Historia


Crisis de la República romana


Las causas de la crisis de la República romana en sus últimos años de existencia tiene sus raíces en el imperialismo romano: no se supo dar el paso definitivo de un pequeño pueblo a todo imperio que abarcaba todo el Mediterráneo y adaptar la estructura social, política y económica.

La torre comenzó a caer cuando, derivado de los problemas de adaptación anteriormente citados, la violencia empezó a ser la base de la vida cotidiana en Roma, esto es, con el tribunado de Tiberio Sempronio Graco en el año 133. Esta figura surgió a partir del cambio en la estructura agraria en la península itálica durante el siglo II.

La economía romana era básicamente de subsistencia. Campesinos con pequeñas explotaciones se vieron desplazados por los grandes propietarios que, tras la victoria en la segunda guerra púnica, surgieron a raíz del control del Mediterráneo por parte de Roma, y por ello cambiaron la orientación de sus explotaciones para sacar mayores beneficios.

De este modo, los grandes propietarios empezaron a absorber a un campesinado que poco podía hacer ante la nueva situación económica que se les planteaba.

Los campesinos, por otra parte, habían participado en las guerras de la península que se pudieron adaptar perfectamente al ciclo de la cosecha. Sin embargo, las guerras que ahora se planteaban exigían permanecer tres años alejados de sus propiedades.

Ambos factores contribuyeron al empobrecimiento paulatino del pequeño campesinado

El 10 de diciembre del año 134 accedió al tribunado de la plebe Tiberio Sempronio Graco, procedente de familia plebeya. Graco presentó una propuesta de ley agraria que pretendía regular el uso de la tierra pública, ya que a lo largo del siglo II algunos propietarios aumentaron sus explotaciones anexionando de modo ilegal tierras pertenecientes al Estado romano. Su objetivo era entregar las parcelas confiscadas a ciudadanos sin tierras en régimen de usufructo. De este modo, aumentaba la población susceptible de ser reclutada, fortaleciendo así el ejército.

La conducta de Tiberio Sempronio Graco a lo largo de su tribunado marcó una pauta de conducta para aquellos tribunos de la plebe que un futuro próximo quisieron que sus propuestas legislativas fueran aprobadas.

Desde el primer momento chocó con la oposición de la aristocracia senatorial que veía en peligro sus posesiones, del tal modo, que el tribuno de la plebe Octavio, influido por ella, impuso su veto. Graco consiguió su destitución alegando que no defendía los intereses del pueblo. La ley fue aprobada, pero el creciente radicalismo del tribuno le costó sus apoyos políticos, y por ende, su asesinato en las elecciones de1 133.

Diez años después salió a la escena política Cayo Sempronio Graco. tribuno de la plebe en el 123, no fue el continuador de su hermano, sino que su actividad legislativa tenía un tinte mucho más social que el de Tiberio. Esto queda demostrado en su programa, basado en la creación de colonias fuera de Italia, en la mejora de las vías de comunicación o en la regulación del aprovisionamiento de trigo.

Cayo Sempronio Graco fue elegido de nuevo tribuno de la plebe para el 122. La cuestión que se inició ese año fue el acceso a la ciudadanía romana de latinos e itálicos, que llevó a estos últimos a iniciar una revuelta. La situación se volvió inestable y el senado recurrió al senatus consultum ultimum otorgándole todo el poder ejecutivo de manera extraodinaria a Opimio para salvar el Estado. Ambos tribunos de la plebe murieron en el ataque de Opimio.

los programas legislativos de los Graco definieron los que posteriormente serán denominados como optimates y populares. Por otro lado, ni se consiguió estabilidad para el pequeño campesinado, ni una solución para el reclutamiento militar, ni mucho menos, la solución para la cuestión itálica.

El siguiente personaje que aportaría también su ayuda al final de la República fue Cayo Mario, entre el año 121 y el 100. Participó activamente tanto en la política exterior como en la política interior, viéndose integrado en una serie de conflictos.

Cayo Mario permanecía al ordo ecuestre y era por tanto, un homo novus. Gracias a su popularidad, adquirida por sus campañas militares, fue elegido cónsul en el año 107

Cayo Mario llevó a cabo una reforma militar: el reclutamiento se haría entre todos aquellos que lo desearan, en su mayoría proletarios, dando pie así a la proletarización del ejército que tendría lugar a lolargo de los últimos años republicanos. Por esto, los soldados empezaron a seguir, no a Roma, sino a un general, lo que conducía directamente a un poder unipersonal. Además de esta reforma, Cayo Mario introdujo mejoras técnicas.

