sistema capitalista.

Un punto importante de este capítulo es el que se refiere a lo que Marx denomina “Autoexpansión del capital”. El autor explica que el capitalismo dirige su expansión y su movilidad por el deseo de acumular. Adam Smith ofrece en contraposición a esa visión, una postura filosófico-sociológica en la que - según él - lo que ocurre es que los individuos son presos de su propensión hacia el deseo de tener y aumentar fortuna.

Robert Heilbroner critica por otra parte, la teoría de la maximización, es decir, aquella que defiende que el sistema se mueve por el deseo de “mejorar nuestra condición”.

El segundo motivo que refleja Heilbroner, de expansión y regeneración del capitalismo es el de la competencia, entendida como choque entre capitalistas, por el intento de expandir su terreno de operaciones, ya que en sociedades primitivas este deseo de aumentar y acumular riqueza o bienes materiales no existía.

Posteriormente se esboza una visión histórica, breve, que pretende fijar el inicio del capitalismo como sistema.

El autor explica que el punto de partida puede fijarse en la caída del Imperio Romano. Una crisis importante en la que surge - mediante un proceso larguísimo, de unos 1000 años- una clase rica y con poder político, como la Burguesía. Aparece un nuevo orden social, regido por el dinero y la nueva forma de vida económica. Cobra fuerza en esta época (siglo XVII-XVIIII) lo que A. Smith denominó “Libertad perfecta”; término que alude a la libertad económica y no a la política.

El elemento esencial del capitalismo será por una parte que la ambición de capital <<mueve los cimientos de la sociedad y no el vértice>> y que el capitalista guarda una parte de sus bienes, reinvirtiendo otros, que le servirán para aumentar la producción de ser empresa y también sus futuros ingresos. El proceso de acumulación de capital sirve para multiplicar la productividad del trabajo.

Un concepto importante del que nos habla Heilbroner, es el de la “destrucción creativa”, que responde a una teoría de Schumpeter, por el cual la acumulación del capital se basa en el hecho de que un producto desplace a otras por obra de la empresa gigante.

Por otra parte, el autor expone, que sea cual sea el factor decisivo en la producción de capital, el hecho de producirlo en sí mismo supone, por un lado el aumento de nivel de vida y por otro, el asentamiento del sistema capitalista, que tiene como consecuencia, a demás de loa ya citados, el aumento demográfico; si bien, una vez que un país alcanza el desarrollo, el nivel demográfico se estabiliza. A este tipo de consecuencias se las denomina efectos secundarios del capitalismo.

Concluyendo el capítulo, Heilbroner habla de una doble consecuencia - también característica - del sistema capitalista: el logro de un progreso económico y por lo tanto que la gente que tiene riqueza, en un principio, la acumule; y de otro lado y en conjunción y simultaneidad con la primera consecuencia, aparece una nueva forma de miseria social.

Esta nueva forma de miseria social aparece al introducirse el capitalismo en sociedades que aún eran de claro corte feudal. Un siglo después de que esto comenzase a suceder se comprobó que mientras que la burguesía -es decir los grandes propietarios- y la clase media, se veían beneficiados claramente por este sistema, ya que obtenían grandes beneficios, los obreros, comenzaban a ser cada vez más pobres. El número de indigentes iba en aumento. La miseria social se traducía en una nueva forma de esclavitud como la explotación laboral y salarial. Junto con el aumento de la pobreza, escandalosamente aumentaba el número de niños que trabajaba en condiciones inhumanas con salarios deplorables.

Heilbroner finaliza el capítulo hablando de ciclos económicos, de auge y retroceso de la economía. Las razones que se muestran para explicar este fenómeno económico son dos: tecnológica y política.

Factor tecnológico: se afirma que la vitalidad de la economía depende de la aparición irregular de avances tecnológicos, que abren horizontes a la inversión.

Factor político: <<hace hincapié en las oscilaciones entre los programas políticos y sociales de apoyo y retraimiento>>.

El otro factor al que hace referencia Heilbroner es el que relaciona los ciclos económicos con el paso de un sistema de base mercantil a otro de base estructural industrial o incluso postindustrial y multinacional.

La conclusión final del autor está dirigida a enfatizar la diferencia abisal que existe entre conceptos como inestabilidad del sistema y fracaso del capitalismo por una parte, y por otra, entre crecimiento económico y el éxito del sistema.

3.- La política del capitalismo.

El Sistema capitalista no es sólo un orden económico sino que también configura un orden político, el cual surge en parte por algunas de las principales consecuencias de éste. El capitalismo, tal y como indicaba el autor en el capítulo anterior, genera desigualdad, traducida en clases con una posición social y claro esta, económica, diferente. Es obvio que en toda sociedad estratificada surgen tensiones en torno a las relaciones entre las diferentes clases sociales, y ese es uno de los grandes problemas que se le plantea al capitalismo, desde su enfoque político. Precisamente, R.Heilbroner se dedica en este capítulo a analizar el capitalismo como sistema político, y, profundizando en esta cuestión, analiza las relaciones entre la economía y el Estado.

En un principio, parece que los términos economía y Estado son conceptos muy diferenciados e independientes. Mientras que el primero se dedicaría a producir y distribuir, el segundo, dedicaría sus esfuerzos a la tarea de Gobernar. Sin embargo sería un grave error no admitir que la función de gobierno por parte del Estado, atañe sin remedio a la economía, desde el momento en que el Estado asume la potestad de legislar y regular aspectos relacionados con la vida económica. A su vez y en el mismo sentido, los asuntos económicos suelen interferir en las decisiones del Ejecutivo.

