Sociología y Trabajo Social


Análisis del discurso social


ANÁLISIS DEL DISCURSO SOCIAL

CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD

Para dar inicio al presente trabajo, podemos comenzar tomando como punto de partida la perspectiva desarrollada por Berger y Lukman acerca del origen de las instituciones en la dinámica de la constitución de la sociedad.

Estos autores consideran a la sociedad como un producto específicamente humano, el cual fuera creado a partir de las distintas interrelaciones entre los individuos y de las diversas necesidades que de ello surgen (la sociedad como construcción de los individuos y que luego les afectará en manera directa, directamente).

Ambos autores perfilan una síntesis entre Mead y Durkheim porque el sujeto construye la realidad, y esa realidad vuelve al sujeto. El sujeto “internaliza” al “otro generalizado” y luego se termina de formar su yo. Berger y Luckman presentan un planteamiento acerca de las relaciones de poder y plantean que los contextos naturales diferentes influyen, no son determinantes pero influyen. Ante lo expresado, se sostiene lo siguiente que más adelante desarrollaremos: "La realidad está construida socialmente", válida para el hombre común quién no está interesado en cambiarla, se encuentra dominado por la ideología que actúa por dentro de él que lo hace partícipe de un conjunto de signos y falsos valores propuestos sutilmente por las clases dominantes que éste reproduce y defiende como si fuere real; pero ésta supuesta realidad, no son otra cosa que doctrinas que tiene como fin último dominarlo y hacerle creer lo que es falso realmente.

Por otra parte, toma también partida dentro de ésta concepción, la consideración de la superestructura propuesta por Marx, que él consideró como los hilos invisibles de la religión y la cultura, determinados históricamente y considerados como parte de la amplia gama de las ideologías propuestas por las clases burguesas, y que posteriormente fueron estudiadas y desarrolladas por la Escuela de Francfort, lo cual sería definido por Eugenio Trías de la siguiente manera: "Estas ideas se caracterizan porque mediante ellas los hombres se harían la ilusión de conocer una determinada realidad social. Pero se trataría de una ilusión. Estas ideas no podrían confundirse con el conocimiento de esa realidad".

En su obra, Berger y Luckmann,  establecen que la realidad se construye socialmente y que la sociología del conocimiento debe analizar los procesos por los cuales esto se produce, siendo uno de ellos, la institucionalización (proceso fundamental en la construcción social de la realidad). Comienzan afirmando que el hombre es un ser natural, que posee la capacidad de auto producirse, más allá de que se relacione con un ambiente natural determinado y un orden cultural y social especifico, el hombre funda su propia naturaleza.

El surgimiento del orden social tendría lugar al ser pensado como un producto humano o una producción humana constante, realizada por el hombre en el curso de su continua externalización ya que, toda actividad humana está sujeta a la habituación y de ésta manera, al repetirse con frecuencia, crea una pauta que luego puede reproducirse con economía de esfuerzos. De ésta manera, será aprehendida como pauta.

Son los procesos de habituación los que anteceden a toda institucionalización. En otras palabras, el hombre se produce a sí mismo, y, por tanto, produce el orden social, dando origen a la institucionalización, la cual tendrá lugar cuando dicho sujeto se encuentre bajo sometimiento del control social. Vale agregar que, respecto de éste último, es visto por los individuos como una realidad objetiva independiente de ellos. Nos parece importante añadir que, el término “realidad” está aquí tomado en la conceptualización que lo define como aquella cualidad propia de los fenómenos que reconocemos como independiente de nuestra propia volición.

Los autores manifiestan de ésta manera, la relación entre el hombre y el mundo social es dialéctica y el proceso de construcción del mundo social, tiene lugar a través de la externalización, la objetivación y la internalización del mundo. Estos autores afirman que estos tres últimos, cumplen un rol esencial para que el hombre tome idea de su realidad. Es a partir de ello, que se afirma que la sociedad es un producto humano, una realidad objetiva en la cual el hombre es un producto social.

Pero veamos ahora de qué manera es éste mundo objetivado, y encontraremos un instrumento llamado lenguaje. Es pues, mediante el lenguaje y el aparato cognoscitivo (que se basa en él mismo) que los objetos se aprehenden como realidad. De ésta manera, el mundo se internaliza como verdad objetivamente válida y como verdad objetiva de la socialización. Luego, se internalizará como realidad subjetiva.

