Imagen, Audiovisuales y espectáculos


Cine en la Alemania Nazi


ÌNDICE

  • INTRODUCCIÓN

  • EL CINE COMO PRECURSOR DEL RÉGIMEN

  • GÉNEROS Y TEMAS

  • EL HOMBRE CLAVE: JOSEF GOEBBELS

  • LAS TÉCNICAS CINEMATOGRÁFICAS Y LA SIMBOLOGÍA

  • EL CINE DURANTE LA GUERRA

  • CONTROL TOTAL DE LA INDUSTRIA

  • EL CINE INFORMATIVO COMO EJE FUNDAMENTAL

  • LENI RIEFENSTAHL: EL TALENTO DEL NAZISMO

  • -EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

    -OLIMPIADA

    1. INTRODUCCIÓN

    Antes de la Primera Guerra Mundial, los industriales alemanes no habían mostrado gran interés por invertir en la industria cinematográfica, pero esto cambia a raíz del éxito alcanzado por la Pathé en Francia. Con el comienzo de la guerra la situación del cine alemán daría un gran giro, la prohibición oficial de 1916 de importar películas hace necesaria la creación de organismos nacionales para cubrir la demanda interna, además, al atraso de la industria cinematográfica alemana hacía imposible su uso con fines propagandísticos, lo que dejaba a Alemania en desventaja con sus enemigos. Con este fin se crea en noviembre de 1916 la Deutsche Lichtbild-Gesellschaft, que produciría durante la guerra documentales propagandísticos. En enero de 1917, en el seno del ejército se crea otro organismo cuya misión sería la proyección en el frente, el Bild und Filmamt. Los grandes capitalistas deciden entonces fundar en unión con el ejército la UFA (Universum-Film AG), iniciativa que integraría las productoras ya existentes, y a la cual acabarían sumándose nuevos socios formando una gran organización que abarcaría todos los ámbitos de la industria. Por fin Alemania contaba con un instrumento eficaz para la propaganda, pero la derrota militar y de los movimientos revolucionarios de 1918 propiciaron que la UFA solo alcanzara sus propósitos en la República de Weimar. La difícil situación que atravesaba la nación tras la guerra, hizo que aumentara drásticamente el número de espectadores que querían huir de la cruel realidad, además, debido a la gran inflación, la importación de filmes extranjeros se hacía imposible, mientras que las producciones alemanas inundaban los cines europeos debido a su bajo coste. Se iniciaron procesos de concentración en el sector de modo que al final de esta etapa quedaban cinco grandes empresas, la más importante la UFA. Sin embargo, debido a la reforma de 1923, la industria cinematográfica se vio perjudicada por la invasión de películas extranjeras, y la situación empeoraría hasta que en 1926 la UFA tuvo que abrirse al capital estadounidense de Metro Goldwyn Mayer y Paramount, que pretendían eliminar la competencia germana. Estas inversiones fueron insuficientes puesto que la industria cinematográfica alemana afrontaba en esta época, sumida en una gran crisis, la adaptación al sonoro. Finalmente, la UFA encontró su salvación en la persona de Alfred Hugenberg, prusiano conservador y nacionalista y gran magnate de la prensa, que aspiraba a aumentar su influencia y que ayudaría a Hitler a instalarse en el poder.

    Paralelo al desarrollo industrial, el cine alemán gozó en estos años de su época dorada. En medio del caos económico, político y social, nace un cine sorprendente, hijo del desencanto y la crisis psicológica. El Expresionismo comienza de la mano de Robert Wiene con El gabinete del Dr. Caligari, y va a suponer la réplica a la inundación de películas realistas que habían dominado el mercado. El Expresionismo creaba una atmósfera absurda e irreal basándose en aspectos externos de la realidad, quería captar los aspectos misteriosos e incontrolables del alma humana. Además de Wiene, otros cineastas continuaron este tipo de cine, Murnau, Pabst, o Fritz Lang son algunos de ellos. Este último, de descendencia judía, fue el creador del estilo wagneriano que inspiró al cine nazi, sus recreaciones del medievo germano, época modelo para los nazis, fueron usadas por estos para exaltar el patriotismo, sirviendo así de propaganda involuntaria al régimen e inspirando a la que sería la más importante de sus cineastas, Leni Riefenstahl. Las estampas de los malvados en filmes como Nosferatu o Dr. Mabuse, fueron también repescadas por los nazis para crear a sus propios malvados, los más destacados los judíos.

    2. EL CINE COMO PRECURSOR DEL RÉGIMEN

    El nazismo siempre se apoyó en grandes manifestaciones y ceremoniales, tanto civiles como militares. Esta inclinación respondía a la necesidad de llegar a las masas, y para ello usaron la identificación de la política con el arte, de la ideología con la dramatización. Por ello se personalizó el mito en la persona de Adolf Hitler, porque el teatro necesita protagonistas. El poder persuasivo de la imagen, así como su capacidad de llegar a enormes cantidades de público, hicieron del cine uno de los instrumentos de propaganda preferidos por el nazismo.

