Historia


Anarquismo en Argentina


Trabajo Práctico

“El Anarquismo”

Curso: 2do Año Polimodal

Materia: Historia

Fecha: 14 Agosto 2008

___________2008___________

Introducción.

El objeto de estudio de este trabajo es el estudio del Anarquismo en la Argentina. Como se desarrollo, consecuencias que tuvo. Cuales eran sus reclamos. Que importancia tuvo en la política argentina esta ideología.

¿Qué es el anarquismo?

Es la doctrina que sostiene que toda autoridad política es innecesaria y nociva, aunque otros tipos de autoridad (jurídica, religiosa) son también perjudiciales. El anarquismo sostiene que mediante la abolición de la autoridad se puede crear una autoridad justa, basada en la bondad innata del hombre y su voluntad de cooperar pacíficamente con el resto de la sociedad. Es la doctrina política que se opone a cualquier jerarquía, tanto si se ha consolidado por la tradición o el consenso como si se ha puesto de forma coactiva.

El anarquismo se consolidó definitivamente como doctrina política en el siglo XIX con Proudhon y Mx Stirner. Sus ideas políticos - sociales fueron sistematizadas por bakunin , Kropotkin y Malatesta hasta convertir al anarquismo en la ideología de sectores muy importantes del proletariado.

Orígenes del anarquismo.

El término «anarquía» y sus derivados, originarios de la voz griega anarchos («sin mando»), fueron usados por primera vez en sentido político durante la Revolución Francesa. En la década de 1840, Proudhon reivindicó positivamente tales términos aplicándolos a sus teorías. Posteriormente, Bakunin, Kropotkin y Malatesta abundaron en las ideas expuestas por aquél y las forjaron en una práctica revolucionaria. (imagen: Proudhon)

De este modo, en la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló una corriente ideológica autónoma denominada «anarquismo», de gran aceptación entre las masas populares, que compitió con el marxismo en capitalizar el movimiento obrero. No obstante, su proyección histórica fue menor que la del socialismo científico, tanto por sus propias limitaciones teóricas cuanto por la mayor represión de que fue objeto.

El anarquismo no es una doctrina rígida y monolítica, sino que posee múltiples variantes, inherentes a su propia naturaleza, que insiste en el adogmatismo, la libertad de elección y la primacía del criterio individual. En conjunto, constituye un sistema de pensamiento que pretende transformar la estructura de la sociedad sustituyendo el estado por fórmulas de cooperación no gubernamentales entre individuos enteramente libres.

1) La autonomía individual. El análisis de la naturaleza humana parte de un hecho incontrastable: su libertad absoluta. Los anarquistas propugnan el antiautoritarismo y desdeñan los poderes autolimitados, como la democracia parlamentaria, pues implica la delegación de la soberanía individual y la renuncia a la toma de decisiones personales. Desconfían de los partidos políticos en cuanto reproducen las relaciones de poder en su organización interna.

2) La revolución anarquista. Se busca la libertad total con un sentido solidario: no habrá libertad individual sin libertad comunitaria. Los anarquistas se consideran apolíticos y antipolíticos, rechazan la acción política y la propia conquista del estado. Sus medios de lucha son esencialmente sociales y económicos. La revolución social dependerá de la actuación libremente adoptada por cada individuo soberano: se afirma un voluntarismo revolucionario, contrario a las tesis marxistas.

3) La nueva sociedad. «Destruyo y edifico» es el lema de Proudhon. Simboliza las dos vertientes de la teoría anarquista. Por un lado, la necesidad de abolir el estado, las naciones y sus relaciones de propiedad mediante la violencia. Por otro, la creación del verdadero orden social asentado en principios morales defensores de la libertad e igualdad de todos los in dividuos: la instauración del socialismo libertario.

El individualismo de concepto e interpretación propio del anarquismo no excluye tendencias al pensamiento de grupo, forjadas a partir de circunstancias comunes y afinidades personales. La impronta marcada por autores sobresalientes se traduce en el reconocimiento de sus aportaciones por parte del movimiento anarquista.

De este modo, surgieron diversas corrientes o escuelas englobadas bajo el título genérico de «anarquistas». Sus diferencias estriban, en gran medida, en actitudes y conceptos variados o contrapuestos acerca de los métodos revolucionarios (el recurso a la violencia) y la Organización económica de la nueva sociedad.

