Historia
Dictadura militar argentina
Dictadura Militar Argentina
(24 de marzo de 1976 - 10 de diciembre de 1983)
.Introducción
Después de haber leído declaraciones y testimonios, de haber visto por medio de Internet los típicos lugares clandestinos de detención y los nombres de los represores, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, la más inhumana y la más salvaje. Muchos de los episodios aquí reseñados resultarán de difícil credibilidad.
Arrebatados por la fuerza, dejaron presencia civil. ¿Quiénes exactamente los había secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus celdas, la justicia los desconocía. En torno de ellos crecía un gran silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbre y dolor de padres, madres e hijos, todos pendiente de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inútiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.
Golpe Militar Argentino 1976
Con la muerte de Perón de la escena política en julio de 1974 y la subida al poder de su esposa Isabel, la Presidente, los problemas de la Argentina de los 70 se agravaron. Comenzaba una época que conmovería al mundo entero por la crueldad y la sistemática violación de los derechos humanos que se sucederían.
La economía estaba al borde del colapso con una inflación del 335% en 1975. Pero el problema económico y no llegó solo, sino acompañado por un importante aumento de la violencia en la política. La guerrilla continuaba con sus ataques al ejército y la policía, pero la derecha contestaba con organizaciones igualmente violentas como la Alianza Anticomunista Argentina.
La situación era crítica. Un golpe militar la derrocó, constituyéndose una junta militar de gobierno integrada por: Jorge Videla (jefe del ejercito), el almirante Emilio Massera (jefe de la marina), y el brigadier Orlando Agosti (jefe de la fuerza aérea).
Tras ver con desaliento la decadencia del orden bajo el mandato de Isabel, la mayoría apoyó el golpe de 1976. Esto significa que el golpe no solo contó con apoyo militar, sino también con el de una parte importante de la sociedad que más tarde se daría cuenta de las consecuencias que trajo consigo el nuevo gobierno, y con el de la mayoría de los partidos políticos y la Iglesia.
Este gobierno se encargaría de los dos principales problemas: la maltrecha economía y, con especial virulencia, la crisis social que se respiraba en esos momentos.
El camino escogido por el general Videla y su gabinete no fue otro que la guerra sucia. Con esta guerra santa, como también es conocida, pretendía deshacerse de los elementos subversivos de la sociedad. Se lanzó una campaña contra los militantes políticos y sociales, haciendo uso de un terror mucho peor que aquel que decían combatir. Entre 1976 y 1983 —bajo el gobierno militar— miles de personas fueron arrestadas y desaparecieron sin dejar rastro.
El ejército comenzó a detener a los supuestos subversivos. Reconoció tener prisioneras a unas 3500 personas, pero en ningún momento habló de los treinta mil desaparecidos. El gobierno de Videla decidió que sería más práctico no detener a estos supuestos subversivos, sino hacerlos desaparecer con ayuda del ejército o guerrillas paramilitares que con total aprobación y consentimiento del gobierno pondrían en marcha este macabro plan de limpieza social.
Mientras, la guerrilla no dejó de actuar durante los años de la dictadura. Llevó a cabo diversos atentados. Pero la represión del gobierno no se centró únicamente en los miembros de la guerrilla, sino también en simpatizantes y otras muchas personas que nunca sabremos si eran totalmente inocentes.
Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban zona libre a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban las manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable.
Nunca más se supo de los secuestrados. No estaban detenidos en las cárceles o en comisarías, no había ningún registro donde apareciesen sus nombres o paradero. Simplemente habían dejado de existir.
Más tarde se supo, por testimonios de supervivientes y asesinos, que muchos de los secuestrados, en su mayoría, eran encerrados en campos de concentración, torturados, violados y asesinados. También eran lanzados al mar durante las maniobras aéreas del ejército con peso en los pies para evitar que subiesen a la superficie. Tácticas horribles que acabaron con la vida de miles de personas.
Parte de los desaparecidos eran mujeres con hijos o embarazadas, los niños fueron arrancados de los brazos de sus padres, condenados a desaparecer, sin palabras y de forma violenta. Estos niños, arrancados de su identidad, fueron sometidos a un doble trauma: la desaparición de sus padres y la suya propia. Es evidente que el plan para hacer desaparecer a los niños consistía en mimetizarlos entre la población, anular su identidad y, en la mayoría de los casos, inscribirles como hijos propios de mandos de las Fuerzas Armadas. Los niños quedaban en manos de los represores que habían secuestrado o asesinado a sus padres.