    El cine del Tercer Reich debe poco a la inventiva de sus creadores, desde el punto de vista estético, sigue los modelos y tendencias del cine de la República, debidamente imbuido de un nacionalismo exacerbado extraído de la tradición romántica alemana. Tampoco su función adoctrinadora es invención del partido, la inspiración de Goebbels en este sentido vino del cine soviético post-revolucionario, tan opuesto en su doctrina pero tan cercano en sus propósitos. En cuanto a la estructura industrial, de acuerdo con las ideas del nacionalsocialismo y la regulación estatal a través de la censura, tiene su origen en la intervención estatal decretada durante la Primera Guerra Mundial.

    El cine nazi no es pues importante por tener un carácter innovador, su importancia viene dada por la expansión y las consecuencias del propio régimen, y porque el partido fue capaz de llevar hasta el final los aspectos que menciona, que no son otros que las repetitivas consignas del nazismo, convirtiéndose así en el paradigma de intervención estatal, e instrumento de propaganda oficial de planteamientos maniqueos que exalta las emociones, aquella que moviliza alejando a las masas de los aspectos políticos más importantes.

    El Ministerio de Propaganda del Reich fue creado en marzo de 1933, bajo la dirección de Josef Goebbels, sen encargaba de todo lo relacionado con “la dirección espiritual de la nación”, es decir, cine, radio, teatro, publicaciones, turismo, etc. En junio, el gobierno nacionalsocialista dicta las primeras normas a las que se debía ceñir el arte, estas pretendían preservar el cine alemán de influencias extranjeras consideradas dañinas: se limitó la proyección de películas extranjeras, se fundo el Banco de Crédito Cinematográfico, que apoyaría la producción nacional, y la Reichsfilmkammer, la cámara oficial para el cine que afiliaba, obligatoriamente, a todos los profesionales del sector. En febrero de 1934 se dicta un nuevo reglamento por el que se estableció la censura previa a los guiones y se endureció la censura posterior, una oficina especial vigilaba las importaciones y exportaciones de filmes cuidando que reflejaran el espíritu nazi y que sus productores fueran de raza aria. En secreto, el proceso de nacionalización de la industria, completado en 1942, ya había comenzado. Incluso se elaboraron informes sobre los efectos de las películas en la audiencia, el control del régimen sobre la producción cinematográfica era total.

    2.1 Géneros y temas

    El cine informativo fue el más utilizado para la propaganda, este género había adquirido prestigio durante la Primera Guerra Mundial, para el público de la época, era reflejo de la realidad, además tenía la ventaja de contar con la imagen, que originaba producciones baratas y enormemente eficaces en su objetivo. Por supuesto la objetividad que se le suponía a estas producciones desapareció con la manipulación del gobierno, la creación de estereotipos u opiniones impuso limitaciones argumentales y estéticas, lo que no limitó su gran influencia social.

    Hugenberg ya había usado los noticiarios de la UFA para aupar a Hitler al poder, pero a partir de 1933, estos se convirtieron en un alegato pro-nazismo quedando supeditada su existencia a la justificación del régimen y sus acciones. Con este propósito se matizó el estilo del noticiario que siguió usando un tono serio y periodístico pero cuidando mucho la planificación artística con el fin de seducir a los espectadores. Las cámaras ocupaban un lugar preferencial en los actos del partido y en 1936 se resolvieron los problemas legales que venían afectando a los noticiarios, a finales de 1938 era obligatoria su exhibición en todas las salas, mejorándose asimismo sus condiciones de alquiler, la audiencia estaba asegurada.

    La UFA, que en este momento era la productora más importante, contaba con dos divisiones, una para la producción de consumo interno, y otra para el extranjero. Todos los medios tenían que pasar la censura de la oficina que dependía administrativamente de Goebbels y que dirigiría, a partir de 1939 Fritz Hippler (director del filme antisemita El judio eterno, 1940), cuyo talante incrementó notablemente la intervención oficial en los asuntos cinematográficos, hasta tal punto que él mismo seleccionaba el material a difundir. En los momentos inmediatamente anteriores a la guerra la propaganda se hizo imprescindible, era necesario preparar psicológicamente a la población para la batalla. Se formaron las PK Units con el fin de concentrar las fuentes, ahorrar gastos y aumentar el control sobre el material filmado, y los noticiarios a menudo eran sustituidos por películas sobre el ejército alemán. En estos momentos el grado de propaganda en los noticiarios era el más elevado de su historia.

    Los documentales también sirvieron de instrumento para difundir la propaganda nazi. Su estructura era simple, se basaban en la creación del líder y el enemigo, y en la repetición de este planteamiento. El primero, era siempre concebido como un ser carismático y salvador, aquel con el que todos querían identificarse, esto producía una relación con el espectador de rango emocional, casi religioso, que generaba en el vapuleado pueblo alemán un sentimiento de superioridad. Este líder era el Führer, cuya fuerza y firmeza eran comparadas con el desbarajuste de la democracia, por supuesto las identificaciones siempre dejaban claro que el Führer era la voz del pueblo. El ejemplo más claro de este modelo es El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, único de estos filmes protagonizado por el propio Hitler. Pero también en el género de ficción, encontramos dramatizaciones de la figura del líder, sobre todo en el histórico, donde se hacen asociaciones entre personajes históricos relevantes, como Bismarck o el poeta Friedrich Schiller y Hitler.

