Literatura


Castilla; José Martínez Ruiz, Azorín


NOTAS PARA LA LECTURA Y EL ESTUDIO DE CASTILLA

DE AZORÍN

Índice:

  • Vida y personalidad.

  • Trayectoria literaria: obras.

  • 1.1. Trayectoria literaria.

    1.2. obras

  • España en Azorín

  • España: su historia y su paisaje: Castilla.

  • Azorín y los clásicos.

  • Azorín: El tiempo y la intrahistoria.

  • Azorín: técnica y estilo.

  • Azorín: Castilla.

  • Estructura, técnica y género.

  • Los temas:

  • 1.3. Tiempo.

    1.4. Paisaje y espíritu castellano.

    1.5. Lo religioso.

    11. Apéndice: El género ensayístico.

    1. VIDA Y PERSONALIDAD

    José Martínez Ruiz, "Azorín", es uno de los escritores más representativos de la Generación del 98. Participó al principio en el llamado "Grupo de los tres" junto a Maeztu y a Baroja quieres publicaron un, manifiesto de protesta por el desastre del 98.

    Nació en Monóvar (Alicante) en 1873. De familia acomodada. Su padre Isidro Martínez Soriano fue abogado y su madre Luisa Ruiz, maestra. Hizo sus primeros estudios en Yecla -colegio de los escolapios-, durante siete años; esta ciudad fue evocada por el escritor en sus mejores obras. Después estudió Derecho en Valencia, Granada y Madrid, carrera que nunca terminó. Toda su vida la dedicó el periodismo y a la literatura.

    Se instaló en Madrid desde muy joven inició sus colaboraciones diarias en

    periódicos. Escribió para EI País, El Progreso, El Globo, EI Imparcial, España y el ABC. En sus comienzos se dedicó al periodismo político -fue cronista de las Cortes- pero se cansó y pasó a dedicarse a la cultura y a la literatura de su país, aunque nunca abandonó su empeño en fomentar una conciencia política del ser español.

    Desde 1904 utilizó el seudónimo Azorín, nombre del protagonista de sus primeras novelas. En 1908 se casó con Julia Guinda Urzanqui; no tuvieron descendencia.

    Respecto a su ideología, en su juventud profesó ideas revolucionarias, pero en su madurez evoluciono hacia un conservadurismo que frenó su exaltación juvenil. A partir de 1907 y hasta 1923 militó en el Partido Conservador de Maura, pero siempre con un talante liberal. Fue diputado y subsecretario del Ministerio de instrucción Pública. Sin embargo, no llegó a sostener le postura tan fuertemente crítica de A. Machado respecto al terna de España y se quedó en una valoración y defensa de las esencias y del alma de España para desde ellas conseguir el progreso y la modernización. Por supuesto, atribuyó la mala situación de la. España de su época al poder establecido, a la ineficacia de la Administración del Gobierno y a las Cortes. Azorín sostenía que la reconstrucción de España tiene que empezar por el progresivo restablecimiento de una cultura ética y espiritual y el fomento de la riqueza pública, agrícola e industrial.

    Su filosofía se centró en la obsesión por el Tiempo, por la fugacidad de la vida, todo fluye hacia la muerte. Este tema no lo trató con la fuerza y el patetismo de Unamuno ni con la angustia de Machado, sino can una gran melancolía; con una íntima tristeza. Su deseo era apresar lo que permanece por debajo de lo que huye, su intención era fijar en el recuerdo, evocar las cosas que pasaron. Todo ello de acuerdo con su carácter y su espíritu contemplativo, nostálgico, melancólico, que parece que vive sólo para le evocación. Hay en él cierto escepticismo vital aprendido sin duda de Montaigne a quien tanto admira.

    En 1924 fue elegido miembro de le R.A.E. Entre 1936 y 1939, los años de la guerra civil, vivió en Francia; huyó del país como tantos otros intelectuales: Marañón, Ortega, Menéndez Pidal o Pérez de Ayala, que coincidieron en París con él. Allí vive de su colaboración con La Prensa, diario argentino. Su silencio sobre los acontecimientos que se desarrollaron en España fue absoluto. Al acabar este periodo, vuelve a España; escribió una carta al General Franco pidiéndole que autorizara la vuelta de los intelectuales.

    Una vez aquí, adopta una postura más bien apolítica y reanuda sus colaboraciones en los periódicos hasta los 80 años en que dejó de escribir. Murió en Madrid en 1967, a los 93 años.

    2. TRAYECTORIA LITERARIA: OBRAS.

    La obra de Azorín es amplia y variada. Cultivó diversos géneros literarios,

    eso sin contar su enorme producción periodística, más de cinco mil artículos de periódico. Periodismo de altura, por la gran calidad de sus comentarios.

    2. 1. Trayectoria: literaria:

    la obra de Azorín se monta sobre dos anteojos o intermediarios:

  • La lectura: de libros raros, curiosos eruditos; y de los grandes creadores, especialmente de los siglos XVI y XVII.

  • Sus recuerdos íntimos.

  • La lectura la da el pasado, la historia, los hechos; sus recuerdos le dan la vivencia del tiempo, el tema. Y Azorín aplica esos dos anteojos a su evolución literaria.

    Primera etapa, la decimonónica, de 1893 a 1900.

    Tiene como cimientos la lectura de libros de ciencia y erudición. Es una etapa más crítica que creadora, pues es le etapa de la crítica literaria, de la protesta generacional. Se cierra en 1902. Su obra: Diario de un enfermo (1901) busca ya la segunda etapa de su evolución literaria.

    Segunda etapa, de 1903 a 1911.

    Cimientos: los recuerdos y le vida interior.

    Obras: La trilogía de Antonio Azorín es el centro de gravedad de esta etapa. En sus obras Los pueblos y El alma castellana ya se atisba le tercera etapa.

    Tercera etapa. Se abre con esplendor en 1912 hasta 1925, es la etapa de Castilla. Cimientos: el entendimiento de los grandes clásicos y con ellos llega a la culminación en la percepción del tiempo.

    Obras: Castilla, Una hora de España, Doña Inés.

    Cuarta etapa. De 1926 a 1936. En los años 20, por agotamiento de su tema central y por cansancio de la forma anterior, intenta, ayudado de las nuevas vanguardias, renovarse desesperadamente: teatro, literatura superrealismo, etc. Pero no lo consigue.

    Obras: Félix Vargas (1928) y Superrealismo (1929).

    Quinta etapa. De 1940 a 1966. Tras la guerra, vuelve a su tema central: el tiempo Obras: Madrid, Valencia, sus Memorias.

    Si saltamos la cuarta época, verdadero paréntesis, en parte fracasado, la evolución de Azorín se apoya en:

    1º Libros en la primera etapa. 2º Recuerdos en la segunda etapa.

    3º Libros en la tercera etapa. 4º Recuerdos en la quinta etapa.

    Con la diferencia de que en la primera etapa los libros en los que se apoya son de ciencia y erudición; la segunda etapa sobre recuerdos personales, guiados ideológicamente hacia una filosofía del tiempo, la tercera etapa sobre las obras de los clásicos y la quinta sobre recuerdos personales ya sin pantalla ideológica.

    Entre libros y recuerdos ha ido sembrando el paisaje, de España, sobre todo, de Castilla y Levante. Castilla más unida al libro y a la historia. Levante más unido a los recuerdos personales.

    2.2. Obra:

    Narraciones.

    Novelas. Este género adquiere en Azorín una naturaleza particular, pues en sus novelas la intriga, la acción, casi no cuentan. Han sido catalogadas como “ensayos novelados" pues en ellas se difumina la frontera entre los dos géneros. Lo más característico es que pierde importancia el argumento, -ya que en realidad éste es un pretexto para hilvanar pensamientos, impresiones y episodios minúsculos-. La acción es casi nula, se dedica a analizar lugares y personas con una gran lentitud narrativa, ya que, lo esencial es el ambiente, los tipos, el paisaje, descritos con la técnica del detalle. Los novelistas del Realismo habían incorporado a la literatura la vida cotidiana; Azorín parte de ellos, pero el detalle vulgar cobra en sus manos un matiz lírico. Lirismo descriptivo, impresiones personales, recuerdos, este es él núcleo de sus novelas en las que apenas pasa nada.

    En todas sus novelas aflora como tema: su preocupación existencial por el paso del tiempo y su visión de España. De entre les novelas que escribió destacaremos las tres primeras con un marcado carácter autobiográfico: La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903), Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). Posteriores son Don Juan (1922), Doña Inés (1925), novelas que son recreaciones de personajes literarios.

    Azorín, posteriormente, intentó renovar su técnica, acercándose a le llamada literatura de vanguardia en novelas como Félix Vergas (1928) y Superrealismo (1929).

    Cuentos. Además de novelas, Azorín escribió muchos cuentos, centenares de pequeñas narraciones breves, sugestivas y deliciosas. Sus cuentos, al igual que sus novelas no se adaptan a le concepción tradicional del género; tienen un argumento muy leve que queda ahogado por la descripción y el análisis; y en los que late una honda inquietud por el misterio y por el tiempo, como en Blanco en azul (1929), Cavilar y contar (1942).