Economistas de prestigio reconocido como A.Smith - citado tantas veces por Heilbroner- reconocen que a pesar de que el Estado nunca debe entrometerse en la voluntad del mercado, y no debe controlar la vida económica de ningún individuo, respetando así la libertad de industria y capital privado - principios básicos del liberalismo económico- no le impiden reconocer la necesidad de que el Gobierno deba actuar en ciertas ocasiones, en materia económica, como por ejemplo, abordando ciertas obras que << a ningún grupo de individuos interesaría erigir pues sus beneficios no compensarían los gastos>>. Es decir, que aunque el intervencionismo, según este autor, debe ser el menor posible, se reconoce la relación recíproca, pero independiente, entre ambos conceptos (economía - Estado). La esfera del capital, no puede llevar a cabo su proceso de evolución si la ayuda del Estado, y éste depende de la estabilidad económica y de un buen estado de la misma, para conseguir los ingresos necesarios para la inversión es sus propios objetivos.

El autor explica que en esa relación de mutua dependencia, la supremacía suele corresponder al capital a pesar de que el Estado <<maneje las armas más poderosa>>.

Después de esta explicación, el autor comienza a analizar cuál ha sido la relación entre economía y Estado a lo largo de la corta historia -aún- del capitalismo. Cabe destacar el hecho de que el capitalismo haya pervivido en épocas de crisis mundiales, tanto económicas como sociales y políticas. Así, y tal y como destaca el autor, tras las dos Grandes Guerras. El debate surgiría al analizar la motivación del capitalismo al socorrer al Estado después de ese tipo de crisis. Según Heilbroner, esa motivación reside en el patriotismo y la posibilidad de obtención de posibles beneficios y no en defensa de los principios.

El autor distingue una serie de fases al analizar los diferentes papeles jugados por el Estado, destacando tres grandes fases: la que iría desde los inicios del Estado-Nación-Sistema Capitalista (en vías de implantación y desarrollo) hasta mediados del siglo XIX. La segunda fase se desarrolla entorno a 1930, y la tercera cobra especial relevancia en 1973, coincidiendo con la crisis del petróleo.

a) En pleno auge del liberalismo, coincidiendo con los tiempos de Smith, el Estado actuaba siguiendo los intereses de la aristocracia y posteriormente de la burguesía, ya, en la segunda fase, a mediados del siglo XIX. Heilbroner sintetiza la visión de Adam Smith sobre las funciones del Estado:

ð Impartir justicia

ð Deber de proteger a la sociedad de la violencia y la invasión

δ Deber de crear y mantener ciertas infraestructuras (tal y como señalaba anteriormente).

b) A finales del siglo XIX se desarrollan en algunos países políticas sociales que incrementan el papel del Estado. Se comienzan a regular las condiciones de trabajo en las fábricas, los horarios de la jornada laboral, el descanso obligatorio, se propician los seguros de enfermedad para trabajadores, etc. Sin embargo, el cambio de envergadura en el rumbo de la política estatal, llegó en la época de la gran depresión, época en la que simultáneamente aparece una crisis económica mundial - que da lugar a políticas intervencionistas- con otras de tipo político - aparición y auge de los fascismos, sistemas que subordinaban la economía al Estado -.

En ese momento de crisis en la producción , de los precios y del paro en aumento surge la teoría económica de J.Maynard Keynes, aplicadas tras el difícil periodo de la postguerra de la II Guerra Mundial. En esta misma época surge la concepción del “Estado Social”, acuñada por Heller, o para otros, el “Estado de bienestar”, como indicativo de intervención pública que garantizará no sólo la libertad, sino el adecuado “status” económico del ciudadano, y la lucha por aquello que se denomina “pleno empleo”. Los resultados comienzan a ser satisfactorios y se consigue armonizar el beneficio económico -tan ansiado por los capitalistas- con cierta armonía social, provocada en gran parte por los derechos prestacionales y el auge del Estado Social y Democrático de derecho.

c) La tercera fase que hay que destacar es la que coincide con la crisis del petróleo en 1973, época en la que posiblemente como consecuencia de dicha crisis, el alza de los costos, y también de otras, el Estado social se pone en entre dicho. Las políticas llevadas a cabo por el Estado tuvieron en esta época un efecto contrario al deseado. El endeudamiento del Estado y la inflación hicieron que la inversión disminuyese notablemente y que por lo tanto el paro aumentase. El Estado no podía hacer frente al gasto público generado por lo que comenzaron a llevarse a cabo políticas de control, de reducción del gasto público y de privatización. El Estado creyó conveniente estabilizar la situación con este tipo de medidas. Surge después y con mucha fuerza, en países como Gran Bretaña, el neoliberalismo, también denominado Thatcherismo, por ser M. Thatcher un símbolo importante de esta concepción de la política económica, que en su mayor aplicación puede decirse que acabó con el Estado Social.

Por lo visto hasta ahora, queda claro que aunque economía y Estado, son en principio independientes, la colaboración y la intervención de uno en el otro, son claras.

Actualmente el panorama económico es diferente. Hoy en día, el conflicto ha surgido por la corriente transnacional. Las empresas se han expandido internacionalmente con el objetivo de aprovecharse del abaratamiento de bienes que supone entre otras cosas, los costos de trabajo. Los países no han podido, o no han sabido, controlar el entrometimiento de este tipo de economía en sus propios estados, lo que ha generado una gran inestabilidad y un desafío a las relaciones internacionales entre la economía y el Estado.

Heilbroner establece, no obstante, la diferencia que existe entre conexión de comercio internacional y la empresa transnacional, ya que estas consiguen eludir el poder de control de los estados.

El autor finaliza el capítulo con una reflexión importante en torno a la relación de los dos conceptos tratados en este apartado: el orden económico del sistema depende del orden política en mayor grado del que se suele pensar. Deja para capítulos posteriores el análisis de las consecuencias de esta afirmación, es decir, del hecho de que como dice Heilbroner, se esté politizando el capitalismo.

El capítulo concluye con una reflexión a cerca de la riqueza y la libertad. Parece buscar las razones por las que en el capitalismo se ha entendido que la riqueza es la expresión de libertad, y se ha utilizado este “emblema” como política capitalista. Heilbroner propone que <<un orden social donde existe un ámbito económico aparte será por necesidad favorable a la libertad>>. La única sociedad que se asemeje con lo citado, es, según el propio autor, la capitalista.

