Biología, Botánica, Genética y Zoología
Cerebro y actividad cerebral
El cerebro:
El cerebro como cualquier tejido orgánico, está compuesto por células nerviosas. Número de neuronas que constituyen el cerebro humano viene a ser de 100.000 millones.
Lo que se conoce sobre el funcionamiento del cerebro podría formularse así:
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Por medio del cerebro entra en el hombre el mundo exterior, y por medio del cerebro sale del hombre su respuesta al mundo. Entre le entrada y la salida está todo lo demás: Las sensaciones, las ideas, las emociones, la memoria, los proyectos y todo lo que hace que el hombre sea plenamente humano. Pero hemos de confesar que sabemos muy poco sobre el papel del cerebro en estos procesos.
Actividad psicofísica:
Los estímulos físicos que desencadenan la actividad del cerebro son formas de energía que inciden sobre la retina, el paladar o el tímpano. En sí misma toda energía es muda, ni las vibraciones del aire son sonoras ni las sondas electromagnéticas tienen color alguno, pero el sonido y el color surgen cuando esas formas de energía provocan impulsos nerviosos que alcanzan la corteza cerebral. La existencia de la energía es muy anterior a la vida, pero los fenómenos cromáticos y acústicos no existieron hasta el día en que un ser vivo fue capaz de sentir subjetivamente la acción de la energía. En el hombre, esas sensaciones se presentan además, como hechos de conciencia, como procesos mentales en los que algo parece ante alguien.
Hay mucho de sorprendente en esta transformación, porque de entrada, aunque todos los impulsos nerviosos tienen la misma naturaleza física las cualidades sensoriales que ponen en funcionamiento son extraordinariamente diferentes: Ver, oír y saborear son sensaciones completamente distintas.
La investigación empírica (basada en la propia experiencia) ha puesto de manifiesto que muchos impulso quedan bloqueados en su camino hacia el cortex, o mueren en el cerebro sin dar lugar a ninguna conducta. Otras veces es el cerebro el que toma la iniciativa sin estimulación exterior: en tal caso, su adquiridad no es respuesta a lo que vienen de fuera, sino propuesta autónoma.
El cerebro también puede almacenar estímulos y, al cabo de cierto tiempo dar su respuesta diferida. En todo ello se manifiesta que el sistema nervioso central no es una mera real de transmisión de impulsos.
Además de esa algo químicamente inhaprensible que denominamos libertad, por medio del cerebro realizamos esa extraordinaria operación que llamamos conocimiento. Sabemos que todo conocimiento comienza por la acción física de un estímulo sobre un sentido, pero se convierte desde su inicio en un fenómeno radicalmente suprasensible: La impresión sensorial subjetivamente vivida.
Gracias a las sensaciones se nos hace presente el mundo, formamos un reflejo subjetivo del mundo objetivo. Ese reflejo es además del funcionamiento del cerebro, un fenómeno psíquico, algo que procede de la interacción de las cosas con la actividad nerviosa, pero que ni el cerebro ni las cosas pueden por sí solo explicar.
¿En qué consiste exactamente ese reflejo?
Es muy difícil de responder a esta pregunta, como es lógico no basta con que las cosas existan para ser conocidas; Por ello, el hecho pueda ser conocido por un sujeto cognostente, enriquece la realidad, porque la experiencia sensible en un acto subjetivo, manifestativo de esa inmaterialidad que definió la sensación como la inmaterialidad que definió la sensación como la captura de formas inmateriales de las cosas.
Toda cualidad sensible es algo material, pero la sensación no es algo material, es algo más que el estímulo y la respuesta nerviosa. Por eso se ha dicho que si cada cual tuviese sólo las sensaciones que los demás pueden observar, nadie podría sentir nada. Esto es así porque las experiencias sensibles son irremediablemente privadas.
Un hecho manifiesta claramente la naturaleza metaneuronal de la sensación, es la capacidad de objetivar la cosa sentida. En efecto, no solo nos damos cuenta de que sentimos algo, el viento, la luz, un árbol, también apreciamos que la sensación y el objeto sentido son dos cosas distintas. Una cosa es la visión (operación de un ser vivo) y otra diferente es el objeto visto (un árbol); pero ver el árbol como algo externo a mí, independiente de mi acto visual, supone una especie de media vuelta desde la sensación al objeto que lo provoca. Y esta función es tan ajena al sistema nervioso que los neurólogos ni si quiera se la han planteado como algo que corresponda a su campo de investigación.