Esta es la historia de muchas familias argentinas que adoptaron a sus hijos sin hacer preguntas y hoy se enfrentan a la verdad y en algunos casos a los tribunales por lo que se ha llamado restitución, es decir, la devolución de los niños a sus verdaderas familias
Hoy en día se sigue luchando para superar las secuelas que dejó la dictadura militar en Argentina. En los años sucesivos a la implantación de la democracia en el país se constituyeron diferentes asociaciones, cuyo único objetivo es encontrar a los desaparecidos. La Asociación de Madres de Plaza de Mayo dedicada a la búsqueda de los hijos de los desaparecidos, es decir, sus nietos, que como ya hemos dicho, fueron arrancados de los brazos de sus padres, pequeños de corta edad o criaturas en proceso de gestación que vieron la luz en los campos de concentración habilitados por la dictadura militar.
Texto extraido de la enciclopedia universal de ciencias sociales editorial oceano
Centros Clandestinos de Detención (C.C.D.)
Los centros de detención, que en número aproximado de 340 existieron en toda la extensión de nuestro territorio, constituyeron el presupuesto material indispensable de la política de la desaparición de personas. Por allí pasaron millares de hombres y mujeres, ilegítimamente privados de su libertad, en estadías que muchas veces se extendieron por años o de las que nunca retornaron. Allí vivieron su “desaparición”; allí transcurrieron sus días a merced de otros hombres de mentes trastornadas por la práctica de la tortura y el exterminio, mientras las autoridades militares que frecuentaban esos centros respondían a la opinión pública nacional e internacional afirmando que los desaparecidos estaban en el exterior, o que habrían sido víctimas de ajustes de cuenta entre ellos.
Desde las más altas esferas del gobierno militar se intentaba presentar al mundo una situación de máxima legalidad. Desconociendo todo límite normativo - aún la excepcional legislación de facto- la dictadura mantuvo una estructura clandestina y paralela. Negada categóricamente al principio, luego - ante la masa de videncias producto de denuncias realizadas por familiares y testimonios de secuestrados que recuperaron la libertad- debió ser admitida, aunque con argumentos mandases.
“…La Perla, ¿existió? Sí, era un lugar de reunión de detenidos, no una cárcel clandestina…los subversivos estaban ahí más al resguardo de sus pares…” (Luciano Benjamín Menéndez, 15 de Marzo de 1984, Revista Gente).
Condiciones de vida dentro de los centros clandestinos
TABICAMIENTO.
El secuestro arribaba encapuchado - “tabicado”-, situación en la que permanecería durante toda su estadía en el lugar. Ello perseguía hacerle perder la noción de espacio, con lo que se lo privaba no solamente del mundo exterior al “Pozo” sino también de toda externidad inmediata, más allá de su propio cuerpo.
La víctima podía ser agredida en cualquier momento sin posibilidad alguna de defenderse. Debía aprender un nuevo código de señales, ruido y olores para adivinar si estaba en peligro o si la situación se distendía. Esa fue una de las cargas más pesadas que debieron sobrellevar, según los coincidentes testimonios recibidos.
A CADA PRISIONERO SE LE ASIGNABA UN NÚMERO.
En los C.C.D. se utilizaron para la identificación de los prisioneros. A veces precedidos de letras como otra forma de suprimir la identidad a los secuestrados.
“Se les ordenaba, ni bien ingresaban, que recordasen esa numeración porque con ella sería llamado de allí en adelante, sea para hacer uso del baño, para ser torturado o para trasladarlos. Esta mecánica obedecía, además de construir una forma más de hacer perder la identidad al secuestrado, a la necesidad de que nadie - aun guardias o carceleros- conociera la identidad del prisionero, para evitar que trascendencia el exterior el nombre de los cautivos.”