    Teatro.

    Azorín se inició en este género tardíamente y su producción sólo constituyó un intento pasajero. Con la excepción de algunas obras, el teatro es lo menos interesante de su producción. Totalmente al margen de la técnica habitual en nuestra escena, propuso novedades como suprimir la escenografía, utiliza lo maravilloso, hacernos sentir la presencia de personajes abstractos, creando un ambiente de misterio: la Muerte en la trilogía "Lo invisible" (1927); el Tiempo en "Angelita".

    Ensayo.

    Azorín fue un ensayista magistral y uno de los renovadores del género en nuestro siglo. Aparte de sus muchos artículos de crítica literaria, escribió magníficos libros de evocaciones de las tierras y los hombres de España ya que los temas principales de sus ensayos son España, su historia, su paisaje, su literatura y, envolviéndolo todo, el paso del tiempo.

    Obras: Los pueblos (1905), La Ruta de Don Quijote(1905); Castilla ( 1912); Lecturas españolas (1912); Al margen de los clásicos (1915); El paisaje de España visto por los españoles (1917); Valencia (1940­).

    3. ESPAÑA EN AZORÍN

    Las ideas de Azorín respecto al concepto de España son las propias de su generación. Hay primero un violento ataque a la tradición y después, un denodado esfuerzo por comprender y valorar el pasado nacional a través del pueblo, las viejas ciudades, el paisaje y la vida cotidiana. Azorín entiende que el presente está íntimamente ligado con el pasado, que hay una continuidad.

    Este cambio es palpable, por ejemplo, en un artículo que publicó en ABC, Colección de farsante el 12 de septiembre de 1909. De pronto, encontramos a un Azorín aparentemente antieuropeísta, dolido por los ataques extranjeros a la política española de la época. Pero ese antieuropeísmo es sólo aparente; Azorín siempre defenderá junto a lo genuino, a la tradición, "un lazo sutil que nos una a Europa". Así en su artículo La continuidad nacional (ABC, 1910) insiste en delimitar los términos del problema de España. Para él, España tiene una tradición, un arte, un paisaje..., el artista y el gobernante han de tender a continuar esos rasgos propios. El progreso consiste en fortificar los rasgos distintivos de cada pueblo, no en uniformar; el progreso estriba en la "continuidad nacional", no en un rompimiento brusco y absurdo. Es un intento de crear una conciencia del "ser español".

    También atribuye Azorín al poder oficial y a la ineficacia del gobierno la situación crítica en que están inmersos los labradores, artesanos o pequeños propietarios de los pueblos de España. Sus viajes le dan un conocimiento cercano de esta situación que censura en varias obras (La voluntad, Antonio Azorín, La Andalucía). Especialmente trágica para él es la decadencia de Castilla, núcleo del origen de la nación española:

    (...) ,Ahora, para nosotros, hombres del sigo XX, se presenta el problema de restaurar la vida de esa parte de España, la más gloriosa, aquella a la que debemos nuestro espíritu (Tópicos del momento enCastilla).

    Afirma Azorín que entre las causas de la decadencia castellana, y española en general, estaría la falta de curiosidad intelectual:

    "... Causa de la decadencia de España han sido las guerras, la aversión al trabajo, el abandono de la tierra, la falta de curiosidad intelectual; (...) La falta de curiosidad intelectual es la nota dominante en le España presente. ¿Cómo haremos para que interese un libro, un cuadro, un paisaje, una doctrina estética, una manifestación nueva del pensamiento? Reposa el cerebro español como este campo seco y este pueblo grisáceo. No saldrá España de su marasmo secular mientras no haya millares y millares de hombres ávidos de conocer y comprender (Epílogo en Castilla).

    Podemos considerar este antieuropeísmo de Azorín como una reacción por las protestas internacionales en tomo a la Semana Trágica de 1909 y a la ejecución del anarquista Ferrer, etc.. Este antieuropeísmo se manifiesta como una defensa de los valores espirituales de la cultura española, igual que hace Unamuno. En un artículo publicado en ABC por Azorín, el 21 de mayo de 1920, insiste en delimitar los términos del "problema de España":

    Primero: España no puede dejar de ser lo que es: "Es decir, que España como los demás países tiene una tradición, un arte, un paisaje, una "raza" suyos, y que a vigorizar, a hacer fuertes, a continuar todos estos rasgos suyos, peculiares, es a lo que debe tender todo el esfuerzo del artista y del gobernante".

    Según Azorín, no es hacia Europa donde hay que mirar, sino que se debe examinar la realidad española: "El progreso estriba en la continuidad nacional, no en su rompimiento brusco y absurdo. La continuidad nacional se logra creando una conciencia de nuestro ser". Pero junto a la adhesión a lo genuino exigirá "un lazo sutil que nos una a Europa".

    La realidad dura y trágica de la vida del labriego español, del artesano, del pequeño propietario de los pueblos. Según Azorín ni el gobernante ni la prensa saben cómo viven los españoles. Habla de los grandes espacios sin cultivar, de los latifundios en manos de unos pocos, del hambre de las familias campesinas y de su miseria.

    Azorín atribuye todos los males de España al poder de la oligarquía y a la inconsciencia e ineficacia de la administración del gobierno y de las Cortes.

    Analiza la sociedad española desde la perspectiva histórica en que estudia las ideas sobre la decadencia de España y desde la perspectiva de la necesidad de la reforma agraria y llega a la conclusión de que la reconstrucción de España tiene que empezar por la extirpación de la política explotadora y parasitaria. Paralelamente a la reconstrucción económica debe existir también una regeneración de la cultura ética y espiritual.

    Azorín, a partir de 1911, desilusionado por la falta de estructura y la falta de competencia de los políticos españoles se irá apartando del periodismo político para dirigirse a las reflexiones literarias.

    Como sus compañeros de generación, Azorín comienza a plantearse el problema de España preguntándose por las causas de la decadencia. Y así destaca las guerras, la conquista de América (que dejó desamparadas la agricultura y la industria) y la expulsión de los moriscos; además, alude a la teoría intelectualista, según la cual el origen de la decadencia española estaba en no haberse incorporado al movimiento intelectual que se produjo en Europa con ocasión de la Reforma. Esta última idea está inspirada en Larra y Azorín la hace suya: "el problema de España es un problema de coherencias".

    Una solución para la regeneración de España estaría, según Azorín, en buscar nuestro espiritual a través de los clásicos. En obras como Castilla, Los pueblos o La ruta de don Quijote es en donde Azorín trata de buscar, a través de la historia, la esencia de España, sus problemas y males. O mejor dicho en la "INTRAHISTOIRA".

    Es en Castilla como en otros libros, Los pueblos, La ruta de don Quijote, donde Azorín busca en la historia de España la esencia de ésta, sus problemas y males. Mejor que en la historia, en la "intrahistoria". Azorín coincide con Unamuno en su interés por los aspectos cotidianos, escondidos y profundos del pasado. "Los grandes hechos -dijo- son una cosa y los menudos hechos son otra cosa. Se historia los primeros. Se desdeña los segundos. Y los segundos forman la sutil trama de la vida cotidiana.”

    4. ESPAÑA: SU HISTORIA Y SU PAISAJE. CASTILLA.

    La visión azoriniana de la historia y el paisaje sólo se comprenderá si se tiene en cuenta su temperamento melancólico y su espíritu nostálgico (pasada su exaltación juvenil). Azorín mira a España desde su obsesión por el Tiempo, por la fugacidad de la vida, con un íntimo anhelo de apresar lo que permanece por debajo de lo que huye, o de fijar en el recuerdo las cosas que pasaron.

    Buena parte de su obra está dedicada a analizar el alma de España, la tradición a través de sus tipos humanos, sus clásicos, su historia y su paisaje. Azorín ha descrito diversas tierras de España, pero ninguna como Castilla que considera germen de la nación española. Participa así en un concepto castellano de la historia muy extendido entre los intelectuales de su generación. De esta forma, en libros como Los pueblos (1905) o Castilla (1912), sus dos títulos más famosos, abundan las páginas en que revive el pasado, con sus viejos hidalgos y sus místicos, con sus catedrales y sus castillos, con sus ciudades y pueblos, por cuyas callejas transitan Manrique y Fray Luis, o Celestina y Lazarillo... Incesante esfuerzo en efecto, por recobrar el tiempo ido y a la vez por encontrar la esencia de España en su historia o, mejor aún, en su intrahistoria.

    Azorín se acerca al pasado con actitud lírica, con amor y esa contemplación, emotivo le permite al autor descubrir la "verdad íntima" de su país en mil detalles minúsculos que pasan inadvertidos a la mirada del historiador tradicional. Él se esfuerza por apresar la esencia de España en ese conjunto de cosas aparentemente insignificantes y que, sin embargo, para este autor constituyen la verdadera historia.