No obstante, a decir de nuestros autores, para que esos significados sean conocidos por los sujetos, los actores deben enterarse sistemáticamente de ellos, requiriendo de algún proceso educativo. Tanto el saber como el no saber, se refieren a lo que es definido socialmente como realidad.

Luego, tenemos que en las instituciones tienen lugar los roles, y son aquellas las que los representan en la experiencia individual. Es así como los individuos participan en un mundo social: desempeñando sus propios roles, los cuales fueran originados en el mismo proceso de habituación y objetivación que el origen de las instituciones. Podemos decir, en palabras de los autores, que los roles representan el orden institucional, ya que cuentan con gran importancia estratégica en una sociedad, puesto representan tanto instituciones como la integración de ellas en un mundo significativo.

Desde allí, cada rol sirve de acceso a un sector específico de aquél cúmulo de conocimiento que posee la sociedad, promoviéndose de esta manera, lo que ambos autores llaman distribución social del conocimiento. Cabe acotar aquí, determinar el sentido delo término “conocimiento”: éste es la certidumbre de que los fenómenos son reales y de que poseen características específicas.

Para continuar, Berger y Lukman sostienen que la institucionalización no es un proceso irreversible (a pesar de que las instituciones, una vez formadas tienden a persistir), puesto que, si hubiere algún problema, este se podría deberse a las dificultades subjetivas que pueda tener el individuo al internalizar los significados socialmente aceptados.

Así pues, a medida que se produzcan mayores desviaciones, se producirán también modificaciones importantes en la representación dada a los significados institucionales. De ésta manera es como existirá un problema objetivo con respecto a una integración amplia de significados dentro de la sociedad total.

Continúan diciéndonos los expertos que, ya que es el conocimiento un producto social, también lo será de cambio social, abriendo la posibilidad a crear otros modos de institucionalización, así, la variabilidad histórica de la institucionalización, se relaciona con la manera en que se objetiva el orden institucional, lo que plantea la cuestión de la reificación de la realidad social, donde la reificación es la aprehensión de fenómenos humanos como si fueran cosas. Por lo tanto, el mundo reificado es un mundo deshumanizado.

De ello se desprende entonces que, todo el orden institucional podría aprehenderse en términos reificados, tanto en conjunto como segmentariamente y los roles pueden reificarse (al igual que las instituciones).

Continuando con el planteo de Berger y Luckman, en cuanto los mecanismos de legitimación, podríamos comenzar poniendo de manifiesto que, si tomamos como punto de partida que lo que llamamos realidad, se instaura como corolario de un proceso dialéctico que tiene lugar entre las relaciones sociales, hábitos normalizados y determinadas estructuras sociales. Por otra parte, también se hallan establecidas interpretaciones simbólicas, así como internalización de roles y formación de identidades individuales. Vale decir entonces, que la legitimación del orden institucional es aprendida por las nuevas generaciones durante el mismo proceso que las socializa dentro del orden institucional.

Considerando la sociedad como realidad objetiva ambos autores presentan, desde una perspectiva filosófica, el análisis fenomenológico de la vida cotidiana. Destacan como elementos fundamentales estructurantes del triángulo de la realidad interpretada/significado subjetivo/mundo coherente:

  • La consciencia, definida como la intención y la búsqueda de objetos;

  • El mundo intersubjetivo, compartido con los demás;

  • La temporalidad, como carácter esencial de la conciencia (orden temporal);

  • La interacción social, que crea esquemas tipificadores;

  • El lenguaje, como elemento clave objetivo (externo al individuo) que facilita la estructuración del conocimiento en términos de relevancia.

  • A partir de ello, Berger y Luckman dan inicio a un análisis del proceso de construcción de la sociedad como realidad objetiva, en que destacan como momentos básicos: la institucionalización y la legitimación. Retomando a Mead en lo que respecta a la formación del yo, el ser humano se forma en interacción con su ambiente cultural y el orden cultural y social.

    Sin embargo, este orden social, no es tomado como externo e impuesto al individuo, sino que aparece a través de una relación dialéctica con éste, como producto humano. Por lo cual, podríamos decir que, la realidad institucionalizada tiene su origen, en la propensión del ser humano a habituarse, y por la que puede llegar a sentir estabilidad a la vez que innovación constante, dado que, de ésta manera, evitará dedicar su esfuerzo a tareas triviales y repetitivas.

