Educación y Pedagogía


Aves sin nido; Clorinda Matto de Turner


AVES SIN NIDO

(ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN)

I.- ASPECTO EXTERNO:

a.- BIOGRAFÍA DEL AUTOR:

Clorinda Matto Usandivaras, o de Túrner, después de su matrimonio con el comerciante inglés José Túrner en 1871, nació en Cuzco el 2 de noviembre de 1854, estudió en el colegio de Educandos.

Desde su nacimiento, el 11 de noviembre de 1854, la vida de esta mujer se constituyó en una indetenible lucha contra un sistema social adverso que culminaría con su autodestierro

Es en su ciudad natal dónde también se casó con el Ingeniero Ingles José Túrner en l872.

Desde muy joven colabora con los periódicos Locales artículos costumbristas, al estilo de moda por aquel entonces de Ricardo Palma, compilando luego estos artículos en sus libros "Tradiciones Cuzqueñas”.

En Lima se destacó en su labor en los círculos literarios y por su dirección en el diario El Perú ilustrado, que fue una importante tribuna literaria.

En 1889 Publica su famosa novela “Aves sin Nido”, que valió ser desterrada por las autoridades políticas y excomulgar por las autoridades religiosas.

Sin embargo, esta novela le valió también el pleno reconocimiento de todo el pueblo del Perú y de los literatos.

b.- OBRAS:

Ø AVES SIN NIDO.

Ø Índole.

Ø Herencia.

Ø Bocetos al lápiz de americanos célebres.

Ø Tradiciones cuzqueñas.

Ø Leyendas y cortes.

c.- MOVIMIENTO LITERARIO:

Realismo.

d.- GÉNERO LITERARIO:

Narrativo.

e.- ESPECIE LITERARIA:

Novela.

f.- INTERPRETACIÓN DEL TÍTULO:

DENOTATIVO:

El ave que vuela y no tiene un nido fijo, no conoce donde vio la primera luz.

CONNOTATIVO:

La niña sin casa y sin padres, huérfana, sin destino feliz.

g.- ORGANIZACIÓN DEL CONTENIDO:

La estructura de la novela “Aves sin Nido” es la siguiente: La Primera Parte, con veintiséis capítulos cortos, la II Parte con Treinta y dos capítulos.

El contenido de la obra “Aves Sin Nido”, Consta de 317 páginas, Ediciones Cultura Peruana, Edición lima, 2001.

II.- ASPECTO INTERNO:

a.- RESUMEN:

Una mañana, cuando recién se levantaba el sol de su tenebroso lecho, se presentó en casa de Lucia, esposa de don Fernando Marín, una mujer de unos treinta años llamada Marcela. Era la mujer de Juan Yupanqui. Un indio labrador que se hallaba sumido en la desesperación, pues, aquel día vendría a su casa el cobrador, que era oí mismo que hacía el reparto. Marcela explicó detalladamente a Lucia cómo se abusaba impunemente del indio de aquella zona: los comerciantes potentados, gentes de las más acomodadas del lugar, daban un adelanto a los indios que criaban alpacas para luego de un tiempo cobrarles el adelanto en lana, poniéndole ellos mismos un precio ínfimo al quintal, con lo cual dejaban así pobre indio cu la miseria. El indio que no quería recibir los ignominiosos adelantos, era forzado a hacerlo, aun cuando muchos de ellos emigraban de sus chozas en las épocas de reparto, creyendo que así se libraban de recibir aquel dinero adelantado. El cobrador, que era el mismo que hacia el reparto. Allanaba la choza, cuya cerradura endeble no ofrecía la más mínima resistencia y dejaba sobre el batán el dinero, y se marchaba en seguida para volver al año siguiente con su séquito de diez o doce mestizos y cargar con toda la lana que encontraba. Si algún indio se atrevía a esconder la lana o a protestar, era sometido a torturas que lo convertían en un ser sumiso a los pocos minutos. Después de escuchara Marcela, la mujer de don Fernando le prometió que hablaría con el cura y con el gobernador quienes también eran partícipes de estos abusos aunque de manera más eufemística. Establecida desde un año atrás con su esposo, en Killac. Habitaba Lucia, la llamada "Casablanca", donde se había implantado una oficina para administrar la explotación de plata que hacía la compañía de la cual don Fernando Marín era gerente y accionista principal. Lucia se entrevistó con el cura Pascual a quien pidió condonara la deuda que Juan Yupanqui tenía con la iglesia, a raíz de la muerte de su madre, doña Natividad. Cuando ésta murió, el cura les embargó la cosecha de papasen pago por el entierro y los rezos y. no satisfecho con eso hacia trabajar en la iglesia desde hacía mucho tiempo a Marcela la cual ya ni tenía tiempo para atender a sus hijas. El cura y el gobernador concluyeron la entrevista coincidiendo en "que la costumbre es ley. y que nadie nos sacará de nuestras costumbres. Don Sebastián, el gobernador, no tuvo recato alguno en ocultar las represalias que habría de tomar contra aquel indio que se había atrevido aquejarse y más aún a buscar intercesor. Lucíase quedó pensando en aquel hombre que insultaba al sacerdocio católico y en aquel otro, el gobernador, fundido en el molde estrecho del avaro. Juan se mostró escéptico cuando Marcela le contó su conversación con doña Lucía: "Pobre (lo del desierto. Marluca dijo el indio moviendo la cabeza y tomando a la chiquilla Rosalía que iba a abrazar sus rodillas tu corazón, es como los frutos de la penca; se arranca uno. Brota otro sin necesidad de cultivo. ¡Yo soy más viejo que tú y yo he llorado sin esperanzas (...) Anda pues Marcela anda, porque hoy de todos modos vendrá el cobrador, yo lo he soñado, y no nos queda otro recurso contestó el indio en cuyo ánimo parecía haberse operado una transición notable, bajo el influjo de las palabras de su mujer y la superstición avivada por su sueño".