    Las evocaciones de paisaje merecen párrafo aparte. Azorín mira el paisaje con ojos entrecerrados, proyectando sobre lo que ve su sensibilidad melancólica. Tras sus innumerables viajes, pintó todas las tierras de España, pero son inolvidables sus visiones de Castilla: sus llanuras, sus peladas colinas, ... y el "alma" de aquellas tierras. Decía Azorín: "El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus placideces, sus anhelos".

    Pocos autores han sabido ver la profunda belleza de le inmensa llanura castellana ni descubrir con tanta emoción esos pueblecitos donde el tiempo parece haberse detenido desde hace siglos. Su técnica es la de un pintor impresionista, que sabe hábilmente captar la luz, el color, el detalle revelador con un fluir lento y transido de frases cortas.

    Además de los libros mencionados (Los pueblos, Castilla), Azorín escribe otros en los que reúne estampas y evocaciones de las tierras y del pasado, por ejemplo: La ruta de Don Quijote (1905), Un pueblecito (1916), El paisaje de España visto por los españoles (1917).

    5. AZORÍN Y LOS CLÁSICOS.

    Para Azorín, la literatura española nos enseña el estado de civilización del país, nos muestra el espíritu nacional, de manera que a partir de ese espíritu se pueda reconstituir le nueva patria. En su acercamiento a nuestra literatura dominan dos sentimientos: la preocupación por el "problema de la patria" y el deseo de buscar "nuestro espíritu" a través de los clásicos.

    Quizá por ello, sea su personalísima interpretación de nuestras obras y autores clásicos lo más logrado de su producción. En Los pueblos o Castilla revive el pasado, ciudades y pueblos por donde pasean Manrique, Lazarillo, Fray Luis o Celestina. El comentario o glosa, que Azorín hace a un autor o a un libro, tiende sobre todo a destacar "el espíritu y el ambiente de la obra". Para ello, evoca la época en que el autor vivió, interpreta su intención y estudia sus ideas. Y por encima de todo, aspira a actualizarlo, a hacernos vivir de nuevo la emoción que lo impulsó a escribir.

    “Jorge Manrique. ¿Cómo era Jorge Manrique? Jorge Manrique es una cosa etérea, sutil, frágil, quebradiza. Jorge Manrique es un escalofrío ligero que nos sobrecoge un momento y nos hace pensar. Jorge Manrique es una ráfaga que lleva nuestro espíritu allá, hacia una lontananza ideal. La crítica no puede aportar mucho sobre estas figuras; se nos antoja que examinarlas... es hacerlas perder su encanto.”

    Para Azorín, elementos de lo "castizo'", "lo español" se encuentran en todas las épocas, pero especialmente se manifiestan en algunos autores y obras: los místicos, por ejemplo, porque se daban cuenta de la brevedad de la vida y se enfrentaban a la realidad con ese sereno "dolorido sentir" (“no me podrán quitar el dolorido sentir”, versos de la Egloga I de Garcilaso que Azorín utiliza como cita en Una ciudad y un balcón); Cervantes, porque combinó el idealismo y la realidad y esa alianza es precisamente lo que constituye -según Azorín- el genio "castellano".

    La labor de Azorín en ese acercamiento a los clásicos fue decisiva para muchas generaciones de lectores, pues demostró que vale más acercarse a los clásicos por deleite que por erudición y gracias a esa labor, muchos lectores volvieron a interesarse por nuestra literatura, por nuestros clásicos.

    Además de Los pueblos o Castilla, Azorín escribió otras obras en las que la presencia de los clásicos y de nuestra literatura está presente: Lecturas españolas, 1912; Al margen en de los clásicos, 1915; Clásicos y modernos, 1913; Rivas y Larra, 1916.

    6. AZORÍN: EL TIEMPO Y LA INTRAHISTORIA.

    " A saber lo que es el tiempo he dedicado largas meditaciones", ha dicho Azorín. Por ello, si hay alguna palabra que va unida al nombre de Azorín y a su obra, es la palabra tiempo; el tiempo sentido, apresado en el momento; el momento que pasa, pero que vuelve en la evocación, en la recreación, hasta convertirse en un dilatado ensueño de eternidad; una eternidad vivida, palpada, detenida en la intrahistoria, porque lo momentáneo se hace infinito en ese presente metido en las raíces del pasado.

    Su aguda sensibilidad, su carácter reflexivo y melancólico lo llevó a percibir la irremediable fugacidad de las cosas, de la vida. Toda su obra se encuentra impregnada de una nostalgia que ocupa infinidad de páginas: el recuerdo melancólico de lo que desapareció para siempre: hombres, ciudades, hechos.

    "Del pasado dichoso sólo podemos conservar el recuerdo; es decir, la fragancia del vaso".

    Sin embargo, junto a la idea de caducidad o fugacidad de lo terreno, encontramos en su obra con la misma insistencia, la idea de la inmutabilidad. Desaparecen los hombres, pero permanece lo humano. Lo individual es perecedero, pero hay una realidad universal que al ser eterna enlaza el pasado con el presente y el presente con el futuro. Así pues, Azorín lo que hace es buscar esa realidad universal, eterna, no en lo grandioso, sino en los pequeños hechos de la vida cotidiana que son los que al repetirse a través de los días, de los años y de los siglos, asegura la continuidad de lo humano. Busca en las cosas, en las escenas, esa sensación de eternidad a base de lo minucioso, a base de lo secundario, a base del detalle. Lo menudo permanece o se repite, se continúa en la rutina de las cosas pequeñas.

    Gustave Flaubert, admirado por Azorín, había escrito como lema: "El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí por que se nos escapa el presente" Y porque el presente se escapaba a la carrera, Azorín se recostó en el pasado, pero un pasado que pudiera ser como sus nubes, a le vez '"fugaces e inmutables". Azorín ha expresado bellamente estas ideas en varios relatos de Castilla (Una ciudad y un balcón, Una flauta en la noche, Las nubes...)

    Castilla nos habla del poder del paso del tiempo sobre el hombre, un hombre localizado en un lugar concreto: Castilla-España. El significado del libro hay que buscarlo más en la visión del tiempo que en la visión de Castilla. Por eso esta obra se ha desplazado desde una dimensión espacial, propicia a la descripción, hasta una dimensión temporal, propicia a ser historiada.

    El propio Azorín ya lo dice en el prólogo del libro, los dos temas que le han llevado a escribirlo son Castilla y el poder del tiempo.

    "Se ha pretendido en este libro aprisionar una partícula del espíritu de Castilla (...) la preocupación por el poder del tiempo compone el fondo espiritual de estos cuadros (...)"

    (LA INTRAHISTORIA)

    Azorín ha buscado unos aspectos, partículas sueltas, esenciales que den la síntesis del espíritu de Castilla. Y lo ha hecho mezclando los diferentes momentos históricos. Y es aquí donde aparece la característica fundamental del libro, en la forma de "historiar". Pues, Azorín descarta la llamada historia externa, la de los grandes hechos ("las formas y modalidades someras y aparatosas" "la historia concebida en sentido tradicional" "ya en decadencia" a las que alude en el Prólogo de Castilla), para historiar los hechos menudos y concretos de la vida cotidiana. Esta forma de concebir la historia tiene un nombre: intrahistoria, término acuñado por Unamuno en su obra En torno al casticismo, y de la que ya hemos apuntado algunas notas con anterioridad.

    Unamuno crea, en la obra antes mencionada, una bella imagen para ahondar en el concepto de historia. El mar presenta una superficie ruidosa y brillante al sol. Pensamos que esto es el mar. Y no pensamos que el mar es, en realidad, lo que no vemos, las capas hondas, llenas de silencio, quietud y oscuridad que soportan esa cara exterior que es la superficie. Igual ocurre con la historia. Creemos que es el ruido, el bullicio de la primera plana de los periódicos, los grandes hechos políticos, los grandes descubrimientos, etc.; pero en realidad la historia la forman y la transmiten los millones de seres silenciosos que día a día viven, crecen, se reproducen y van transmitiendo su lengua, sus creencias, sus técnicas de trabajo a las generaciones sucesivas.

    Castilla nos da una visión intrahistórica de la historia. Es intrahistórica la visión de los ferrocarriles; pues no se habla del gobierno que los hizo, ni de los grandes ingenieros, ni del día de la inauguración sino de las causas pequeñas que motivaron el fracaso del primer ferrocarril castellano, de la visión nueva de Europa, que las nuevas comunicaciones supusieron para los hombres, de cómo son usados por los hombres anónimos. Los toros no están vistos en función del gran torero, sino que se pinta una intrahistórica diversión taurina en un pueblo castellano, con anónimos mozos que torean. En La catedral lo que destaca es la labor de generaciones y generaciones haciéndola, conservándola, viviéndola. Algunos de los nombres que aparecen no son históricos, son falsos para indicar que da igual quién fuese; pues en definitiva se trata de un obispo, un caballero, seres de esa serie que hace la intrahistoria, la continuidad.