1) Individualistas y nihilistas. Max Stirner (1 806-1 856) plasmó en El único y su propiedad una visión individualista del hombre, despojado de cualquier referencia social. Exalta como único valor el «yo», preconizando una «unión de egoístas» y el enriquecimiento personal sin ninguna solidaridad. Esta interpretación derivó en el nihilismo, que rechaza cualquier principio moral o ley natural.

2) Mutualistas. Seguidores de Proudhon, creyeron en la resolución del problema social sin violencia. El cambio llegaría de la proliferación de sociedades de apoyo mutuo que aseguraran la justicia a través del intercambio recíproco de bienes, servicios y valores morales.

3) Anarco-colectivistas. También llamados bakuninistas, en honor del ruso Mijail Bakunin (1814-1876) (imagen) , impulsor del movimiento anarquista en Europa. Bakunin heredó de Proudhon el federalismo y la importancia concedida a las asociaciones de obreros. En cambio, entendía que la violencia era consustancial a la revolución. Cataloga al campesinado no propietario como el principal motor revolucionario y defiende la colectivización de los medios de producción a cargo de instituciones (comunas) de voluntaria integración, pero manteniendo el salario como forma de distribución de la producción.

4) Anarco-comunistas. El príncipe ruso Piotr Kropotkin (1842-1 921) revitalizó el anarquismo sobre fundamentos científicos y con un componente ético más acusado. En contra de los anarco-colectivistas, negó la validez del salario como forma de retribución en la sociedad futura. El principio «de cada uno según sus recursos, a cada uno según sus necesidades» recoge el espíritu de esta escuela, cuyo proyecto se denomina «comunismo libertario».

5) Anarco-sindicalistas. Esta doctrina predica la fusión del anarquismo con el sindicalismo. El sindicato se convierte en el centro de la actividad obrera y los medios de lucha y concienciación se amplían. Incluían una nueva táctica, la huelga general, con la que se pretendía el colapso del sistema capitalista , y en última instancia, la revolución.

Los anarquistas.

Los anarquistas creen que el mayor logro de la humanidad es la libertad del individuo para poder expresarse y actuar sin que se lo impida ninguna forma de poder, sea terrena o sobrenatural, por lo que es básico abatir todo tipo de

gobierno, luchar contra toda religión o secta organizada, en cuanto que éstas representan el desprecio de la autonomía de los hombres y la esclavitud económica. Combatir al Estado se considera un objetivo revolucionario a corto plazo. La doctrina anarquista impone para su acción una sola limitación: la prohibición de causar perjuicio a otros seres humanos, y en el caso de que cualquier humano intente hacer daño a otros, todos los individuos bienintencionados tienen derecho a organizarse contra él.

El anarquismo en la Argentina.

Entre 1820 y 1852 transcurrieron los años centrales de la Argentina criolla, caracterizados por un profundo enfrentamiento de los sectores políticos que desencadenaron las luchas civiles por la organización de la República.

Al desaparecer el objetivo común de la independencia, las divisiones internas se profundizaron. La intolerancia, la militarización y la violencia se instalaron en la sociedad. El principio de autoridad se debilitó. La anarquía se hizo presente.

El anarquismo estaba pasando en Europa por una etapa particularmente violenta, y sus cultores difundieron en el Río de la Plata esas mismas estrategias. Había diversas tendencias, desde las más extremas, que creían en las bombas como argumento último contra la sociedad burguesa, hasta las que favorecían formas menos agresivas.

El Diario La Anarquía recomendaba a los trabajadores no confiar en las simples huelgas por mejores salarios, sino que decían que antes las leyes de excepción y los fusiles de repetición no le queda otro remedio que recurrir a la dinamita. Toda esta corriente estaba en contra de la acción de los sindicatos, porque consideraba que terminaban por integrarse al orden al que querían combatir.

Otros grupos anarquistas, en cambio, sin dejar de lado sus ideas, aceptaban actuar en la organización sindical, y asumir las responsabilidades de representar los intereses concretos de trabajadores cuyas convicciones ideológicas eran muy tenues, o que no tenias nada que ver con las utopías anárquicas.

El periódico La Verdad decía que era enemigo de la propaganda dinamitera y gruesa, que si bien puede ser buena para exaltar, en cambio, no convence a nadie, y lo que deben buscar es convencidos y no exaltados.