    Dicha institucionalización conlleva la tipificación recíproca de acciones entre los actores, hasta llegar a convertirse en una forma de control social. Este comportamiento institucionalizado es el que a posterior se reifica, es decir, es el que se vivirá como la realidad objetiva, externa a la voluntad del individuo.

    En éste proceso que venimos describiendo, son deducibles tres momentos básicos: la sociedad es un producto o construcción humana; la sociedad es una realidad objetiva; el hombre es un producto social. Para que esta institucionalización se lleve a cabo, debe existir un lenguaje que “sedimenta y objetiva las experiencias compartidas y las hace accesibles a todos los que pertenecen a la comunidad lingüística”, el cual tiene un importantísimo rol en la construcción de la realidad objetiva, es decir, en la legitimación misma.

    Es en ésta en donde el lenguaje tiene un rol preponderante dado cumple una función imprescindible permitiendo extender la comprensión y el sentido de la realidad de una manera consistente y coherente con la realidad subjetiva de los individuos, lo cual tiene lugar, a través de la creación de universos simbólicos. Dicha institucionalización, para gozar de permanencia, habrá de tener sentido, o, lo que es lo mismo, ser coherente en sí misma; además, también tendrá un sentido subjetivo. Así pues, la legitimación asumiría niveles distintos, a saber:

  • Un sistema de objetivaciones lingüísticas.

  • Proposiciones teóricas en forma rudimentaria.

  • Teorías explícitas del orden institucional.

  • Universos simbólicos.

  • En cuanto éstos, los autores sostienen que son los que organizan coherentemente la posición que ocupa cada uno en el conjunto social, los roles a desempeñar, su propia identidad y el total de relaciones que constituyen la vida cotidiana. Los universos simbólicos construyen determinados mecanismos que garantizan su permanencia: la mitología, la teología, la filosofía y la ciencia, entre otros. En tanto, el poder en sí mismo y su capacidad para imponerse, establece otro mecanismo de mantenimiento: la ideología, de la cual se sirve a un interés de poder concreto.

    Siguiendo una lectura en textos de Ana María Fernández, encontramos que la autora sostiene que es a través del imaginario social que se garantiza la continuidad del poder existente o ya constituido. Dicho poder, se halla inscripto en la subjetividad de los individuos y, por ende, éstos lo reproducen institucionalmente. Este poder es un dispositivo que se pone de manifiesto de diferentes maneras: tanto por el uso de la fuerza (en la forma de la violencia), como a través de la discursividad del orden y, por el imaginario social. La autora sustenta su decir, al continuar manifestando que el discurso del orden es un espacio de racionalidad, dado que corresponde al conocimiento, a la teoría y a las representaciones racionales.

    En éste ámbito incluye a la moral, la filosofía política y la religión, con sus discursos del orden que funcionan a modo de legitimadores del sistema, manteniendo la homogeneidad. Es pues, desde el discurso del orden el lugar desde el cual son emitidos los enunciados que regulan la normativa, las reglas de justificación y sanciones para las conductas indeseables. A su vez, el poder necesita también de otras prácticas que van más allá del discurso. Ellos son los emblemas, los mitos y los rituales, conformando entre todas éstas prácticas extra discursivas, un imaginario social (universo de significaciones).

    De ésta manera, el imaginario social permite el funcionamiento del poder haciendo que los miembros de la sociedad se adecúen a la homogeneidad obtenida desde los discursos. La forma en que éste lo hace, es a través de la interpelación de los sentimientos, las voluntades y las emociones. Los rituales son los que promueven las formas en se adquirirán los comportamientos. La repetición de estos esquemas, enmarca preceptos y posibilita que los comportamientos se conecten con los fines y metas del poder. Por tanto, la función del imaginario social es moldear los sujetos para el acceso a la ley y la continuidad y reproducción del poder porque a través de él, se siguen reproduciendo mundos simbólicos que permiten la continuidad de los dispositivos de poder.

    Por su parte, plantea Bourdieu que en realidad, aunque el habitus se expresa en los sujetos, es historia incorporada, naturalizada, objetivada en los cuerpos (sujetos) y en las instituciones. He aquí que el autor explicita la relación entre el habitus, los individuos y las instituciones: el habitus reactiva en la práctica el sentido objetivado que habita en las instituciones, permite la apropiación práctica de las instituciones y el sentido depositado en ellas, de revivirlas. La institución (la historia) se encarna en el cuerpo, en una historia particular (la del sujeto) a través del habitus “para transformar la diferencia institucional en distinción natural”.