Mario resolvió los problemas de la guerra contra Yugurta de manera diplonmática y contra cimbrios y teutones con una victoria contundente. Estas victorias le dio a Mario el consulado por sexta vez en le año 100.

Mario se alió en el año 103 con el tribuno de la plebe Lucio Apuyelo Saturnino para, a través de reformas legislativas, cumplir sus expectativas económicas tanto para sus veteranos como para él mismo, consiguiendo así más influencia en la vida política romana.

El senado quiso acabar con su influencia e intentó evitar que las leyes de Saturnino y de otros aliados de Mario vieran la luz. Como consecuencia creció de nuevo la inestabilidad política y social. El senado volvió a hacer uso del senatus consultum ultimum como solución a los problemas políticos.

Las dos tendencias políticas que empiezan a perfilarse a finales del siglo II son englobadas tradicionalmente en dos grupos: populares, reformistas minoritarios; optimates, partidarios de un régimen oligárquico.

Tras los tumultos del año 100, la concordia aparente entre la clase dirigente se deshizo y dio paso, entre otras cosas, a una guerra civil y a un avance de un poder unipersonal entre los años 100 y 79.

En el año 95 el debate político se centró en dos cuestiones:

Por una parte se debatía la integración jurídica de los itálicos dentro de la política romana. Se promulgó finalmente una ley por la que los itálicos incluidos en las listas de ciudadanos de manera ilegal debían ser excluidos.

Por otra parte, la explotación de la provincia de Asia, donación de Átalo a su muerte, también estaba en entredicho. La reestructuración que se llevó a cabo perjudicaba directamente al ordo ecuestre.

En el año 91, otro personaje salió a la vida política, Livio Druso, tribuno de la plebe, introdujo reformas legislativas populares que no se llevaron a cabo por la oposición de la aristocracia senatorial, oposición que se incrementó cuando propuso otorgar la ciudadanía a todos los itálicos.

Durante este mismo año tuvo lugar el bellum sociale, se trató de la rebelión de los socii, para lo cual Roma usó la vía diplomática de nuevo haciendo concesiones en la ciudadanía.

La rebelión conllevó a la aceleración del empobrecimiento del campesinado y al desastre económico de todo el Estado. Militarmente volvieron a ser reclutados proletarios, colaborando de nuevo a la proletarización del ejército y las consecuencias que eso tuvo a corto plazo.

Sila dio un vuelco a la vida política romana que poco a poco se estaba radicalizando en una batalla constante de personajes individuales por salvar la República según sus ideales.

En el año 88 Publio Sulpicio Rufo fue elegido tribuno de la plebe. Estaba cercano a Druso y por lo tanto también a Mario. Promovió medidas legislativas, entre las cuales, aprovechando la ausencia de Sila, dirigente en aquel momento de la guerra contra Mitrídates en oriente, por una ley comicial le entregó a Mario la dirección de la guerra que estaba teniendo lugar en Asia.

Mario le pidió las tropas a Sila, pero éste respondió entrando en Roma con su ejército personal sin trabas ni por parte de Mario Y Rufo, que no contaban con apoyo militar, ni por parte del senado, que intentó negociar con él, pero fracasó.

Sila, una vez en el poder y habiendo fortalecido su posición con una serie de reformas legislativas, envió sus tropas a Campania.

En política exterior, Sila acabó momentáneamente con el problema de Mitrídates que más adelante volvería a surgir: Mitrídates, gobernador del Ponto, había comenzado la expansión de sus territorios. Sila marchó a Asia y consiguió firmar un tratado de paz, mientras que en Roma, en su ausencia, había sido declarado enemigo público por Cina. Sila, sin emabrgo, llevó a cabo la reorganización de Asia.

En política interior, la ausencia de Sila trajo consecuencias. La influencia de Sila en Roma se basaba en la amenaza de sus tropas, por eso, al marcharse a Asia con ellas fue elegido cónsul para el año 87 Lucio Cornelio Cina, enemigo declarado de Sila.

Desde su consulado, Cina basó su papel político en dos asuntos: la vieja cuestión itálica y el regreso de Mario. Sus propuestas desencadenaron un enfrentameitno en el Foro y Cina fue destituido, reunió un ejército entre los itálicos y, con Mario, entró en Roma declarando enemigo a Sila y anulando su legislación. En el año 86 fueron elegidos cónsules Cina y Mario, éste último murió al poco tiempo.