PERSONAL
En la mayoría de los casos, los conscriptos eran mantenidos al margen de la actividad del C.C.D. No participaba la totalidad del personal militar o de seguridad. La consigna fue mantener a los C.C.D. aislados, como una estructura secreta. El personal destinado a efectuar guardias en tales centros estuvo compuesto por efectivos de la Gendarmería Nacional, del Sistema Penitenciario Federal o de la policía, siempre al mando de oficiales de las FF.AA. este personal de guardia no era el que generalmente torturaba en los interrogatorios sistemáticos destinados a obtener información. Se han recogido testimonios en los cuales consta que algunos de los custodios destinados a la vigilancia de los campos, evidenciaban rasgos humanitarios, al preocuparse por el estado calaminoso de los detenidos:
“…Yo estuve secuestrado en el Pozo de Quilmes a partir del 12 de noviembre de 1977. en cierta ocasión, cuando no pudo llegar nuestra ración diaria como era habitual, traída desde una entidad del Ejército cercana, el cabo de guardia, al que apodaban “Chupete”, compró con su propio dinero, alimentó y cocinó personalmente para nosotros. También el cabo de guardia Juan Carlos, que parecía pertenecer al Ejército, cuando mejoraron las condiciones de detención nos regalaba cigarrillos…” (Fernando Schell, Legajo n° 2825)
ALIMENTACIÓN.
La escasez y calidad de las comidas constituían otra forma de tormento. Se alimentaba a los detenidos - según el lugar- una o dos veces al día. En muchas ocasiones transcurrieron varios días sin que se les proporcionase alimento alguno.
En otras se les sirvió agua con harina o con vísceras de animales crudas. Generalmente,
las raciones apenas alcanzaban, y quines pretendían dar parte de la suya a
alguien en pero estado eran
severamente castigados. La solidaridad estaba prohibida.
A pesar de esto, el momento de alimentarse era esperado con ansias, ya que significaba no sólo comer, sino también la posibilidad de levantarse la capucha y - eventualmente - ponerse en contacto con la otra persona, aunque la conversación entre detenidos estaba penada con brutales castigos.
“…El tratamiento era brutal, no sólo física sino también psíquicamente, ya que cuando uno preguntaba qué es, le decían si tenían que salir, si daban sopa era con plato playo y con tenedor. Un día hubo guiso carrero, ese día había dos que no se podían levantar, el guiso era con choclo ya consumido por ellos; la comida en general era harina de maíz hervida, mate cocido y un trozo de pan..” (testimonio del señor Héctor Mariano Ballent)
ESTADO SANITARIO.
El durísimo sistema empleado agravaba las enfermedades que se padecían con anterioridad al secuestro y agregaba otra como producto de las quemaduras, derrames e infecciones. A muchas mujeres se les suspendían los ciclos menstruales en razón de las condiciones de vida que se les imponía.
La atención médica:
“… Fue realizada por detenidos con algún conocimiento, cosa que no impidió que mucha gente “se quedara en la tortura”. (Testimonio de Villani, Mario).
LA HIGIENE.
Las condiciones durante el tiempo de detención fueron deplorables. Los secuestrados permanecían hacinados sobre colchonetas sucias de sangre, orina, vómitos y transpiración. En algunos casos, debían realizar sus necesidades en tachos, que luego eran retirados. En otros casos, ni siquiera se les proporcionaba recipientes, debían hacerlas en el mismo lugar.
“En un momento que estaba durmiendo me despertaron de una patada. Aclaro que dormíamos en el suelo, acostado sobre la orina”.
Los detenidos debían solicitar permiso a los guardias, para permitirles ir al baño no más de dos veces al día. Eran conducidos en “trencito”, tomados de la cintura del de adelante, ya que no les retiraban la capucha. Hombres o mujeres, debían ducharse o atender sus necesidades a la vista de sus carceleros. En algunos campos se bañaban los detenidos en grupos con una manguera, encapuchados.
La higiene de los baños y las celdas dependía de la buena o mala disposición de los responsables de la guardia. Hubo casos en que se obligó a mujeres a limpiar a mano los mingitorios de los baños para varones. Esta carencia extrema de higiene traía aparejado el empiojamiento de los detenidos, que en algunas oportunidades fueron rociados con insecticidas al modo del ganado. (Daniel Osvaldo Pina, secuestrado en Mendoza)
Testimonios e información extraida de la pagina web www.desaparecidos.org/arg
Métodos de tortura empleados en la dictadura militar
La desnudez, la capucha que escondía el rostro, las ataduras y mordazas, el dolor y la pérdida de toda pertenencia personal eran los signos de la iniciación en este mundo en donde todas las propiedades, normas, valores, lógicas del exterior parecen canceladas y en donde la propia humanidad entra en suspenso. La desnudez del prisionero y la capucha aumentan su indefensión.