Los conflictos entre las diversas líneas de acción se evidenciaban sobre todo en momentos de huelgas, en los que había que ponderar las estrategias alternativas, sin dejarse llevar por la emotividad hacia una confrontación que podía ser suicida.

El periódico anarquista El Rebelde reconocía que, desgraciadamente la masa aún debía ser manejada, porque se bamboleaba en la incertidumbre.

Decadencia de la ¨ gente decente ¨ y organización bipolar.

La clase decente, constituida por los sectores socialmente dominantes de las ciudades (burguesía comercial, funcionarios, profesionales) sufrió un proceso de empobrecimiento y declinación como consecuencia de la guerra.

La fortunas urbanas desaparecieron; el comercio exterior, principal fuente de recursos, pasó a manos de los ingleses.

Los empleos de la administración, el ejercito y la iglesia perdieron importancia y seguridad; los sueldos, además de reducirse, dejaron de percibirse con regularidad.

La iglesia empobrecida debió afrontar planes de reformas que redujeron aún más su patrimonio. La ordenes religiosas fueron las más perjudicadas, al disminuir sus bienes y el número de sus integrantes.

Este deterioro arrastró a los sectores medios de las ciudades vinculados a ella. La organización de la sociedad quedó reducida a los dueños de la tierra y las clases bajas rurales y urbanas.

La decadencia de la vida en las ciudades se manifestó en la declinación de las actividades esencialmente urbanas: el comercio, la educación, la administración pública, las artesanías.

Preponderancia de los hacendados.

Los grupos urbanos que reorientaron sus actividades hacia la ganadería lograron su recuperación económica al restablecerse el orden de la sociedad. Los hacendados alcanzaron los principales lugares en la escala social; en ellos recayó el orden político: la mayoría de los gobernadores pertenecía a los sectores ganaderos o contaba con su apoyo.

La inseguridad existente en la campaña los impulsó a equipar milicias para defender sus propiedades los ataques de indios o de los robos de ganados; así sumaron la fuerza militar al poder económico y político. Su autoridad se extendió a los otros sectores de la sociedad rural (peones y gauchos) sobre los que mantuvieron una autoridad paternalista.

El caudillismo.

Desaparecido el orden institucional establecido por el gobierno central (directorio) , el poder recayó en las autoridades del orden local: los caudillos (hombres dotados de condiciones para la conducción, que supieron atraer el apoyo incondicional de las clases populares)

Considerados hombres providenciales, ejercieron una autoridad autocrítica y paternalista. No aceptaban límites a su poder; aspiraban a obtener el bien de la comunidad. Casi todos ellos pertenecían a las clases altas de la sociedad. Formados en el ejercito o la milicias, o poseedores de grandes propiedades y dueños de considerable prestigio en las zonas rurales, eran verdaderos lideres en su provincia.

Muchos de ellos no sólo ejercieron influencia regional sino que se transformaron en figuras de gravitación nacional.

Su autoridad fue reconocida por los distintos sectores de la sociedad. Las clases altas encontraban en ellos a los sostenedores del orden; las clases populares, en especial los gauchos y peones, los consideraban defensores de sus intereses inmediatos y sus formas de vida.

Militarización y violencia.

La militarización se expandió a toda la sociedad a través de las luchas civiles.

En cada región surgieron milicias irregulares de caballería, llamadas montoneras, integradas por los habitantes armados por su propia cuenta. Cercanas a los poderes locales, entraron en la lucha convocadas por sus jefes, los caudillos. Con la prolongación de las luchas, comenzó a sentirse el peso de su mantenimiento; cuando éste no era posible, sus jefes toleraban el saqueo a las ciudades o las zonas rurales.

La violencia se extendió considerablemente; el enfrentamiento de los partidos buscó la eliminación total del enemigo. Se generalizaron los fusilamientos de los vencidos después de las batallas. A la anarquía le siguió un orden basado en la fuerza y el miedo.

El anarquismo en argentina a principios del siglo XX.