Una vez acabada la guerra contra Mitrídates, Sila conquistó Italia apoyado por sus veteranos, entrando en Roma a finales del año 82, tras una guerra civil para introducir una serie de reformas institucionales.

Declaró hostes a todos sus enemigos en unas listas publicadas con cientos de nombres. Se prohibía ayudarles, pero se ofrecía una recompensa por su asesinato o por información sobre ellos. Son las llamadas proscripciones.

A la llegada a Roma Existía un vacío de poder, por lo que el senado nombró un interrex, Valerio Flaco. Ëste a su vez nombró a Sila dictador por tiempo indefinido.

El nuevo dictador llevó a la práctica una intensa reorganización del Estado, favoreciendo a la nobilitas y más concretamente al senado: entregó las tierras prometidas a sus soldados; inhibió de muchas competencias al tribunado de la plebe; renovó el senado; aumentó los ingresos con nuevos impuestos provinciales; suspendió las distribuciones de trigo y limitó el lujo exagerado.

Dejó el cargo dictador cuando creyó terminada su labor, fue cónsul durante el año siguiente, el 80, y una vez acabo el consulado se retiró de la vida pública.

Sila intentó crear a lo largo de su carrera política una determinada imagen de sí mismo usando medios propagandísticos cuya atención se basaba en sus éxitos militares y que culminaron con la redacción de sus memorias.

Salvar la república era el otra gran objetivo de Sila que tampoco fue logrado, no por sus reformas, sino por el modo en el que se hizo con el poder y como lo ejerció: el ejército ya se había convertido en un factor clave de la política.

El siguiente personaje de gran relevancia y en torno al cual girarían los debates fue Cneo Pompeyo y la supremacía de poder de que gozó entre los años 78 y 63.

Participó, al igual que Cayo Mario, tanto en la política exterior como en la interior, pero a mayor escala y con mucha más trascendencia.

En política exterior hubo de hacerse cargo de cuatro asuntos: la sublevación de Sertorio en Hispania; la segunda guerra mitridática; el problema de la piratería en el Mediterráneo y la insurrección de Espartaco.

Sertorio, pretor para el año 83, fue destituido por Sila una vez tomado el poder. Este conflicto, por tanto, ha de verse como la derivación de las guerras civiles, como una reacción contra Sila.

En Hispania, Sertorio se puso al frente de un ejército y comenzó a avanzar a través de todo el territorio a partir del año 80. El senado envió, en primer lugar, a Quinto cecilio Metelo Pío y en el año 77 a Pompeyo. Ambos consiguieron derrotar a Sertorio, que había comenado las negociaciones con Mitrídates.

También hubo de hacerse cargo de la segunda guerra en Asia. La paz establecida en Dárdanos no fue reconocida por el senado en los años 82 y 83 cuando Mitrídates pidió explicaciones por las incursiones roamanas que se estaban llevando a cabo en su territorio.

En el año 74, a la muerte del rey de Bitinia, Mitrídates comienza la invasión de dicho territorio. El senado, a través de Lucio Licinio Lúculo, lo recuperó y Mitrídates se refugió en Armenia y, junto a su rey, Tigranes, comenzaron la invasión de Capadocia y el ponto. La situación estaba igual de estancada que al principio. Pompeyo solucionó el problema más adelante, cuando se le concedió un mando extraordinario para ello.

La piratería también causaba estragos. Tras muchos años de piratería en el Mediterráneo oriental, los comerciantes romanos e itálicos se quejaron por el aumento de la misma que había tenido lugar en la década de los 80. Por lo cual, el senado le otorgó a Marco Antonio un mando militar extraordinario con el que fracasó y el problema se quedó sin solución hasta la llegada del todopoderoso Pompeyo.

Durante esta época surgió la insurrección de Espartaco en Capua en el verano del 73, no cómo una revuelta servil, en lo que más tarde se convirtió, sino como una fuga de setenta gladiadores. La situación se complicó para Roma hasta el punto de tener que utilizar diez legiones para acabar con los más de cien mil esclavos que se habían sublevado finalmente. Demostró el desmesurado crecimiento de esclavos.

En la política interior fue un período de increíble inestabilidad.