¿En qué consistía la tortura? El método de tormento "universal" de los campos de concentración argentinos, por el que pasaron prácticamente todos los secuestrados fue la picana eléctrica. Es natural; se trata de un instrumento nacional, "vernáculo", inventado por un argentino.
Consiste en provocar descargas; cuanto más alto es el voltaje, mayor es el daño.
Para obtenerla información necesaria, los interrogadores "se vieron obligados" a usar técnicas de asfixia, ya fuera por inmersión en agua conocido como el submarino o por carencia de aire. Aplicaron golpes con todo tipo de objetos, palos, látigos, varillas, golpes de karate y práctica, sobre los prisioneros, de golpes mortales, así como palizas colectivas. Practicaron el colgamiento de los seres humanos por las extremidades dentro de los campos y también desde helicópteros. Hicieron atacar gente con perros entrenados. Quemaron a las personas con agua hirviendo, alambres al rojo, cigarros y les practicaron cortaduras de todo tipo. En muchos campos, en particular en los que dependían de la Fuerzas Aérea y la policía, los interrogadores se valieron de todo tipo de abuso sexual.
Desde violaciones múltiples a mujeres y a hombres, hasta más de 20 veces consecutivas, así como vejámenes de todo tipo combinados con los métodos ya mencionados de tortura, como la introducción en el ano y la vagina de objetos metálicos y la posterior aplicación de descargas eléctricas a través de los mismos. En estos lugares también era frecuente que a una prisionera "le dieran a elegir" entre la violación y la picana 44.
De ahí en más hicieron todo lo que una imaginación perversa y sádica pueda urdir sobre cuerpos totalmente inermes y sin posibilidad de defensa. Lo hicieron sistemáticamente hasta provocar la muerte o la destrucción del hombre. El abuso con fines informativos, el abuso para modelar y producir sujetos, el abuso arbitrario, todos atributos principales del poder pretendidamente total: saber todo, modelar todo, incluso la vida y la muerte, ser inapelable.
La práctica de estas formas de tortura de manera irrestricta, reiterada e ilimitada se ejerció en todos los campos de concentración y fue clave para la diseminación del terror entre los secuestrados.
FUENTE: Pilar Calveiro. Argentina, es doctora en Ciencias Políticas egresada de la Universidad Nacional de México. Se exilió en ese país tras haber permanecido secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la dictadura militar de los setenta. Es autora de numerosas investigaciones publicadas en México, Argentina y Francia, y actualmente profesora investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Publicó Poder y desaparición, los campos de concentración en Argentina (Colihue) y Desapariciones, memoria y desmemoria de los campos de desaparición argentinos.
Testimonios
TESTIMONIO Nº1:
"Inmediatamente después que llegué a La Perla, me llevaron a la habitación de torturas o habitación de "terapia intensiva". Me desvistieron y ataron mis pies y manos con cuerdas a las barras de una cama, para que colgara de ellas. Pusieron un alambre en uno de los dedos de mi pie derecho. La tortura era aplicada gradualmente, en otras palabras, los picos eléctricos, tenían dos diferentes intensidades; una de 125 volts que causaba espasmos involuntarios en los músculos y dolor en todo mi cuerpo. Lo hicieron en mi cara, ojos, boca, brazos, vagina y ano; y otro de 220 volts llamado "la margarita", que dejaba profundas ulceraciones que hasta el día de hoy tengo, y que causaban violentas contracciones, como si todos mis miembros estuvieran siendo arrancados al mismo tiempo, especialmente en riñones, piernas, entrepiernas y al borde del cuerpo.
También ponían un trapo mojado en mi pecho para intensificar la intensidad del shock.