    El enemigo es el otro vector de la historia, bien usada, su figura llega a producir reacciones impulsivas de la masa, demostrando servir para la persuasión, pero además, su historia proporciona distracción al público, lo que lo aleja de la penosa realidad cotidiana alentando su fe en el líder. Tres grupos constituyeron la encarnación de esta figura, los judíos, los bolcheviques y los anglosajones. Para generar el odio deseado en cada momento, según conveniencias, se usaron estereotipos que variaban según lo hacían las relaciones que con dichos enemigos se mantenían. El tema de los judíos fue el más usado, y su figura la más maltratada por el cine, dos películas estrenadas en 1940 prepararon el camino para la aniquilación de millones de personas, El judío Süss de Veit Harlan, y El judío eterno de Hippler. El mezquino estereotipo por el que se representaba al judío fue repetido por todos los medios de comunicación, aunque paradójicamente Goebbels prohibió a la prensa calificar estas dos películas de antisemitas. Los otros dos enemigos son un claro ejemplo de la variación del estereotipo según los intereses políticos; cinematográficamente el tema de los bolcheviques fue tratado en tres fases: la primera coincide con la época de consolidación de Hitler en el poder, el objetivo era convencer al pueblo de que los bolcheviques eran enemigos. La segunda fase, a partir de 1936, pretendía crear una especie de psicosis anticomunista en el continente, para ello a menudo se recurría a la Guerra Civil española. En la tercera, se produce un cambio radical en la presentación de los rusos, sus personajes resultan incluso simpáticos, este giro se debe al pacto de no-agresión germano-soviético. Algo parecido ocurrió con los británicos, cuya imagen sufrió incluso mayores transformaciones, entre 1934 y 1936 el cine admira y envidia a los ingleses, aún se actuaba con una considerable precaución en política exterior. En 1940 esto cambia radicalmente, la imagen de los anglosajones es la de un pueblo en crisis dominado por el caos, sus líderes son desvirtuados tratando así de demostrar que su caballerosidad y sus códigos de honor no eran tales, para ello se recurre nuevamente a las toscas interpretaciones de hechos históricos.

    Otro tipo de cine propagandístico era el constituido por los llamados Party Film, el arquetipo que creaba este tipo de películas era el del buen militante, en ellos se reiteran una y otra vez los principios morales del nacionalsocialismo: la muerte heroica, los símbolos nazis, la exaltación de la raza aria y la camaradería entre los miembros del partido. Su producción estuvo condicionada por la consecución del objetivo que perseguían, de modo que cuando el partido alcanzó el poder dejaron de producirse. Tampoco colectivos como las mujeres y los jóvenes escaparon de la manipulación de la propaganda cinematográfica, películas de evasión de la realidad para aquellas, y filmes repletos de doctrina militar y sacrificio para estos se sumaban a un programa propagandístico más amplio que incluía charlas, conferencias, canciones, etc.

    La actividad cinematográfica más importante, la constituían las Staatsauftragsfilme, películas subvencionadas por el gobierno, generalmente de ficción y de factura simple que hacían propaganda de un aspecto concreto del programa. Los dos preceptos más defendidos por este tipo de cine fueron la utilización del campesino y su trabajo para glorificar la raza germana, usándolo como excusa para la expansión territorial (se crea un sentimiento de solidaridad nacional y la necesidad de ampliar el espacio vital), y al hilo de esto la idealización de la raza aria, su ensalzamiento.

    2.2 El hombre clave: Josef Goebbels

    Para Goebbels la propaganda era un arte, creía más en la dominación por medio de la mente que en el poder de las armas. Era la forma de crear un universo “moldeable, material amorfo carente de iniciativa propia”. Amante del cine, fue él quien expuso la idea del valor propagandístico del medio, por representar mejor que ningún otro el espíritu de la época, y por ser el más efectivo y económico para la persuasión. Goebbels no buscaba reflejar la realidad, sino la identificación de la vida con el arte, la generación de emociones que beneficiaran su causa.

    Su admiración por las grandes obras maestras le llevó a elogiar películas tan opuestas al régimen como El acorazado Potemkin, y a instar a los cineastas alemanes a que aprendieran de Eisenstein el modo de traducir en imágenes artísticas su ideario político. Pese a todo, la mayoría de las películas que se produjeron en la época carecen de la menor calidad.

    2.3 Las técnicas cinematográficas y la simbología

    La cinematografía nazi contó siempre con los más modernos adelantos para fabricar la imagen de Alemania y del mundo que querían ofrecer. Para lograr los efectos de catarsis e identificación, los cineastas hicieron gala de su maestría en el montaje, donde se gestaba el verdadero efecto manipulador, encadenando, cortando lo que no interesaba, etc. También proliferaba la utilización de recursos psicológicos, la repetición, la glorificación del Führer y la constante utilización de símbolos con los que se pretendía se identificara el pueblo. Todo esto conseguía que el pueblo mantuviese un fe absoluta e irracional en el partido y en sus actos, seguían a su líder a ojos cerrados, lo que finalmente llevó a Alemania al desastre. Debido a la censura y a las duras leyes impuestas, no existía un mensaje contrario a la versión oficial, por lo que solo las mentes más fuertes no sucumbían a las mentiras.