    Calisto y Melibea, en Las nubes, son seres cotidianos, desposeídos de su historia trágica para hacerlos vivir y criar una hija que repite su historia­. Parecida actitud presentan otros héroes literarios del libro (Lo fatal, Cerrera cerrera). En Una ciudad y un balcón, por ejemplo, se expresa la dualidad de historia e intrahistoria. Azorín pinta la vida intrahistórica de la pequeña ciudad que se opone a la historia tradicional de los grandes hechos (estos hechos aparecen como encerrados, aislados por paréntesis); y, por último, estos grandes hechos se oponen a ese caballero del balcón, prototipo de personaje intrahistórico, ejemplo de cómo pasa la tradición eterna de 1500 a 1900.

    Esta visión intrahistórica de la historia se refleja en la estructura de varios artículos, sobre todo en los que hemos clasificado como poemas en prosa y cuentos, es decir los del 2º, 3º y 4° grupo. Esa visión intrahistórica se manifiesta en los dos ejes que presenta la estructura. Un eje vertical (diacrónico) y otro horizontal (sincrónico) que lo atraviesa. Por ejemplo, se describen dos o tres momentos de la historia y en cada uno de ellos se pinta la vida de forma paralela, con los mismos elementos que en los otros ( 1500, 1800, 1900 en Una ciudad, 1820, 1870, 1900 en Una flauta, desde el siglo X al XIX en La Catedral) Y el resultado es el tema central, la visión intrahistórica, continuada de la vida. Esta técnica llamada de "variaciones" consiste en presentar ese tema central por medio de variaciones sucesivas para presentar los dos ejes: vertical y horizontal. A veces desde una especial perspectiva de altura (torre, barandilla, ventanita).

    (EL ETERNO RETORNO)

    Pero en Castilla hay otro concepto que interfiere y ayuda al de intrahistoria; un concepto muy querido por Azorín en sus análisis del tiempo: el eterno retorno de Nietzsche. Azorín conocía muy bien en 1912 (año de la publicación de Castilla) la teoría del eterno retorno. El modo con que cambia la frase del poema de Campoamor "vivir es ver pasar", por "vivir es ver volver", explica cómo el eterno retorno está presente en Castilla. Sin embargo, en Azorín, el eterno retorno deja de ser una idea o concepto para convertirse en una técnica literaria; pues su visión del tiempo no tiene el carácter filosófico de Nietzsche ni le sirve de consuelo ante el poder irremediable del tiempo.

    Los personajes individualizados de Castilla sienten ante el paso del tiempo dolor. Se saben mortales y no repetibles. No se expresa la idea de un segundo tiempo, de un retorno. Se aprecia una melancolía con la que se ve, resignado pero dolorido, lo perdurable del hombre ("no le podrán quitar ese dolorida sentir" de Una ciudad y un balcón). Así pues, el eterno retorno en Azorín es una técnica que le ayuda a configurar la estructura de "variaciones" procedente del concepto de intrahistoria. Esta técnica de repeticiones es la imagen literaria del eterno retorno. Las cosas se repiten, pero pequeñamente, y de ahí ha llegado a esa técnica de repetir, para mostrar el paso del tiempo, aunando ejes verticales (diacronías) a ejes horizontales (sincronías).

    Azorín se centra en una literatura donde la meditación sobre el tiempo es lo primordial. Y hace uso de una técnica que le viene de dos ideologías: Unamuno ("intrahistoria") y Nietzsche ("eterno retorno"). Esa técnica literaria de "variaciones": la variación paralela de evocaciones en el tiempo. Evocaciones que dan como resultado la visión sensible de la emoción del tiempo, la emoción dolorosa y resignada de la mortalidad del hombre.

    "...A la madrugada la campana del convento... llama a maitines... Estas campanitas cristalinas que resuenan en la soledad de la alta noche... han venido sonando desde el siglo XIII al XIX. Todo es fugaz y todo perece. Perece lo que semejaba más duradero. Y sin embargo, estos sones dulces, sones fugaces, permanecen y son como un nexo que une lo caduco, a lo largo del tiempo, con lo inconmovible. La continuidad histórica en esta amada España no puede tener signo más expresivo. Se desvanecen las campanadas en el aire y se suceden otras campanadas a lo largo de las generaciones..."

    El tema de la fugacidad del tiempo:

    Jorge Manrique. Azorín

    Coplas por la muerte de su padre Castilla. Las nubes

    "Pues si vemos lo presente "¿Habrá sensación más trágica que aquella

    cómo en un punto se es ido de quien sienta el Tiempo, la de quien vea

    y acabado, ya en el presente al pasado y en el pesado

    si juzgamos sabiamente, lo porvenir?"

    daremos lo no venido

    por pasado."

    7. AZORÍN: TÉCNICA Y ESTILO

    Afirmaba Azorín que el objetivo primordial del artista es percibir lo sustantivo de la vida, pues bien, lo típico de Azorín será intentar llegar a esa percepción a través del detalle. Pues, el secreto de la vida no está para nuestro escritor en los grandes hechos, sino en lo cotidiano, en lo que por sernos habitual pasa inadvertido; así, Azorín dirige su atención hacia lo minúsculo, lo atómico.

    (TÉCNICA IMPRESIONISTA)

    Pero, Azorín tiene ojos de pintor y alma de intelectual. Entre los datos sensibles de su obra, predominan los visuales. Pero él no va a la realidad con ojos de fotógrafo naturalista, atento únicamente a reunir la mayor cantidad de datos; guiado por una finísima intuición, escogerá unos focos y nos hará ver su profunda significación. El "mirar" de este escritor no abarca al conjunto, sino que se detiene en las cosas, una a una, las rodea. "Queremos -dice Azorín- que un solo detalle dé la sensación de la cosa."

    Es, pues la suya una técnica impresionista que busca la "sensación" -muy a menudo la sensación "plástica", visual, incluso a veces auditiva- pero que no se contenta con esa sensación, ya que aspira a darnos con ella "la íntima realidad espiritual de las cosas"; por eso, sus descripciones se hallan animadas por una suave emoción y un lirismo.

    A Azorín le guía siempre la sensibilidad. La gran novedad azoriniana, tal vez, resida en el estilo (y en él se encuentra también el secreto de su influencia posterior). Dicen que Azorín vino a suprimir la retórica, vino a podar y recortar. Se impuso la tarea de someter la gramática y al estilo a un plan severo de economía y simplicidad. Así pues, las notas esenciales del estilo de Azorín son la sencillez, la claridad y la precisión. Su intento fue crear un lenguaje llano, en el que las vaguedades sonoras de los escritores del siglo XIX dejasen paso a una intimidad y exactitud. He aquí sus propias palabras:

    "La elegancia... es la sencillez". "Escribamos sencillamente. No seamos afectados... Llegan más adentro en el espíritu, en la sensibilidad, los hechos narrados limpiamente que los enojosos e inexpresivos superlativos". "La sencillez, la dificilísima sencillez, es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de golpe el gran estilo: colocad una cosa después de la otra. Nada más, esto es todo”.

    Respecto a la sintaxis utilizada por Azorín no puede ser más simple: predominio en su prosa de las oraciones coordinadas y yuxtapuestas, evitando en lo posible la subordinación. Las frases son breves, cortas y se van sucediendo sin complicados enlaces. Según Gonzalo Torrente Ballester la historia de este estilo azoriniano consiste en que comenzó a escribir en castellano con estructura sintáctica francesa. Esto le permitió descubrir el valor revolucionario de la frase corta, del párrafo constituido por oraciones simples o por oraciones compuestas muy sencillas. Poco a poco va eliminando las reminiscencias francesas, pero mantiene la puntuación característica, abundante en puntos como sustitutivos de los nexos gramaticales, e incluso, sin prescindir de ellos, rompe el periodo largo mediante un punto, incluyendo en la oración siguiente la conjunción o el adverbio.

    Ese tipo de prosa se adapta perfectamente a sus propósitos literarios, puesto que se corresponde con el "mirar"' de ese escritor que no abarca el conjunto, sino que intenta llegar a le percepción de la vida a través del detalle, se corresponde, además, con su técnica impresionista.

    Respecto a la morfología, el abundante uso de sustantivos, adjetivos y la escasez de verbos indica la relevancia de lo descriptivo en el estilo de Azorín. En esta prosa eminentemente descriptiva el adjetivo es elemento decisivo. La mayor parte de los adjetivos utilizados adquieren una función estética, ya que muchos de ellos se encuentran antepuestos al sustantivo con valor de epíteto. Y en múltiples ocasiones cada sustantivo va acompañado de grupos de dos y tres adjetivos.

    Ejemplos:

    - "Un coche enorme, pesado, ruidoso, es; todos los días, a esta hora, surge..." (Una ciudad y un balcón).

    -"Un vasto y sólido edificio de tres naves: era un gimnasio público y...”' (La catedral).

    -"No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla" (El mar).