Traté de suicidarme tomando agua sucia de una pileta que usaban para otro tipo de tortura llamada "submarino", pero fracasé. La intensidad progresiva de los picos eléctricos, era igualada por el sadismo de mis verdugos. Eran cinco, cuyos nombres eran: Guillermo Barreiro, Luis Manzanelli, José López, Jorge Romero, y Fermín de los Santos."
(Testimonio de Teresa Celia Meschiati, Secuestrada en Córdoba el 25 de Septiembre de 1976. [File no. 4279])
TESTIMONIO Nº2:
En el invierno de 1976 hubo una cadena de secuestros de estudiantes secundarios, de la Escuela Manuel Belgrano, chicos de 15 ó 16 años. Este grupo estaba constituido por aproximadamente 15 adolescentes. Conmovía ver la candidez, casi infantil, con que se movieron durante su permanencia en la cuadra; se reían permanentemente y jugaban, como si no tuvieran conciencia cabal de la situación que vivían. No se adaptaban a las reglas del juego, se levantaban las vendas por lo que eran severamente reprendidos por los gendarmes de la guardia. Los acusaban de haber pertenecido al centro de estudiantes del colegio y desde hacía bastante tiempo contaban con listas de sospechosos. Los estudiantes denunciaron, en el período inmediatamente anterior al golpe del '76 al entonces interventor del colegio, por la confección de esas listas. Se acusaba a los adolescentes del delito de participar "en política". Por haber sido tal vez delegados de sus cursos eran considerados como futuros subversivos. "Por ser la semilla del árbol del mal debían ser castigados", dijeron los represores de La Perla. En el curso de tres o cuatro días, así como habían ido llegando al campo, los "trasladaron" a todos en el camión. Una reflexión: acerca de los presos judíos se puede decir que entre los militares había un antisemitismo generalizado, pero de ninguna manera se puede hablar de un plan antisemita en Córdoba, como el que describe Jacobo Timerman. Si el capitán Barreiro, que era declaradamente nazi, capturaba a un judío lo maltrataba especialmente, pero estaba claro que no lo consideraban, como sector social, el enemigo principal. Hay incluso judíos sobrevivientes.
TESTIMONIO Nº3:
'Le cortó los testículos, se los metió en la boca y le cosió los labios'
Confesión de un policía argentino sobre las torturas a un 'traidor'
Argentina revive el horror de los autos de fe durante la `guerra sucia' de la dictadura militar (1976-1983). Un policía de ese régimen confesó el viernes a la Justicia cómo los verdugos caparon al subcomisario Ricardo Albareda -37 años, sospechoso de colaborar con la guerrilla- y luego engulleron una barbacoa frente a la víctima agonizante.
En la sala de audiencias, a los jueces del Tribunal Oral Federal 1 de la ciudad de Córdoba (centro) se les descomponía el rostro aguantando el deseo de vomitar a medida que Ramón Calderón, ex guardia del campo de concentración "El Embudo", avanzaba con su relato sobre la ceremonia de eviscerar, propia de Tomás de Torquemada.
El 26 de septiembre de 1979, según contó, Calderón cumplía servicio en "El Embudo", que dependía del Departamento de Inteligencia de la policía cordobesa y funcionaba en un chalé. Vio llegar a sus jefes arrastrando a un hombre con uniforme policial, al cual ataron con alambres a una silla. Era Albareda.
La pandilla de secuestradores estaba encabezada por el inspector general Raúl Pedro Telleldin, 51 años. Y le seguían sus lugartenientes Calixto Luis Flores, Américo Pedro Romano, y Hugo Cayetano Britos, todos ellos oficiales del Departamento de Inteligencia (D2), la temible `gestapo' de la policía en Córdoba.
"Ahora vas a ver lo que le pasa a los traidores", amenazó Telleldín antes de dar la orden a Britos que degradara al subcomisario arrancándole los galones y otros distintivos de la fuerza. Enseguida propinaron a Albareda una paliza de muerte y Telleldín extrajo una sevillana del bolsillo y se calzó guantes de látex en las manos.
"Usted Albareda está en la tierra por el peso de las bolas. Se las voy a cortar y se va a ir al cielo", avisó el inquisidor, a la vez que sus esbirros subían a tope el volumen de la radio para tapar los alaridos que iba a proferir el torturado. Entonces cortó la bragueta del pantalón y tomando los testículos, se los amputó.