    En cuanto la relación instituido - instituyente, una sociedad es un sistema de interpretación del mundo, una construcción y una creación de su propio mundo y Ana María Fernández dice que, al momento de instituirse como tal, inventa significaciones, producciones de sentido organizador, significaciones colectivas. Así pues, el proceso por el que una sociedad se instituye como una totalidad (la institucionalización de sus normas, valores y lenguaje), es entonces su institución, por mencionar lo que enuncia Castoriadis. Esta posibilidad de dar existencia explícita y visible, de decir objetivado y decible a lo que sólo era una experiencia individual dado que había accedido a lo colectivo, es el poder social de hacer grupos, teniendo como consenso, el sentido común (P. Bourdieu).

    Todo esto le sirve a la sociedad para producir individuos que luego reproducirán la institución de la sociedad. A su vez, la sociedad está constituida por otras instituciones, todas reproducibles por los sujetos producto de ella en condiciones de perpetuarlas. Todo grupo se instituye como tal y cómo instituye sus consensos un pequeño colectivo. Un grupo se instituye como tal cuando hubo inventado sus significaciones imaginarias, en tanto producciones de creencias (aspecto fundante en la producción de subjetividades).

    Las representaciones sociales siempre son portadoras de significados que les son asociados. Funcionan como un modelo de conducta con el cual el individuo categoriza, jerarquiza y organiza su propio universo y el de las relaciones interpersonales y vínculos grupales ya que es un ser social y por ello construye el conocimiento de la realidad que logra aprehender a partir de la propia experiencia y de la de los otros con los que actúa. Al ser formuladas entonces por sujetos sociales, no se trata de simples reproducciones sino de una complicada construcción en la cual tiene un peso importante, además del propio objeto, el carácter activo y creador de cada individuo, el grupo al que pertenece y las construcciones y habilitaciones que lo rodean.

    El imaginario social es una forma específica de ordenamiento o condensación de un amplio conjunto de representaciones que las sociedades se dan para sí. Stuart Hall, toma como objetivo no el tratar precisamente sobre si las cosas existen o no, sino de aplicar cierta metodología y conocimiento que nos brinda para el análisis de las representaciones visuales que llevan significado.

    La representación ocupa un lugar esencial dentro del proceso en que el significado entre los miembros de una misma cultura, por lo que, se trata de un concepto presente a la hora de conectar el significado y el lenguaje a la cultura, por medio de signos e imágenes, en palabras de Stuart Hall. Sostiene éste autor, que hay dos sistemas de representación (mental, en cuanto a la asignación de significados que nos permite dar significado al mundo y, el

    lenguaje, que son los conceptos que podemos percibir). La representación sería entonces, la integración de ambos sistemas de representación.

    Por su parte, y desde otra arista, Cornelius Castoriadis, usa el término “imaginario social” para designar las representaciones sociales encarnadas en sus instituciones. El concepto es usado habitualmente como sinónimo de mentalidad, cosmovisión, conciencia colectiva o ideología, pero en la obra de Castoriadis tiene un significado preciso, ya que supone un esfuerzo conceptual desde el materialismo para relativizar la influencia que tiene lo material sobre la vida social.

    Este autor habla de lo imaginario también como “algo `inventado' -ya se trata de un invento `absoluto' o de un deslizamiento, de un desplazamiento de sentido, en el que unos símbolos ya disponibles están investidos de otras significaciones”. Los imaginarios sociales acerca de la formación profesional del comunicador y su práctica profesional no se restringen solo a los medios sino que tiene que ver con lo social que sí incluye lo mediático y lo tecnológico.

    Se trata de significaciones centrales que no corresponden ni a lo percibido (real), ni a lo pensado (racional), sino a lo imaginario, cuyas consecuencias son para la vida social mucho más reales que lo que se tiene por `real'. Las significaciones sociales imaginarias proporcionan la referencia para definir la identidad del sujeto, la articulación de su grupo o colectividad (el orden social), el mundo y sus relaciones con él, sus necesidades y los objetos encargados de satisfacerlas. Y esto porque la funcionalidad de las instituciones, es decir su modo de dar respuesta a las necesidades reales, se expresa a través de lo simbólico. Sin embargo, lo simbólico se fundamenta en algo que está fuera de su misma lógica.