Especial valoración merece la reflexión que el autor realiza poniendo fin al capítulo. El autor pone de relieve que mientras que el capitalismo puede darse en sistemas políticos autoritarios, que evidentemente no sean de talante “comunista”, la democracia necesita del capitalismo para alcanzar su desarrollo y plenitud. Puede entenderse esto como una forma de justificar el capitalismo, y la tesis de riqueza y libertad, o como una denuncia de que el sistema tan ansiado por los ciudadanos como el de la democracia, necesite de un sistema generador de desigualdad -y, por qué no, de injusticia- como el capitalismo, al igual que han hecho otros autores al analizar los diferentes sistemas políticos, defendiendo que la libertad no sólo la proporciona un artículo constitucional, sino un Factor Real de Poder o un respaldo económico.

4.- El sistema de mercado.

Usualmente se suele denominar, erróneamente, al capitalismo como <<el mercado>>. No obstante, equiparar mercado a sistema capitalista es, como ya nos ha dicho el autor nada más comenzar el capítulo que ahora se comenta, un error, ya que el mercado es gran parte del sistema capitalista, pero no el todo. El capitalismo alude a un concepto más amplio y complejo que el sistema de mercado.

“El mercado” es el medio en el cual “fluye la energía” del sistema capitalista y por el cual, lo referente al ámbito privado se organiza sin el intervencionismo estatal.

“Gracias” a la caída del Muro y del Bloque Comunista, entre otras consecuencias, el mercado se ha consagrado. De hecho hoy en día, existe una opinión generalizada de que aunque no se puede predecir cual será la forma que adopte la sociedad en el siglo XXI, el medio de coordinación en la misma, será sin duda, el mercado.

Heilbroner, una vez que ha señalado lo anteriormente comentado, explica como funciona el mercado.

La mayoría de los economistas defienden la teoría maximizadora, criticada por el autor en el Capítulo II. El mismo autor defiende que en realidad no es que el mercado produzca un orden a partir de un universo de individuos que tienen como objetivo <<aumentar sus fortunas, sino que lo cierto es que los mercados ¡sólo! funcionan en un universo así>>.

El autor señala en este capítulo las funciones del mercado:

- La distribución del trabajo en torno a lo que la sociedad demanda. Los trabajadores, de acuerdo con la teoría maximizadora, tratan de encontrar los empleos que satisfagan sus intereses económicos en mayor medida. La necesidad de una sociedad libre se pone de relieve al explicar esto.

- El mercado encauza los esfuerzos en cuanto al uso que los patronos hacen de su capital. En busca de su interés, invertirán en mayor medida, allí donde la demanda y los beneficios sean previsiblemente mayores. El mercado se muestra ágil, de esta manera, para aumentar la producción, contrastando con sistemas como el capitalista, donde la producción depende de una férrea estructura burocrática, tal y como explica Heilbroner, haciendo alusión a Ludwig Von Mises.

- La competencia será el otro elemento decisivo en las funciones de mercado, y también, uno de los que más problemas genera. La competencia es la principal “garante” de que el propio mercado se regule a sí mismo. La empresas buscan su mayor beneficio, “captando” consumidores mediante la bajada de precios, atendiendo a los precios que ofrecen el resto de empresas competidoras. Gracias a la competencia, los precios se reducen al “nivel social dominante”. En el mercado laboral, lo obreros también compiten por los trabajos que ofrecen un mejor salario Este proceso global de auto control -explica Heilbroner- está guiado a sí mismo, por el interés propio.

Sin embargo y frente a lo expuesto hasta ahora, el autor, con cierta cautela, explica que el funcionamiento del mercado no siempre es perfecto, ni ordenado y armónico. Los principales problemas que se le plantean al mercado son, el de la posibilidad de la desaparición de la competencia, el factor psicológico que acentúa el problema de la inestabilidad del sistema, el problema de las externalidades y finalmente el de la influencia ejercida por el mercado sobre el ámbito cultural.

a) Competencia y Capitalismo.

Tal y como se ha visto en los sucesivos capítulos comentados, el sistema capitalista suele generar riqueza y acumulación de capital. El problema surge cuando se produce la concentración empresarial y de capital. La nefasta consecuencia de estos factores es la de realizar prácticas monopolísticas, donde una gran empresa hace que las más débiles desaparezcan, dada la imposibilidad de competir. La monopolización del sector comercial es pues uno de los grandes problemas que se le plantean al mercado, en la línea contraria a las consecuencias positivas que tiene la existencia de la libertad de empresa y defensa de la competencia. Para evitar problemas que afecten gravemente al sistema económico, al mercado y al interés general, los Estados deben promover leyes que le habiliten para intervenir en caso de que se produzcan monopolios que pudieren afectar a la estabilidad del mercado.

b) El factor psicológico.

Otro problema importante se pone de relieve cuando el factor acentúa el problema de la inestabilidad del sistema: se produce un desafío a la lógica del sistema. Cuando las expectativas no son óptimas, el empresario no invierte, produciéndose así el estancamiento del crecimiento económico, generando a su vez , desempleo, y claro está, desequilibrio.

c) El fallo de mercado. Las externalidades.

El tercer factor de desestabilización es el que Heilbroner denomina fallo de mercado producido por las “externalidades”. Este fallo de mercado se produce como consecuencia de que el mercado no ofrece una evaluación exacta de los costes, al no incluir gastos externos a los generados en la producción. Esos costes externos que en un principio no se evalúan tienen repercusiones, posteriormente en la economía y en el mercado. Ejemplo de este tipo de fallos es el de la contaminación, problema surgido al utilizar fuentes de energía barata. En un principio los daños ecológicos no se incluyen en el precio, no se evalúa su coste. Posteriormente esos efectos tienen repercusiones como por ejemplo en el ámbito de la explotación de la pesca. El problema de las externalidades supone de nuevo, el enfrentamiento entre lo privado y lo público.

d) El capitalismo y el factor cultural.