    El nacionalsocialismo pretendía ser algo más que una ideología, Hitler quería dar una nueva visión del mundo, por eso su mensaje no podía limitarse al contexto de la política. El nazismo partía del pueblo, fuente de la moral, el orden, la cultura... por supuesto solamente el pueblo alemán debido a su superioridad racial y guiado por el Führer, gozaba del poder para crear ese mundo nuevo. El individuo no tenía importancia, solo la comunidad. Con estas afirmaciones, se legitimaban las violaciones de los derechos del individuo y las agresiones contra otros pueblos. La teoría nazi defendía la lucha de razas, pues el pueblo germano siempre había destacado por sus logros culturales y sociales, pero debido a liderazgos políticos inadecuados, esta superioridad se había visto empañada. El pueblo alemán, sumido en la apatía y la desideologización, no era fácil de movilizar, los nazis sabían que tenían que llegar a sus corazones, y adormilar sus mentes, apelar a las emociones y no a la razón. Las motivaciones que idearon los propagandistas del régimen eran de diversos tipos, sociales: las ideas de igualdad y camaradería se aplicaban a la comunidad nazi, todos los miembros del partido serían protegidos de los enemigos judíos y bolcheviques, concepto que contrasta con la práctica racista y elitista del nazismo. Otra motivación apelaba al espíritu prusiano, se pretendía crear un espíritu de lucha, una disciplina militar que anulaba la individualidad y convertía a los soldados en robots. También existía la promesa de un futuro mejor, aunque la realidad era bien distinta, el pueblo confiaba en el nuevo mundo, y así se mantenían crédulos a pesar de las penurias sufridas, se apelaba a la fe acercando así más la figura de Hitler a la de la divinidad. Por último supo convencer al pueblo alemán de que era el elegido, de que tenía una misión, la purificación de la raza. Hitler convertía su discurso en un mensaje casi religioso, apocalíptico, de ahí su poder sugestivo.

    Todo el ceremonial que suponía el propio régimen, se veía apoyado por símbolos que eran repetidos y que finalmente la gente aceptaba sumida en un estado de hipnosis consciente. De estos símbolos los más usados son las banderas, presentes por decenas en todos los actos públicos; la svástica, símbolo de los antisemitas austriacos y bálticos desde el S. XIX, y que Hitler adoptó como principal signo del nazismo; la imagen del Führer mitificada, idealizada, corregida por medio de filtros y cortes, (el material fílmico que muestra gestos humanos de Hitler fue destruido); la mujer, portadora de las virtudes y perpetuadora de la raza, es buena madre esposa y ama de casa, físicamente suele ser alta, rubia y con traje regional o sencillo; el símbolo negativo, el diablo de esta religión, es el judío, malo por naturaleza, presentado como un monstruo, un degenerado, relacionado con discapacidades físicas o mentales, y con una tendencia innata al crimen.

    Con estas pocas ideas, repetidas hasta la saciedad en todo el material filmográfico nazi, y gracias a la rígida censura en todos los ámbitos, el régimen no encontró oposición ideológica para lograr su engrandecimiento.

    3. EL CINE DURANTE LA GUERRA

    Aunque el aparato propagandístico alemán, llegó a alcanzar enormes magnitudes, su organización no era tan perfecta como la de la propaganda británica por ejemplo. A pesar de que los resultados internos eran buenos, en el exterior no se consiguieron los resultados esperados.

    Antes de la guerra el objetivo de la propaganda era crear una sociedad fundamentada en los principios del nacionalsocialismo, dispuesta a sacrificarse por la idea de un pueblo alemán superior. Crear enemigos y líderes que ejemplificaran la lucha que proponían, y convertir todo esto en poco más que un espectáculo teatral del cual el público está pendiente, dejando así los asuntos políticos en manos de los nazis. Sin embargo, la eficacia que se le presumía a la propaganda, cayó en picado durante la guerra. Para cualquier sistema una guerra supone un duro golpe, pero la caída fue más vertiginosa en el caso de la propaganda nazi por estar directamente sustentada en las victorias militares, en este sentido, la derrota de Stalingrado dejó en evidencia las carencias del régimen en todos los campos, como no en el de la propaganda.

    En el transcurso del conflicto se desarrollaron cuatro campañas propagandísticas al hilo de las oscilaciones militares, la primera de ellas, respaldada por las victorias en el frente, no encontró dificultades. Todos los medios se sumaron a ella y fue el cine informativo el género más usado porque ni siquiera requería falsear la realidad, totalmente favorable al nazismo. La segunda campaña, iniciada en 1941, coincidió con la invasión de la URSS, imbuida en la euforia que daban las victorias conseguidas hasta ese momento, la propaganda se precipitó al dar vencedor al nazismo en la cruzada contra el comunismo, el pueblo empezó a cuestionarse si los eslavos eran realmente una raza inferior, pues resistían más de lo que el propio gobierno nazi, que no había previsto una guerra larga podía creer; es más los fracasos militares se sucedieron desde febrero de 1943, haciéndose vital una nueva campaña más agresiva. Es en esta campaña donde se acuño el concepto de “guerra total”, el cine de ficción cobró protagonismo pues la realidad no era demasiado propicia para ser mostrada, y cuando se hacía era manipulada, no obstante la idea de la victoria final seguía reiterándose. Como las victorias seguían sin llegar, se trató de inculcar la idea de venganza, y en el último año de la guerra se pidió a la población heroísmo y sacrificio. La propaganda terminó de fracasar cuando el Reich perdió la guerra.