El movimiento anarquista argentino, nacido en la segunda mitad del siglo XIX, fue creciendo incesantemente durante varias décadas. La formación de “Círculos culturales”, “Bibliotecas”, “Compañías Filodramáticas”, “Escuelas” y la Federación Obrera lo convierten en la expresión de amplios sectores obreros y populares. No podemos dejar de recordar la estadía de Enrico Malatesta en la década de 1880 o la de Pietro Gori, en 1900, con sus conferencias en todo el país y su seminario en la Facultad de Derecho: ambos le imprimieron vitalidad y coherencia al movimiento local. Pero es en abril de 1902 cuando comenzaron a verse los destellos más fuertes del anarquismo. En esa fecha se retiraron los delegados socialistas de la FOA y se sentaron las bases para la creación de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), convirtiéndose rápidamente en el sector más poderoso del movimiento obrero. El 7 noviembre de 1903 vio la luz “La Protesta”, el mayor diario anarquista argentino y uno de los más importantes del mundo. Mientras tanto, en 1905, la FORA ha realizado su V Congreso donde estableció como principio el “Comunismo Anárquico”, y no solo el sector obrero se reafirma sino que se realizan diversas experiencias en ámbitos culturales, como la creación de las escuelas “Racionalistas” impulsadas por Julio Barcos. En 1910, “La Protesta” está llegando a su punto culminante, convirtiéndose en el único diario anarquista en el mundo que edita a la vez un vespertino: “La Batalla”.

Para algunos historiadores, la aplicación de la Ley Saenz Peña en 1916, que estableció el voto universal, junto a modificaciones en la estructura social y económica, marcan el fin de la influencia política del anarquismo. En 1915 se había producido la fractura de la FORA junto al crecimiento de un sector sindicalista, que aumento aún más en la década siguiente. En ese momento nacía el partido comunista y el socialismo manejaba en forma voraz las dádivas del estado. La década de 1920 estuvo marcada por divisiones internas, con fuertes enfrentamientos dentro del anarquismo, y paralelamente aparecían figuras expropiadoras emblemáticas como Severino DiGiovani. Si bien es cierta la declinación del movimiento anarquista y las causas que afirman algunos historiadores, sin menospreciar las continuas y atroces persecuciones y represiones, nos atrevemos a decir que el anarquismo no había desaparecido, ni mucho menos. Y mostrará toda su vitalidad durante las dos décadas venideras, cuando comienza la segunda etapa libertaria, momento de creación de la Federación Libertaria Argentina.

Organizaciones y conflictos obreros.

Las últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX constituyeron la época de oro de las prédicas anarquistas. Existían en la Argentina gran cantidad de asociaciones obreras, entre ellas, las anarcosindicalistas que reconocían a la huelga general como el método más eficaz para el logro de las conquistas del proletariado.

Entre 1857 y 1883 surgieron, sobre todo en la capital, entidades gremiales con carácter básicamente mutuales pero, poco a poco fueron naciendo los sindicatos con fines de lucha y, junto a ellos, el intento de formar la primer central obrera del país, que se concretó en 1891 con la fundación de la Federación Obrera de la Región Argentina (F.T.R.A).

A partir de 1909, hubo varios acercamientos entre la FORA y la C.O.R.A en pos de una unificación pero, al no prosperar, esta última que no llegó a tener el predicamento de la FORA, se disolvió hacia agosto de 1913 y sus sindicatos y afiliados se incorporaron en masa a los forritas.

En abril de 1915 se produjo una nueva división del movimiento obrero al realizarse el IX Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina y quedar establecida la tendencia de los partidarios de un sindicalismo neutral. Los anarquistas que buscaban implantar el comunismo anárquico, según lo aceptado por la F.O.R.A. durante el V Congreso de 1905, se alejaron y formaron su propia organización quedando, de esa manera, fragmentada la Federación en la F.O.R.A del V y la del IX Congreso.

No obstante, era la época floreciente del anarquismo. A tal punto que muchos -como los forritas del V Congreso- consideraron que la Semana Trágica de 1919 constituyó un momento de inflexión en las luchas obreras y podría haberse convertido en el inicio de la Revolución Social. Pero los efectos fueron muy distintos: aquellos acontecimientos no hicieron más que ahondar las diferencias entre los adherentes a la F.O.R.A del Noveno, que habían tenido una actitud conciliatoria con el gobierno de Irigoyen y los militantes de la F.O.R.A. del Quinto, que querían profundizar el conflicto.

En el escenario de un país enfervorizado por los reclamos sociales durante 1920 y 1921 estalló otro movimiento de tendencia anarcosindicalista. Los obreros de las estancias de la provincia de Santa Cruz iniciaron una serie de huelgas reivindicativas, conocidas como los Sucesos de la Patagonia, que terminaron en una violenta represión por parte del gobierno y el ejército argentinos y con un saldo de 1500 trabajadores muertos.