El último problema que aborda Heilbroner es el de la influencia del capitalismo en la cultura. Los individuos han aceptado entre sus valores primordiales el deseo de producir <<en términos vendibles>> dejando de lado los bienes de carácter público. La propaganda, la publicidad es el sistema por el cual el mercado se perpetúa en la ética del ciudadano, en la cual ha arraigado profundamente el consumismo como algo imprescindible. Marx denominó a este fenómeno como “transformación universal de la mercancía”, que incide en la crítica a la prolongación aceptada de la esfera del mercado en la vida. El consumismo mide la vida y el ciudadano se convierte en presa de la economía, y del sistema capitalista, un sistema que a su vez y de manera progresiva, le genera nuevas necesidades.

En conclusión, el autor considera como acierto del sistema de mercado, su capacidad para generar beneficios y funcionar con cierta lógica, pero no olvida que los costes producidos a la par, son fruto también de su mal funcionamiento en ocasiones - muchas- y del continuo desequilibrio.

5.- Escenarios para el futuro.

Realizar predicciones a cerca del futuro del capitalismo es “imposible” si éstas se realizan con el rigor del término. No obstante, el autor dedica este capítulo a hablar del capitalismo en función de una serie de “escenarios”. Este concepto responde al intento descriptivo de un proceso, desde una doble motivación: la que sugiere la “necesidad” y la que induce la “voluntad”. Así pues, en la configuración de un escenario se pueden apreciar conceptos captados de la comprensión por una parte, y por otra, convicciones de tipo ético y moral, junto con meras intuiciones.

Los escenarios que recoge el autor responden a la visión de diferentes autores, que “arrojan” supuestos diversos. Heilbroner los analiza:

- El escenario pesimista de Adam Smith.

Heilbroner indica que A. Smith es posiblemente el economista más pesimista en cuanto a su visión del futuro del sistema económico en cuestión. Según él, en un principio la sociedad se encaminaría hacia su ya conocida “libertad perfecta”, y por lo tanto hacia el crecimiento económico y el aumento del bienestar. Sin embargo, este economista era pesimista, dado que preveía un estancamiento generalizado de la sociedad a consecuencia de la acumulación de toda la riqueza.

- La esperanza del cambio posible, K. Marx.

Desde luego, no se puede decir “alegremente” que a Marx, el capitalismo le sugiriese optimismo. Sin embargo, este autor, se sentía esperanzado al pensar que de él, nacería un nuevo orden social. Según Marx, el proceso de expansión del capitalismo, marcado por continuos ciclos de crisis y reestructuración , tendría como consecuencia la desaparición del capitalismo, dando lugar a una sociedad socialista.

- Del análisis pesimista, a la visión optimista de Keynes.

Este economista considera en su análisis que una sociedad guiada por el mercado, llevaría a un desempleo permanente. En su visión, más optimista, ofrece la socialización de la inversión pública como solución al desempleo.

- Del análisis pesimista, a la visión optimista de Schumpeter.

Este autor expone un escenario en el que, junto con las posibilidades de expansión del propios sistema, argumenta que la competencia actúa como mecanismo de “destrucción creativa” del capital. Su visión se centra en un enfoque muy lejano al de los anteriores autores.

Por lo visto hasta ahora, queda claro que todos los escenarios ofrecidos por los diferentes pensadores muestran al capitalismo como un sistema inestable, dadas la contradicciones del sistema en sí mismo, y dudan de los valores de dicho sistema -el mismo Heilbroner afirma que el hecho de que coincidan visiones pesimistas sobre las posibilidades que ofrece el capitalismo, expresan <<los recelos morales de quien intenta justificar el orden moral en el que vive>>, al considerarlo autodestructivo. El capitalismo ha destacado a lo largo de la historia por autogenerar un cambio constante, y en parte, ese dinamismo es su propio enemigo.

Heilbroner expone que los problemas a los que se enfrentará el capitalismo en el próximo siglo no son, como muchos vaticinan, de carácter “apocalíptico”, sino propios de su funcionamiento, unas veces debido a la ambición del sistema y otras por las características del mercado, o por la conjunción de ambas. Para solucionar los problemas surgidos por estos factores, será necesaria una buena dosis de voluntad política, de intervención estatal.

El autor define los rasgos principales hacia los cuales debe encaminarse esa voluntad, ese intervencionismo, con el fin de corregir defectos:

- El Gobierno debe realizar una fuerte apuesta por la inversión pública y luchar contra la acumulación de capital.

- El Gobierno debe de controlar la inflación. Una manera de abordar este problema -según el autor- puede ser la de llegar a acuerdos trilaterales -Gobierno, Patronal, Sindicatos- para fijar salarios y precios. Las disfunciones del mercado deben abordarse con una correcta política fiscal.

- El problema de las “externalidades” debe abordarse igualmente mediante las subvenciones a aquellas empresas que inviertan parte de su capital en la utilización de energías alternativas y mediante sanciones fiscales a quienes “lesionen” el medio ambiente. Por otra parte, es necesario que se incentiven factores importantes como el de la educación.

Frente a quienes exponen que el problema del capitalismo reside en el sector público y en el exceso de poder del Ejecutivo, Heilbroner propone que los problemas que amenazan al capitalismo nacen en el sector privado. El estado debe velar para que la actividad económica no sea la meta, el objetivo, sino para que ésta, sirva como cauce para alcanzar aquello que sí debe ser el fin en sí mismo, como lo es el bienestar de la ciudadanía.

Finalmente, los problemas a los que el capitalismo habrá de enfrentarse son principalmente, el del impacto medioambiental, y el del auge de una política de internacionalización del capital. Mientras que el primer problema tendrá repercusiones directas en el ámbito de la producción, el segundo, atañe a la pérdida de capacidad por parte de los Estados.