    3.1 Control total de la industria

    Durante la guerra Alemania funcionó con una industria cinematográfica nacionalizada, proceso que como vimos se inició en el periodo de entreguerras entonces se quería, sobre todo, preparar la expansión territorial. Con la exportación de filmes Alemania pretendía justificar las agresiones en el exterior, ser el contrapunto al mensaje de las películas producidas por el gobierno de EE.UU., sin embargo, este planteamiento no dio resultado, pues fueron las agresiones militares las que influyeron en la consideración que en el extranjero se tenía al cine alemán, de esta forma, la mala fama que daban estas intervenciones militares alcanzó al cine también. Las exportaciones sufrieron un grave retroceso porque además los distribuidores judíos vetaban las películas alemanas por sus contenidos racistas. Asimismo se produjo un incremento de los costes de producción, por lo que la Cámara de Cine del Reich sugirió la intervención estatal. Goebbels en coherencia con su mentalidad artístico-política, optó por la nacionalización como medio para mantener la pureza artística e ideológica, de este modo además se conseguía convertir al cine en el canal de la propaganda oficial de manera gradual y sin despertar recelos en el pueblo. Goebbels contó con uno de sus agentes, Max Winkler, para llevar a cabo el plan. Winkler reunió un buen puñado de empresas productoras y distribuidoras en la Kautio Treuhand GmbH, con la que pronto alcanzó el monopolio incluso en las zonas ocupadas. En marzo de 1937 compró la UFA, a l a que siguieron la Tobis y Terra Film AG entre otras. El problema de la financiación se resolvió con la creación de la Film Finanz GmbH, que recibía créditos del gobierno a través del departamento de cine. En 1938 siguieron realizándose operaciones de compra hasta el punto de que en los meses previos al estallido de la guerra este compendio llegó a controlar más de la mitad de la producción cinematográfica alemana.

    El comienzo del conflicto trajo dificultades a la industria, compensadas en cierto sentido por la apertura de mercados debido a los territorios conquistados, y al incremento de espectadores, razón esta última que conllevaba otro problema, el del abastecimiento. Winkler informó de la conveniencia de nacionalizar el sector, y en 1941 la UFA Film GmbH, se adjudicó el control de toda la industria creando una organización jerárquica supervisada por el gobierno. El material era regulado por un departamento estatal que centralizaba todas las operaciones, dirigido por Hippler y sometido a Goebbels. El control del Estado era ya en 1942 directo y oficial, no sólo del cine, sino de todos los medios de comunicación y por tanto de la opinión pública.

    3.2 El cine informativo como eje fundamental

    El interés del gobierno en los noticiarios se incrementó con la llegada de las armas, aunque, como ya hemos dicho, este interés fue decayendo a lo largo de 1942 y 1943, conforme se iban sumando las derrotas militares, pues la realidad no tenía nada destacable que conviniera a los nazis. Ya antes de la guerra, el Ministerio de propaganda regulaba los contenidos de los cuatro noticiarios existentes en Alemania, lo hacía por medio de la “oficina de prensa”, que se encargaba de que solo se difundiera la versión oficial. Finalmente se creó en noviembre de 1940 un único noticiario, el Deutsche Wochenschau GmbH, que integraba los cuatro existentes hasta ese instante. Este ambicioso proyecto tenía pretensiones de altos vuelos, quería monopolizar las actualidades en Europa haciendo así desparecer la supremacía estadounidense.

    Los reportajes de guerra eran tarea de las PK Units, de las cuales se montaron trece, siete para el ejército de tierra, cuatro para el ejército del aire, y 2 para el naval, también había unidades especiales para otras secciones como el cuerpo de tanques. Los reporteros eran soldados formados en la doctrina, de ellos se esperaba que se comportaran como tal, filmando las victorias, como de hecho lo hacían.

    Esta compleja labor propagandística fue fácil al comienzo de la guerra, las victorias militares abundaban, reforzando así los sentimientos de seguridad en la población. Los noticiarios fueron un vehículo excelente para estas imágenes, mientras los documentales insistían en la victoria que llegaría pronto y en la ineptitud del enemigo. La apariencia de realismo fue el núcleo de la propaganda en este momento, sin embargo, el mal manejo de la realidad trajo a la larga contradicciones que perjudicaron más que beneficiaron, por ejemplo no dejaban de repetir el peligro que corrían los reporteros de guerra en su heroica misión, y sin embargo la muerte nunca aparecía en las pantallas nazis. El realismo era pues aparente, nunca se filmaban las batallas, solo el antes y el después y se completaban con reconstrucciones, se retocaban las ediciones, se repetía el material filmado, etc. No obstante el público nunca se preguntó por la objetividad, solo querían ver como era la guerra desde su cómoda posición. El éxito se generalizó tanto que los noticiarios invadieron todas las pantallas repletas de hechos de actualidad y de victorias pasadas. Se montaron cines ambulantes, se proyectaban en las escuelas, donde tenían gran acogida, y al mismo tiempo se aumentó su duración y distribución. Los estrenos se hacían simultáneamente en todo el país, convirtiendo los noticiarios en grandes acontecimientos, ejemplo de esto es el hecho de que se doblaran en 16 idiomas. Ciertamente los nazis superaron a los aliados con su puesta en escena aunque a largo plazo su propaganda cayera por su propio peso.