Con la mano en alto, Telleldín agitaba el `botín' ensangrentado y gritaba como un poseído a sus esbirros: "¡Esto mismo les va a pasar a ustedes cuando no cumplan las órdenes!". Luego introdujo los testículos en la boca de Albareda y, usando hilo y aguja, le cosió los labios. A la vez, Romano rociaba con whiskey la zona genital castrada.
Culminada la faena, los verdugos se deleitaron con un asado a las brasas, frente a lo que para entonces quedaba de Albareda, que demoró dos horas más en morir allí desangrado. Telleldín dio la orden a Calderón que limpiara el suelo con lejía, antes de cargar el cadáver del subcomisario en el maletero de un coche y hacerlo desaparecer hasta hoy.
Este crudo testimonio ha sido crucial en el juicio a Britos, Romano y Flores que lleva adelante el tribunal de Córdoba. Se supone que Telleldín murió en 1983 en un accidente de coche, aunque muchos sospechan que vive escondido en la Patagonia. Su hijo, Carlos, estuvo imputado en el ataque terrorista a la mutual judía AMIA, que causó 86 muertos en 1994.
Los testimonios fueron extraídos de la pagina web http://www.yendor.com/vanished/tortured/s-meschiati.html y http://maldonadoaldia.com/internacionales.asp?ref=505
Abuelas de Plaza de Mayo
La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo somos una organización no-gubernamental que tiene como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños secuestrados desaparecidos por la represión política, y crear las condiciones para que nunca más se repita tan terrible violación de los derechos de los niños, exigiendo castigo a todos los responsables.
Nada ni nadie nos detuvo para buscar a los hijos de nuestros hijos. Tareas detectivescas se alternaban con diarias visitas a los Juzgados de Menores, Orfelinatos, Casa Cunas, a la vez que investigábamos las adopciones de la época. También recibíamos -y seguimos recibiendo- las denuncias que el pueblo argentino nos hace llegar, como una manera de colaborar en la tarea de ubicación de los pequeños. Este es el resultado de nuestra tarea de concientización de la comunidad.
Con el fin de localizar los niños desaparecidos Abuelas de Plaza de Mayo trabajamos en cuatro niveles: denuncias y reclamos ante las autoridades gubernamentales, nacionales e internacionales, presentaciones ante la Justicia, solicitudes de colaboración dirigida al pueblo en general y pesquisas o investigaciones personales. En años de dramática búsqueda sin pausas logramos localizar a 95 niños desaparecidos.
Para su trabajo la Asociación cuenta con equipos técnicos integrados por profesionales en los aspectos jurídico, médico, psicológico y genético.
Cada uno de los niños tiene una causa abierta en la Justicia a la que se agregan las denuncias que se van recibiendo con el correr del tiempo y que conforman elementos probatorios que determinan su verdadera identidad y la de los responsables de su secuestro o tenencia ilícita.
Trabajamos por nuestros nietos -hoy hombres y mujeres-, por nuestros bisnietos -que también ven violado su derecho a la identidad-, y por todos los niños de las futuras generaciones, para preservar sus raíces y su historia, pilares fundamentales de toda identidad.
Texto e imágenes extraídas del portal web http://www.abuelas.org.ar/
Conclusión
Como en la época de los '70 yo no había nacido y mi mamá era muy chica, recurrí a mis abuelos en busca de ayuda para elaborar las conclusiones y para además saber que pensaban ellos :
Siendo unos de los tantos millones de argentinos que no emigraron, trataron de continuar trabajando y viviendo en un país torturado por el odio de ambas partes sin hacer hincapié ni en la parte militar, ni el la parte “terrorista”, sino desde una postura neutra, para que yo y mis compañeros pueda crear su propia conclusión sin verse persuadido por ninguna de las dos partes.
Me dijeron más o menos lo siguiente:
Dios ha creado al Hombre a su imagen y semejanza, por lo tanto el ser humano está obligado a vivir en paz, respeto, plenitud, prosperidad y felicidad. La EDUCACIÓN es el medio para salir de su estado primitivo de “mamífero” y convertirse en HUMANO.