Heilbroner finaliza el ensayo, con una reflexión sobre el capitalismo en el siglo XXI; previamente, analiza el sistema de planificación centralizada, como sistema postcapitalista, para países sumidos en una pobreza brutal, y los socialismos de mercado, de los cuales indica que no tienen perspectivas muy propicias dado que introducir mercados sin la infraestructura del capital no en una tarea fácil.

Según el autor, el capitalismo del siglo que viene, tendrá un mayor éxito allí dónde los Estados tengan bien desarrolladas sus políticas de bienestar social y lleven a cabo, las medidas antes propuestas contra los problemas que se le plantearán. Será pues, el capitalismo, el sistema dominante, aunque con ciertos matices, lo cual no es óbice, para que el autor apueste, por la economía de planificación, acompañada de un sistema político en el que el sistema integrador será la amplia participación de los individuos, claro está, en un futuro lejano. Este sistema propuesto por el autor tendría unas consecuencias satisfactorias, tales como la redistribución del poder y la riqueza y el fomento de actividades de “interés general”. No obstante, parece lógico que este sistema suscite en caso de imponerse, fuertes oposiciones.

II.- Reflexión personal, a modo de conclusión.

El objetivo de toda conclusión que se realiza al finalizar la lectura de un libro es la de criticar, exponiendo argumentos razonados, con enjundia, para que la crítica sea constructiva. Algo que parece tan obvio resulta problemático, ya que son muchos los enfoques desde los que se puede realizar la crítica. En mi caso, trataré de valorar brevemente, el nivel formal, para dar más importancia, al contenido. Posteriormente, intentaré aportar una visión personal del problema actual del capitalismo en la sociedad de hoy.

1.- Crítica en base al nivel formal.

El ensayo de Heilbroner es formalmente bueno. En mi opinión, esa virtud reside en el carácter metódico con el que el autor realiza sus exposiciones. Salvo en algunas ocasiones, seguir el “hilo” de la exposición, es fácil, aunque los conocimientos sobre el tema analizado no sean, ni mucho menos, amplios. No obstante, el gran problema que plantea es el de la densidad. Quizás el autor es demasiado ambicioso al tratar de exponer de manera global, un tema de tan amplia magnitud. A pesar de que la capacidad de ejemplificar del autor es destacable, el registro lingüístico utilizado apropiado, y el citado carácter metódico acertado, el lector siente en ciertos momentos, incertidumbre, al no tener completa seguridad de estar comprendiendo el trasfondo de los planteamientos.

2.- Crítica en base al nivel conceptual.

Si el nivel formal del ensayo de Heilbroner, me ha parecido bueno, el nivel conceptual merece una crítica no menos positiva. A pesar de lo que decía anteriormente de la densidad y la ambición mostrada por el autor, el ensayo me ha parecido todo un compendio de política económica, enfocado desde el capitalismo. Al finalizar la lectura, uno es capaz de comprender una serie de conceptos “familiares” que nunca le habían sido expuestos con tanta claridad. Así, el problema de la acumulación del capital, se expone sin tapujos, previa exposición de diferentes posturas que responden a la visión de autores de ideologías diversas. De ahí, la siguiente virtud de Heilbroner: su ensayo trata el problema del capitalismo de manera “científica”, sin ánimo de realizar postulados apologéticos de ninguna ideología o sistema, y todo ello, dotando de gran importancia, a la pluralidad ideológica, y más aún, siendo capaz de sopesar todo aquello que ha aportado el capitalismo a lo largo de su historia, tanto lo positivo como lo negativo.

La tercera virtud que destaco, a raíz de lo anteriormente citado, es la “valentía” con la que Heilbroner llama a las cosas por su nombre y las tratan como lo que son. Esta virtud le permite realizar con rigor aquello que seguramente es su principal objetivo: buscar soluciones a los problemas que ha planteado, plantea y planteará en el futuro, un sistema económico tan dinámico. Por otra parte, es destacable, el intento del autor por realizar una “predicción”, o mejor, ofrecer un escenario de economía en el futuro, profundizando en las posibilidades del capitalismo, aunque en cierto modo, no apueste por el en un futuro que hoy, parece muy lejano.

La profundidad con la que analiza el autor los diversos temas me parece buena, sin embargo me parece, por una parte algo reiterativo, como cuando se dispone a realizar su declaración de objetivos, o explica la imposibilidad de realizar predicciones, con carácter objetivo. En otras ocasiones sin embargo, el autor no deja las cosas muy claras, o mejor dicho, no profundiza en su totalidad, como por ejemplo a la hora de explicar los problemas actuales, como el del excesivo peso de la economía capitalista en política gubernamental, etc.

3.- Reflexión...

El sistema capitalista es, sin duda alguna, el concepto que más ha arraigado en el subconsciente de los ciudadanos. Aunque muchos de los mismos (entre los cuales debería incluirme), no sepan explicar con exactitud, qué es el capitalismo, el mercado, el capital, la inflación etc, los valores del consumismo, del tener más, de la competencia, han calado profundamente en ellos y son sin duda alguna, los que ya desde muy temprana edad, marcan el rumbo, el objetivo de sus vidas.

Hoy, resulta casi imposible mantenerse al margen de una sociedad que genera deseos traducidos en necesidades, y escapar de un sistema en el que lo bueno se mide mediante precios, e incluso se puede comprar, es algo hipotético. No obstante, quienes adquieren cierta constancia de qué significa este sistema económico, como influye políticamente, y cuáles son los “costes” sociales del mismo, deben reflexionar, y plantear soluciones.

Actualmente, tras el hundimiento del bloque socialista, y la crisis profunda en le que se ha visto sumido el estado social, aflora la más temible de las caras del capitalismo: el neoliberalismo. No se puede admitir que el neoliberalismo, sea un factor neutral. Al igual que el capitalismo, pero con mayor crudeza, un año de economía -mejor, política- neoliberalista, sea similar a diez años. Las consecuencias de un año de neoliberalismo, se pueden observar a medio plazo, y se pueden definir como preocupantes para quienes todavía creemos mínimamente en la posibilidad de un mundo justo y con respeto a ciertos valores. Honestamente, hay que señalar que diez años, por el contrario, pueden considerarse como algo catastrófico. Y por ahí va mi reflexión...