    La mayor duración de los noticiarios nazis permitía la repetición de mensajes, pero también permitía componer de forma artística y emocional, recogiendo la herencia de Leni Riefenstahl, se combinaban imágenes, comentarios demagógicos, música con intenciones expresivas, todo por medio del poder del montaje. Como resultado, encontramos en esta época un enorme número de películas de propaganda cuyo principal protagonista, debido a la necesidad del momento, es el ejército y no el partido, aunque en ningún momento Hitler pierde protagonismo. La masa cede espacio a los soldados representados en su lado más humano, en el aseo, comiendo, charlando con los compañeros, en la iglesia, leyendo, de este modo se captaba a prácticamente todos los segmentos de la población. Los nazis supieron aprovechar al máximo las ventajas del medio cinematográfico, los mensajes eran simples para no llevar a confusiones, y al mismo tiempo gozaban de la contundencia que les aportaba la imagen. Las tomas en movimiento y el dinamismo del montaje ayudaban a construir la imagen de una Alemania imparable. La trivialización de los planteamientos y la ausencia de detallismo es más fácil de llevar a cabo en el relato cinematográfico, de hecho este es uno de sus rasgos característicos, la elipsis. Otros elementos propios del cine usados por los realizadores nazis son el suspense a la hora de resolver la historia o los primeros planos, de gran capacidad expresiva y por tanto persuasiva. Además, de las películas se hacían diversas versiones que explicaban los giros de la política gubernamental a lo largo del conflicto, cambiando o desechando a placer las secuencias.

    A partir de 1941 la situación cambió; puesto que las victorias no se prodigaban, las imágenes heroicas y glorificantes fueron sustituidas por otras más superficiales. En los noticiarios no se hablaba de las penurias económicas que la guerra estaba causando en la nación, la realidad y la objetividad quedaban cada vez más lejos, y sin ellas la credibilidad disminuyó considerablemente restando así eficacia a la propaganda. La gente perdía el interés y a menudo esperaba fuera de los cines a que acabara el noticiario, contra esto Goebbels ordenó cerrar las taquillas al comienzo del mismo, de modo que si se quería ver la película, este tenía que visionarse primero, los espectadores, cansados de la dura realidad, aceptaron las medidas con tal de gozar de un par de horas de evasión hipnótica. Con la derrota de Stalingrado la población alemana empezó a perder confianza en el régimen, y se hizo acuciante la necesidad de una nueva campaña basada como ya vimos en el concepto de Totaler Krieg, guerra total; la propaganda se redirigió a fortalecer el espíritu comunitario, a movilizar a toda la nación como un único cuerpo de lucha dirigido por un líder, Hitler, y a convencer a los extranjeros de que Alemania era una, y estaba contenta de serlo. El esfuerzo de Goebbels dio sus frutos a corto plazo, pero en un momento dado, el pueblo comenzó razonar y a contrastar las informaciones oficiales con la realidad que vivía a diario. Al ver las pésimas condiciones militares y la amenaza proveniente de la Europa oriental, y al ver que la propaganda seguía insistiendo en la victoria final, la población comenzó a salir de su estado hipnótico. A partir de 1943 el éxito de la propaganda fue más bien escaso y el panorama militar funesto. El Deutsche Wochenschauen trataba un mayor número de temas, instaba a la venganza, al anticomunismo, a la fidelidad al Führer, y a la necesidad de aumento del conjunto de la población. Se creo un nuevo realismo paradójico pues estaba construido a partir de falsificaciones, con el que se pretendía levantar la moral de los civiles. En un intento desesperado de renovación, comenzó a aparecer la mujer fuera del ámbito doméstico, la nueva mujer trabajaba y hacía deporte al tiempo que manejaba las armas con habilidad, y una vez comprobado que el público se interesaba con el anuncio del contraataque se empezó a promocionar un arma secreta y milagrosa, invento de Goebbels que al no realizarse propició que el desmoronamiento del aparato gubernamental continuara sucediéndose. Cualquier excusa era válida para apelar a la resistencia y fidelidad al partido, y así se utilizó por ejemplo un atentado contra Hitler, o se instigó a la población a unirse y sacrificarse para luchar contra el bolchevismo, tema ya usado con éxito en 1933. Pero estos últimos esfuerzos fueron en vano, en abril los rusos cercaron Berlín y Hitler y Goebbels huyeron a su escondite personal.