    Otra característica curiosa y que se repite en Castilla es el uso de pronombres personales para integrar al lector en el relato, por ejemplo con el "vosotros" (“Al fondo hay una puertecilla. Franqueadla: veréis une ancha pieza con las paredes también blancas y desnudas...” Lo fatal), e incluso, asimilarlo al propio "yo" del narrador con un "nosotros" ("... Sale la luz de una casa. Acerquémonos. La casa tiene un ancho zaguán..." Una flauta en la noche).

    Respecto al léxico, riquísimo, abunda en neologismos y términos arcaicos que Azorín toma de los autores clásicos españoles a los que lee can deleite. Así, encontramos su prosa llena de nombres de objetos, oficios, utensilios, topónimos, y que le sirven para dar un aire de tradición a sus observaciones sobre España-Castilla. (perailes, boteros, tundidores, perchadores, carrecheros, mostranquero, lamiznero alcaller, contray, etc.)

    El interés de Azorín por conseguir un estilo sencillo, claro y preciso, provoca una escasez de imágenes, metáforas. Los principales recursos utilizados son por tanto la adjetivación (ya indicada en el apartado anterior), el paralelismo, la anáfora, las enumeraciones, sobre todo en el grupo de artículos clasificados como poemas en prosa, en los que aparecen claramente estas recursos:

    Anáfora: Al comenzar cada parte con las mismas palabras que constituyen un lema, frase o verso: "No puede ver el mar", "La catedral es fina, frágil y sensitiva".

    Paralelismo: Aparece en la misma estructura tripartita de los artículos.

    Epifonema: Que consiste en la reflexión final o conclusión con que se cierra y resume el artículo. Por ejemplo en Una ciudad y un balcón con el verso de Garcilaso "No me podrán quitar el dolorido sentir".

    En las evocaciones de descripciones usa diferentes tipos de sensaciones visuales, auditivas, olfativas. Ya hemos indicado que Azorín tiene ojos de pintor.

    8. AZORÍN: UNIDAD DE CASTILLA

    El libro Castilla publicado en 1912 se compone de 14 trabajos. Esta obra representa lo más puro de la obra de Azorín y se considera el máximo exponente de las cualidades de su literatura, el modelo de su más genuino estilo.

    Los artículos o "cuadros" -como los llama el autor- que lo componen tienen entre ellos coherencia respecto a su temática. En el prólogo, el autor nos dice que trata de captar el espíritu de Castilla a través del vivir diario, no de los grandes acontecimientos. Ese espíritu de Castilla se encontrará matizado por una preocupación sentimental por el paso del tiempo.

    Es decir, Azorín se ocupa en estos ensayos del problema de España, a través de Castilla, centrándrose en la indolencia, en la despreocupación, en la indiferencia en que vive el país: "ondas destartaladas, hidalgos que no hacen nada, clérigos, abogados -muchos abogados- que todo lo sutilizan, enredan y confunden". No deja de insistir en el problema de la decadencia de Castilla (España): las guerras, la desatención al fomento de la agricultura, el desdeño de la industria y el comercio, la mala administración de los políticos.

    El otro tema fundamental es su preocupación por el tiempo, la fugacidad de la vida. Además de tener como antecedente a Jorge Manrique, es un tema metafísico que tiene relación con el "eterno retorno" de Nietzsche. "Vivir es ver volver" dice Azorín en Las nubes, sensación angustiosa, espantosa, "dolorido sentir", resignación que caracteriza a la condición humana, inercia ante los hechos y la idea abrumadora de la muerte. España no cambia, no varía, se repite; vivir aquí es volver a hacer lo mismo. Los ensayos que dedica a este tema son: Una Ciudad y un balcón, La Catedral, Las nubes, Una flauta en la noche y Una lucecita roja.

    También la literatura inspira muchas paginas de esta obra. Azorín interpreta y recrea obras literarias, son lecturas que tienen un valor o significado especial para él: el Tratado III de EI Lazarillo en Lo fatal; La Celestina en Las nubes, La ilustre fregona de Cervantes en La fragancia del vaso; Cervantes en Cerrera, cerrera, Ángel Guerra de Galdós en Ventas, posadas y fondas; Garcilaso, Campoamor, etc. Su propósito es revalorizar la literatura española, descubriendo aspectos que servirán para comprender la cultura española. Así su obra se convierte en literatura sobre literatura.

    La unidad del libro Castilla se encuentra en la combinación de tres temas: la historia crítica de España; la preocupación por el tiempo y

    la lectura como literatura.

    Respeto al estilo, esta obra reúne todas las características indicadas en el apartado 7 y combina diferentes formas de elocución: descripción, narración, exposición y argumentación.

    El punto de vista que aparece es subjetivo y crítico, aunque también hay un deseo del autor de implicar a los lectores en aquello que se ve y se describe.

    9. ESTRUCTURA, TÉCNICA Y GÉNERO.­

    Tras una primera lectura de Castilla, se puede sacar la impresión de encontrarnos ante un libro que no responde realmente a su título, que no tiene unidad argumental, ni casi temática y que es una simple reunión de artículos bajo un título, sin embargo, no es así.

    En primer lugar, el prólogo ya evidencia los propósitos del autor: hace una meditación sobre un espacio y un tiempo, los de Castilla ( hay que tener en cuenta que es éste un libro dedicado a un pintor y aparentemente descriptivo, y que, sin embargo, diluye el espacio en el tiempo, le realidad en la literatura, el presente en el pasado.

    Respecto a la unidad del libro se pueden agrupar los artículos en varios grupos:

    Primer grupo.

    Los cuatro primeros artículos sí tienen unidad, presentan la estructura de un libro de viajes, aunque sin viajero protagonista. Ese viaje por España lo llevará de los ferrocarriles españoles a los europeos, vistos por los españoles.

    El tema "Europa-España" típico del 98, se marca al principio del libro. Después, un viajero que se precie describirá los albergues, las ventas... Y si el viaje es por España los toros serán uno de los tópicos principales.

    Por tanto, ese viaje será el argumento invisible de los cuatro primeros artículos, pero lo importante es el tema: meditación sobre España en su dialéctica con Europa. Así, en los dos primeros artículos los viajeros españoles ven el ferrocarril europeo; los europeos vienen a construir el español. La visión de las fondas, lleva a Azorín a una meditación sobre España-Europa. Lo mismo ocurre con los toros, donde aún se marca más el indigenismo español.

    En definitiva, se nos va descubriendo que existe una ideología coherente entre esos cuatro artículos.

    Argumento: Un viaje sin viajero por España.

    Lugar: España, simbolizada en Castilla.

    Tema: España-Europa en relación con el progreso.

    Materiales: Sacados de libros curiosos y raros sobre viajes.

    Personajes: No los hay

    Género: Ensayos que tienden al estudio erudito y el reportaje costumbrista.

    Da la impresión que estos cuatro capítulos fueron escritos para un libro de viajes y cuyo tema era España-Europa y no para meditar sobre Castilla. Luego, cuando escribió los diez restantes, desechó le idea del libro de viajes. Castilla significaba el espíritu más castizo de España según el 98. Podríamos concluir que estos cuatro primeros artículos están situados en Castilla, pero trataban de España y no eran "a priori"' para un libro titulado Castilla.

    Segundo grupo.

    Los tres siguientes trabajos Una ciudad y un balcón, La catedral y El mar, son los más independientes entre sí; y sin embargo hay, ciertamente, unas semejanzas entre los tres, hay un parentesco en el aspecto teórico y poemático.

    En el plano teórico aparecen los dos grandes temas del libro: Casilla y el tiempo, o mejor dicho el espacio de Castilla diluido en el tiempo visto desde Castilla. En los tres artículos, la meditación del tiempo y la contemplación del espacio se hace directamente. Lo descriptivo (espacio) se une a lo temporal. Estos tres artículos son el verdadero núcleo de Castilla como libro, en efecto, Una ciudad y un balcón, junto con La catedral son la pintura urbana de Castilla y El mar es la pintura campesina. La Castilla de Azorín es un conjunto de pequeñas calles, de pequeñas casas, de pequeños seres afanados en sus trabajos tradicionales; de pequeños ruidos y silencios hondos. Y todos esos ruidos de Una ciudad están presididos por una torre la de La catedral que lanza campanadas que recorren el espacio y el tiempo de Castilla. El motivo de las campanadas recorre el libro entero.

    El carácter poemático que une estos tres artículos es la solidez de su construcción ya que aparecen divididos en partes paralelas con respecto al tiempo y al espacio y que conducen al lector, como en la lírica, hacia una sensación que domina a las demás y que se manifiesta por una frase-estribillo:

    En Una ciudad y un balcón es “No me podrán quitar el dolorido sentir".

    En La catedral es la frase "Es fina, frágil, sensitiva".

    En El mar es "No puede ver el mar".

    En los tres artículos esta única sensación se ve desde un personaje anónimo que viene a ser el "yo" del poeta quien desde lo alto vigila el espacio y el tiempo.

    En definitiva.

    Argumento: No existe.

    Lugar: Castilla.

    Tema: La historia en los dos primeros, y la mediterraneidad de Castilla en El mar (mediterraneidad que tiene una clara alusión a la historia).