El sistema capitalista genera multitud de problemas, y una desigualdad -reflejada por ejemplo, entre el norte y el sur- considerable. Sin embargo, siempre que el Estado consiga imponer su política sobre el mismo, y los ciudadanos sean capaces de concebir dicho sistema como algo que proporciona en parte, el bienestar, podrá decirse que el sistema en cuestión no es abominable.

El problema surge cuando se llega a una situación como la actual. Surge cuando la política económica de la Unión Europea está en función de acuerdos multilaterales que se traducen en el gobierno de las multinacionales, a pesar de que suponga esto, una amenaza seria para todos aquellos ciudadano que dependen, por ejemplo de la agricultura. El problema surge cuando el éxito político de un país depende de números y gráficos, y los ciudadanos y sobre todo algunos políticos obvian el coste político que supone el recorte en inversión pública, en pensiones, en educación, en ayuda al desempleo, etc, para que esos números, y esos gráficos sean así.

Los Gobiernos, deberían seguir la pauta marcada por el autor en su último capítulo. Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Ahora, incluso parece aceptarse con normalidad que los impuestos, sean regresivos, es decir, que se recaude más dinero por medio de impuestos indirectos, que por el IRPF. Precisamente, es en esta época de auge del neoliberalismo cuando los gobiernos se vanaglorian por el saneamiento económico de los Estados, a pesar de la congelación de los impuestos. No obstante, es una aberración ocultar, que únicamente se ha congelado un impuesto, aquel que precisamente equilibraba la balanza, el IRPF.

Para terminar, y dado que mi reflexión sobre el estado actual del capitalismo se está desviando, me gustaría incidir en el problema que supone eso que llamamos “globalización”, reino universal del capital financiero, que avanza inexorablemente, sin permitir ningún refugio, estructurando toda la vida social según sus intereses, y, en contrapartida, esa nueva forma de esclavitud en la que millones de seres humanos nacen condenados a pagas su cuota de deuda externa “hasta la muerte”. Preocupante es pues, el estado económico mundial, regido por las multinacionales, el FMI, el BM, la OMC, y la política gubernamental neoliberalista, que privatiza “todos” los bienes públicos y somete el estado social a la presión del mercado...

Nota: las anotaciones a pie de página han ido surgiendo gracias a la multitud de ideas que me sugerían las reflexiones de R.Heilbroner. En ellas reside realmente, la profundidad de mi trabajo personal, y se respaldan en una serie de libros que en su día cayeron en mis manos, unas veces por voluntad propia, y otras, como lectura obligada en materias como D. Constitucional, D. Natural, o Historia del Mundo Contemporáneo. Quien ahora termina este trabajo, espera que estas notas no se conciban como un compendio de pedantería absurda, con carácter pretencioso. Son simplemente, un intento de relacionar todo aquello que propone el autor del ensayo, con los estudios que curso y con mi visión de la sociedad.

Espero que de este trabajo se valore el esfuerzo personal, la ambición, y ante todo, que su lectura no resulte algo tedioso. Más con ello, no reclamo un ápice de indulgencia. Madrid, Enero del 2000.

Elecciones 2000: “Gestión frente a ideología”.

Desde que José María Aznar llegó al poder bajo el tedioso toniquete del “Váyase Señor González” el panorama político español ha cambiado obstensiblemente, en torno a dos referentes: por un lado, la gestión del gobierno se ha basado en el neoliberalismo económico y la implantación de los valores sociales de la derecha, y por otra lado, lo político se ha avandonado precisamente a favor de la mera gestión, a la par que democráticamente, el Gobierno popular ha minado progresivamente los mecanismos democráticos como el control parlamentario o la incia

Javier Paricio Serrano y A.Fernández Barreiro: “Historia del Derecho Romano y su recepción europea”. Ed Centro de estudios Ramón Areces, 1995

Conviene recordar que a pesar de lo indicado, el pueblo romano -que es el que el autor pone como ejemplo, era bastante respetuoso con muchas de sus tradiciones más antiguas y que precisamente uno de los delitos más graves en Roma era el de la infamia, delito que recaía entre otros, en quienes eran poco respetuosos con la tradición, las Instituciones y el culto.

J.M.Pérez Prendes: “Curso de Historia del Derecho”, Publicaciones Fac. Derecho UCM, 1989.

Inseparable del liberalismo político, esta corriente se basa esencialmente, en la idea de que el individuo debe poder beneficiarse de una libertad completa en el orden del trabajo, de la producción o de los intercambios, como complemento a sus derechos naturales. El liberalismo económico afirma (como ya explica Heilbroner) la existencia de unas leyes naturales de economía, que traducen una armonía universal que deberá aportar al hombre bienestar y prosperidad siempre que ninguna intervención exterior -léase el Estado- no venga a perturbarlas. Se defiende pues el abstencionismo del Estado, que debe dejar al individuo actuar libremente en materia económica y respondiendo tan sólo ante el ius naturalismo. S. Berstein: “Los regímenes políticos del siglo XX. Ariel Historia, 1996.”

Las aspiraciones de la burguesía se vieron apoyadas por el Estado, el cual garantizaba la propiedad, la eliminación de las trabas que dificultaran su transferencia y transformación y el fin de una sociedad gremial. Estas aspiraciones se encaminaban a la consecución de un modelo económico que dejase al individuo con suficiente libertad, sin trabas del Estado y se reflejaron en parte en los textos del constitucionalismo inicial (Declaración de Independencia de E.E.U.U, Declaración de Derechos, 1789, arts. 2-17).