    Los documentales realizaron una labor paralela a la de los noticiarios, siguiendo su mismo estilo, a partir de 1941, cuando, como ya hemos dicho la contienda no favorecía a Alemania y la realidad resultaba poco deseable, la ficción copó la producción. El grueso de los documentales nacieron en el seno de organismos oficiales, más concretamente de la Deutsche Filmherstellungs und Verwertungs GmbH, detrás de la cual se encontraba el Departamento de Propaganda, y de la Deutsche Wochenschau GmbH, compañía oficial de noticiarios. Cuantitativamente, la producción de documentales no fue excesiva, pues los empeños propagandísticos se centraban en los noticiarios. Los documentales resultaban, eso sí, baratos, y eran el perfecto colofón en actos públicos del partido así como en su sede. Su época de esplendor es la misma que la de los noticiarios, con el material recogido para la confección de estos, se hacían largas películas que glorificaban al nacionalsocialismo, moldeaban al héroe nazi, por medio de modelos románticos aprovechando las primeras victorias militares, y con este estereotipo perseguían un doble objetivo, en el interior reforzar la lealtad al partido y en el exterior demostrar la superioridad alemana preparando así el camino a sus conquistas. Para lograr este último objetivo, las películas rezumaban un tono amenazante, de modo que se instaba a la no-resistencia, este es el caso de Campaña en Polonia de Hippler (1940), que vanagloria el papel del ejército alemán en la invasión polaca. Estos documentales “de campaña” se caracterizan por su fuerza belicista, por la técnica de montaje, inspirada en el cine soviético, y por el trucaje de sus elementos, bien fuera la imagen, el sonido o la música.

    Como todo documental, acudían a las fuentes, en el caso del documental nazi, solían ser oficiales del Ejército los que explicaban una determinada batalla. La puesta en escena era grandiosa, pues este tipo de filmes era más apropiado para el uso de todos los recursos cinematográficos y por lo tanto de su capacidad expresiva. Los documentales se dividían en partes, y normalmente se empezaba planteando la cuestión que suele ser la justificación de las agresiones nazis, las imágenes y los comentarios apelan a la solidaridad con sus actos, también se usa la ironía, sobre todo para referirse al enemigo. Las imágenes son líricas y propagandísticas y la sucesión de los acontecimientos se presenta de forma dinámica por medio del montaje, siempre trivializándolos, sin entrar en detalles y a veces fantaseando en su favor. A menudo de usaba la voz del Führer como refuerzo psicológico. La segunda parte profundizaba en el tema, sacando siempre la misma conclusión, son los enemigos los causantes de la guerra, Alemania no tiene más remedio que responder a la provocación. La música es elemento esencial, aún más en los documentales, las marchas militares se usan para la identificación del público con el Ejército. La grandilocuente música de Wagner, sirve para distinguir a los buenos, a los héroes, y así suele acompañar los discursos del todopoderoso Führer o alguna acción bélica. También puede usarse para enfatizar un mensaje o para hacer crecer de forma escalonada una determinada emoción. La tercera parte muestra la capitulación, la victoria de Alemania, pero no enseña la destrucción, en su lugar aparecen imágenes que justifican o suavizan la brutalidad nazi, un ejemplo es el filme Bautismo de Fuego, dirigido por Hans Bertram en 1940, tras la batalla aparecen soldados nazis ofreciendo sopa a una sonriente población que sin duda acepta la derrota y por tanto la superioridad alemana.

    Este tipo de documentales tuvo su réplica en el género de ficción, en películas cuyo protagonista es un héroe que combate por liberar a Alemania, inspiradas en la leyenda germana. La mediocridad es su característica principal, se dice que incluso desagradaban a los militares por su excesivo y necio patriotismo y por su cursilería. El principal representante de este tipo de cine era Karl Ritter, que también firmó un documental sobre la intervención alemana en la Guerra Civil española, Legión Cóndor.

    Estéticamente, el documental nazi no innova, se limita a imitar el modelo del cine soviético adaptándolo a la ideología y objetivos del nazismo. De esta manera, el esqueleto siempre es el mismo, por lo que al espectador le resulta fácil comprender el mensaje y el gobierno no tiene que preocuparse por buscar fórmulas propagandísticas eficaces.

    Al final del conflicto, el cine se radicalizó políticamente, llegándose a encumbrar a destacados miembros de las SS a altos cargos de la industria. Esto tejió sobre las películas producidas un velo de terror al mismo tiempo que se seguía insistiendo en la victoria sin concesiones para elevar la moral civil, objetivo demasiado ambicioso partiendo del hecho de que los cines estaban destruidos o cerrados. El final se aproximaba, pero a Goebbels aún se le ocurrió una última treta, olvidarse del presente y recurrir a la historia como de hecho había ocurrido antes de la guerra. Como se había hecho con los acontecimientos presentes, la historia fue manipulada a tenor de las circunstancias. Los biopics fueron utilizados para identificar a grandes personajes de la historia de Alemania con Hitler, de este modo se podían trasladar los rasgos positivos de todos estos héroes a la figura del Führer. Otra de sus funciones era manipular un hecho histórico para justificar las barbaries cometidas, de nuevo estableciendo paralelismos entre pasado y presente. Aunque desde el punto de vista cinematográfico no resultaban películas brillantes, resultaron rentables. Este tipo de películas tenía mayor poder para manipular que el que pudieran ofrecer documentales o noticiarios, ya que la incluso el espectador pretendía huir de la realidad. Kolberg (Harlan, 1945) es la más representativa de estas películas, también la más cara. Reproduce un momento de las guerras napoleónicas, pero continuamente manipula los datos históricos y omite las partes incomodas. Toda la película esta repleta del imaginario nazi, todos sus símbolos, los estereotipos y sus consignas, Goebbels incluso escribió la mayor parte de los discursos. Al final el filme resulta ser una tentativa desesperada para convencer al pueblo de una especie de paranoia suicida preferible a la rendición, un último intento de echar el resto, que muestra la irracionalidad de la propaganda nazi y de todo el régimen nacionalsocialista.