Marco Emilio Lépido, que formaba parte dela nobilitas tradicional, fue elegido cónsul para el año 78. Presentó un programa silano que se encontró con la oposición de la aristocracia. El cónsul se puso al frente de una insurrección que surgió en Etruria. Para alejarlo de allí, se le envió a la Galia Narbonense como procónsul en el año 77, desde allí marchó sobre Roma con su ejército.

El Senado, agobiado, declaró un senatus consultum ultimum que se le concedió a Catulo y concedió un imperium a Pompeyo. Derrotaron a Lépido, quien huyó.

durante el año 70 salieron electos como cónsules Craso y Pompeyo. Ambos dotaron a la república de estabilidad a través de tres medidas básicas: restitución de las competencias tradicionales al tribunado de la plebe; los tribunales de justicia quedaron definitivamente formados por senadores, caballeros y tribuni aerarii (personas con una posición similar a la de los caballeros); purgaron el senado eligiendo censores, quienes expulsaron a 64 senadores y, por último, pusieron fin a la cuestión itálica.

La concesión de imperium extraodinarium creó los grandes líderes militares de la época. A Pompeyo se le otorgaron en el año 67.

En primer lugar por el asunto de la piratería oriental que perjudicaba la economía romana, pero ahora el problema se centraba en el abastecimiento de trigo de la ciudad. El tribuno de la plebe Aulo Gabinio propuso en el año 67 otorgar un imperium proconsular con poderes ilimitados durante seis años a Pompeyo con el fin de que liberase las regiones de las que Roma se abastecía de trigo y que asegurase las vías de comunicación. Tres meses después, Pompeyo había solucionado el problema.

Pompeyo volvió a conseguir que se le concediera un nuevo mando extraordinario para acabar definitivamente con Mitrídates, refugiado del rey de Armenia Tigranes. Desde Armenia, Pompeyo logró negociar con el rey para que entregase a Mitrídates y, al haber acabado el conflicto, comenzó a reorganizar administrativamente esos territorios y a fundar ciudades con su nombre en una política de fundación que recuerda a la seguida por Alejandro Magno.

En ausencia de Pompeyo, el centro del debate se dirigía ahora a la delimitación del papel político de la plebe y a frenar la corrupción en la clase dirigente.

En el año 67, fue tribuno de la plebe Cayo Cornelio que, llevando a cabo una serie de reformas, intentó evitar la arbitrariedad de los procesos legales y el enriquecimiento ilícito de los gobernadores.

En los últimos días del año 67, Cayo Manilio, tribuno de la plebe para el 66, promovió una ley según la cual los libertos debían registrarse en la tribu de su antiguo patrón. El Senado la rechazó e impulsaron juicios políticos contra Cornelio y Manilio con los consiguientes desórdenes públicos perpetrados por los seguidores de los extribunos.

Cicerón, cónsul para el 63. Ese año los tribunos de la plebe, Publio Servilio Rulo y Tito Labieno promovieron sendas reformas, una agraria con el asentamiento de nueve nuevas colonias y una social para devolver al pueblo el derecho a elegir los miembros de los colegios sacerdotales, respectivamente.

La reforma agraria de Rulo finalmente no se aceptó, por el contrario sí se hizo con la de Labieno y Cayo Julio César fue elegido pontifex maximus.

Labieno y César intentaron poner en tela de juicio el senatus consultum ultimum aprovechando la acusación contra Cayo Rabinio de asesinar al tribuno Saturnino usando ese poder en el año 100. Cicerón defendió en el juicio a Rabirio y el senatus consultum ultimum y con él, la ejecución de las catilinarias.

En el verano del año 63, Catilina fue de nuevo derrotado en las elecciones consulares. Lucio Sergio Catilina defendía la necesidad de una condonación de las deudas. Al no poder llevar a término estas reformas, sus defensores comenzaron a organizar una revuelta en Italia que fue abortada en su fase inicial por Cicerón, habiendo conseguido que el senado decretase otro senatus consultum ultimum.

En esta situación política, la ausencia de Pompeyo le costó parte de su influencia política y se vio obligado a buscar nuevos aliados políticos, así nació el que erróneamente se ha llamado “primer triunvirato”, el pacto entre tres hombres políticamente muy activos(Pompeyo, Craso y César) para apoyarse en la consecución de sus objetivos en la década de los 50 marcó la historia de Roma y el final definitivo de la República romana.