    Materiales: Históricos en los primeros y la observación del paisaje en El mar.

    Personajes: Un personaje observador, oteador, como un “yo” poético.

    Género: Evocaciones poéticas, “poemas en prosa”.

    Tercer grupo.

    Los otros cuatro: Las nubes, Lo fatal, La fragancia del vaso, Cerrera, cerrera, tienen una importante unidad tanto en las materiales de los argumentos como en la temática y en la técnica. En los siete artículos anteriores no hay verdaderos personajes; ahora aparecen, con clara inclinación al cuento, protagonistas. Los cuatro siguen la misma técnica, pues utilizan el argumento de un autor clásico para trazar una ficción nueva que continúa la ya conocida­.

    Las nubes, continúa La Celestina.

    Lo fatal, continúa el tercer tratado del Lazarillo.

    La fragancia del vaso, continúa La Ilustre fregona.

    Cerrera, cerrera, continúa La tía fingida.

    Le temática de estas obras es el peso del tiempo. Lo que el tiempo ha hecho con personajes como Calisto, el hidalgo del Lazarillo, Constanza, el estudiante manchego. Son obras paralelas en argumento, tema y técnica.

    Con respecto a la técnica hay un rasgo interesante, que no aparece en La fragancia del vaso: se detiene un momento la narración para glosar otro texto.

    Así lo vemos en:

    Las nubes. Se comenta un pasaje del poema Colón de Campoamor. Y ese pasaje es el que da simbolismo, sentido y título al artículo entero.

    En Lo fatal se comenta un soneto de Góngora que le da título y simbolismo al texto del hidalgo.

    En Cerrera, cerrera se comenta un capítulo del Quijote que da simbolismo al texto procedente de La tía fingida.

    En resumen, las características de este tercer grupo son:

    Argumento: Paralelos, continuación de ficciones inventadas por los clásicos.

    Tema: El paso del tiempo, de los protagonistas.

    Lugar: Castilla, pero en lugar indeterminado.

    Las nubes: Salamanca, Talavera, Toledo.

    La fatal: Toledo y Valladolid.

    La fragancia... : Toledo, Burgos.

    Cerrera, cerrera: Salamanca, La Mancha.

    Materiales: Variaciones de libros clásicos

    Personajes: Los mismos de esos libros clásicos.

    Género: Cuentos, pero tienden hacia la crítica literaria.

    Cuarto grupo.

    Los tres últimos capítulos Una flauta en la noche, Una lucecita roja y La casa cerrada presentan entre sí una unidad temática y genérica, paralelismo en los argumentos y semejanza en la técnica.

    Son tres narraciones que no parten de libros y que ponen en evidencia "el paso del tiempo" a través de unos personajes inventados. La técnica, en clara relación con la de Una ciudad y un balcón, es la misma en las dos primeras narraciones: el estudio sucesivo de un individuo o de una familia en distintas fechas, por ejemplo, en Una flauta en la noche con apartados cronológicos en 1820, 1870 y 1900. En La casa cerrada, el paso del tiempo se ve desde el presente. Son los recuerdos de un personaje al volver a una casa donde había vivido sus mejores días. En resumen:

    Argumento: Diferentes vidas humanas de personajes inventados.

    Tema: El paso del tiempo y su huella en el hombre.

    Lugar: Pequeñas y viejas ciudades con un sabor y ambiente que hacen pensar en Castilla.

    Materiales: Inventados por Azorín.

    Personajes: Hombres anodinos.

    Género: Verdaderos cuentos con poca acción, rasgo general de todas las narraciones azorinianas.

    De toda este reflexión sobre los artículos que componen Castilla Podemos concluir:

    a) Castilla está formada por cuatro bloques 4+3+4+3. Dentro de cada bloque hay unidad y hay cohesión temática y de género, además de un considerable paralelismo en los argumentos y materiales utilizados:

    Grupo primero: ensayos, ejemplo: Los ferrocarriles.

    Grupo segundo: poemas en prosa, ej.: Una ciudad y un balcón.

    Grupo tercero: cuentos, variaciones de ficciones clásicas, ej.: Las nubes.

    Grupo cuarto: cuentos de ficción, ej.: Una flauta, en la noche.

    b) Se puede hacer grupos mayores sumando dos a dos los cuatro grupos: (4+3) y (3+4) y el libro no rompe su equilibrio sino que queda dividido en 2 partes iguales.

    -Primera parte, los siete primeros capítulos, con ellos se aportan las ideas y vivencias sobre Castilla y el tiempo. Son ensayos y poemas en prosa, género de la 1ª persona.

    -Segunda parte, los siete últimos capítulos, en ellos se aplican las vivencias experimentadas sobre Castilla y el tiempo en los textos de la primera parte a seres concretos . Son cuentos, género propio de la 3ª persona.

    c) De todo lo dicho hasta ahora se podría decir que este libro no fue pensado “a priori” como un conjunto con unidad total, pues reúne impulsos distintos, para tres obras o cuatro, por ejemplo: para una visión erudita y viajera de España (primer grupo); para un libro de cuentos (cuarto grupo) para un libro sobre el paso del tiempo (tercer grupo); para un libro sobre Castilla (segundo grupo); pero Azorín logra una unidad "a posteriori" con el ensamblaje de cuatro grupos homogéneos de trabajos sobre el tema de Castilla.

    La ordenación de Azorín es muy inteligente y demuestra su técnica:

    -En primer lugar, no mezcla artículos o trabajos aislando los cuatro grupos.

    -En segundo lugar, hay una gradación en la colocación dentro de cada grupo:

    Primer grupo: del ferrocarril en el extranjero se pasa al ferrocarril en Castilla, luego al aposento (fondas) y a la fiesta nacional.

    Segundo grupo: ya dentro de Castilla (fiesta nacional) se medita sobre el tiempo y el espacio, y El mar dará la mano a las obras del Tercer grupo al hacer la glosa a un escritor.

    Tercer grupo: dentro de ese tercer grupo, los artículos se ordenan cronológicamente del siglo XV al XVII, siguiendo el orden en el que aparecieron las obras literarias que le sirven de arranque a Azorín. Las conexiones entre el segundo y el tercer grupo se establecen claramente, si con las obras del segundo grupo vimos cómo era Castilla a través de unos hombres anónimos, sin rostro; ahora lo vemos a través de unas personajes literarios: el galán, el hidalgo pobre, le fregona, el estudiante. Terminará este tercer grupo con un cuento Cerrera, cerrera, que tiene más acción que los de su grupo, es más cuento que los otros tres y este aspecto sirve de conexión con el cuarto grupo.

    Cuarto grupo: en él la creación vence a la lectura, después del aprendizaje de la técnica que arrancó de la meditación de obras ajenas.

    10. LOS TEMAS.

    Los tres temas más importantes tratados por Azorín en Castilla son:

    10.1. El tiempo.

    10.2. Relación entre el paisaje y el espíritu castellanos.

    10.3. El religioso.

    10 .1. El tema del tiempo.

    Azorín encuentra expresión para este tema en casi todos los elementos del paisaje castellano, sobre todo en nubes y estrellas.

    Las nubes: sentimiento de inestabilidad y eternidad de lo huidizo del tiempo y de la existencia humana. En ellas ve el eterno retorno de las cosas, de las angustias, alegrías y esperanzas, dice "las nubes son la imagen del tiempo".

    Las estrellas: constituyen el lazo que une pasado, presente y futuro. Cambiarán las cosas terrenas pero las estrellas fulgirán siempre.

    La tierra de Castilla: Azorín contempla la inmensidad y la austera majestad de la meseta castellana y siente "la antigüedad de la población lejana que emana historia y heroísmo, que se esparcen desde siglos por la campiña. Campiña noble, espiritual, que da sensación de eternidad".

    El agua: el río Tormes, cuyas aguas discurren tranquilas e impasibles como lo hicieron hace mil años: así, todo en la gran corriente de las cosas es impasible y eterno y sufre renovación constante. Las ciudades envejecen, pero el río prosigue su curso inmutable; igual el hombre, que es sustituido periódicamente por otro hombre. El mismo sentido de renovación constante da al ir y venir de las olas del mar.

    La flora: el ciprés y la rosa son los más significativos en relación con el tema del tiempo. El ciprés inmutable como un símbolo de eternidad mientras que las pasajeras rosas son hermosas y fugaces como la vida. El ciprés tiene otro significado, constituye la "encarnación secular de todo un pueblo anónimo, insignificante", de generaciones sucesivas de gente sencilla, cuyos lamentos y súplicas ha escuchado.

    Igualmente tienen para Azorín poder evocador del pasado los chopos de Castilla.

    Los olores constituyen un poderoso estímulo para evocar el pasado, las sensaciones y emociones experimentadas ya en otro tiempo. El olor de la leña quemada trae a su memoria ese aroma flotando en el aire de Yecla, los detalles de la ciudad de su infancia. Esto le lleva a una idealización de su ciudad, de su ambiente, de sus gentes.