La EDUCACIÓN debe otorgarnos nuestra “autoridad” (capacidad para imponernos nuestros propios límites: auto= yo mismo, mi autonomía), Si yo no conozco mis límites deben imponérmelos desde afuera (autoridades militares, gendarmería, policía, etc).
Los hombres somos gregarios, debemos vivir en sociedad; para el normal desarrollo de nuestras actividades naturales: vivir, amar, profesar un culto, reproducirnos, etc, se han creado reglas (discutidas desde las épocas más remotas). Desobedecer estas reglas nos convierte en anarquistas, terroristas, manipuladores, torturadores, y todos las imperfecciones que puedan imaginarse.
Reglas a respetar inexcusablemente:
Los 10 mandamientos.
Venerar absolutamente todos los artículos de la CONSTITUCIÓN NACIONAL. La división de los poderes en EJECUTIVO, LEGISLATIVO, JUDICIAL, es fundamental.
Jamás otorgar superpoderes a ningún funcionario.
Respetar las ideas del prójimo, escucharlo, disentir, discutir en buenos términos
No agredir, confiar en el prójimo.
No honrar héroes de barro, conocer los preceptos de la Madre Teresa de Calcuta, Mahatma Ghandi, el Papa Juan Pablo II.
Maravillarse a diario por la diversidad de opiniones, de conceptos, de ideas de cada uno de los que nos rodean, ESA ES TAMBIÉN PARTE DE LA FANTÁSTICA VIDA, aceptar al prójimo es una tarea religiosa.
Vivir en DEMOCRACIA: las autoridades electas deben propugnar el bienestar del pueblo en general, esa es su obligación, de no ser así, hay medios como el JUICIO POLÍTICO para que expliquen a la ciudadanía sus incumplimientos.
Jamás vivir fuera de Derecho.
No hacer nunca justicia por mano propia.
Es una tradición mundial que la ciudadanía se divida en bandos, unos contra otros, y para imponer las ideas se transformen en terroristas.
El ESTADO debe cumplir necesariamente con su función ejemplificadora, de arriba hacia abajo.
Es por eso que, desde nuestra posición de adolescentes, al no haber sido actores activos de esa terrible época, pero si al tener concimineto de lo sucedido, decimos a todo ésto: NUNCA MÁS!!! (La conclusión fue realiza da con ayuda de “NUNCA MÁS”, Informe de la CO.NA.DE.P. por Lilia Cristina Almirall, abuela de Micaela Montesinos)
Partida de paisanos, por lo común no muy numerosa, que al mando de un jefe particular y con poca o ninguna dependencia de los del Ejército, acosa y molesta al enemigo.
Capaz de subvertir, o que tiende a subvertir, especialmente el orden público.
Que simpatiza.
Que puede manifestarse o mostrarse.
Adoptar la apariencia de los seres u objetos del entorno.
Actividad del vidente.
Secreto, oculto, y especialmente hecho o dicho secretamente por temor a la ley o para eludirla.
Cerrar u obstruir lo que debería estar abierto o tener curso
Soldado mientras recibe la instrucción militar obligatoria.
Cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano y de los animales.
Amontonar, acumular, juntar sin orden.
Dicho especialmente del idioma o lengua: Doméstico, nativo, de nuestra casa o país.
Reprensión satírica y festiva con que se ponen de manifiesto y se ponderan los defectos físicos o morales de alguien.
Que está sin armas.
Dicho de una sentencia o de un fallo: Que no se puede apelar
Acción y efecto de diseminar.
Solución de continuidad con pérdida de sustancia en los tejidos orgánicos, acompañada ordinariamente de secreción de pus y sostenida por un vicio local o por una causa interna.
Crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta.
Ministro de justicia que ejecuta las penas de muerte y en lo antiguo ejecutaba otras corporales, como la de azotes, el tormento, etc.
Completo, exacto, perfecto.
Corregir, amonestar a alguien vituperando o desaprobando lo que ha dicho o hecho.
Doctrina o tendencia de los antisemitas.
Tragar la comida atropelladamente y sin mascarla.
Extraer las vísceras.
Distintivo que llevan en el brazo o en la bocamanga diferentes clases del Ejército o de cualquier otra fuerza organizada militarmente, hasta el coronel inclusive.
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País: | Argentina |