Materialismo y dualismo:
El funcionamiento de la maquinaria cerebral es un hecho físico en una relación necesaria con los hechos mentales:
Sin cerebro no existe lo mental. Aunque tal relación es evidente, su naturaleza ha sido siempre misteriosa, pues ningún ser humano sabe como ha llagado a ser lo que es un yo auto consciente, ligado al cerebro de forma incomprensible. Dos son las hipótesis a los que se reducen todos los intentos de explicación: el materialismo y el dualismo psicofísico.
El materialismo, el no admitir más realidad que la materia considera en los hechos mentales, como efectos o propiedades de la misma: Efectos altamente sofisticados.
La hipótesis materialista tiene a su favor la simplicidad pero es absurdo el pensar que los argumentos no son argumentos, sino efectos necesarios de la materia: Si el materialismo es cierto es indemostrable.
Experimentamos que los procesos mentales conducen libremente la propia conducta e influyen sobre el mundo físico. Pero el materialismo afirma que lo mental es efecto necesario del cerebro, y eso supone ser títeres del determinismo, Si los átomos de nuestro cuerpo están regidos por leyes físicas tan inmutables como las que gobiernan el movimiento de los planetas, ¿Qué sentido tendrían nuestros esfuerzos?
Aunque lo material y lo mental son realidades, profundamente diferentes, que se relacionan estrechamente. Esta conexión es entendida por el materialismo, como relación de causalidad: Lo material es causa de lo mental, pero la heterogeneidad de ambos fenómenos inválida esa dependencia. En toda relación de causalidad los efectos y las causas son realidades homogéneas y proporcionadas. Ello hace que la distancia insalvable entre lo físico y lo psicológico sólo nos autorice, a ver en su estrecha unión una relación de condicionamiento mutuo, no de causalidad.
Sin boca no podemos hablar, pero no es la boca quien habla. Sin cerebro no se puede pensar, pero no es el cerebro quien piensa.
La boca no es causa del lenguaje inteligente pero sí condición necesaria. El cerebro no es causa de los hechos mentales, pero sí condición necesaria.
La solución dualista considera que la mente y el cerebro son dos entidades distintas, la mente si ocupa activamente de interpretar la actividad neuronal, seleccionando la información e integrándola en la unidad de la experiencia cognitiva. La unidad de la experiencia proviene del carácter integrador que atribuimos a la mente autoconsciente. Un hecho que evidencia el carácter selectivo y unificador de la mente es la atención, somos capaces, en cualquier momento de concentrarnos en este o en aquel aspecto de la actividad del cerebro. En sus funciones de selección e integración, la mente juega un papel activo y dominante capaz de inducir cambios en los procesos neuronales.
Así cuando buscamos un razonamiento o un recuerdo, la mente explora ciertas zonas de la maquinaria neuronal, de modo que guía y configura los patrones de la actividad cerebral según su deseo e interés. Un ejemplo concreto y abrumador, es la capacidad de producir movimientos culturales por medio de una sencilla orden de puesta en marcha.
Otro hecho que manifiesta la entidad propia de la mente es el carácter irreductible de los fenómenos mentales.
Las informaciones procedentes de las órganos sensoriales son transmitidas al cerebro en forma de impulsos energéticos que pueden ser vistos en un encefalograma, sólo capta lo que yo siento o entiendo, sino el soporte físico que sustenta la sensación y el pensamiento.
El dualismo afirma que en la persona humana existe junto con lo material, una realidad inmaterial que se denomina según los autores, mente, espíritu o alma. Y que esa realidad inmaterial, interacciona con el substrato material, Los filósofos que defienden un dualismo de ese tipo, aunque no consiguen responder al eterno problema de la comunicación de las sustancias: De que forma una realidad inmaterial puede actuar sobre la materia.