A mediados del siglo XIX, la expansión del comercio y la industria, sólo eran posibles si el estado llevaba a cabo un cierto intervencionismo, creando infraestructuras y estímulo económico. Luis López Guerra: “Constitucionalismo y ordenación de la vida social y económica. Introducción al D. Constitucional”. Tirant lo Blanch, 1994.

La constitución de Weimar de 1919, fruto del acuerdo entre partidos de clases medias y obreros, establecía medidas intervencionistas de este tipo. Luis López Guerra: “Constitucionalismo y ordenación de la vida social y económica. Introducción al D. Constitucional”. Tirant lo Blanch, 1994.

Junto con los datos que ofrece Heilbroner, hay que destacar que exceptuando a la URSS, el volumen de la producción mundial, en 1932, era inferior en un 38% al del 1929. M. Niveau: “Historia de los hechos económicos contemporáneos”. Ariel, 1977.

Autor de la “Teoría General del empleo, el interés y el dinero”, afirmó que el paro no podría ser absorbido más que por un incremento notable de la demanda de los bienes de consumo, y se llegaría a este incremento mediante una política de inversiones masivas, de un aumento de la masa de dinero en circulación y de los gastos presupuestados por el Estado para obras públicas, y a través de ayudas selectivas a las empresas más dinámicas. Begoña Olabarrieta: “Historia del Mundo Contemporáneo”. Ed. Mare Nostrum, Madrid.

Las Constituciones aprobadas en la segunda posguerra admiten expresamente un papel relevante del Estado en la configuración del orden económico y social. El Preámbulo de la Constitución Francesa de 1946, la Ley de Bonn, de 1949 o la Constitución italiana de 1948 dedican importantes apartados a reconocer tareas, económicas y sociales, que el Estado ha de llevar a cabo y a su vez proclaman a dichos Estados como democráticos y sociales de Derecho. Luis López Guerra: “Constitucionalismo y ordenación de la vida social y económica. Introducción al D. Constitucional”. Tirant lo Blanch, 1994.

Los derechos prestacionales cobran fuerza gracias a las teorías de H.Heller y E.Forsthoff. Este tipo de Derechos se caracterizan por ser en realidad un mandato a los poderes públicos para que financien una serie de prestaciones a los ciudadanos, es decir, concesión a éstos, de crédito de prestación. Prestaciones directas serán la educación o la Seguridad Social. El principal problema que plantean este tipo de derechos es el hecho de que su efectividad depende de la disponibilidad de medios materiales para su realización. De esto se desprende una consecuencia importante que podemos extrapolar de nuestra actual constitución: los derechos prestacionales - Título I, Capítulo Segundo, sección segunda, Capítulo Tercero- carecen de fuerza vinculante. Quiere esto decir, que aunque, por ejemplo, la constitución establece que los ciudadanos tienen derecho a un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona (art. 45. C.E.), ningún ciudadano podrá denunciar ante el Tribunal Constitucional, al Estado, porque su ciudad está contaminada. Tan sólo aquellos artículos destinados a Derechos Fundamentales, Título I, Capítulo segundo, sección primera, son susceptibles de “recurso de amparo”. A. Torres del Moral: “principios de Derecho Constitucional II”. Pub. Fac. Derecho UCM, 1992. Constitución Española, Ed. Tecnos, Prólogo L.López Guerra, 1983. Manuel García Pelayo: artículo “El Estado social y sus implicaciones”, del libro “Las transformaciones del Estado Contemporáneo”, Alianza, Madrid.

El conflicto árabe-israelí desencadenó serias consecuencias en el ámbito económico mundial. Los países árabes de la OPEP decidieron aumentar el precio del petróleo en un 70% y reducir sus entregas hasta que los israelíes se retiraran de los territorios ocupados. Begoña Olabarrieta: “Historia del Mundo Contemporáneo”. Ed. Mare Nostrum, Madrid.

1973 fue un año particularmente difícil dentro de lo que se denominó Guerra Fría. Junto con la crisis de petróleo, destacaron políticamente, el alto al fuego en Vietnam (enero), una aparente distensión en las relaciones trilaterales entre China, Unión Soviética y E.E.U.U, previa al estado de alarma generado en otoño por la guerra del Yom Kippur (cuarto enfrentamiento en el conflicto árabe-israelí). Begoña Olabarrieta: “Historia del Mundo Contemporáneo”. Ed. Mare Nostrum, Madrid.

La Constitución, si se convierte en una simple hoja de papel, será inservible y no garantizará ningún tipo de Derechos ni libertades. Tan sólo cuando la hoja de papel “C” sea una igualdad con la suma de los Factores Reales de Poder (“C=FRP+FRP...”), se podrá decir que estamos ante una Constitución de carácter efectivo. Ferdinand Lassalle “¿Qué es una Constitución” (1860), Ariel 1976.

M. Redero, Historia Contemporánea, Universidad de Salamanca, en “Transición a la Democracia”. Este autor apoyaba la tesis expuesta por Heilbroner al explicar el proceso de cambio vivido en España en 1975-82, y la influencia que tuvo el poder del capitalismo en “nuestro” proceso constituyente.

La crisis del Estado Social se acentuó más si cabe, tras la caída del Bloque Comunista. Algunos autores piensan que, en cierto modo, el Estado Social era una concesión a la Izquierda. En algunos países se temía que los partidos comunistas llegasen al poder, por lo que los gobiernos hacían concesiones de carácter “progresista”, con el consentimiento de los “grandes magnates del capitalismo”, a los que no importaba que el Estado les retuviese un importante porcentaje de su capital, bien por miedo a la extensión del comunismo, bien por la presión ejercida por dicho bloque. Una vez que el muro cae y se hunde el sistema comunista, la Derecha comienza a ser reacia a las concesiones, y los Gobiernos, al no haber “rival”, comienzan a desmantelar con mayor o menor rapidez el Estado Social. No obstante, esto no deja de ser una opinión que a demás no es extensible a todos los países.