Cuando el cura y el gobernador salieron" de casa de la señora de Marín, se dirigieron a la oficina del gobernador. Durante el camino ambos coincidieron en la necesidad imperiosa de botarlos del pueblo por pretender defender a los indios y querer poner reglas, modificando costumbres que les permitían vivir plácidamente a costa del trabajo y las pertenencias de la indiada. Llegados a la Casa de Gobierno encontraron allí reunidos a varios vecinos notables quienes comentaban la intromisión de los esposos Marín, pues, la noticia ya se sabia en lodo el pueblo.

Allí, mientras discutían, fueron destapándose botellas de aguardiente que don Sebastián Pancorbo hizo traer, y que Estéfano Seniles, un muchacho de veintidós años que por su buena letra había entrado a formar parte de aquella mafia, se encargaba de vaciar en las copas. El cura, ya en estado de ebriedad, denunció ante los concurrentes las pretensiones de doña Lucía de abogar por unos indios "taimados, tramposos, que no quieren pagar lo que deben: y para esto ha empleado palabras que, francamente, como dice Don Sebastián, entendidas por los indios destruyen de hecho nuestras costumbres de reparto, mitas, pongos y demás...".

Todos vivaron al cura y al gobernador y aquella misma tarde se pactó en la sala de la autoridad civil, en presencia de la autoridad eclesiástica, el odio que iba a envolver a don Fernando y a su mujer. Marcela tenia una bella hija de catorce años y otra de cuatro; la primera se llamaba Margarita y la mas pequeña Rosalía, Cierto día Juan Yupanqui apareció en casa de los Marín para denunciar que su hija menor había sido llevada en prenda por la deuda que tenía. Temerosos de que como de costumbre la vendiesen a los mañosos y se la llevasen a Arequipa don Femando en compañía de Juan, fueron con la noticia del gobernador donde encontraron a la niña. Don Femando hubo de firmar un documento que garantizara el pago de la deuda porque de lo contrarío la muchacha seguiría consignada. Mientras tanto Marcela y Margarita fueron a casa del párroco llevando los cuarenta soles de plata que les había dado doña Lucía para que cancelen al cura Pascual la deuda contraída por el entierro de doña Natividad, la que había motivado los continuos embargos a la cosecha de papas que la familia Yupanqui lograba con tanto sacrificio. El lujurioso y abominable cura puso sus ojos en Margarita a quien desde ya quiso disponer al servicio de la iglesia. Extrañado del dinero que Marcela ponía ante sus ojos, el cura interrogó a la mujer de dónde provenían aquellas monedas: Marcela, que había prometido a la esposa de don Fernando no dar a conocer su nombre, hubo de hacerlo al fin ante las constantes insinuaciones que le lanzaba el cura sobre el hecho de que algún amante bondadoso se lo había entregado a cambio de sus favores. Doña Lucía se enfadó mucho al enterarse del atrevimiento del cura Pascual, pero el hecho de que sería la madrina de la bella Margarita la puso de buen humor.