La ausencia de Pompeyo de la vida cotidiana en la política romana condicionó un descenso de su popularidad. Entre los años 62 y 59 la postura de los optimates se endureció impidiendo a Pompeyo la consecución de sus objetivos, éstos eran la posibilidad de presentarse a las elecciones consulares de manera excepcional y otro mando extraordinario para acabar definitivamente con la revuelta de Catilina. Por ello se unió a Julio César, cónsul para el 59, quien contó a su vez con Craso, dando pasa a la triple alianza decisoria para el final de la república.

César, por su parte, pretendía quedar militarmente a la altura de Pompeyo en la guerra de las Galias. Para ello contó con el gobierno de la Galia Cisalpina y del Ilírico gracias a la intervención del tribuno de la plebe Publio Vatinio, así como tres legiones, marchar en calidad de procónsul y la potestad de poder designar a sus legados.

Hasta su marcha, la labor legislativa, de corte popular, se centró en una reforma agraria parecida a la de Rulo y en la ratificación de la reorganización pompeyana en Asia.

En el terreno militar, César había de destacar si quería hacerse un hueco en la historia de Roma. Desde el año 58 hasta el 51, César conquistó la Galia hasta el Rhin desde la Galia Narbonense. Tras la conquista de todos los pueblos galos, tuvo que hacer frente a una sublevación de todos los pueblos galos por la pérdida de su independencia liderados por Vercingetórix entre los años 53 y 52, de la que también salió victorioso. César emulaba a Pompeyo, e incluso le superaba porque se cuidó de no descolgarse de la vida pública.

Mientras tanto, en Roma las condiciones de vida de la plebe eran precarias, de modo que la dificultad económica propició mayor participación en la vida política apoyando a aquéllos que estaban dispuestos a mejorar su situación económica, el caso de Publio Clodio.

Este personaje político ganó las elecciones a tribuno de la plebe y fue capaz de introducir un importante programa legislativo desde su tribunado. Quizá no hubo en la historia romana otro político más cercano al pueblo o que supiera movilizarlo mejor. De este modo consiguió que cuatro proyectos de leyes fueran aceptadas: una nueva ley frumentaria que ofrecía la distribución gratuita; la anexión de Chipre, centro productor de cereales; establecimiento de una nueva censura para evitar arbitrariedades en los procesos judiciales y la restauración de los colegios, voz de la plebe.

Estas leyes supusieron su consolidación política y se vio con las fuerzas políticas necesarias para promover la ley que envió a Cicerón, su enemigo acérrimo, al exilio. Por el contrario, se ganó la enemistad de Pompeyo por organizar la huida del hijo de Tigranes que Pompeyo tenía como rehén. Esto no sólo debilitó su posición política sino que también trajo de vuelta a Cicerón.

En este contexto, las posiciones de los amici se habían vuelto inestables, por ello se reunieron en Luca en el año 56, para establecer nuevos objetivos que fueron llevados a cabo en los años siguientes.

Craso y Pompeyo se presentaron como cónsules para el año 55. César, en calidad de procónsul, asignó el gobierno de Siria a Craso y el de Hispania Citerior y el de Hispania Ulterior a Pompeyo. Ëstos cumplieron su parte y, una vez en el consulado, promulgaron una ley para que César ampliara su cargo de procónsul, cumpliéndose todos los objetivos de Luca.

Craso, queriendo emular a sus socios, se enroló en un conflicto contra los partos donde murió. La consecuencia de su muerte puede decirse que fue la causa de la guerra entre César y Pompeyo.

La radicalización de la política iba en aumento, hasta el punto de que en el año 52, en una revuelta callejera por una disputa política fue asesinado Clodio.

Tras la muerte de Craso, el senado nombró a Pompeyo cónsul único mientras César acababa con Vercingetórix. Cneo Pompeyo estabilizó la situación, pero varias leyes de las que propuso alejaban indirectamente a César de sus objetivos políticos.

El conflicto político en el año 51 fue la cuestión de los poderes de César. El futuro dictador pretendía presentarse como cónsul estando ausente, conservando sus legiones y su imperium. La aristocracia senatorial se negó, pero Pompeyo advirtió que no se tomaría ninguna decisión hasta que expirara su mandato legal el 1 de marzo del 50.

Curión, tribuno de la plebe ese mismo año, propuso que tanto César como Pompeyo pudieran renunciar a sus mandos militares para acceder al consulado, pero ninguno de los dos aceptó. El cónsul Marcelo encargó a Pompeyo salvar la República, éste aceptó. Ante esta situación el senado declaró senatus consultum ultimum, destituyó a César, legitimando así la iniciativa de Marcelo de otorgar poderes extraordinarios a Pompeyo, y, por tanto, declarando la guerra.