Popper afirma que “hemos de hacernos a la idea de que vivimos en un mundo donde caso todo lo que es muy importante ha de quedar esencialmente inexplicado”. Expone esta comparación “ el yo psicofísico activo es el programador del cerebro el que maneja un instrumento llamado cerebro”. Como decía Platón, la mente es el timonel. El yo, en cierto sentido, toda el cerebro como un pianista toca el piano, como un conductor acciona los mandos de una coche.
Un premio Nobel de medicina, nos dice que nos enfrentamos con el problema de quién impulsa a quién dentro de la multitud de fuerzas causales que ocupan el cráneo. Y termina “cerca de la cúspide de este sistema jerárquico que importa órdenes con el cerebro... encontramos ideas.”
¿Piensan las neuronas?
El esquema bioquímico causa-efecto puede explicar procesos como el sueño, el cansancio, el crecimiento y otros muchos, pero es del todo insuficiente para explicar la conducta humana. ¿Fueron las neuronas de Einstein las que decidieron estudiar física y proponer la teoría de la relatividad? ¿Pintaron las neuronas del Miguel Ángel la capilla sixtina? En caso afirmativo admiraremos los procesos bioquímicos de sus cerebros, pero no reconoceremos ningún tipo de genialidad a sus propietarios. Y si la conducta de Hitler fue exclusiva consecuencia de su química neuronal, los judíos no tienen motivos para odiarles ¿O es qué hay motivo para odiar a unas neuronas?
¿Están llenas las cárceles de neuronas asesinas y ladronas? ¿Pueden las neuronas des justas, ignorantes, valientes, tímidas o peligrosas? Si las neuronas mueven totalmente hombre, el hombre es entonces títere de su cerebro. No será si el mismo hombre da órdenes a su propio cerebro y establece con él una doble relación de dependencia y dominio. Por ejemplo: Mis pies me conducen a casa, pero en realidad soy yo quién encamino mis pies hacia casa. Gracias a mi cerebro pienso, pero mi cerebro piensa gracias a mí. Yo me sirvo de él para pensar, como me sirvo de mis pies para caminar. Dependo de ellos pero ellos dependen de mí.
En esta mutua relación se muestra una dificultad quizá insalvable. Las órdenes que recibe el cerebro procede de una voluntad libre, que puede ordenar esto o lo otro, ahora o más tarde. ¿Son las neuronas las que originan esa voluntad libre y, por consiguiente, se dan órdenes a sí mismas? En la base de las decisiones libres encontraremos con seguridad procesos bioquímicos, pero la libertad y la inteligencia no parecen procesos bioquímicos y tampoco efecto de lo bioquímico: Como la luz que entra en la habitación, el que esté la ventana abierta no es la causa, sino que es una condición, la causa es el sol.
El hombre siempre se ha conocido a sí mismo. Pero si el conocimiento se reduce a una cuestión de neuronas, habría que explicar por qué las neuronas han tardado millones de años en conocerse a sí mismas. También habría que explicar por qué las neuronas de muchos hombres pueden pensar que no son ellas las que piensan sino un principio psíquico metaneuronal.
Karl Cooper divide la realidad en tres puntos: El físico, el mental y el de los productos de la mente. Los tres son reales y actúan unos sobre otros. Por ejemplo: El mundo tres actúo sobre el uno cuando la teoría científica de la desintegración del átomo destruyó Hiroshima. Los objetos del mundo tres, conceptos matemáticos, jurídico, ideológicos son inmateriales, pero muy reales; pertenecen a un misterioso yo personal que actúa sobre el mundo uno; Misterioso pero real. Muchos neurológicos, piensa que el yo es un fantasma, una supersticiosa filosófica en la que no podemos caer, pero ellos mismos repiten constantemente, yo pienso, yo quiero, yo propongo...
Una vez más, ante la heterogeneidad tan grande entre lo bioquímico y lo psicológico, pensamos de operaciones igualmente heterogéneas, uno físico y otro metafísico. Aunque nos resurte imposible explicar su evidente compenetración, no por ello hemos de negree lo metafísico o subordinarlo a lo físico. Si lo hacemos, estamos suponiendo que el hombre puede elevarse por los aires a fuerza de tirar de los cordones de los zapatos.
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