    Hasta aquí, vemos entonces que, a partir del desarrollo de algunos conceptos de los autores tratados en el presente trabajo, es posible arribar a la legitimación tomando en cuenta los procesos que la conforman, desde las instituciones mismas en las cuales los sujetos están insertos en función de determinados roles, es decir, lo instituído e institucionalizado. Ahora bien, si nos preguntáramos cómo fue posible llegar hasta ésta instancia, a través de qué medio el hombre atribuyó sentido, representaciones y significaciones al mundo (objetivo y subjetivo), vemos que lo hubo realizado mediando el uso de un instrumento: el lenguaje.

    Éste lenguaje es utilizado por las diferentes personas de manera personal y a la vez perteneciendo al discurso ideológico al que responden sus propias convicciones. Desde las distintas esferas y dimensiones sociales, el discurso utiliza al lenguaje como medio para algún fin en tanto interés ideológico le motive (detentación de poder, índole religioso, discurso social, incluso el familiar).

    Para dar continuación al presente trabajo teórico, nos proponemos concebir al discurso como un conjunto de datos que dan al lenguaje de qué tema hablar que, a su vez, posee la capacidad de ejercer influencia sobre determinado aspecto y público en particular. Por ello, siguiendo la lectura de M. Foulcault, plantea en su discurso, que "en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad".

    Enuncia procesos internos que afectan al discurso, ellos son: principios de clasificación, ordenación y distribución. Antes que nada, posiciona en primer lugar al comentario, dado que, lo que se diga de un discurso, lo afectará decisivamente al ser interpretado. Posiciona luego, al autor, dado que toda sociedad demanda referencias sobre el creador del discurso. De ello dependerá la credibilidad, la predisposición y la interpretación que se le adjudicará a dicho discurso. Por último, M. Foulcault, ha posicionado a las disciplinas, de las cuales se podría decir que estarían dadas por la sociedad en la que el discurso circula (medicina, filosofía, biología, etc.). Sostiene el autor, que la voluntad de verdad se ve afectada y mediada a través de los discursos.

    Procede el autor a realizar una clasificación de los principios que afectan al sujeto creador de discursos. Sostiene que están relacionados con las disciplinas, puesto que las sociedades que escuchan el discurso, definitivamente afectan a su propio autor, de tal manera que lo afecta desde antes de gestar el discurso mismo y de que sea escuchado y comprendido. A esto, Foucault lo denomina “sociedades de discurso”. No obstante, hace mención Foucault a la adecuación social del discurso, lo cual equivale a decir que, a través de la educación, finalmente la sociedad forma y/o influye a todo autor ulterior.

    Su planteamiento, en cuanto a lo que los discursos deben enfrentarse, serían los siguientes:

  • Principio de trastocamiento: desde donde es reconocido el origen del discurso (el autor, la disciplina, la voluntad de verdad), hay que reconocer el enrarecimiento del discurso.

  • Principio de discontinuidad: el que existan sistemas de enrarecimiento del discurso no implica que debajo de ellos se encontrará un discurso ilimitado, continuo y silencioso. Los discursos deben de ser tratados como prácticas discontinuas que se cruzan, yuxtaponen, ignoran o excluyen.

  • Principio de especifidad: la concepción del discurso como una violencia que hace a las cosas, donde los acontecimientos del discurso encuentran su regularidad, ya que las cosas no poseen regularidad por sí mismas y, somos las personas quienes se las imponemos.

  • Principio de exterioridad: a partir del discurso, comenzar a transitar hacia sus condiciones externas de posibilidad, sus motivos, y lo que fija sus límites.

  • Los principios mencionados, se oponen de la siguiente manera: el acontecimiento a la creación, la serie a la unidad, la regularidad a la originalidad, y la condición de posibilidad a la significación, puesto Foulcault realizó un estudio del discurso como un sistema de representación al establecer la conexión escrito/visual con el lenguaje hablado. En sus palabras, el discurso nos conecta con un tema, ya que define y produce los objetos para nuestro mapa conceptual. Además, sostiene que también produce un grado de influencia en el momento de incorporar las ideas a la práctica, y en cómo éstas se utilizan con el fin de regular la conducta de otros. Otro enunciado plausible de destacar que sostiene el autor al respecto, es que las evoluciones y revoluciones de las sociedades, irremediablemente afectan al discurso.