    Los sonidos, igualmente le sugieren el eterno retorno y la vivencia del pasado. Expresan también la idea de la continuidad. Sonidos incluso de personajes: la anciana que exclama "¡Ay Señor!" le sugiere una completa visión de "la España castiza". Pero mientras Proust siente alegría al fundirse pasado y presente, sin pensar en el futuro, Azorín, a través de sus personajes, se siente invadido de tristeza y angustia y teme al futuro.

    En Castilla, el tema predominante es de origen nietzscheano: el eterno ­retorno. Azorín emplea reiteradamente la técnica de describir la misma escena en tres épocas diversas, sobre todo los sonidos: de las campanas, del molino, de la flauta, del viejo reloj.

    Los antiguos castillos y palacios le recuerdan la grandeza de España y a la vez la fugacidad del tiempo, esto le produce tristeza.

    En las casas humildes y en los talleres de los artesanos el tiempo adquiere un sentido de continuidad histórica porque en esas casas han vivido a lo largo de los siglos, sucesivas generaciones de gente humilde, y en esos talleres han trabajado y sufrido personas que, por su valor y la continuidad de su trabajo, constituyen todavía la esencia de España.

    Las pequeñas iglesias españolas, inmutables a través de los siglos, con sus patronos nos hablan de continuidad histórica.

    Las catedrales, muestra del esfuerzo conjunto.

    Los nombres de calles: plazas, posadas, tiendas evocan las grandes figuras del pasado.

    Muchos pueblos de España, sobre todo de la Mancha, parecen pertenecer irrevocablemente al pasado. En ellos las horas transcurren actualmente lo mismo que en el s. XVI: Toledo, Burgos, Segovia, Lodosa, Montejo.

    También los habitantes de Castilla tienen diverso tratamiento en el paso del tiempo. Recrea el pasado al describir las grandes figuras del antaño, que considera vivas y dotadas de espíritu moderno, tales como Juan Ruiz, Cervantes y Santa Teresa, por ejemplo. La misma sensación del eterno-retomo le produce la viejecita enlutada que le muestra la habitación en que murió Quevedo. Otro ejemplo significativo se encuentra en la descripción del pobre labriego, que se sienta junto a la calzada romana recién construida, junto a sus ruinas siglos más tarde, y al borde de la moderna carretera en la actualidad. Se trata siempre de la misma figura: cansado y encorvado por el trabajo, ignorante de la evolución del mundo, su sino es trabajar sin descanso. Constituye el símbolo de la esencia del campesino, inmutable a través de los tiempos. La figura de don Pablo es también importante a causa de su gran preocupación por el tiempo. Con frecuencia se ha considerado a don Pablo como un personaje autobiográfico, pero no hay que olvidar que Azorín siempre ve el futuro con optimismo. Opina que no puede hallarse alegría en un presente sin esperanza. Dice "la esperanza es lo futuro, y lo futuro es lo que da valor a lo actual".

    10.2. Relaciones entre paisaje y espíritu castellanos.

    Azorín cree que el paisaje castellano nos manifiesta numerosos aspectos del espíritu castellano. Encuentra en la sucesión inacabable de las áridas planicies, fuerza, dureza y autoridad indomable, el espíritu de los conquistadores y de los místicos. La alucinación producida por la soledad y silencio es el ambiente que originó inevitablemente el espíritu de don Quijote, gran soñador solitario e idealista. Más tarde se hizo menos melancólico, encontrando una completa armonía en la vida española. Como la literatura española, las montañas no solo manifiestan fuerza, sino también una impetuosa energía.

    La flora de Castilla muestra asimismo cualidades espirituales. Los cipreses constituyen la encarnación de sucesivas generaciones que integraron seres sencillos y anónimos.

    Los chopos nos hablan de la tristeza de generaciones ya desaparecidas pero también del espíritu castellano, místico y guerrero. Las flores de España muestran con sus colores y perfumes una fuerza, una vitalidad peculiares de la tierra española.

    Toda la energía de lo hispano se condensa en la visión de un blanco muro, el cielo azul, la verde frondosidad de los álamos. Los colores de la llanura intensos y enérgicos, provocan la impresión de fuerza, nobleza, austeridad, propias del espíritu castellano.

    Las antiguas ciudades castellanas.

    Las casas humildes con su tradicional resignación.

    Las antiguas ventas, del más puro y profundo sabor castellano, inseparables del paisaje, historia y literatura de Castilla.

    Las callejas tortuosas, como la calle Blanca de Santander en la que los iluminados escaparates de las tiendas llenan el aire "de bienestar y de novedad". Las oscuras ventanas emanan un ambiente de paz, a la vez que de vida monótona y vulgar.

    Ciudades especialmente reseñadas por Azorín como: Argamasilla, Alcázar de San Juan, Toledo, Burgos.

    10.4. El tema religioso.

    Veamos algunos aspectos del paisaje castellano y de sus habitantes que sugieren el tema religioso en la obra de Azorín.

    -Las estrellas que brillan en la noche castellana recuerdan a Fray Luis de León, sus hermosos versos y el espíritu ardiente de los místicos; la infinitud de la noche estrellada, la fragilidad de este mundo perecedero, elevan (también a Azorín) su espíritu en un anhelo hacia lo infinito.

    Las estrellas proporcionan a Azorín "una sensación indecible de Eternidad".

    -La alta meseta castellana, dice "la vasta llanura de la Mancha es un trasunto terreno de lo infinito".

    -De la flora castellana, los cipreses hablan de eternidad y las flores escarlatas del granado evocan a Santa Teresa.

    -Sonidos de las campanas de iglesias y conventos, sobre todo el toque del Angelus: expresan la continuidad histórica de las generaciones de creyentes que las han escuchado a lo largo de los siglos.

    -Azorín proporciona a los colores significación religiosa al utilizarlos como medio para expresar la experiencia mística. El blanco y el azul de un convento nos dicen: por encima del arte, eternidad.

    -Encuentra Azorín en los lugares que en España se dedican al culto, en las iglesias, conventos, santuarios y ermitas, y en el cielo ávido, y en la tierra yerma, "toda nuestra alma, todo el espíritu intenso y enérgico de nuestra raza".

    En el recinto de una antigua catedral se respira "el alma de millares y millares de creyentes". Azorín encuentra en las catedrales la esencia de España y en sus manifestaciones artísticas la historia de España.

    El alma de Santander radica en su catedral. En las ancianas arrodilladas encuentra "condensada la fuerza de Cantabria, fe y esperanza", son características de estos templos las figuras de numerosas mujeres enlutadas, que a lo largo de las generaciones rezan de rodillas, penetradas de honda fe y esperanza. En ellas encuentra Azorín la sensación, consoladora, de la permanencia de la fe y de la esperanza. Para Azorín los místicos son "un índice, seguro y firme, para el estudio de la España tradicional".

    Otras figuras religiosas son: el obispo ciego cuya felicidad consiste en ver con los ojos del corazón; el obispo de Lodosa, el eterno tipo de cura rural dedicado, como el obispo, a restañar las heridas del sufrimiento humano; las religiosas de España conservando el espíritu de fe, serenidad y voluntad indomable, como la abadesa de Lodosa.

    También hay tipos seculares como el nieto de Juan el tejedor, para quien "la vida es amor, paz y concordia...".

    CONTROLES PARA TRABAJAR EN CLASE:

    1________

    LOS FERROCARRILES

    Un escritor que de tal modo rompía con uno de los más hondos y transcendentales aspectos de la tradición había de ser el primero que más por extenso y entusiastamente nos hablase de los ferrocarriles: es decir, de un medio de transporte que venía a revolucionar las relaciones huma­nas. Fray Gerundio viaja, brujulea, corretea por Francia, por Bélgica, por Holanda, por las orillas del Rhin; lo ve todo; quiere escudriñarlo y revolverlo todo. Observa las ciudades, los caminos, las viejas y pesadas diligencias, los Parlamentos, las tiendas, las calles, los yantares privati­vos de cada país. Su charla es ligera, aturdida, amena; aguda y exacta a trechos.

    ____________

    -Esquema del texto:

    -Analiza sintácticamente:

    Un escritor (que de tal modo rompía con uno de los más hondos y transcendentales aspectos de la tradición) había de ser el primero (que más por extenso y entusiastamente nos hablase de los ferrocarriles).