El Ordenamiento Jurídico español reconoce el derecho a la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado, en el artículo 39 C.E. Este artículo es prácticamente el único de la Constitución Española dedicado al Derecho Mercantil. Alude de manera implícita a la prohibición de los monopolios en detrimento de la competencia.

Junto con el artículo constitucional anteriormente citado, en nuestro ordenamiento jurídico tenemos dos importantes leyes relacionadas con el Derecho Mercantil, en defensa de la competencia. Ley de defensa de la competencia 16/89, 17 de julio, y Ley de protección contra la Competencia desleal 3/91, 10 de enero; ambas de carácter ordinario.

Al contrario de lo que sucede en Inglaterra, donde la Administración realiza todo aquello que no le prohibe la ley, en España, la Admón. Sólo puede realizar aquello que le habilite, en primer lugar la norma suprema, es decir la Constitución, y en segundo lugar el resto del ordenamiento jurídico. Esto es lo que denominamos “Principio de vinculación positiva”, art. 103. C.E.

El artículo 128.2 C.E, (artículo que procede de la Constitución Republicana de 1931) <<reconoce la iniciativa pública en la actividad económica>>. A su vez, este artículo reconoce al Estado la posibilidad, por una parte de reservarse monopolios, y por otra, la de intervenir contra los mismo, si así lo exige el interés general. En el caso español, destaca la intervención realizada por el Gobierno Socialista al “holding” RUMASA. Este caso, resuelto por la sentencia 111/83 TC, fue especialmente polémico ya que el Gobierno expropio la citada empresa mediante un Decreto

Ley, aludiendo al art. 33 C.E. Craso error, ya que el artículo 33 pertenece a materia regulada por ley orgánica (art.81 C.E.) y por lo tanto no puede recaer sobre él, un Real Decreto Ley. No obstante, dado que posteriormente se convalidó el Decreto Ley y el recurso de inconstitucionalidad sólo se realizó contra el Decreto Ley, el Tribunal Constitucional, decidió, no sin polémica, aplicar la retroactividad de ley y considerar como válida la intervención estatal. En dicha sentencia cobro un papel relevante M.G.Pelayo, presidente, que dijo posteriormente haber actuado en base a su “condición de socialista y su ideología” y no en base al ordenamiento. Posteriormente, se ha aprendido el error y la intervención estatal se realiza vía art. 128.2 C.E. tal y como sucedió con el caso Banesto (si bien, M.Conde pudo conservar sus acciones) y actualmente en el caso del Atlético de Madrid.

Ignacio de Otto: “Derecho Constitucional”, Ariel, Oviedo 1987.

En contraste a lo propuesto por Heilbroner, en España, el Poder Ejecutivo ha decidido recortar en un 3,2% el gasto en prestaciones económicas a los desempleados. Los empleados públicos han perdido un 10% del poder adquisitivo entre 1992 y 1997 y con vistas al año 2000, la pérdida puede aumentar en un 0,6%. No existe, por otra parte, una cláusula de revisión salarial para los funcionarios, y el gasto destinado a las pensiones, a pesar de su tímido aumento, no es acorde al previsible aumento del I.P.C.

Artículo Editorial, publicado en “Voces”. Presidencia Federal de Izquierda Unida, segunda quincena de octubre del 99.

En mi opinión, el Estado debería actuar con mayor frecuencia en este sentido, tanto con sanciones de tipo Administrativo, como persiguiendo penalmente a quien incurriera en atentados medioambientales. Sería conveniente que la aplicación de los artículos 325, 326, 327, 328, 329, 330 y 331 C.P. fuese más rigurosa.

En el caso español, y a pesar de que el Presidente del Gobierno indique el gasto en educación es suficiente y que ha aumentado el gasto por alumno en un 18%, el ejecutivo a obvia en sus presupuestos para el 2000 el necesario aumento de gasto en educación, en contraposición de gastos como el militar, el cual ha aumentado en un 4%.

F. Alcaraz Masats, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Pleno y Diputación Permanente, 25-X-99.

En este punto me refiero a los acuerdos de la Conferencia Ministerial de la OMC, en la cumbre de Seatle. A pesar de que esta conferencia ponía en riesgo a los agricultores españoles y europeos, la UE, en su última cumbre, en Helsinki, afirmó: <<... se lamenta el fracaso de la Conferencia ministerial de la OMC de Seatle, y reafirmamos nuestro compromiso con el sistema multilateral vigente y la ronda de negociaciones multilaterales de comercio...>>. J. Anguita González, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Pleno y Diputación Permanente, 15-XII-99, en la comparecencia del Gobierno para informar a la Cámara, sobre el Consejo Europeo celebrado en Helsinki (9-10-11 de diciembre de 1999).

El Gobierno español está destruyendo la progresividad fiscal, mermando los ingresos procedentes del IRPF, a costa de la gran subida de los impuestos indirectos, y de la “invención” de otros más. La subida de la gasolina o el tabaco es sólo un ejemplo. A corto plazo, este tipo de medidas no se están notando, dado que estamos en la fase expansiva del ciclo económico, sin embargo, cuando el ciclo vaya a la baja, el Ejecutivo sólo tendrá el recurso de utilizar la inflación en contra del Estado Social “en extinción”. Por otra parte, los últimos datos, reflejan que el Ministerio de Economía y Hacienda, combate la inflación (puede ser que provocada por el hecho de que quienes tienen dinero negro, deban realizar inversiones, por ejemplo, en el sector inmobiliario) congelando la subida del salario mínimo o las pensiones no contributivas.

J. Pastor Verdú, en la Declaración Política del I Encuentro Confederal de Espacio Alternativo.

J.C. Monedero y Pedro Chaves: “Razones para una urgencia”, artículo publicado en “El viejo topo”, XII-99.

J.C. Monedero: Introducción a “La estrategia del orden y el desorden”, Separata, JAC, Fecha desconocida.




Descargar
Enviado por:Gorka Esparza Barandiaran
Idioma: castellano
País: España

Te va a interesar