    Siguiendo con el análisis que los autores realizan acerca del discurso, pudimos apreciar que Teun A. Van Dijk, concibe a la ideología como “un sistema básico de cognición social, que estarían formados por representaciones mentales compartidas y específicas de un grupo, a la vez inscriptas en las creencias generales (conocimiento, opiniones, valores, criterios de verdad, etc.) de sociedades enteras o culturas”. Tomado así, vemos que el eje de su propuesta teórica es la interrelación entre los elementos: cognición, sociedad y discurso.

    Dentro de la cognición social, la ideología tendría por función organizar las representaciones mentales (mediante actitudes y conocimiento del grupo) controlan las creencias sociales y personales (las opiniones), y las prácticas también, entre ellas, el discurso. El autor asocia lo mental entonces con lo social y personal, y lo cognitivo con las prácticas sociales. Mediante lo mental (que es el sistema de percepción y representación subjetiva particular de cada sujeto sobre la realidad) es por el cual tiene lugar la interpretación del discurso. A su vez, éste es elaborado, también desde ese mismo punto de subjetividades.

    En cuanto al aspecto social de la ideología, tenemos que, el autor expresa que es justamente ella lo que caracteriza lo compartido por determinados grupos. Es decir, sería lo que les identifica como grupo específico organizado en torno a categorías de pertenencia que loa aúna como tal: actividades, objetivos, valores, posición, recursos. Vemos aquí que, sería lo cognitivo lo que define las funciones propias del grupo en cuanto a identidad e intereses.

    Para Van Dijk, las ideologías organizan las relaciones sociales y establece que, el discurso es la práctica fundamental por la cual la ideología es transmitida, dado que sólo a través del lenguaje y la comunicación, puede formularse explícitamente la ideología. En su análisis del discurso, este autor incluye el contexto de producción desde el cual es producido.

    Además, alega que, tanto la estructura (fonológica, léxica, estilística, etc.) del discurso como las formas, significados y acciones (entonación, acento, recursos lingüísticos, etc.), obedecen a la autorepresentación positiva y negativa para con los demás. Esto influye al nivel de lo ideológico al momento de comprender y persuadir del discurso. Dado esto, la influencia ideológica dependerá tanto de la estructura del discurso como de los elementos contextuales (representaciones mentales de los receptores, sus ideologías e intereses).

    Y llegamos a éste párrafo, diciendo que Van Dijk afirma, en su tendencia afín con las “prácticas inscriptivas” de Connerton, transmitidas sólo mediante textos, manifiesta que es el discurso la práctica fundamental que expresa y reproduce la ideología, dejando de lado las prácticas no discursivas (como las prácticas corporales), igualmente importantes en la reproducción y transmisión de ideologías.

    A modo de cierre y agregando lo discursivo en nuestra interpretación, retomamos lo que dirían Berger y Lukman sobre el ser social al sostener que se halla determinado por sus relaciones sociales, y que éstas últimas, están determinadas por el discurso de la estructura y superestructura que la contienen, las cuales conforman el mundo social donde vive el hombre.

    Por lo tanto, “la conducta individual y colectiva del hombre, así como su saber, no es más que la totalidad de sus relaciones sociales, y queda (o es siempre definida) por el discurso social que la rige”. Mas a decir de Nietzsche, “un hombre con los sentidos embrutecidos por los embates del discurso ideológico y la falsa conciencia o engaño y auto engaño, al encontrarse con otro hombre en igualdad de condiciones, no puede construir ningún discurso real o realidad digna de ser estudiada y ,si en dado caso la construye, debe entenderse, que los materiales para dicha construcción son suministrados desde el exterior por la estructura y la superestructura”.

    “Creer en dicho discurso de la realidad, no sería otra cosa que rehusarse a ver una realidad mucho mayor que la explica y contiene. Y esto se debería a las ideologías producidas por las clases dominantes. Por lo demás, nadie puede saber de una obra más que sus propios constructores, y cualquier pretensión acerca de ello, carecen de lógica, puesto que lo que hay que estudiar, es como el hombre está pasmado hasta el punto de ser sumergido en la máxima del discurso del conformismo absoluto”.

    BIBLIOGRAFÍA

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    • Fernández, Ana María (1989):”El campo grupal”. Nueva Versión. Bs. As.

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    Idioma: castellano
    País: Argentina

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