Don Pascual quedó preocupado por la intervención de doña Lucía, así que de inmediato convocó a una reunión con sus demás compinches. Después de beber algunas botellas de licor con escorzonera y anís, los facinerosos llegaron a la conclusión que lo único que quedaba por hacer era darle muerte a aquella pareja de entrometidos. Todo se planificó maquiavélicamente: el campanero estaría listo para tocar a rebato, como señal de que la iglesia estaba siendo asaltada; inmediatamente se correría la voz entre la gente que los delincuentes estaban refugiados en casa de los Marín y. con ese pretexto, algunos sicarios confundidos entre la masa enardecida, darían muerte a los esposos. Minutos antes del cobarde ataque, los Marín habían ido a visitar a Petronila Hinojosa serrana de la provincia con un corazón bondadoso, esposa del gobernador Sebastián Pancorbo. Allí conocieron a Manuel, hijo de doña Petronila quien después de ocho años de ausencia había vuelto a Killac convertido en todo un hombre y cursando el segundo año de derecho.

El plan de dar muerte a los Marín falló, pero la casa que habitaban quedó semi destruida a causa de la lluvia de balas y piedras que, la turba enardecida lanzó contra Clara. Juan Yupanqui que junto con su mujer había acudido a defender la casa de quienes consideraban sus protectores, recibió una bala en el pulmón que lo dejó tendido frente a la casa de los Marín; su mujer, herida, fue conducida a casa de Lucia. Manuel se ofreció a realizar las investigaciones pertinentes al atentado y grande fue su sorpresa cuando estas lo condujeron a tres personajes muy conocidos en Killac: don Sebastián, el cura Pascual y Estéfano Benítez. Manuel habló con su madre y la puso al tanto de la situación; ésta le aconsejó que hablara con don Sebastián. El muchacho se sentía un poco corto de hablar con el gobernador sobre un tema tan delicado, pues, don Sebastián no era en realidad su padre.

Con entereza Manuel trató el tema y propuso a don Sebastián que renunciara a su cargo para así poder buscar una solución que lo pusiera a salvo antes que la justicia reclamara a los delincuentes: "-Pero tendría usted que hacerlo antes que lo destituyan, y yo se lo pido, se lo aconsejo; usted ha sido Nevado por la corriente, el principal autores el cura, yo me entenderé con él y usted firma su renuncia, don Sebastián. Desde niño le he dado el nombre de padre, todos me creen su hijo, y usted no puede dudar de mi interés, ni despreciar mis consejos: todo lo hago por amor a mi madre, por gratitud a usted, dijo Manuel agotando su arsenal persuasivo y secando su frente, por donde corría el sudor de la discusión en que tuvo que mencionar nuevamente su paternidad desconocida para la sociedad".

Don Sebastián, conmovido ante tales palabras, accedió de buena gana. Con don Pascual el muchacho no tuvo la misma suerte, pues éste se mostró lo más pedante y grosero. Marcela después de agonizar durante dos días, muere dejando a sus hijas al cuidado de los Marín: antes de morir dijo algo al oído de Lucia quien sólo atinó a lanzar una promesa. Ante el cadáver de la pobre india, el cura Pascua! da muestras de sincero arrepentimiento. Todos quienes lo vieron caer de hinojos frente al cuerpo que vacía inerte pensaron que se había vuelto loco; a los pocos días una fiebre tifoidea lo postró en cama. El Juez de Paz, don Hilarión Verdejo, hombre ya entrado en años, viudo de tres mujeres, era el encargado del juicio que seguía don Fernando Marín contra sus atacantes. Estéfano Benítez, que hacia de escribano en el caso, tenía ya un plan preconcebido para librarse de cualquier implicancia que pudiera hacerse contra él. Una de sus primeras maquinaciones consistió en instruir a Verdejo para que decretara el embargo del ganado del campanero de Kíllac, Isidro Champi, hasta ahora único comprometido en el atentado. Isidro ignoraba, en el momento del atentado, el por qué tenía que locar a rebato; él sólo se limitó a obedecer la orden que le dieron. La situación de Manuel era de lo más complicada, pues el nombre de don Sebastián estaba unido a un juicio en que don Fernando Marín estaba en el banquillo de los acusadores y por otro lado, él se había enamorado de Margarita, y ésta estaba bajo la protección del señor Marín. Dejando de lado "el que dirán de la gente", el muchacho visitó a los Marín justificando su notoria ausencia debido a los asuntos judiciales que se habían suscitado. El cura Pascual salvó milagrosamente del ataque de tifoidea que lo tuvo siete días postrado en el lecho y que lo obligó a dejar por algunos días el uso de! licor y la "amistad" de las mujeres, que como doña Melitona, le ayudaban a combatir el frío bajo las sábanas. Como huyendo del teatro del crimen, don Pascual se dirigió al convento de una ciudad vecina, donde morirá a las pocas horas de llegar. En tanto a Killac llega la nueva autoridad nombrada por el Supremo Gobierno para regir la provincia: un hombre de cincuentaiocho años llamado Bruno de Paredes. Antiguo camarada de don Sebastián, logra convencer a éste para que retire su renuncia y prosiga como gobernador.