Una década después, hacia 1930 la F.O.R.A., todavía fuerte, compartía la organización del movimiento obrero con la Confederación Obrera Argentina (C.O.A.) y la Unión Sindical Argentina (U.S.A.). Estas dos últimas entidades se fusionaron y dieron origen a la Confederación General del Trabajo (C.G.T.). La nueva central fue bien recibida por la administración que había derrocado a Irigoyen y, gozando el gobierno provisional de Uriburu de la inocuidad de un «sindicalismo neutro", emprendió la persecución sistemática de la F.O.R.A.

El hostigamiento constante por parte de los regímenes de turno así como un malogrado traspaso generacional fueron minando las fuerzas anarquistas.

Por otro lado, los cambios técnicos y la transformación social, económica y productiva de la Argentina también redundaron en la pérdida de peso de gremios de corte artesanal en los cuales el anarquismo había sido tradicionalmente fuerte - como panaderos, careros, chauffeurs, zapateros, tapiceros, etc.- que fueron desplazados por sindicatos vinculados con la expansión industrial -como textiles, metalúrgicos, construcción y frigoríficos- donde supieron insertarse mejor los partidos políticos.

Sumado a estos factores, el proceso de debilitamiento del movimiento anarcosindical se intensificó aún más con el advenimiento del peronismo y la expansión de una nueva clase trabajadora. Los nuevos proletarios no eran ya los obreros calificados fogueados en las luchas europeas, sino trabajadores rurales sin especialización que llegaban al mejoramiento de sus condiciones de vida de la mano del Estado paternalista y benefactor.

Las nuevas formas del anarquismo.

Si bien el anarquismo declinó en relación con el sindicalismo obrero, sus militantes supieron darse otras formas de organización y hoy el movimiento libertario cuenta con un abanico de tendencias.

La Federación Anarco Comunista Argentina (F.A.C.A.), fundada en octubre de 1935 y en 1954 devenida en la actual Federación Libertaria Argentina (F.L.A.) se planteó entre sus preocupaciones la incidencia en frentes como los movimientos populares, el cooperativismo, la educación y los movimientos estudiantiles y buscó conformarse en la propulsora del socialismo libertario a través de sus estructuras orgánicas .

Bibliotecas como la José Ingenieros, la Biblioteca y Archivo de Estudios Libertarios (B.A.E.L) de la FLA y la Alberto Ghiraldo de Rosario, entre otras muchas de Mar del Plata, La Plata y San Pedro, así como el viejo local de la F.O.R.A. de Coronel Salvadores, buscan resguardar la memoria de una identidad que no es mera evocación del pasado sino acto militante que quiere seguir difundiendo los ideales. Periódicos como La Protesta, El Libertario, En la Calle, Libertad y otros sostienen casi empecinadamente una salida hecha a fuerza de empeño y pasión. Y existe un nutrido grupo de jóvenes que componen diferentes organizaciones y desarrollan tareas a nivel estudiantil y barrial.

Por otra parte, el anarquismo ha sido objeto de diversas formas de manipulación. Muchos lo toman como una corriente romántica del pasado o es vaciado de contenido por el "merchandising" y convertido en motivo de un exhibicionismo fetichista: impreso en camisetas bajo lemas radicales o con su símbolo distintivo de la A de anarquía dentro de la O de organización.

La respuesta a por qué el anarquismo está dando origen a nuevas tendencias puede hallarse en este mundo actual, posmoderno para algunos, poscapitalistas para otros, globalizado, informatizado, al borde de la debacle ecológica y con una dinámica opresora de minorías étnicas, sexuales, políticas o de mayorías sociales marginadas. A las corrientes arriba mencionadas se les han sumado otras, surgidas en los umbrales de este nuevo siglo, que piensan y actúan en torno a los problemas ecológicos, de la mujer, de las tecnologías destructivas, de los nuevos modos de manipulación electrónica y de las nuevas formas del capitalismo.

Situación actual.

En el pasado, el anarquismo fue un movimiento fuerte; adhirieron a él cientos de miles en todo el mundo. Pero no prosperó no porque sus principios no sirvieran sino porque, en todo caso, fueron más atractivas para la humanidad las propuestas de la lógica técnico instrumental y la opción por el capitalismo.