Ideológicamente, los pompeyanos se identificaban con la República y con su supervivencia, mientras que los cesarianos, pretendían obtener beneficios en el sistema vigente donde una facción del senado controlaba ilegalmente la política de Roma.

El desarrollo de la guerra estuvo marcado por la estrategia de Pompeyo: decidió dar por perdida Italia y llevar la guerra al Mediterráneo oriental. César, por su parte, prefirió afrontar en primer lugar al ejército pompeyano de Hispania y después partir en su busca. Antes de salir de la península, se hizo nombra dictator, legitimando su posición.

El nueve de agosto del año 48 César venció a Pompeyo en la batalla de Farsalia. Pompeyo huyó a Egipto y murió allí, César, en su persecución se vio involucrado en una lucha política interna entre los hijos de Tolemeo Auletes, Cleopatra y Tolemeo XII. Tomó partido por Cleopatra, la instaló, tras un asedio, en el trono y dejó tres legiones como guarnición permanente.

Antes de volver a Roma, tuvo que acabar con los últimos pompeyanos, a quienes venció definitivamente el 17 de marzo del 45.

Cuando César consiguió definitivamente alzarse como dictador, concentró todo el poder político en sus manos para, desde esa posición, realizar una amplia actividad legislativa. Desde Tarquinio El Soberbio, la población de Roma se negaba a ser gobernada por una monarquía, que se asemejaba a una tiranía en su opinión. Por este motivo, el poder unipersonal de César fue temido desde un principio: la creencia de que su régimen se había convertido en una monarquía fue lo que provocó su asesinato.

La toma del poder por parte de César se asemejaba a la que Sila había llevado a cabo, por esto el conquistador de las Galias puso sumo cuidado en no parecerse a Sila, odiado por el pueblo y demostró clemencia con sus enemigos. Por esto, no hubo ni confiscaciones masivas, ni proscripciones, sino que por el contrario perdonó públicamente a todos los pompeyanos.

En el año 46 fue proclamado dictador para un período de diez años, sin embargo, en el año 44 fue designado emperador vitalicio.

Como dictator poseía el imperium con el que controlaba todo el ejército; en el terreno económico, asumió la dirección de las finanzas del Estado. Estos eran los pilares básicos de su gobierno.

El gobierno de César no supuso la desaparición de las instituciones republicanas, antes bien todos los resortes del poder estaban en manos del dictador.

La tarea legislativa de César se concentró en un breve período de tiempo, desde los últimos meses del año 46 hasta marzo del 44. Establecido ya en el gobierno, definió una amplia política de colonización para recompensa de sus veteranos;

Para la mejora de las condiciones de la plebe urbana, redujo el número de beneficiarios de las distribuciones de trigo, proporcionó trabajo a la población humilde con una política de obras públicas cuyo objetivo era su glorificación, suprimió la mayor parte de los collegia para evitar que otro personaje similar a Clodio pudiera utilizarlos.

Institucionalmente, amplió en número de senadores con el objetivo de recompensar a sus seguidores, pero en este terreno ni hizo amplias reformas; en la administración provincial, con el fin de que nadie pudiera seguir su mismo ejemplo, limitó en uno o dos años el tiempo máximo de gobierno de una provincia; por otra parte, César no sólo otorgó la ciudadanía a los soldados que habían destacado por sus méritos, sino también a bloques de poblaciones no itálicas.

También modificó la esfera religiosa añadiendo algunos cargos más, como recompensa a sus partidarios; llevó a cabo la reforma cesariana del calendario que quedó establecido en una duración de 365.6 días; también tocó os hilos del terreno judicial, estableciendo que los tribunales debían estar formados por el ordo senatorial y el ecuestre.

Con sus medidas legislativas, César intentó mantener un difícil equilibrio entre grupos sociales apreciándose una combinación de interés personal y la visión de un estadista.

A los ojos de la aristocracia César era en la práctica un monarca, puesto que al tiempo que ejercía como dictador conservaba el cargo de cónsul, cargo que desempeñaba sin colega.

Debido a esto, César fue asesinado en los idus de marzo del año 44 con el único fin de poner fin a su gobierno, pero sin más planes de futuro, lo cual vino a provocar otra situación de inestabilidad, guerras y por ende, la destrucción definitiva de la República romana.




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Enviado por:Esmeralda
Idioma: castellano
País: Estados Unidos

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