Embriagados de licor y ambición, ambos malandrines se reúnen con Benítez y planifican la mejor manera de sacarle provecho al cargo. Manuel y don Fernando se entrevistan y discuten la situación en que se encuentra Kíllac teniendo como autoridad máxima a un sinvergüenza de gran trayectoria como Paredes. De regreso a su casa Manuel se topa con un espectáculo nauseabundo: Don Sebastián, totalmente embriagado, insultaba a doña Petronila a quien trataba de agredir; la oportuna intervención» del muchacho evitó el agravio. Una de las primeras disposiciones de Paredes fue encarcelar a Isidro Champi, orden que Benítez en persona, se apresuró a llevar a cabo. Después de meditarlo mucho, don Fernando decide marcharse a Lima llevándose a su mujer y a las hijas de Marcela con él. Su mujer espera un hijo y considera que Kíllac no es el sitio más adecuado para el nacimiento del niño. Manuel, herido por las escenas humillantes que habían ocurrido en su casa, planea llevar consigo a doña Petronila a Lima para ya no regresar.

Piensa continuar sus estudios de derecho y no quiere arriesgarse a dejar a su madre en manos de don Sebastián. Teodora, la hija de Gaspar Sierra, un humilde campesino que se había visto obligado a dar hospedaje al coronel Bruno de Paredes, es pretendida por el lujurioso funcionario; de allí que la muchacha tiene que huir refugiándose en casa de doña Petronila, provocando la ira del viejo coronel. Mientras tanto, el ganado de Isidro Champi es embargado por Benítez y su compinche Escobedo. Ante tanto abuso, don Fernando y Manuel intervienen en favor del pobre recluso: antes de partir, los Marín darán un banquete de despedida. "Creo que éstos le han encarcelado sólo para que aparezca un culpable y sincerarse ellos. Una vez que nos vayamos desaparece todo motivo para continuar ese juicio, y la libertad de Isidro será cosa resuelta", le dice don Fernando a Manuel quien se muestra de acuerdo. Tal como Fernando Marín lo había planeado, los concurrentes, nobles del lugar casi todos, aceptan de buena gana liberar al pobre indio. Cuando entre despedidas todos los presentes abandonaban la casa, ésta fue rodeada rápidamente por una partida de hombres armados, al mando de un teniente de caballería llamado José López quien ordenó el encarcelamiento de don Sebastián. Benítez, Escobedo e Hilarión Verdejo. Los detenidos pensaron que aquella invitación era tan solo una trampa para capturarlos a todos juntos. Don Fernando sabía para sí que aquello no era cierto y mientras aquel grupo iba camino a la cárcel, él y los suyos lo hacían rumbo a Lima.

Ninguno de los que viajaban en el ferrocarril rumbo a la capital imaginó que a cuatro horas de camino, un hato de vacas sería la causa de que la máquina se descarrilara y fuera a encallar en las arenas húmedas de la ribera de un río: para dicha de todos no hubo víctimas y los escasos heridos fueron trasladados con los otros al pueblo más cercano. Mientras tanto en Killac, Manuel había logrado que don Sebastián saliera bajo fianza y que Isidro Champi recuperara su libertad. Como una de las condiciones de la libertad del ex gobernador era que no abandonara el pueblo, doña Petronila decidió quedarse para acompañar al hombre que había sido su compañero desde hacía veinte años. Manuel arregló todos sus asuntos pendientes y salió al encuentro de los Marín y de su amada.