Los anarquistas confiaron en la razón frente a la superstición y en la ciencia frente a la religión. Y remarcaron que el orden social es algo que se construye y que, sociedades más equitativas no son producto del devenir natural, sino del esfuerzo y la voluntad de los hombres; el resultado de una praxis de interacción dialéctica entre las ideas y la acción, los hechos y los proyectos, las prácticas sociales establecidas y la voluntad social de modificarlas.

Consideraron y consideran al Estado como el enemigo del hombre, de su libertad y de todo intento por construir sociedades más equitativas. Es, según los anarquistas, el responsable de las diferencias sociales, el guardián de los intereses de los explotadores y sus instituciones tentáculos tendidos sobre la sociedad ejerciendo el control y la coacción, reprimiendo a los que se revelan, enajenando las riquezas que producen los oprimidos y alienando conciencias por medio de la propaganda, la educación y los medios de comunicación.

En la actualidad el desarrollo tecnocientífico ha generado relaciones nuevas en la dinámica de la explotación. Y el proletariado, sujeto llamado a ser el agente de cambio revolucionario, ha mutado en la figura de una nueva clase de empleados de servicio, cuyos intereses sectoriales se garantizan en la reproducción del sistema. Asimismo, los Estados nacionales han perdido su antigua fisonomía y su poder se va diluyendo frente al creciente de las corporaciones.

Pero la mayoría de los principios libertarios no han perdido vigencia y algunos incluso tienen más actualidad que nunca porque el anarquismo no es una simple propuesta política desbaratada por el devenir histórico sino, por el contrario, una forma de estar en el mundo. Una guía para reconocer las relaciones humanas en un sentido horizontal y de resistencia a toda modalidad instrumental de dominio. La voz que se levanta contra la justicia de los opresores.

Entonces, se puede decir, que no hay hombres anarquistas. En todo caso, hay principios, ética, conductas, formas de lucha y propuestas organizativas anarquistas. Y los hombres, seres atravesados por un sistema duro y opresivo, transitan con mayor o menor coherencia esas propuestas.

Los hombres de quienes se ocupa este libro, hombres de carne y hueso con sus virtudes y defectos, forman parte de la más noble historia del anarquismo argentino. Hombres con contradicciones, hombres que se han equivocado, por lo tanto, hombres reales al fin que encarnan la memoria viva de una identidad que resiste valientemente. Hombres que guardan para sí y para el resto de la Humanidad la confianza en que un mundo mejor es posible para todos. Y que vale la pena luchar por ello.

Conclusión

El anarquismo apareció en 1870 con la presencia de los españoles e italianos.

Tuvo las siguientes características:

  • tendencia a la acción colectiva a través de organizaciones obreras.

  • preferencia por la acción directa, huelga general y rechazo a la lucha parlamentaria.

  • oposición a los partidos políticos

  • acentuado internacionalismo

Bibliografía.

  • Cristina Rins; María Felisa Winter, La Argentina, una historia para pensar 1776 - 1996, Editorial Kapelusz

  • Torcuato S Di Tella, Historia social de la Argentina Contemporánea, Editorial Troquel.

  • La razón 75 aniversario, historia viva.

  • Enciclopedia Encarta 2008.

  • Ernesto Palacios, Historia de la Argentina tomo II, Editorial Revisión

Índice.

PORTADA

1

INTRODUCCIÓN

2

¿QUÉ ES EL ANARQUISMO?

3

ORÍGENES DEL ANARQUISMO

3

LOS ANARQUISTAS

5

EL ANARQUISMO EN LA ARGENTINA

6

DECADENCIA DE LA ¨ GENTE DECENTE ¨ Y ORGANIZACIÓN BIPOLAR

7

PREPONDERANCIA DE LOS HACENDADOS

7

EL CAUDILLISMO

8

MILITARIZACION Y VIOLENCIA

8

EL ANARQUISMO EN ARGENTINA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

9

ORGANIZACIONES Y CONFLICTOS OBREROS

10

LAS NUEVAS FORMAS DEL ANARQUISMO

12

SITUACIÓN ACTUAL

13

CONCLUSIÓN

15

BIBLIOGRAFÍA

16

ÍNDICE

17

1




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Enviado por:Maricel
Idioma: castellano
País: Argentina

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