    4. LENI RIEFENSTAHL: EL TALENTO DEL NAZISMO

    Nacida en Berlín en agosto de 1902, decidió siendo adolescente dedicarse a la danza, campo en el que habría encontrado prosperidad si no llega a sufrir una lesión a los 22 años, su pasión por el ballet se vería más tarde reflejada en la composición de algunas de sus películas. Tras ver La montaña del destino de Arnold Fanck, decidió dedicarse al cine, se las arregló para acabar protagonizando la mayoría de las películas del propio Fanck, haciendo siempre el papel de la mujer que lucha contra los elementos, en las denominadas “películas de montaña”, de las que ella misma se convertiría luego en directora. Con Fanck aprendió toda la técnica y el lenguaje cinematográfico. En 1932 debutó en la dirección con La luz azul, en la que vemos la huella de su mentor y también una atmósfera ciertamente expresionista. En este primer trabajo comienza a despuntar también el talento de Riefenstahl, su capacidad de expresar mediante la imagen, puesto que el diálogo es prácticamente inexistent e, y también sus dotes para el montaje. Hay quien ve en estos filmes un avance de la ideología nazi, sobre todo por el empeño de superación y sacrificio de sus protagonistas. Leni es pues una de las pocas personalidades con talento, dentro del campo cinematográfico, que no marchó al exilio, por lo que Goebbels no tardó en aprovechar su buen hacer para ponerlo al servicio del engrandecimiento del NSDAP. Sus películas más importantes son El triunfo de la voluntad y Olimpiada.

    El triunfo de la voluntad está considerada como la mejor película de propaganda de todos los tiempos, realizada en 1934, refleja los actos del congreso nazi de ese año. Tras algunas disensiones internas, debidas a los asesinatos de miembros del propio partido (como es el caso de Röhm, líder de las SA), por “necesidades políticas”, el NSDAP necesitaba reafirmar su unidad y liderazgo de cara al público. El propio Hitler encarga el trabajo a Riefenstahl.

    El tema central es Hitler, su divinización (en la primera secuencia llega a Nuremberg en avión, baja del cielo) y el engrandecimiento y glorificación del partido. La estructura y los elementos están cuidados y escogidos minuciosamente, recoge los dos aspectos más importantes de la propaganda nazi: las masas, organizadas de acuerdo a motivaciones psicológicas dentro de una escenografía repleta de banderas e himnos nazis, y los dilatados discursos del Führer, construidos para ir aumentando la emoción. Todo esto se adereza con música de grandes maestros, Mozart por ejemplo. La realizadora hace uso de la simbología, no solo de la nazi, sino de toda la tradición germana. Hitler siempre es visto en contrapicado, de modo que se engrandece teniendo como fondo el cielo y destacando entre la masa informe e indiferenciada, organizada simétricamente y sumergida entre svásticas y uniformes. Leni filmó planos aéreos de estas masas perfectas, colocó travellings alrededor de Hitler, todo esto dio como resultado un efecto espectacular. El montaje, planeado con el ritmo de una composición musical, va continuamente “in crescendo”, a la par que lo hacen los discursos, de modo que el final es delirante con toda la masa gritando y vitoreando a su líder, la identificación del público es total, el éxito de El triunfo de la voluntad como película de propaganda no conoció precedentes, sin embargo, fue otro de sus filmes el que quiso dar a conocer la grandeza del Estado nacionalsocialista en el extranjero.

    Olimpiada cuyo tema principal son los juegos olímpicos de Berlín, celebrados en 1936, quería aprovechar este acontecimiento para la exaltación de la raza aria. Los atletas son presentados, gracias a los encuadres y al montaje, como seres superiores, la música de Wagner y la reiteración de los símbolos nos recuerda cual es esa raza superior. Para lograr este objetivo Leni dispuso de un despliegue impresionante de medios puestos a su servicio por el Reich y encabezados por 30 cámaras.

    El documental se divide en dos partes: La fiesta de los pueblos, donde existe una identificación del nazismo con la tradición grecorromana y que culmina con la entrada de la llama en el estadio olímpico y La fiesta de la belleza que muestra cuerpos desnudos y bellos, arios en definitiva. Los elementos utilizados son los mismos que en su anterior trabajo, travellings, contrapicados para engrandecer a los atletas, símbolos, música contundente, romántica, cambios de ritmo según lo requiera la prueba. Riefenstahl demuestra su maestría al poner a su servicio todas las técnicas cinematográficas para lograr su objetivo, en este caso el engrandecimiento de la fuerza y belleza de la raza aria y, más profundamente relajar las tensiones internacionales demostrando la cooperación entre atletas de diversos países.

    Tanto El triunfo de la voluntad como Olimpiada demuestran el talento de Leni Riefenstahl desde el punto de vista cinematográfico, y de ambas podemos ver hoy la herencia en el mundo de la comunicación, porque si el modelo de la segunda sirvió de inspiración a las retransmisiones deportivas posteriores, las técnicas de la primera son las que utilizan nuestros políticos en sus campañas actuales, o ¿a quién se le ocurrió que el líder cogiera en brazos a los niños y los besara mientras se daba un baño de multitudes?.

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    Enviado por:Marta
    Idioma: castellano
    País: España

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