Los encontró hospedados en el Hotel Imperial", donde después de informar a don Fernando lo sucedido en Kíllac, el muchacho pidió la mano de la bella Margarita. Manuel le contó a don Fernando que él no era hijo de don Sebastián uno de los causantes de la muerte de Juan Yupanqui, por lo cual no había un impedimento moral que impidiera su noviazgo. La felicidad de aquella declaración se desvaneció en un instante cuando Manuel dijo que su padre había sido el obispo don Pedro Miranda y Claro, antiguo cura de Kíllac. Don Fernando, armándose de valor, hubo de confesar a ambos muchachos, el secreto que Marcela al morir había dado a doña Lucía: Margarita no era hija de Juan Yupanqui sino del obispo Miranda y Claro, por lo tanto los jóvenes enamorados resultaban siendo hermanos.

Así culmina la novela que Clorinda Matto dedicara a don Manuel Gonzáles Prada y cuya continuación pareciera existir en su última novela "La Herencia", novela cuya acción es protagonizada por los principales personajes de ésta; pero realmente destinada a integrar el cuadro social del país, en cuanto sugiere el contraste o la complementación entre las costumbres del campo y la ciudad, entre las intrigas de la aldea andina y las ambiciones de la urbe costeña.

b.- TEMA:

El tema central de la obra es el amor imposible entre Manuel y Margarita, que son hermanos.

c.- SUB. TEMAS:

Ø El abuso sexual.

Ø El amor.

Ø La inocencia.

Ø La ambición.

Ø La bondad de Lucia y Fernando.

Ø El viaje.

Ø Etc.

d.- PERSONAJES:

PERSONAJES PRINCIPALES:

Ø Margarita.

Ø Manuel.

PERSONAJES SECUNDARIOS:

Ø Fernando Marín

Ø Lucia Marín.

Ø Sebastián Pancorbo.

Ø Doña Petronila.

Ø Estéfano Benítez.

Ø Escobedo.

Ø Cura Pascual.

Ø Isidro Champí.

Ø Juan Yupanqui.

Ø Rosalía.

Ø Marcela.

Ø Bruno Paredes.

PERSONAJES REFERENCIALES:

Ø Don Pedro de Miranda.

Ø Melitona.

Ø Teodora.

Ø Gaspar.

Ø Anselmo.

Ø Martina.

Ø Bernarda.

Ø Gabino.

Ø Doña Rufa.

Ø Frailes.

Ø Pongos.

e.- ESPACIO:

MACROCOSMO

Cuzco-Perú.

MICROCOSMO

Killac.

f.- TIEMPO:

TIEMPO CRONOLÓGICO:

Las acciones de la novela duran más o menos unos 8 meses.

TIEMPO PSICOLÓGICO:

Se recuerda los abusos del Obispo Pedro de Miranda y claro, unos 20 años atrás.

TIEMPO HISTÓRICO:

Es el tiempo del amplio abuso frente al indio que no tenía defensor en el gobierno, segunda mitad del Siglo XIX.

g.- FUNCIONAMIENTO:

PRESENTACIÓN:

Clorinda Matto de Túrner, en su obra “Aves sin nido” denuncia con energía la situación infrahumana del indio en la sociedad peruana y así como también denuncia sin miedo los abusos que cometen las autoridades con la participación de la misma iglesia.

NUDO:

La ayuda a las víctimas del cura, por parte de la familia Marín.

La reacción de las autoridades. La muerte de Juan Yupanqui y su esposa.

DESCENLACE:

Margarita al enterarse del secreto de su madre que no era hija de Juan Yupanqui si no del obispo Miranda.

III.- COMENTARIOS:

a.- MENSAJE:

El abuso de las autoridades para con los indios y la orgía del clero.

b.- CONCLUSIÓN:

Esta obra a nuestro parecer es interesante y comprensible. Por queda a conocer nuestra realidad.




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Enviado por:John E Mamani Machaca
Idioma: castellano
País: Perú

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