    2________

    LOS FERROCARRILES

    Tienen poesía las pequeñas estaciones en que un tren lento se detiene largamente, en una mañana abrasa­dora de verano; el sol lo llena todo y ciega las lejanías; todo es silencio; unos pájaros pían en las acacias que hay frente a la estación; por la carretera polvorienta, solita­ria, se aleja un carricoche hacia el poblado que destaca con su campanario agudo, techado de negruzca pizarra. Tienen poesía esas otras estaciones cercanas a viejas ciu­dades, a las que en las tardes del domingo, durante el cre­púsculo, salen a pasear las muchachas y van devaneando lentamente a lo largo del andén, cogidas de los brazos, escudriñando curiosamente la gente de los coches. Tiene, en fin, poesía, la llegada del tren, allá de madrugada, a una estación de capital de provincia; pasado el primer mo­mento del arribo, acomodados los viajeros que esperaban, el silencio, un profundo silencio, ha tornado a hacerse en la estación; se escucha el resoplar de la locomotora; suena una larga voz; el tren se pone otra vez en marcha; y allá a lo lejos, en la oscuridad de la noche, en estas horas den­sas, profundas, de la madrugada, se columbra el parpa­deo tenue, misterioso, de las lucecitas que brillan en la ciu­dad dormida: una ciudad vieja, con callejuelas estrechas, con una ancha catedral, con una fonda destartalada, en la que ahora, sacando de su modorra al mozo, va a en­trar un viajero recién llegado, mientras nosotros nos ale­jamos en el tren, por la campiña negra, contemplando el titileo de esas lucecitas que se pierden y surgen de nuevo, que acaban por desaparecer definitivamente.

    -Análisis léxico-asociativo en torno al tren.

    -El estilo de Azorín en este fragmento.

    A CONTINUACIÓN TIENES UNA SERIE DE PUNTOS ESQUEMATIZADOS SOBRE EL ESTILO DE AZORÍN:

    Afirmaba Azorín que el objetivo primordial del artista es percibir lo sustantivo de la vida, pues bien, lo típico de Azorín será intentar llegar a esa percepción a través del detalle. Pues, el secreto de la vida no está para nuestro escritor en los grandes hechos, sino en lo cotidiano, en lo que por sernos habitual pasa inadvertido; así, Azorín dirige su atención hacia lo minúsculo, lo atómico.

    -Técnica impresionista: busca la “sensación plástica”

    -Tres pilares: la sencillez, la claridad y la precisión.

    Sintácticamente: predominio de las oraciones coordinadas y yuxtapuestas.

    Frases cortas, oraciones simples u oraciones compuestas muy sencillas.

    Morfológicamente: (indica la relevancia de lo descriptivo):

    El abundante uso de sustantivos, adjetivos, especialmente el epíteto, agrupaciones de adjetivos en torno a un sustantivo.

    La escasez de verbos

    Abunda en neologismos y términos arcaicos.

    El uso de pronombres personales para integrar al lector en el relato, por ejemplo con el "vosotros" (“Al fondo hay una puertecilla. Franqueadla: veréis une ancha pieza con las paredes también blancas y desnudas...” Lo fatal)

    Figuras retóricas: Adjetivación, Paralelismo, Anáfora, Enumeraciones, Epifonema.

    Escasez de imágenes y metáforas. 3________

    UNA CIUDAD Y UN BALCÓN

    Otra vez se ha empañado el cristal de nuestro catalejo; nada se ve. Limpiémoslo. Ya está; enfoquémoslo de nuevo hacia la ciudad y el campo. Allá en los confines del hori­zonte, aquellas lomas que destacan sobre el cielo diáfa­no, han sido como cortadas con un cuchillo. Los rasga una honda y recta hendidura; por esa hendidura, sobre el suelo, se ven dos largas y brillantes barras de hierro que cruzan una junto a otra, paralelas, toda la campiña. De pronto aparece en el costado de las lomas una manchita negra: se mueve, adelanta rápidamente, va dejando en el cielo un largo manchón de humo. Ya avanza por la vega] Ahora vemos un extraño carro de hierro con una chime­nea que arroja una espesa humareda, y detrás de él una hilera de cajones negros con ventanitas; por las ventanitas se divisan muchas caras de hombres y mujeres. Todas las mañanas surge en la lejanía este negro carro con sus negros cajones, despide penachos de humo, lanza agudos silbidos, corre vertiginosamente y se mete en uno de los arrabales de la ciudad.

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    -Resumen

    -Análisis morfológico: Otra vez se ha empañado el cristal de nuestro catalejo; nada se ve.

    -Análisis sintáctico: . De pronto aparece en el costado de las lomas una manchita negra: se mueve, adelanta rápidamente, va dejando en el cielo un largo manchón de humo.

    4________

    LAS NUBES

    Calisto y Melibea se casaron -como sabrá el lector, si ha leído La Celestina- a pocos días de ser descubiertas las rebozadas entrevistas que tenían en el jardín. Se ena­moró Calisto de la que después había de ser su mujer un día que entró en la huerta de Melibea persiguiendo un hal­cón. Hace de esto diez y ocho años. Veintitrés tenía en­tonces Calisto. Viven ahora marido y mujer en la casa so­lariega de Melibea; una hija les nació que lleva, como su abuela, el nombre de Alisa. Desde la ancha solana que está a la parte trasera de la casa se abarca toda la huerta en que Melibea y Calisto pasaban sus dulces coloquios de amor. La casa es ancha y rica; labrada escalera de piedra arranca de lo hondo del zaguán. Luego, arriba, hay salo­nes vastos, apartadas y silenciosas camarillas, corredores penumbrosos, con una puertecilla de cuarterones en el fondo, que -como en Las Meninas, de Velázquez- deja ver un pedazo de luminoso patio. Un tapiz de verdes ramas y piñas gualdas sobre fondo bermejo cubre el piso del salón principal: el salón, donde en cojines de seda, pues­tos en tierra, se sientan las damas. Acá y allá destacan si lloncitos de cadera, guarnecidos de cuero rojo, o sillas de tijera con embutidos mudéjares; un contador con cajone­ría de pintada y estofada talla, guarda papeles y joyas; en el centro de la estancia, sobre la mesa de nogal, con las patas y las chambranas talladas, con fiadores de for­jado hierro, reposa un lindo juego de ajedrez con embutidos de marfil, nácar y plata; en el alinde de un ancho espejo refléjanse las figuras aguileñas, sobre fondo de oro, de una tabla colgada en la pared frontera.

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    -Esquema.

    -Comentario léxico-asociativo.

    -Comentario estilístico.

    5________

    CERRERA CERRERA

    El hidalgo -antiguo alumno de la Universidad salmaticense- está solo en su casa. Hace dos años que no vive en ella más que él. Todas las tardes, en invierno y en verano, el caballero se encamina hacia el río. Hay allí un molino a la orilla del agua; junto a la puerta se extiende un poyo de piedra; en él se sienta el caballero. Dentro, la citola canta su eterna y monótona canción. No lejos de la aceña, allí a dos pasos, desemboca un viejo puente. Generaciones y generaciones han desfilado por este estre­cho paso, sobre las aguas: sobre las aguas que ahora -como hace mil años- corren mansamente hasta desa­parecer allá abajo entre un boscaje de álamos en un mean­dro suave. El hidalgo se sienta y permanece absorto largos ratos. Por el puente pasa la vida, pintoresca y varia: el carro de unos cómicos, la carreta cubierta de paramentos negros en que traen el cuerpo muerto de un señor, unos leñadores con sus borricos cargados de hornija, un hato de ganado merchaniego que viene al mercado, un ciego con su lazarillo, una romería que va al lejano santuario, un tropel de soldados. Y las anuas del río corren mansas, impasibles, en tanto que en el molino la taravilla canta su rítmica, inacabable canción.

    Un día, al regresar al anochecer el hidalgo a su casa, encontróse con una carta. Conoció la letra del sobre; du­rante un instante permaneció absorto, inmóvil. Aquella misma noche se ponía en camino. A la tarde siguiente lle­gaba a una ciudad lejana y se detenía, en una sórdida ca­llejuela, ante una mísera casita. En la puerta estaba un criado que guardaba la mula de un médico.

    -Comentario léxico asociativo en torno al paso del tiempo.

    ANALIZA SINTÁCTICAMENTE:

    -Escapó de la persecución galopando.

    -Sujetándose con una sola mano, evitó la caída.

    -Al oír aquello se puso a gritar como una loca.

    -Te conviene atender a tus hermanas.

    -Fe es creer lo que no se ve.

    -Andando el tiempo, el príncipe llegó a ser rey.

    -He hallado al gato comiéndose el pescado.

    -Sabiéndolo él, ya no podemos sorprenderlo.

    -¡Qué dulce es vivir tan cerca de usted, Gloria!

    -Complacida del silencio y la soledad, se dirigió hacia un escondido y ameno bosquecillo.

    -Le agradaba pasear por el pueblo hacia la mar, bajando casi siempre hacia la playa y al muelle, y deteniéndose infaliblemente a ver llegar las lanchas pescadoras.

    -Don Ángel era incapaz de aplicar un mal pensamiento a individuos conocidos, y cuando oía hablar de las picardías de alguien, no omitía decir cualquier palabra en su defensa.

    -Cerradas todas las persianas de la casa, ningún ruido venía de ella. Gloria se levantó, pues el ardiente vibrar de sus nervios la impulsaba a pensar andando.

    -A veces el caer de una hoja, las pisadas del jardinero, el ruido de las huecas regaderas de latón al ser puestas vacías en el suelo, el silbar lejano de un vapor zarpando en la ría impresionaban su oído.




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    Enviado por:Sonia
    Idioma: castellano
    País: España

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